Rudolf Steiner - Teosofia de los Rosacruces

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La sucesión de los días de la semana nos hace recordar el devenir de la Tierra a través de sus distintas incorporaciones. VIII Los siete estados de la conciencia planetaria del ser humano Contemplaremos ahora, una después de otra, las distintas incorporaciones de nuestro planeta. Para ello es preciso formarnos la idea de que se trata de incorporaciones de nuestro planeta Tierra, es decir esta última en sus estados de Saturno, Sol y Luna. También tenemos que imaginarnos que dichas incorporaciones fueron necesarias para el desarrollo de los seres, especialmente del hombre, es decir que la evolución del hombre mismo se relaciona íntimamente con la de la Tierra. Pero de lo acontecido sólo nos formaremos el justo concepto mediante el adecuado pensamiento acerca de cómo en el curso de la evolución con respecto a ciertas cualidades, ha cambiado lo que en el presente conocemos como ser humano, como nosotros mismos. Al respecto, contemplaremos en primer lugar los cambios que en el ser humano se han producido en lo referente a sus estados de conciencia. Absolutamente todo en el mundo se ha desarrollado. Nuestra conciencia también se ha desarrollado. La conciencia que el hombre tiene ahora no la ha tenido siempre, sino que la misma se ha formado paso a paso hasta su estado actual. Nuestra conciencia del presente la llamamos la conciencia de los objetos (o bien, objetiva) la conciencia despierta, diurna. La conocemos como el estado que nos es propio, desde el despertar a la mañana hasta el dormirse de noche. Tengamos presente en qué consiste. Se caracteriza por el hecho de que el hombre orienta sus sentidos hacia el mundo exterior, donde percibe objetos; por esta razón la llamamos conciencia objetiva. El hombre dirige la mirada hacia el mundo circundante, y con sus ojos percibe los objetos en el espacio y sus colores. Mediante el oído se percata de que en el espacio hay objetos que suenan, que propagan sonidos. Mediante su sentido del tacto toca los objetos y los siente calientes o fríos, percibe el olor o el sabor de los objetos. También reflexiona sobre lo que percibe por medio de los sentidos; emplea su razón a fin de comprender la naturaleza de los objetos; y la conciencia diurna que el hombre tiene en el presente se compone de los hechos de las percepciones sensorias y de la comprensión de las mismas mediante el intelecto. El hombre no siempre ha tenido esta conciencia, sino que la misma se ha desarrollado; tampoco seguirá teniéndola para siempre, puesto que ella se elevará a estados de conciencia superior. Los medios que nos da el ocultismo nos permiten, por de pronto, discernir siete estados de conciencia, de los cuales el de ahora está situado en el medio. Podemos discernir tres estados anteriores y tres del futuro. Puede parecer extraño el que nosotros nos encontremos justamente en el medio. Esto se debe a que al primer estado preceden otros los que se substraen a nuestra mirada, al séptimo siguen otros que lo mismo se substraen a nuestra contemplación. Dicho de otro modo: miramos hacia atrás tanto como hacia el porvenir. Si nos encontrásemos en un estado más atrás, nuestra vista abarcaría un estado más del pasado y otro menos del futuro, al igual que, estando en la campiña, la vista alcanza a la izquierda tanto como a la derecha. Los siete estados de conciencia son los que siguen. Primero existe un estado de conciencia opaca de un grado muy bajo, un estado que el hombre del presente casi ya no conoce. Unicamente personas de disposición mediumnística pueden todavía tenerlo; es el estado de conciencia que en Saturno tenían todos los hombres. Las personas de

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