Magia blanca y negra

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Franz Hartmann – Magia blanca y Magia negra

CAPITULO VIII INCONCIENCIA OMNE BONUM A DEO, IMPERFECTUM A DIABOLO. PA RACELSO.

Conciencia equivale a conocimiento y vida; inconciencia a ignorancia y muerte. Si somos conscientes de la existencia de una cosa, nos relacionaremos con ella, y si no somos conscientes de su existencia, no es que ni ella ni nosotros dejemos de existir, sino que cesa la relación entre ambos. Tan pronto como se establece la relación, el carácter del objeto percibido por la mente se asimila a nuestra constitución mental, y vivimos en relación con él. Entonces lo poseemos en nuestra conciencia y podemos retenerlo en ella con nuestra voluntad, Si desaparece podemos recobrarlo por el recuerdo y la memoria. Conocer un objeto es vivir en relación con él; olvidarlo es cesar de relacionarnos con él. Inconciencia, ignorancia y muerte son, por lo tanto, sinónimos, y todo individuo está muerto en proporción a su ignorancia, pues si algo ignora, estará relativamente muerto para este algo, aunque esté vivo respecto de lo demás. Como no podemos ser conscientes de todo a la vez, al cambiar nuestros pensamientos y emociones, cambia también nuestra conciencia y por lo tanto nuestra relación con los objetos exteriores, cesando de tenerla con unos y muriendo para ellos, al paso que empezamos a vivir para aquellos con los que establecemos relación. No se concibe la inconciencia absoluta, porque la Vida una existe por sí misma e independientemente de sus manifestaciones, pues si bien se manifiesta en formas, aunque estas formas perezcan, persiste la Vida y envuelve nuevas formas. La conciencia absoluta no puede cesar porque el “Absoluto” jamás cesa de estar en relación consigo mismo. La muerte y la inconsciencia relativas ocurren a cada momento sin que lo advirtamos. Centenares de gentes encontramos por las calles, que están enteramente muertas e inconscientes respecto de cosas para las cuales vivimos nosotros; y también cabe que nosotros estemos muertos para muchas cosas respecto de las cuales otros viven y son de ellas conscientes. Tan sólo la omnisciencia simultánea de cuanto existe sería vida absoluta sin mezcla alguna de muerte; pero este estado será imposible para el hombre mientras se halle ligado a una personal y limitada forma y tenga por lo tanto limitadas su conciencia y existencia. Cada principio humano tiene cierta esfera de actividad cuyos límites no pueden transponer las percepciones. Cada cual está muerto para el modo de actividad que no esté en relación con él. Los minerales son inconscientes de la acción de la inteligencia, pero no de la atracción de la Tierra; el espíritu está muerto para la atracción terrestre y para la presión mecánica, mas no para el amor. Si mudamos la índole de actividad de una forma, provocaremos un nuevo estado de conciencia, porque las nuevas relaciones 105


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