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DINERO ÉTICO

En nuestras sociedades modernas y globales el consumo es a la vez problema por deficiencia y por exceso: el norte consume más de lo que necesita y el sur necesita más de lo que consume.

POR RAÚL FRANCHI / Profesor del área académica de Factor Humano de IPADE Business School

La filósofa valenciana Adela Cortina, autoridad mundial en ética de la empresa, plasma estas ideas en su libro “Por una ética del consumo”, publicado en el 2002, del que retomo algunas notas.

Un efecto en esta ecuación del “progreso” es que los excesos de una fracción del globo impiden la supervivencia digna del resto, no sólo por las desigualdades en el comercio, sino además porque el planeta colapsaría en cuanto los pobres consigan vivir al estilo de los ricos. Se trata sin duda del mayor desafío que enfrentamos, en mi opinión junto al cataclismo moral que suponen la manipulación de la vida en general, así como diversos atentados sistemáticos y generalizados contra la vida humana en particular. Frente a semejantes desafíos, la COVID-19 pasa a ocupar un modesto tercer o cuarto lugar.

Las empresas no crean necesidades, sólo las reaniman. Peor aún, “desatan los deseos” y con ello un nuevo hedonismo individualista. El consumo esclaviza, es ciego ante los dictados y excesos de la producción, alimenta una cultura de masas y crea una especie de autómatas egoístas.

Resulta imperativo desarrollar una ética de los empresarios, de manera autorregulada porque está visto que la iniciativa no vendrá de los gobiernos. En este sentido, el consumidor es un agente social cuya decisión de compra constituye un gran poder de voto (y veto) para “calificar” a las empresas que cumplan con ciertos requisitos de comportamiento ético, solidaridad social o protección ambiental. Este es el “dinero ético”. Los más de mil millones de seres humanos en situación de pobreza extrema, y la desigualdad entre ricos y pobres, hace necesario humanizar la economía.

EL PLANETA NO PUEDE SOSTENER LA IGUALDAD DE CONSUMO AL ESTILO DEL “SUEÑO AMERICANO”.

Adela propone tres claves para concebir una ética del consumo: el consumo libre que resuelva una necesidad real, no una invención o sumisión del consumidor (en cierta forma esclavizado); el consumo justo, que coloca al ser humano como fin y al consumo como acto universalizable (siguiendo la línea kantiana); el consumo corresponsable, basado en el diálogo y consenso entre las partes afectadas.

Es preciso controlar el deseo de un consumo compulsivo y entender que la forma de consumo incide en la oportunidad de llevar una vida feliz. El primer requisito es la lucidez ante la creencia de que lo natural es consumir cada vez más. La “calidad de vida” debe prevalecer e independizarse de la “cantidad de bienes”.

RAÚL FRANCHI / Profesor del área académica de Factor Humano de IPADE Business School

RAÚL FRANCHI / Profesor del área académica de Factor Humano de IPADE Business School

El modelo de Amartya Sen es el que Adela Cortina considera más próximo a una ética de consumo. Este economista ha dignificado la economía centrándola en valores humanos más allá de la utilidad y el ingreso. Construye lo que para algunos autores es una teoría de la justicia de la igualdad, una nueva ética del desarrollo internacional, e incluso una ética global.

Se requieren distintas mercancías para distintas capacidades, entendidas estas como capacidades corporales (procurar alimentos, servicios de salud, vestido), mentales (educación, percepción de las cosas), sociales y de singularidad (capacidad de elegir una vida propia). La suma de capacidades incide en nuestra concepción particular de vida buena. Estas capacidades determinan lo que una persona es capaz de lograr dentro de una ética liberal, que deja abierta a la persona la elección del tipo de vida que le conviene. Lo importante no es tanto la igualdad de mercancías, sino la igualdad de capacidades.

El consumo tiene una dimensión ética porque es parte de la libertad humana, pero ha recibido muy poca atención por parte de las teorías éticas en general. En “Por una ética del consumo”, Adela Cortina aporta algunos criterios fundamentales en los tiempos que corren. Creo que la idea del “dinero ético” cobra mucho sentido, porque las empresas llenan el mundo de mercaderías, pero al final deciden los consumidores.