El cuerpo vital

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algo invisible de ordinario dejaba el cuerpo al morir. Con éste propósito construyó una balanza capaz de registrar hasta un décimo de onza. Una persona agonizante, metida en su lecho, fue colocada en uno de los platillos de la balanza, la que fue equilibrada colocando pesas en el platillo opuesto. En todos los casos se notó que en el preciso momento en que la persona agonizante exhalaba su último aliento, el platillo que contenía las pesas descendía muy abruptamente, elevándose por consiguiente el lecho con el cuerpo situado en el otro platillo, mostrando así que algo invisible, pero ponderable y pesado, había dejado el cuerpo. En seguida los diarios anunciaron a todo viento que el doctor Mac Dougall había “pesado el alma”. El ocultismo acoge con júbilo los descubrimientos de la ciencia moderna, porque invariablemente corroboran lo que la ciencia oculta había ya promulgado mucho tiempo antes. Los experimentos del doctor Mac Dougall, mostraban concluyentemente que algo invisible a la vista ordinaria abandonaba el cuerpo al morir, como lo ven los clarividentes desarrollados y como se ha indicado en conferencias y obras literarias muchos años antes del descubrimiento del doctor Mac Dougall. Pero ese “algo” invisible no es el alma. Hay una gran diferencia. Los reporteros hicieron conclusiones prematuras cuando aseguraron que los científicos habían “pesado el alma”. El alma pertenece a reinos superiores y no puede pesarse en balanzas físicas, aunque éstas pudiesen registrar la millonésima parte de un gramo en vez de un décimo de onza. Lo que los científicos pesaron fue el cuerpo vital, que está formado por cuatro éteres y pertenece al Mundo Físico. Como hemos visto, cierta cantidad de este éter está “superpuesta” sobre el éter que envuelve cada partícula del cuerpo humano y permanece confinado allí durante la vida del cuerpo físico, aumentando ligeramente el peso del cuerpo denso de las plantas de los animales y del hombre. A la muerte se escapa; y de ahí la disminución de peso notada por el médico citado, cuando morían las personas con quienes experimentaba. Este hecho de la vida que sigue a la muerte es parecido al que tiene lugar cuando uno se ahoga o se cae de una altura. En tales casos el cuerpo vital abandona también el cuerpo denso y el hombre ve su vida en un relámpago, porque pierde la conciencia en seguida. Por supuesto, el “cordón plateado” no se rompe, pues de lo contrario no habría resurrección posible.


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