Semblanza

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SEMBLANZA

Roberto Ruiz Obreg贸n 1904-2001 Biograf铆a y Compilaci贸n

Araceli Ard贸n


SEMBLANZA: Roberto Ruiz Obregón, 1904-2001 © 2002, Fundación Roberto Ruiz Obregón Epigmenio González No. 507 Fracc. Tecnológico Santiago de Querétaro 76158 Querétaro Producción editorial: Comunicación del Centro, S.A. de C.V. Las fotografías que aparecen en este libro son propiedad de Grupo Fomento Queretano. Los óleos reproducidos aquí son obra del Mtro. Rafael G. Aguirre. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio. Impreso en México Printed in Mexico


ÂŤUn empresario con orgullo de pueblo, con sentido de raza, con identidad nacionalista, con compromiso hacia su comunidadÂť Carlos ArtolĂłzaga



Índice Prólogo ....................................................................... 9 Biografía .................................................................. 11 Infancia ......................................................................... 13 Juventud ........................................................................ 27 1930-1940 ..................................................................... 37 1941-1950 ...................................................................... 47 1951-1960 ...................................................................... 61 1961-1970 ...................................................................... 65 1971-1980 ...................................................................... 79 1981-1990 ...................................................................... 85 1991-2001 ...................................................................... 93

Con el privilegio y compromiso de ser sus hijos .......... 119 Roberto Ruiz Rubio .................................................... 121 Federico Ruiz Rubio ................................................... 121 Consuelo Ruiz Rubio .................................................. 123 Ma. Guadalupe Ruiz Rubio ........................................ 126 Susana Ruiz Rubio...................................................... 127 Martha Ruiz Rubio ..................................................... 128

Testimonios ......................................................... 130 José Arana Morán ....................................................... 131 Vidal Arias Reyes ........................................................ 133 Carlos Artolózaga ....................................................... 133 Qué dicha, Don Roberto, ser su amigo...................... 136 Luz Ma. Atristain Salinas........................................... 137 Juan Chávez Hernández ............................................. 138 Ramón H. Eberstadt ................................................... 139


Juan Espino ................................................................. 140 Fernando Estrada Sicilia ............................................ 143 Manuel Estrada Sicilia................................................ 147 Héctor Macín Fernández ............................................ 149 Luz María Martínez Real ........................................... 151 Salvador Mondragón Guerra...................................... 153 Hildelisa Pérez García ................................................ 154 Luis Rubio Andrade ................................................... 158 Lucero Santana ........................................................... 162 Ascención Servín Moya.............................................. 163 Jesús Servín Reséndiz ................................................. 164

Con el afecto de sus nietos ....................... 165 Roberto F. Ruiz Hernández ........................................ 167 Katia Ruiz Hernández ................................................ 167 Anya Ruiz Castro ........................................................ 168 Tania Ruiz Castro ....................................................... 168 Marcos Ruiz Castro .................................................... 169 Federico Ruiz Lomelí .................................................. 169 Norma Ruiz Lomelí .................................................... 170 Gabriela Ruiz Ruiz ..................................................... 170 Gustavo Ruiz Ruiz ...................................................... 171 Ma. Guadalupe Moreno Ruiz ..................................... 171 Gabriela Moreno Ruiz ................................................ 172 Susana Zaldumbide Ruiz ............................................ 172 Pedro Zaldumbide Ruiz .............................................. 173 José Manuel Sánchez Ruiz ......................................... 173 Mauricio Sánchez Ruiz .............................................. 174 Con el cariño también de sus bisnietos ..................... 175


