Ediciones FUNDECEM / Alegres provincias nº 2

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Alegres Provincias

CONTRAPORTADA

“Y me esperan allí todos sus ríos, todas sus piedras, todos sus halcones” Ramón Palomares SUPLEMENTO CULTURAL DE CIUDAD MÉRIDA / 12 DE DICIEMBRE 2014 / NRO. 1

Poemas de Argimiro Gabaldón

50 AÑOS DE LA MUERTE DE

Argimiro Gabaldón

El 13 de diciembre de 1964 muere accidentalmente de un disparo de fusil, Argimiro Gabaldón, conocido como “Comandante Carache”, jefe del Frente Guerrillero Simón Bolívar en las montañas de Lara y Portuguesa. Argimiro Gabaldón tenía apenas 45 años cuando lo alcanzó la bala que le quebró la vida. Más que la muerte le dolió morir de bala amiga, morir a destiempo, morir cuando apenas se iniciaba el camino duro del que tanto había hablado y para el cual se había preparado. Argimiro Gabaldón, de nombre completo Argimiro Enrique de La Santísima Trinidad Gabaldón Márquez, también conocido como Chimiro, había nacido el 15 de julio de 1919, en la Hacienda Santo Cristo, Biscucuy, Estado Portuguesa. Su madre, Teresa Márquez Carrasqueño, y su padre, el General Ra fael José Gabaldón, líder revolucionario que combatió contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, y fuera amigo de Pedro Pérez Delgado, “Maisanta”, y compañero de cárcel del poeta Pío Tamayo, en el Castillo de Puerto Cabello. Desde muy niño, Chimiro mostró interés por los estudios. Al concluir la secundaria, viaja a Argentina para estudiar Arquitectura. Allí toma conciencia de la lucha de clases, propia de los movimientos políticos de izquierda revolucionaria que emergieron más tarde en Latinoamérica. En el tercer año abandona la arquitectura y se va a Brasil a estudiar pintura, literatura y arte, aflorando en él una vocación especial por el periodismo y la poesía. Fue un asiduo lector de Bolívar, Martí, Tolstoi, Gorki, Ingenieros, Marx, Lenin, Stalin, Neruda, Sandino. Regresa a Venezuela en 1945. Argimiro Gabaldón dio clases de Historia y Geografía de Venezuela en el Liceo Lisandro Alvarado del Estado Lara. Además fue director de la Escuela Artesanal de Lara. Fue fundador del Liceo Fernando Delgado Loza-

no de Biscucuy-Portuguesa. Le gustaba la natación, el béisbol, la cacería, la caminata de montaña entre Lara y Portuguesa, el boxeo. A la hora de la lucha contra el perezjimenismo, fue el primero en plantear que no se trataba sólo de cambiar al dictador por otro gobernante, sino que había que ir a la raíz. Fue entonces cuando comenzó a discutir la tesis de la necesidad de la lucha armada, como respuesta a un gobierno represivo y criminal. Bajo el ideal de la “Lucha Armada”, Argimiro Gabaldón planteó en el marco del histórico III Congreso del Partido Comunista de Venezuela (PCV), del que fue Secretario General y miembro directivo de la Junta Electoral, la necesidad de acudir a otros mecanismos de batalla por una verdadera justicia social. La llegada de la democracia representativa y la política de Rómulo Betancourt de “disparar primero y averiguar después”, que dejó un saldo doloroso de presos políticos y torturados en Venezuela, sirvió para la radicalización del movimiento de izquierda en el país, y a “Chimiro” para emprender la lucha armada, siendo factor determinante en la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) fue la or-

ganización guerrillera creada para dar cauce a los nacientes grupos rebeldes que empezaban a operar en el país con el objetivo de derrocar por la fuerza al gobierno de Rómulo Betancourt. En 1960 se crea el primer foco guerrillero en La Azulita, Estado Mérida, liderado por Argimiro Gabaldón. En 1961 surge el “Frente Simón Bolívar” o “Libertador”, en las montañas de Lara. Sus comandantes fueron Argimiro Gabaldón, Carlos Betancourt, Juan Vicente Cabezas y Tirso Pinto. En 1962 surge el “Frente José Leonardo Chirinos” (Occiden-

