Reflexiones Sobre Las Memorias - Edgar Velásquez Rivera

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Reflexiones sobre las memorias

Edgar Velรกsquez Rivera

Agosto de 2020

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Reflexiones sobre las memorias ©

Edgar Velásquez Rivera

edgarvelasquez@unicauca.edu.co 2020

ISBN 978-958-48-9365-9

Velásquez Rivera, Edgar. Reflexiones sobre las memorias. / Edgar Velásquez Rivera. – Popayán: Ediciones Ántropos, 2020. 154 p.: 14 x 21,5cm. Incluye bibliografía: pp.149-154. ISBN: 978-958-48-9365-9. 1. MEMORIAS ACADÉMICAS. 2. IMPERIALISMO – AMÉRICA LÁTINA 3. PINOCHET UGARTE AUGUSTO 1915-2006 – HISTORIOGRAFÍA. 4. DERECHA E IZQUIERDA (POLÍTICA). 5. CHILE - POLÍTICA Y GOBIERNO. 6. HERMENÉUTICA. I. Reflexiones sobre las memorias. CDD 20 321.9 V434

Diseño, diagramación, impresión y acabados: Ediciones Ántropos Ltda. Carrera 100B No. 75 D-05 PBX: 433 77 01 • Fax: 433 35 90 E-mail: info@edicionesantropos.com www.edicionesantropos.com Bogotá, D.C.

Primera edición: Agosto de 2020 De esta obra se imprimieron 1.000 ejemplares Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del autor.

Co-UdC


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Agradecimientos

Expreso mis agradecimientos a la Universidad del Cauca y a los colegas universitarios, por los aportes a esta obra. Cada quien, a su manera, estรก presente en la misma.


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Índice Agradecimientos ...............................................................................

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Presentación .....................................................................................

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Introducción ..................................................................................... 11 1. Prolegómenos sobre las memorias ......................................... 13 2. Las memorias y la experiencia ................................................. 37 3. Las memorias vistas desde la hermenéutica gadameriana .... 59 4. Las memorias del poder: general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte ....................... 81 5. El poder de las memorias profesora Gladys del Carmen Marín Millie ............................ 117 Bibliografía ......................................................................................... 149


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Presentación Memorias para justificar, memorias para curar

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in lugar a dudas, la memoria es un tema, problema y concepto que ha dado lugar a diferentes y valiosos desarrollos disciplinarios e interdisciplinarios. En el contexto latinoamericano, podría decirse que se trata de un nuevo campo de estudio que en los últimos años viene adquiriendo mayor visibilidad y centralidad en el ámbito académico, social, cultural, jurídico y político. En las décadas del 60 y 70, su problematización no formaba parte de los debates como tampoco dio lugar a una copiosa producción intelectual. Será la década del 80 la que marcaría lo que muchos han dado en llamar la explosión o boom de los estudios sobre la memoria en las ciencias sociales. Boom sobre el que existen por lo menos, dos posturas que permiten explicar su emergencia. La primera, le atribuye a la misma, de una parte, al multiculturalismo en tanto uno de los rasgos distintivos de las sociedades posmodernas y por otra, a las reivindicaciones identitarias de carácter étnico, cultural, lingüístico, género, entre otras, sustentadas en los discursos de la diversidad y la diferencia, los cuales encuentran en las memorias un dispositivo que permite vehiculizar procesos de recuperación y revitalización de tradiciones y valores propios, en el marco de sociedades cada vez más complejas. La segunda, está asociada a “la disputa entre los historiadores alemanes en la década de los 80 en torno al holocausto y la idea negacionista o revisionista sobre el horror ocurrido alrededor de la ideología na-


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cional-socialista”1. Ambas posturas con sus respectivas variables, desarrollos y acentos, van a constituir aportes significativos para la conformación del campo de estudios sobre la memoria en América latina hacia finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. Lo que nos interesa destacar aquí es que Reflexiones sobre las Memorias, es un trabajo que bien podría situarse en la segunda postura. Lo anterior, por su notable repercusión en estudios orientados a dar cuenta de las demandas sociales, históricas y políticas de sociedades cuya realidad y tiempo, transitan por las huellas de un pasado reciente: la experiencia de regímenes dictatoriales cívico-militares que recurrieron a la tortura, el asesinato y las desapariciones como medios para legitimar su poder y garantizar la seguridad nacional frente a la supuesta “amenaza” comunista. El libro parte de una consideración que el autor desarrolla in extenso en el texto: hay memorias que prolongan y encubren el dolor y, memorias que sanan y liberan cuerpos. En palabras del autor se expresaría: memorias del poder y el poder de las memorias. Se trata, si se quiere, de dos grandes etapas que se conjugan en la contemporaneidad y necesitan ser clausuradas: la transición democrática por más de tres décadas aplazada y, dar cumplimiento a las demandas por verdad, justicia y reparación, en aquellos países de América latina que padecieron el flagelo de las dictaduras y los conflictos armados internos. Etapas que continúan siendo objeto de análisis, reflexión e investigación en el ámbito académico. En su apuesta analítica, el historiador Edgar Velásquez Rivera recurre a un marco comprensivo e interpretativo que desarrolla en los tres primeros capítulos. Propone inicialmente un breve excursus sobre el concepto de memoria y su relación/tensión con la historia, la biografía y la autobiografía, cuya conceptualización es considerada por el autor como un importante recurso para la

1. VILLA, Juan. et al. La memoria como objeto de estudio en las ciencias sociales. En: ECA, Estudios Centroamericanos, Volumen 73, Número 754. El Salvador. 2018. p. 303.


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formación de la ciudadanía. Este excursus será complementado con una sucinta exposición de algunas de las principales acepciones que la tradición filosófica occidental le confiere al concepto de experiencia. Síntesis cuyo trayecto teórico parte de una aproximación que permite hacer evidente la relación sucedánea entre sensación, memoria y experiencia, para luego cerrar con una perspectiva hermenéutica de la experiencia y de las memorias en clave de lo que plantea el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer. Conviene precisar que si bien esta relación sucedánea que estableciera primigeniamente Aristóteles en algunos pasajes de su Metafísica y de los Analíticos Posteriores, fue planteada con fines más epistémicos que políticos, no se puede negar su notoria repercusión en la contemporaneidad para el entendimiento de procesos socioculturales y políticos, asociados a la configuración de las subjetividades y de las memorias desde las experiencias y el lenguaje. Con este marco comprensivo e interpretativo de fondo, el autor procede en los dos últimos capítulos del libro, a dar cuenta de dos testimonios ejemplares de la historia política chilena del siglo XX: el caso del general Augusto Pinochet Ugarte y el de la profesora Gladys del Carmen Marín Millie, respectivamente. El caso de general Augusto Pinochet Ugarte, representa, como lo indica el historiador Edgar Velásquez Rivera, aquella memoria que defiende, justifica y magnifica las acciones de un gobernante que le arrebató la dignidad y la condición humana y política al pueblo chileno. En su lugar, sembró odio, terror y violencia. El caso de la profesora Gladys del Carmen Marín Millie, simboliza la disputa por la memoria, la verdad, la justicia y la reparación de todos aquellos que padecieron los horrores de la dictadura militar de Augusto Pinochet: los sectores populares, campesinos y obreros. Sectores sociales que fueron estigmatizados y perseguidos por estar vinculados a la militancia de izquierda o simplemente, porque fueron considerados una representación identitaria del imaginario simbólico, cultural y político de la izquierda.


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El historiador Edgar Velásquez Rivera termina el libro con un planteamiento que invita a asumir una postura abierta y flexible frente al tema de estudio: “Es pues errático la imposición de un solo tipo de memorias. Todas deben ser comprendidas desde la otredad”. De ahí, que recordar se torne en una necesidad real y por qué no decirlo, terquedad que interpela permanentemente, tanto a los individuos como a los grupos, a fin de reencontrase con sí mismos como con los otros. En otras palabras, la memoria pone en relación/tensión a las identidades y las alteridades, pues supone rupturas de las mismidades y apertura hacia los otros y lo otro. Estamos seguros que Reflexiones sobre la Memoria, es un libro que invita a seguir discutiendo y reflexionando sobre el tema. José Rafael Rosero Morales. Doctor en Antropología, Magíster en Estudios Políticos Latinoamericanos, Especialista en Docencia sobre Problemas Latinoamericanos y Licenciado en Filosofía. Profesor Titular Departamento de Filosofía. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad del Cauca, Colombia.


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Introducción

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sta obra contiene una serie de reflexiones sobre el género de las memorias. Junto con la biografía y la autobiografía, las memorias hacen parte de la denominada literatura del yo. Este acercamiento a las memorias y no pretende, en modo alguno, agotar tan complejo tema. Diferenciase las memorias de los otros dos géneros, pese a su mismo linaje, en que describen acontecimientos de un individuo como portador de un rol social y procuran comprobar lo dicho, además de tener lugar, preponderantemente, después del rol social jugado. Por tanto, las memorias suponen, más que en los otros géneros, mayor rigurosidad, en el sentido de sustentar y comprobar las afirmaciones. El espacio para las fantasías, delirios y alucinaciones se reduce ostensiblemente, en comparación con la biografía y la autobiografía. Las memorias pueden, ocasionalmente, tener trazas de biografía y autobiografía, cuando ofrecen información personal, privada y familiar, aunque menor, respecto a la esencia de las mismas de portador de un rol social del sujeto. Las memorias son una importante fuente de información para el conjunto de las Ciencias Humanas y Sociales. También es un invaluable mecanismo para ampliar el conocimiento de personajes, fenómenos y sucesos históricos, desde luego con las debidas salvedades por tratarse de un texto concebido y hecho por la misma persona con arreglo a fines. No exentas de polémicas, a las memorias se les señala de ser una revancha sobre la historia, especialmente por parte


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de sujetos inconformes con su imagen pública que pretenden, por esa vía, a manera de golpe de gracia, triunfar en su última batalla. Contienen las memorias denuncias, explicaciones, rectificaciones, aclaraciones, precisiones, informaciones, confesiones y testimonios, así como exculpaciones y justificaciones. Sirven en consecuencia las memorias, tanto a quienes ejercen el poder y abusan del mismo, como a los actores sociales y políticos víctimas y excluidos del poder. En ambos casos son claros los usos de las memorias, generalmente, en el campo de la política. En ese sentido, las memorias son manifiestos políticos en las que, de manera sintética, está el súmmum de quien oficia como autor de las mismas. Son, pues, las memorias, la expresión postrera de la ideologías. Estas reflexiones están dispuestas en cinco capítulos. En el primero, denominado “Prolegómenos sobre las memorias”, están descritas algunas características de dicho género; el segundo, titulado “Las memorias y la experiencia” contiene las probables relaciones existentes entre las memorias y la experiencia, asumida ésta última no solo como una importante fuente del conocimiento, sino como un rasgo inherente a la condición humana. El tercer capítulo, llamado “Las memorias vistas desde la hermenéutica gadameriana” esboza la intención de leer y comprender las memorias desde algunos aspectos del pensamiento de Hans-Georg Gadamer (1900-2002). Por su parte el cuarto capítulo, como su nombre lo indica, “Las memorias del poder: general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte”, alude al tipo de memorias, no solo desde el poder, sino desde un régimen militar de derecha considerado el arquetipo de las dictaduras en la cultura política de Occidente, en la segunda mitad del siglo XX. Finalmente, el quinto capítulo, designado “El poder de las memorias: profesora Gladys del Carmen Marín Millie” se refiere al género de las memorias como denuncia, en este caso, de los crímenes y vejámenes de que fue objeto ella, su familia y correligionarios a manos de aquél oficial chileno. El autor.


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1. Prolegómenos sobre las memorias

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n este primer capítulo se exponen algunas cuestiones sobre las memorias como su cercanía a la autobiografía y la biografía, al igual que su espinosa definición y algunas propiedades. Se trata de un fenómeno que concita animados debates en el mundo académico, y expresa en cierto modo, antagonismos en la cotidianidad de los pueblos. “Allí donde la toques, la memoria duele”. Yeoryos Seferis.

Las memorias, junto con la biografía y la autobiografía hacen parte de la denominada “literatura del yo”. Los tres géneros han sido objeto de enconadas y constantes controversias conceptuales, teóricas, epistemológicas, metodológicas y hasta políticas. En apariencia y, a simple vista de legos, en ocasiones de manera fácil se les toma como sinónimos y, en consecuencia, poca importancia se les otorga cuando no es que se les asume, desde prejuicios, desconfianza y de manera despectiva por su supuesta falta de “rigor científico”. Si bien es cierto los tres géneros pertenecen a una misma rama, sus diferencias de forma y contenido son claras. Luego entonces, no son sinónimos. Tampoco son, necesariamente, ejercicios banales de personas atrapadas en los laberintos de sus fantasías, angustias existenciales, méritos o miserias. Por el contrario, hacen parte de la cultura occidental y, para algunas disciplinas como la historia, en algunos casos, son importantes fuentes de información.


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Tal como se argumentó en el caso de la biografía1 y la autobiografía , el género de las memorias es reivindicado como un fenómeno que ha trascendido el tiempo y el espacio, desde luego, con todos sus alcances y limitaciones. En cada continente, país o región y en distintas épocas, las memorias han hecho parte de las expresiones culturales al margen de su utilización como mecanismo para defender y afianzar poderes o como una alternativa para desatar procesos de emancipación individual o colectiva. 2

Por lo anterior, se puede afirmar que las memorias son siempre, hasta cierto punto, una revancha sobre la historia. La versión oficial de la historia es, usualmente, la versión del vencedor y, por lo mismo, su verdad se legitima, entre otros mecanismos, desde la educación, los medios de comunicación y la política y esa verdad, en un ambiente de masiva alienación y de ausencia de un pensamiento crítico, se impone como la verdad socialmente aceptada y desde ella se actúa. Si la verdad histórica le es adversa a un sujeto (individual o colectivo), ese sujeto tiene, como último recurso, las memorias que, a manera de demiurgo, utiliza como revancha sobre la historia. Por esa vía, existen explicaciones no pedidas, aclaraciones sobre acontecimientos polémicos, ampliación y corrección de versiones, confesiones, declaraciones, en suma, intentos por adecuar la versión dominante de la historia a su favor como quien no se siente a gusto con su traje y ordena un ajuste que colme sus expectativas. Las memorias, de manera análoga a los líquidos, toman la forma del recipiente que los contiene. Las memorias son un analgésico frente a la tozuda temeridad de la historia. La expresión, polémica por lo demás, según la cual en la historia no hay hechos sino interpretaciones, le viene bien al caso de las memorias. A través de las memorias, hechos históricos han

1. VELÁSQUEZ RIVERA, Edgar. La biografía. Popayán: Diseño gráfico e impresiones, 2007. p. 45. 2. VELÁSQUEZ RIVERA, Edgar. Aspectos teóricos de la autobiografía. Bogotá: Ediciones Ántropos Ltda, 2020. p. 122.


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sido negados en unos casos y, en otros, tergiversados, acomodados o reinterpretados. En cualquiera de los casos, las memorias se asemejan bastante a la historia, en el sentido de que pueden ser reinterpretadas y reescritas una y otra vez y, además, en tanto lenguaje, son dispositivos arquetípicos del poder. Lo anterior, muestra la fuerte relación existente entre memorias e historia. Las memorias son un insumo, herramienta o fuente de información para la historia, no son la historia, aunque es preciso advertir que, a través de las memorias es posible conocer parte de la historia de un pueblo o de un país en una coyuntura dada en virtud de las narraciones, datos y análisis proferidos por sus autores. La crítica de fuentes a la que está compelido el historiador en sus investigaciones, también suele ser aplicada a las memorias, máxime cuando provienen de protagónicos personajes en el ejercicio del poder o en la búsqueda del mismo. También hace parte de su relación con la historia, el hecho de que las memorias, en su esencia, son elaboraciones subjetivas. La subjetividad puede estar dada, entre otras cosas, por la naturaleza del autor de las memorias, la manera como están dispuestas; los hechos subyacentes que, paradójicamente, terminan siendo más notables frente a los que pretende realzar; las fuentes utilizadas y los recursos retóricos; así como por la endogámica relación, en este caso, entre el sujeto y el objeto. Las memorias, al igual que la historia, son selectivas. No hay memorias completas y totales. Las memorias, en estricto sentido, son fragmentadas y parciales, entre otras cosas, por la falibilidad de la memoria humana. El autor de las memorias, con arreglo a fines, elige y conecta los temas a evocar y, a manera de argamasa, les otorga sentido a partir de la escritura. Poseído por un sentimiento obsesivo, en unos casos y en otros urgido de retaliaciones y venganzas y dispuesto al más importante de los combates de su vida, el autor de las memorias de manera cuidadosa selecciona las piezas para su defensa. La cercanía de las memorias con la historia, de igual modo, está dada por la evocación. Puede haber memorias del tiempo presente


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a la usanza de la historia del tiempo presente, pero no hay memorias del tiempo futuro como tampoco ocurre en la historia. Por antonomasia, las memorias tienen la mirada puesta en el pasado, ciertamente con la pretensión de arrojar luces para comprender el presente y pensar el futuro. Aunque no es descartable la posibilidad de memorias contrafactuales, en tanto ejercicio de abstracción sobre lo que hubiera ocurrido en ciertos desenlaces hipotéticos. La escritura es otro escenario en el que se intersectan las memorias y la historia. No hay un solo canon que rija la materia. En algunos casos, es usual que el autor de las memorias se apoye en alguien que, a manera de interlocutor, le formule preguntas las cuales suelen ser pactadas. Es de advertir que la interlocución, es, en estos casos, sumisa, pasiva e incondicional a favor del autor de las memorias donde las preguntas incómodas no tienen lugar y es evidente una especie de pacto tácito entre las partes para evitar referirse a fenómenos críticos o simplemente son abordados de manera tangencial. Así mismo, las memorias, igual que la historia, tienen una estrecha relación con la política y, en general, con el poder. Existe en el campo bibliográfico, exuberantes y copiosas memorias de personajes de la política o que ostentan el poder y, en menor proporción de quienes se oponen a ese poder o lo buscan. En la primera situación, algunas memorias están dispuestas como si fuesen la historia misma de un país, puntualmente es el caso de aquellas naciones que vivieron lapsos de dictaduras, bien de izquierda o de derecha, en las que el culto a la personalidad hizo que al dictador se le definiera como el Estado mismo, cuestión que se aborda en el capítulo cuatro de esta obra. En el segundo caso, se trata de memorias de personajes que encarnaron la oposición a los dictadores y, por extensión, de sectores sociales excluidos, vejados y de manera masiva sometidos a torturas. También son memorias desde la política, pero no desde el poder. Son las memorias que cuestionan el poder y el orden establecido, reflejan el dolor y a su vez la esperanza. Dichas memorias son una constante denuncia. Es evidente que en esta situación particular las memorias tienen otro sentido, distinta finalidad y, valga decirlo, una función diferente, fenómeno expuesto en el capítulo cinco de esta obra.


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Las memorias, se ha afirmado, tiene lazos de consanguinidad con la biografía y la autobiografía. En el segundo de los casos, “La autobiografía parte del supuesto de que es el propio escritor el que está tratando de reflexionar sobre el ámbito de experiencias de su propia vida interior. En las memorias, el hecho externo se traduce en experiencia consciente, la mirada del escritor se dirige más hacia el ámbito de los hechos externos que al de los interiores. Así, el interés del escritor de memorias se sitúa en el mundo de los acontecimientos externos y busca dejar constancia de los recuerdos más significativos”3. En esas condiciones, es común encontrar una especie de hibridación textual, donde las memorias tienen algunos rasgos de autobiografía y viceversa. Ni las memorias ni la autobiografía son posibles en estado puro. Las fronteras entre ambos géneros, es difusa en algunos casos, mientras en otros están claramente delimitadas. Una diferencia central entre autobiografía y memorias, es que la autobiografía aparece más referida al acontecer personal y psíquico del individuo, mientras las memorias dan más espacio al acontecer exterior4 y parte de sus similitudes, son, entre otras, el hecho de que el sujeto fija las condiciones en ambas circunstancias, y además están referidas al pasado. Puede ser el pasado lejano, medio o reciente, figuras emparentadas a las denominadas memorias de largo, medio y corto plazo. Lo anterior pone en escena la relación directa entre las memorias y el tiempo. En esta obra, el tiempo es asumido como una construcción social, individual y cultural y, según sea tomado el mismo por la persona que escribe, así es la connotación de sus memorias. Las nociones del tiempo son disímiles y cambian según los contextos y las condiciones concretas en las que tiene lugar la siempre cambiante vida de los individuos.

3. WEINTRAUB, Kart J. Autobiografía y conciencia histórica. En: La autobiografía y sus problemas teóricos, Ángel G. Loureiro (Coordinador), Suplementos Número 29, Monografías temáticas, Barcelona: Anthropos, 1991. p. 19.


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En consecuencia, conviene intentar una definición de las memorias. Y para tal efecto, en primer lugar están los invaluables de autores como Bernd Neumann para quien “La expresión “memorias” viene del latín “commentarii”, del griego “hypomnemata” y puede servir de título a apuntes de naturaleza puramente material, de informes oficiales, por ejemplo de eruditos, de sociedades lo mismo que de un escrito autobiográfico”5. En segunda instancia, desde la perspectiva del conocimiento, la memoria puede ser definida como los estados mentales portadores de información. Existen diversos tipos de memoria. La memoria de corto, mediano y largo plazo y dentro de ésta última, se afirma la existencia de las memorias episódica y semántica. Otras memorias son la declarativa, la procedimental, la implícita y la explícita6, la sensible y la inteligible, la negativa y la positiva, la memoria hábito o memoria de repetición y la memoria representativa7. Desde el punto de vista del género, las memorias aluden al “recuerdo” de hechos históricos, es selectivo y por tanto parcial o partidista. La memoria (y el recuerdo, como la amnesia) tiene como referencia y soporte al cerebro humano (singular) de cada hombre. La memoria, por tanto, sólo puede conservar aquello que cada hombre singular ha experimentado o vivido, dejando aparte su herencia genética. De ese modo, la memoria tiene como ámbito aquella parte del mundo envolvente que le ha afectado, la memoria episódica (es decir, aquella memoria mediante la cual las cosas recordadas del mundo mantienen la referencia al instante de la trayectoria biográfica de quien está recordando). Otra cosa es la llamada memoria semántica, que tiene que ver con el lenguaje, la ciencia y la “razón”8.

4. NEUMANN, Bernd. La identidad personal: autonomía y sumisión. Buenos Aires: Sur. p.16. 5. Ibíd., p.16. 6. GAONAC´H, Daniel. Memoria. En: Diccionario de ciencias cognitivas. Olivier Houde et al, Directores, Buenos Aires: Amorrortu, 2003. p. 284. 7. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. K-P. Tomo III, Barcelona: Ariel, 1999. p. 2357. 8. BUENO, Gustavo. Sobre el concepto de “memoria histórica común”. En: Revista El Catoblepas. No 11, (Ene 2003); p. 2.


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Nadie tiene memoria, entonces, de algo que antecede a su vida propia. Y por ello la historia no se reduce a la memoria, afirma Gustavo Bueno. Nadie puede “recordar” la historia de Amenophis IV, el faraón descubierto por los egiptólogos, a partir de las reliquias (templos, estatuas, jeroglíficos) que siguen existiendo en el presente. La distinción fundamental hay que ponerla en la propia memoria cerebral, como distinción entre memoria individual y memoria personal. Es decir, la distinción entre el individuo y la persona, que son conceptos conjugados, aplicada a la memoria9. La memoria individual tiene como materiales propios los recuerdos de la vida privada, familiar o biológica; la vida que está fuera de la historia, la vida que estudia el psicólogo. La memoria personal es la que tiene como material a los recuerdos de la vida propia pero en relación con la vida pública (política, científica, artística, profesional). La persona enlaza siempre a un grupo de personas, necesariamente dadas en sucesión histórica. Dicho de otro modo, la memoria personal tiene siempre que ver con la historia. La memoria personal es necesariamente histórica, y por tanto, la memoria histórica no es sino un modo de designar, de modo redundante, a la memoria personal10 remarca el mismo autor. Además aclara Gustavo Bueno que la memoria histórica o personal es necesariamente parcial y partidista, porque una persona es sólo una parte de la historia. Y la biografía es importante para la historia en la medida en que ella es una reliquia, una parte más a interpretar. La memoria histórica personal es el recuerdo del mundo histórico que a cada cual, o a su grupo, le ha tocado vivir, especialmente en un sentido activo. El peligro por tanto de la pretensión de convertir las memorias personales (o del grupo de personas), necesariamente parciales (partidistas), en memoria histórica objetiva o total es evidente. La memoria histórica, en cuanto memoria personal, subjetiva o de grupo que es, tiene siempre un componente reivindicativo11. 9. Ibíd., p. 2. 10. Ibíd., p.2. 11. Ibíd., p.2.


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En ese mismo sentido Bernd Neumann considera que las memorias son la forma adecuada de los recuerdos de la vida de los hombres de acción. Pues en las memorias habla el autor como portador de un papel social. Habla como canciller o revolucionario, como intrigante o como guerrero. Siempre describe él un juego de fuerzas sociopolíticas, en el que él es una de las fuerzas motoras. Eso explica por qué las autobiografías de los hombres de Estado y de los políticos son casi siempre memorias12. Para el mismo autor, por lo general este género incluye material autobiográfico de la niñez y de la juventud. Pero el momento en que autor entra en el complejo mundo de la política aparece solo como una pequeña rueda, insertada en una gran totalidad, en la que él logra aquí o allá alguna cosa, pero teniendo siempre conciencia de las muchas personas y fuerzas que están en su derredor. Al mismo tiempo queda tan indeleblemente sellado por el carácter de la vida política pública que con frecuencia no se dan relaciones esenciales entre la peculiaridad personal del hombre y su trabajo13. Las memorias pueden también ser definidas como la forma literaria de los recuerdos de vida de un hombre integrado en la sociedad y que juega su papel sin reservas14. El memorista descuida generalmente la historia de su individualidad en beneficio de la de su época. Él no expone su devenir y sus experiencias vitales, sino su acción como portador de un papel social y la valoración que experimenta él a través de los otros. Su integración en el papel social puede conducir a la total separación de apariencia esquizofrénica, entre el hombre público y el privado15, aclara Neumann. La memoria tiene que ser formada. Pues memoria no es memorización general y para todo. Se tiene memoria para unas cosas, para otras no, y se quiere guardar en la memoria unas cosas, mientras se

12. NEUMANN. Op. Cit., p. 18. 13. Ibíd., 18. 14. Ibíd., 18. 15. Ibíd.,


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prefiere excluir otras. Sería ya tiempo de liberar el fenómeno de la memoria de su nivelación dentro de la psicología de las capacidades, reconociéndolo como un rasgo esencial del ser histórico y limitado al hombre. A la relación de retener y acordarse pertenece también de una manera desatendida el olvido, en el largo tiempo, que no es sólo omisión y defecto sino, como ha destacado sobre todo Nietzsche, una condición de la vida del espíritu. Si por el olvido obtiene el espíritu la posibilidad de su total renovación, la capacidad de verlo todo con ojos nuevos, de manera que lo que es de antiguo familiar se funda con lo recién percibido en una unidad de muchos estratos16. Para Georg Misch, la autobiografía y las memorias, “…se conjugan tan estrechamente, que en la concepción de su vida el hombre puede partir de lo interior o de lo externo, y aquí especialmente del mundo social circundante, y que cuando él ha logrado algo, sea que intervino en el mundo configurando algo o que creó obras, puede atenerse a lo que él ha producido. La relación del hombre con el mundo circundante puede concebirse activa o pasivamente. De aquí puede deducirse la diferencia entre autobiografías y memorias. En las memorias es esta relación pasiva, puesto que el que escribe las memorias, aunque habla en general de sí, más regularmente que el autobiógrafo, en primera persona, se presenta casi siempre como espectador de los procesos y acciones que él narra”17. Terminando las memorias ante el ámbito privado, finalizan justamente allí donde comienza la autobiografía18. Neumann considera que si las memorias describen los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social, la biografía narra la vida de un hombre no socializado, la historia de su devenir y de su formación, de su

16. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método I. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca: Sígueme, 5 Edición, 1993. p. 97. 17. MISCH, Georg. Geschichte der Autobiographie, T. I, 1 (Bern, 1949), 14. Citado por, BERND, Neumann. La identidad personal: autonomía y sumisión, Buenos Aires: Sur. p. 160. 18. NEUMANN. Op. Cit., p. 20.


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crecimiento en la sociedad. Las memorias comienzan prácticamente tan sólo con el logro de la identidad, con la aceptación del rol social, y la autobiografía termina allí19. La identidad, a propósito, no es estática como un estadio que se adquiere una vez, sino un proceso. La identidad de un individuo en las memorias, luego entonces, no es la misma. En cada etapa de la vida hay identidades no siempre coincidentes con las precedentes y posteriores. Naturalmente hay rasgos básicos que subyacen, pero las identidades mutan lo cual es perceptible, en el campo de la política, el arte, la ciencia y la cultura en general. Suele ocurrir en algunas memorias que el sujeto en su juventud tiene una identidad de revolucionario, en la madurez de moderado y en la vejez de derecha. Si se prosigue la autobiografía más allá de la identidad lograda y de la aceptación del rol, entonces adquiere generalmente el carácter de memorias. La terminación con el logro de la identidad y de la integración consecuente en la sociedad parece la característica más importante de la autobiografía20 sostiene el mismo autor. Como se puede observar, existen circunstancias en que las memorias y la autobiografía se interceptan y luego cada cual retorna a su propio espacio, o en otras, se funden y así permanecen lo cual da lugar a una hibridación. Como se sabe, la autobiografía recuerda la vida pasada, las memorias en cambio tratan de reconstruir su decurso de la mejor manera posible al hilo de pruebas. El memorialista teme que el recuerdo pueda recuperar falsificadamente lo vivido, el autobiógrafo acepta y afirma este hecho21 aclara Neumann. En la autobiografía es usual la ficción, mientras que en las memorias las pruebas para sustentar las afirmaciones son casi un imperativo, aunque tampoco escapa a la ficción.

