Oswald Wirth - El Libro del Compañero

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Oswald Wirth – El Libro del Compañero Le corresponde, en particular, discernir acerca de los dos factores que se asocian para la generación de todo ser; están, de una parte, una energía activa, concentrada, que tiende a desenvolverse a fin de construirse un organismo susceptible de cumplir la función que es su razón de ser. Este espíritu de iniciativa, de ambición, de conquista y de expansión inmoderada, tiene por símbolo la Columna B∴, a la cual hace pendant y en cierta manera contrapesa, la Columna J∴. Esta representa, en efecto, la contención limitativa, sin la cual la energía más generosa, se malgastaría a pura pérdida, además que no podría ser conservada, gobernada y aplicada juiciosamente sin que los impetuosos esfuerzos estén debidamente disciplinados y se coordinen sabiamente. Toda acción persistente descansa así, sobre las dos columnas simbólicas levantadas a tan justo título delante del Templo del G∴ A∴ D∴ U∴. Ellas representan el Binario perpetuamente creador, gracias al cual se engendra, se desenvuelve y se mantiene todo lo que debe nacer, vivir, durar y cumplir su destino. Además, como el Compañero está llamado a colaborar en la Gran Obra, debe para ayudar útilmente a la edificación del Progreso Humano, saber intervenir con inteligencia en la génesis de las cosas. El porvenir es preparado por Obreros perspicaces que, desdeñando el presente y sus satisfacciones efímeras, saben influenciar en sus gérmenes las futuras formaciones renovadoras. Es necesario remontarse a las fuentes mismas de la Generación para operar las transmutaciones ambicionadas por el Adepto; de aquí la importancia de la segunda significación atribuida a la letra G. Nuestras dos columnas tienen además relación con el antiguo Culto de la Generación, que fue la manifestación religiosa más universal de la humanidad primitiva, porque el misterio de la vida y de su transmisión intrigó a los hombres desde que fueron capaces de reflexionar. El poder procreador les parecía entonces como algo divino y en sus primeras adoraciones recurrían a piedras de forma fálica erigidas en alturas. Los “menhires”, que, como se sabe, consistían en monumentos formados por una piedra larga colocada verticalmente, tuvieron un significado análogo, como también los “obeliscos” que sugieren las columnas fundidas por Hiram, cuya forma, reconstituida según las indicaciones de la Biblia, es característica. Todo lo que se relaciona con la generación conservó su carácter sagrado en tanto prevalecieron las religiones de vida, cuyo ideal es terrestre, pero que vinieron a ser suplantadas por las regiones de muerte, prometedoras de las felicidades de ultratumba. Y la Masonería procede de los cultos de la vida, de los que ha conservado los símbolos. Ella enseña a los hombres a construirse en la tierra su felicidad colectiva, sin impedirles que crean en una vida futura, si tal es su sentir. Pero las preocupaciones del porvenir no deben distraer al Masón de su actual tarea constructiva. Vivir bien la vida transitoria de aquí abajo, tal es el deber inmediato, y más particularmente del Compañero cuya religión es la del Trabajo y de la acción.

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