Max Heindel - Cristianismo Rosacruz

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Max Heindel – Cristianismo Rosacruz obtendrá el conocimiento de la naturaleza íntima de las cosas, conocimiento con el que no ha soñado siquiera el hombre de mundo. Cuando ha llegado a ese punto de abstracción, los centros de los sentidos del cuerpo de deseos comienzan a girar lentamente dentro del cuerpo denso, y poco a poco se irán haciendo sitio por sí mismos. Esto se irá haciendo con el tiempo más y más definido y se necesitarán cada vez menos esfuerzos para producir tal estado. El asunto de la concentración puede ser un dulce y elevado ideal pero preferiblemente debiera ser de naturaleza tal que saque al aspirante de las cosas ordinarias y lo lleve más allá del tiempo y del espacio; no hay quizás mejor fórmula que los primeros cinco versículos del Evangelio de San Juan. Tomándolos como base, sentencia por sentencia, una mañana tras otra, a su debido tiempo darán al aspirante una percepción admirable del principio de nuestro universo y del mérito de la creación; una percepción que está más allá de cuanto podamos aprender en los libros. Después de algún tiempo, el aspirante ha aprendido a mantener ante sí sin vacilaciones, durante aproximadamente cinco minutos, la idea sobre la cual está concentrado, puede tratar de arrojarla de improviso fuera de la mente y dejar ésta en blanco. No se piense en nada, espérese simplemente a ver si entra algo en el vacío. Cuando el aspirante ha llegado ese punto, puede querer que tal o cual cosa se presente ante él. Y ésta vendrá y entonces él podrá investigarla y examinarla. El punto esencial, sin embargo, es que siguiendo las mencionadas instrucciones el aspirante se va purificando a sí mismo y su aura comienza a brillar, lo que infaliblemente atraerá hacia él la atención del Maestro, quien prestará la ayuda necesaria para dar el próximo paso de desarrollo cuando llegue el momento. Aun cuando pasen meses o años sin producir ningún resultado visible, estemos seguros de que nos hemos esforzado en vano, y de que los Grandes Instructores están viendo y apreciando nuestros esfuerzos. Están tan deseosos de ayudarnos como nosotros de trabajar. Pero pueden ver que hay ciertas razones que impidan que nosotros emprendamos ese trabajo por la humanidad en esta vida o en ese entonces. Pero tan pronto como las condiciones obstaculizantes pasen seremos admitidos en la luz desde la cual podremos ver por nosotros mismos. Una antigua leyenda dice: “el que busca tesoros debe hacerlo en la calma de la noche y en perfecto silencio; hablar una palabra antes de haber encontrado el tesoro, lo hará desaparecer”. Esta es una parábola mística que tiene referencia a la adquisición de iluminación espiritual. Si charlamos o contamos a otros las experiencias de nuestros momentos de concentración, las perdemos, pues no pueden soportar expresiones verbales y se disolverán en la nada, hasta que por medio de la meditación hayamos extraído de ellas un conocimiento completo sobre las leyes cósmicas subyacentes. Entonces la experiencia en sí misma no se tendrá en cuenta, porque se verá que no era más que la cáscara que ocultaba la nuez. La ley es de valor universal, y esto se hace evidente enseguida, porque explica los hechos de la vida y nos enseña a aprovechamos de determinadas condiciones así como evitar otras, la ley puede comunicarse libremente de acuerdo con la discreción de su descubridor para beneficio de la humanidad. La experiencia que revelaba la ley aparecerá entonces en su verdadera luz como una cosa pasajera que no merece tenerse en cuenta. Por lo tanto el aspirante debe mirar todo cuanto le ocurre durante la concentración como sagrado y debe guardarlo estrictamente para sí mismo.

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