te), en las montañas de Falcón y Yaracu. Sus comandantes fueron Douglas Bravo, Luben Petkoff, Elías Manuit Camero y Elegido Sibada (a) Magoya. En 1962 surge en Oriente el “Frente Manuel Ponte Rodríguez”. Fueron sus comandantes Alfrdo Maneiro y el Teniente Héctor Fleming Mendoza. En 1963 surge el “Frente José Antonio Páez” (Llanos de A`pure). Tuvo de comandantes a Adalberto González, Francisco Prada, Fabricio Ojeda y Ángel María Castillo. En 1963 surge el Frente "Ezequiel Zamora", en la zona de El Bachiller, montañas del Estado Miranda, cercanas a Caracas. Sus comandantes fueron Alfredo Maneiro, Américo Martín, Moisés Moleiro y Fernando Soto Rojas. En 1966 surge el Frente Guerrillero "Antonio José de Sucre", entre los Estados Sucre, Monagas y Anzoátegui. Sus líderes fueron Carlos Betancourt, Américo Silva y Gabriel Puerta Aponte. Cobraba auge la ideología libertaria de Argimiro Gabaldón, de la guerra del pueblo en favor de la libertad. La toma de Humocaro, comandada por él en 1962, significó un hito en la historia de la lucha armada en Venezuela y de las reivindicaciones sociales a favor de los campesinos del país. La lucha guerrillera fue para él una forma de la lucha de masas. Sin la gente, sin el pueblo, la lucha carecía de sentido. Su raigambre venía de sus vínculos con la tierra, con la gente. No era un acto improvisado, sino una concepción de lucha, de vida y de futuro. Chimiro murió trágicamente hace 50 años, en las montañas de Humocaro, Estado Lara, pero su legado, su compromiso y su poesía siguen presentes en la consolidación del proceso Bolivariano y en importantes sectores del pueblo que aún buscan redención.


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Alegres Provincias •

Suplemento Cultural / Mérida 12 de diciembre 2014

EDITORIAL La lucha revolucionaria no empezó con nosotros. Ni siquiera con el Comandante Chávez. La lucha de resistencia de nuestros pueblos comenzó en el mismo momento en que el conquistador invasor, con sus armas superiores, con la cruz, con enfermedades desconocidas, diezmó a nuestros indígenas. Luego vino la lucha preindependentista, el rey Miguel de Buría, Andresote, José Leonardo Chirinos, los Comuneros, Gual y España, Miranda, entre otros. Vendrían después los veinte años de guerra de Independencia, desde 1810 hasta 1830, con la muerte de El Libertador. Ese año Bolívar confesó que habíamos obtenido la independencia política pero que nos quedaba debiendo lo demás. Nos tocaba a nosotros seguir. El resto del siglo XIX fue de guerras, guerritas, escaramuzas, la Guerra Federal.

El siglo XX tuvo luchadores contra Castro, Gómez, López Contreras, exiliados, presos, muertos en las cárceles, podríamos mencionar a Delgado Chalbaud, padre, los escritores Pocaterra, Andrés Eloy, Pio Tamayo, y el camarada Gustavo Machado. Luego la dictadura de Pérez Jiménez, que nuevamente llevó a la muerte, a la cárcel y al exilio a numerosos venezolanos, mencionemos a Pinto Salinas y Ruiz Pineda. Luego la llamada democracia representativa, donde cae Livia Gouvernier y el estudiante merideño Eutimio Rivas, y la gran cantidad de mártires conocidos y anónimos que, para no hacer una lista interminable, sólo mencionaremos a Alberto Lovera, Fabricio Ojeda, Jorge Rodríguez padre, o todos los guerrilleros desaparecidos en las montañas de Falcón, Lara, Portuguesa, y que el compañero Pedro Pablo Linares, di-

Argimiro Poeta

que se consumió en la lucha

Luis Mendoza Silva Sobre Argimiro Gabaldón se ha escrito libros, revistas y unas cuantas cuartillas que están diseminadas en periódicos regionales y nacionales, en los que se resalta, entre otras cosas, su actividad política, social y su participación desde muy joven en movimientos revolucionarios de la época, donde actuó como militante de la libertad, con asombrosa resolución, llegando a organizar un numeroso grupo de campesinos en las montañas de Lara y Portuguesa, y a comandar un importante frente guerrillero, en circunstancias extremadamente adversas. Todas esos elementos son importantes a la hora de describir su personali-

dad, de hombre fuerte, capaz de abandonar la tranquilidad de su casa, de su hogar, para irse tras unos sueños que le carcomían el alma y la conciencia, pero muy pocas veces se ha hablado del Argimiro niño, campesino, soñador que correteó libre la pradera y vio cuando el padre, en su mula amarilla, se despidió de su madre con el pañuelo blanco en las manos para irse a la guerra. Chimiro veía que su padre se marchaba cada tarde y regresaba, agotado, sin decir a dónde o por qué se marchaba, pero presentía que se iba a la montaña a formar su ejército. Años después, cuando le toca a él partir a cumplir con su deber, explica a través de un poema por qué se va, y recuerda a su padre, quien

