Stanislas de Guaita y Oswald Wirth - Problema del mal (La se

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Guaita – Wirth – El Problema del Mal 3º. Elevémonos. Desprendámonos de nosotros mismos. Sublimemos nuestro pensamiento: Planeemos sobre todo, despojados de lo que nos une a la tierra. Veamos las cosas desde muy arriba, como por el ojo mismo de Dios. 4º. Descendamos de nuevo al nivel de los humanos. Despreciemos sus disputas, sus luchas, sin ignorarlas, pues nada de lo que es humano debe sernos extraño. 5º. Entremos en el río de la vida común. Sus ondas nos limpiarán de toda mancha, con la condición de que sepamos resistirle. Vivamos la vida de todos, sin dejarnos llevar por la corriente de las ideas recibidas. Que nuestra alma sea lo bastante fuerte para permanecer serena, sustraída a las influencias inquietantes. 6º. Asentémonos sobre la orilla de la firmeza. Contemplemos lo que pasa, discerniendo de dónde vienen las cosas y a dónde van. Cuando permanezcamos inmutables ante lo que cambia, habremos cumplido la obra transmutatoria al blanco; poseeremos el Magisterio de la Luna, el de la Plata. Hay que entender por esto esa Sabiduría del Alma que realiza las maravillas de la verdadera magia, de donde proceden las primeras manifestaciones del talento humano. En todos los pueblos fieles al estado natural, se han formado sabios que se han hecho escuchar, porque anunciaban el futuro y adivinaban cosas ocultas. Les debemos las creencias fundamentales de la humanidad, la idea de que todo está vivo y de que un único espíritu anima todos los seres. Han sido los primeros en practicar el arte de curar por métodos que nada poseen de científicos, pero que todavía en nuestros días son eficaces, en casos en que la ciencia médica confiesa su impotencia. Un fetichista nunca será uno de estos sabios; pero los brujos negros, rojos o amarillos no gozarían en su ambiente del prestigio de los taumaturgos, si ninguno entre ellos no hiciera milagros, muy naturales sin embargo. Existen también iniciaciones formales en todos los primitivos. Los pieles-rojas tienen a este respeto usos típicos. En los Ojibois, todo adolescente deseoso de afirmarse como joven se introduce en los bosques solo y sin armas. Sólo se alimenta de lo que encuentra, soportando el hambre, la sed y las intemperies. Este régimen cansa rápidamente a las naturalezas que los manitous (espíritus) no seleccionan secretamente. Como no se sienten llamados, se reúnen en su choza familiar, satisfechos de haber cumplido el retiro tradicional. Otros tienen menos prisa: Por el aislamiento y el ayuno, tienen visiones y creen escuchar voces misteriosas. Se mantienen entonces lejos de los hombres, pues no se sienten atraídos a entrar en el pueblo. Cuando se deciden a ello, es para ir directamente al padre brujo local, al que relatan minuciosamente todos los incidentes de su entrada en relación con los manitus. El brujo aprecia el valor de estas manifestaciones. Si le parecen denotar aptitudes profesionales, somete a continuación a su interlocutor a una prueba que decidirá su entrada en la carrera iniciática.

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