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Estándares de belleza eurocentristas: ¿lo "diferente" como diversidad o forma de opresión?

Estándares de belleza eurocentristas: ¿Lo "diferente" como diversidad o forma de opresión?

Por Natalia Rodríguez Chávez

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Con la proliferación del Occidente en el mundo desde inicios del siglo XX el estándar de belleza para las mujeres ha sido claramente definido bajo criterios eurocentristas: ojos claros, facciones delicadas y cuerpos delgados. Con el paso de las décadas, los requisitos de una mujer atractiva se han ido moldeando con base en la cultura y momento de la historia; a partir de los 90's, y gracias a la globalización y los avances tecnológicos, se comienzan a observar otros atributos físicos en los medios y la cultura popular. Labios gruesos, curvas pronunciadas, pieles oscuras, ojos rasgados, narices grandes, cabelleras rizadas y facciones duras, son solo algunas de las “nuevas” características de la belleza moderna femenina.

¿Por qué será que ahora nos gusta tanto lo “diferente”? ¿Será este un intento de diversificar la concepción de belleza, o se trata de una nueva forma de opresión disfrazada de diversidad?

Para poder responder a estas preguntas, primero tenemos que entender qué es el eurocentrismo, sus causas, cómo impacta en la sociedad y en cómo percibimos la realidad.

La Enciclopedia Internacional de Geografía Humana lo define como una actitud o un conjunto de creencias que colocan a Europa como el protagonista de la historia mundial, el portador de los valores y verdades universales y el modelo básico de progreso y desarrollo. Esta narrativa se justifica a partir de los avances tecnológicos, los logros en los sistemas político-económicos y la supuesta calidad de vida que gozan estas sociedades. Cabe señalar que esta noción está íntimamente relacionada a la violencia y la discriminación, las cuales han sido aceptadas y justificadas gracias a los procesos coloniales e imperiales. Al día de hoy, seguimos viendo sus estragos en todas las esferas de la sociedad, donde se glorifica la blancura y todo lo vinculado con lo europeo.

A pesar de este status quo impuesto histórica y culturalmente, como ya mencionado, se ha visto una nueva tendencia en la “inclusión” de imaginarios diferentes al europeo. La académica feminista, Bell Hooks, refiere que “la mercantilización de la “otredad” ha tenido tanto éxito porque se ofrece como un nuevo deleite, más intenso, más satisfactorio que las formas normales de hacer y sentir”. Lo anterior puede observarse de manera muy superficial, pero también de forma profunda: deseamos y buscamos lo que no tenemos o no somos. El punto aquí es que no todxs experimentamos este sentimiento de la misma manera; la sociedad premiará a ciertos sectores por aparentar esa “exoticidad” y castigará a otros por intentar acercarse al cánon hegemónico.

Bajo esta misma línea de análisis, podemos hablar sobre un tema que se ha popularizado con el paso de los años y que es bastante controversial: la apropiación cultural.

En los 80’s se empezó a utilizar este concepto por la academia para discutir el colonialismo y las relaciones entre los grupos minoritarios y mayoritarios. Esta se ve presente cuando miembros de una mayoría de poder toman elementos culturales de una minoría de manera irrespetuosa, explotativa y estereotípica.

En la cultura popular vemos cientos de estas expresiones por todos los medios. Los outfits para festival de música “Coachella” con referencias a la cultura de los nativos americanos, la familia Kardashian practicando el blackface* para sus campañas publicitarias y las prendas de Zara con diseños de las comunidades indígenas mexicanas, son solo algunos ejemplos.

¿Dónde está el problema? El mismo grupo que por siglos ha perpetuado un estándar de belleza discriminatorio hacia otros grupos, ahora se beneficia económica, política y socialmente de los atributos culturales y estéticos de estos. Regresando a nuestra pregunta inicial: ¿Los estándares de belleza están siendo más “inclusivos” o se trata de una fachada para el eurocentrismo y la supremacía étnico-racial? Aunque es difícil generalizar, como dicho con anterioridad, se ha observado cierta tendencia por mercantilizar (y por consiguiente ridiculizar y explotar) la experiencia cultural y estética de estas minorías y, que al mismo tiempo, ha sido influenciada por los procesos históricos de violencia estructural y sistémica impuesta por el hegemón eurocentrista.

La representación es esencial para responder a esta cuestión en donde estos grupos verdaderamente reciban el crédito y reconocimiento social y económico de su cultura. Tenemos que ver más allá de una percepción idealizada de una sociedad “inclusiva” y “diversa”; habrá que cuestionar las motivaciones y las maneras en las que se dan estos intentos de representación, a quiénes benefician y por qué.

Recordemos que la cultura nos influencía, así como nosotrxs tenemos la capacidad de influenciarla.

*El blackface es una representación racista de personas esclavizadas se rastrea a 1830, cuando el actor Thomas Dartmouth de Nueva York viajó al sur y se inspiró en las personas esclavizadas para crear a su famoso personaje “Jim Crow”. Carolina Benites dice “El blackface es racismo. Implica el uso de nuestra raza, que carga encima una lucha histórica y una opresión de 400 años, como un disfraz para divertir a un público al que no le importamos. Una historia sobre cómo se incrustó en el entretenimiento” (Carolina Benitez Mendoza, 2021).

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