19. Ibíd., p. 33. 20. Ibíd., p. 34. 21. Ibíd., p. 74.


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En verdad, la autobiografía da margen al recuerdo y la fantasía, las memorias tienen el propósito de una reconstrucción lo más exactamente posible de la vida. Las memorias desconfían del recuerdo como de una posible fuente de errores. Pero en la autobiografía domina la “ley general” según la cual los contenidos de la conciencia no se reproducen mecánicamente, sino que se reviven, reconfigurados, según las condiciones de la situación presente de ánimo22 expone Neumann. En el esfuerzo de reencontrar el tiempo perdido en el recuerdo, el autobiógrafo obedece al principio de placer. Pues el recuerdo devuelve en lo esencial solamente los días pasados felizmente. El tiempo determinado por el displacer cae fácilmente en el campo de lo reprimido; en la visión retrospectiva la vida aparece más feliz de lo que fue “pues lo desagradable se olvida más fácilmente de lo agradable”. Neumann puntualiza que el autobiógrafo, quien en su vida fue muy frecuentemente el objeto desamparado de presiones sociales y psíquicas, al escribir la historia de su vida se convierte en sujeto23. En todo caso, el recuerdo le muestra la vida como una vida dominada por él. Los “detalles tal como sucedieron entonces” retroceden tras los “resultados”, que pueden ser valorados por el que recuerda como la consecuencia necesaria de ellos. Las mejores autobiografías parecen insinuar un cierto poder de personalidad sobre las circunstancias, pero no en la significación soberbia de que las circunstancias pueden ser sometidas a la voluntad del individuo, sino de tal manera que el individuo puede adquirir aliento vital de las casualidades negativas y que, al final, despreciando todo lo que le es innecesario, las pueda atar en lo que le es propio24 agrega Neumann. Este mismo autor puntualiza que para la mayoría de los autobiógrafos, la elaboración de la historia de su vida constituye un consuelo

22. Ibíd., p. 75. 23. Ibíd., p. 76. 24. Ibíd., p. 76.


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de las renuncias de su vida. Por eso los autobiógrafos tratan intensa y detalladamente de época de la infancia y de la juventud. El recuerdo de ésta época placentera y sin renuncias se convierte en la promesa de una vida mejor y con menos represiones. En cada autobiografía vive un trozo de utopía25. Y que por el contrario, el memorialista obedece al principio de realidad en su esfuerzo por describir su carrera de la manera más exacta y correcta posible. Él sabe que sus recuerdos tienen una función oficial: o bien quieren defender sus acciones y colocarlas bajo una clara luz o bien quieren trasmitir historia. Aun en la elaboración de sus memorias obedece el autor a las exigencias que le impone el mundo circundante en cuanto él es portador de un rol social. De ahí que él no pretende recordar, sino reconstruir, documentar cómo ocurrió su vida26. Mientras que el autobiógrafo protesta frecuentemente contra la presión del rol, contra las “consideraciones de estamento y decencia”, el autor de memorias está de acuerdo con ellas, aclara enfáticamente Neumann. Él escribe como portador de un rol. Las memorias pueden poner en tela de juicio los sistemas políticos. El recuerdo de la niñez no tiene significativamente lugar en las memorias. Éstas son realistas, mientras que la autobiografía es utópica. El memorialista coloca las exigencias de la realidad ante las de la interioridad, el autobiógrafo procede al revés27. Y puesto que cada autobiógrafo sigue el recuerdo, contiene cada autobiografía en sí un fragmento de poesía, que pone a la realidad en tela de juicio. En esta soberanía de la autobiografía, en su capacidad, aun en su tarea de “modelar configurando” la realidad de conformidad con las peculiaridades individuales, yace el efecto liberador que puede tener una autobiografía sobre su autor. La retrospectiva en el recuerdo convierte la vida en una vida que ocurrió con sentido y felizmente;

25. Ibíd., p. 76. 26. Ibíd., p. 77. 27. Ibíd., p. 77.


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en ella adquiere su derecho la exigencia de felicidad del individuo. La autobiografía libera, las memorias obligan28 advierte Neumann. El autobiógrafo cuenta el tiempo pasado, que le reactualiza siempre el recuerdo. El memorialista cita, donde ello le es posible, documentos sobre sí mismo. El alcance de estas citas es grande. Va desde el diario hasta la poesía propia y pasajes de sus obras hasta artículos de periódico, listas, tablas y textos de contratos. El memorialista no quiere, como el autobiógrafo, argumenta Neumann reactualizar como ocurrió el pasado, él quiere demostrar…el memorialista se orienta exclusivamente por la “cadena de los acontecimientos”, que él a su vez no narra recordándolos subjetivamente, sino que trata de reconstruir objetivamente: con este fin se sirve él de las citas29. Adicional a ello, insiste en que, en las memorias la personalidad del deber obliga a caracterizarse con la ayuda de citas. El memorialista expone con mayor gusto el juicio de otros sobre él que un examen psicológico de sí mismo. También aquí habla la mentalidad del portador del rol que sólo es lo que representa para los otros. Pueden, en esos términos, las memorias tener dos sentidos básicos: por un lado, abundar en información fáctica para sustentar tesis, afianzar posiciones y consolidar argumentaciones y, en segunda instancia, ser una anticipación a probables juicios sobre los roles de que se fue portador30. Así como la fantasía es extraña y aun enemiga de la realidad, así también mantiene toda autobiografía una cierta distancia frente a lo fáctico vivido. No documenta hechos, sino recuerda lo vivido y lo sentido. El autobiógrafo se deja llevar por un “cierto espíritu de contradicción”, y hace que “actúe la fantasía” y reproduce “los resultados y tal como nos imaginamos hoy el pasado”, y no “los detalles tal como acontecieron entonces”. Especialmente la descripción de la infancia en la autobiografía constituye frecuentemente un trozo

28. Ibíd., p. 78. 29. Ibíd., p. 102. 30 Ibíd., p. 102.


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de rebelión utópica contra las exigencias de renuncia propias de la vida adulta31 aclara Neumann en su esclarecedora obra. Por su parte en el caso de las memorias, la fantasía no está del todo proscrita, pero su presencia es menor, en comparación con la autobiografía. El motivo que explica la anterior situación radica en que, como se ha dicho, las memorias están ligadas al rol del cual fue portador el autor de las mismas y la autobiografía concita a la fantasía en tanto narración de una vida. En esos términos, las memorias albergan un claro interés en comprobar lo que se dice y la constatación puede originarse, entre otras fuentes, en fotografías, prensa, radio, televisión, internet, redes sociales, documentos públicos y privados y, en general, en fuentes primarias y secundarias32. Ahora bien, es preciso señalar que el recuerdo autobiográfico puede designarse como “no verdadero” pero “placentero” y la razón memorialista que elabora la historia de la vida, como “sin placer”, pero “justa” y “provechosa”. En este contexto es significativo que la autobiografía concluye cuando sucede la imposición del principio de realidad, cuando el Yo de placer infantil se ha convertido en el Yo adulto de la realidad33. Neumann considera que es clara pues la diferencia entre una y otra instancia. La autobiografía encarna el placer de no tener que comprobar o convencer, mientras las memorias si y ello no siempre es sinónimo de placer34. El hecho de que todo autobiógrafo organiza por medio de la fantasía la realidad pasada y ahora recordada, procede él, aún el menos exigente, como un poeta. Este lo diferencia del memorialista, que no quiere configurar lo pasado, sino reconstruirlo con la ayuda de pruebas documentales. Cada autobiógrafo da fe al recuerdo y la fantasía. El autor de memorias en cambio sólo la da a la prueba documental, que encuentra previamente sobre su vida y que puede

31. 32. 33. 34.

Ibíd., p. 103. Ibíd., p. 102. Ibíd., p. 104. Ibíd., p. 102.


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citar. El autobiógrafo es por tendencia un artista, el memorialista un científico35 precisa Neumann, con todo el riesgo que supone tal afirmación. Tal riesgo está dado por los conceptos de artista y de científico desde los cuales se observe el caso de la autobiografía y las memorias, discusión que, en esta ocasión, no viene al caso. Tal vez se puede dirimir la circunstancia señalando que las memorias son la preparación de un sujeto que debe enfrentar juicios reales o imaginarios, individuales o colectivos, inmediatos o futuros. En los tribunales donde tienen lugar los juicios, con el correspondiente acervo probatorio deberá concurrir el sujeto portador de un rol (autor de las memorias) a controvertir las pruebas existentes en su contra, a justificar sus acciones, a hacer los correspondientes descargos, a formular recusaciones, con denuedo y febril retórica a defender su “honra” y su “buen nombre”. No en vano señalamos que las memorias son una revancha sobre la historia. No cabe, en esta ocasión, la valoración de las memorias como científicas o no. Se trata simplemente de la comprensión de un hecho dado. Es claro que la autobiografía termina casi siempre con el logro de la identidad, las memorias comienzan justamente en este punto. Los recuerdos de la juventud contenidos en ellas son por regla general pálidos; casi siempre se limita el memorialista a hacer una breve mención de las circunstancias externas de su infancia y juventud. No es el crecimiento, la maduración de un individuo lo que ha de describirse, sino su acción después de la cumplida socialización. Neumann es del criterio según el cual, las memorias comienzan y terminan con el ejercicio de un rol social, la autobiografía termina con dicho ejercicio y hasta puede comenzar al final de la vida, tras la liberación del individuo de su rol social36. Por tanto, la exposición de la vida familiar y privada, no es obligatoria ni esencial en las memorias. Aunque pueden tener presencia

35. Ibíd., p. 108. 36. Ibíd., p. 109.


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a menos que vayan encaminadas a sustentar, justificar o potenciar un rol social. Suele ocurrir que la información sobre estos tópicos, en las memorias es marginal, pues no es el objeto de las mismas. No obstante, el lector (formado y atento) de las memorias (sin ser determinista) a partir de ciertos rasgos de la vida familiar y privada del sujeto puede intuir conductas, sustentos ideológicos, formas de tomar decisiones e intereses defendidos por aquél. La autobiografía se dispone según el proceso evolutivo, la maduración o un acontecimiento especial a lo largo de la vida. Las memorias se disponen según acontecimientos públicos, casi siempre históricos. La autobiografía describe y reactualiza el crecimiento individual, las memorias describen decursos históricos. Es probable, en consecuencia, que a historiadores y politólogos las memorias les resulten de mayor utilidad como fuente de información en el marco de sus investigaciones y, en tanto fuente, debe, con mayor razón, ser objeto de crítica interna y externa. En materia de diferenciación entre ambos géneros, Vicente Pérez Silva concuerda con Bernd Neumann, en que las memorias describen los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social, mientras la autobiografía narra la vida de un hombre no socializado, la historia de su devenir, su formación y crecimiento en la sociedad. Las memorias comienzan, en la mayoría de los casos, con el logro de la identidad o, lo que es lo mismo, con la aceptación de un rol definido, en tanto la autobiografía termina con la adolescencia o el principio de la madurez37. Pérez Silva va más allá y precisa que “En las memorias el autor queda tan indeleblemente sellado por el carácter de la vida pública que con frecuencia no se advierte ninguna fisura entre la peculiaridad psíquica del individuo y su trabajo. Grosso modo, las memorias se distinguen por el uso de pruebas documentales —citas de diarios, correspondencia, actas de gobierno, periódicos, obras del autor,

37. PÉREZ SILVA, Vicente. La autobiografía en Colombia. Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia, 1996. p. IX.


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entre otras—; la autobiografía, en cambio, se caracteriza porque da margen al recuerdo y a la fantasía. Donde más se advierte esta oposición es, sin duda, en la forma de narrar. En la autobiografía el privilegio recae sobre la fantasía; en la memoria, en cambio, sobre lo documentable”38. Como queda indicado, un rasgo determinante que indica diferencias sustantivas entre ambos géneros, es la narración. Philippe Lejeune sobre el particular considera que “Escribir y publicar el relato de la propia vida ha sido durante mucho tiempo, y sigue siendo, en amplia medida, un privilegio reservado a los miembros de las clases dominantes. El “silencio” de los demás parece completamente natural: la autobiografía no forma parte de la cultura de los pobres. Sin embargo, desde hace unos diez años una nueva técnica, la de los relatos de vida recogidos en un magnetófono y publicados en forma de libros, está dando a conocer al público la voz de campesinos, artesanos y obreros”39. Lo ocurrido puede llegar a tener interpretaciones distintas a través del tiempo, dando lugar a otros relatos, en relación con los particulares contextos de actualidad. Ello nos habla de que la memoria en cuanto actividad productiva narrativa no sólo está sometida al tiempo, por tanto poseedora de un carácter cambiante, sino que contiene, al mismo tiempo, necesariamente, ficción40. También están sometidas las memorias al espacio y, naturalmente, no están exentas de ficción o subjetividad como bien lo precisa Olga Grau. Así pues, el tiempo es una variable de obligada referencia en las memorias. Se ha señalado, en ese sentido, que el tiempo es una construcción individual y colectiva, es decir, el tiempo no es algo homogéneo o igual para todos y todas las épocas. El tiempo le fija límites a las memorias. Las memorias encarnan una noción y

38. PÉREZ SILVA. Op. Cit., p. IX. 39. LEJEUNE, Philippe. El pacto autobiográfico y otros escritos. Madrid: Megazul-Endymion, 1994. p. 313. 40. GRAU, Olga. Lenguajes de la memoria. En: Volver a la memoria. Raquel Olea. Olga Grau (compiladoras). Santiago: Lom, 2001. p. 39.


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un uso del tiempo. El sujeto de las memorias es poseedor de una peculiarísima idea y práctica del tiempo y, a partir de ella, organiza tanto su vida real como la vida narrada en las memorias que, dicho sea de paso, no siempre coincide con la primera. Suele ocurrir que la realidad desborda la imaginación. En esa misma dirección, el tiempo determina parte de los énfasis de las memorias. El tiempo político, tal es el caso, incide notablemente en que en las memorias se encuentren reiteradas alusiones a episodios propios del Estado benefactor, del Estado neoliberal, de dictaduras, de transformaciones democráticas, procesos revolucionarios o de guerras, entre otros, según corresponda en cada coyuntura la siempre cambiante geopolítica de los países. Así mismo, las memorias registran lapsos de larga, media y corta duración en los que el sujeto determina en última instancia sus cadencias, flujos y reflujos. En los mencionados ciclos ocurren intersecciones con el tiempo externo al sujeto de las memorias, es decir, hay lugar a dos variables del tiempo: una bajo el control del sujeto y otra externa a él que puede influenciar pero no controlar íntegramente. En la primera, él determina las unidades de medición del tiempo mientras que en la segunda lo hacen otros actores y subsume a la primera, desde luego, en espacios concretos. En verdad, las memorias no tienen lugar en lo sideral sino en espacios físicos concretos. Al promediar la segunda década del siglo XXI, salvo pequeños espacios no han sido degradados por la abrasiva mano del hombre. La mayor parte de la tierra (hogar del hombre), corresponde a espacios social y políticamente construidos y las memorias están sometidas a esos particularísimos y concretos espacios. Por eso, así como en la referida coyuntura no se advierten intelectuales o pensadores de alcance universal, de análoga manera son inexistentes sujetos que inspiren memorias de similar dimensión. Las complejas relaciones por establecer entre la multiplicidad de espacios quedan supeditadas a la capacidad de asociación del sujeto de las memorias, así como a su horizonte dialéctico para mostrar su rol social desde la concatenación universal de los fenómenos. En tal


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sentido, las memorias no deben ser objeto de reducción a lo local, como tampoco la expresión de cómodas generalizaciones. Ambos extremos reflejan, entre otras cosas, la autoestima del sujeto de las memorias, lo cual linda con la ficción y la subjetividad. También están sometidas las memorias a la ficción y la subjetividad, naturalmente en menor proporción que la biografía y la autobiografía. La ficción y la subjetividad son rasgos consustanciales a la condición humana y, en virtud de ello, es absurdo buscar memorias sin presencia de alguno de esos dos rasgos, y más bien se trata de superar la visión despectiva frente a ambas realidades. Es el lector de las memorias quien dirime lo ficticio y lo subjetivo, especialmente a partir de la comparación de fuentes con respecto a las utilizadas por el autor de las memorias. El anterior conflicto es evidente en las memorias, tanto de dictadores como de las víctimas de aquellos. Es común encontrar en las memorias de los primeros esfuerzos por negar el talante dictatorial de sus regímenes y más bien mostrarse como víctimas de conjuras y salvadores de sus conciudadanos ante supuestos cataclismos. Sus memorias, no siempre escritas por ellos mismos, contienen reiteradas ficciones y subjetividades no solo por los temas de que se ocupan predominantemente, sino también por la ficción y la subjetividad del lector, sea este afecto o detractor del autor de las memorias, como se puede evidenciar en el capítulo cuatro de esta obra. Las memorias de las víctimas por su parte, mayoritariamente tienen lugar después de haber soportado persecuciones, exilios, encarcelamientos, vejámenes y apremios, y en ambientes políticos en los cuales se han restablecido gobiernos civiles. Las memorias en estos casos son testimonios y denuncias de las múltiples situaciones traumáticas a las cuales fueron sometidos. En lo colectivo procuran las memorias de las víctimas resarcir los daños causados, llevar ante los tribunales de justicia nacionales e internacionales a los perpetradores de las dictaduras. De igual modo son ejercicios que les permiten a sus protagonistas, una vez a salvo, evaluar las experiencias, comparar episodios,


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develar secretos, recuperar la salud física y mental; reconstruir las estructuras familiares rotas, desarticuladas o cercenadas; retomar con renovados bríos e ímpetu los proyectos políticos, las causas sociales y reencontrarse en público y en la legalidad con sus prosélitos. En lo personal, las memorias de las víctimas actúan como una terapia para superar lo que desde sus racionalidades asocian con la barbarie. Sobre este tipo de memorias se ocupa el capítulo cinco de esta obra. Con acierto Elizabeth Lira considera que “La memoria de las víctimas es, por tanto, en muchos casos una memoria traumática, es decir, el sufrimiento y el miedo permanecen vívidamente presentes sin que el transcurso del tiempo altere ese recuerdo, pero al mismo tiempo sin que ese recuerdo pueda ser integrado en el conjunto de la vida y de las relaciones sociales”41. Lo traumático genera huellas indelebles que las víctimas plasman en sus memorias. Sus vidas y sus memorias tienen una fuerte conexión con los alcances y los límites de las transiciones políticas, dado que, en la mayoría de los casos, la impunidad es un factor que lacera su existencia. Lira es del criterio según el cual, la batalla por la memoria, en algunos grupos de víctimas y de derechos humanos, aparece inicialmente como una resistencia a la impunidad. También como una resistencia a la imposición social de “otra memoria política”, la de los vencedores, que legitimaría los actos cometidos, así fuesen las peores atrocidades, justificándolas por el hecho de haber defendido a “la patria” y la institucionalidad amenazada por quienes fueron definidos ideológicamente como enemigos42 o aliados de potencias extranjeras. En realidad, la impunidad obstruye la culminación exitosa tanto de las transiciones a la democracia en los países que han experimentado dictaduras militares, como de los acuerdos de paz en los

41. LIRA, Elizabeth. Memoria y olvido. En: Volver a la memoria. Raquel Olea. Olga Grau (compiladoras), Santiago: Lom, 2001. p. 46. 42. Ibíd., p. 48.


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países que han atravesado por largas, sordas y degradadas guerras civiles. En ambos caos, la historia política, especialmente de América Latina, muestra que la impunidad ha sido el común denominador frente a los crímenes cometidos tanto por las dictaduras, como por las víctimas u oposición. Así, las memorias de las víctimas son una forma constante de refregar la herida que ha sanado en falso. Es preciso reiterar, afirma Lira, que la memoria o mejor dicho “las memorias” son una construcción combinada de recuerdos y emociones que definen el significado de la experiencia para cada persona y que se asocian a situaciones ocurridas en la realidad que se registran y deforman de acuerdo a ese significado, conservando fielmente la emoción originaria43. En esas condiciones, este tipo de memorias se constituyen en valiosas fuentes de información para conocer otras versiones del talante de las dictaduras. Para la misma autora, En términos colectivos las memorias compartidas permiten la construcción de un relato acerca del sentido de lo sucedido. Es así como una sociedad tendrá memorias variadas e incluso contradictorias sobre experiencias que pueden ser asociadas a “hechos efectivamente sucedidos”. Un sector de la sociedad hace una demanda por conservar y recuperar “la memoria de la represión política” intentando rescatar la experiencia personal y a la vez el carácter social y político del dolor y del miedo padecido. Otros argumentarán, que es preciso recuperar la memoria de los proyectos y de los sueños. O de las solidaridades y formas de resistencia cultural y social ante la imposición de visiones, experiencias y miedos44.

De lo anterior se deduce que, incluso en un mismo tipo de memorias, existen diferencias. Ello, aparte de ser normal, pone en escena las subjetividades individuales y colectivas, así como las disímiles percepciones ideológicas desde las cuales piensan y actúan las víctimas, máxime cuando provienen de matrices ideológicas de izquierda a las que, se supone, les es consustancial un pensamiento crítico. No son

43. Ibíd., p. 48. 44. Ibíd., p. 49.


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pues homogéneas las memorias originadas en individuos o grupos aun siendo militantes de similares o cercanas banderías políticas. En este orden de ideas, Verónica Matus puntualiza que “La memoria es siempre presente, es la vida en evolución permanente, abierta al recuerdo y al olvido, inconsciente de sus deformaciones, susceptible de pasar por periodos de latencia y de ser revitalizada súbitamente”45. La memoria es la sustancia que amarra y cohesiona la vida, permite analizar el pasado, comprender el presente y pensar el futuro. En modo alguno se trata de álbumes apolillados apilados en los rincones como culto a un pasado muerto. La memoria tiene sentido aquí como una estrategia política que le permite a sus autores catapultar su existencia. Según Matus, …la memoria radica en un sujeto que habla desde un presente, tanto desde un plano personal como desde uno colectivo, desde un yo y desde un nosotros que marca un antes y un después. La memoria da cuenta de la percepción de un sujeto, de su versión de los hechos y no pretende la verdad, ni el reconocimiento de todos. Es inevitable que al volver sobre la memoria, los acontecimientos vividos, algo se mueva, salga a flote, vuelva a aparecer, inquiete, movilice…Resurge la subjetividad latente, y aparecen otras dimensiones que dan sentido a lo vivido: amores, odios, lealtades o traiciones. La memoria no se adscribe a un solo espacio, transita entre la intimidad, lo privado y alcanza lo público46.

Las categóricas y concluyentes afirmaciones de Matus permiten realzar el género de las memorias como una construcción vital desde la cual, una y otra vez es posible visitar el pasado que, aunque ya es inmodificable y no tiene reversa a la usanza de la flecha lanzada o la palabra dicha, es una inagotable cantera de experiencias y conocimientos, tanto para sus autores como para sus congéneres. La memorias son vida, no muerte, a pesar de que en algunos pasajes

45. MATUS, Verónica. En memoria de los movimientos. En: Volver a la memoria. Raquel Olea. Olga Grau (compiladoras), Santiago: Lom, 2001. p. 69. 46. Ibíd., p. 70.


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aluda a ella. Si bien las memorias no son para la predestinación, conviene su conocimiento para actuar a conciencia y razonablemente informados frente al futuro. Concordante con ello, se considera que para la memoria, la narración es el acto fundamental, pues tiene la función social de comunicar una información, una experiencia, a través de otros. Así el relato se tiñe de la subjetividad del narrador. La oralidad recupera los sentidos y redimensiona los acontecimientos, los deforma y transforma en épicos y clasifica el tiempo según quien hace el relato47. Por los rasgos antes descritos, las memorias son un importante recurso para la formación de la ciudadanía, especialmente en los países de América Latina donde se requieren pueblos laicos, civilistas y mayores de edad. Es claro que las crisis estructurales por las cuales atraviesan esos mismos países se originan en el fundamentalismo, el militarismo y su minoría de edad en términos kantianos; así como en un olímpico desconocimiento de las memorias y en una evidente inobservancia de la experiencia. Por ello, en el siguiente capítulo abordamos la estrecha relación existente entre las memorias y la experiencia.

47. Ibíd., p. 70.


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2. Las memorias y la experiencia

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l objeto de este segundo capítulo es mostrar la biunívoca relación existente entre las memorias y la experiencia. Distintos autores le atribuyen a la experiencia ser una condición para el conocimiento, y a su vez ambos fenómenos, ser determinantes en la cimentación de las memorias. “Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”. Aristóteles.

Las memorias, como se ha indicado, tienen distintos sentidos. Están, indisolublemente, unidas al portador de un papel social. Cuando su autor por edad u otra razón, tiene que dejar una función decisiva que lo define socialmente, da fin junto con su carrera como portador de un rol a sus memorias. Como sujeto de las memorias existe él solo en la medida en que como portador de su papel social es parte integrada de la sociedad1, lo cual supone, de suyo, la concreción de la experiencia. Las memorias son la manifestación de la experiencia. Ese rol o papel social del individuo, no es más que la denominada experiencia. Las memorias son, en consecuencia, el registro de la experiencia, al margen de que haya sido placentera, negativa o trágica. La experiencia está indisolublemente ligada a la práctica de la vida cotidiana y, en ese sentido, es fuente de aprendizaje y conocimiento. La experiencia, como ariete del saber crea hábitos

1. BERND. Op. Cit., p.15.


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y éstos recrean la experiencia privada y colectiva. Por la evidente relación existente entre experiencia y memorias, la primera es abordada en esta obra a partir de los autores José Ferrater Mora y Hans-Georg Gadamer. Así pues, se ha considerado que el término “experiencia” se usa en varios sentidos, tiene diversas acepciones y, a través del tiempo, los alcances de su definición han cambiado. En consecuencia, la experiencia puede ser asociada con lo que es vivencia, trayectoria y pasado. La memoria no solo es materialidad, también se allana a otras esferas del acontecer humano como el pensamiento. La experiencia es el súmmum de la conjunción entre materia y espíritu. Sobre el fenómeno de la experiencia, José Ferrater Mora se refiere, de manera puntual, a: 1. La aprehensión por un sujeto de una realidad, una forma de ser, un modo de hacer, una manera de vivir2. La experiencia es entonces un modo de conocer algo inmediatamente antes de todo juicio formulado sobre lo aprehendido. La experiencia desde este punto de vista, está relacionada con el conocimiento, la manera como se conoce y la identidad del que conoce y del conocimiento mismo. También se relaciona la experiencia, a 2. La aprehensión sensible de la realidad externa3. Se dice pues, que tal realidad se da por medio de la experiencia, también por lo común antes de toda reflexión. En este caso la experiencia alude al conjunto de prácticas mediante las cuales un sujeto aprehende lo sensible, lo fáctico. La experiencia así mismo es definida como 3. La enseñanza adquirida con la práctica4. Se habla por tanto, de la experiencia adquirida en un oficio y en general, de la expe-

2. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. K-P. Tomo III. Barcelona: Ariel, 1999. p. 1165. 3. Ibíd., p. 1167. 4. Ibíd., p. 1167.


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riencia de la vida. La experiencia en este apartado, aparece muy cercana a la enseñanza, la práctica y la vida. Luego entonces, podría señalarse, siguiendo esos planteamientos básicos, que la experiencia es la práctica mediante la cual conocemos para vivir. El conocimiento desde esta perspectiva, está ligado a la manipulación de las cosas para ponerlas en funcionamiento de acuerdo a propósitos concretos. Así mismo la experiencia, podría ser 4. La confirmación de juicios sobre la realidad por medio de una verificación, por lo usual sensible, de esta realidad5. La experiencia como mediadora del conocimiento, desde esta definición, deja abierta la posibilidad de relacionar la teoría con la práctica. La teoría serían los juicios, y la confirmación es la práctica. Se parte de un juicio, de una idea y se quiere medir su validez. La teoría confirmaría o desconformaría lo sensible. En este corolario de definiciones, experiencia es definida como 5. El hecho de soportar o “sufrir” algo, como cuando se dice que se experimenta dolor o alegría6. La experiencia es pasar por algo, pasar es estar en algo, ese algo puede ser una sensación y de esa sensación se produce un conocimiento. No es casual entonces, que se diga con frecuencia, que por experiencia una situación dada es dolorosa o desagradable, alguien aprendió la lección y no volvió a comportarse de la manera que propició esa sensación. Así pues, la experiencia hace al hombre en todas sus dimensiones o, por lo menos, en sus dos campos básicos: la materia y el espíritu, aclarando que lo espiritual no es únicamente lo religioso. Visto así el fenómeno, las memorias están atrapadas en todos los circuitos de la experiencia. La experiencia forma y cultiva las memorias, pero

5. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. Tomo II. E-J. Barcelona: Ariel, 1999. p. 915. 6. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. K-P. Tomo III. Barcelona: Ariel, 1999. p. 1169.


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también las corrige, cimenta y consolida como parte de la tradición del individuo, tradición que a su vez las crea nuevas experiencias y por ende, memorias. Se trata de una especie de retrocausación circular acumulativa. En este intento de revisar las distintas acepciones del vocablo experiencia, se afirma que para Aristóteles (384 a.C-322 a.C), “la experiencia es algo que poseen todos los seres vivientes. La experiencia es necesaria pero no suficiente, a ella se sobreponen el arte y el razonamiento. La experiencia surge de la multiplicidad numérica de recuerdos; la persistencia de las mismas impresiones es el tejido de la experiencia a base del cual se forma la noción, esto es, lo universal”7. La experiencia es, pues, para Aristóteles, la aprehensión de lo singular. Sin esta aprehensión previa no habría posibilidad de ciencia. Además, sólo la experiencia puede proporcionar los principios pertenecientes a cada ciencia. De esa misma definición aristotélica sobre la experiencia, se desprende la aseveración de que ésta, es necesaria pero no suficiente y que a ella se sobreponen el arte y el razonamiento. No se desecha la experiencia como forma de conocer, pero no se considera la única forma, también se le fija una condición de subordinación, respecto a otras esferas de la praxis humana como el arte y el razonamiento. Se afirma que la experiencia es necesaria y esencial para garantizar la pervivencia de la especie humana la cual ha sido posible a partir de las memorias transmitidas de generación en generación. Es necesaria la experiencia para la vida, la cual podría desde ese punto de vista definirse como un conjunto de experiencias. Pero la experiencia es necesaria no solo como actividad primaria, sino también como una manera de probar nuevas acciones que pueden ser erráticas o acertadas, pero que de todas maneras reportan un aprendizaje. La experiencia juega un papel importante en el conocimiento, como ha sido indicado. No obstante, es preciso señalar

7. Ibíd., p. 1171.


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que no todos los seres humanos experimentan del mismo modo, existen diferencias de tiempo, modo y lugar y ello es esencial en la configuración de las memorias. Por eso desde el punto de vista de Aristóteles, se considera que la experiencia emana de la multiplicidad de recuerdos. Aquí podría señalarse que a mayor edad, mayor experiencia y a mayor experiencia, mayor conocimiento, en virtud a que hay más recuerdos acumulados. En una persona joven, que tiene pocos recuerdos acumulados, entonces se trataría de alguien de poca o corta experiencia, aunque ello es evidentemente relativo. Dependiendo de los contextos en los cuales tiene lugar la vida de las personas, es claro que algunos individuos jóvenes tienen más experiencia que algunos viejos y, en consecuencia, más memorias para narrar. Así, estamos frente a vidas de vértigo y vidas planas. Fenómenos de los contextos locales y universales, públicos y privados e individuales y colectivos perfilan y condicionan el destino de los individuos. En consecuencia, es comprensible encontrar cortas y complejas vidas llenas de experiencias y memorias (vidas de vértigo), así como largas y elementales vidas con escasas o nulas experiencias y memorias por narrar (vidas planas). La comprensión del tiempo y el uso que del mismo se haga, son determinantes en ambos casos, en lo que tiene que ver con las vivencias y los recuerdos. El cúmulo de estos recuerdos y vivencias, a manera de efectos residuales, fundarían las bases sobre las cuales se erige la noción. Sin la experiencia no sería posible el conocimiento, la experiencia es su condición previa. El individuo de poca experiencia, produciría un conocimiento directamente proporcional a la cantidad de aquella, pues la experiencia contribuye a finiquitar los elementos básicos del saber. Queda claro, entonces, que una larga existencia no es sinónimo de una extensa memoria y viceversa. Posteriormente, en la Edad Media, al concepto de experiencia se le introdujeron nuevos componentes, como los que se relacionan a continuación:


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1. La experiencia como amplio y extenso conocimiento de casos, que da lugar a ciertas reglas y a algunos conocimientos generales8. Aquí vemos cómo, a la experiencia se le consideró una cantera del conocimiento, en el sentido de postular la idea de que la experiencia como acumulación del conocimiento de casos, podía dar lugar a reglas, leyes y conocimientos generales. Es evidente que esta definición, de carácter cuantitativa, reivindica la experiencia como conocimiento, entre más vida más experiencia y entre más experiencia, más conocimiento y memoria. También en la Edad Media 2. La experiencia fue considerada como aprehensión inmediata de procesos “internos”9, lo cual significa que los procesos mentales, en los cuales tiene ocurrencia el conocimiento, también son partícipes de la configuración de la experiencia y, por ende, de las memorias. En la época moderna, por su parte, Francis Bacón (1561-1626), clasificó la experiencia de dos maneras: 1. La experiencia como aprehensión de cosas singulares10. Este tipo de aprehensión alude indudablemente a las cosas singulares del diario vivir. Se aprende a vivir por ejemplo en una ciudad, cuando el interesado aprehende las normas básicas de la convivencia ciudadana, que son cosas singulares de aquella ciudad, las internaliza, pone en práctica y esa experiencia es la que le permite desenvolverse regularmente en este caso específico. Estas cosas singulares pueden ser objeto de comparaciones en el marco de las memorias. Una segunda clasificación de la experiencia, según Bacón, es la que la identifica 2. Como iluminación interior11. La iluminación interior hace referencia a los procesos mentales del individuo que, desde

8. 9. 10. 11.

