Ramacharaka - Cristianismo Mistico

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Parece que no cabe duda respecto de la familiaridad del pueblo judío de aquel tiempo con las generales enseñanzas de la reencarnación. Filo afirma positivamente que esta doctrina formaba parte de las enseñanzas de la escuela judía alejandrina; y además, la pregunta que le dirigieron a Jesús sobre «el pecado del ciego de nacimiento» denota cuán familiarizado estaba el pueblo con dicha enseñanza en general. Así es que Jesús no necesitó recalcar su doctrina en este punto frente al vulgo, sino que la reservó para las instrucciones esotéricas a sus escogidos discípulos respecto de los pormenores del renacimiento. Pero el mismo asunto está mencionado en varios pasajes del Nuevo Testamento, según vamos a ver. Jesús afirmó positivamente que Juan el Bautista era «Elías» cuya vuelta había profetizado Malaquías (4,5). Dos veces lo afirmó explícitamente, a saber: «Y si queréis recibido, él es aquel Elías que había de venir» (Mateo 11, 14). Y en otro pasaje: «Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, antes hicieron con él todo lo que quisieron... Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista» (Mateo 17, 12-13). Los místicos exponen que Jesús vio claramente que Juan era la reencarnación de Elías, aunque Juan lo había negado a causa de no recordar su pasada encarnación. Jesús el Maestro vio claramente lo que Juan el Precursor no había percibido respecto de sí mismo. Las evidencias características de Elías reproducidas en Juan el Bautista corroboraron la doble afirmación positiva del Maestro, de que Juan el Bautista era Elías reencarnado. Esta autoridad es suficiente para que los cristianos acepten que la doctrina de la reencarnación formó parte de las enseñanzas de la Iglesia. Pero todavía los teólogos ortodoxos arguyen que Jesús quiso decir otra cosa. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Otro notable ejemplo de que Jesús y sus discípulos reconocían la doctrina de la reencarnación nos lo ofrece el caso del ciego de nacimiento. Conviene transcribir el relato: «Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron, diciéndole: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres" (Juan 9: 1,3 ).» Seguramente que no cabe error sobre el significado de la pregunta: «¿Quién pecó, éste o sus padres?»; porque ¿cómo podía pecar un hombre antes de nacer a menos que hubiese vivido en una pasada encarnación? Y la respuesta de Jesús afirma sencillamente que aquel hombre no nació ciego por pecados de pasada vida ni por los de sus padres sino por una tercera causa. Si la idea de la reencarnación hubiese sido contraria a las enseñanzas ¿no la hubiera condenado Jesús ante sus discípulos? La circunstancia de que los discípulos le hicieran aquella pregunta ¿no demuestra que tenían la costumbre de tratar con él los problemas de la reencarnación y el karma y recibir instrucciones y respuestas a las preguntas sobre el particular? Varios otros pasajes del Nuevo Testamento probarían que los discípulos de Jesús conocían la doctrina de la reencarnación; pero preferimos considerar los escritos de los Padres de la Iglesia para demostrar lo que creían y enseñaban respecto de la reencarnación y el karma. Orígenes descuella como luminoso faro entre los autores y autoridades de la primitiva Iglesia cristiana. De él dice un notable escritor: «En los escritos de Orígenes tenemos copiosa información respecto a las enseñanzas de los primitivos cristianos. Tenía Orígenes un esplendido y grandioso concepto del conjunto de la evolución de nuestro sistema, que expondré brevemente. 88


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