Documento memorias compartidas

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Gracias a Agustine, Ainara, Amparo, Ana Mary, Ane, Arantzazu, Fatma, Gustave, Hady, Igor, Josu, Kepa, Maitena, Maryam y Rosario.

Este documento se ha elaborado en el marco de la iniciativa ‘Memorias del exilio, memorias compartidas: defensa de los DDHH de las personas refugiadas en Bizkaia desde la recuperación de la memoria´, coordinado por la Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi (CEAR-Euskadi) en colaboración con la Fundación Gernika Gogoratuz. Las imágenes empleadas han sido elaboradas por Javier de Isusi para el comic “Asylum”

www.cear-euskadi.org

Financiado por:

www.gernikagogoratuz.org


El derecho de asilo es escapar.

Asilo-eskubidea ihes egitea da.

Escapar es el desarraigo, es el dolor de perder lo que por justicia nos pertenece, nuestra vida. Es dar un gran salto al vacío, sabes de dónde partes pero no dónde caerás. Tienes que salir, porque si no vas a engrosar la lista de desaparecidos.

Ihes egitea deserrotzea da, justiziaz dagokigun hori, geure bizitza, galtzearen mina. Amildegira jauzi egitea da; badakizu nondik zatozen, baina ez non eroriko zaren. Alde egin beharra duzu, desagertutakoen zerrenda gizenduko ez baduzu.

Escapar es la esperanza, son los sueños de vida. Es la búsqueda de un lugar donde poder vivir.

Ihesa itxaropenarena da, bizi-ametsak dira. Txoko baten bilaketa da, non bizi ahal izango duzun.

El derecho de asilo es renacer, es encontrar lo que has perdido. Hablo de Bermeo como mi pueblo natal porque volví a nacer, porque si me quedo en Chile no lo cuento.

Asilo-eskubidea berriro jaiotzea da, galdu duzun hori topatzea. Bermeo nire jaioterria dela diot han jaio nintzelako berriro; Txilen geratu izan banintz, ezingo nukeen kontatu.Sarri askotan, kartzelatu egiten dute asiloa; jendeari babesa eman ordez, giltzapean sartzen dituzte.

En demasiadas ocasiones encarcelan el asilo, no se acoge a las personas sino que se las convierte en prisioneras. Cuando llegas a otro lugar miras a tu alrededor y te das cuenta de que eres nadie. No tienes una red de acogida que te pueda ayudar. Has logrado escapar de la tiranía, pero vives y sueñas lleno de temores. Lo más importante del asilo es el calor humano, la acogida y el abrazo.

Beste toki batera heltzen zarenean, ingurura begiratu, eta konturatzen zara ez zarela inor. Ez daukazu harrerasarerik zuri laguntzeko. Tiraniari ihes egitea lortu duzu, baina izuaren menpe bizi zara, izuturik egiten duzu amets.Asiloan, garrantzitsuena jendearen berotasuna da, harrera eta besarkada.

El asilo es el barco de la esperanza.

Asiloa itxaropenerako itsasontzia da.

-Rigoberto Jara ‘Asilo: el derecho a la esperanza’, CEAR-Euskadi, 2007.

-Rigoberto Jara ‘Asiloa: itxaropen eskubidea’, Euskadi, 2007.

CEAR-



MEMORIAS COMPARTIDAS Los desplazamientos forzados han estado presentes a lo largo de toda la Historia de la Humanidad. En décadas recientes recordamos cómo millones de personas tuvieron que huir del Estado español y de Euskadi por las mismas causas por las que hoy otras buscan la misma protección para sus vidas, sus libertades, su seguridad, su integridad. Por vivir libres de violencia y libres de miseria. Se vieron en la obligación de huir, de dejar su país, su familia, de renunciar a todo para salvar la vida. Todas estas personas han sido cruzadas por una misma experiencia: la del exilio. A pesar de su diversidad, de sus distintos orígenes y destinos, y de haber vivido diferentes momentos de la Historia, sus vivencias y recuerdos son muy similares. Son personas refugiadas que han recalado en Euskadi huyendo de la barbarie, del hambre, de las amenazas de muerte. Son personas exiliadas que escaparon de la guerra civil y del franquismo para no volver o que regresarían muchos años después. Son sus hijas e hijos, nietas y nietos quienes, a pesar de haber nacido lejos, han sido impactadas por las mismas vivencias. Todas y todos comparten la memoria del exilio. Sin duda, el exilio es una experiencia que afecta a todas las dimensiones de la vida de las personas y los pueblos. Se trata de un desarraigo permanente. La melancolía, una tristeza esencial, es una compañera constante en el camino de las personas exiliadas y refugiadas. Atrás quedan geografías, olores y colores, personas y comunidades... Quedan atrás proyectos de vida, la confianza en que se puede vivir de forma segura en algún lugar. La forma de ver el mundo cambia. Las personas que han participado en esta iniciativa nos han contado sus experiencias, los acontecimientos que les llevaron a huir, lo que sintieron y sienten todavía. Nos han

