Gaceta de Ciencia Política 9.2

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Gaceta de Ciencia Política

Aunque en realidad no se halla en la base de un saber encandilado con su propia luz reflejada, una abundante posibilidad de entenderse “mejor” en lo que concierne a la verdad práctica de las catástrofes. Todo saber supremo diluye, en el momento preciso, esos “pormenores”. Declara invisibles los desastres indicados en las mentes y en los cuerpos de quienes han sido concebidos como sus beneficiarios, ahí incluidos aquellos que lo impugnan, es decir, quienes se saben, en algún punto, irremediablemente ignorantes. Ojos para todo, menos para observar la estela de despojos, de cascajo humano, que detrás suyo van dejando unas iluminadas reflexiones ciegas disparadas desde lo alto de una cabeza. En las noches macro-lógicas, se ve pasar a Terminator. “Unas voces bajo los escombros.” Bajo este título, los resistentes rusos inauguran su meditación sobre una experiencia histórica que ha durado mucho tiempo sin comentarios. Voces y no ciencia o prolegómenos a una teoría de la teoría. Escombros y no errores de cálculo localizados por un método más al día; no experiencia de laboratorio en donde la vetustez del material empleado, y algunas torpezas del asistente, han acarreado fastidiosos incidentes en lo sucesivo evitables si se moderniza el dispositivo. El arte de no ver los escombros forma parte de los escombros, como la teoría que no permite verlos acumulándose forma parte de su acumulación, siendo este el caso no únicamente de los marxismos, sino el de todo dispositivo de prohibición “racional” de confesarse su ignorancia. […] De Sócrates al G. I. desertor, el reparto de la inciencia y la fraternización deliberada de las ignorancias produce una experiencia de democracia, la única conocida. A estas voces que acompañan al Saber hasta en sus escombros [se ha] buscado silenciarlas. En tanto que los teóricos las demostraban imposibles por contradictorias. Conocer su ignorancia crea paradoja, pero esta chispa se convierte en contradicción que se refuta a sí misma sólo en un universo previamente aseptizado, en el del Gran Saber. Viejo sueño de dominación en el que las ciencias diseminadas, imperfectas, no especulativas, llegarían a hacer reconocer su valor y a bendecir su eficacia delante del tribunal supremo de La Ciencia, juez de sí misma y saber de sí. Deseo antiguo […] de una “mathesis universalis” jamás hallada, a no ser en la depresión con que aflige a los demás conocimientos. Estos conservan, sin embargo, la nada despreciable ventaja de no asegurarse en contra de las cuestiones de la sabia ignorancia. No son ellos, pues, quienes directamente cubren las voces y disfrazan los escombros; ha sido preciso para esto una ciencia lo bastante segura de sí misma como para proceder al asesinato teórico de un Sócrates contestatario y afirmar que sólo ella puede saber quién ignora qué.24

24 Glucksmann, Les maîtres penseurs, 91-92. Quizá no esté demás recordar aquí, con Schiwy, que “el acontecimiento trastornador –pues venía a corroborar su propia experiencia del marxismo y a confirmar sus sospechas– fue, tanto para Glucksmann como para todos los ‘Nuevos Filósofos’, la publicación de la obra de Solzhenitsin El archipiélago Gulag, monumental historia del terror soviético de 1918 a 1956” (Schiwy, Les nouveaux philosophes, 51).


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