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Fermin Muguruza: creativo, comprometido y con muchas cosas que decir.

grupo Zuloak, muy peculiar: he ahí el por qué de haber seguido los pasos de una banda que en realidad no existe y que de repente, cuando se presenta la película, existe y hace conciertos. La película tiene un componente de provocación hacia el público; busca un público que tiene que estar atento, no un público pasivo, porque ha de detectar qué partes son reales y cuáles no. Tiene que participar, interactuar con el film.

¿Lo más positivo de esta experiencia? Comprobar cómo se ha implicado la escena musical de Euskal Herria, desde los músicos hasta los managers o las salas. Todo el mundo ha sido cómplice en el proceso: por ejemplo, a los periodistas musicales nunca les llegó el eco de los conciertos que estábamos haciendo para grabarlos. Con el paso del tiempo se estudiará el caso Zuloak desde diferentes puntos de vista, incluyendo la implicación de la escena musical de un pueblo para sacar adelante un proyecto como este.

Anime a los lectores a ir a ver Zuloak, en las carteleras desde ayer… En primer lugar hay que ir a las salas para apoyar el cine hecho aquí; el público va a ver una escena musical realmente viva, algo que es muy difícil de encontrar en las televisiones. Poder ver en la pantalla gran12 ❘ GENTEON

de a un grupo tocando con la fuerza de Zuloak es sinónimo de disfrutar como si se estuviese en un concierto. La película dura una hora y 40 minutos, y no va a dejar indiferente a nadie; hay que hacer cosas, hay que montar bandas y hay que agitar esto. La gente va a salir de los cines cabeceando, diciendo: Vamos a hacer rock & roll. Como cuando íbamos nosotros a ver películas de Bruce Lee y salíamos dando patadas voladoras.

En Negu Gorriak la imagen, el componente visual, jugó un papel primordial. ¿Hasta qué punto tuvo Manolo Gil que ver con lo dicho? La idea original era decir cosas también a través de la estética, hacerlo desde las portadas de nuestros discos y los videoclips. Era una forma de trabajar muy efectiva y en ella tuvo mucho que ver Manolo Gil, una persona clave en mi trayectoria. Siempre ha sido un innovador. En los primeros años ochenta grababa conciertos para proyectarlos en su bar, el Ttutt de Iruña, porque decía que en la televisión no programaban nada de interés. Eso era totalmente revolucionario; yo ya me dejaba caer por Iruña y aquello me impactó mucho. Era realmente precursor y transgresor. En aquellos años no existía la red, no había teléfonos

móviles, pero Manolo estaba muy atento a lo que pasaba. Desde que le conocí, en el Ttutt o en algún concierto, siempre me propuso hacer cosas y me animó a ello. El primer documental propiamente dicho que hice, Bas-que Culture, en 2006, con la grabación del disco Euskal Herria Jamaika Clash de fondo, lo emprendí animado por Manolo. Él me animó a rodar el videoclip de dicho CD en 3D, todo un boom en su día.

Con el paso del tiempo usted comienza a dirigir documentales, demostrando siempre preocuparse tanto por cuidar la vertiente estética como de algo más difícil, la ética. ¿Quiénes fueron sus maestros al respecto? Siempre me ha interesado mucho lo lúdico, pero partiendo de un punto de compromiso. Al escribir la nota anunciando el rodaje de Zuloak recurrí a la siguiente cita de Samuel Beckett: “Primero bailar, y luego, pensar”. Ese es el orden lógico. Lo mismo que decía la feminista Emma Goldman: “Si no se puede bailar, no es mi revolución”. Necesitamos divertirnos, desfogarnos, liberarnos, y para ello tiene que haber un compromiso personal. Y no solo con lo propio, sino también con lo colectivo: ahí radica la idea de todo lo que hago.

Después de Bass-que Culture, en 2009


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