descrito cómo sus vidas se vieron afectadas, cómo lograron resistir a las adversidades, qué les ha ayudado a afrontar tan difícil experiencia. En muchos aspectos sus historias y recuerdos confluyen entre sí, mientras que en otros, parecen distanciarse. Sin embargo, a pesar de las diferencias, todas y todos son sobrevivientes. Sobrevivientes cuyas emociones, miedos, aprendizajes y esperanzas son muy similares. Personas cuya gran valentía, fortaleza y capacidad de lucha deben ser rescatadas y visibilizadas para nunca olvidar las causas que les obligaron a huir y exigir el respeto de sus derechos. No debe olvidarse que la experiencia del exilio no es sólo de la persona que se desplaza sino también de quienes acogen, de quienes comparten el barrio, la escuela, el trabajo, las montañas y las playas. Acoger humanamente también es la esperanza de que algo puede transformarse en este mundo de forma que, en algún momento, el derecho de asilo deje de existir porque ya no es necesario. Es hacer frente a los terrores de este mundo defendiendo la ternura y el abrazo. Por ello, el exilio es una experiencia que va mucho más allá de la protección por parte de un Estado. Se trata de un sueño de vida, de sobrevivir frente a una persecución que impide permanecer en un contexto concreto. Queremos agradecer a todas las personas que han contribuido a esta iniciativa y han compartido de forma tan generosa sus historias y vivencias. Sus relatos y sus voces han sido fundamentales para conocer de primera mano las memorias compartidas del exilio, del refugio y el desarraigo. Memorias marcadas por el dolor y el sufrimiento, pero también por la resistencia y la fuerza por reconstruirse a pesar de lo vivido.


¿QUÉ SUPONE EL EXILIO? Al relatar sus historias de exilio, las personas sobrevivientes coinciden sobre todo en un sentimiento: la gran tristeza experimentada por lo que se dejó atrás, por todo lo perdido. Echan de menos a sus seres queridos, sus comunidades, sus compañeras y compañeros de lucha, sus países. El exilio se vive como una marca que nunca podrán olvidar y cuyo duelo ha sido largo y doloroso, transmitiéndose incluso a las siguientes generaciones.

Para las personas refugiadas que viven en Euskadi, la tristeza y el desarraigo se mezclan con la esperanza; la esperanza de un futuro mejor con nuevas oportunidades, para ellas y para la familia que quedó lejos. Aunque en algunos casos la huída significa perder un buen trabajo y buena situación económica.

También comparten la sensación de sentirse divididas entre su país de origen y el nuevo lugar de residencia, estando con la mente en un lado y el corazón en otro; sin saber si volverán a ver a sus seres queridos, su tierra, el país que tuvieron que dejar atrás. Quienes vivieron el exilio durante la guerra civil y el franquismo encontraron libertad política, posibilidades de progresar profesionalmente o mejores condiciones de vida. Sin embargo, en ocasiones la vuelta al lugar de origen también supuso perder la estabilidad económica obtenida fuera.

Vivir en una nueva ciudad, en un nuevo país y en una nueva cultura ofrece seguridad en algunos casos, pero también miedo e incertidumbre. Existe preocupación por lo desconocido, por las familias que están lejos y por cómo ganarse un sustento; situación que se vive de forma más intensa aún cuando existen personas dependientes a cargo. También resalta la impotencia de quienes se vieron obligadas a cerrar sus vidas de la noche a la mañana por la persecución política; impotencia por no poder decidir y tener que depender de otras personas.