Prólogo

A

medida que pasan los años y se aprende a aquilatar la vida, con todo lo bueno que trae consigo y el dolor que nos hace crecer, llegan las personas a la conclusión de que su legado serán sus obras. Las riquezas no se pueden transportar a la vida que viene después de la vida: hay que prepararse para ese viaje ligeros de equipaje, ricos en satisfacciones y logros. Esta sabiduría, que a la mayoría llega con la vejez, acompañó a Don Roberto Ruiz Obregón toda su vida. Por eso este hombre excepcional trabajó con tesón y ahínco, con fuerza extraordinaria, con carisma y voluntad inquebrantables. La biografía de Don Roberto abarca en hechos lo que viven, en condiciones normales, muchos hombres. Su pasión por el trabajo fue tan sólo una de sus facetas. Otra fue su energía capaz de transformar el entorno de su ciudad, de su estado, de su país. Nada lo hizo más feliz que ver niños y jóvenes estudiando, preparándose para un mañana más promisorio, por ello dedicó horas interminables a apoyar a la educación en su tierra. Este libro es un anhelo largamente acariciado. A lo largo de muchos años de conversaciones con él, traté de convencerlo de escribir su vida. Me contestaba con honestidad, uno de los valores más grandes que cultivó: “No me creo merecedor de un libro sobre mi vida. Yo no he hecho más que mi deber, aporté un grano de arena al desarrollo, eso es todo”. Quise demostrarle que su obra, su persona, ya no le pertenecían a él, sino a la historia de Querétaro y a la Patria. Que era importante escribirla mientras él pudiera revisar la información y corregirla. Finalmente, luego de mucha insistencia de mi parte, aceptó. Pudimos conversar de sus primeros años, por lo que su infancia y adolescencia están narradas por él, pero la enfermedad que le afectó el habla no nos permitió que el resto de su vida estuviera descrito en primera persona, como era nuestra intención. Cuando uno se asoma al mar interminable de sus obras, no puede menos que asombrarse de su fuerza, su energía y vigor, porque pareciera que en otros tiempos se multiplicaba: había un Roberto Ruiz Obregón entregado a la fundación de los organismos civiles que habrían de transformar la vida tranquila del Querétaro del medio siglo; había otro entusiasta industrial dedicado a su negocio, a hacerlo crecer y consolidarse; uno más tendía la mano a la 9


juventud estudiosa; otro Don Roberto acompañaba a los amigos en los momentos de dicha y más aún cuando la enfermedad o la adversidad los afectaban. Y el más importante: un papá y marido, presente siempre con su familia, con su amorosa esposa, con sus hijos, nietos y en los últimos años, bisnietos. ¿Cómo lo logró? Con una vitalidad impresionante, con la fuerza excepcional y la inteligencia asombrosa con que el Señor lo dotó. Pero más aún, como lo resume su amigo de toda la vida, Don Luisito Rubio: “porque Roberto tuvo la convicción y el compromiso de saber que todo lo que logró fue porque Dios lo nombró administrador de una fortuna, para bien de los demás”. Don Roberto no quiso lo bueno de la vida únicamente para sí mismo. Sólo fue feliz cuando lo compartía con los demás. Una vez me dijo, sintetizando sus pensamientos al respecto: “¿De qué me serviría tener muchas camisas iguales en un clóset, si no las puedo usar todas a la vez?” Aquella frase me recuerda el cuento inmemorial del hombre feliz, el que no tenía camisa. Don Roberto fue un hombre feliz, ciertamente con camisa, pero su felicidad provino del fondo de un alma buena y transparente, que se sintió plena en el momento de compartir con los que le rodearon, a veces abiertamente, muchas otras con prudencia y en silencio, las prendas con que pueden vestirse para vencer la pobreza, la ignorancia, la enfermedad: las camisas resplandecientes de la educación, el trabajo y las oportunidades de hacer algo en beneficio de los demás. Y al hacerlo, al crear los clubes de servicio, las instituciones de beneficencia, las escuelas primarias, al apoyar a las universidades y los centros de capacitación, al trabajar tanto y con tanta intensidad al servicio del prójimo, Don Roberto aumentó la luminosidad de su sonrisa, porque hizo cientos de amigos, porque fue ejemplo para miles de jóvenes, porque nos dio la prueba fehaciente de que, disfrutando de la vida, felizmente, se puede transformar el mundo y seguir siendo, hasta el final, ejemplo de dignidad, fortaleza e integridad humanas. Araceli Ardón