Ibíd., p. 1173. Ibíd., p. 1175. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. Tomo II. E-J. Barcelona: Ariel, 1999. p. 989. Ibíd., p. 991.


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el conocimiento, aborda fenómenos, abordaje que le reporta nuevas experiencias y las utiliza como un depósito de vivencias espirituales. Las experiencias espirituales tienen, desde nuestro punto de vista, similar importancia a las materiales, como fenómenos que comprometen las memorias. Las memorias son ejercicios espirituales por medio de los cuales son recreadas las experiencias. Un pensador como Gottfried Leibniz (1646-1716), considera que “la experiencia da sólo proposiciones contingentes; las verdades eternas solamente pueden adquirirse por medio de la razón”12. Aquí hay una especie de separación entre lo que es el conocimiento temporal y el conocimiento permanente. Nótese que la experiencia no es desterrada de la esfera del conocimiento. Según este autor, la experiencia reporta un conocimiento contingente y ¿acaso este tipo de conocimiento no sirve?, desde luego que sí, pretende demostrar que la experiencia no suple toda la dimensión del conocimiento y que éste es falible y que por el contrario, es la razón la que permite un conocimiento permanente. El sujeto que conoce cambia más rápidamente de experiencias y de vivencias, que de forma de pensar, así mismo es la duración del conocimiento y las memorias. Por su parte para Immanuel Kant (1724-1804) y los empiristas, la experiencia constituye el punto de partida del conocimiento13. De alguna manera coinciden con una de las precedentes definiciones de experiencia, en el sentido de considerarla como acumulación de vivencias que permiten formar la noción. En este caso particular, de considerar a la experiencia como el punto de partida del conocimiento, se deja entrever la idea de que el conocimiento no sería más que la teorización y organización conceptual de lo que ocurre en la práctica, en las relaciones materiales que tienen lugar en espacios concretos por parte de los hombres. El conocimiento no se da al margen de las condiciones concretas en que se desenvuelven las sociedades, por el contrario, se debe a 12. Ibíd., p. 993. 13. Ibíd., p. 995.


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éstas y esas condiciones concretas, marcan la pauta de la experiencia y, obviamente, de las memorias. La experiencia en sí, según este postulado de Kant y los empiristas, es el conocimiento en una fase de su formulación. Esta fase es esencial para el resto del conocimiento, al margen de valorar los límites de la experiencia y el conocimiento. Kant y los empiristas coinciden con Aristóteles, al considerar la experiencia como etapa del conocimiento, cuestión determinante en las memorias. ¿Si no hay experiencia, significa que no hay un punto de partida para el conocimiento, según se desprende de la afirmación de Kant y los empiristas? Probablemente, pues si no hay experiencia aun siendo elemental, que sirva de punto de partida para el conocimiento, éste no será posible. Obsérvese la experiencia del ser humano recién nacido, siendo inducido por la madre para que aprenda ciertas habilidades, a los pocos días ese neonato ha acumulado experiencia y a partir de ella, desarrolla otras y sobre todas ellas, construye nuevos conocimientos cada día más complejos ligados a las memorias. A propósito de Kant, creemos que la “mayoría de edad” y la “emancipación” (dos de sus pensamientos clásicos) son requisitos sine qua non tanto para la experiencia como para las memorias. Las memorias y su respectiva exposición son propias de seres humanos que, habiendo sido menores de edad y necesitado de tutores en sus iniciales etapas de la vida, tomaron la decisión de ejercer la mayoría de edad, emanciparse, zafarse de sus tutores y valerse por sí mismos. Este acto soberano de liberación facilita, en sumo grado, no solo el cultivo de las memorias, sino su sistematización y publicación, como una forma de ejercer la soberanía y el poder que, en sus respectivas proporciones corresponde a cada quien. Desde otro punto de vista, según Gadamer, para Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) la experiencia es un movimiento dialéctico que conduce la conciencia hacia sí misma, explicitándose como objeto propio. La experiencia tiene la estructura de una inversión de la conciencia. La verdadera esencia de la experiencia es esta inversión, el sentido dialéctico de la experiencia es recrearse, volver sobre sí misma, auto examinarse, la experiencia vista así,


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como un movimiento dialéctico es sujeto y objeto a la vez, del conocimiento14. También la memoria se recrea. De igual modo le atribuye a Hegel, considerar que la consumación de la experiencia es la “ciencia”, la corteza de sí mismo en el saber. El patrón bajo el que piensa la experiencia es, por tanto, el del saberse. Por eso la dialéctica de la experiencia tiene que acabar en la superación de toda experiencia que se alcanza en el saber absoluto, esto es, en la consumada identidad de conciencia y objeto. La experiencia entendida así, no se queda en la esfera de lo práctico, ni se escinde como una fase del conocimiento en un antes y un después, la experiencia, por su misma dinámica dialéctica, vuelve sus ojos sobre sí misma en la dimensión de un conocimiento propio como del objeto15. Volviendo a Ferrater Mora, éste autor señala que la experiencia en el siglo XIX, fue objeto de una clasificación, en los siguientes términos16: La experiencia como sentimiento inmediato; la experiencia como aprehensión sensible de los datos naturales; la experiencia como aprehensión directa de datos inmediatos; y la experiencia como general “experiencia de vida”. Por su parte en el siglo XX, la experiencia se clasificó en sensible, natural, científica, religiosa, artística, fenomenológica y metafísica. El mismo Ferrater Mora afirma que para John Dewey (1859-1952), los contrastes más destacados entre la descripción ortodoxa de la noción de experiencia y la que corresponde a las situaciones actuales son los siguientes: 1. En la concepción ortodoxa, la experiencia es considerada meramente como un asunto de conocimiento, en tanto que ahora aparece como una relación entre el ser vivo y su contexto físico y social. Experiencia y conocimiento era casi como sinónimos.

14. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca: Sígueme, 1984. p. 430. 15. Ibíd., p. 431. 16. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía. Tomo II. E-J. Barcelona: Ariel, 1999. p. 1179.


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2. En la acepción tradicional experiencia es, cuando menos de un modo primario, una cosa física, empapada de subjetividad, en tanto que la experiencia designa ahora un mundo auténticamente objetivo del que forman parte las acciones y sufrimientos de los hombres y que experimenta modificaciones por virtud de su reacción. 3. En la acepción tradicional sólo el pasado cuenta, de modo que la esencia de la experiencia es, en última instancia, la referencia a lo precedente, y el empirismo es concebido como vinculación a lo que ha sido dado o es dado, en tanto que la experiencia en su forma vital es experimental y representa un esfuerzo para cambiar lo dado, una proyección hacia lo desconocido, un marchar hacia el futuro. 4. La tradición empírica está sometida al particularismo, en tanto que la actual acepción de la experiencia tiene en cuenta las conexiones y continuidades. 5. En la acepción tradicional existe una antítesis entre experiencia y pensamiento, al revés de lo que ocurre en la nueva noción de experiencia17. Como se puede observar, Dewey arroja importantes elementos sobre la “actualización” del fenómeno de la experiencia. El contexto social, económico, político y cultural en el que tiene lugar la experiencia y que marca los horizontes de las memorias; la reivindicación de la subjetividad; el hecho de que la experiencia no es un asunto exclusivo del pasado, sino que, por el contrario, compromete el presente y el futuro; las conexiones y continuidades de la experiencia con otras esferas de la vida es reconocer su esencia dialéctica y, de igual modo, la relación entre el pensamiento y la experiencia son algunos de los aportes de dicho autor al estudio de la experiencia en concordancia con las memorias.

17. Ibíd., p. 1181.


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Hecho este somero examen de las principales acepciones que ha tenido el concepto de experiencia, conviene ahora intentar una aproximación a la misma desde la perspectiva hermenéutica, por su innegable importancia en el conocimiento de las memorias, las cuales, como queda dicho, son el producto de la experiencia, están circunscritas a contextos espaciales y temporales, se combina en ellas la objetividad y la subjetividad, se aviene al tiempo presente y futuro, se reconocen sus imbricaciones con otras expresiones de la cultura y del pensamiento y, además, son fenómenos en constante revisión intelectual. Gadamer, parte aseverando que “Una experiencia sólo es válida en la medida en que se confirma; en ese sentido su dignidad reposa por principio en su reproducibilidad. Pero esto significa que por su propia esencia la experiencia cancela en sí misma su propia historia y la deja desconectada”18. Este es el sentido dialéctico que de la experiencia señaló Hegel. Aquí Gadamer le atribuye a la experiencia la cualidad de confirmarse a sí misma, re-producirse, re-conocerse y cuando la experiencia logra esto, indica que la experiencia, como forma de conocer, valida o invalida el conocimiento que ella misma prohíja. Desde esta misma perspectiva, Gadamer incorpora el lenguaje en el centro de la experiencia. Considera que la guía y además es la condición para la misma19. ¿Cómo puede una experiencia conducir a otra?, evidentemente a través del lenguaje, no hay saltos entre las experiencias, vacíos, ni cortes abruptos, hay puentes tendidos entre una y otra experiencia, existen continuidades, esos puentes y esas continuidades son justamente el lenguaje. O dicho de otra manera, sobre el lenguaje descansa todo el edificio de la experiencia. La experiencia es lenguaje. La experiencia contribuye al conocimiento y la experiencia es conocida, por medio del lenguaje tal como ocurre con las memorias.

18. GADAMER. Op. Cit., p. 421. 19. Ibíd., p. 425.


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Es necesario aclarar que toda experiencia tiene algún grado de validez, en cuanto no sea removida o refutada por una nueva. La experiencia en su dinámica pone a prueba lo ya experimentado, y lo experimentado tiene vigencia indeterminada. La determinación de vigencia la lleva a cabo la misma experiencia que se revisa a sí misma. A las experiencias que perduran, las nuevas las consolidan o mejoran y, en tal circunstancia, hay experiencias marginales o efímeras. Las experiencias que se conocen, hacen parte de una tradición a la que los sujetos dedicados o no a la producción del conocimiento deben recurrir. En esas condiciones se infiere la permanente mutabilidad de la experiencia y por ende de las memorias. La experiencia aunque sea de larga duración o clásica, no se exime de las influencias de otras. La experiencia es distinta en cada circunstancia, y son siempre objeto de curiosidad de las personas interesadas. ¿Qué es una casual conversación entre personas sino un intercambio de experiencias?, eventos de esta naturaleza, se constituyen en el escenario donde se ponen en juego las más novedosas experiencias, desde luego unas más complejas y profundas que otras. Los concurrentes a estos eventos actualizan las distintas experiencias y las incorporan a su haber intelectual y al torrente de las memorias, tanto individuales como colectivas. Evidentemente lo anterior no significa que conocer las experiencias, sea el conocimiento mismo, puede contribuir a ello, pero no es igual, dota de herramientas al individuo, pero no garantiza que éste produzca algo nuevo. Sobre ese particular, Gadamer fue claro cuando señaló que “La experiencia no es la ciencia misma, pero es su supuesto necesario. A su vez tiene que estar ya asegurada, esto es, las observaciones individuales deben mostrar regularmente los mismos resultados. Sólo cuando se ha alcanzado ya la generalidad de la que se trata en la experiencia puede plantearse la pregunta por la razón y en consecuencia el planteamiento que conduce a la ciencia”20, no se puede prescindir de la experiencia, respecto al conocimiento y a las memorias.

20. Ibíd., p. 426.


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La experiencia es un asunto de carácter individual. Distinto es que en las coincidencias de intereses cotidianos o intelectuales, quienes cultivan un área del saber, socialicen sus experiencias individuales que, siendo rechazadas o aceptadas, pasan a ser parte de amplio dominio y de nuevo corresponde a cada quien cuestionar desde su punto de vista y con fundamento en sus particulares vivencias, la pertinencia de la experiencia socializada. Por ello, Gadamer es del criterio que toda experiencia debe suponer una apertura hacia otra experiencia, “…la apertura básica de la experiencia hacia cualquier nueva experiencia;…no sólo se refiere a la idea general de la corrección de los errores, sino que la experiencia está esencialmente referida a su continuada confirmación, y cuando ésta falla ella se convierte necesariamente en otra distinta”21. Tal apertura no sólo es pertinente en esta ocasión, también lo es en el caso de las memorias, en el sentido de la constante revisión de las mismas, su continuidad y recíprocas relaciones. La experiencia puede provenir por dos vías: las experiencias que nos llegan de los demás y que aceptamos provisionalmente mientras son puestas a prueba, y las experiencias que uno “hace” y “...la experiencia que uno hace transforma el conjunto del saber. No es posible hacer dos veces la misma experiencia”22. Las experiencias que nos llegan de los demás, pueden tener su correlato en las que hacemos, pero las experiencias que hacemos tienen como destino a los demás y a su vez generan su propio correlato, cambian su fisonomía. Nada más apropiado que este circuito de la experiencia y su yuxtaposición con las memorias. Tanto las experiencias que nos llegan como las que hacemos, son irrepetibles, por más que se obstine en repetirse bajo similares formas y procedimientos. El carácter de irrepetible está dado, en razón de la revisión inmanente y perpetua que la experiencia hace de sí misma.

21. Ibíd., p. 427. 22. Ibíd., p. 429.


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Pueden tener algunos rasgos que las hacen aparentemente similares, pero en estricto sentido toda experiencia es distinta de la precedente y posterior. También son irrepetibles las memorias, es cierto lo falible al momento de recordar, intentar plasmar una y otra vez las mismas memorias, evidencian diferencias sustanciales. Gadamer afirma que “El que experimenta se hace consciente de su experiencia, se ha vuelto un experto; ha ganado un nuevo horizonte dentro del cual algo puede convertirse para él en experiencia”23. Siendo así, el ser consciente de una experiencia es igual a atribuirle dones especiales a la misma, uno de esos dones es convertir al que experimenta en experto y éste título (de experto) se ha obtenido al lograr nuevos horizontes. Es igual a decir que el que investiga, es investigador, el que estudia historia, es historiador. Se es investigador cuando se practica la investigación, se es historiador cuando se practica la historia. Las memorias también son una práctica, memorialista es aquel que cultiva y tiene experiencias con la memoria. Ser experto tiene otras connotaciones. En el mundo de la cotidianidad se le reconocen como experto a quien conoce, domina y sabe hacer algo con particular maestría o experticia superior a los demás. No todo mundo es experto en algo, como no todo mundo es experto en las memorias. En este caso concreto (las memorias) estamos frente a una circunstancia bicéfala: por un lado el experto en memorias en tanto capaz de reconstruir, total o parcialmente su existencia, en lo que hace gala de su formación en, para y desde la memoria. En segunda instancia, el experto, estudioso o conocedor de memorias. En cualquiera de los dos casos, la experticia no es el resultado del azar o de la prestidigitación, sino el provisional punto de llegada de un trabajo de formación y disciplina a favor del género de las memorias. Seguramente lo más democráticamente repartido en la humanidad es la memoria, en el sentido de que todos la poseen;

23. Ibíd., p. 429.


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pero contradictoriamente le es consustancial al género humano las inequidades en materia de las capacidades o experticia para conocer, usar y disfrutar la memoria. Pocos tienen tales sensibilidades, pues para unos puede ser un placer y para otros un dolor. No se es experto en todo, ni en generalidades. La condición de experto es otorgada por la masa a alguien que de ella sobresale y, en el caso de las memorias, lo es aún con mayor razón. No es experto de las memorias quien hace una lectura banal de las mismas. Por el contrario, es experto en esa materia quien logra situar al sujeto de las memorias en sus contextos políticos, económicos, sociales, culturales; y que aparte de reconocer su alteridad, acepta la subjetividad y los prejuicios; quien es capaz de establecer dialécticamente las múltiples conexiones de los espacios y los tiempos en las dimensiones locales, regionales, nacionales e internacionales; quien lee las memorias como un ejercicio intelectual conducente al conocimiento y no como una oportunidad para saciar su reprimido morbo. No es experto en memorias quien narra anárquica y desarticuladamente las mismas. Lo es quien, haciendo gala de su “mayoría de edad” y de su “emancipación” decide narrar sus memorias, previo el establecimiento de un método y de un plan de trabajo que le permita lograr ciertos niveles de sistematicidad; y quien cree que sus memorias pueden contribuir al conocimiento de un país o de un fenómeno dado y no tanto como un ejercicio de vanidad y zalamería propia, rasgo característico de quienes, procedentes de un pasado signado por privaciones de todo tipo, efectivamente hacen de las memorias una revancha sobre la historia. Ser experto en el campo de las memorias, no supone el encierro en su condición. Por el contrario, el carácter de experto se mantendrá mientras el lector o autor de las memorias, sea capaz de alzar la mirada a otras experiencias referidas a las memorias, y entrar en diálogo con otros expertos pares, en la perspectiva de ampliar su horizonte y a su vez, permitir que esos otros horizontes influyan en el propio. En suma, la sensibilidad a favor de las memorias está mediada por el interés del conocimiento decantado en experiencias de personas singulares.


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De igual modo, ser experto es reconocer la alteridad de otros expertos y dar valor a la experiencia proveniente de distintos campos de saber. El diálogo que eventualmente logre el experto con sus pares, tendrá que ser un diálogo como lo ha entendido Gadamer, un diálogo dialéctico, donde la pregunta/respuesta fluya de manera natural, sin sumisiones de ninguna de las partes que intervienen en el diálogo. El experto en memorias le dice algo a las memorias y se deja decir algo de éstas. No es un lector abrasivo y de mármol, conscientemente se deja afectar por la contraparte. Todo experto, y con mayor razón en el campo de las memorias, estará en función de más y nuevas experiencias. En caso contrario, su condición de experto será efímera. Expuesto en otros términos es señalar que el experto no debe permitir su obsolescencia, debe permanecer vigente y esa condición sólo la garantiza el sentido dialéctico de su experiencia, en el sentido que una experiencia en materia de memorias debe dar lugar a otra, siendo una experiencia es el pedestal sobre el cual se forma una nueva y que su experiencia, es singular, no plural. En consecuencia, “… a la persona que llamamos experimentada no es sólo alguien que se ha hecho a través de experiencias, sino también alguien que está abierto a nuevas experiencias…el hombre experimentado es siempre el más radicalmente no dogmático, que precisamente porque ha hecho tantas experiencias y ha aprendido de tanta experiencia está particularmente capacitado para volver a hacer experiencias y aprender de ellas”24. Es la experiencia un formidable dispositivo contra el dogmatismo, así como lo son las memorias contra el culto a la personalidad, las visiones localistas de la vida y la obtusa asunción de los procesos sociales. Finalmente este capítulo referido a las memorias y la experiencia, señala algunos asuntos puntuales sobre la experiencia hermenéutica:

24. Ibíd., p. 432.


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La experiencia es una especie de historia clínica del hombre. A través de ella, quien la lea, podrá encontrar crisis y preguntas, diagnósticos, unos errados y otros acertados; formulaciones médicas precisas y a veces no tanto, largos lapsos de no crisis y en corto tiempo muchas preguntas, problemas que aparentemente desaparecieron pero que vuelven y a veces con mayor virulencia. Si mediante una historia clínica podemos reconstruir fragmentos de la historia de un sujeto y con las de un pueblo la historia de una nación, las patologías de éste, de análoga manera con el conocimiento de la experiencia podemos conocer la memoria de los pueblos y de los sujetos. Una experiencia, al igual que una memoria no es ni buena ni mala, depende desde el punto de vista de donde se le mire, una experiencia para una persona puede ser negativa, mientras para otra ser positiva en términos de su beneficio. Los juicios emitidos sobre las memorias reflejan las percepciones ideológicas de los lectores, sus prejuicios, intereses y credos políticos y éstos, son justamente lo que las memorias encarnan. La experiencia, tal como la concibe Gadamer, es la experiencia de la finitud humana. Es la conciencia de los límites, de la temporalidad. Es el reconocer que el tiempo, al igual que el futuro no son asuntos de dominio del hombre sino que les vienen dados independientemente de su condición y que corresponde a éste, vivir, experimentar allí donde según Heidegger, fue “aventado” o “arrojado. “Si en cada fase del proceso de la experiencia lo característico es que el que experimenta adquiere una nueva apertura para nuevas experiencias, esto valdrá tanto más para la idea de una experiencia consumada”25, quien no tiene experiencias, no vive, quien vive es porque ha incursionado en el mundo de las experiencias. Se extrapolan las anteriores afirmaciones para señalar que quien no tiene memoria, no vive, no ha incursionado en el mundo de la vida. Su mundo ha sido una burbuja. La ausencia de memoria es la inocuidad y la iniquidad, es la no existencia. Por el contrario, solo ha vivido quien tiene memoria, quien tiene el coraje y el arrojo de observar su vida hasta donde su misma memoria se lo permite, comprobarla con datos, hacer con ella un constante inventario para


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comprender su presente y asumir el futuro. Memoria es un acto de responsabilidad consigo mismo. En concordancia con ello Gadamer asevera, “El que está y actúa en la historia hace constantemente la experiencia de que nada retorna… la verdadera experiencia es así experiencia de la propia historicidad”26 y ello supone que la experiencia hermenéutica está enraizada en la tradición, con el lenguaje, los prejuicios, el horizonte y sentido de las preguntas y el carácter re-creativo de la experiencia. En la variedad de experiencias, hay una experiencia del tú, mediante la cual se adquiere capacidad de previsión sobre el otro27 y esta experiencia del tú tiene como correlato la conciencia histórica y las memorias. Otro componente de la experiencia es el de la tradición y Gadamer reitera que esta tradición no limita el conocimiento sino que lo hace posible y que el reconocimiento de la tradición, es la “más elevada manera de experiencia hermenéutica: la apertura a la tradición que posee la conciencia de la historia efectual”28. Toda memoria es una especie de reverencia frente a la tradición, memoria es casi tradición, toda memoria se enmarca en la tradición, en primer paso para alcanzar la memoria es reconocer la tradición, es valorar lo previo a la existencia actual. En el marco de la experiencia hermenéutica, tiene lugar un hombre experimentado y un hombre dogmático. El primero está abierto a nuevas experiencias, como ha experimentado, no teme. Como experto, vive en y desde la experiencia. Este hombre experimentado se asocia a un personaje inconforme con las respuestas ofrecidas a las preguntas formuladas, y ve la necesidad de experimentar continuamente. Se trata de un sujeto dispuesto a aprender y a aprehender y no escatima recurso alguno como en las memorias. La comparación es él, es un ejercicio habitual.

25. 26. 27. 28.

Ibíd., p. 433. Ibíd., p. 434. Ibíd., p. 435. Ibíd., p. 437.


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El hombre dogmático, por el contrario, cierra toda posibilidad a nuevas experiencias, niega el carácter dialéctico de la naturaleza, de la que justamente es parte. El hombre dogmático teme a la experiencia, es conforme sin experimentar, permanece sobre el conocimiento, no hace del conocimiento el escudo con el que desafía el destino. El hombre dogmático es absolutista, obtuso, elemental, vano, despótico y cruel consigo mismo y con los demás. Suele tener, además, una idea monstruosa de superioridad, justamente por su misma condición dogmática que actúa a manera de coraza. La experiencia hermenéutica se refiere a algo no supuesto, y logra una unidad con nosotros, pues por medio de la experiencia develamos el manto que cubría nuestros ojos y quedamos frente a una nueva experiencia. La experiencia hermenéutica busca un reconocimiento a partir de lo extraño, lo desconocido, no de lo que ya ha experimentado, sino de lo que la experiencia le indica que debe experimentar en la permanente necesidad de renovarse. De análoga manera, las memorias tienen similares propiedades, incluso van más allá en el sentido de estimular nuevos conocimientos a partir de otras memorias. La experiencia hermenéutica no se resuelve en un saber absoluto, ya que la esencia de la experiencia es estar abierta a nuevas experiencias. La experiencia hermenéutica no es una experiencia clausurada o absoluta, más bien, se constituye en momento de la historia efectual y en tal dirección, no es posible agotar el sentido de los textos o cerrar su horizonte. En ese mismo sentido, no es suficiente el conocimiento de un solo caso de memorias, es preciso experimentar y conocer otras memorias, no solo como lector de las mismas, sino también como autor. Según Gadamer, la experiencia es el logro que obtiene un sujeto, después de haber realizado un largo recorrido por distintos escenarios de la hermenéutica. Para alcanzar experiencia hermenéutica se requiere haber trabajado y practicado la hermenéutica. La experiencia hermenéutica no se logra por ósmosis, es una construcción paciente, sistemática y permanente. Se dice que un académico tiene experiencia hermenéutica, cuando, más que recitar


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citas e invocar autores, demuestra en la práctica con su trabajo que ha hecho aportes a la comprensión propiamente dicha, o desde los ámbitos teóricos y fenomenológicos. Como se infiere de lo anterior, la experiencia hermenéutica, pasa por la fusión de horizontes, el reconocimiento de la autoridad y de la tradición, así como por la sensibilidad en lo que al lenguaje se refiere y, desde luego, su conocimiento versátil y flexible de lo que es el círculo hermenéutico. Las memorias son eso, justamente, una especie de experiencia hermenéutica, la comprensión de mundos sobre los cuales se tenía solo ideas vagas. Quien ejercita las memorias o lee memorias, generalmente muta sus prejuicios en juicios y adquiere nuevos prejuicios. La experiencia como problema del conocimiento, más que de la hermenéutica, había sido objeto de atención por pensadores griegos, especialmente por Aristóteles quien le atribuyó a la experiencia una importancia cardinal en la configuración del conocimiento. El conocimiento se asoció, en tal sentido, a la experiencia. La experiencia y lo empírico hacen parte de las fuentes del conocimiento. A mayor experiencia, mayor conocimiento. Desde entonces la experiencia, ha sido objeto de estudio por su incidencia en lo antes dicho, tanto es así, que en el siglo XIX, John Stuart Mill (1806-1873) fundamentó sus concepciones epistemológicas y psicológicas, a partir del fenómeno de la experiencia. Por medio de la experiencia y con ella, conocemos y convivimos. Las sociedades y las culturas han logrado pervivir, gracias a las experiencias propias y ajenas, la experiencia acumulada sistemáticamente, son factor esencial del saber y de la comprensión. Así mismo las memorias son legados que nos permiten ampliar nuestros conocimientos. Las experiencias, igual que como quedó consignado con el caso de los prejuicios, son vías que conducen y permiten la comprensión más cabal de los fenómenos sobre los que intenta ejercer su acción. La experiencia es pericia y madurez en materia hermenéutica, y por lo tanto, favorece comprensiones más amplias y profundas. La


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experiencia no es sinónimo de vejez, ni inexperiencia es igual a juventud, puede ocurrir que la edad cronológica de un hermeneuta no se compadece con su experiencia hermenéutica, como suele ocurrir en el caso de las memorias. Así, un hermeneuta que ha empezado desde temprano de su productividad intelectual, puede tener mayor experiencia que un hermeneuta que ha optado por incursionar en la hermenéutica de manera tardía. En ocasiones lo uno si concuerda con lo otro. En ninguno de los dos casos debe ser desconocida la experiencia, ésta por ejemplo le permitirá al estudioso de las memorias comprender que todas, salvo contadas excepciones, tienen como propósito aclarar situaciones, controvertir señalamientos, explicar acontecimientos y, principalmente, desde una posición de privilegio, intentar ganarle el debate a la historia. Finalmente Gadamer es del criterio, según el cual, la experiencia hermenéutica supone apertura, principalmente apertura espiritual. El memorialista hermeneuta con experiencia, es aquel sujeto que ha hecho un largo recorrido por los distintos intríngulis de la comprensión. La apertura facilita nuevas comprensiones y, por esa vía, es viable superar la intolerancia por motivos de raza, sexo, religión, riqueza, cultura u origen. En este sentido el hombre experimentado en las memorias, es aquel que se deja decir algo, se sumerge en los distintos leguajes, hace fusión de horizontes, reconoce la tradición y la autoridad y formula preguntas con sentido tomando con cautela las respuestas a las mismas. La experiencia hermenéutica se asemeja un poco a aquel viajero que emprende un peregrinaje por desconocidos y lejanos lugares, sin más interés que el de ampliar su conocimiento y comprensión del mundo. Desde el inicio hasta el regreso, dicho desplazamiento estará colmado de sorpresas y casos nunca antes vistos. El viajero para ampliar su horizonte y lograr la comprensión de lo que le rodea, deberá disponerse a ubicar las partes en el todo, formular preguntas, conocer los lenguajes, vivir y palpar en toda su intensidad el ambiente y sus componentes.


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En el viaje sus prejuicios se modifican. Desechará unos y, afianzado en otros formulará juicios. Este viajero podrá comprender mejor un país, que quien conoce ese mismo país por referencias o a través de interpuestas personas. La vivencia es fundamental. Así mismo, la experiencia es esencial en el conocimiento, aporta para la comprensión, insumos o elementos que de otra manera no hubiesen sido posibles. El símil del viajero se ajusta al caso de las memorias. Leer memorias es un viaje; conocer es una experiencia, acercarse a una vida es muestra de apertura espiritual; es una aventura, una experiencia en la que las sorpresas están al acecho del camino y, en ocasiones, los avituallamientos para ese viaje son insuficientes, corresponde pues, en cada momento, apelar a la creatividad hermenéutica del lector para disfrutar ese viaje. Por tal razón el siguiente capítulo sugiere considerar las memorias desde la hermenéutica gadameriana.


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3. Las memorias vistas desde la hermenéutica gadameriana

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omo tema de estudio las memorias pueden ser abordadas desde distintos ángulos. En ese sentido, este capítulo intenta una aproximación a las memorias desde la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer, en procura de desbrozar nuevos espacios interpretativos sobre tan cautivante tema. “¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!” Miguel de Cervantes.

