ETA. Las claves de la paz - Jesus Eguiguren

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PULSO ENTRE LA IZQUIERDA ABERTZALE Y ETA Etxeberria de acuerdo con Otegi, entonces encarcelado, le pidió ayuda al Sinn Fein y volvió a conectar con Brian Currin, el abogado sudafricano, que había asesorado a la izquierda abertzale durante el último Proceso de Paz. Currin había participado activamente como asesor en los procesos de paz de Sudáfrica y de Irlanda del Norte. Currin convenció a la izquierda abertzale que para ganar credibilidad ante la sociedad vasca, debía realizar gestos en la dirección del abandono de la violencia. El primer paso importante en esa dirección lo dio la izquierda abertzale el sábado, 14 de noviembre, con la presentación simultánea en Alsasua y Venecia de una declaración, que estaba inspirada en el documento Zutik Euskalherria, y que incluía una novedad. En ella se apuntaba que «el proceso democrático tiene que desarrollarse en ausencia total de violencia y sin injerencias». Aquella expresión moderada había sustituido a la propuesta de Currin que planteaba con claridad el rechazo a la violencia. Etxeberria y el núcleo dirigente de la izquierda abertzale eran reacios a tirar demasiado de la cuerda para no romper con ETA. Su batalla entonces era arrebatar a ETA la vanguardia del llamado MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco), pero sin romper con ella. O en todo caso no darle argumentos para una ruptura que pudiera provocar una división en la izquierda abertzale. Tras la declaración de Alsasua y Venecia la izquierda abertzale decidió abrir un proceso de debate interno en sus bases para que decidieran si se aprobaba la nueva estrategia en la que aparecía como aspecto clave la apuesta por un proceso en «ausencia total de violencia». El debate interno de la izquierda abertzale provocó momentos de tensión por la oposición de Ekin —los comisarios políticos de ETA en su seno—, e incluso llegaron a ser expulsados de algunas asambleas. Pero se zanjó en favor de las posiciones de Otegi, Etxeberria y Díez Usabiaga por abrumadora mayoria, más de un 80 frente a menos de un 20 por ciento. Este apoyo abrumador reforzó la posición de Otegi y los suyos ante ETA aunque seguían apostando por la gradualidad para evitar la ruptura con la banda. Poco antes de que Otegi fuera detenido de nuevo mantuvo un encuentro con Eguiguren en el que éste trató de convencerlo de que era imposible retomar el Proceso de Paz anterior después de todo lo que había pasado. «No es posible romper el diálogo, matar y volver a negociar», le dijo Eguiguren. Este último recordó a Otegi lo que Gerry Kelly, el enviado del Sinn Fein a las conversaciones de Ginebra de mayo de 2007, le había dicho sobre cómo había aprendido de la historia que uno sólo se levanta de una mesa de negociación si puede regresar a ella con más fuerza. Eguiguren recordó este pasaje con Otegi en una entrevista en El País:«La historia demuestra que cuando fracasa un proceso cambia todo porque impacta en la opinión y en los partidos. En Euskadi nadie pide que se repita el proceso. La gente dice que pare ETA y luego hablamos». Lo cierto fue que Otegi enfocó su estrategia a lograr el cese de la violencia de ETA como prioridad a través de un proceso unilateral sin mantener ninguna negociación ni con el Gobierno ni los partidos. Su siguiente paso fue la declaración de Bruselas el 29 de marzo de 2010 a cargo de Currin y varios premios Nobel a los que movilizó el abogado sudafricano. Reclamaban a ETA un alto el fuego permanente y verificable internacionalmente y venía avalada por cuatro premios Nobel de la Paz: el ex presidente sudafricano, Frederick de Clerk; el arzobispo sudafricano Desmond Tutu; el ex primer ministro irlandés, John Hume, y la ex presidente de Irlanda, Mary Robinson, así como por la Fundación Nelson Mandela. La declaración pasó sin pena ni gloria porque tan sólo dos semanas antes, el 17 de marzo, ETA asesinó en los alrededores de París a un policía, Jean-Serge Nérin, tras