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Biografía

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Infancia

“E

n la Villa de Santa María Amealco, a 14 de junio de mil novecientos cuatro, ante el C. Juez del Estado Civil, bajo el número 297 y a fojas 50 vuelta del libro respectivo, se extendió una acta en que consta el nacimiento del niño Roberto, hijo legítimo del C. Federico Ruiz y de la Sra. Cruz Obregón, vecinos de esta villa.” Así reza la leyenda del documento que consigna el natalicio del mexicano Roberto Ruiz Obregón, hermosamente ilustrado con un águila de alas abiertas, que no sólo devora una serpiente con su pico enhiesto, sino que se posa sobre una base hecha de armas, pendones, cañones y balas: los símbolos de la batalla que, triunfante, ha conquistado la Patria. Esta imagen se encuadra en una guirnalda de olivo. Esos eran los tiempos que atestiguaron la llegada al mundo de un niño llamado Roberto, que había nacido sano y fuerte, en el seno de una familia amealcense, once días antes de la fecha de expedición del documento, el 3 de junio de 1904. Los testigos del registro fueron los ciudadanos Trinidad Sánchez y Luis Miranda, quienes firmaron el acta “en cumplimiento del artículo 9º de la ley del 17 de febrero de 1861, publicada por el Gobierno del Estado”. Hay que recordar que todavía faltaban años para que el Congreso Constituyente se instalara en la ciudad de Querétaro para darnos la Carta Magna que rige nuestra vida cívica hoy en día. En el acto que hizo de Roberto Ruiz un mexicano, se presentó su padre, un hombre llamado Federico de veinticinco años de edad, que coincidentemente también se apellidaba Ruiz Obregón, dado que era hijo de Don Procopio Ruiz y Doña Medarda Obregón, quien había muerto mucho tiempo atrás, pues cuando nació su nieto, Don

Fachada de la casa de la familia Ruiz Obregón en Amealco 13


Don Federico Ruiz Obregón y Doña Cruz Obregón Ocaña de Ruiz

Acta de nacimiento de Roberto Ruiz Obregón 14


Procopio ya estaba casado en terceras nupcias. Don Federico, que había nacido el 1º de marzo de 1879, estaba casado desde hacía cinco años, conforme a la ley, con la señora Cruz Obregón, de veintitrés años. El acta determina que ella era hija de Don Fructuoso Obregón, viudo que vive, y de Doña Rafaela Ocaña, finada. Su domicilio conyugal era la casa número 1 de la calle del Rescate. Don Federico asistió sin su mujer al Registro Civil porque ella estaría, fiel a la tradición, recuperándose del alumbramiento en casa, que según el documento ocurrió el 3 de junio a las siete de la mañana, en dicha casa, que hoy en día tiene el número 3, en la calle que cambió su nombre en honor a Hidalgo. México vivía todavía en el Porfiriato, con sus esquemas de injusticia social a la vez que estabilidad y crecimiento económico. No había electricidad en la mayor parte de los pueblos de México, ni agua potable o alcantarillado. No había automóviles circulando en las calles. Una paz silenciosa marcaba la vida de la gente. Eran tiempos en que muchas mujeres jóvenes morían de complicaciones en el parto o el puerperio. Sus maridos, todavía unos muchachos, quedaban viudos y buscaban otra esposa al poco tiempo, para compañía suya y como madre sustituta para sus hijos. Así ocurrió con los abuelos de Don Roberto y con su propio padre, Don Federico. Infancia es destino, dice la sabiduría popular, y las teorías de algunos sociólogos y especialistas en conducta humana lo expresan de manera más detallada. De ser así, podríamos concluir que la vida de Don Roberto Ruiz Obregón fue el reflejo de su niñez, que se inició con el siglo y fue contemporánea de los grandes acontecimientos nacionales que hicieron posible el surgimiento del México de nuestros días: el fin del Porfiriato, la Revolución Mexicana y la promulgación de nuestra Carta Magna. Eran días marcados por la tranquilidad cotidiana, la vida austera y el temor de Dios, según recordaba Don Roberto: A principios de siglo, vivíamos en calma. El país estaba convulsionado por la Revolución, pero las familias estábamos en paz. Esa época fue de calma, todo era pacífico. Sucedían muchas cosas, trascendentes sin duda, de las que el pueblo no se enteraba por la falta de comunicaciones. Así que no las tomábamos en cuenta para nuestra vida diaria. No trascendían esos hechos a las organizaciones locales al no haber comunicación. Por esa razón, vivíamos en calma, y quizá era mejor así, porque la vida de los mexicanos no se alteró por el conflicto armado. Nosotros fuimos cuatro hijos: un hombre y tres niñas, una que se murió, y mis hermanas Carmen y Sara, mayores que yo. Cuando yo tenía un año, mi madre falleció. Años después, mi papá se casó de nueva cuenta, con la señorita Lolita Ruiz, pariente del arzobispo Ruiz y Osores, quien nació en Temazcalzingo, Estado de México, en el lindero con Michoacán. No hubo 15