Las memorias son un insumo para la historia. Las memorias son ejercicios de evocación emprendidos por un sujeto, después de su praxis en distintos ámbitos y decide escribir para reencontrarse consigo mismo, acicalarse con su círculo familiar y social más cercano o, simplemente, porque considera que con ellas contribuye al conocimiento de la historia, a la defensa de sus ideas y obras, al esclarecimiento de los hechos, a las explicaciones que en su momento no fueron prudente ofrecerlas o como una forma de justificar lo que, en contextos dados, aparecía como injustificable. Las memorias, aquí se conciben como recursos a los que un personaje apela para dejar un registro de su vida, especialmente en su dimensión pública, como portador de un rol social, empujado por la angustia existencial de ofrecer respuestas a preguntas explícitas en unos casos y latentes en otros. De igual modo las memorias representan un importante tema de estudio en el marco de las Ciencias Humanas y Sociales. Tema que concita distintas alternativas para


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su estudio tal como el presente caso, en el que se intenta una comprensión de las memorias, a la luz de la hermenéutica gadameriana, especialmente, desde los prejuicios, el círculo hermenéutico, el lenguaje, la tradición, la autoridad, la pregunta-respuesta, el horizonte y la experiencia1. Gadamer reivindica la importancia de los prejuicios, respecto a la comprensión de los fenómenos. Para este autor, los prejuicios son los conocimientos previos desde los cuales partimos hacia el conocimiento o comprensión de un fenómeno. Son los prejuicios los anteojos que usamos para observar por donde transitamos. Los prejuicios son el cúmulo de informaciones de las que, previa al conocimiento y a la comprensión de un hecho, disponemos en nuestro arsenal y nos permiten la formación de juicios. Contrario a lo que pensaban los más representativos autores de la Ilustración, el prejuicio, según Gadamer, libera, antes que someter; es de utilidad, antes que ser perjudicial; ayuda a la apertura de nuevos caminos, antes que obturar vías que conduzcan a la comprensión y al conocimiento. Los prejuicios como parte de la hermenéutica gadameriana, no son un fin en sí mismos, para reafirmarlos o mantenerse en ellos, sino que por el contrario, son medios que posibilitan el arribo a los juicios sobre una situación dada. Los prejuicios son la antesala de los juicios. Los prejuicios desde el punto de vista de Gadamer, se someten a prueba para determinar su validez o su invalidez, si resisten lo primero, pasan a ser juicios, de lo contrario, deben ser desechados. El hermeneuta no debería aferrarse ciegamente a los prejuicios, como tampoco a los juicios o a las supuestas verdades incontrovertibles. Desde ese punto de vista, las memorias están anegadas de prejuicios. Actúan de manera prejuiciada las memorias cuando señalan, acusan o reivindican y defienden. Dado que el objeto de unos y otros

1. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca: Sígueme, 1984. p. 350.


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no es exactamente la ciencia, sino la política, no superan la etapa de los prejuicios, si superaran la etapa de los prejuicios, el edificio del enemigo que les sirve de referente y ante el que miden su estatura, empezaría a derrumbarse. Ello explica el por qué los estudios o comprensiones sobre las memorias, por parte de uno hacia otro, generalmente son estudios sesgados donde el componente ideológico resulta difícil de ocultar y están salpicados de prejuicios. En este mismo exabrupto puede incurrir quien, desde fuera, intente la comprensión sin superar los prejuicios, siendo su más evidente muestra cuando se critica a unas memorias y se ensalza a otra u otras. Cuando se afirma que los prejuicios posibilitan nuevas vías para la comprensión de un hecho, se alude a la capacidad que debe tener el hermeneuta para asombrarse ante el caso dado y desde allí, formular y formularse preguntas. Las preguntas iniciales, por inocuas que puedan parecer, entregan la punta de la hebra que permitirá desenredar la madeja. En ese sentido, los prejuicios si se toman como los concibe Gadamer, permiten la comprensión en este caso, de los distintos conceptos y expresiones de las memorias. Puede generar algún escepticismo lo atrás expuesto, pero la situación ideada es la de un hombre de ciencia y no la de un político o ideólogo que, más que situarlos en campos antagónicos, sus ámbitos de acción difieren aunque puedan haber puntos de intersección como lo señala Max Weber2 (1864-1920). Parte del éxito del hermeneuta en la comprensión de las memorias, dependerá pues, de su capacidad para formularse preguntas desde los prejuicios y los juicios, una vez superados los primeros. Sobre este particular, Gadamer, apoyándose en pensadores griegos, incorporó a su perspectiva hermenéutica la pregunta y la respuesta como fórmulas para avanzar en la comprensión de un fenómeno. Pero este mismo autor, condiciona la viabilidad del método de pre-

2. WEBER, Max. El político y el científico. Barcelona: Altaya, 1995. p. 37.


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gunta/respuesta, a la disposición de un mismo horizonte. Desde el punto de vista de Gadamer, estar situado en un mismo horizonte, no significa sumisión, ni cooptación ni subsumirse sin reservas en el campo que se pretende comprender. Situarse en un mismo horizonte, en este caso del sujeto hermeneuta, del objeto a comprender, es decir, en las memorias, significa que el sujeto se traslada a la cosmovisión, la lógica y perspectiva del objeto. Ese traslado puede incluso interpretarse como una visita que, dependiendo de la empatía que se construya entre las partes, puede repetirse o no. A partir de ese traslado o visita, el sujeto hermeneuta debe disponerse, inicialmente, a escuchar, a dejarse decir algo por parte del anfitrión de la visita, así en todo o en parte le repugne la conversación, el lenguaje y los mensajes del objeto de la comprensión. Naturalmente trasladarse al horizonte del objeto de comprensión, no significa guardar una postura pasiva, ni necesariamente aceptar todo lo que se le diga, sobre todo lo que se deja decir se conoce el horizonte desde el cual actúa, piensa y sueña, en este caso el autor de las memorias. Trasladarse al horizonte, es comprender, no es justificar, ni aceptar o rechazar, es simplemente acopiar insumos para la comprensión. Una de las ventajas de la acción de trasladarse al horizonte, es que desde allí se conocen aspectos que de otra manera no es posible saber, ni palpar. El trasladarse al horizonte del objeto, es ir al meollo de la cuestión en materia de comprensión, en la medida en que ese objeto además de decirle algo al hermeneuta, le permita a éste formular preguntas. En este orden de ideas, una vez situado el sujeto hermeneuta en el horizonte del objeto, valga decir en la lógica comprensiva de las memorias, estará en condiciones ese hermeneuta de proceder a hacer la fusión de horizontes. La fusión de horizontes, según el punto de vista de Gadamer y como ha sido asimilada tal cuestión, la realiza el hermeneuta en la medida en que se ha trasladado a dos o más horizontes. Es lógico que no puede hacer fusión de horizontes si solo ha comprendido uno. Si solo se ha trasladado a un horizonte, no tiene con qué fusionar ese horizonte, por ello se requiere como mínimo dos horizontes.


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El hermeneuta que se ha trasladado a los horizontes de las memorias de revolucionarios, de personas de centro y de reaccionarios, bien en forma sincrónica o diacrónica, hace fusión de horizontes cuando compara cada una de las tres perspectivas, las pone de frente y desde una curiosa mirada cuestiona qué les es común, cuáles son sus diferencias cardinales, contradicciones antagónicas y no antagónicas, las más distantes en materia de percepciones y prácticas y las más cercanas desde ese mismo punto de vista. Esta es una forma de fusión de horizontes, que no es la trasposición de perspectivas, sino la comprensión de las mismas respetando sus propios horizontes. En materia hermenéutica, la fusión de horizontes tiene entre otras, las siguientes cualidades o ventajas para la labor del lector de las memorias: amplía su horizonte, aumenta y cualifica la experiencia en materia de comprensión. Desecha prejuicios y construye juicios, es decir, pasa de la doxa al concepto, abandona la subjetividad y transita hacia la objetividad entendida como el diálogo entre distintas subjetividades. La fusión de horizontes permite conocer y comprender singularidades que de otra manera no sería posible, de igual forma, inferir generalidades a partir de los efectos del contraste. La fusión de horizontes reafirma la tradición y la autoridad, aspectos también relevantes en la hermenéutica gadameriana. Finalmente, la fusión de horizontes, además de ampliar la visión comprensiva de los fenómenos por parte del hermeneuta, abre otros horizontes, desbroza nuevos campos de acción propicios para la comprensión de los mismos fenómenos u otros derivados o cercanos a éstos. Hecha la anterior precisión sobre el horizonte y la fusión, es preciso hacer mención al recurso hermenéutico de la pregunta/respuesta. Afirma Gadamer que en materia hermenéutica, la pregunta debe tener sentido. Preguntar con sentido supone estar en el mismo horizonte, comunicarse en el mismo lenguaje, aceptar los prejuicios como la avanzada de la comprensión, reconocer los principios de la autoridad y de la tradición en materia hermenéutica y valorar positivamente la experiencia, también en ese ámbito.


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Preguntar con sentido, es hacerlo desde los conceptos y no desde la doxa, ello significa que la pregunta más que exigir respuestas, reclama reflexiones críticas sobre lo que hasta entonces se ha dado por cierto o verdadero. Desde este escenario de la argumentación, la pregunta con sentido significa que la misma, está articulada a otras preguntas, problemas o comprensiones. Cuando el hermeneuta formula una pregunta con sentido, el objeto de comprensión vibra por la crisis que genera esa consulta. No se trata de las típicas preguntas sesgadas o acomodadas usuales de los medios de comunicación a un determinado sujeto, cuyas respuestas tienen como destinatario las masas de un país, continente o del mundo, como suele ocurrir. El objeto de la pregunta con sentido es producir crisis a quien va dirigida. Si se le formula una pregunta a un jefe de Estado con relación al país que gobierna, esa pregunta tendrá sentido si quien la hace, primero se ha documentado y conoce el sentir de las masas, la oposición, el público en general y ha contrastado el discurso oficial con investigaciones independientes o críticas que sobre la misma temática se han efectuado dentro o fuera del país. Quien haga la pregunta y amparado en esos elementos, estará en condiciones de poner en crisis el hipotético jefe de Estado, en el sentido de ser pionero en lo preguntado. Eso por un lado, por otro lado, la pregunta va develar lo que hasta entonces se ha mantenido oculto. Desde una nueva pregunta se puede desmentir la respuesta dada a la primera pregunta, si se dispone de información fiable procedente del estudio previo. La pregunta con sentido no espera respuestas determinantes y categóricas, sino respuestas tentativas que pueden convertirse a su vez en nuevas preguntas. Gadamer señala en ese sentido, que el hermeneuta debe ser lo suficientemente capaz de impedir que quien le responda, le agote el cuestionario, más bien debe procurarse que el preguntado, se quede sin respuestas. Las respuestas y las conclusiones categóricas y absolutas limitan el horizonte comprensivo de los fenómenos. También se afirma en


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esa misma dirección, que entre la pregunta y la respuesta hay una relación dialéctica, ello supone el máximo de atención, especialmente de quien hace la pregunta para que la comunicación fluya a manera de diálogo. El diálogo por tanto se puede entablar bajo la modalidad de pregunta/respuesta. El diálogo no puede derivar en un monólogo donde quien responde anula a quien pregunta y vierte su discurso sin permitir que quien pregunta contradiga, cuestione, pida aclaraciones o solicite profundizar sobre una idea o punto de vista específico. En el diálogo hermenéutico hay respeto mutuo entre las partes y se reconoce la alteridad. El diálogo no supone convencimiento entre las partes comprometidas en el mismo, ni avasallamiento de una de ellas sobre la otra, o sobre las demás. El diálogo es un espacio de entradas y salidas, no es un recinto hermético al cual se ingresa pero no se sale, o del cual se sale pero no se ingresa. Por el contrario, el diálogo desde la perspectiva hermenéutica supone múltiples vías de ingreso a dicho recinto y formas de abandonar el mismo. El diálogo es un intercambio de interpretaciones, no es la imposición de las mismas. Cuando el hermeneuta dialoga con las memorias, debe guardar prudente distancia en el sentido que ninguno de ellos lo hipnotice y termine por ser simplemente un portavoz académico o político del mismo. Si lo anterior ocurriese, ya no se trataría de un diálogo hermenéutico, sino de una comprensión de un fenómeno proveniente de ese mismo fenómeno. En algunos casos puede ocurrir el proceso contrario, es decir, que el lector de las memorias o hermeneuta, termine por imponer su punto de vista sobre el objeto y lo presione para que diga algo que, de otra manera, no hubiese dicho. Es poner en boca del objeto, algo que le conviene al sujeto, bien por intereses políticos o porque desde su postura académica ha forzado una tesis para presentarla como novedosa o revolucionaria en materia de información o de método de trabajo.


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El diálogo desde la perspectiva hermenéutica, es permanente y nunca concluye. A diario dialogamos con la realidad cotidiana para comprenderla y, desde la investigación histórica, dialogamos con nuestros objetos, en la medida en que tenemos capacidad de asombro y los objetos se nos presentan como extraños. No solemos preguntar, dialogar ni cuestionar lo que damos por entendido y supuestamente aclarado. La curiosidad y el interés de investigar propio de algunos profesionales de las Ciencias Humanas y Sociales que ejecutan la comprensión, son dos elementos esenciales para el éxito del ejercicio hermenéutico. A lo extraño le sigue la perplejidad y se despierta la curiosidad del hombre de ciencia por ir más allá de las apariencias externas e intenta escudriñar la esencia de las cosas para revelar secretos y apropiarse del objeto como escenario del conocimiento. Al lector de las memorias que intenta acercarse a su objeto de estudio desde la hermenéutica, le parecerá extraño que algunas, por antagónicas que parezcan, son un alegato a su favor y ejecutan acciones a nombre de causas, supuestamente enraizadas en los intereses más sublimes de los respectivos pueblos, a los que pretendidamente beneficiaría las acciones terroristas en el corto y largo plazo. Esa es una coincidencia extraña, como también es insólito que, a pesar de las diferencias antagónicas entre unos y otros, coincidan en privilegiar o incorporar las acciones violencias a su actividad proselitista. Ese tipo de extrañezas despierta, en este caso en el lector, la curiosidad por adentrarse en el seno de cada objeto para identificar los elementos de que está compuesto, compararlos y, en la medida de las posibilidades, inferir generalidades, sacar conclusiones, validar tesis o demoler mitos hasta entonces vigentes. Si no hay capacidad de asombro frente a la extrañeza o curiosidad, difícilmente se podrá entablar un diálogo hermenéutico productivo frente a las memorias. Bastaría con aceptar las comprensiones que de sí mismas tienen los distintos tipos de memorias


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y resuelto los problemas de la comprensión, pero el papel del lector tiene que ir más allá, en el sentido de no dar por aceptado lo que en apariencia se le presenta como verdad o realidad. Esas verdades y realidades, deben soportar la crítica, el libre examen y el juicio del lector, para lo cual debe partir del diálogo con arreglo a fines y no de un diálogo sin horizonte y sin sentido alguno. Respecto al fenómeno de las memorias, también le parecerá extraño al lector, que todos, sin excepción alguna, en público repudian y rechazan con aparente firmeza unas u otras. Desde el diálogo centrado en la pregunta y la respuesta, el lector tendrá que arreglárselas para que, además de lograr la mayor comprensión posible de las memorias situándose en su propio horizonte y fusionando los horizontes, ponga a las concepciones enfrentadas a dialogar, lo cual no supone enfrentarlos de manera directa, sino actuar como Hermes, el mensajero, obviamente en el original sentido de la palabra. El diálogo hermenéutico ampliaría el horizonte comprensivo de las memorias que hasta entonces los estudios sobre el fenómeno han alcanzado, en esta ocasión, por la vía de la pregunta/respuesta. Las respuestas que se otorgan a cada pregunta y que pretenden hacer parte de la comprensión del fenómeno de las memorias, tanto por el lector que las propicia como por los lectores que intentan nuevas comprensiones partiendo de esas comprensiones ya existentes, deben ser situadas, por unos y otros, en sus respectivos contextos, haciendo énfasis en las circunstancias en que se producen, pues ello permitirá la comprensión para la coyuntura, asimilarla con mayor propiedad, y para el largo tiempo, conocer las distintas concepciones que sobre las memorias han tenido lugar. Lo anterior es determinante por dos cuestiones básicas: en primera instancia, permite conocer desde dentro de cada memoria, la evolución de su ideología, conceptos y valores, las mutaciones de que ha sido objeto, las influencias recibidas e impartidas y cómo ha evolucionado la imagen de sus antagonistas.


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En segundo lugar, si partimos del hecho de que las comprensiones hechas sobre un fenómeno determinado, parten o son comprensiones de otras comprensiones, las mismas que se logran en un momento dado, además de expandir el horizonte y posibilitar nuevas fusiones de éste y otros, de hecho se incorporan a la tradición, asunto de capital importancia en el marco de la hermenéutica gadameriana. La pregunta/respuesta pues, es la plataforma desde la cual se posibilita el lanzamiento de la comprensión en distintas direcciones, conducentes todas ellas a un tema específico. No podríamos excluir de este capítulo el asunto de la tradición, desde el punto de vista de Gadamer. La tradición, aludida a las memorias, desde esta perspectiva hermenéutica, no es la acumulación anárquica, caótica y sin sentido de comprensiones, estudios o reflexiones sobre determinados hechos. La tradición no alude al conservadurismo, como tampoco a la fosilización de las comprensiones. La tradición desde la perspectiva hermenéutica gadameriana, es el escenario en el que cada hermeneuta se ve obligado a encontrarse con su objeto de estudio, si es su intención realizar una cabal comprensión del mismo. La tradición es la acumulación viva de las comprensiones de un fenómeno, en este caso de las memorias. Quien intente conocer las memorias debe procurar acercarse, inicialmente, tanto a su autor, como a la obra misma a manera de preparación para ese diálogo hermenéutico. De igual modo, apropiarse de la mayor cantidad posible de información que facilite la comprensión tanto de las memorias, como de las comprensiones ya existentes. El hermeneuta o lector de las memorias, no debe desconocer la tradición. Le será de enorme utilidad conocer las distintas comprensiones sobre las memorias. El hermeneuta debe apelar a la tradición para conocer las formas, procedimientos y el sentido de las comprensiones y solo así, recurriendo a la tradición, podrá realizar novedosas comprensiones, copar espacios que hasta entonces habían permanecido vacíos, refutar comprensiones, ampliar otras y reafirmar las demás.


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En una palabra, el hermeneuta debe reconocer la autoridad, dicho reconocimiento no es necesariamente aceptar lo que dice o haya dicho la autoridad, sino reconocer su existencia, valorar en su perfecta dimensión lo que esa tradición ha alcanzado en materia de comprensión. La tradición es el capital comprensivo desde el cual parte el hermeneuta para llevar a cabo una nueva comprensión, desconocer la tradición, es partir de falsos puntos de vista y refleja la inmadurez o precaria formación hermenéutica bien del lector de las memorias o de cualquier otro profesional. La tradición en ese sentido, es el caudal de comprensiones de que ha sido objeto un fenómeno dado. El hermeneuta debe respetar la tradición, conocer, para el caso que nos ocupa, los distintos estudios realizados sobre las memorias, cuando los tiene en cuenta, valora y reconoce, de ese modo reconoce la tradición, la toma en cuenta. En consecuencia, es posible plantear comprensiones novedosas, originales en el sentido relativo del término y las comprensiones logradas, se incorporarán a la tradición y deberán ser observadas por otros hermeneutas de las memorias. Como se puede inferir de lo anterior, la tradición no es el culto a lo ya establecido o reverencia al pasado. La tradición desde la perspectiva hermenéutica gadameriana, es un escenario al cual se debe acudir, para que, desde un punto de vista crítico, los interesados conozcan otros aportes realizados, se sitúen en ese horizonte, formulen preguntas con sentido y, en suma, refinen su madurez hermenéutica. Tener en consideración la tradición hermenéutica, no es permanecer aferrado al pasado, o hacer traslados mecánicos de la misma al tiempo presente. Es, más bien, apropiarse de la experiencia hermenéutica que, con similares o distintos intereses otras personas se empeñaron en la tarea comprensiva de los fenómenos. Los estudiosos de las memorias deberán remitirse a toda la tradición que, en materia de estudios se han producido sobre el tema para conocer las comprensiones ya dadas y la nueva comprensión que logre, pasará a ser parte de esta tradición.


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Ligado al ámbito de la tradición, está el fenómeno de la autoridad. Gadamer3 señala que tanto la tradición como la autoridad, hacen parte de un mismo problema metodológico y teórico de la hermenéutica y que en consecuencia, no es viable cercenarlos. Gadamer en ese sentido, critica a la Ilustración y sus pensadores que, con respecto a la tradición y la autoridad, asumieron una posición de rechazo frontal con una enorme carga ideológica, en virtud a que tanto la una como la otra, la asociaron al régimen escolástico contra en cual se habían alzado. Pues bien, Gadamer desde su punto de vista hermenéutico, considera que la autoridad, no es la autoridad como la concibió la Ilustración, es decir, la autoridad política, económica o religiosa. Para este pensador, que va más allá, la autoridad es el conjunto de sustancias inmanentes propias del saber y deriva del conocimiento. Concomitante con ello Gadamer es del criterio, según el cual, la autoridad de un intelectual, le es otorgada por sus pares, más que impuesta por aquél, las autoridades o la propaganda. Si fuere la autoridad impuesta, se estaría frente a un caso de autoridad política, pero cuando se afirma que la autoridad le es otorgada por sus pares, se está mostrando la diferencia de autoridad entre uno y otro sentido. ¿Qué es entonces la autoridad, desde un punto de vista hermenéutico, siguiendo la tesis de Gadamer? La autoridad es el reconocimiento que una comunidad académica hace, otorga o entrega a uno de sus miembros, por considerarlo que, en un momento dado, plantea las mejores apreciaciones de los fenómenos o logra las más convincentes comprensiones de los hechos de que se ocupa. Dicho reconocimiento también puede estar dado por los aportes que entrega a la comunidad académica, tanto en materia teórica como metodológica para facilitar el ejercicio hermenéutico. La autoridad así entendida, no es perenne ni absoluta. La autoridad desde el punto de vista de la hermenéutica gadameriana, no

3. Gadamer, Hans-Georg. Op. Cit., p. 363.


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es excluyente en el sentido en que admite otra u otras autoridades, superiores, similares o inferiores; no es una autoridad hegemónica como suele ocurrir en los campos de la política, la administración o el poder. La autoridad por el contrario, es incluyente, acepta otras comprensiones en tanto éstas no las desconozcan, es decir, en tanto se respete la tradición. Este mismo tipo de autoridad no es absoluto, ello significa su sentido relativo, no es una autoridad per seacula seaculorum. Es una autoridad que cumple funciones específicas como servir de referencia o faro cuyos destellos permiten la labor de otros hermeneutas. Al ser relativa esa autoridad y no absoluta, no se obstina en serlo y permite el surgimiento de otra u otras autoridades, lo cual ratifica su condición temporal, es decir, esa autoridad no es perenne. Partiendo desde ese criterio hermenéutico, la autoridad no es la instancia que actúa como supremo tribunal que falla desde su corte, sobre la validez o invalidez comprensiva de un hecho y que dictamina quien puede y quien no puede intentar ingresar al campo de la hermenéutica. La autoridad es la referencia del punto más complejo y completo, al que se ha llegado la comprensión en un momento dado y, en ese sentido no se trata de que quienes reconocen la autoridad doblen su servís de manera incondicional ante ella, se refugien en su seno y conformen en su entorno una corte de áulicos y obsecuentes aduladores. La autoridad facilita la crítica y reconoce su historicidad. Cualquier autoridad en materia de comprensión y de estudios de las memorias, si se precia de tal, deberá admitir que su comprensión puede ser criticada una y otra vez y, desde luego, superada, pasando a un distinto plano su jurisdicción y dando paso a otra autoridad en esa materia. Pero la potestad como aquí queda expresada, no debe ser confundida con la moda que, entre otras cosas, también fue objeto de reflexión por parte de Gadamer. Desde el punto de vista de la hermenéutica gadameriana, el círculo hermenéutico, el lenguaje, la pregunta/respuesta, el horizonte y la fusión de horizontes, la tradición, la autoridad y la experiencia,


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como componentes de un todo que posibilitan la comprensión de las memorias, siendo el tema que interesa en este caso, hacen parte de la visión que tiene Gadamer sobre la historia, especialmente sobre la conciencia histórica. Este autor refiriéndose a lo que él concibe como tal, se expresó en los siguientes términos: “Entendemos por conciencia histórica el privilegio del hombre moderno de tener plenamente conciencia de la historicidad de todo presente y de la relatividad de todas las opiniones”4. La hermenéutica gadameriana pues, no debe abordarse al margen de la historicidad en cuyo seno se instalan los componentes explicitados. Tener conciencia de la historicidad de todo presente, es reiterar el papel determinante de la tradición, la autoridad y la experiencia, en primer lugar y, segunda instancia, del lenguaje y el diálogo centrado en la pregunta/respuesta. Desde tal consideración, todo presente es el resultado de la historia, es el corte de cuentas de un proceso dado. Todo presente no es más que la muestra palmaria de los resultados de complejos procesos históricos. Negar la historicidad del presente, es una peculiaridad de las masas alienadas, del pensamiento y acción de ciertos comunicadores sociales que encarnan los intereses de uno u otro tipo, el presente es el saldo que arroja la historia. Negar la historia es negar la vida. En ese mismo sentido de la historicidad del presente, está la relatividad de las opiniones. Gadamer en esta parte, las opiniones las asocia a las comprensiones. Suponiendo que sea así, o por efectos prácticos, la relatividad de todas las comprensiones es una de las tesis más sugestivas y provocadoras de Gadamer, pues fija una posición categórica en el sentido de que ninguna opinión o comprensión es pétrea o única. Cuando las opiniones y comprensiones, son relegas al escenario de la relatividad, se abre un inmenso escenario en materia herme-

4. GADAMER, Hans-Georg. El problema de la conciencia histórica. Madrid: Tecnos, 2 edición, 2000. p. 41.


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néutica, y deja abierta la posibilidad de que una y otra vez, de manera permanente, las comprensiones se “comprendan” como siempre provisorias, relativas y en ningún caso categóricas o absolutas. Esta tesis de la relatividad de las comprensiones, reafirma su concepto de autoridad. Además de la historicidad del presente y de la relatividad de las comprensiones, pero también desde su perspectiva historiográfica, Gadamer considera que “Es necesario que cada una de las partes sea plenamente consciente del carácter particular de su perspectiva”5, no considerarse el todo. Ello se puede explicar en los siguientes términos, siguiendo la línea expositiva de las memorias. Las memorias son perspectivas particulares, de un todo, pero una perspectiva no es el todo. La perspectiva de un lector de memorias, no es la perspectiva general del fenómeno, sino una perspectiva, algo distinto es que se acepte en algunos ambientes como la única comprensión válida. Las comprensiones de las memorias producidas desde dentro y fuera de tales instancias, son partes y como tales, producen sus particulares perspectivas, de ello debe ser consciente, más que los mismos heraldos del culto a la personalidad que por efectos de la obcecación que les asiste, pierden el horizonte y la proporción de las cosas. Los hermeneutas no deben perder el sentido histórico de su objeto de estudio. Un sentido histórico formado facilita la comprensión de las memorias. Según Gadamer, “Podemos definir el “sentido histórico” por la disponibilidad y el talento del historiador para comprender el pasado, quizá incluso exótico, a partir del contexto propio desde donde él se encuentra6. Tener un sentido histórico es vencer de una manera consecuente esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado según los parámetros considerados evidentes en nuestra vida cotidiana, en la perspectiva de nuestras instituciones, de nuestros

5. Ibíd., p. 42. 6. Ibid., p. 42.


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valores y de nuestras verdades adquiridas. Tener un sentido histórico significa esto: pensar expresamente en el horizonte histórico que es coextensivo con la vida que vivimos y que hemos vivido”7. De aceptarse el sentido histórico como la capacidad y disponibilidad para comprender el pasado, a partir del contexto propio desde donde el historiador se encuentra, aparentemente existiría una contradicción con el concepto de experiencia. Aparente, por cuanto que realizar un estudio de las memorias desde un contexto dado no excluye la experiencia, ni es sinónimo de enclaustramiento. Por el contrario, la experiencia está implícita en los contextos o, planteado en otros términos, sin experiencia no es posible la configuración de contextos. Según la idea de Gadamer, es probable adelantar una investigación o lectura sobre las memorias de un personaje ajeno a la cultura de quien lo hace, o sobre un tema aparentemente lejano. El investigador no necesariamente estará obligado a experimentar o palpar el escenario concreto de esa cultura, puede recurrir a la experiencia que sobre ese terreno han tenido otros investigadores del tema y, desde esa experiencia, construir la propia. No hay contradicción en ese sentido y ese investigador, tendrá sentido histórico en la medida en que desde su contexto, sea capaz de proceder al respectivo estudio. También puntualiza Gadamer que el sentido histórico está dado, en la medida en que se piense en el horizonte histórico que es “coextensivo” con la vida que vivimos y que hemos vivido. A partir de dicho postulado, debe aclararse que la vida que vivimos y hemos vivido, hace parte de la serie de otras vidas y culturas, es una parte del todo y por tanto, el investigador hermeneuta no debe partir del criterio excluyente de que la vida que vive y que ha vivido, es insular. Más bien debe situarse en el horizonte de otras formas de asumir la vida, alzar la mirar para observar con detenimiento otras culturas, es decir, lo que corre paralelo, lo que es “coexistivo”, aceptar la alte-

7. Ibíd., p. 43.


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ridad y entrar en diálogo con otras sociedades, es parte del sentido histórico. El sentido histórico se refina, a medida que alcanza el historiador mayor experiencia y se apresta a reconocer la relevancia de la tradición y de la autoridad. El sentido histórico, cultiva la conciencia histórica. Para Gadamer la conciencia histórica por su parte, puede en un momento dado confundirse con la interpretación y la comprensión. Esta aseveración se desprende de la siguiente afirmación: “La conciencia histórica no oye más bellamente la voz que le viene del pasado, sino que, reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto donde ha enraizado, para ver en ella el significado y el valor relativo que le conviene. Este comportamiento reflexivo cara a cara de la tradición se llama interpretación”8. Uno de los elementos que atrae al sujeto hacia la interpretación, es el de la “extrañeza” que despierta el objeto, en el sujeto. Gadamer lo plantea de la siguiente manera, “El primer presupuesto que implica el concepto de interpretación es el carácter “extraño” de aquello que debería ser comprendido”9. Si el objeto no despierta la atención en el sujeto, especialmente por su carácter de extraño, difícilmente será objeto de comprensión por éste. Evidentemente lo que no es extraño, no llama la atención, se asume como cotidiano, se da por bien interpretado y no asume su condición de extraño. La extrañeza del objeto, puede estar dada por su singularidad en la constelación del todo, por sobresalir en el todo o, sencillamente, porque el hermeneuta lo considera como tal, bajo condiciones que no revisten los demás. El ser “extraño” atrae la atención de una personalidad hermenéutica. Su naturaleza de extraño cautiva al historiador. Lo extraño encanta al hermeneuta, lo apresa, pero también puede suceder que el hermeneuta ve en su objeto, algo extraño que los demás,

8. Ibíd., p. 43. 9. Ibíd., p. 44.


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aunque situados desde una misma perspectiva, no alcanzan a ver o dimensionar. Lo que para uno puede ser extraño para otros no. Desde una mentalidad hermenéutica, el carácter de “extraño”, está dado en función de los prejuicios desde los cuales se asuma un objeto, al margen de su naturaleza. Es decir, no solamente es materia de comprensión e interpretación parte de la creación humana, sino todo aquello que conforma la vida. Cuando Gadamer desborda el campo de acción de la comprensión, lo amplía a otras esferas, distintas a las de los textos bíblicos o del campo jurídico. Este autor considera en consecuencia, que “La interpretación tal y como la entendemos nosotros hoy, se aplica no solo a los textos y a la tradición verbal, sino a todo aquello que nos ha sido entregado por la historia”10. Así, una obra de arte puede ser objeto de la hermenéutica y de ello, no son pocos los casos en que sobre las obras de arte se realizan las más diversas interpretaciones, no siempre cercanas o coincidentes por parte de los entendidos en la materia. Pero cuando se abre la posibilidad de que desde la hermenéutica se estudien los distintos aspectos “que nos han sido entregados por la historia”, ello no significa que se trate de una popularización de la hermenéutica o de la necesidad de establecer una “versión popular” de la misma para el uso corriente. Significa, más bien, una especie de universalización de la hermenéutica, a partir de la cual se pueden abordar las memorias, como se ha intentado exponer aquí. De igual forma, se muestra la manera en que Gadamer entiende la intención del conocimiento histórico. Sobre este particular afirma, “...la intención verdadera del conocimiento histórico no es la de explicar un fenómeno concreto como un caso particular de una regla general, incluso aunque estuviera subordinado a la perspectiva puramente práctica de una eventual previsión. Su fin verdadero –aún utilizando los conocimientos generales- es sobre todo el de comprender un fenómeno histórico en su singularidad, en su unicidad”11. El

