Rudolf Steiner - Evangelio segun San Lucas

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Rudolf Steiner – El Evangelio Según San Lucas de hipocresía, o más bien de “contrario a la verdad”, lo que decían los escribas y los fariseos. Para comprender la fuerza del sentimiento de las palabras del Cristo, podemos compararlas con lo que en nuestros tiempos sucede. ¿No existe, acaso, ahora algo parecido a los “escribas?. Ciertamente, existe: son los que rehúyen la profunda interpretación de los Evangelios, los que se contentan con la explicación, sin tomar en cuenta los conocimientos con que la ciencia espiritual profundiza el estudio de las Escrituras. Sólo por medio de la ciencia espiritual será posible obtener la verdad acerca del contenido de los Evangelios. Así se explica lo desconsolador y la frialdad de la actual investigación, comparándola con la efectiva búsqueda de la verdad. Y hay algo más: aparte de los “escribas” y “fariseos” tenemos ahora una tercera categoría de personas, y éstas son los representantes de la ciencia natural; de modo que podemos hablar de tres categorías de hombres que excluyen todo cuanto pueda conducir a lo espiritual, a las facultades que pueden adquirirse para investigar los fundamentos espirituales de los fenómenos naturales. Pero son ellos quienes ocupan las cátedras y quienes dominan en cuanto a la explicación de los fenómenos naturales, denegando el criterio espiritual. Son ellos quienes entorpecen el progreso de la evolución de la humanidad, puesto que este progreso se detiene donde se deja de reconocer los signos de la época. En nuestros tiempos, para actuar en sentido de la imitación de Jesucristo, se requiere la valentía de enfrentarse a todos aquellos que, al oponerse a la interpretación antroposófica de las Escrituras y de los fenómenos naturales, entorpecen el progreso de la humanidad. Enfrentándose a los que sólo reconocían a Moisés y a los Profetas, el Cristo nos ha dado el ejemplo. Las palabras del Cristo, según el Evangelio de Lucas, tendrían que llegar al corazón de los que entorpecen el progreso de la evolución. Una de las más hermosas y más profundas parábolas en dicho Evangelio, es la que comúnmente es llamada la del “mayordomo infiel” (Cap. 16). Allí se relata que un hombre rico tenía un mayordomo acusado de disipar los bienes de aquél, por lo que resolvió despedirle. Consternado de ello, el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré para que mi señor no me quite el puesto?. Cavar, no puedo; mendigar, me daría vergüenza; y se le ocurrió una escapatoria, diciéndose: hasta ahora, siempre he salvaguardado los intereses de mi señor, sin cuidar los intereses de los deudores; tengo que hacer algo para que ellos me acepten en sus casas, a fin de no quedarme arruinado. Al primer deudor preguntó: ¿Cuánto debes a mi señor?. Y le rebajó la mitad de la deuda. Otro tanto hizo con cada uno de los demás. Así trató de ganar la simpatía de 126


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