Saint-Martin - El cocodrilo

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diferente y una nueva mina para la inteligencia: por otra parte, ¿acaso no es una verdad indudable que un efecto puede ser atribuido a varias causas diferentes? Pero, ¿qué digo? ¿Cómo podríamos creer nosotros en una verdad? Nosotros no creemos en el alma del hombre, y el alma del hombre, aquí abajo, es el único espejo de la verdad. Por eso no sería preciso que nos remontáramos a los fragmentos de Sanchoniaton ni a Ezourvedam, y nos bastaría con observar que nuestra alma abraza la universalidad; que para que ella pudiera morir sería necesario que el mas ocupara el lugar del menos, mientras que en el orden real y no convencional de las cosas sólo el menos puede ocupar lugar en el mas. Por tanto yo estaba a punto de decir que no había nada más augusto que nuestra alma, si no hubiera observado que Voltaire, Crébillon, Racine y varios de sus cofrades abusaron del derecho del epíteto, empleando la palabra augusto en sujetos que no eran dignos de ello, y que no sólo eran anteriores tanto al reinado como a la gloria del emperador de ese nombre, sino incluso al poeta Ennius, que había aplicado dicho título a los augures. Por ejemplo, si hemos atribuido los temblores de tierra tanto al aire comprimido en los subterráneos, como al esfuerzo de las aguas, y a la fuerza eléctrica de la atmósfera, ¿acaso esto impide que podamos atribuirlos también a algún cuerpo extraño, animal o no, que se deslizara por los intersticios de la tierra? Aún no conocemos a todos los animales; ni siquiera sabemos por qué la clase de las mariposas falenas o nocturnas es la más numerosa, y no nos conocemos a nosotros mismos, porque el alma del hombre, sin poder dejar de ser inmortal, se ha vuelto una mariposa falena, y la inquietud diaria que la devora prueba mejor su degradación que la manera en que todos los balbuceos de los filósofos prueban lo contrario. Por eso vemos con gran dolor que el estramonio o la verbena sea natural en las dos Indias y que se haya acostumbrado a nuestro clima. Mirad la obra del Sr. de l'Ancre, consejero del parlamento de Bordeaux, sobre la inconstancia de los ángeles malos y los demonios." El Presidente: - "A su tema, orador, a su tema". "En cuanto a esa propiedad de poder extenderse desde Egipto hasta París, según la voz que acabamos de oír, no podríamos pronunciarnos en contra con certeza. ¿Acaso no tenemos ante la vista la prodigiosa ductilidad del oro? ¿No tenemos en el reino vegetal una sustancia maravillosa de ese género, la goma elástica? ¿No hemos visto en la célebre Metásis que cuando don Quijote encontró las avestruces y ese león enjaulado... Vuelvo a mi tema. Cruz por Dios: b, a, ba; b, e, be; b, i, bi; b, o, bo; b, u, bu. Sin duda antes de que conociéramos la goma elástica, nos habríamos burlado de quienes hubieran pretendido describírnosla tal cual es. ¿Sabemos acaso si no sería igualmente vergonzoso negar que esa misma propiedad pudiera tener una fuerza inconmensurable para nosotros, en alguna clase del reino animal? En los tiempos venideros veremos que en la química los formiatos, los bombiatos, los prusiatos, se encuentran entre treinta y cinco tipos de sales compuestas según el número de los ácidos; pero nos hemos apresurado un poco al componer todos los cuerpos con moléculas salinas o cristalinas, porque esas substancias o esos agregados no son más que residuos: la naturaleza no querría sino el fluido, y los cristales y las sales no son el cuerpo de las cosas; tan sólo son su esqueleto cadavérico. Así pues sabemos que los reinos de la naturaleza viva están enlazados unos con otros. No sólo los reinos de la naturaleza, sino también todas las partes de dichos reinos parecen tocarse, y sólo se distinguen unas de otras por imperceptibles logaritmos. Pero Condillac y Claude Bonnet, menos sabios que el Heptámeron y el famoso Bacon de Verulam, quisieron juntar las cosas y confundirlas hasta tal punto

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