10. Ibíd., p. 44. 11. Ibíd., p. 50.


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carácter de singular y de único a un fenómeno histórico lo otorga, en este caso, el historiador o el hermeneuta en términos generales. Los alcances que puede tener la hermenéutica en su perspectiva gadameriana para el trabajo del lector o estudioso de las memorias, son directamente proporcionales a la imaginación de aquellos y los resultados que de los mismos se logren, serán responsabilidad exclusiva de los mismos y, en ningún caso, de la hermenéutica como método o como teoría. Ello supone que los puntos atrás registrados, no son de forzosa aceptación, como tampoco son un recetario o camino de obligado seguimiento. Son una idea, una propuesta y así deben ser entendidos. Si por alguna circunstancia la hermenéutica desde la perspectiva gadameriana, se tomara como un dogma por parte de los hermeneutas, el mismo Gadamer sería el primero en rechazar de plano tal proceder por quienes se sienten atraídos por esta forma de trabajar las memorias, la historia y, en general, las Ciencias Humanas y Sociales. Tomar desde una postura moral, ética o ideológica, una versión como la “verdad”, puede ello conducir a otro problema no menos grave que el anterior y consiste en considerar su “verdad”, como la “verdad”. Maniqueísmo que no es exclusivo del mundo de algunas vertientes del dogmatismo religioso, sino por el contrario, están enraizadas en las ideologías que las presentan bajo sugestivas formas de “resultado” de investigaciones, con audiencia y resonancia en ciertos ámbitos políticos e intelectuales. Ligado a lo anterior, está el barullo formado por las distintas visiones sobre las memorias que más allá de contribuir a su comprensión, enrarecen el ambiente y más bien, dificultan su asunción como objeto de estudio. Afirmar que hay unas memorias buenas y otras malas, más que una elaboración comprensiva de la cuestión, es una cómoda y superficial postura ideológica. Las memorias pervivirán mientras haya quienes privilegien la estética de las ideas y la belleza de la vida. También desde la perspectiva hermenéutica gadameriana, el lenguaje permite comprender las distintas visiones sobre las memorias. El lenguaje tiene textura, olor, intensidad, y un sentido en cada lugar y


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contexto donde se utiliza. No existe un lenguaje aséptico, desprovisto de cargas emocionales y sin subjetividad alguna. El lenguaje como fruto del pensamiento, expresa u oculta intencionalidades, valores y perspectivas y, en ese sentido, el lenguaje es un dispositivo mediante el cual las personas se comunican, entienden, dominan y liberan. Cada lenguaje está circunscrito a contextos y condiciones precisas y particulares. El lenguaje, tanto en la historia en general, como en la historia política, es de fundamental importancia para comprender los hechos. Las memorias en general y en cada una de sus manifestaciones, son un tipo de lenguaje a través del cual discurren múltiples juegos de complicidades. Es un lenguaje de la política y del poder. Es un lenguaje concreto que debe ser abordado desde sus particulares circunstancias. Comprender las memorias en cada caso, es comprender los lenguajes en cada caso. El lenguaje en el sentido hermenéutico gadameriano, posibilita la comprensión. No hay un solo lenguaje, en este caso sobre las memorias, sino varios lenguajes, independientemente de cualquier valoración ética o moral sobre el particular. En ese sentido, proceder desde un punto de vista hermenéutico a partir del lenguaje para comprender el fenómeno de las memorias, obliga a que el interesado se sumerja en los distintos lenguajes existentes sobre la materia y, bajo tal consideración, hacer una aproximación a las mismas. Si el interesado en el ejercicio hermenéutico sobre las memorias, no incursiona en los distintos lenguajes que sobre el asunto existen y excluye uno o más, su comprensión será parcial, sesgada, por cuanto sus tesis o postulados serán el fruto de una parcialidad del problema y no de todo. El lector o estudioso de las memorias en este caso, que funge como hermeneuta de las mismas, debe trasladarse a la estructura axiológica del tipo de memorias de que se trate, conocer su lenguaje, jerga, modismos, al igual que los sentidos, tonalidades y la estética misma del lenguaje utilizado. Debe disponerse a dejarse decir algo por ese lenguaje, sin perder su autonomía y personalidad. Debe actuar como el mejor de los filólogos, el más calificado psicólogo y


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el más suspicaz siquiatra para conocer el lenguaje, ir más allá de lo que dice explícita o tácitamente, develar el discurso oculto y apreciar lo que es propio lo que no lo es en materia del lenguaje, en tanto dispositivo del poder. Expuesto el asunto en otros términos, cuando se está frente a un lenguaje que hace referencia a las memorias, quien hace las veces de hermeneuta, debe preguntarse, ¿quién es el autor del discurso o del lenguaje?, una vez identificado, es imperativo situarse en su horizonte para que desde su propio terreno se conozcan sus planteamientos sobre el caso objeto de estudio. Una vez instalado allí, entre mejor conozca la naturaleza del sujeto, más podrá ahondar en su conocimiento de las memorias y, por inferencia, aproximarse a otros conceptos. Dado que el lenguaje cambia al vaivén de los tiempos y espacios, corresponde en este caso al hermeneuta conocer la lengua en la que se le habla, bien sea la misma que él emplea u otra. Si se tratare del segundo caso, deberá el hermeneuta conocer también dicho lenguaje, de tal modo que la comprensión que logre del fenómeno, no refleje vacíos lingüísticos, imprecisiones y menos aún, adulteraciones o tergiversaciones. Conocer el lenguaje desde el cual se intenta la comprensión de un hecho, es de vital importancia. A propósito del lenguaje, que para Gadamer es la piedra angular de toda su elaboración hermenéutica, desde la perspectiva de un hecho como lo es el caso de las memorias, no se le debe reducir a una sola de sus manifestaciones, es decir, al lenguaje escrito, al discurso impreso, pues existen otras formas como el lenguaje oral, gestual, pictórico y una especie de lenguaje oculto. En las memorias el lenguaje no es homogéneo ni imparcial. Cada una de las formas que adquieren las memorias, a través de sus actores se expresa por varias de las anteriores formas del lenguaje. La teatralidad de la furia con que un jefe de Estado expresa su experiencia, y el paroxismo vehemente con que se defiende ante propios y extraños, son formas del lenguaje que, en ciertas circunstancias, calan más hondo en sus destinatarios, que sólidas elaboraciones conceptuales.


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Las memorias, así como muestran algo, también ocultan, acomodan, cercenan o tergiversan. Desde la perspectiva de Gadamer el lenguaje, aparte de contener mensajes, expresar intenciones claras, cifradas o subrepticias; es un dispositivo de poder desde el cual se elaboran discursos y éstos crean realidades. Los temas en los que hacen énfasis las memorias, así como los que matizan u ocultan, son el ejemplo más palmario de lo anterior. Pues en ellas, aunque se refieran a un mismo hecho, los conceptos, la reiteración de ideas, la utilización sistemática de ciertos términos, la disposición de los mismos, la redacción, puntuación, el énfasis que se hace en algunos aspectos y el apelar a ciertos argumentos periféricos o accesorios, denotan una divergencia abismal sobre la manera en que se concibe el hecho. Cuando los lectores de las memorias se quedan con una sola versión del fenómeno, o el hermeneuta se instala en un solo lenguaje, termina por producir, más que una hermenéutica de las memorias, una remozada propaganda de las mismas. Ese es el común denominador no solo de parte de los estudios existentes sobre el tema, sino de quienes por imposición o convicción, le hacen eco a la propaganda y se encabritan contra opuestas memorias. En este caso, como queda dicho, el hermeneuta debe subsumirse en los lenguajes, conocerlos, compararlos e interrogarlos sobre lo que dicen y no dicen, ir más allá logrando asociaciones y comparaciones. Los lenguajes de las memorias se subsumen en dispositivos de poder desde inocultables cargas semánticas; razón por la cual en el siguiente capítulo describimos un caso concreto de las memorias del poder.


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4. Las memorias del poder: general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte

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esde las ideologías, la política y el poder se puede observar que las memorias pueden ser utilizadas para la opresión o la libertad. Se trata de una especie de pugilato para imponer una versión sobre las mismas. Este capítulo está dedicado a las memorias que, desde una posición de dominio un dictador con el mando absoluto, intenta imponer su verdad y sus memorias apoyado en el mito que, sobre el mismo, construyeron sus simpatizantes. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Jorge Luis Borges.

Patriota, soldado de la paz y estadista visionario figuran entre los adjetivos que, en su momento, utilizaron las personas para congraciarse con Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, como era su nombre completo. Nació el 25 de noviembre de 1915 en Valparaiso (Chile). El 11 de marzo de 1933, a la edad de diecisiete años ingresó a la Escuela Militar Bernado Ö’Higgins. En 1948 en el marco de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, al ser proscrito


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el Partido Comunista, con el grado de capitán estuvo en Iquique a cargo del campo de concentración Pisagua. En la década de los años sesenta del siglo XX contribuyó, en Ecuador, a la organización de la Academia de Guerra en ese país. Profesor de geopolítica, fue ascendido a general de brigada (1969) primero y luego, a general de división (1971). En enero de 1972 fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército y el 23 de agosto de 1973 el presidente Salvador Allende Gossens, a instancias del general Carlos Prats González, nombró al general Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército y, ostentado dicho cargo, sin ser el más destacado, junto con otros oficiales1 derrocaron al presidente Allende Gossens el 11 de septiembre de 1973. Asumió la presidencia de la Junta Militar y, en 1974, después de actuar como Jefe Supremo de la Nación, los demás miembros de la Junta Militar lo ungieron como Presidente de la República. La dictadura militar a través de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y de la Central Nacional de Inteligencia (CNI) implantó una feroz represión dentro y fuera del país y, a cuyo amparo, impuso un modelo neoliberal. Pinochet se caracterizó por su radical anticomunismo, lo cual, en el contexto de la guerra fría, le valió el irrestricto apoyo de los Estados Unidos, del Vaticano, de los regímenes de derecha de aquella coyuntura, así como de un sector de la iglesia católica chilena cercano al integrismo. El régimen político impuesto por el general Pinochet fue una dictadura militar en el marco de la DSN2. En concordancia con las directrices impuestas por Estados Unidos se trató de impedir, por todos los medios, de obstruir un gobierno de izquierda. Los acontecimientos, de acuerdo a los esquemas dispuestos para tal fin en otros países, como en Chile, por esa potencia, desembocaron en un cruento golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. Desde entonces la dicta-

1. César Mendoza (Director General de Carabineros), José Toribio Merino (Armada) y Gustavo Leigh (Fuerza Aérea). 2. VELÁSQUEZ RIVERA, Edgar. Historia Comparada de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Chile-Colombia. Bogotá: Ediciones Antropos Ltda, 2009. p. 47.


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dura militar tomó medidas en lo económico, social, político y militar que bien pueden catalogarse como una especie de contrarrevolución. Sin ser la única medida contrarrevolucionaria, pero si probablemente la de mayor impacto en América Latina por su condición de experimento, fue la adopción del modelo neoliberal. En un contexto de dictadura militar de derecha fue impuesto en Chile el neoliberalismo cuyos dogmas luego serían, también impuestos, por otras dictaduras y regímenes autoritarios en los demás países de la región. Entendiéndose el neoliberalismo como un proyecto no solo económico sino también político, económico, social y cultural supuso, de contera, un conjunto de estrategias propias del terrorismo de Estado y de razón de Estado3, siendo una de cuyas más diáfanas expresiones la multifacética violación de los derechos humanos. Desde el momento mismo del golpe de Estado, un amplio abanico de expresiones ideológicas, entre ellas las izquierdas en las que se encontraba el Partido Comunista, dentro y fuera de Chile emprendieron una desigual lucha de resistencia integral contra la dictadura militar, incluso sin descartar la vía armada tal como lo atestigua la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en 1983. La crisis económica mundial en los años ochenta del siglo XX tuvo sus naturales réplicas en Chile agudizándose las condiciones sociales y económicas de la población, en parte por los efectos directos del neoliberalismo, así como por el ambiente de terror impuesto por la dictadura. En ese contexto, las protestas dentro y fuera de Chile contra la dictadura escalaron en intensidad y magnitud. En materia geopolítica Estados Unidos, artífice y promotor del golpe de Estado entendió que la dictadura había cumplido su ciclo, sus propósitos y era insostenible y, en consecuencia, presionó la transición a la democracia. En esta ocasión el libreto en materia de transiciones utilizado por Estados Unidos fue el mismo que implementó en otros países como

3. VELÁSQUEZ RIVERA, Edgar. Razón de Estado. Popayán: Diseño gráfico e impresiones, 2007. p. 115.


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República Dominicana y Haití en los que se aseguró que la transición desembocara en regímenes políticos de derecha, compatibles en todo caso, con la economía de mercado. De voz aguda, mirada cetrina, desconfiado, cínico, manipulador, católico y taimado, el general Pinochet, desde temprana edad hizo de la falsedad, la hipocresía y la falta de principios, una norma de conducta. Sin brillar por su inteligencia y liderazgo sino por su astucia para acomodarse ladinamente a cada situación, ascendió, de manera inercial, en los distintos escalafones hasta alcanzar los máximos grados en el Ejército de Chile. Chile quedó atrapado en sus manos entre 1973 y 1989. Una vez asumió el poder el 11 de septiembre de 1973, a la usanza de otros dictadores latinoamericanos el general Pinochet intentó revestir de cierta legalidad la dictadura. Para el efecto creó dos órganos o instancias de bolsillo que hicieron las veces de poder legislativo y judicial, mientras él encarnaba el ejecutivo rodeado de una legión de abogados de extrema derecha que le suministraron forzadas interpretaciones del derecho intentando darle legalidad y legitimidad al régimen de facto. Con posterioridad, a su imagen y semejanza creó la Constitución Política de 1980 considerada por los expertos en la materia, como la más elaborada conjunción de principios y axiomas de aquella ideología. Siendo el fundamentalismo uno de los más sobresalientes rasgos de la dictadura militar chilena, el mencionado personaje se empeñó en crear “un nuevo hombre chileno” y, las consecuencias parciales de ese embuste, fue el denominado “apagón cultural” que sufrió Chile durante la dictadura, después de haber sido una de las naciones con mayor difusión bibliográfica y actividad científica, cultural, artística, académica y deportiva. Por el crecimiento cuantitativo y cualitativo de las protestas contra la dictadura y previendo que fuera derrocado el general Pinochet, Estados Unidos intervino para que tuviese lugar una transición “ordenada” y también como lo hizo en otras naciones, esa potencia imperialista se aseguró que los gobiernos de la transición fueran de derecha como en efecto ocurrió en Chile, país en


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el que su Constitución Política de 1980 perduró como un enclave autoritario o una especie de dictadura sin Pinochet. La transición “ordenada” consistió en que el general Pinochet impuso las condiciones que estimó necesarias para retirarse del cargo, entre ellas, la vigencia de la Constitución Política de 1980, la impunidad de sus crímenes, el modelo económico neoliberal, su continuidad como comandante del ejército y luego senador, sus fueros y los poderes fácticos del estamento castrense. Ni siquiera los gobiernos “socialistas” cambiaron el anterior estado de cosas por temor, complicidad o pragmatismo respecto al tipo de transición impuesto por Estados Unidos y el mencionado militar. El general Pinochet murió el 10 de diciembre de 2006 (por esas crueles paradojas de la vida, el Día de los Derechos Humanos) sin ser condenado, pese a que al momento de su deceso contaba con más de 400 querellas en su contra y una orden de detención4. Las memorias individuales y colectivas, tanto de seguidores como de enemigos alcanzaron su máximo nivel de paroxismo el cual se materializó en las manifestaciones de rechazo o apoyo según el caso, en distintos lugares de Santiago de Chile. Fue una ocasión en la que el país nuevamente se sintió sacudido por la polarización a la que lo llevó este personaje que puede ser objeto de distintos estudios. La muerte del general Pinochet puso en escena, en toda su magnitud y crudeza, la disputa por las memorias. Por un lado están quienes legitiman una especie de “memoria heroica” encarnada en aquel oficial y, por otro, los que hacen de la memoria un aparato discursivo de denuncia y reclaman sin cesar castigo a sus verdugos. En este combate de las memorias, las dos partes enfrentadas se afianzan en mitos y representaciones, cuyos orígenes se encuentran en sus respectivas matrices ideológicas.

4. PAVEZ VERDUGO, Paulina. Augusto Pinochet U. y la memoria heroica de la dictadura cívico-militar en Chile (1973-1989). En: Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 38 | 2019, Publicado el 14 enero 2020, consultado el 29 enero 2020. URL : http://journals.openedition. org/alhim/ 8210


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Por el objeto de esta obra, solamente son abordadas sus memorias, pese a que tiene a su haber una aparente prolífica obra intelectual5 de la que algunos de sus críticos dudan e incluso refieren casos de plagio. Del Comandante en Jefe del Ejército y Capitán General como estrambóticamente gustaba ser llamado, poniéndose así en materia de títulos y grados militares al nivel de los líderes de la independencia de Chile, del siglo XIX; sus memorias están dispuestas en cuatro libros. El Tomo I6 de sus memorias está dividido en cinco partes y cada una de ellas, en capítulos. Su estructura es la siguiente: Prólogo Índice

5. PINOCHET UGARTE, Augusto. Síntesis geográfica de Chile (las relaciones espaciales, aspectos geofísicos, geohumanos, geografía política y económica de Chile. Santiago de Chile, 1963. PINOCHET UGARTE, Augusto. Síntesis geográfica de Chile, Argentina, Bolivia y Perú. Santiago de Chile: Instituto Geográfico Militar, 1964. PINOCHET UGARTE, Augusto. Geografía militar: interpretación militar de los factores geográficos. Santiago de Chile: Instituto Geográfico Militar, 1967. PINOCHET UGARTE, Augusto. Geopolítica: diferentes etapas para el estudio geopolítico de los Estados. Santiago de Chile, 1968. PINOCHET UGARTE, Augusto. 1973-1978: cinco años de orden, progreso y libertad. Santiago de Chile: División de Comunicación Social, 1978. PINOCHET UGARTE, Augusto. Reflexiones en torno a una visión política de Chile. Santiago de Chile, 1979. PINOCHET UGARTE, Augusto. La Guerra del Pacífico, campaña de Tarapacá. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1979. PINOCHET UGARTE, Augusto. El día decisivo. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1979. PINOCHET UGARTE, Augusto. Ensayo de un estudio preliminar de una geopolítica de Chile. Buenos Aires: El Cid Editor, 1983. PINOCHET UGARTE, Augusto. Política, politiquería y demagogia. Santiago de Chile: La Nación, 1984. PINOCHET UGARTE, Augusto. Geopolítica. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1984. PINOCHET UGARTE, Augusto. Repaso de la agresión comunista a Chile. Santiago de Chile: La Nación, 1986. PINOCHET UGARTE, Augusto. Pinochet: patria y democracia. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1988. PINOCHET UGARTE, Augusto. Transición y consolidación democrática 1984-1989. Santiago de Chile: ZigZag, 1989. PINOCHET UGARTE, Augusto. Discursos principales. Volumen 1 1990-1994, Volumen 2 1995-1998, Santiago de Chile, 1995. 6. PINOCHET UGARTE, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo I. Santiago: Instituto Geográfico Militar de Chile, Cuarta Edición, 1990.


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Primera Parte Niñez y adolescencia Capítulo I. En el viejo Almendral Capítulo II. Nos mudamos a Quillota Segunda Parte Primero pasos en la carrera de armas Capítulo I. Alférez en la Escuela Militar Capítulo II. De Concepción a Valparaíso Capítulo III. Regreso a la Escuela de Infantería Capítulo IV. Con los parches negros de la Escuela Militar Capítulo V. Uno de los grados más hermosos Tercera Parte Preparación para el Alto Mando Capítulo I. Jefe de Informaciones y Operaciones Capítulo II. Academia de guerra y Subsecretaría de guerra Capítulo III. Comisión de servicio a la República del Ecuador Capítulo IV. Cuartel general de la I División de Ejército Capítulo V. Cdte. del Regto. Inf. N. 7 “Esmeralda” Capítulo VI. El regreso a la Academia de Guerra Cuarta Parte En el alto mando Capítulo I. Jefe Estado Mayor II División Ejército Capítulo II. Primer año al mando de la VI Div. Ejto Capítulo III. Segundo año al mando de la VI Div. Ejto


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Quinta Parte Actividades militares-civiles

Capítulo I. En la Comandancia General Guarnición Ejército de Santiago Capítulo II. Jefe Estado Mayor General del Ejército Capítulo III. Comandante en Jefe Subrogante del Ejército Capítulo IV. Comandante en Jefe del Ejército Capítulo V. La víspera Capítulo VI. La batalla de Santiago.

Se trata de un relato que abarca el lapso de su vida desde la niñez hasta las acciones militares del golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973. Las herramientas lexicales, la construcción gramatical, el acervo lingüístico, los recursos literarios y la trama argumental son básicos. No se está frente a la obra de un pensador castrense en la que se avasalle el pensamiento sobre táctica, estrategia o la guerra misma en su absoluta complejidad. El alcance es menor y tal vez prosaico. Es una obra concebida para justificar su anticomunismo y el golpe de Estado. Según el reputado historiador chileno Cristian Gazmuri Riveros, las memorias del general Pinochet son poco creíbles y fueron escritas con la ayuda de Rafael Valdivieso Ariztía7. Rafael Valdivieso Ariztía es el típico escribano al servicio del crimen, el dolor y la tiranía. En esta ocasión funge como prologuista de las memorias del general Pinochet y, sin necesidad de emplearse a fondo, logra exhibir su abyección a través de la escritura en la que, desde el culto a la personalidad, defiende a ultranza al mencionado oficial y sus acciones. Pese a las evidencias en contra, tercia la carga de las pruebas fácticas sobre el lomo de las desafortunadas víctimas de la dictadura por lo que, por transitividad, se convierte en un cómplice el régimen de facto.

7. GAZMURI R, Cristian. La historiografía chilena (1842-1970). Santiago: Taurus, 2009. p. 77.


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El prólogo, es una tosca pieza literaria colmada de loas, zalamerías, lisonjas, elogios, alabanzas, exaltaciones y vicios del lenguaje, así como de reconocimientos al general Pinochet, inmerecidos por lo demás. También encontramos en este prólogo señalamientos, descalificaciones, falsedades y justificaciones de todas las violencias a que fue sometida el conjunto de la oposición a la dictadura militar chilena. No en vano el título de este capítulo alude a las “memorias del poder”. Inicia Valdivieso Ariztía el prólogo señalando que “Muy contados son los casos en que ex-Presidentes de Chile han escrito sus memorias, aportando así a la historia un material muy valioso para los juicios que ésta debe emitir. El siglo pasado no registra ninguna, habiendo llenado tal vacío, respecto de algunos periodos, valiosos archivos epistolares felizmente conservados para la posteridad. En lo que a la centuria en curso corresponde, los “Recuerdos de Gobierno” de don Arturo Alessandri y las “Memorias” de don Gabriel González llenan, por cierto, un buen espacio. Pero, aparte de estas excepciones, poca cosa más hay”8. De ese modo el autor del prólogo cataloga de expresidente al general Pinochet, sin que éste hubiese llegado a tal dignidad por elección de sus conciudadanos, sino por artificios de su régimen dictatorial. Acto seguido Valdivieso Ariztía pone, de manera atrevida al mencionado dictador, a la misma altura de Arturo Alessandri (18961986) y Gabriel González (1898-1980). Ambos fueron presidentes de Chile y, por el alcance y la naturaleza de sus actos de gobierno, se les considera, del siglo XX, los más influyentes mandatarios en los ulteriores acontecimientos del país. Tanto Valdivieso Ariztía como la legión de abogados, comunicadores y propagandistas del entorno inmediato del dictador, advirtieron que la nación debía regocijarse por la publicación de

8. VALDIVIESO ARIZTÍA, Rafael. Prólogo. En: Pinochet Ugarte, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo I. Cuarta Edición, Santiago: Instituto Geográfico Militar de Chile, 1990. p. 5.


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las memorias del general Pinochet por tratarse de recuerdos de la “fecunda” vida de alguien que encarnó, según ellos, la doble condición de soldado y gobernante. Las memorias fueron consideradas como “un irreemplazable aporte” dado el papel protagónico jugado por el autor a quien no dudan en catalogarlo como “un verdadero archivo viviente”9. Tiene razón Valdivieso Ariztía cuando se refiere al general Pinochet como un “archivo viviente”. Faltó decir que, como tal, fue selectivo, ocultó y destruyó información, tergiversó hechos, acomodó la verdad, asesinó a quienes tenían en su poder información sensible sobre la dictadura y respecto a él como individuo, y que, probablemente, la hicieran pública. Además, no contribuyó al esclarecimiento de múltiples hechos dolorosos que agobian la memoria de millones de chilenos. Este primer tomo de las memorias del general Pinochet es un ejercicio de escritura autorreferencial en el que se infiere el claro intento del autor por mostrar que, desde temprana edad, estaba signado por el destino y las circunstancias a intervenir en los problemas de su país ante las amenazas de “ideologías foráneas” y de otras potencias en colusión para destruir la “chilenidad”. De igual modo, estas memorias, constituyen una alabanza en unos casos y defensa en otros de su gobierno de facto. En toda la extensión de las mismas se observa el discurrir de información cuidadosamente seleccionada como quien organiza las piezas de un complejo engranaje para mostrar su funcionalidad. Lo anterior es matizado con la narración de numerosas vivencias. El autor de estas memorias, en calidad de panegirista, sale al encuentro de sus críticos y adversarios. Fija criterios interpretativos desde los cuales defiende la importancia de sus actos, establece un canon de verdad y deslinda responsabilidades, especialmente en los asuntos más espinosos cuando la tozudez de las pruebas le es adversa. La estrategia discursiva de las memorias del general Pinochet está 9. Ibíd., p. 5.


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encaminada a imponer su verdad y a descalificar las apreciaciones adversas u hostiles, cual poseso. En ese sentido esgrime las denominadas “motivaciones patrióticas y legítimas del pronunciamiento militar del 11 de septiembre de 1973” negando de plano que se hubiese ejecutado un clásico golpe de Estado y que lo actuado correspondió a una solución legal establecida en el ordenamiento jurídico chileno de entonces y que las fuerzas armadas “se vieron obligadas a intervenir” en contra de su voluntad. Por tanto, el estamento castrense habría hecho, supuestamente, demostración de su heroísmo, capacidad de sacrificio y de la mentalidad portaliana10. Con fundamento en esa mentalidad portaliana (autoritaria), las mismas memorias rezuman el mito de que las fuerzas armadas chilenas encarnan la última reserva moral de la nación guiadas por el lema “Por la razón o la fuerza” esculpido en el escudo nacional en 1834. Supuestamente llevado el país a una situación de crisis multidimensional por el gobierno del presidente Allende entre 1970 y 1973, y para evitar la disolución de Chile como nación, muy a su pesar intervinieron las fuerzas armadas para “corregir” los equívocos de la Unidad Popular en el poder. Narran las memorias del general Pinochet que su gobierno cumplió una labor restauradora o fundacional, cuyo tiempo de duración estuvo sujeto al logro de metas y no a las expectativas de la oposición. Parte de esas metas era la reconstrucción del país carcomido hasta sus cimientos, por el “exceso de democracia” y el “libertinaje”. El alejamiento (por parte de la dictadura) de las principales amenazas a Chile (partidos, sindicatos y organizaciones de izquierda), la consolidación de una nueva institucionalidad (en ella un nuevo modelo económico) y las garantías de un no retorno a las condiciones que indujeron a las fuerzas armadas a intervenir, crearían un ambiente propicio para el advenimiento de los gobiernos civiles.

10. En alusión a Diego Portales (1793-1837), destacada figura en la consolidación del Estado chileno.


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En materia de justificación del golpe de Estado, aluden las memorias a la probable existencia de diez a quince mil guerrilleros izquierdistas que supuestamente habrían llegado a Chile procedentes de América Latina y, en menor proporción, de Europa correspondientemente dotados de armamento y entrenados para enfrentar a las fuerzas armadas chilenas. En ese ambiente prebélico y luego de guerra civil tras los hechos del 11 de septiembre de 1973, señalan las memorias, habría que ubicar el tema de los derechos humanos puntualizando que los militares chilenos lo que hicieron fue anticiparse a las acciones de ese tipo de invasión. En otros apartes las memorias del general Pinochet presentan como mérito el desmantelamiento del Estado de Bienestar, así como el modelo económico adoptado por el gobierno de la Unidad Popular y la consiguiente imposición de la economía de mercado y en general de las políticas neoliberales que, aducen las memorias, pusieron a Chile en el camino del progreso y el desarrollo al punto de ser ese país, admirado e imitado por otras naciones. Lo anterior, remarcan las memorias del general Pinochet, solo fue posible por la férrea determinación de defender al país del “enemigo interno” que azuzaba las protestas. Si bien es cierto al general Pinochet sus correligionarios le atribuyen (como gran mérito) ser el forjador del neoliberalismo y, en consecuencia, el determinador del supuesto éxito económico en Chile; desde el punto de vista de Pablo Artaza Barrios, “Mal puede atribuirse a la “inteligencia superior” de Augusto Pinochet el diseño, la confección, la aplicación (podría pensarse, incluso, la “comprensión”) de ese programa”11. Tom Davis, Jorge Cauas, Sergio de Castro, Luis Escobar Cerda, Hernán Büchi, Carlos Cáceres, Martín Costabal, Miguel Kast, Alvaro Bardón, José Piñera, Pablo Barahona y otros economistas, fueron los principales artífices, intérpretes y ejecutores de ese programa, señala el mismo autor.

11. ARTAZA BARRIOS, Pablo et al. La dictadura militar y el juicio de la historia. En: https://www.alainet.org/ es/active/16685


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En ese orden de ideas, el hecho de atribuirle al general Pinochet un conjunto de cualidades que paradójicamente no tuvo, se inscribe en el marco de la disputa por la hegemonía de las memorias, en la que el ritual de mitificación se pone de manifiesto para hacer del sujeto un héroe, a partir de las subjetividades y las representaciones sociales predominantes en las matrices ideológicas de sus cortesanos, reforzadas fácilmente por la alienación. Sobre este personaje, Pablo Artaza Barrios puntualiza que No fue Augusto Pinochet, por tanto, quien diseñó el modelo neoliberal para Chile (sino la Universidad de Chicago, sus Boys y el FMI), ni fue quien aseguró su éxito económico posterior (sino la llegada masiva del capital extranjero 20 años después del golpe), ni fue quien por sí mismo decidió entregar el poder para dar paso a la democracia (no tenía alternativa, al estar cogido entre dos fuegos: en el interno, por las 22 jornadas nacionales de protesta que luchaban por su caída, y en el externo, por el capitalismo transnacional, que presionaba para que democratizara el modelo neoliberal), ni fue quien realmente legitimó como democracia el dicho modelo (ha sido la Concertación de Partidos por la Democracia). Todos saben que, por él mismo, Pinochet habría desconocido el resultado del plebiscito de 1988, para seguir gobernando dictatorialmente otros ocho años. Fueron los otros miembros de la Junta Militar, más conscientes del callejón sin salida en que se hallaban, los que impidieron que eso ocurriera12.

