violin

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—La queremos mucho —dijo Ros— y mandaremos flores. —No, no se murió. Dice que Faye la llamó. —¿La tía Anna Belle? —se sorprendió Ros—. La tía Anna Belle habla con San Miguel Arcángel cuando se baña. Le pide que la ayude para no caerse y volverse a quebrar la cadera en la bañadera. —Dame el teléfono —dije. Era como me suponía. La tía, que ya había pasado los ochenta años, creía haber recibido un llamado a medianoche. No le dijeron desde qué número hablaban, ni desde dónde. —Dice que apenas si pudo escuchar a la niña, pero que está segura de que era Faye. ¿El mensaje? Ninguno. —Quiero volverme a casa —anunció Katrinka. Le hice infinidad de preguntas a Grady. Una voz borrosa, supuestamente de Faye, sin contenido, origen ni información. ¿Y la cuenta del teléfono? Tenía que llegar pronto. Pero de todos modos la factura iba a venir confusa porque la tía Anna Belle había perdido su tarjeta y alguien de Birmingham (Alabama) le había cargado una cantidad de llamadas. —Bueno, pongan allí a alguien —propuso Martin—, al lado del teléfono de la tía y del de casa, por si acaso llama Faye. —Yo me vuelvo —insistió Katrinka. —¿Para qué? —le pregunté—. ¿Para sentarte y esperar día tras día por si vuelve a llamar? Mis hermanas me miraron. —Yo antes no lo sabía —proseguí—, pero ahora sí. Estoy muy enojada con ella. Silencio. —... de que haya hecho esto... —No digas cosas que luego lamentarás —me aconsejó Martin. —A lo mejor era Faye —terció Glenn—. Yo también estoy intrigado, y con ganas de volverme a casa. No me molesta regresar a St. Charles 2524 y ponerme a esperar un llamado. 356


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