Dracula, de Bram Stoker

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—Yo soy Drácula; y le doy mi bienvenida, señor Harker, en mi casa. Pase.





Encontré en la estación a Lucy, que parecía más dulce y bonita que nunca, y de allí nos dirigimos a la casa de Crescent. Exactamente encima del pueblo están las ruinas de la abadía de Whitby.





El caso de Renfield se hace más interesante

cuanto más logro entender al hombre. Ahora ha puesto su atención en las arañas.





—Profesor, yo creo que usted sólo me está haciendo una broma. Estas flores no son más que ajo común. ——¡Oh, señorita, mi querida! Pero hay mucha virtud para usted en esas flores tan comunes.





El aullido de los lobos nos lleg贸 desde cerca. Fue casi como si los aullidos brotaran al alzar 茅l su mano.





Saqué el libro de debajo de su almohada, lo envolví en un papel blanco, lo até con un pequeño listón azul y lo sellé sobre el nudo con lacre, usando como sello mi anillo de bodas.





Entonces, ĂŠse es el barco en que navega el conde.





Tracé un círculo grande en torno a la señora Mina y sobre él coloqué parte de la Hostia sagrada y la desmenucé finamente, para que todo estuviera protegido.





En ese preciso instante, surcó el aire el terrible cuchillo de Jonathan. Grité al ver que cortaba la garganta del vampiro, mientras el puñal del señor Morris se clavaba en su corazón





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