rector del Programa Nacional de Desaparecidos, había venido recorriendo palmo a palmo para dar con los restos de los compañero. Y en nuestra Mérida necesario es mencionar a Carlos Bello, Domingo Salazar, Magdiel Páez, Pedrito José Chacón, José Cardozo Perozo y al camarada Jesús Escobar, casi olvidados por nosotros. Hasta llegar al comandante Chávez y a nuestro joven mártir Robert Serra. Larga y dolorosa ha sido la lucha para dar a nuestro pueblo un gobierno que garantice la mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. He dejado sin mencionar a Argimiro Gabaldón porque Chimiro, o Comandante Carache, es un caso especial de la lucha revolucionaria venezolana. Todas las muertes de nuestros compañeros son dolorosas pero

esta muerte nos dolió más, (nunca una bala maldita hirió a tantos corazones, dice su corrío), y hoy a cincuenta años de su lamentable accidente (o asesinato) nos sigue doliendo. Chimiro no era un hombre de armas, era un ser amoroso, familiar, pintor, poeta, educador, pero las circunstancias lo llamaron a la lucha. Él lo decía: “No soy un guerrero, nunca lo había pensado ser, amo la vida tranquila, pero si mi pueblo y mi patria necesitan guerreros, yo seré uno de ellos y este pueblo nuestro los ha parido por millones cuando los ha necesitado”. Por eso “Alegres Provincias” dedica íntegra esta edición para conmemorar la vida, obra y poesía de unos de los revolucionarios más queridos por el pueblo venezolano. Argimiro Vive. La lucha sigue.

sufrió cárceles y persecuciones en su lucha contra Gómez. Tampoco se ha hablado suficiente sobre el Argimiro hombre, con virtudes y defectos, como todo ser humano, sensible, que vivió y admiró la naturaleza, el paisaje y los ríos; padre que amó profundamente a su esposa y a sus hijos; maestro que fundó escuelas para los niños pobres del pueblo y educó con su ejemplo de nobleza y probidad; pintor que dibujó mundos etéreos y pinceló héroes en las calles para que, a través de sus consignas, siguieran libertando conciencias y pueblos dormidos; poeta que soñó mundos nuevos, que sólo serían posibles si el hombre invertía sudor y sangre en la lucha cotidiana. Un día conoció al gran Neruda, cuando éste visitara a su padre, el General José Rafael Gabaldón, en la hacienda Santo Cristo y, ya impregnado

como estaba de la magia de la palabra, extrajo desde las profundidades de su dolor, puñados de frases atropelladas y en desorden, para que al ser lanzadas a los cuatro vientos se convirtieran en inspiración para la vida y la lucha que es, a nuestro entender, para lo único que sirve la poesía. La poesía de Argimiro Gabaldón es de una profund i d a d que no se podría entender si no se conoce el personaje y sus circunstancias. En este sentido, hoy queremos presentarles una selección de poemas escritos en el fragor de lucha, los cuales consideramos fundamentales en el conjunto de su obra.

Gobernador del Estado Bolivariano de Mérida Alexis Ramírez Presidente de FUNDECEM Pausides Reyes

Pausides Reyes

Alegres Provincias

Director Pausides Reyes

Consejo Editorial Ramón Palomares, Alberto Rodríguez Carucci, Pausides Reyes, Lubio Cardozo, Jorge Dávila, José Gregorio Vásquez, Ever Delgado, Gonzalo Fragui, Hermes Vargas. Diseño y Diagramación Ana Isabel Rojas R. / Juan Jorge Inglessis


poemas de

Suplemento Cultural / Mérida 12 de diciembre 2014

• Alegres Provincias

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Argimiro Gabaldón

Julián Torres

Pasen señores, pasen, aquí no ha muerto nadie, apenas estamos velando a Julián Torres, un hombre del pueblo, un descontento, uno de esos a quienes asesinan a diario porque piensan, que no aceptan el mendrugo por las buenas, porque les quema la palidez de los muchachos y les incendia el alma la miseria. No era nadie, pero así era Julián con su sonrisa tierna, su corazón abierto como se abre el rancho a la sabana, uno de tantos que no son nadie, infinitamente más que muchos, que por mucho se tienen.

