Herbert Marcuse - El Hombre Unidimensional.

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sistema. Y esta fuerza mortal estimula el crecimiento y la iniciativa, no gracias a la magnitud y el impacto económico del «sector» de defensa, sino gracias al hecho de que la sociedad como totalidad llega a ser una sociedad defensiva. Porque el Enemigo es permanente. No está presente en la situación de emergencia, sino en el estado de cosas normal. Amenaza tanto en la paz como en la guerra (y quizá más que en la guerra); es así introducido en el sistema como poder cohesivo. Ni la creciente productividad, ni el alto nivel de vida, dependen de la amenaza exterior, pero su utilización para la contención del cambio social y la perpetuación de la servidumbre, sí. El Enemigo es el común denominador de todo lo que se hace y deshace. Y el Enemigo no debe identificarse con el comunismo actual o el capitalismo actual; es, en ambos casos, el espectro de la liberación. Una vez más, la enajenación de la totalidad absorbe las enajenaciones particulares y convierte los crímenes contra la humanidad en una empresa racional. Cuando las personas, debidamente estimuladas por las autoridades públicas y privadas, se preparan para una vida de movilización total, son sensibles a ella no sólo debido al enemigo presente, sino también por las posibilidades de inversión y empleo en la industria y la diversión. Incluso los cálculos más insensatos son racionales: la aniquilación de cinco millones de hombres es preferible a la de diez millones, veinte millones y así por el estilo. Es inútil alegar que una civilización que justifica su defensa mediante tales cálculos proclama su propio final. Bajo estas circunstancias, incluso las libertades y escapes existentes encuentran lugar dentro de la totalidad organizada. En esta etapa del mercado reglamentado, la competencia, ¿alivia o intensifica la carrera hacia cada vez mayores y más rápidos cambios y superaciones? Los partidos políticos, ¿están compitiendo por la pacificación o por una industria del armamento cada vez más fuerte y más cara? La producción de «opulencia», ¿promueve o retarda la satisfacción de necesidades vitales no cubiertas todavía? Si las primeras alternativas son ciertas, la forma contemporánea del pluralismo fortalecerá el potencial de contención del cambio cualitativo y así impedirá antes que impulsará la «catástrofe» de la autodeterminación. La democracia aparecerá como el sistema más eficaz de dominación. La imagen del Estado de bienestar esbozada en los párrafos precedentes es la de una deformidad histórica situada entre el capitalismo organizado y el socialismo, la servidumbre y la libertad, el totalitarismo y la felicidad. Su posibilidad está claramente indicada por las tendencias prevalecientes del progreso técnico y claramente amenazada por fuerzas explosivas. La más poderosa, por supuesto, es el peligro de que la preparación para la guerra nuclear total pueda convertirse en su realización: la disuasión también sirve para disuadir los esfuerzos por eliminar la necesidad de la disuasión. Otros elementos que están en juego pueden impedir la placentera unión del totalitarismo y la felicidad, la manipulación y la democracia, la heteronomía y la autonomía, en una palabra: la perpetuación de la armonía preestablecida entre conducta organizada y espontánea, pensamiento precondicionado y libre, conveniencia y convicción. Incluso el capitalismo más altamente organizado conserva la necesidad social de la apropiación y distribución privada de los beneficios como la forma de regulación de la economía. Esto es, la realización del interés general sigue ligada a la de los intereses particulares. Al hacerlo, sigue enfrentándose con el conflicto entre la creciente potencialidad para pacificar la lucha por la existencia y la necesidad de intensificar esta lucha; entre la «abolición del trabajo» progresiva y la necesidad de preservar el trabajo como la fuente de ganancia. El conflicto perpetúa la existencia inhumana de aquellos que forman la base humana de la pirámide social: los seres marginales y los pobres, los sin empleo y los inempleables, las razas de color perseguidas, los internados en prisiones e instituciones para enfermos mentales. En las sociedades comunistas contemporáneas, el enemigo exterior, el retraso y la herencia de terror perpetúan las características opresivas en el camino que lleva a «alcanzar y superara los logros del capitalismo. La prioridad de los medios sobre el fin se agrava de este modo —prioridad que sólo puede romperse si se logra la pacificación—, y el capitalismo y el comunismo siguen compitiendo sin fuerza militar, en una escala global y mediante instituciones globales. La pacificación significaría la


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