Francis Bacon - La nueva Atlantida

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Francis Bacon – La Nueva Atlántida mucho trabajo, hasta que pudiéramos estar de acuerdo acerca de qué partido adoptar. Nos consideramos libres viendo que no había peligro de perdición extrema, y desde entonces vivimos con más alegría, saliendo a la calle y viendo todo cuanto era digno de visitarse en la ciudad y lugares cercanos, dentro de los límites que nos estaban permitidos; nos relacionamos con muchas personas importantes, y encontramos en ellas tanta afabilidad que parecía que formaba parte de su condición recibir a extranjeros. Y esto fue bastante para hacernos olvidar cuanto nos era más querido en nuestros propios países. Continuamente hallábamos cosas que valía la pena observar o relacionarse un ellas. Sin duda alguna, si existiera un espejo en el mundo merecedor de que el hombre se fijara en él, éste sería aquel país. Un día, dos de los nuestros fueron invitados a una Fiesta de la Familia, según ellos la llaman; es una costumbre muy sencilla, piadosa y sagrada, que muestra que aquella nación se compone de todos los bienes. Consiste en lo siguiente. A cualquier hombre que alcance a ver vivos a treinta de sus descendientes, mayores de tres años, se le concede celebrar una fiesta a costa del Estado. El padre de la familia, a quien llaman el Tirsán, dos días antes de la fiesta lleva con él a tres amigos que guste elegir, siendo acompañado también por el Gobernador de la ciudad o lugar donde la fiesta se celebre; se citan también para que concurran a todas las personas de la familia de ambos sexos. Dos días antes el Tirsán celebra consulta sobre el buen estado de la familia. En ella se resuelven las discordias o litigios que hayan podido surgir entre los miembros. Si alguno de la familia se halla en mala situación, se procura ayudarle o ponerle remedio. Se censura y reprueba al que ha adoptado una mala vida. Se dan normas respecto a los matrimonios y al porvenir de los familiares, junto con otros avisos y órdenes. Asiste al final el Gobernador para ejecutar, mediante su autoridad pública, los decretos y órdenes del Tirsán, por si fueran desobedecidos; aunque, como reverencian y obedecen tanto las leyes de la naturaleza, raras veces se necesita esta medida. El Tirsán elige uno de sus hijos para que viva con él en la casa; se le conoce desde entonces con el nombre de Hijo de la Vid. La razón de ello aparecerá luego. El día de la fiesta, el padre o Tirsán, después del servicio divino, penetra en el gran cuarto donde se celebra; esta habitación tiene una plataforma en el extremo junto a la pared, en medio de la plataforma, hay un sillón para él, con una alfombra y una mesa delante. Encima del sillón se encuentra un dosel redondo u ovalado hecho de hiedra, hiedra algo más blanca que la nuestra, como las hojas de los álamos blancos pero más brillante; se conserva verde 22


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