Cuando lo que dios hace no tiene sentido

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Dr. James Dobson

Aceptación o desesperación

Cuando Isaac llevó sobre sus espaldas la leña que sería utilizada para el fuego que habría de quemar su cuerpo, estaba profetizando el momento cuando dos mil años más tarde, Jesús llevaría su propia cruz hasta el Calvario. Su disposición a ser sacrificado por su anciano padre, fue simbólica del sometimiento del Mesías a su Padre y a sus verdugos. Incluso, algunos teólogos creen que se suponía que el sacrificio de Isaac habría ocurrido en el mismo lugar de la crucifixión de Jesús. Todos los elementos de esta historia tuvieron un significado profético. Por supuesto, Abraham no comprendió nada acerca del plan de Dios. Teniendo en cuenta su confusión y lo que estaba en juego para él, es asombroso que este hombre fiel a Dios obedientemente habría llevado a cabo el sacrifico de Isaac si no hubiera intervenido un ángel. Uno de mis pasajes bíblicos favoritos, resume este acontecimiento desde la perspectiva de los tiempos del Nuevo Testamento. Casi dos mil años después, el apóstol Pablo describió a Abraham de la siguiente manera: "Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia" (Romanos 4:19-22). En otras palabras, Abraham creyó a Dios, incluso cuando lo que le había dicho no tenía sentido. Los hechos decían claramente: "Es imposible que esto suceda". El Señor le había hecho "vanas promesas" durante veinticinco años, y aún no había ninguna señal de que

lo que le había prometido fuese a ocurrir. Preguntas sin respuestas y contradicciones inquietantes se arremolinaban en su mente. No obstante, Abraham no "dudó, por incredulidad". ¿Por qué? Porque estaba convencido de que Dios podía trascender el razonamiento y la evidencia basada en los hechos. Y por eso se le llama: "padre de nuestra fe". Bueno, dejemos de hablar de Abraham y de su esposa Sara. ¿Qué podemos decir de usted y de mí, y de los tiempos en que vivimos ahora? ¿Hay alguna lección para la humanidad enéstos acontecimientos históricos? ¡Por supuesto que sí! Llegará un momento en su vida, en el cual los hechos le harán sentirse desesperado. Quizás, ese momento ya ha llegado, y Dios parece contradecirse a sí mismo, y no hay ninguna explicación satisfactoria. No todas las personas experimentan la misma clase de confusión, pero nadie puede evitar hallarse en una crisis de cierta magnitud. La fe no permanece por mucho tiempo sin ser puesta a prueba. La pregunta es: ¿cómo nos enfrentaremos a la crisis cuando ésta llegue? ¿Nos desesperaremos y saldremos huyendo? ¿Nos tambalearemos sacudidos por la incredulidad? ¿"Maldeciremos a Dios y nos moriremos", como la mujer de Job le sugirió a él que hiciera? ¡Lepido a Dios que nos libre de hacer eso! Y yo creo que si nos preparamos para esa experiencia, podremos fortalecernos contra el ataque de que seremos objeto en ese momento. Hace poco, mi amigo Robert Vernon, tuvo que enfrentarse a su propia versión de esa crisis universal. Bob fue asistente del jefe de la policía de la ciudad de Los Angeles, donde sirvió por más de treinta y siete años, de una manera digna de reconocimiento. Cuando se

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