En términos de laudatio las mencionadas memorias exhiben fatigantes listas de viajes del dictador chileno poniendo en funcionamiento obras como viviendas, vías de comunicación e infraestructura de saneamiento básico e intentan poner de relieve su supuesta sensibilidad y cercanía a los pobres y campesinos. Las anteriores obras, se advierte el mismo apologista, fueron necesarias por la ruina a la que llevó el país el presidente Allende. Sobre este primer tomo de las memorias, el columnista Francisco José Folch se expresó en los siguientes términos: “En sus cuatro primeras partes, estas memorias entregan abundantes elementos para enriquecer la visión de ese ámbito militar. Sus páginas nos permiten verlo a través de los ojos de alguien que sería singularmente repre-

12. Ibíd.


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sentativo de su institución, aun sin la ulterior fase de su actuar, que el autor llama “político-militar”. El proceso del “pronunciamiento” se refleja inserto en el cuadro de una vida y una carrera. La mirada retrospectiva sigue la concatenación de las causas, consecuencias y circunstancias que van empujando al oficial hacia aquel “día decisivo”. Memorias llamadas inevitablemente a ser fuente irreemplazable para historiadores futuros, hoy no dejarán indiferentes a partidarios ni adversarios”13. La publicación de las memorias del general Pinochet arreció la polarización política por la naturaleza del autor, la coyuntura del país, el contenido de aquellas y nuevos escenarios de confrontación emergieron. Fue así como el Secretario General del Partido Socialista, Jorge Arrate, consideró inoportuna la publicación de las memorias del general Pinochet. Le pidió que aplazara su circulación, o que dejara su cargo de Jefe del Ejército para que se responsabilizara de los juicios emitidos en la obra, lo cual fue desoído por el militar. Según Arrate, el tomo I, incluye apreciaciones y referencias sobre situaciones objeto de debate político en el país. Contiene alusiones inconvenientes a personas y partidos vigentes en la política chilena. Sobre Allende se expresa en forma despectiva y rencorosa. La aparición de las memorias se consideró inoportuna, fue una provocación no solo a los chilenos sino al mundo que seguía de cerca los acontecimientos políticos de Chile. Desde el punto de vista de Arrate “Debió actuar con menos impaciencia y posponer la publicación de sus memorias hasta el momento en que cese de ejercer su actual cargo”. El Jefe del Ejército tiene “un afán de entregar opiniones que frecuentemente avivan tensiones o que perjudican nuestra imagen en el exterior”14. Desde otro escenario también se consideró inoportuna la publicación de las memorias y se anunció: “Sugerimos que antes del lanzamiento de sus memorias

13. FOLCH, Francisco José. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo I. En: Revista de libros. En: El Mercurio, Santiago, (2 de Dic 1990); p. 2. 14. PS pide a Pinochet aplazar sus memorias. En: El Mercurio, Santiago, (8 de Sept 1990); p. C4.


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el General Pinochet abandone el cargo de Comandante en Jefe o, por el contrario si resuelve permanecer, postergue el lanzamiento de esta obra tan significativa e interesante”15. En 1991, salió a la luz pública el Tomo 216 de las memorias “Camino recorrido. Memorias de un soldado”, publicado, como toda la obra, con recursos del erario procedentes del Instituto Geográfico Militar de Chile. El contenido es esta nueva publicación es el siguiente: Prólogo Índice Capítulo I Primer año de gobierno militar (1973/1974) Las horas iniciales El General Prats Algunos problemas con la jerarquía eclesiástica En la Corte Suprema Primera conferencia de prensa Primera misión: reorganizar el país Es muy fácil convertirnos en juez de otros Reconocimiento en los padres franceses Viaje al Brasil En el Paraguay El nuestro no es mejor Entrevista con Perón Jefe Supremo de la Nación

15. La Época. Santiago, 25 de agosto de 1990. 16. PINOCHET UGARTE, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo 2. Santiago: Instituto Geográfico Militar de Chile, Tercera Edición, 1991.


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Capítulo II Segundo año de gobierno militar (1974/1975) Primer aniversario del 11 se septiembre La visita del Presidente Stroessner Muerte del General Prats Actividades cívicas y sociales El Frente Externo Fin de año Reanudación de las relaciones diplomáticas con Bolivia El General Bonilla Encuentro con la Presidenta de Argentina Acción social David y Goliat Celebraciones Capítulo III Tercer año de gobierno militar (1975/1976) La visita del Presidente Bordaberry Se desbarata un plan subversivo Los funerales de Franco Resolución contra Chile en la ONU Las Fuerzas Armadas reafirman su unidad Viaje a Uruguay La OEA sesiona en Chile Capítulo IV Cuarto año de gobierno militar (1976/1977) La visita del Presidente Videla


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En la carretera Austral En nuestro territorio antártico El fallo arbitral de la Reina de Inglaterra El discurso de Chacarillas A ganarse el pan En los Estados Unidos Capítulo V Quinto año de gobierno militar (1977/1978) Con Franz Josef Strauss El litigio con Argentina hace crisis Se consulta al país El Acta de Mendoza Argentina rechaza el Laudo Entrevista en El Tepual Bolivia rompe relaciones Nuevos pasos hacia la institucionalidad renovada Sobre la situación con Argentina Con los Estados Unidos El General Leigh se retira El bicentenario de O´Higgins Capítulo VI Sexto año de gobierno militar (1978/1979) Signos de paz Sigue la controversia con Argentina Las relaciones con el Perú Nos visitan unos inspectores

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Repudio al boicot El difícil camino de la paz Se acuerda la mediación papal Régimen portaliano En Juan Fernández La institucionalidad laboral Noticias desde el Vaticano El 21 de mayo en Iquique El caso Letelier Ante el altar de la patria Sexto aniversario Capítulo VII Séptimo año de gobierno militar (1979/1980) Constitución y extradición Lentos avances en Roma El viaje a Filipinas: desaire y desagravio Avanza la Constitución Actitudes discordantes El pueblo aprueba la Constitución Cómo votaron los chilenos Visita de Figueiredo Anexo La guerra irregular Introducción Año 1973-1974 Año 1974-1975


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Año 1975-1976 Año 1976-1977 Año 1977-1978 Año 1978-1979 Año 1979-1980 Año 1980 Este Tomo 2 de las memorias, compuesto por siete capítulos, contiene la descripción cronológica de un conjunto de hechos ocurridos entre 1973 y 1980 (capítulo por año). Al final de la misma y, a manera de anexo, se hace alusión a la guerra irregular. Igual que en el Tomo I, en el Tomo II las memorias son selectivas, acomodaticias y, en ocasiones, tergiversadas para explicar sucesos siempre espinosos, polémicos y sensibles que, en su momento conmovieron no solo a los chilenos sino a gran parte del mundo occidental. En esta oportunidad el prólogo lo hace William Thayer Arteaga quien, al igual que Rafael Valdivieso Ariztía, se deshace en elogios hacia el general Pinochet y su dictadura. El autor de las memorias es presentado como un ser incorruptible, dechado de virtudes y de probada vocación democrática. De la dictadura realza lo que él considera logros, hazañas, avances y aciertos. William Thayer Arteaga militante de la derecha chilena y funcionario de la dictadura hizo de la pluma su principal arma para defender tanto a Pinochet como a la dictadura misma17. William Thayer Arteaga no solo hizo el prólogo del Tomo 2 de las memorias del general Pinochet. En otros espacios tales como el diario “Las últimas noticias” amplió algunas ideas expuestas en el mencionado prólogo, profundizó otras, expuso nuevas apreciaciones sobre el autor de las memorias y su dictadura y remarcó otras ya

17. THAYER ARTEAGA, William. Prólogo. En: Pinochet Ugarte, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo 2. Tercera Edición, Santiago: Instituto Geográfico Militar de Chile, 1991. p. 10.


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existentes, como el culto a la personalidad y la obsesión por la figura del dictador según se desprende del siguiente artículo publicado en el mencionado diario. Como epígono absoluto, el escribano de marras se torna irritante al atribuirle al autor de las memorias un conjunto de virtudes que nunca tuvo. Señala, tal es el caso, que Pinochet no es soberbio, vanidoso, intolerante ni violento, y fue el hombre más calumniado de occidente. Thayer Arteaga le atribuye controvertibles rasgos como haber sido un consagrado lector, insigne escritor, poseedor de un coraje poco común, con una capacidad sobrehumana de trabajo, cuidadosamente reflexivo en las grandes decisiones, sin par en el conocimiento de Chile y de su historia, atento a todas las opiniones versadas y con un excepcional don de mando18. Lo escrito por William Thayer Arteaga tanto en el prólogo como en la prensa, refleja esa tendencia de algunos individuos con cierto nivel de escolaridad por congraciarse con quien ostenta el poder, en este caso con el general Pinochet, recurriendo a la adulación. La adulación obnubila la razón y hace perder el sentido de las proporciones al punto que incluso los tiranos son conscientes de ello. La existencia de este tipo de lambón (William Thayer Arteaga) se explica por las afinidades ideológicas pero, primordialmente, como una manera de agradecimiento hacia el tirano por algunos favores recibidos. La sumisión les genera placer, la adulación les crea el espejismo de ser cercanos al poder y al dictador. La puesta al servicio de la dictadura, de su talento, les hace creer que son uno de los anillos de seguridad del dictador. Desde luego las relaciones en estas memorias también van en sentido inverso. Es decir, el dictador necesita de una pléyade de escritores que pongan en buen romance lo que aquél quiere que se diga de sí mismo y de su gobierno, pero que su talento no lo da. En estos casos la cortesanía prima y algunos con

18. TRAYER ARTEAGA, William. Las memorias de Pinochet. En: Las Últimas Noticias. Santiago, (22 de Sept 1991); p. 8.


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afán de publicidad y protagonismo caen atrapados en ese enjambre de aduladores del poder y de la tiranía. En ese mismo horizonte y bajo similares condiciones se encuentra Carlos Iturra quien, en la revista Ercilla, se deshace en melindres respecto a las memorias del general Pinochet. Paradójicamente prologuistas de este perfil terminan por alcanzar el efecto contrario, en el sentido de prevenir al lector quien, después de leer los prólogos, sospecha de la credibilidad de las memorias. Afirma que el medio intelectual chileno se incrementa en magnitud considerable con las presentes memorias y adquiere mayor lustre por tratarse de un autor como el general Pinochet. Se diferencia Carlos Iturra19 de los demás apologistas del dictador chileno cuando le atribuye ser el único protagonista de la historia. En este caso la historia de bronce o heráldica se impone al considerar que un individuo, en este caso militar y con poder, es quien hace la historia, desconociendo a otros actores de la misma sin cuya existencia, justamente, no habrían sido posible las hazañas que se le atribuyen al gobernante de facto. A la anterior perspectiva de Carlos Iturra sobre las memorias del general Pinochet se suma la de Pedro Gandolfo G, quien, desde el diario “El Mercurio” se diferencia de los anteriores áulicos al intentar plasmar un criterio, aunque no antagónico, si menos empalagoso. Es así como Pedro Gandolfo G reconoce el sentido lineal y cronológico de las memorias, el estilo y el lenguaje utilizado, así como la defensa que hacen del dictador y la dictadura. Le otorga a las memorias su condición de insumo obligado para la historia. Gandolfo G es del criterio, según el cual la descripción de hechos en las memorias es realizada “…con un estilo y un lenguaje objetivo y exterior que la hace aparecer, casi siempre, como si emanara de

19. ITURRA, Carlos. El testimonio del protagonista. “Camino recorrido. Memorias de un soldado”. Tomo 2, Augusto Pinochet Ugarte, Instituto Geográfico Militar, 1991. En: Ercilla. Edición No. 2930. Año LIX, Santiago, (25 de Sept 1991); p. E37.


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un observador no participante, un cronista informado, pero no un protagonista de los hechos”20 y se queja de la ausencia en las memorias matizadas de hechos intimistas, personales o triviales que le permitan al lector cierta distensión frente a un texto atiborrado de asuntos de Estado. Es preciso señalar que, casi sin excepción, los prologuistas y escritores defensores del general Pinochet, de la dictadura y de sus memorias tuvieron libertad de expresión, derecho ausente en quienes pensaban distinto. Suficientemente difundidas, sus publicaciones no fueron censuradas, las de la oposición sí. En esas condiciones no hubo debate o controversia sobre las memorias. Hubo una sola apreciación sobre las mismas. También en ello las “memorias del poder” hicieron sentir su agobiante peso, impusieron las condiciones en que debían ser entendidas en concordancia con un único criterio de verdad. Pero yendo al contenido del Tomo 2 de las memorias es claro que está dedicado a lo que la misma dictadura denominó “gobierno militar”. Comprende el lapso entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1981 (víspera del inicio del periodo constitucional del “Presidente Pinochet”, establecida esa figura en la Constitución Política de Chile de 1980 aprobada por la ciudadanía a través de un espurio plebiscito de ese mismo año, que legitimó y legalizó una nueva etapa de la dictadura militar chilena). En la parte inicial del contenido del Tomo 2 de las memorias, el autor muestra parte del catálogo de acciones que emprendió para transformar el país. En materia económica y política le atribuye al estatismo ser el origen de las principales dificultades por las que atravesaba Chile, en esa coyuntura y señala, según el general Pinochet, la urgente adopción de medidas encaminadas a enfrentar situaciones como la excesiva burocracia, la incertidumbre para las inversiones de los capitalistas y el desgreño administrativo, entre otras.

20. GANDOLFO G, Pedro. Memorias de Augusto Pinochet. En: Revista de libros. No. 140, El Mercurio, Santiago, (5 de Ene 1992).


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En lo social, estas memorias traslucen la idea de cambiar la mentalidad del país. Para el dictador y su equipo de gobierno, el pueblo chileno había sido degradado en su condición moral por el libertinaje, la pornografía, las ideologías disolventes ajenas a la tradición republicana, la literatura revolucionaria y anarquista, el arte, el teatro, la música, la ciencia, la tecnología y las pedagogías que cuestionan las tradicionales nociones de patria, nación, país, poder y autoridad; así como la peligrosa coincidencia ideológica entre las izquierdas y un sector de la iglesia católica (cercano a la Teología de la Liberación). Frente a esa molicie así imaginada por la dictadura, se requería, según la misma, un cambio de mentalidad y en ello se empeñó con particular encono. En cuestiones geopolíticas, anuncian las memorias, se hicieron notables esfuerzos para fortalecer las relaciones con países como Brasil, Paraguay, Argentina e incluso El Vaticano, en el claro propósito de encontrar aliados en esos países donde también había regímenes de facto. En el caso del Vaticano la situación fue distinta. La dictadura recurrió a esa instancia para tratar de frenar la posición que adoptó en Chile el arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez, respecto a la creciente y sistemática violación de los Derechos Humanos. Avanzando en el contenido del Tomo 2 de las memorias el lector encuentra la versión oficial respecto al asesinato del general Carlos Prats González ocurrido el 30 de septiembre de 1974 que, como se sabría años después, el general Pinochet fue el autor intelectual. Así mismo es narrada la visita del dictador chileno a España con motivo del sepelio de su homólogo el general Francisco Franco Bahamonde, a quien le tributaba particular admiración. Llama la atención en estas memorias el análisis de la resolución que en contra de la dictadura del general Pinochet profiere la ONU, la cual es vista como parte de una conjura del comunismo a nivel internacional contra Chile. Destaca en estas memorias la especial mención al “Discurso de Chacarillas” considerado uno de los planteamientos más categóricos sobre lo que sería el futuro la dictadura. La prosopopeya del nocturno acto público de tal discurso estuvo ataviada por desfiles


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de jóvenes fascistas, nazistas, carlistas e integristas con imágenes religiosas sobre sus hombros quienes marchaban con solemnidad al compás de ritmos marciales, portando velas encendidas, vestidos de negro y desafiantes miradas. De esa cantera de jóvenes saldrían, posteriormente, los más caracterizados líderes de las derechas chilenas que, desde el poder, han encarnado la perspectiva ideológica del general Pinochet. Así mismo esas memorias están referidas a las tensas relaciones con Bolivia, Perú y Argentina. Con los dos primeros por las heridas aún abiertas de la Guerra del Pacífico acaecida entre 1879 y 1884 y, con el segundo, por la disputa sobre el Canal del Beagle que, a no ser por la mediación del Vaticano, ambas dictaduras (la chilena y la argentina), habrían embarcado a los dos países en un conflicto bélico. Es claro el agradecimiento del dictador chileno a la mediación papal. El papa Juan Pablo II posteriormente visitó a Chile quien, consecuente con su ideología de derecha, explícitamente terció a favor del dictador. Del mismo modo en que elude y evade cualquier responsabilidad sobre el asesinato del general Carlos Prats González, en estas memorias su autor actúa del mismo modo frente al asesinato (ordenado por él) de Orlando Letelier el 21 de septiembre de 1976 en Estados Unidos (Canciller de Chile durante el gobierno de Salvador Allende Gossens). En la parte final de este Tomo 2 de las memorias, el autor reivindica la esencia portaliana de la dictadura que lidera y, en concordancia con ello, justifica los principios rectores de la Constitución Política de Chile de 1980. Múltiples fueron las influencias para crear esa constitución. De la órbita latinoamericana se tuvieron en cuenta las experiencias de otras dictaduras como las de Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, al igual que constituciones autoritarias, entre ellas la de Colombia de 1886. Del contexto europeo fueron tomadas como referencias las constituciones de Francia, España y Portugal durante los gobiernos de Charles De Gaulle, Francisco Franco Bahamonde y Antonio de Oliveira Salazar, respectivamente, así como algunas encíclicas papales especialmente aquellas de mayor esencia autoritaria y dogmática.


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Como si lo anterior no fuera suficientemente indicativo del tipo de constitución a crear, hubo un fuerte influencia de autores como Ludwig von Mises (1881-1973), Friedrich Hayek (1899-1992) y Milton Friedman (1912-2006) portaestandartes e ideólogos del pensamiento neoliberal. Más que un órgano plural de deliberación sobre teorías constitucionales que interpretaran la compleja pluralidad de la esencia chilena, fue conformado una especie de sanedrín21 en el que sus miembros (avezados abogados de derecha) e inspirados en el tomismo, crearon una nueva constitución que le garantizara una larga vida al desiderátum del dictador, como en efecto ocurrió. Por su parte los orígenes de los enclaves autoritarios de las Constitución Política de 1980 se encuentran en la formación prusiana de las fuerzas armadas chilenas, de la cual se deriva su peculiar mentalidad de desconfianza respecto al poder civil, su desdén por la democracia, el rechazo a la división de poderes, el exacerbado militarismo, el espíritu de cuerpo, su radicular autoritarismo y el hábito a crear enemigos desde una visión conspirativa de la historia. La puesta en vigencia de la mencionada constitución política y el inicio del flamante gobierno constitucional, son los temas con los que inicia el Tomo 3, Volumen I22 cuyo contenido es el siguiente: Índice Pensamientos al pasar Preámbulo Iniciación del gobierno constitucional (1981) Capítulo I. Rememorando las noticias del año 1980 Capítulo II. Antes del 11 de marzo de 1981

21. Jaime Guzmán, Enrique Ortúzar, Alejandro Silva Bascuñán, Jorge Alessandri Rodríguez y Enrique Evans de la Cuadra, entre otros. 22. PINOCHET UGARTE, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo 3. Volumen I, Santiago, Segunda Edición, 1998.


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Capítulo III. Ascensos y descensos Capítulo IV. Trabajo y más trabajo Capítulo V. Octavo aniversario del pronunciamiento militar Capítulo VI. Llegó el fin de año Capítulo VII. La modernización de la educación Capítulo VIII. Corduras y cobardías Segundo año de gobierno constitucional (1982-1983) Capítulo I. Aparecen los vientos de fronda Capítulo II. Se enciende el fuego y la llama de la libertad se agranda Capítulo III. Un volador de luces crea esperanzas Capítulo IV. Intercalamos materias afines Capítulo V. Oligarquía o la unión de los poderosos Capítulo VI. Servir a los pobres Capítulo VII. Los vendedores de ilusiones Capítulo VIII. Pirañas y cocodrilos Capítulo IX. La muralla, símbolo de seguridad Tercer año de gobierno constitucional (1983-1984) Capítulo I. Aparecen moros y cristianos Capítulo II. El año decisivo Capítulo III. Ojos perdidos Cuarto año de gobierno constitucional (1984-1985) Capítulo I. Relaciones exteriores: sacudones, rechazos y caídas Capítulo II. Economía, cobre, metales y metaloides Capítulo III. Impacientes y apurados Capítulo IV. La miopía histórica


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Capítulo V. El ladrón detrás del juez Capítulo VI. La boda del señor cura Quinto año de gobierno constitucional (1985-1986) Capítulo I. Destrucción y reconstrucción Capítulo II. Estado de la mediación Capítulo III. Amigos, enemigos, ¿aliados? Capítulo IV. Giras de acción de gobierno Capítulo V. Correcciones Capítulo VI. Bonito embalaje Capítulo VII. Acontecimientos públicos Capítulo VIII. Renuncia del General Mendoza Capítulo IX. No, y sí, violencias activas Capítulo X. Casandra Anexo La guerra irregular 1981 La guerra irregular 1982 La guerra irregular 1983 La guerra irregular 1984 La guerra irregular 1985 La diferencia con las dos primeras obras radica en que, por primera vez, aparece el autor (el general Pinochet) haciendo apreciaciones públicas sobre sus memorias, no solo en la presentación del tercer tomo sino a través de algunos medios de comunicación. Otro elemento diferenciador consistió en que en el acto de presentación del libro en un recinto militar, intervino el también general Julio Canessa Robert quien durante la dictadura militar fungió como Vicecomandante en Jefe del Ejército y Miembro de la Junta Militar de Gobierno en representación del estamento castrense.


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En este tomo de las memorias se condensa, a manera de inventario, lo que el autor de las mismas consideró de singular relevancia en su gobierno y algunos acontecimientos fortuitos. Estas memorias abarcan un lapso de cinco años entre 1980 y 1985 y se presenta como “Presidente de la República” sin que nadie lo hubiese elegido, todo gracias a la Constitución Política de 1980, norma con la que se inauguró una etapa llamada de manera pomposa “Gobierno Constitucional”. En el acto protocolario de la presentación de estas memorias el general Pinochet anunció que completaría sus memorias con un nuevo libro, denominado, “Otros tiempos”, donde explicaría sus vivencias como Comandante en Jefe después de entregar la Presidencia a Patricio Aylwin precisando que “…desde 1990 hasta la fecha han sucedido hechos de enorme importancia que no se pueden dejar al margen, como el retorno de las FF.AA. a sus labores específicas, y el difícil proceso de la reconciliación que se ha visto dificultado por deseos de venganza aún vigentes”23. Cínicamente espetó “Me adelanto a aclarar, que está fuera de mi ánimo cualquier intención agraviante, por lo que mis conceptos deben ser mirados desde una perspectiva histórica” y “Pido a Dios que me dé vida y que me ilumine para manejar la pluma hasta el final de la jornada”24. Para este oficial la exigencia de justicia por parte de sus víctimas era sinónimo de venganza, a lo cual contribuyó, por acción u omisión, el sistema judicial chileno en medio de formalismos, trucos y temores. En esta oportunidad el general Julio Canessa Robert en un arranque de extremo cinismo “…destacó la profundidad de los temas tratados en las Memorias y el imperativo del general Pinochet para esclarecer la verdad. Dijo que el apelativo de “dictadura” que recibió el gobierno militar fue injusto debido a que Pinochet nunca eludió

23. El Mercurio. Santiago, (10 de Sep 1993); p. C 2. 24. Ibíd.


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el diálogo. Estoy seguro que este libro representa para el autor, un compromiso con la verdad y un serio intento de hacerla prevalecer”25. Según un registro periodístico de la época, esta obra, “…está narrada en tono más personal, y en ella enjuicia a personajes y situaciones, fundamenta su labor en el progreso del país y mantiene la solidez de sus principios”26. De igual modo se informó que en el acto de presentación, el general Pinochet agradeció al también general Julio Canessa Robert su apoyo “generoso” al nacimiento de esta obra y la dedicó a todos aquellos que colaboraron en esa etapa de su gobierno27. A partir de lo expuesto por el diario “Las últimas noticias” órgano de difusión que se empleó a fondo en el cubrimiento de la presentación del libro, “El militar aclaró que en esta nueva fase de sus memorias optó por una narración más directa y ágil “que facilite a mis indulgentes lectores de seguir materias de suyo áridas, a riesgo de que se mal interpreten pasajes o alusiones por ello más concretas, hechos y personas”28. Ese mismo medio de comunicación, en la intervención el general Pinochet, hizo hincapié en que “Hoy en día no sólo es aceptada (la Carta Fundamental) sino que valorada, incluso defendida, para su fiel cumplimiento, por muchos de su más duros detractores” y que el periodo que comprende este volumen, “es aquel donde se afincaron las bases jurídico constitucionales, económicas y de seguridad nacional, que han hecho que hoy nuestro país sea una nación soberana, libre, pujante, progresista, aplaudida e imitada en muchas partes del mundo”29. Como argumento llamativo del tercer tomo de las memorias del general Pinochet, el citado periódico expone que “La dictadura

25. Ibíd. 26. Las Últimas Noticias. Santiago, (10 de Sep 1993); p. 4. 27. Ibíd. 28. Ibíd. 29. Ibíd.


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supone la arbitrariedad, más que la discrecionalidad; la no sujeción a las leyes del Estado. ¿Si un gobernante surgido de una situación excepcional se autolimita, y hace sancionar por el pueblo una Constitución Política que fija tanto las normas de su gestión como el fin de la misma, ¿puede ser catalogado de “dictador”?30, para el diario “Las Últimas Noticias” la respuesta tenía que ser negativa lo cual pone de presente un problema conceptual de fondo respecto a fenómenos como la democracia y la dictadura, entre otros. De igual modo el mencionado periódico realzó el siguiente fragmento “Acá no necesitamos extendernos tanto en detalles. Hasta los más enconados enemigos del Gobierno Militar han terminado por aceptar los éxitos duraderos de nuestra gestión. Hablamos de lo permanente, de la llamada “obra gruesa”, puesto que en lo accesorio, por la propia naturaleza contingente de esa materia, se hicieron cuantas revisiones y reformas aconsejaban las circunstancias. Por lo demás, siempre debe ser así. El objetivo que se quiere alcanzar es fijo, los medios para llegar a él son variables”31. También hizo énfasis en el siguiente apartado de las memorias del general Pinochet, “Como es de público conocimiento, en este plano nos propusimos “siete modernizaciones”, y casi todas fueron bien logradas. El Plan Laboral, la Reforma Provisional, la Reestructuración de la Salud, la Municipalización de la Educación, la Modernización Judicial, el Desarrollo Agrícola, la Reforma Administrativa y de Regionalización”32. En esas mismas memorias y, en alusión directa a las protestas contra la dictadura del general Pinochet que habían tomado auge desde 1983 ese mismo diario transcribe el punto de vista del mencionado militar, así, “El diálogo yo lo concibo como una forma de plática entre personas que alternativamente se plantean sus ideas y diferencias para llegar a un acuerdo cediendo ambas partes; pero

30. Ibíd. 31. Ibíd. 32. Ibíd.


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aquí se partía de la renuncia del Presidente de la República en forma previa para iniciar las conversaciones, lo cual naturalmente fue rechazado de plano. Como siempre, la nefasta influencia de algunos altos dignatarios de la Iglesia Católica estaba presente”33. Termina el artículo del mencionado periódico en referencia al tercer tomo de las memorias del general Pinochet, exponiendo algunos puntos de vista del autor de las mismas frente a situaciones contingentes como el incremento de las expresiones de protesta contra la dictadura. Estando el general Pinochet en Santiago, en la plaza de abasto llamada “La Vega Central”, en un almuerzo ofrecido por el Sindicato de Trabajadores Independientes y Comerciantes en Subsistencias de la Feria Municipal de Santiago, fue categórico al advertir “Nosotros, como Gobierno, luchamos por hacer una democracia con libertad, pero no con libertinaje. Y aprovecho la oportunidad para decirles a aquellos que propician la subversión, los desórdenes, obedeciendo directivas de Moscú, y acoplando a algunas que son de instituciones muy respetables, para hacer desmanes, que tendré la mano más dura que se imaginan”. “Con estas palabras, “moros” y “cristianos” quedaron notificados, bien notificados. Y ellos, pese a todo, eligieron el desorden y la “protesta”, a partir del 11 de mayo. Tendríamos que usar nuestra mano dura contra esos pescadores de aguas revueltas”34. En toda la extensión del Tomo 3, Volumen I de sus memorias, el general Pinochet se muestra, preponderantemente, como el “Presidente de la República” respetuoso de la ley, el orden, la división de poderes, con un impostado ejercicio impersonal del poder, procura mostrar una imagen de estadista preocupado por los problemas del pueblo, posa al lado de quienes sí ostentaron tal dignidad por las vías legítimas y legales y se equipara a ellos. En esa misma perspectiva, el contenido de las memorias está encaminado a mostrarse más como presidente que como militar y gobernante de facto. Para ello recurre a numerosas fotografías en las

33. Ibíd. 34. Ibíd.


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que aparece inaugurando obras, condecorando a personal civil y militar, en ceremonias religiosas; atendiendo a indígenas, trabajadores y niños; inspeccionando trabajos, recorriendo el país y atendiendo a personalidades extranjeras. Otro rasgo de estas memorias es su talante controversial respecto al conjunto de la oposición, sosteniendo siempre la tesis de la existencia de una conspiración internacional contra Chile agenciada desde Moscú, Pekín y La Habana, cuyos representantes en ese país serían las organizaciones clandestinas que animaban las protestas sociales contra la dictadura. Con pruebas como documentos polemiza y controvierte a sus opositores dentro y fuera de Chile, en todo momento presentándolos como victimarios y así mismo como defensor de los más caros intereses de la nación. Estas memorias que, como se ha indicado, cubren los sucesos desde el inicio del “gobierno constitucional” hasta el año 1985, tienen continuidad en el Volumen II de este mismo Tomo 335 el cual, siguiendo la línea expositiva del Volumen I, se proyecta hasta 1990 y versa sobre los siguientes tópicos: Índice Sexto año de gobierno constitucional (1986-1987) Capítulo I. Burlas finas o contrastes irónicos Capítulo II. Trabajo positivo y de acción Capítulo III. El oficio de desinformar Capítulo IV. Vencedores de la TV Capítulo V. Aumentando el ritmo orquestal Capítulo VI. Desde Cuba con amor llegan armas para la guerra irregular Capítulo VII. Atentado: de Rusia con rencor 35. PINOCHET UGARTE, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo 3. Volumen II. Santiago, Tercera Edición, 1998.


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Capítulo VIII. Rechazo de una agresión: un pueblo unido Capítulo IX. Balance general del año 1986 Séptimo año de gobierno constitucional (1987-1988) Capítulo I. El mensajero del evangelio Capítulo II. Chile no se vende ni se transa Capítulo III. El régimen que más ha construido en la historia de Chile Capítulo IV. Adiós a las protestas Capítulo V. Nosotros seremos testigos Capítulo VI. Tierra derecha Capítulo VII. Queda mucho por hacer Capítulo VIII. Miscelánea final Octavo año de gobierno constitucional (1988-1989) Capítulo I. La verdad se pinta con reales maravillas Capítulo II. La rueda del crecimiento no se detiene Capítulo III. Se llega al plebiscito Capítulo IV. La fiebre plebiscitaria Capítulo V. Las cosas son siempre para mejor Noveno año de gobierno constitucional (1989-1990) Capítulo I. Viñas de la ira y error de computadora Capítulo II. Luz verde en las reformas Capítulo III. Medalla internacional Capítulo IV. La comezón del último año Capítulo V. La economía más dinámica de la región Capítulo VI. Precisión matemática Capítulo VII. Misión cumplida.


