William Atkinson - La Ciencia de la Palabra

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III. Cada división o subdivisión debe incluir y agotar la entera materia del asunto. No hay que dejar “cabos sueltos” o “residuos no clasificados”. IV. Las divisiones y subdivisiones serán lo suficientemente generales y amplias para evitar una cansada e innecesaria multiplicación de encabezamientos. V. Que la división siga el arreglo de comenzar por los puntos más sencillos, derivándose después los más difíciles de los primeros, yendo siempre de lo simple a lo complejo. La Exposición de un argumento es aquella parte del discurso en la cual son presentados brevemente los principales hechos generales del asunto del discurso a la consideración del oyente. Existe gran divergencia entre los autores acerca del método más valioso y efectivo de presentar la exposición. Algunos opinan que la exposición debe formar parte de la introducción, en tanto que otros son partidarios de que se atraiga la atención del lector por una corta introducción, antes de proceder a una formal exposición. Sheppard dice: “Es impertinente fatigar la imaginación del oyente, porque es seguro que por este medio fatigamos nuestros músculos y pulmones. Es fatigar la propia imaginación el prometer desde la salida qué cosa nos proponemos cumplir cuando nos detengamos. Es fatigar al auditorio decirle que después uno hará esto y lo otro; proseguirá haciendo tal y cuál cosa y después aquello y lo de más allá, y que, finalmente, en conclusión, haremos tanto y cuánto. El mejor proceder es hacerlo. Dígase lo que se quiera y hágase lo que se diga. Pero no digamos nunca: “Antes de pasar a las observaciones preliminares, a guisa de prefacio a la introducción de la primera acotación de mi sexto encabezamiento, quiero hacer notar, en primer lugar, que...; pero, a propósito, antes de pasar a éste, deseo manifestar que..., etc.” El mismo escritor expone la crítica hecha acerca del sermón de un famoso predicador, en el cual empleó cerca de una hora hablando al auditorio de cosas de que no iba a ocuparse y de errores que no iba a combatir; dando un bosquejo de las herejías mencionadas, unos cuantos párrafos para demostrar cuán fácilmente destruiría esas herejías, si quisiera emplear tiempo, y menos párrafos aun dedicados a la instrucción real de los fieles, ignorantes, la mayoría de los primores de la metafísica. Hills dice en respuesta a la cuestión: “¿Qué es primero, la prueba o la proposición?... Si la proposición es conocida de las personas a quienes el orador se dirige, será ventajoso, generalmente, empezar por lo que es nuevo en la prueba, pues una conclusión vieja adquiere poco interés cuando se la considera desde un nuevo punto de vista o toma un nuevo derrotero. Si la proposición, sea conocida o no por el auditorio, pudiese provocar hostilidad, no debe ser anunciada hasta dar los pasos necesarios para procurarle una favorable acogida. Con frecuencia, el mejor camino es empezar por exponer la cuestión propuesta sin indicar la conclusión deseada, hasta que hayan sido presentados algunos de los argumentos en pro y en contra; o será 48


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