Romanos

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La palabra que significa lo contrario de “confesar” es la palabra “negar” (Juan 1:20; Juan 2:2223). Confesar es decir “SÍ”; negar es decir “NO”. En Lucas 22:57-60 Pedro debió haber dicho, “Sí, yo lo conozco (v.57)”. “Sí, yo soy uno de ellos (v.58)”. “Sí, yo estuve con ÉL (v.59-60)”. Pero Pedro negó a Cristo (aunque su negación solo fue temporal, porque después, en el Día de Pentecostés, él confesó a Cristo con denuedo y predicó a Cristo ante miles de personas – Hechos capítulo 2). De modo que, cuando se le hace esta pregunta, “¿Conoces a Jesús como tú Salvador y Señor? ¿Puedes decir que Él te pertenece?” el creyente puede responder: “Sí, reconozco que ÉL es mío. Yo pertenezco al Hijo de Dios que me amó y se entregó a Sí Mismo por mí”. Durante las grandes persecuciones cristianas del segundo y tercer siglo, los creyentes que no negaban al Señor, aún a riesgo de grandes sufrimientos, eran conocidos como CONFESORES. Qué nunca nos avergoncemos de Dios, que no se avergonzó de morir por nosotros (2 Timoteo 1:8; Rom. 1:16; 1 Pedro 4:16). Finalmente, la confesión de nuestra boca tiene que concordar con la conducta de nuestra vida. En Tito 1:16 Pablo describe a un grupo de personas que confiesan que ellos conocen a Dios. ¿Pero conocen realmente al Dios vivo? Sus labios dicen, “Sí, conocemos a Dios”. Pero sus vidas dicen, “No, no conocemos a Dios”. Su andar está en conflicto con su hablar y esto es una abominación al Señor. Estas personas nombran el nombre de Cristo, pero ellos no pertenecen a Dios (2 Timoteo 2:19). Aunque ellos alegan conocer a Dios, ellos son mentirosos y la verdad no está en ellos (1 Juan 2:3-4). Como creyentes en Cristo, hagamos una buena profesión (confesión) ante muchos testigos (ante los hombres) igual como Timoteo (1 Timoteo 6:12). Que el mundo vea que el Cristo que nombramos con nuestros labios, es el Dios a quien servimos con nuestras vidas. Tal como la etiqueta de un envase está para confesar su contenido, así los creyentes deben confesar a su Señor y Salvador claramente, sin estar avergonzados. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor”—el énfasis está sobre la palabra “Señor”. La construcción de la frase es similar a Filipenses 2:11 (“Todo lengua confiese que Jesucristo es el Señor”). ¡Jesús es Señor! Esta es la verdad que debe se confesada por la boca del creyente. La PALABRA “Señor” es la palabra griega “kurios”, que es la palabra que es usada consistentemente en el Antiguo Testamento para JEHOVÁ (en la Septuaginta). Debemos confesar que Jesús es JEHOVÁ, lo cual significa que ÉL es DIOS (el único Salvador y el único Dios—ver Isaías 43:11; 44:6, 8; 45:21-22 donde JEHOVÁ declara que ÉL es el único Dios y el único Salvador. No hay otro). Jesucristo es Dios. ÉL es el soberano Señor. ÉL es Jehová Jesús. Los creyentes confiesan ahora gustosamente esta verdad (Romanos 10:9). Todos los hombres confesarán algún día esta verdad (Filipenses 2:11). Durante los primeros siglos los cristianos se negaron a inclinarse ante César y se negaron a llamarlo Señor. En vez de ello confesaron que Jesús era Señor. Si Jesucristo es realmente MI Señor, entonces Él demanda y merece mi gustosa sumisión y total obediencia. Me inclino humildemente ante Su autoridad y hago con alegría aquellas cosas que son agradables a ÉL. ¿Cómo podría hacer menos? Jesús dijo, “¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). En una tumba en Alemania se encuentran las siguientes palabras: Así nos dice Cristo nuestro Señor: Me llaman Maestro, y no me obedecen; Me llaman Luz, y no me ven; Me llaman Camino, y no andan por mí; Me llaman Sabio, y no me siguen; Me llaman Bueno, y no me aman; Me llaman Rico, y no me piden; Me llaman Eterno, y no me buscan; Me llaman Bondadoso, y no confían en mí; Me llaman Ilustre, y no me sirven;


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