No permitas que tu dolor se esconda

Anoche lo mataron, le dieron todos los golpes por delante, tres tiros de fusil a quemarropa del rostro a los pies, quién sabe cuántos culatazos y en el suelo, los cobardes después de muerto, encima del charco de su sangre, lo infamaron a patadas.

y ese cadáver que allí se guarda no son cantos de muerte es la vida que resbala hacia adelante, es la historia que madura.

Dudaban de su muerte y se ensañaron, porque saben que su causa no se mata, porque crece con la sangre derramada y se hace fuerte con el aliento que se escapa.

Señores, cuando se vayan díganle a los asesinos, que la muerte de Julián ya se la hemos cargado a la cuenta y que la iremos a cobrar, que no hay plazo que no se cumpla, que olviden la palabra clemencia, que el futuro es nuestro y que la deuda completa han de pagar.

Señores, pasen, aquí no ha muerto nadie, el dolor de los hijos y la madre, el sabor amargo de la venganza, que satura nuestros labios

Cómo se siente la sangre de Julián, cómo penetra en las arterias del pueblo, cómo su aliento se vuelve viento y empuja la marcha.

No permitas que tu dolor se esconda oblígalo a salir desnudo a que combata que empuñe el fusil y la granada que anime la marcha que estalle en un grito en el asalto que ría y que cante en la emboscada Tu pena y mi pena y la de todos es una sola pena militante armada es el fuego que arde en la alborada la revolución que avanza desbordada hacia el milagro de las cadenas rotas Y el gran sufrimiento se tornará alegría emergerá del fuego un mundo diferente será el llanto detenido y dejará la sangre de correr asesinada se esparcirá la risa y los niños puros como pájaros en vuelo llenarán los parques con sus gritos y nosotros estaremos allí, ¡seguro que estaremos! como una llama ardiendo eternamente Somos la vida y la alegría, en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte.


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Alegres Provincias •

Suplemento Cultural / Mérida 8 de diciembre 2014

A la hora de partir (Recuerdos de mi padre, cuando fue a la guerra, ahora que yo me voy)

Yo partí hace muchos años, pero es tan difícil irse, que cada vez que amanece, parece de nuevo que nos vamos,

no conocía el placer de quemarse,

y en el camino,

pero tú cada tarde te marchabas,

en todos sus instantes,

nadie decía dónde,

hay junto a nosotros algo terco,

pero yo sabía que te ibas a la montaña,

unido a la piel y a la sangre,

nadie decía por qué,

que no nos desampara,

pero yo presentía muchas cosas.

eso es lo que se queda.

¡Y era un comienzo de llama!

Todo lo que se queda va con nosotros.

Tú tenías un fuego

Nosotros somos lo liviano,

y un niño rondaba la hoguera.

lo que salta,

¡Hijo de braza quema!

lo que corre,

Yo iba contigo a la montaña

el camino

Y regresaba cada mañana de mi sueño.

y el recuerdo, la tupida tela que lo guarda.

Más tarde, cuando nos despedimos en el río,

Puedo verlo todo,

me quedé contigo para ir a la guerra,

tú,

y en la ciudad lejana,

yo,

en el bullicio de los recreos,

el hermano,

me alcé contigo y luego fui a la cárcel.

la madre,

¡Duros años aquellos!

su regazo tierno,

¡No hay que olvidar que en muchos sueños

el patio extendido

los hijos viven cada hora de sus padres!

y los árboles en fila,

Cuando se llegó la hora de partir,

el macizo de las guafas,

busqué tu huella,

el rumor del río

estaba en mí muy clara:

y los cerros elevándose hasta el cielo.

un camino recto,

Puedo oír tu voz,

una cuesta larga y dura.

su risa,

No importa lo que pienses

nuestro pleito…

¡Te he sentido jadear a mi lado!

yo tenía razón, él tenía razón,

No importa lo que digas.

y tú hacías que nos diéramos la mano

¡He sentido en mi pecho tu aliento!

y seguimos jugando.

Al irme no dije nada,

Yo no conocía el mar,

tú venías conmigo,

pero miraba los ojos de mi madre.

un nudo nos ataba más allá de las palabras,

Yo no conocía el fuego,

los nudos duelen,

no sabía cómo quema,

oprimen,

General José Rafael Gabaldón, padre de Argimiro

pero unen. Lo que importaba era la vida, y tú la habías vivido para nosotros, la habías vivido para mí, la seguías viviendo para todos los que hemos partido. Yo conocí el secreto de tu vida: has vivido un camino muy largo después que mueras. Contigo aprendí a sacarme el corazón del pecho y sangrante tirarlo a la corriente, pisar sobre él y trasponer la herida y seguir amando al mundo como siempre. (1963)


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