La Soledad de los numeros primos

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Se quedaron callados unos segundos, como haciéndose cargo de lo tremendo de la situación. Al cabo Alice se echó a reír. A Mattia le escocían los ojos y los tendones del cuello le palpitaban como si fueran a reventar. -¿Te has hecho daño? -le preguntó ella, aún riendo como si no pudiera parar. Él estaba asustado y no contestó. Ella procuró ponerse seria. -Déjame ver. -Se quitó el cinturón y se inclinó hacia él. Mattia miraba la pared, tan próxima, y pensaba que impactar contra aquella superficie rígida habría supuesto la liberación brusca de la energía cinética que ahora le hacía temblar las piernas. Por fin levantó los pies del freno y el coche, calado, se movió un poco hacia atrás por la levísima pendiente de la carretera. Alice echó el freno de mano. -No es nada -le dijo tocándole la frente. Él cerró los ojos, inclinó la cabeza y se concentró en no llorar. -Vamos a casa y te tumbas un rato -sugirió ella, como si vivieran en la misma casa. -No; me voy a mi casa -protestó Mattia con escasa convicción. -Ya te llevo luego, ahora has de descansar. -Tengo que... -Calla. Bajaron del coche para cambiarse de sitio. Había oscurecido casi por completo y en el horizonte apenas quedaba una última franja de luz. No cambiaron palabra en todo el trayecto. Mattia llevaba la cabeza apoyada en la mano derecha. Se frotaba los ojos y se oprimía las sienes. Leía una y otra vez en el retrovisor «Objetcs in the mirror are closer than they appear». Pensando en el artículo que había dejado que escribiera Alberto solo y en los disparates que podía poner, se decía que debía volver cuanto antes. Además, tenía que preparar las clases en su piso, un lugar silencioso. A ratos Alice, apartando la vista de la carretera, lo miraba preocupada. Procuraba conducir despacio. Se preguntó si sería buena idea poner música, pero no sabía cuál le gustaba. La verdad, ya no sabía nada de él. Llegaron. Ella quiso ayudarlo a bajar, él prefirió hacerlo solo. Ella abrió la puerta, él dudó. Alice se movía con rapidez, pero con cuidado. Se sentía responsable de lo ocurrido, como si hubiera sido la inesperada consecuencia de una ligereza temeraria por su parte.

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