un enfrentamiento cuando varios terroristas trataban de robar coches para uso de la banda. Además de un crimen ETA cometió un grave error político: aumentar la tenaza de la policía francesa sobre su entonces debilitada organización. Currin convenció a la izquierda abertzale para que realizara una declaración crítica contra el atentado. El resultado fue un comunicado novedoso, pero insuficiente a la vez. Por un lado, expresaba su pesar y lamentaba la «muerte fortuita» que había tenido lugar en las inmediaciones de París, y apelaba a la declaración de Alsasua, aprobada de forma masiva por la izquierda abertzale: «(Ese proceso) debe llevarse adelante exclusivamente por medios políticos y democráticos en ausencia de todo tipo de violencia». Un comunicado así hace tan sólo unos años hubiera sido interpretado como una revolución en la izquierda abertzale, pero tras el fracaso del último proceso de final dialogado con ETA, la exigencia social fue superior y todo lo que no fuera una exigencia de la izquierda abertzale a ETA para que abandonara definitivamente la violencia resultaba insuficiente. Por eso ni el comunicado de la izquierda abertzale ni la declaración de Bruselas convencieron dos semanas después del último asesinato de ETA, no tuvieron el eco que hubiera deseado su inspirador, Currin. Además, el 21 de marzo, tres días después del asesinato de Jean-Serge Nérin, ETA emitió un comunicado, redactado en fechas anteriores al luctuoso suceso, en el que condicionaba el «cambio político» al reconocimiento del derecho a la autodeterminación por parte de las demás fuerzas políticas. En esta política de avances dosificados la izquierda abertzale dio otro paso el sábado 24 de abril de 2010 con la declaración de Pamplona. Quiso dar a la lectura, a cargo de Txelui Moreno y Karmele Aierbe, un carácter de solemnidad. Con una escenografía típica de la izquierda abertzale se llevó a cabo la lectura en una sala del hotel Tres Reyes, de la capital navarra, respaldados por decenas de militantes y con Rufi Etxeberria en primera fila. La declaración tuvo mucho más eco que la que se había celebrado en Bruselas un mes antes, sobre todo, por un párrafo que fue decisivo: «La reanudación de las acciones armadas, lejos de solucionar los bloqueos en el diálogo no han hecho sino producir un bloqueo superior». Era una clara censura a la decisión de ETA de continuar el terrorismo, tomada tras el debate interno que cerró dos años antes. Tres semanas después la detención del jefe militar de ETA, Mikel Carrera, junto con su número dos, Arkaitz Aguirregabiria, dejaron fuera de combate al último de los miembros de la dirección de ETA de la banda durante el proceso y contribuyeron a fortalecer la posición de la izquierda abertzale favorable a la vía pacífica ante la inviabilidad de la vía terrorista. La debilidad de ETA no procedía sólo de su vulnerabilidad ante la actuación policial. También por razones internas. ETA estaba desgarrada por una lucha por el poder, zanjada con la expulsión de Thierry y Suberbiola por Txeroki y Carrera después de que aquéllos hubieran sido detenidos por la policía francesa en Burdeos en mayo de 2008. Aquellas diferencias internas se mantuvieron entre sus sucesores en ETA y contribuyeron a la paralización de la banda que se encontraba además muy cercada por el fuerte acoso policial. La detención de Carrera a su vez eliminó un obstáculo importante para la izquierda abertzale al desaparecer de la escena el dirigente de ETA que más se había opuesto a su iniciativa de funcionar autónomamente. Carrera quiso imponer a la izquierda abertzale la abstención frente al voto nulo, que prevaleció en las elecciones autonómicas de 2009. También perdió en su pretensión de que no se presentara la lista Iniciativa Internacionalista, que encabezó Alfonso Sastre, a las elecciones europeas de 2009. Pero, sobre todo, era un obstáculo para que la izquierda abertzale pudiera transitar por vías pacíficas y políticas.


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