hijos del segundo matrimonio, así que nuestra madrastra se dedicó a cuidarnos durante las épocas que pasamos con ellos, hasta que se casó mi hermana Carmen, en 1925. Recuerdo muy claramente determinados pasajes de cuando era niño, desde que tenía cuatro años. En Amealco, donde nací, en las vacaciones íbamos al rancho, a comer elotes, habas asadas, habas cocidas, y nos levantábamos temprano para ir a ordeñar las vacas y tomar leche tibia recién ordeñada, con pan de Acámbaro. Por Amealco pasaban los comerciantes con burros o mulas cargados de pan, que iban a distribuir en todos los pueblos y ciudades en un radio de unos cien kilómetros. Este pan es famoso por su sabor a anís y leche. Todavía se vende en las ferias; nosotros lo disfrutábamos mucho, con la leche calientita, de vacas muy sanas. Cuando no podíamos estar en el establo, nos llevaban la leche a casa y a los niños nos reservaban una ollita, como de un cuarto de litro, a la que se añadía un poquito de sal. Con ese ligero sabor a sal, la leche era deliciosa. La tomábamos por la noche, con piezas de pan y enfrijoladas. En Amealco casi no había trabajo que no fuera rural. Los hombres cuidaban de sus tierras, las mujeres de su casa. De las cosechas y de lo que diera el campo vivía toda la familia. Yo jugaba con los niños del pueblo, y además tenía tíos de mi edad, como Luis y Manuel Obregón, medios hermanos de mi madre. Ambos murieron ya, vivían en Pátzcuaro. Luis tiene familia aquí en Querétaro. Y por supuesto recuerdo a mis primos, como los Sánchez Obregón, Antonio y Guillermo. Yo era muy amigo de ellos. Comencé entonces a ir a la escuela, con las señoritas Amaro, con quienes cursé preescolar. Entre mis imágenes más queridas de esa época, está mi abuelo materno, Fructuoso Obregón. Él y yo nos sentábamos en el quicio del zaguán, a ver llover, cubiertos con unos sarapes que usábamos entonces, de lana. Era yo muy pequeño, me parecía que el zaguán era enorme, y ya de grande me di cuenta de que era una puerta pequeña, una entrada por la que apenas cabíamos. Mi madre había muerto, pero mis abuelos maternos se mantuvieron cerca de nosotros, y nos criaron mis

Sara Ruiz Obregón

Carmen Ruiz Obregón

Patio interior de la casa natal de Don Roberto 16


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Uno de los paseos familiares por el campo

tías Concha, Cruz y María Obregón, hermanas solteras de mi mamá. Ellas se hicieron cargo de nosotros cuando mi padre enviudó, durante siete años vivimos con ellas. Cuando mi padre se casó en segundas nupcias y se mudó a Michoacán, nos llevó con él y su esposa. Yo tenía ocho años, mi hermana Carmen diez y mi hermana Sara doce. Las familias principales del pueblo, en aquel tiempo, eran Ruiz, Obregón, Uribe, Zamorano, González, que vivían principalmente de la agricultura. Tenían sus casas, humildes pero bien puestas. Mi casa estaba en la esquina de la farmacia El Carmen, que era la única botica que existía entonces, propiedad de un tío mío, llamado Enrique Sánchez, casado con una hermana de mi mamá; mi madre y mis tías eran Obregón Ocaña, del segundo matrimonio de mi abuelo. Todavía viven varios descendientes de la familia Obregón, como Pancho, Isaías y Merced, a quien decíamos Meche. Ella es una maestra jubilada. Luis y Manuel eran Obregón Luján, hijos de su tercer matrimonio. Mi abuelo casó y enviudó tres veces, y luego que murió su tercera esposa, él se vino a vivir a Zacapu con nosotros y también mis tías Cruz, María y Concha, que lo cuidaban. Allá murió mi abuelo, en Michoacán. Una niñez llena de recuerdos, como la de miles de mexicanos nacidos a principios de siglo: pueblos generosos hechos de adobe y piedra, animales domésticos que eran amigos de los chiquillos y

