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CONOCIENDO A NUESTRAS HERMANAS
EL ALMA DEL COLEGIO – EL INSTITUTO SECULAR HERMANAS DE MARÍA SCHOENSTATT CHILE
REFLEXIONES DE UN RETORNO
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Por Hna. María Inés Errázuriz
¿QUÉ ME ENCONTRÉ AL VOLVER AL COLEGIO MARIANO?
En marzo del 2017 dejé el colegio Mariano después de casi 14 años de entrega por este proyecto tan querido. Este año me trajo de vuelta a este lugar, pero ahora acompañando desde la Dirección, lo que para mí ha sido toda una novedad…
Al volver, me encontré con un colegio vivo, sobre todo después de lo que significaron los años de pandemia y confinamiento. Sabemos que esos años fueron difíciles para todos, pero para los niños en su etapa escolar significó buscar nuevos caminos para lograr los aprendizajes, cosa que nos desafía en todo momento
Me encontré con nuestra primera generación de hombres, que ya están en 7° básico; con un colegio lleno de niñas y niños a la hora del recreo, con muchas pelotas de fútbol en los patios, con el desafío permanente de buscar qué actividad hacer con los niños en la hora de catequesis porque no resulta lo mismo que planifiqué para los cursos de niñitas.
Me encontré con papás que se alegran de ver una hermana saludando en la puerta de entrada del colegio, o presente en cada una de las vivencias de nuestros niños; me encontré con papás nuevos llenos de sueños y anhelos en la tarea de educación de sus hijos, y también con aquellos ya conocidos hace tantos años y que se alegraron de verme nuevamente en el colegio.
Me encontré con auxiliares fieles por tantos años, como Don Carlos, Anita, quienes me vieron llegar como novicia a este lugar, y con algunas antiguas profesoras como Isabel Román, con quien llegamos juntas el año 2003, o Tere Flatow, quienes sin duda también se alegraron de tenerme de vuelta. Me encontré con un colegio distinto en algunas mejoras de infraestructura, con un casino nuevo, con canchas para básquetbol o patinaje artístico, con pasto sintético en cada uno de los patios interiores, con una nueva sala de psicomotricidad, entre otros…
Me encontré con un colegio donde ya no es evidente que las hermanas hagamos clases como fue hace 20 años cuando pisé este lugar por primera vez, donde ya no hay hermanas que seamos profesoras jefe como en ese tiempo, o hermanas que simplemente se paseen por los patios y me he dado cuenta en estos pocos meses que nuestra presencia sí hace la diferencia, que no es necesario ser profesora o haber estudiado pedagogía en algo para regalar a muchos la experiencia de Dios, la preocupación maternal de la Mater, imprimiendo un sello no solo en nuestros niños y niñas, sino en toda la comunidad. Me encontré un colegio que sigue siendo nuestro y que espera acoger a cada uno de los que nos han sido confiados para hacer de ellos una nueva imagen de hombre, una nueva imagen de mujer, llenos de Dios y cercanos a la vida, así como lo soñó nuestro Padre y fundador.