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Parte final Epílogo Anexo La guerra irregular Este Volumen II del Tomo 3, en tanto continuidad del anterior, condensa algunos aspectos de lo que la dictadura del general Pinochet denominó “Gobierno Constitucional” el cual se proyectó hasta 1990, para un total de 9 años bajo esa denominación. En los Volúmenes I y II del Tomo 3 es perceptible el notable el esfuerzo de la dictadura militar por catalogarse como un gobierno legal, legítimo, constitucional, democrático e incluso tolerante y humanista. Como una manera de limpiar su imagen el general Pinochet niega su vocación golpista. En estas memorias insiste que las fuerzas armadas fueron presionadas por las circunstancias a tomar el poder y muestra como prueba de su supuesto talante democrático, el hecho de que transfirió el poder. Afirma que “El itinerario de la transición democrática, prefijado en sus mecanismos por los artículos transitorios de la Constitución Política de 1980, se cumplió paso por paso, de modo exacto. En tal sentido, el penúltimo acto de ese calendario fue la elección presidencial y parlamentaria del 14 de diciembre de 1989. Ese día se procedió a elegir al Presidente de la República, a 38 senadores y 120 diputados. Nada se postergó ni atrasó; y la elección fue tan limpia y transparente como ese día estival o como el itinerario que la había diseñado”36. En eso tiene razón el dictador, la transición a la democracia en Chile se hizo de acuerdo a los ritmos, formas y mecanismos impuestos por la dictadura37 bajo la adusta mirada de Estados Unidos.

36. PINOCHET UGARTE, Augusto. Camino recorrido. Memorias de un soldado. Tomo 3. Volumen II. Santiago, Tercera Edición, 1998. p. 275. 37. VELÁSQUEZ RIVERA, Édgar. Historia de la transición a la democracia en Chile. Popayán: Diseño gráfico e impresiones, 2007. p. 75.


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En sus memorias el general Pinochet, aparte de relacionar hechos nacionales inherentes a su cargo, fustiga a las izquierdas chilenas por su baja votación obtenida en las elecciones del 14 de diciembre de 1989, se vanagloria del colapso de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y manifiesta su satisfacción por el deber cumplido. Como se puede observar en este capítulo, el dictador en comento recurre a las memorias para justificar sus conductas y forma de gobernar a Chile. Desde la hegemonía del poder procura aquél posicionar una verdad sobre los acontecimientos, se trata de un tipo de memorias cuyo objeto es defender, justificar y magnificar sus acciones, así como criminalizar a la contraparte. Son las memorias del poder, frente a las cuales se alza el poder de las memorias de las víctimas de la dictadura que buscan por esa vía justicia frente a los crímenes de la dictadura, contrarrestar la violencia simbólica y, de ese modo, impedir su revictimización. Sobre el poder de las memorias versa el siguiente capítulo.


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5. El poder de las memorias: profesora Gladys del Carmen Marín Millie

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entro de las múltiples propiedades atribuidas a las memorias están las de servir para la curación de las heridas infringidas, en esta ocasión por regímenes autoritarios, despóticos o autoritarios. Corresponde a catarsis individuales y colectivas en las que las memorias facilitan la reconstrucción de vidas, ilusiones, trabajos, proyectos, utopías y, en general, todo aquello que fue violentado. Por eso este capítulo alude al poder de las memorias. “El que sufre tiene memoria”. Cicerón.

Gladys del Carmen Marín Millie, la mujer chilena de aspecto menudo, contextura frágil, mirada segura, de amplia y fácil sonrisa que desafió al general Pinochet y a toda su estructura dictatorial, hija del campesino Heraclio Marín y de la profesora Adriana Millie, nació en Curepto, Región del Maule, el 16 de julio de 1941. Desde temprana edad vivió la vida real y concreta, nunca estuvo en una burbuja, por el contrario, como ella mismo lo reconoce, palpó la crudeza en que suelen vivir millones de latinoamericanos, en condiciones hostiles y, en ocasiones represivas, por parte de regímenes políticos. Sin lugar a dudas su existencia fue un brutal, fiero, desigual y continuo combate, lo cual contribuyó a perfilar su carácter, personalidad


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e ideología. Perseguida, dentro y fuera de su país, por la dictadura militar chilena que fue el arquetipo del terrorismo de Estado desde la extrema derecha en occidente en la segunda mitad del siglo XX, logró mantenerse con vida, pese a todas las adversidades que debió sortear, a las que, dicho sea de paso, contribuyeron organizaciones políticas nacionales e internacionales afines al régimen militar liderado por el general Pinochet. Una vez superadas las principales amenazas contra su vida tras el advenimiento de los gobiernos civiles en Chile tras diecisiete años de dictadura (1973-1990), Gladys Marín, en un contexto diferente y con nuevos retos políticos, pudo recordar parte de su existencia. Bien puede señalarse, pues, que “El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”1. Instalada en su propio recuerdo nadie la expulsaría ni le perseguiría más y con firmeza señala: “Nosotros éramos una familia como la mayoría, como la inmensa mayoría de los chilenos. Una familia muy modesta. Mi padre un campesino, mi madre una profesora primaria”2. Su mamá, siendo profesora, era quien que sostenía la casa. Su padre abandonó el hogar y prácticamente no lo conoció; ella cree haber tenido dos años cuando él se fue. Después lo conoció, en los años sesenta, cuando ya era una descollante figura en la política. Justo antes de morir su padre le avisaron, tuvo que haber sido en el año 1967. Afirma Gladys Marín que “Me encontré con que él tenía hijos incluso menores que los míos. Pero fíjate que tengo una imagen simpática de mi padre, me gustaba esa cosa aventurera suya, las historias que me contaban de él. Nunca tuve traumas por su abandono, ni resentimiento, ni vergüenza”3. Habiéndose trasladado a Talagante, participa en movimientos juveniles cristianos e hizo parte de la Acción Católica de esa ciudad. Desde muy temprano, como estudiante de la Escuela Normal en

1. Johann Paul Friedrich Richter (1763-1825). 2. SCANTLEBURY, Marcia. Entrevista para Televisión Nacional de Chile. La Habana, febrero de 2004. 3. MERINO, Roberto. Entrevista para Revista Fibra. Santiago, julio de 2003.


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Santiago (se tituló como Profesora en Educación Diferencial, en 1957), demostró un claro interés por los temas sociales, lo que la llevó a acercarse a las juventudes comunistas ese mismo año. A partir de ese momento logra posicionarse como una destacada dirigente política que se despliega a plenitud, haciendo desde muy joven una importante labor social y política junto a los obreros, trabajadores, estudiantes, campesinos y, en general, todos los sectores sociales vulnerables en materia económica y política. Su cercanía a las Juventudes Comunistas desde el año 1959 le permitió ser miembro de las mismas en 1960 y, luego, Secretaria General de tal organización política en 1963 (VII Conferencia) y miembro del Partido Comunista. En el año 1961, a la edad de 20 años, se casó con el ingeniero Jorge Muñoz Poutays (desaparecido por la DINA el 4 de mayo de 1976) de cuya unión hubo dos hijos (Rodrigo y Álvaro). Su actividad como docente la ejerció hasta 1964 con niños en condición de deficiencias mentales, llegando a ser dirigente de la Unión de Profesores de Chile, año en que por el cúmulo de responsabilidades políticas, sindicales y culturales, se dedica, completamente, al ejercicio político. En ese contexto y en su condición de tal, cataloga al gobierno del demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) como “un gobierno de centro derecha reformista” sintonizado con las políticas impulsadas por el entonces presidente estadounidense J. F. Kennedy. Reconoce haber hecho oposición al gobierno de Frei Montalva y a la vez impulsado una política de alianzas con la mayor parte del espectro político chileno. Era esa, una coyuntura particularmente compleja no solo para Chile, sino para toda América Latina dada la polarización geopolítica entre Este (Unión Soviética) y Oeste (Estados Unidos), una de cuyas expresiones para la región fue la denominada guerra fría. Tal vez tuvo razón Gladys Marín al caracterizar de reformista al mencionado gobierno, dado que, en verdad, los Estados Unidos impulsaron, en el marco de la guerra fría, una serie de políticas de carácter reformista, como un mecanismo para contener eventuales estallidos sociales y políticos que desembocaran en revoluciones como la cubana. Las reformas constitucionales, administrativas,


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educativas y agrarias; así como las políticas financieras y los programas asistenciales dirigidos a específicos sectores sociales catalogados como pobres, hicieron parte de esas políticas reformistas adoptadas en cada uno de los países de América Latina, según sus particulares condiciones, cuyos alcances y limitaciones fueron heterogéneos. La pugnacidad entre los Estados Unidos y la entonces Unión Soviética se trasladó al resto del mundo. América Latina no fue la excepción y tal controversia tuvo como correlato, en cada uno de los países de la región, la polarización, no solo entre la izquierda y la derecha, sino dentro de la misma izquierda, ideología política expresada en las múltiples interpretaciones que del marxismo hicieron los principales protagonistas latinoamericanos. Como resultado, no hubo una sola izquierda, los distintos partidos autodenominados de izquierda emularon por su fanatismo, ortodoxia y sectarismo, fue dramática la dependencia frente a otros partidos, bien de Moscú o de Pekín. Tal era el caso que para el Partido Socialista se trataba de “avanzar sin transar”, mientras el Partido Comunista lideraba posiciones menos absolutistas. Las demás organizaciones políticas de la coalición denominada Unidad Popular (UP) también tuvieron sus rasgos distintivos. La UP fue la organización política que impulsó la candidatura presidencial del médico Salvador Allende Gossens (19081973). Desde el punto de vista de Gladys Marín, “El de Allende era un gobierno revolucionario que quería hacer cambios radicales”4. Allende, siendo del Partido Socialista, tanto en la campaña presidencial, como en su ejercicio como Presidente de la República, tuvo mayor respaldo del Partido Comunista que de su propia colectividad. Fiel colaboradora del gobierno de Allende, Gladys Marín fue parlamentaria en tres periodos (1965-1969, 1969-1973 y reelegida en 1973). El 19 de diciembre de 1971 el Comité Central del Partido

4. LAMADRID, Alfredo. Programa de la televisión chilena “Protagonistas de la Historia”, Senado de la República. Santiago, 2003. 5. Luis Emilio Recabarren (1876-1924) obrero chileno y líder político de izquierda.


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Comunista le había otorgado la medalla Luis Emilio Recabarren5. Siendo Secretaria General de las Juventudes Comunistas y a su vez Diputada, tiene lugar el golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973 que, liderado por oficiales de la Armada de Chile, en el transcurso del mismo el general Pinochet (del Ejército) logra ponerse a la cabeza de las acciones que derrocaron al presidente Allende. Señala Gladys Marín que “Estábamos preparados para gobernar y muy preparados. Teníamos cuarenta medidas y un programa de desarrollo del país. No hay nada, nada, nada, de cualquier error que haya cometido el gobierno de Allende que pueda justificar el golpe. Lo fundamental fue la intervención extranjera y la política de la derecha de este país que se puso de acuerdo con un país extranjero para echar abajo a un gobierno democrático”6. Más adelante ella misma reconoce que no estaban tan preparados para gobernar. Lograron la presidencia de la república, pero no el poder. Los partidos de izquierda convertidos en cofradías y aglutinados en la UP fueron insuficientemente dialécticos para actuar en esa coyuntura. Sobre su situación personal en el contexto del golpe de Estado, expresa: “Yo llegué dos días antes del golpe, me encontraba en un gran encuentro de la juventud del mundo donde se llevó un mensaje de Pablo Neruda, de su puño y letra. Y Neruda decía a los jóvenes: “…la solidaridad de ustedes es como la sal y el agua que mi patria necesita. En mi patria hay una guerra silenciosa”. Entonces llego y me encuentro con una cosa insólita. Yo a mi partido no se lo entendí, a la dirección de mi partido, como que había ya una cierta resignación”7 de que el golpe de Estado era inminente y esperar el desenlace de los acontecimientos. Continúa la misma Gladys Marín, “El partido, hay que ser muy francos, no estaba preparado para defender ni al gobierno de Allende, ni defendernos nosotros mismos. Ese para mí es un gran error, haber ganado, haber ganado con el pueblo, con un programa, con una conciencia y no haber sido capaces de defender lo que nosotros

6. LAMADRID. Op. Cit. 7. Ibíd.


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habíamos conquistado y teníamos todo el derecho a hacerlo”8. Un gobierno de pretendida inspiración revolucionaria y marxista y de origen popular como el de la UP, creyó, ingenuamente, que para las derechas la democracia, el respeto a las instituciones y el acatamiento a las reglas de juego son un valor en sí, cuando la historia política, específicamente desde el siglo XX, ha demostrado lo contrario. A manera de contrición afirma Gladys Marín: “Nosotros tenemos que reconocer que fuimos absolutamente infantiles, que no nos dimos cuenta que se levantaba la contrarrevolución. Que se iban a lanzar con todas sus fuerzas contra nosotros. Que estábamos absolutamente, también, indefensos”9. Es probable que la dedicación de sus principales esfuerzos en solucionar las “pequeñas” cosas domésticas del día a día, entre ellas la búsqueda de un consenso en medio de la disparidad de tácticas y estrategias impulsadas por cada partido de izquierda; no les permitieron entender y medir la gravedad de la contrarrevolución, que ésta sí, de manera dialéctica, sincronizó todas sus acciones para derrocar al gobierno del presidente Allende. Se ha dicho que “Nunca muestra un hombre tan claramente su carácter como cuando describe el carácter de otro hombre”10 y, en ese sentido, Gladys Marín, sin ambages, afirmó que “Pinochet va a pasar a la historia como lo que es: como un dictador, como un asesino y como un criminal”11, adjetivos con los que coincide no solo parte de la población chilena (especialmente las víctimas y los afectados por sus políticas), sino millones de personas de otras nacionalidades. Así como también hay quienes ven en tal personaje, algo así como una figura providencial. Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, en nombre del Partido Comunista de Chile, Gladys Marín, en Radio Magalla-

8. Ibíd. 9. PLANELLA, Ximena. Entrevista para Chilevisión. La Habana, marzo de 2004 y Santiago, agosto de 2004. 10. Johann Paul Friedrich Richter (1763-1825). 11. LAMADRID. Op. Cit. 12. PLANELLA. Op. Cit.


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nes, se dirigió al país y expresó: “...a mantenerse alerta y vigilante, cada cual en su puesto de combate. A veces la forma y el instante de combatir puede cambiar, puede variar…12”. La vacuidad, lo metafórico y lo etéreo del anterior mensaje muestra de cuerpo entero que, efectivamente, el golpe de Estado se esperaba como algo inexorable y, casi todos atónitos, no había claridad cómo contrarrestarle y menos cómo ponerse a salvo. En diciembre de ese año, Gladys Marín se asiló en la embajada de los Países Bajos, en Santiago, donde debió permanecer ocho meses ante la negativa de la dictadura por otorgar el respectivo salvoconducto. A partir de ese momento su vida cambia de manera radical. Su movilidad se vio reducida, su dieta alimenticia alterada, su libertad de expresión cercenada, su seguridad personal en constante y grave amenaza, su comunicación limitada, su familia dividida y asesinada, su actividad política proscrita en Chile, su círculo de amistades se redujo a lo estrictamente necesario para sobre vivir y empezó el exilio, sobre el cual afirmó: El exilio para mí fue muy fuerte. Lo he dicho muchas veces. Admiro a la gente que habiendo estado en el exilio, supo hacer de ello algo útil. Yo no. Para mí fue muy violento, no sólo porque estaba sola, sino porque para mí el exilio fue una orden que tuve que aceptar. Y si hoy día el partido me lo ordena, digo no, me rebelo. Nunca más me iría al exilio. Nunca más. No. Yo fui en ese exilio, así pensaba, la voz de la gente que estaba en el interior. Me moví por el mundo, saltaba de un país a otro, de un continente a otro. Vivía un tiempo en Holanda, otro en Luxemburgo, otro en Moscú, llegaba a mi casa y como estaba sola salía para otro país13.

No cabe en esta ocasión, pues, hablar de un “exilio dorado” en el caso de Gladys Marín. Tampoco hizo “algo útil” refiriéndose no solo a sus compatriotas y correligionarios también en exilio, sino, por extensión, a los latinoamericanos que en aquella coyuntura debieron sortear similar condición. Unos rehicieron sus vidas a través del estudio, el trabajo y la recomposición de sus familias.

13. ARANCIBIA CLAVEL, Patricia. Entrevista para ARTV Programa “Cita con la Historia”. Centro de Investigación y Documentación en Historia de Chile Contemporáneo. Universidad Finis Terrae. Santiago, 2003.


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Otros, igual que ella, se mantuvieron aferrados a la idea de retornar a sus patrias para retomar la lucha con nuevos bríos y mayor ímpetu, como en efecto lo hicieron. Gladys Marín lo explica en los siguientes términos: Me vinculaba con parlamentos, con presidentes. Tenías todo, pero no tenías nada. Mi único deseo era volver a Chile, volver a Chile, volver a Chile. Yo fui allendista de corazón y conciencia y que Allende hubiese entregado su vida en La Moneda para mí era un mandato moral. No sólo, además por los compañeros comunistas, por los compañeros de los otros partidos y mi propio compañero que había desaparecido. Para mí volver a Chile era un mandato moral14.

Volver a Chile, implicaba un riesgo extremo y un peligro mayúsculo. Prácticamente sola se enfrentaba no solo a una dictadura militar que la consideraba su principal amenaza sino a una potencia militar de la región. Su edad frisaba los 37 años, tras cinco años en el poder la dictadura militar se consolidaba y afinaba sus estrategias de represión dentro y fuera de Chile. Los largos brazos del terrorismo de Estado prohijado por el general Pinochet en su febril persecución y represión a los miembros de la UP alcanzaban a llegar no solo hasta los Estados Unidos sino hasta algunos países europeos como Italia, Francia y España. Debió someterse, en consecuencia, Gladys Marín antes de volver a Chile, a exigentes entrenamientos y pruebas. Cambiar su menuda fisonomía por una contextura robusta, fue una de ellas, variar su forma de caminar, modificar su tono de voz simulando expresiones, dichos y giros propios de España, fingir ocupaciones laborales y asignarse una nueva identidad (nombres, apellidos y documentos personales) fueron las demás, siendo esta última prueba la que más la indignó, por considerar ella, que era una especie de autonegación. Preparada en los países que la apoyaron, decidió regresar a Chile, no sin antes incluso valorar la posibilidad de hacerse extraer el apéndice y alterar su dentadura.

14. Ibíd.


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En febrero de 1978 regresó a Chile para ayudar a reconstruir, clandestinamente, la resistencia y la rebelión popular, experiencias límite que la llevaron a vivir difíciles circunstancias políticas y personales, de las cuales supo salir con esperanza y optimismo. Acompañada de una joven mujer argentina a quien no conocía, pero ésta a Gladys Marín sí, viajó por tierra desde Mendoza hasta Santiago. A lo largo de los 365 kilómetros de distancia que separan ambas ciudades, consecuente con su talante y sus convicciones, Gladys Marín hizo gala de una sinigual serenidad y al penetrar a su país, leves sensaciones de decepción y amargura invadieron su espíritu, sin afectar sus propósitos. La joven mujer argentina que acompañó a Gladys Marín una vez llegaron a Santiago, tras un frío saludo de despedida, inmediatamente retornó a su país. Nunca supo quién era su ocasional acompañante y jamás la volvió a ver. Aquél verano de febrero de 1978 le permitió a Gladys Marín comprender, rápidamente, los cambios formales y estructurales a que había sido sometido Chile en esos cinco años, los retrocesos, según su punto de vista. Lo primero fue llegar a una casa de “seguridad” y permanecer poco tiempo en ella, pues además de corresponder a una estrategia de sobrevivencia, no debía comprometer a las familias que le daban albergue y lo segundo, iniciar contactos con la militancia de la UP para organizar la resistencia. Según Gladys Marín, Al retornar al país impulsamos la Política de la Rebelión Popular, a la cual sí creo haber contribuido, y mucho. Mucho porque con todo lo que aquí estábamos enfrentando te diré que necesitábamos pasar a otra etapa de enfrentamiento con la dictadura. Un enfrentamiento distinto, de organizar a la gente, de ver la huelga, la salida callejera, bueno y también formas armadas de lucha, pero no la única. Nunca la política de rebelión fue sólo la forma armada de lucha. Sí, en eso estuve15.

Queda claro: es una mujer (Gladys Marín) es la que inicia y conduce (hasta su muerte) la exitosa lucha contra la dictadura militar

15. Ibíd.


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chilena. Quienes inicialmente le apoyaron en Chile también fueron mujeres y, con notorio predominio, en las primeras jornadas de protesta las mujeres masivamente salieron a las calles a desafiar al régimen del general Pinochet, exigiéndole claridad sobre el paradero de sus esposos, hijos, familiares en general, amigos, vecinos; como también a protestar por el alto costo de la vida, el desempleo, la represión y la exclusión. Las consecuencias de las políticas adoptadas por el régimen militar chileno se hacían sentir, cada vez con mayor rigor, en los sectores sociales económicamente más vulnerables. Los ríos de leche y miel prometidos por los personeros y adláteres de la dictadura militar chilena, nunca llegaron, por el contario, fue evidente un mayor deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población, a contrapelo de un vertiginoso enriquecimiento de la burguesía chilena y de las multinacionales en virtud de la adopción de políticas neoliberales. Como consecuencia de lo anterior, cada día las protestas aumentaban en calidad y cantidad. Ya no era hechos aislados y episódicos protagonizados por audaces miembros de la UP, cada vez se ganaba confianza en la efectividad de la protesta y algo determinante para el inmediato futuro fue que la mayoría de los chilenos le perdieron el miedo a la dictadura y la crudeza de los enfrentamientos escalaba sin cesar. Los Estados Unidos empezaron a preocuparse por el rumbo de los acontecimientos y plantearon, por primera vez, la posibilidad de urdir la terminación del régimen de Pinochet, ante lo cual, ni siquiera el explícito respaldo del papa Juan Pablo II en su visita a Chile entre el 1 al 6 de abril de 1987, logra detener su debacle. Las estrategias de resistencia a la dictadura militar chilena concebidas por Gladys Marín, ganaban adeptos, ya no solo en el seno del espectro político de las izquierdas, sino en otras expresiones políticas, especialmente en aquellas ligadas a las organizaciones eclesiales de base, en sectores de la iglesia católica, en los campesinos, indígenas y en el contexto internacional fue evidente la atención con que eran seguidos los acontecimientos en Chile.


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Consecuente con su ideología, Gladys Marín intentó formular algunas autocríticas sobre la experiencia de la UP en el poder. Sobre el particular, señaló: Yo no acepto la idea del fracaso de la Unidad Popular. El Gobierno de Allende se estaba realizando con pleno éxito, de acuerdo con, algo que hay que rescatar en estos tiempos, el programa que Allende le ofrecía a la gente. Estábamos realizando y favoreciendo a mucha, mucha gente, gente muy humilde en este país, porque también hay un valor que señalar y es la dignidad. No sé cuántas veces se habrá dicho, pero hay que señalar el significado que tenía que en el Gabinete de Allende hubieran ministros obreros16.

Respecto a reformas y logros concretos en los tres años de gobierno de la UP, Gladys Marín señala: Era también una forma de atacar a Allende, con el Ministro de Hacienda, Américo Zorrilla un obrero tipógrafo, Mireya Baltra, una suplementera que era Ministra del Trabajo. El pueblo entra en La Moneda. Era una cosa real. La Reforma Agraria favorecía a una gran cantidad de campesinos, se formaron asentamientos agrícolas y cooperativas. Con la nacionalización del cobre tuvimos muchos más ingresos y fue un acto de soberanía económica. Las medidas que Allende aplicó en la educación, educación gratuita, la atención de salud, los trenes que recorrían el país para llegar a los lugares más recónditos, los trenes de la salud, los trenes de la cultura. Entonces, el gobierno se estaba realizando. Se estaba realizando con una gran oposición y los problemas fueron problemas artificiales que se fueron creando para poder destrozar la economía del país17.

En este mismo sentido de la autocrítica, Gladys Marín considera que: El gobierno avanzaba pero estábamos conscientes de las dificultades que existían. Además de la violencia de la oposición. Eso pesó en todos los planos. Yo creo que la violencia más fuerte, y que influía en los sectores sociales que empezaron a sentir temor psicológicamente, provino de los medios de comunicación. Allende no te cierra ningún medio de comunicación en este país y si rescatamos los titulares de esa etapa son de una demencia y de una grosería contra Allende y llamando directamente al golpe, llamaban descaradamente a juntar fuerza contra Allende. Nosotros estábamos muy

16. Ibíd. 17. Ibíd.


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de acuerdo con una salida política, el plebiscito. Estábamos convencidos de que si el plebiscito se realizaba podíamos superar la situación18.

Es meritorio el valor con que Gladys Marín analiza de manera autocrítica los acontecimientos que precedieron el golpe de Estado, del 11 de septiembre de 1973. No obstante, en sus apreciaciones faltan variables por considerar. Una de ellas, que nunca nadie hizo en profundidad, es el rol de los partidos de izquierda de inspiración marxista. En términos generales podemos señalar que el marxismo llegado a América Latina fue convertido en dogmas de fe, sectas y cofradías. Su esencia revolucionaria y libertaria fue prostituida a partir del fanatismo, por lo que, desde mi punto de vista, a los partidos de izquierda de América Latina, casi en su totalidad, les es peculiar su carácter insuficientemente dialécticos y precariamente marxistas. Lo anterior permite comprender la abundancia de partidos supuestamente marxistas en América Latina, lo cual, lejos de reflejar madurez política y avances significativos en materia organizativa, expresan una profunda insularidad, competencias trogloditas entre sí, al igual que tartufos e insolubles enfrentamientos. A lo anterior es preciso añadir las purgas internas en cada partido, juicios sumarios, expulsiones y, en algunos casos, hasta los fusilamientos. Algunos partidos políticos de tal estirpe, quedaron atrapados en lo pequeño (Partido Comunista de Chile vs Partido Socialista de Chile, Partido Comunista Colombiano vs MOIR). Los árboles no les permitieron ver el bosque y viceversa. Otra variable de no menor importancia para comprender el contexto y el cúmulo de factores que desencadenaron el mencionado golpe de Estado en Chile, es la que tiene que ver con la probable influencia de la inusual extensa visita del gobernante cubano Fidel Castro a Chile en 1971 (entre el 10 de noviembre y el 4 de diciembre) con una numerosa comitiva, lo cual generó distintas reacciones y en algunos sectores fue asumida como una provocación a la extrema

18. Ibíd.


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derecha nacional y estadounidense. Castro, por el que Gladys Marín guardó siempre una admiración que rayaba en el culto a la personalidad, no fue invitado a Chile, aquél, motu propio, notificó en enero de 1971 al gobierno chileno sobre su visita. Durante su visita a Chile, Castro se dedicó a recorrer el país, cual poseso, impartiendo recetas y fórmulas mágicas sobre la manera en que se debía actuar en el gobierno de la UP liderado por Allende. Los Estados Unidos a través de la CIA, de su embajada en Santiago y de todo su enjambre de aliados chilenos, en términos minuciosos siguieron la visita del personaje cubano y cundió el pánico en el sentido de que Chile mutaría hacia un régimen similar al de Castro. Lo anterior incidió en la decisión del gobierno estadounidense de Richard Nixon de derrocar al presidente Allende. Ni el gobierno chileno ni los partidos de izquierda, hipnotizados con la figura y la retórica de Castro, fueron capaces de analizar lo inconveniente que resultaba para Chile en materia geopolítica en esa coyuntura, la mencionada visita. Parece ser que todo el mundo veía venir el golpe de Estado. Gladys Marín lo expone en los siguientes términos: Yo te quiero decir que último mes, mes y medio estuve fuera del país. Yo llego dos días antes del golpe y me encuentro con una gran sorpresa en la dirección del partido, para mí fue sorpresa. Encontré una cierta sensación de resignación. Fue un golpe muy fuerte. Yo había salido al mundo con un mensaje de puño y letra de Neruda y reclamábamos la solidaridad a los jóvenes del mundo. Era la sal y el agua que el Gobierno de Allende necesitaba y les decíamos que Chile estaba enfrentado a una guerra, a una guerra silenciosa. Yo estaba convencida de que lo que había dicho mi partido, y que habían proclamado otros muchos más, que íbamos a defender el Gobierno de Allende como fuera, sentí que me moría19.

Mientras las derechas chilenas aliadas con los Estados Unidos trabajaban de manera sincronizaba para derrocar al presidente Allende, éste, respetuoso de la legalidad burguesa proponía un plebiscito como

19. Ibíd.


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salida a la crisis; y los partidos de izquierda chilenos buscaban en la literatura clásica del marxismo-leninismo-maoísmo-troskismo-guevarismo la fórmula mágica para superar la coyuntura, tal como lo hacen los cristianos cuando buscan en la Biblia la explicación a sus desgracias. En efecto, con el plebiscito se pretendía una salida política a la crisis. Pero el golpe de Estado ya estaba en marcha y era irreversible. Si bien es cierto el plebiscito fue interpretado por los golpistas como una treta de la UP para mantenerse en el poder, precipitó el golpe de Estado un incendiario y ultraradical “…discurso de Carlos Altamirano Orrego una semana antes llamando a apagar este incendio con bencina”20. Retomando a Gladys Marín, en 1984 asumió la subsecretaría del Partido Comunista de Chile y, diez años más tarde (1994), la Secretaría General hasta el año 2002. Entre mayo y junio de 1989, en el marco del XV Congreso Nacional del Partido (en la clandestinidad) fue reelegida miembro del Comité Central y de la Comisión Política. Las principales banderas de su lucha, por ese entonces, eran la verdad, la justicia y el castigo a los violadores de los derechos humanos en el contexto de la dictadura. En 1996 el general Pinochet la demanda por “injurias y calumnias” y es encarcelada. Tanto su encarcelamiento, como su pronta liberación, fueron convertidos en escenarios de beligerantes y constantes denuncias por parte de la Gladys Marín. Fue así como el 12 de enero de 1998 interpuso una querella contra el general Pinochet por la desaparición de su esposo y, en junio de ese mismo año, es proclamada candidata presidencial de la izquierda en 1999. El 8 de octubre de 2003, en Estocolmo (Suecia) fue sometida a una intervención quirúrgica para extirparle un tumor cerebral. Consciente de la gravedad de su enfermedad, el nuevo contexto signado por su estado de salud hizo que se centrara en su tratamiento

20. Ibíd.


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médico y redujo ostensiblemente sus actividades políticas, desde luego sin dejar de pensar y opinar sobre diversos tópicos. Señaló, tal es el caso, que: “Yo vivo impaciente porque creo que los tiempos hay que apurarlos. No hay que esperar que las cosas caigan. Y más en estos tiempos, me he sentido con rabia. Me sentía con rabia, en primer lugar con nosotros, con mi partido, con la Juventud porque no vimos las cosas antes. Yo creo que esa misma impaciencia ha hecho que todos contribuyamos a que las cosas se aceleren y pensemos muy fríamente lo que antes eran dogmas para nosotros. Hay que estar preparados realmente, no de palabra, para todas las formas de lucha”21.

