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Los Miserables cuarto de Marius permaneció junto a la puerta. Llevaba bajo el brazo un paquete bastante parecido a un libro con cubierta de papel verde, algo mohoso. El señor Gillenormand lo saludó y dijo con voz alta: -Señor Fauchelevent, tengo el honor de pediros para mi nieto, el señor barón Marius de Pontmercy, la mano de esta señorita. El señor Fauchelevent se inclinó en señal de asentimiento. -Negocio concluido -dijo el abuelo. Y volviéndose hacia Marius y Cosette, con los dos brazos extendidos en actitud de bendecir, les gritó: -Se os permite adoraros. No dieron lugar a que se les repitiese pues en seguida empezó el susurro, Marius recostado en el sillón y Cosette de pie junto a él. Después, como había gente delante, cesaron de hab lar, contentándose con estrecharse suave mente las manos. El señor Gillenormand se volvió a los que estaban en el cuarto, y les dijo: -Vamos, hablad alto, meted ruido, ¡qué diablos!, para que estos muchachos puedan charlar a gusto. Permaneció un instante en silencio, y luego dijo, mirando a Cosette: -¡Es preciosa! ¡Preciosa! Hijos míos, adoraos. Pero -añadió poniéndose triste de repente-, ¡qué lástima! Ahora que pienso, sois tan pobres. Más de la mitad de mis rentas son vitalicias. Mientras yo viva, todo marchará bien; pero, después que muera, de aquí a unos veinte años, ¡ah, pobrecillos! No tendréis un centavo. Se oyó entonces una voz grave y tranquila, que decía: -La señorita Eufrasia Fauchelevent tiene seis cientos mil francos. Era la voz de Jean Valjean. No había desplegado aún los labios; nadie parecía cuidarse siquiera de que estuviese allí, y él permanecía de pie a inmóvil detrás de todos aquellos seres dichosos. -¿Quién es la señorita Eufrasia? -preguntó el abuelo, asustado. -Soy yo -respondió Cosette. -¡Seiscientos mil francos! -exclamó el señor Gillenormand. -Menos catorce o quince mil quizá -dijo Jean Valjean. Y colocó en la mesa el paquete. Lo abrió; era un legajo de billetes de banco. Los contó, y había en total quinientos ochenta y cuatro mil francos. -¡Miren ese diablo de Marius que ha ido a tropezar en la región de los sueños con una millonaria! Ni Rothschild. En cuanto a Marius y Cosette, no hacían más que mirarse, prestando apenas atención a aquel incidente. V: Más vale depositar el dinero en el bosque que en el banco Jean Valjean después del caso Champmathieu pudo, gracias a su primera evasión, ir a París y retirar de Casa Laffitte la suma que tenía depositada a nombre del señor Magdalena. Temiendo ser apresado de nuevo, escondió el dine ro en el bosque de Montfermeil dentro de un pequeño cofre de ma dera. Junto a los billetes puso su otro tesoro, los candelabros del obispo. Fue en esa ocasión cuando lo vio Boulatruelle por primera vez. Cada vez que necesitaba dinero, venía Jean Valjean al bosque. Cuando supo que Marius comenzaba a convalecer, pensó que había llegado la hora en que aquel dinero sería de utilidad, y fue a buscarlo. Fue la segunda y última vez que lo vio Boula truelle. De los seiscientos mil francos originales, Jean Valjean había retirado cinco mil francos, que fue lo que costó la educación de Cosette, más quinientos francos para sus gastos personales. Los dos ancianos procuran labrar, cada uno a su manera, la felicidad de Cosette 229


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