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compartían sus aventuras. Libros que significaban una ventana abierta a la imaginación y que les permitían volar a otras regiones del globo, sin necesidad de moverse del árbol cuya sombra les cobijaba. Un puñado de niños que se lanzaba a las calles bajo la cariñosa vigilancia de los mayores, una familia extendida hecha de primos, tíos, abuelos, y la demás gente del poblado, pues todos se conocían y ayudaban en momentos de necesidad. La larga dictadura tocaba a su fin. Don Porfirio salía en viaje de ultramar, acompañado por su familia, para nunca volver. En la ciudad de Querétaro se había instalado la primera planta de luz eléctrica. Habían pasado apenas cuatro décadas desde el fusilamiento del emperador austriaco, desde el triunfo de la República en el Cerro de las Campanas. Las familias aún recordaban con escalofrío los meses del sitio, cuando no había casi nada para comer, cuando algunas campanas de los templos y el techo de zinc del Teatro Iturbide fueron fundidos para producir balas de cañón y surtir de parque a los federales. A menos de cien kilómetros, en la Villa de Santa María Amealco, la gente vivía sin grandes angustias. Entonces más que ahora, las mañanas eran frías, los cerros estaban cubiertos por bosques de pinos, la neblina opacaba con su manto blanco el panorama en invierno. Los recuerdos de Don Roberto eran amables:

Parte posterior de la casa de Amealco

Todos los días nos daban a los niños un centavo, para ir a comprar a la tienda más cercana un bolillo. De pilón, nos daban polvo de azúcar para rellenarlo, y nos comíamos ese dulce, muy sabroso. El domingo nos daban cinco centavos, y nos alcanzaba para comprar guayabas y naranjas en la plaza. A nosotros nos cuidaban los abuelos maternos, y también guardo muy buenos recuerdos de mi abuelo paterno, Don Procopio Ruiz. Me gustaba mucho estudiar, y disfrutaba enormemente la lectura, sobre todo a Salgari y las narraciones de aventuras. La calle era segura para nosotros cuando íbamos a la escuela, porque no había tránsito de automóviles al comienzo del siglo. A partir de 1910, comenzaron a circular carros de dos o cuatro pasajeros, esporádicamente; pero en Amealco no se veían, pocas veces se perturbaba la paz. 19


Billete emitido por el Banco de Londres y México, 1913

Cuando estalló la revolución y la situación económica se hizo muy difícil, mi padre decidió que debíamos cambiarnos a vivir a otra parte, y un hermano de mi mamá, que se llamaba Fructuoso como mi abuelo, tenía cuatro o seis haciendas rentadas. No eran de su propiedad, pero él las administraba, y mi papá se encargaba de la contabilidad, que entonces se llamaba teneduría de libros. Nos fuimos entonces con mi papá, y Lolita nuestra madrastra, a Pátzcuaro. Me gustaba mucho el lago, y lo atravesábamos con frecuencia, íbamos en lancha de Pátzcuaro a Erongarícuaro. Era un lago limpio, bonito. Puede decirse que yo no tuve una niñez como ahora gozan las nuevas generaciones; aunque juventud sí, pero dedicado al trabajo. No parrandeé, no andaba de paseo con mis amigos. Me dediqué al estudio y al trabajo. Entre los motivos de regocijo, un lugar especial ocupa la llegada del cinematógrafo a la villa: En 1910, mi tío Enrique Sánchez, casado con Guadalupe Obregón, inauguró detrás de la casa, en edificio propio, el primer cine que hubo en Amealco; la proyección se hacía de manera manual, yo manejé el proyector algunas veces, y enviaba la imagen con luz de carbón. Yo tenía seis años y lo recuerdo bien. El edificio todavía está de pie, aunque muy deteriorado, atrás de la casa donde vivía mi familia. Cada fin de semana se daba función, se llenaba de gente ansiosa de entretenimiento. Entre 1910 y 1912, ese mismo tío construyó el jardín público del pueblo; lo inauguraron para una fecha importante, probablemente el Centenario de la Independencia. Recuerdo con mucho cariño a mis primos hermanos, hijos de tío Enrique y tía Lupe, especialmente al que fue doctor, Antonio Sánchez Obregón. Todavía vive su esposa Beatriz y todos sus hijos. Mi primo Guillermo se fue a vivir a San Luis de la Paz, y Carlos vive en Tijuana. Tío Enrique tuvo esa botica en Amealco y se vino a Querétaro en los años 16, 17 y 18. En esa época puso una botica, La Purísima, sobre la calle Corregidora, frente al portal que todavía se encuentra enfrente de la Plaza Constitución. A partir de 1912 la familia Ruiz cambió de residencia varias veces, de un pueblo a otro, adaptándose a las pérdidas y las ganancias de una nueva manera de ganarse la vida. Los niños dejaron el amoroso cuidado de sus tías maternas para seguir a su padre, Don Federico, que logró educarlos, junto con Doña Lolita, su esposa, en medio de la incertidumbre de un país que sufría el derrumbe de un sistema económico y los dolores de parto de la nación moderna que