En todo caso, huir, llegar a un país seguro y adaptarse a una nueva vida en un lugar extraño resulta agotador física, emocional y psicológicamente. Y puede también ser decepcionante cuando no se cumplen las expectativas de una vida mejor. Pero, a pesar de las dificultades y de perder fuerzas en ciertos momentos, las personas sobrevivientes reconocen haber aprendido de la experiencia porque han podido relacionarse con otras culturas, ver la vida con otros ojos, adquirir nuevas habilidades y conocer las luchas de otros pueblos.


Ahora bien, es importante destacar que el exilio no sólo afecta a las personas sobrevivientes, sino también a sus familias: aquellas personas que se quedaron en el país de origen y que sufren por no saber si podrán reencontrarse algún día. En algunos casos, son los seres queridos en el país de origen quienes quedan en riesgo, ya que cuando se escapa por una persecución política es alta la probabilidad de que se tomen represalias contra familiares significativos. Por otro lado, el exilio significa distancia, lejanía. Los lazos familiares se hacen más débiles, seguir en contacto no es fácil, e incluso se pierde la pista de familiares y amistades en el viaje de huida hacia un país seguro. Y para quienes nacieron fuera, lejos de las raíces, la relación con la familia de origen siempre estará marcada por el exilio. En ocasiones existen, además, desencuentros, pues es inevitable que las personas sobrevivientes asuman nuevos roles al vivir en otros países y culturas. Sus vidas cambian, ya no se ven a sí mismas como antes, y eso puede causar ciertos desajustes en las relaciones con los seres queridos que quedaron en su país. En otros casos, en cambio, las relaciones familiares no se debilitan por la distancia y el desarraigo, sino que se hacen aún más fuertes. Las dificultades experimentadas durante el exilio han unido a la familia, lo que supone un gran apoyo para quienes viven en el exilio, ayudándoles a seguir adelante.

Por otra parte, el exilio, la experiencia del refugio, impacta también en la identidad de las personas sobrevivientes, en el modo en que se perciben a sí mismas. En el caso concreto de las personas descendientes que nacieron en el exilio o se fueron siendo muy niñas/os, la identidad está marcada por cierta confusión sobre quiénes son y de dónde vienen. Han nacido en otro lugar, pero los orígenes de sus padres los sienten como propios, encontrándose a medio camino entre el país de origen y el de acogida, aunque sin sentir verdadero arraigo en ninguno de los dos. En ocasiones, el mayor desarraigo lo sufren al regresar al país donde se encuentran sus raíces. En definitiva, el exilio es un proceso traumático para todas las personas sobrevivientes. Se trata de algo que enfrentan día a día, debiendo asumir nuevas realidades y desarrollar estrategias para poder sobreponerse y salir adelante. Un proceso que en ocasiones enfrentan desde el dolor y el sufrimiento y, en otros, desde la resignación o incluso desde la esperanza.

También la culpa y la vergüenza pueden aparecer entre aquellas personas que fueron perseguidas por su activismo político y lograron huir. Culpa por sentirse a salvo mientas sus compañeros y compañeras de lucha quedaron atrás y siguen siendo perseguidos. Vergüenza por haber tenido que abandonar su lucha para poner su vida a salvo. Por lo general, esta experiencia traumática les convierte en personas más activas, fuertes y luchadoras. Lo anterior se expresa de varias formas: asumen la responsabilidad


de cuidar de aquellos seres queridos que quedaron en los países de origen, asegurándose que no les falte de nada; se comprometen con causas sociales; o continúan con el activismo político. Por último, a nivel social, existen claras diferencias entre la experiencia del exilio y el refugio. Muchas personas exiliadas fueron acogidas por la comunidad en el exilio o por países solidarios con el nacionalismo vasco y la lucha antifranquista. En cambio, muchas de las personas refugiadas que han llegado a nuestro país se encuentran solas, socialmente aisladas, llegando a ser discriminadas y rechazadas por la sociedad de acogida como resultado de los prejuicios y el racismo.

nueva vida gracias a la persistencia y el optimismo. En segundo luchar, ponen en práctica sus aptitudes y habilidades, y desarrollan otras nuevas, para conseguir ingresos y sentirse útiles; siendo especialmente relevante el papel desempeñado por las mujeres como sostén económico y emocional de las familias.