Con sereno donaire y férreo optimismo pese a la adversidad, afirmó: “Tomo las cosas de frente. La vida es la vida, tienes que vivirla plenamente, con gusto, con alegría, con lo bueno y con lo malo. Era duro, era duro enfrentarse, pero siempre tenemos todos y todas más fuerzas que las que creemos tener”22. No la venció la más cruel y criminal de las dictaduras de occidente, por el contrario, logró minar las bases del régimen militar chileno y, una vez la transición la democracia era irreversible, como suele ocurrir, otros actores políticos, oportunistas por lo demás, se montaron al tren de la victoria y conciliaron con el general Pinochet un régimen político excluyente, afín al neoliberalismo y garante de la impunidad de los crímenes de aquél personaje. La vida de Gladys Marín se extinguía, lentamente, como se apagan las luces de un barco cuando naufraga en alta mar, en la oscuridad. Completamente lúcida y firme en sus principios ideológicos y filosóficos, afirmó: “La pelea grande es por transformar la sociedad. Hay que transformar esta sociedad que es tremendamente injusta y hay que cambiarla, cambiarla de raíz. Eso costará mucho tiempo. No importa. Lo importante es tener siempre el objetivo final claro. El objetivo final, por lo menos para mí es terminar con esta sociedad capitalista, cambiarla porque nosotros estamos contra la destrucción, por eso estamos contra la guerra. Esta guerra increíble que

21. SCANTLEBURY, Marcia. Entrevista para Televisión Nacional de Chile. La Habana, febrero de 2004. 22. ABUAID, César. Entrevista para Radio Nuevo Mundo. Programa “Entre Amigos”. Santiago, agosto de 2004.


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mata niños en Irak, en Palestina y en tantas partes, aquí y allá. El mundo, el planeta está gimiendo y no se dan cuenta. Por eso tenemos que actuar muchísimo más, y cada uno de nosotros y nosotras tenemos que entregar mucho más”23.

Libertaria y no ajustada a moldes sociales tradicionales, estableció un estilo de enfrentar la vida con rebeldía, honestidad y decisión que se expresó en la apertura del Partido Comunista por el mundo de la diversidad. Su franqueza, carácter combativo y carisma personal hicieron de Gladys del Carmen Marín Millie una figura polémica para el sistema, pero indudablemente representativa del mundo laboral y popular, lo que le valió su reconocimiento tanto en Chile como fuera del país. La vida es hoy24, se titula el libro en el que están plasmadas sus memorias y, estructurado en treinta y tres capítulos, aborda los siguientes temas: Vacaciones en Lonquimay, Niñez descalza por Curepto, La felicidad de Talagante, La Escuela Normal, De la JOC a la JOTA, El pueblo construye su dignidad, Caminando con Allende, Se vino la noche, Extraña tortura, Análisis, Días en la embajada de Holanda, Recuerdos de una partida,

23. Ibíd. 24. MARÍN, Gladys. La vida es hoy. Santiago: Editorial Don Bosco, 2002.


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El exilio, A volver me ayudé yo misma, Misión en Buenos Aires: mi última conversación con el general Carlos Prats; Costa Rica. Jorge, ¿nunca más?, Cartas que recibí en el exilio, Regreso y clandestinidad; Siguiendo los pasos. Simón Bolívar con Holanda; Bariloche. Encuentro con mis hijos. Confusión de amor: ¿quién es quién?, La amargura de los espárragos, La Política de Rebelión Popular, Frente Grecia, Querella y cárcel, Fidel Castro, La transición, Porto Alegre, Rebelión en Chiapas, “Como sea tu rabioso cariño”, Crónica de una traición pactada, La deuda de los derechos humanos, La consagración del dogma neoliberal y ¿Dictocracia o demodura? En estas memorias de Gladys Marín, así como en declaraciones dadas a la prensa chilena y de otros países, captamos un corolario de frases que dan pistas sobre su personalidad política: “He vivido con sentimiento, pero sobre todo con gran convencimiento”, “Soy radical porque quiero la felicidad para todos”, “Uno no quiere morir. Yo nunca he querido morir”, “Siempre tenemos más fuerza de la que creemos tener”, “Yo he sido arrebatada en la vida”, “La vida es un minuto”, “La vida es un río, no se detiene, cada uno de nosotros es


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un río”, “La vida es un conocimiento y un reconocimiento constante”, “La lucha es contra el olvido” y “Escuchando a Domingo Lagos25, se nos caían las lágrimas y así nos fuimos haciendo revolucionarios”, son algunas de ellas. Como suele ocurrir en personajes de esta índole, Gladys Marín fue el resultado de tres influencias principales. En primer lugar, el ambiente del hogar; en segunda instancia, la capacitación como docente y; en tercer lugar, la formación política y la militancia. En su hogar vivió y aprendió la honradez; sin que le faltara lo básico para vivir, nada le sobró; olfateó y palpó la pobreza de manera directa. Como consecuencia de lo anterior, desarrolló una particular sensibilidad por la personas en condición de vulnerabilidad y se hizo docente, lo cual alternó con su formación política en el marco de las escuelas para cuadros del Partido Comunista. Entre las tres influencias hay conexión, continuidad, coherencia y secuencialidad. De allí su “sentimiento”, su “convencimiento”, su “radicalidad”, su apego a la vida, su férrea voluntad traducida en fuerza para lograr sus propósitos, su arrojo y coraje, su concepción dialéctica de la vida, su valoración positiva del conocimiento y la defensa de la memoria, así como el rescate de la experiencia de lucha de algunos de sus compatriotas. Lejos de cualquier culto a la personalidad, en Gladys Marín llama la atención la sencillez, claridad y profundidad de sus planteamientos, al igual que la perseverancia, lealtad y entrega total a la causa política del Partido Comunista, desde luego, al margen de los alcances y las limitaciones de la misma. Es preciso señalar que sus memorias transpiran, por todos los poros, su ideología de izquierda en la cual se formó desde temprana edad, en la que militó toda su vida hasta convertirse ella, en un ícono de la política chilena y un referente ideológico en América Latina,

25. Campesinos e indígenas mapuches, pehuenches y huilliches se sublevaron ante el despojo de sus tierras y los abusos de los colonos blancos (franceses, suizos y alemanes) apoyados por el gobierno de Chile. Quienes protestaban fueron encarcelados unos y asesinados otros y pocos lograron huir como Domingo Lagos, uno de los líderes de la sublevación en Ránquil (Chile) en 1934.


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especialmente en aquellas organizaciones de izquierda. De sus memorias emana la fuerza del amor, la conciliación ideológica entre su materialismo dialéctico y el cristianismo primitivo, la defensa de la vida y su inclaudicable condición de guerrera. Sus memorias contienen una crítica al capitalismo y al imperialismo en todas sus expresiones. Sostiene que los modelos de desarrollo inspirados en el capitalismo son una amenaza al ambiente, a todas las expresiones de vida y, desde luego, a la humanidad. Le atribuye al imperialismo agenciar guerras en distintos lugares del orbe, aventando a naciones enteras, pueblos, culturas y civilizaciones a situaciones de extremo riesgo para su existencia. También son sus memorias un alegato a favor de la vida. Desde su infancia se distinguió por buscar mejores condiciones de vida de las personas en cada uno de los entornos en los cuales vivió. Comprendió que la vida, y la calidad de la misma, estaban sujetas al mundo del trabajo y, en consecuencia, constantemente enarboló banderas a favor de la clase trabajadora chilena por que la que siempre expresó respeto, admiración y voluntad de aprender de sus experiencias de lucha. Su obra, “La vida es hoy” sintetiza una defensa de la ideología comunista. Fundado el 2 de enero de 1922 por Luis Emilio Recabarren el Partido Comunista de Chile, inspirado en el pensamiento en el pensamiento de Karl Marx y Vladimir I. Lenin, se inscribe en la constelación de similares partidos fundados en América Latina en las tres primeras décadas del siglo XX en América Latina, en un peculiar contexto geopolítico signado, entre otros factores, por la crisis del liberalismo, la primera guerra mundial y el fortalecimiento del proletariado como clase social. Una genuina defensa del gobierno de la UP se encuentra en sus memorias. En la segunda mitad del siglo XX, en plena guerra fría, se constituyó en un hecho inédito el éxito electoral, al más alto nivel, de la coalición de partidos, especialmente de izquierda, denominada Unidad Popular (UP) en el marco de la institucionalidad, leyes y condiciones legales impuestas por la burguesía chilena. Antes y después del caso chileno, era usual que las izquierdas tomaran el poder por


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la vía de la lucha armada. Su defensa del gobierno de la UP, además de legal, la afianzó en el alcance del tipo de medidas tomadas a favor de los trabajadores chilenos. De igual modo, sus memorias contienen las principales acusaciones a las derechas chilenas. Anuncia en las mismas las alianzas entre las multinacionales estadounidenses y los empresarios chilenos para crear artificiales crisis económicas, los roles a favor del golpe de Estado de algunos sectores de la iglesia católica chilena, el terrorismo impulsado por partidos políticos de derecha, la preponderancia del sector de las fuerzas armadas chilenas ligado a la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN); así como los asesinatos, torturas y desapariciones de que fueron objeto las personas miembros o cercanas al gobierno de la UP. En las memorias de Gladys Marín se advierten algunos intentos de autocrítica. No es extendida la práctica del pensamiento crítico en América Latina, prima, por el contrario, la loa y la alabanza. Lo anterior supone también la incapacidad para desarrollar un pensamiento y una práctica autocrítica, incluso en quienes de manera individual o colectiva se reclaman como dialécticos. La fe y el dogmatismo cubren parte de esos espacios y las izquierdas no están exentas de tales características. En vez de la autocrítica, es casi generalizado el hábito al señalamiento, la descalificación y la anulación del otro. En este caso concreto, Gladys Marín fue una honrosa excepción. Concomitante con lo antes expuesto, su consideración respetuosa frente a otros partidos de izquierda es evidente en sus memorias. Contrario a las marcadas tendencias en la política latinoamericana de señalar a los demás como culpables de los desaciertos, errores y fracasos propios. Consecuente con su índole, Gladys Marín muestra particular consideración con los demás partidos de izquierda distintos al comunista. No cayó en la trampa de hacerle el juego a la controversia entre Moscú y Pekín por la interpretación del marxismo leninismo, como ocurrió en Colombia. Sus memorias son un duelo por la desaparición de su esposo y miles de copartidarios. Abnegada, fiel y leal a su esposo, desde la


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desaparición de éste, no escatimó esfuerzo alguno para recuperarlo vivo o muerto. Todos sus esfuerzos fueron en vano. El hecho de no saber nada de su compañero se convirtió en una daga clavada en su pecho. La desaparición de miles de correligionarios y compatriotas en general, también hizo parte de su lucha, desvelos y preocupaciones. Solía perder la calma ante las cínicas explicaciones de los militares verdugos cuando se les interrogaba sobre el destino de los desaparecidos. Su obra “La vida es hoy” también es una protesta contra las torturas. Las torturas o apremios, como mecanismos para arrancar información a un sospechoso, fueron institucionalizados en Argelia por parte de Francia en el proceso de independencia de aquél país africano. Militares franceses enseñaron tales prácticas en Argentina donde Estados Unidos concurrió en calidad de aprendiz y luego, en la Escuela de las Américas, masificó la enseñanza de las torturas a los militares latinoamericanos que allí concurrieron en virtud de pactos, tratados y convenios. Tanto en Francia, como en América Latina y, obviamente en Chile, sectores de la iglesia católica afines al tomismo, al carlismo y al integrismo, justificaron la tortura como estrategia antisubversiva. Procura Gladys Marín en sus memorias formular un análisis crítico de las desigualdades e inequidades de su país y del mundo capitalista. Muestra las principales características del neoliberalismo y exhibe dicho modelo como una concepción que busca retroceder, en materia social, económica, política y cultural, los avances logrados por la clase obrera en siglos de lucha. Articula la situación de Chile, en ese sentido, a la geopolítica de dominación impulsada por las principales potencias hegemónicas del mundo. Una valoración del positivo rol que juega la cultura en el ámbito de la política y, sobretodo de las luchas populares, tiene lugar en las memorias de Gladys Marín. No en vano, tras su retorno a Chile para liderar la resistencia a la dictadura, un frente de trabajo fue el de la cultura, en tanto espacio de denuncia, expresión del descontento y para controvertir la banalidad, lo fútil y la mercantilización de la


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cultura llevada a cabo por el régimen militar. Desde niña tuvo una enorme sensibilidad por la cultura, entendida como una praxis para la liberación. Las memorias de Gladys Marín son un desafío al general Pinochet y a sus seguidores. Ella, igual que su represor, fueron testigos de excepción de la guerra fría. Leyó y entendió las lógicas desde las cuales operaba su principal enemigo y a qué intereses servía. El desafío lo dispuso en el terreno de la controversia política, de la judicialización de su verdugo y de la acción armada contra el dictador chileno quien, al salir ileso del atentado, en venganza y como retaliación ordenó el ajusticiamiento de inermes ciudadanos civiles ajenos a los acontecimientos. De igual modo, una crítica a la transición hace parte de las memorias de Gladys Marín. Según ella, la transición resultante fue un pacto entre los partidos políticos que en el camino se sumaron a favor de la terminación de la dictadura y el propio Pinochet. En razón de ese pacto se mantuvo, entre otros asuntos, la Constitución Política de Chile de 1980, el modelo neoliberal, la impunidad, las “leyes secretas” a favor del Ejército de Chile y, en general, los denominados “poderes fácticos”. Desde su perspectiva, la transición fue una burla a las expectativas de la mayoría de la población chilena. Ligado al anterior punto, en sus memorias Gladys Marín hace un señalamiento a quienes se beneficiaron de la dictadura. En efecto, uno de los hechos que permite comprender las lealtades al general Pinochet y su dictadura, fue el entramado de corrupción que cohonestó en todos los ámbitos del acontecer político, económico y social de Chile. Sus más cercanos y obsecuentes seguidores (civiles y militares) resultaron en calidad de propietarios de empresas que eran del Estado durante el gobierno de la UP, igual fenómeno ocurrió con bancos y edificios. Los “intelectuales” afectos a la dictadura militar fueron rodeados de favorabilidades para fundar universidades privadas. El sospechoso y desmesurado enriquecimiento del entorno familiar del general Pinochet, es otro de numerosos indicadores de quienes se beneficiaron, económicamente y por la vía de la corrupción, de la dictadura militar.


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Las memorias de Gladys Marín son un gesto de solidaridad e inclusión hacia el mundo gay. Bajo su dirección, el Partido Comunista de Chile fue el primer partido político de América Latina en incluir en su programa y plataforma de lucha, las reivindicaciones de las peyorativamente denominadas “minorías sexuales”. Hasta entonces, la represión hacia ese sector de la población era una práctica de uso frecuente, la exclusión era la norma predominante; prejuicios, la hipocresía y la sordidez con que se les trataba era un hábito entronizado transversalmente entre los chilenos. Fruto del trabajo pionero y audaz de Gladys Marín en esa materia, el mundo gay chileno es un importante actor de la política. Por su formación como maestra diferencial para atender población infantil en condición de discapacidad, en sus memorias hay una explícita alabanza a la niñez. Reconoce que tuvo una niñez feliz, signada por cambios de domicilio y de la composición de su familia, así como por su contacto directo con la naturaleza. Pese a las continuas ausencias de su padre y, probablemente al poco apoyo recibido por su progenitor, no incubó rabia contra el mismo. Rememora y expresa con alegría los juegos, los lugares más frecuentados, al igual que a su madre cuando combinada su condición de maestra y modista. Sus memorias son una alegoría a la juventud. Ve en la juventud de su país y del mundo la reserva moral que, según ella, enterrará al capitalismo y construirá una sociedad mejor. Recuerda su juventud “arrebatada”, desbordada de energía, optimismo y pasión por la lucha ideológica, sindical y política a favor de la clase obrera chilena. En su juventud interactuó con jóvenes de otros países y culturas lo que le permitió formarse una comprensión universal, tanto de los problemas, como de las alternativas de solución a los mismos, en lo concerniente a la juventud. La reivindicación de la mujer también hace parte de las memorias de Gladys Marín. Su perspectiva en tan importante tópico se caracteriza por valorar a la mujer como sujeto político y protagonista de la política. Chile no fue la excepción en lo concerniente al machismo en América Latina, no obstante, por el ambiente familiar, formación académica, así como por su militancia política y su práctica cotidiana


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conoció, no solo la problemática de la mujer chilena, sino sus potencialidades, entre ellas, el arrojo para protagonizar los más audaces desafíos a la dictadura militar chilena. Un mensaje de agradecimiento a quienes la apoyaron en cada uno de los episodios vividos, dentro y fuera de Chile, está explícito en sus memorias. Reconoce cómo valerosos seres humanos en su país se jugaron la vida para protegerla y apoyar sus actividades políticas proscritas por la dictadura militar. Muestra particular expresión de agradecimiento hacia el obrero, el ama de casa, el desempleado, el indígena, el campesino, el estudiante, el empleado y, en general, a aquellos héroes anónimos que siempre le expresaron su simpatía. Los pueblos que luchan contra la opresión y las injusticias en distintas partes del orbe, encuentran en las memorias de Gladys Marín un fraterno saludo y una voz de aliento. Como marxista y comunista comprendió la importancia del internacionalismo proletario, y fue así como en su exilio y después del mismo siguió con atención el desenvolvimiento de las luchas revolucionarias en distintos países, por modestas que fueran, especialmente en África, Asia y América Latina. Las memorias de Gladys Marín plasmadas en el libro “La vida es hoy”, condensan una condena a la globalización y un ataque a la ideología neoliberal, a las que considera, desde su punto de vista, una amenaza de impredecibles consecuencias para la humanidad y una tragedia real para los pobres del mundo. Los modelos económicos derivados de ambas, desencadenaron, según su parecer, hambrunas, desplazamientos, catástrofes ambientales, extinción de especies animales y nuevas formas de esclavización humana. Llama la atención que en sus memorias, Gladys Marín no hace alusión a los conflictos geopolíticos de la segunda mitad del siglo XX. Los acontecimientos registrados en América Latina, en esa época, estuvieron determinados, en gran parte, por las dinámicas de aquellos conflictos tales como la polarización Este-Oeste, los procesos de descolonización y la irrupción de revoluciones populares, entre otros, en cuyo contexto debe ser puesta la situación de Chile después de la segunda guerra mundial.


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Tampoco menciona en sus memorias el fenómeno de la iglesia. En lo concerniente a la iglesia católica, es reconocida su participación en política, especialmente a favor de las clases dominantes, fingiendo imparcialidad. Al igual que en el resto de América Latina, en Chile la iglesia católica no es homogénea. Un sector apoyó de manera desembozada el golpe de Estado y el régimen político resultante, mientras otro, cuestionó a la dictadura militar, especialmente en lo referido a la violación de los derechos humanos. Al igual que en Guatemala, las iglesias evangélicas en Chile, además de beneficiarse del régimen militar, sirvieron de paño de lágrimas en sus últimos días de existencia al general Pinochet. No hay un análisis de las fuerzas armadas en las memorias de Gladys Marín, salvo la caracterización que hace del general Carlos Prats González y la adjetivación del general Pinochet. Por todo lo que significó su heroica gesta, especialmente entre 1958 y 1990, bien pudo haber aportado un análisis de las fuerzas armadas chilenas para conocer desde la contraparte ideológica, las apreciaciones sobre las mismas, especialmente en lo concerniente a la doctrina, táctica, estrategia, tendencias y sus conflictos. El poder de las memorias, en el caso de Gladys Marín, es verídico. Le permitió a ella reencontrase consigo misma, empezar de nuevo su vida y vivirla intensamente, exorcizar sus fantasmas, revivir a los suyos, dar su versión de los acontecimientos, explicar los sucesos, justificar sus acciones, desmentir infundios, escribir su propia historia, comunicarse libremente con sus compatriotas y con personas de otras nacionalidades; palpar el sincero afecto de unos, la indiferencia de otros y tal vez el odio de unos cuantos. Tales son las propiedades curativas de las memorias y, como revancha que son las memorias frente a la historia, es indudable que Gladys Marín ganó la partida. Murió el 6 de marzo de 2005. Su vida en un ejemplo de dignidad, lealtad y valentía. Estas reflexiones sobre las memorias finalizan señalando que aunque desde fundamentos biológicos y neuropsicológicos la memoria puede ser definida “como una función neurocognitiva que permite registrar, codificar, consolidar, retener, almacenar, recuperar y evocar


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la información previamente almacenada” aparte de que “la memoria es la capacidad para retener la información aprendida de modo que pueda ser evocada” y que “puesto que la memoria es una función supramodal, no unitaria, depende del funcionamiento integrado de numerosos circuitos que se localizan en distintas estructuras del sistema nervioso central”26; desde nuestra perspectiva las memorias son una construcción social, cultural y política, además de un campo de combate. Las sociedades, al margen de su ubicación espacial y temporal e independiente de sus formas de producción espiritual y material, construyen sus propias memorias que, a manera de argamasa, les da cohesión y por ende incide en sus representaciones colectivas, de clase, estamento, gremio u organización. Por tanto son identificables memorias generales y particulares, antagónicas y compatibles, contradictorias y coincidentes. Las memorias como construcción social son acumulaciones que se superponen y suelen emitir imágenes distorsionadas, complejas y a veces casi ininteligibles sobre algunas sociedades. Las memorias, de análoga manera, y concomitante con lo antes expuesto, son una construcción cultural. Las distintas manifestaciones culturales del género humano llevan implícitas las memorias. La cultura en sus dimensiones materiales e inmateriales refleja no solo las memorias sino las luchas que se libran en su interior; al igual que las recíprocas influencias y las nuevas expresiones culturales de las memorias resultantes de los inexorables cambios. Las memorias tienen lugar en culturas concretas, las validan y recrean y, a su vez, las culturas sirven de ambiente y dan cobijo a las memorias. Las memorias, de igual modo, son una construcción política. Desde sus particulares representaciones sociales las comunidades y

26. FERNÁNDEZ-OLARIA, Roser. La memoria: bases fundamentales. Fundación Aura, Barcelona Jesús Flórez Fundación Síndrome de Down de Cantabria Fundación Iberoamericana Down21. En: https://www. downciclopedia.org/neurobiologia/la-memoria-en-el-sindrome-de-down.html


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los individuos, en virtud de sus creencias, valores, estereotipos, prejuicios, temores y certezas toman decisiones, todas ellas determinadas por las memorias. Son las memorias un artefacto que, construido desde la política, es utilizado en la sustentación de las ideologías, en la búsqueda del poder, en el ejercicio de la autoridad o de gobierno, desde cualquiera de los espectros ideológicos (izquierda, centro o derecha). Las memorias permiten oxigenar o recrear las ideologías y éstas necesitan de aquellas a manera de herencia espiritual. Si las memorias son una construcción social, cultural y política, también constituyen un campo de combate. Un combate del que nadie sale indemne. Tiene algo de comedia, tragedia y de farsa. Individuos, familias, generaciones, razas, religiones, clases sociales, estamentos, gremios, organizaciones, partidos políticos, naciones, instituciones e ideologías participan de distintos modos y obligados en ese campo de combate contra la temeridad del tiempo y en la obsesión de las luchas por la hegemonía de una u otra memoria. Ocurre del mismo modo, ese combate, en el ámbito gnoseológico donde se pretende imponer una memoria hegemónica, una sola verdad, una sola visión de los acontecimientos y de la vida misma. América Latina, tal vez más que cualquier otra geografía del mundo ha sido escenario de ese combate de las memorias, puntualmente a raíz de las transiciones de las dictaduras militares a regímenes civiles. Como se sabe “…la memoria no es espejo fiel, ni receptáculo neutro. Por el contrario, es activa, parcial, deformante, interesada. Precisamente por eso interviene en la constitución del sujeto”27. Por lo expuesto y, dado que las memorias son construcciones históricas, el antiguo enfrentamiento entre dictadores y sus opositores fue trasladado al campo de las memorias. En concordancia con ello, las memorias de dictadores y opositores no son un reflejo fiel de los acontecimientos, más bien, tienen una inocultable carga semántica que muestra su parcialidad, su deformación y su pretensión de constituirse en una especie de memoria oficial, única y verdadera.

27. CRUZ, Manuel. Escritos sobre memoria, responsabilidad y pasado. Cali: Universidad del Valle, 2017. p. 20.


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Esa pretensión es justamente el campo de combate de las memorias. Por más cruento que sea ese combate perviven las memorias, la pluralidad en el entendimiento, pues las capacidades de los oponentes para registrar, codificar, consolidar, retener, almacenar, recuperar y evocar la información previamente almacenada difiere ostensiblemente, así como su matriz ideológica desde la cual apela a las memorias que, entre otras cosas, son convertidas en dispositivos ideológicos para la controversia política. Lo expuesto en el capítulo precedente así lo indica. Por un lado el interés del general Pinochet en difundir sus memorias en las que se encuentra la evocación tanto de su vida privada, como de su dictadura militar. Por el otro, el recurso de las memorias de Gladys Marín en las que ella, en calidad de víctima del régimen político instaurado por el mencionado oficial, denuncia sus atrocidades y enjuicia al capitalismo. Desde las memorias, en ambos contendientes no es posible establecer puntos de acuerdo, coincidencia o acercamiento. Y, en términos políticos, ello se expresa en la polarización ideológica que caracteriza a Chile. Algo que lacera el alma de las víctimas del general Pinochet, es la impunidad frente a la violación de derechos humanos. Este dolor ha sido heredado a los descendientes de aquellas quienes recrean las memorias teñidas de sangre y lágrimas en el marco de los apremios a que fueron sometidos, por ejemplo, sus padres, abuelos, bisabuelos. En esos términos las memorias perduran, pues “La memoria de una sociedad se extiende hasta donde ella puede, es decir, hasta donde alcanza la memoria de los grupos de que está compuesta. No es por mala voluntad, antipatía, repulsión o indiferencia por lo que olvida tal cantidad de acontecimientos y personajes antiguos. Es porque los grupos que conservaban su recuerdo han desaparecido. Si la duración de la vida humana se doblara o triplicara, el campo de la memoria colectiva, medido en unidades de tiempo, sería mucho más extenso”28.

28. HALBWACHS, Maurice. Memoria colectiva y memoria histórica. París: PUF, 1968. p. 215.


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En esos casos las memorias son reforzadas con museos, monumentos, conmemoraciones de fechas, alegorías, actos públicos, reconocimientos y demás acciones que contribuyen a mantener viva la llama de las memorias y a recordar que ese combate aún no cesa. Cambian los combatientes, las formas y la intensidad de los combates, pero las memorias incesantemente recuerdan deudas pendientes por saldar entre las partes. Suelen ocurrir actos públicos de perdón, confesiones sobre la “verdad” y arrepentimientos que, como espectáculo público es objeto de morbosa atención, sin alcanzar siempre la reconciliación. Es preciso señalar que los monumentos y los museos y su exhibicionismo, no son las memorias ni las reemplazan. Apenas la refuerzan. Las memorias son fuerzas inmanentes al ser humano, independiente de su condición. No son la historia, son apenas un insumo. Siempre existe una relación conflictiva entre las memorias y la historia. Las primeras son difusas y esparcidas en comparación con la segunda. Cualquier sujeto utiliza las memorias a partir de la rememoración, no todos los sujetos hacen uso de la historia. Las memorias están conectadas a las idiosincrasias de los pueblos y de los individuos, hacen parte de la cotidianidad, sintetizan la vida pública y privada. Las memorias en sus dimensiones radiculares son la vida misma y, por tanto, heterogéneas. Por ello se considera que “La memoria es la vida, siempre llevada por grupos vivientes y a este título, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, susceptible a largas latencias y repentinas revitalizaciones”29. Las guerras, más que cualquier otro fenómeno, desencadenan y ponen de manifiesto la multiplicidad de las memorias. Los golpes de Estado ocurridos en América Latina en el marco de la guerra

29. NORA, Pierre. Les lieux de mémoire. Paris: Ediciones Trilce, 2008. p. 45.


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fría y de la ideología de la Doctrina de la Seguridad Nacional30, concebidos como guerras emprendidas por las fuerzas armadas de algunos países contra ciertas clases sociales consideradas por ellas como “el enemigo interno”; ocasionaron daños irreparables en amplios sectores sociales, rotulados de ese modo, no solo por la violación de sus derechos humanos, sino por las consecuencias negativas del modelo económico impuesto. Una vez terminadas las dictaduras y realizadas las transiciones a la democracia, afloró la multiplicidad de las memorias. Las clases sociales, los grupos de presión, las élites, los sindicatos de trabajadores, los gremios, el conjunto de organizaciones de la sociedad civil, las iglesias y, en general todas las personas se sintieron con derecho a expresar y hacer conocer sus memorias mostrando así su esencia múltiple, plural, colectiva, pero también sus rasgos particulares, individuales y únicos. Por la vorágine de los acontecimientos suscitados en el contexto del gobierno de la UP, de la dictadura militar y de la subsiguiente transición a la democracia en Chile, en ese país la polarización política entre afectos y opositores al presidente derrocado y asesinado Salvador Allende Gossens, al general Pinochet y a los gobiernos que le dieron continuidad a las políticas impuestas por éste; se manifiesta, principalmente, a través de las memorias, siendo perceptibles dos grandes visiones. De un lado los que no solo niegan la existencia del golpe de Estado y la dictadura, sino que le atribuyen al general Pinochet un amplio rango de cualidades, méritos y reconocimientos. Y de otro, quienes le endilgan al mismo personaje ser el principal responsable del golpe de Estado, de la dictadura, de los crímenes, del modelo económico y de imponer la continuidad de su ideología a través de gobiernos de derecha. Estos segundos se reclaman como víctimas.

30. VELÁSQUEZ RIVERA, Edgar. Historia comparada de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Chile-Colombia. Bogotá: Ediciones Antropos Ltda, 2009. p. 156.


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En esos términos, en Chile31, el campo de las memorias se convirtió en otro escenario de enconada lucha. Mientras unos pretenden desmitificar al general Pinochet, los otros hacen lo propio respecto al régimen depuesto y la naturaleza de las acciones de sus seguidores. Pareciese un pugilato entre las memorias de los vencedores (minorías) y las de los vencidos (mayorías). En este caso bando contendiente, intenta imponer sus memorias a través de los rituales de la mitificación. Varias estrategias hacen parte de los rituales de la mitificación para imponer las memorias. En primer lugar, recurrir a la historia para buscar en ella antecedentes (incluso remotos) que permitan justificar ideologías, actos y conductas. En segunda instancia, limpiar, maquillar u ocultar el lado oscuro y realzar lo que se considera legítimo, positivo y legal para construir una identidad armónica y de fácil aceptación. De igual modo, la insistencia en valores como la paz, la democracia, el progreso, la justicia, el desarrollo, el bienestar, la soberanía, la lengua, la religión y, en suma, la tradición. Desde esa perspectiva las memorias son una constante construcción. Las memorias requieren ser incesantemente formadas. Por tanto, se heredan como un bien intangible. Pasan de generación en generación modificándose a partir de renovados enfoques, nuevas fuentes de información, y distintos prejuicios, subjetividades y representaciones sociales en el fortuito cambiar de los tiempos, desde la ineluctable, accidentada y trágica condición falible del ser humano. Es pues errático la imposición de un solo tipo de memorias. Todas deben ser comprendidas desde la otredad. Una sola memoria es

31. Chile no es el único país en el que las memorias son objeto de controversias. En Colombia, en el largo tiempo (desde mediados del siglo XX) también las memorias son un campo de combate entre victimarios y víctimas, siendo estos roles intercambiables. El caso más patético se observa en el corto tiempo (desde 26 de septiembre de 2016) cuando el gobierno nacional de la época (Juan Manuel Santos Calderón) firmó un acuerdo de paz con las hasta entonces FARC-EP. De un lado están quienes sostienen que no hubo conflicto armado sino una amenaza terrorista (las derechas) y quienes aducen la existencia del mismo y, además, terrorismo de Estado (las izquierdas).


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un acto de violencia cognitiva, un ejercicio excluyente, una postura intolerante, es otra forma de violencia. En los paĂ­ses que han atravesado por guerras (como se ha indicado) y que, por fortuna las han superado, son manifiestas las intenciones en uno y otro sentido al tratar de imponer una sola memoria. Esa es una forma de trasladar la guerra a otros escenarios. Las memorias son multifacĂŠticas, plurales, insistir en lo contrario, es negar la dialĂŠctica de la vida.


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