En tercer lugar, se mantienen fieles a sus costumbres para sentirse más cerca de la familia y la comunidad que quedó lejos, y así sobrellevar más fácilmente el día a día. Esto incluye, en algunos casos, apoyarse en la fe religiosa, que alimenta la esperanza de regresar y reencontrarse con la familia. En otros casos, es la espiritualidad la que ayuda.

¿CÓMO SE HACE FRENTE A LA EXPERIENCIA DEL EXILIO? Estrategias individuales Cada persona afronta los hechos traumáticos y las adversidades de forma muy diferente. Sin embargo, personas refugiadas y exiliadas coinciden en varias de las estrategias que han utilizado para sobrellevar su situación y reconstruir sus vidas. En primer lugar, se reinventan a sí mismas sin dejar de luchar, llegando a aceptar su

En cuarto lugar, los esfuerzos por integrarse en la sociedad de acogida. Esto no sólo se refiere a aprender el idioma e interesarse por la cultura, sino también a ser activas en la vida del barrio y la comunidad, hacerse voluntarias en organizaciones sociales, e involucrarse en causas colectivas, aportando así a la sociedad de acogida. Por último, en el caso concreto de las y los activistas, es posible sobrellevar el desarraigo abriendo espacios de lucha en los países de acogida y denunciando las violaciones de derechos y las persecuciones que les obligaron a huir.


se encontraban ante la necesidad de rehacer su vida lejos del hogar. Asimismo, existen redes de apoyo entre migrantes que ofrecen información y ayuda en cuestiones prácticas, atendiendo a las necesidades del día a día. Su apoyo es también una fuente de motivación para seguir luchando.

Redes de apoyo Existen redes de diferentes tipos que juegan un papel sustancial en el modo en que las personas sobrevivientes afrontan la experiencia del exilio. Para las personas exiliadas y sus descendientes, el apoyo vino de la mano de la comunidad en el exilio, los centros vascos, el partido comunista local, los centros republicanos, etc. Mientras que las personas refugiadas han encontrado apoyo en organizaciones sociales como movimientos de solidaridad internacionalista, defensores y defensoras de derechos humanos, etc. Estas últimas personas destacan especialmente el papel de CEAR-Euskadi a la hora de acceder a información, recibir orientación, apoyo psicológico, entrar en contacto con otras personas en situaciones similares, así como conocer de otras organizaciones de ayuda a las personas migrantes. Además de los movimientos solidarios y organizaciones sociales, para las personas refugiadas existen también otras figuras de apoyo en su afrontamiento del exilio y el desarraigo. Se trata de personas, autóctonas o migrantes, con una gran conciencia social; sensibles a las causas de otros pueblos, que reaccionan ante las injusticias, los abusos y las dificultades. Esas personas han supuesto un importante apoyo, ayudando desinteresadamente y acogiendo a quienes

En el caso concreto de las refugiadas, las asociaciones de mujeres y los movimientos feministas han constituido una fuente esencial de apoyo mutuo. Una ayuda muy necesaria tanto para hacer frente al sufrimiento y al desarraigo, como para hacerse más fuertes y luchar por sus derechos.

Apoyo familiar Las personas sobrevivientes reconocen que la familia es fundamental para seguir adelante, incluso estando lejos. Ya sea porque ofrece consejos y apoyo emocional, porque es la razón para estar bien y sobreponerse, porque garantiza su bienestar o motiva a seguir adelante, o porque existe la esperanza del reencuentro. También es esencial el apoyo familiar para quienes regresan del exilio y tienen que recomponer su vida nuevamente. Sobre


todo cuando se encuentran con que, al huir, perdieron todo lo que tenían.

imposible que las personas y las instituciones en la sociedad de asilo sean acogedoras y justas.

Acceso a la información

En la misma línea, exigen que se tengan en cuenta las habilidades y la formación de las personas refugiadas, que pueden suponer un beneficio para la sociedad de acogida. Consideran que es injusto que personas con un perfil cualificado y amplia experiencia profesional, por el simple hecho de ser extranjeras, no tengan más opción que acceder a trabajos precarios y socialmente poco valorados.

En cuanto al acceso a la información, las experiencias difieren según se trate de personas exiliadas o refugiadas. Estas últimas, al llegar al país de acogida, generalmente desconocían cualquier información sobre derechos, servicios o recursos disponibles, teniendo que recurrir a organizaciones como CEAR-Euskadi o a servicios sociales municipales para orientarse al respecto. En cambio, las personas exiliadas, en su mayoría, contaban con fuentes de información al llegar a sus destinos. Estas fuentes estaban representadas, por ejemplo, en las redes republicanas, las comunidades en el exilio, o los contactos del nacionalismo vasco en el extranjero. ¿QUÉ DEMANDAN QUIENES HAN VIVIDO EL EXILIO? Reconocimiento social y acogida Para afrontar los impactos del exilio y reconstruir su proyecto de vida, las personas refugiadas consideran necesario que la sociedad de acogida no las discrimine ni rechace por ser extranjeras. Eso podría lograrse dando a conocer la difícil situación que se vive en sus países de origen y visibilizando las causas que les han obligado a huir. Sin ese reconocimiento social, es

Pero esto no será suficiente mientras los líderes políticos insistan en criminalizar la migración, lo que genera más rechazo y discriminación por parte de la sociedad de acogida. Por ello, otra demanda de las personas refugiadas es sensibilizar a la ciudadanía sobre la situación de las personas migrantes y refugiadas, y concienciarla sobre los derechos que les asisten.


Reconocimiento jurídico

Acceso a derechos

El reconocimiento jurídico que otorga el estatuto de persona refugiada es percibido como algo esencial para la reconstrucción del proyecto de vida, ya que implica que se reconoce que han sido víctimas de violación de derechos humanos en sus países de origen, y les otorga derechos a los no podían acceder.

Para que las personas refugiadas logren rehacer sus vidas e integrarse en la sociedad de acogida, es fundamental el pleno ejercicio de sus derechos en igualdad de condiciones. Esto se logra, en primer lugar, regularizando su situación administrativa, ya que tener la documentación en regla les ayuda a sentirse seguras, y confiadas en su nueva vida. Es algo imprescindible para acceder a cualquier otro derecho.

En igual medida, las personas refugiadas demandan que el procedimiento de solicitud de asilo y su resolución sean más ágiles. No puede entenderse que éstas se vean sumidas en la frustración y la confusión debido a un procedimiento que desgasta por los tiempos de espera excesivos, las indicaciones poco claras (o incluso contradictorias), y habitualmente les deja en una situación de vulnerabilidad jurídica importante. Otra de las demandas de reparación es la igualdad de oportunidades para las personas refugiadas. Esto se traduce en políticas específicas de acogida y, posteriormente, en esfuerzos para su incorporación económica, social y política. Para ello es imprescindible contar con una clara voluntad política y mayor esfuerzo institucional. Por otra parte las personas exiliadas y sus descendientes destacan como algo imprescindible sacar a los muertos de las cunetas, y un mayor esfuerzo político y social en la recuperación de la memoria histórica y en garantizar medidas de reparación.

Los derechos laborales son igualmente fundamentales para emprender un nuevo proyecto vital, ya que no puede haber plena incorporación en la sociedad de acogida mientras haya precariedad laboral y económica. Es imprescindible poder acceder a un empleo de manera legal y contar con los mismos beneficios y derechos que la población autóctona. Ahora bien, garantizar el acceso al trabajo no es suficiente. Las personas refugiadas demandan que se tenga en cuenta su formación y sus habilidades. Creen que de esa forma se benefician ambas partes: la sociedad de acogida y las personas refugiadas. De ese modo, estas últimas podrán mejorar su nivel de vida, desarrollarse profesionalmente, sentirse útiles y contribuir al desarrollo económico y social del país de acogida. Unido a lo anterior, se expone la necesidad de que existan mayores facilidades para la homologación de títulos profesionales o técnicos obtenidos en sus países de origen. Por último, el derecho a una vivienda digna también es una demanda que exponen las personas refugiadas. Contar con un techo aporta seguridad y dignidad.


Abril de 2017

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