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había de surgir del conflicto armado. El niño Roberto, de ocho años, seguramente aprendió desde entonces, de sus mayores, a estar alerta, a obtener el mejor provecho de circunstancias difíciles, a sortear dificultades y a salvar literalmente la vida: Siendo yo niño sufrí una voladura de trenes entre Querétaro y Quirio, en el ramal de Acámbaro a Uruapan. Los rebeldes volaron el ferrocarril con una bomba que estaba atada a las vías; se partió el tren en dos. Era mixto: llevaba adelante vagones de carga y atrás de pasajeros. Sería el año 12 ó el 13. Nosotros viajábamos en él; íbamos mi padre, mi madrastra, mis hermanas y yo. La escolta ordenó que nos tiráramos de los vagones, contra el suelo, y nos quedamos esperando los balazos de los que habían dinamitado la vía. Eso fue como a las ocho de la mañana; como no oíamos nada, nos quedamos quietos. Así que la escolta revisó el tren y no encontró nada. Seguramente los revolucionarios esperaban al tren de la noche, y el nuestro se adelantó en sus planes; entonces vino el personal de Ferrocarriles que trabajaba en Acámbaro a reparar la vía, a levantar los vagones volteados. Después de un tiempo, seguimos nuestro viaje; íbamos a Pátzcuaro. Yo no recuerdo haber visto heridos. Mi padre nos llevó a vivir, en 1912, de Amealco a Angangueo, donde hay un santuario de mariposas monarcas, que por entonces no se había descubierto. Era un lugar precioso, boscoso, en las montañas de Michoacán. Ahí asistí a la escuela primaria. Como a quince kilómetros de donde vivimos, había un centro forestal llamado Garatachía. Era un vallecito como de diez kilómetros de diámetro, y estaba rodeado de bosque. Tenía tres aserraderos en las orillas, que eran manejados por mi padre. Recuerdo que una vez, le informaron que esa noche llegarían los revolucionarios ahí. Como se estaban llevando a las muchachas, nosotros nos fuimos al cerro: mi papá, mi madrastra y mis dos hermanas. Esa noche la pasamos a la intemperie, tiritando de frío a pesar de las cobijas. Efectivamente, esa noche llegaron los rebeldes, a caballo, pasaron como a un kilómetro de donde estábamos nosotros y al llegar a nuestra casa no encontraron a nadie, así que se siguieron de largo, a otro rumbo. Nuestra casa estaba en el valle, sobre una loma, rodeada de bosque. Fue una infancia muy bonita la que pasamos ahí. Recuerdo sobre todo una alberca que mandó hacer mi papá, para aprovechar las aguas de un arroyo que pasaba a ambos lados de la casa, bajando de las montañas. Era de agua fría, y yo me bañaba feliz. Tenía ocho años. Entre semana, nos íbamos del valle a la escuela en Angangueo, y yo pasaba los sábados y los domingos con mi padre en el 21


“En ese tiempo, había muchas gavillas de facinerosos que se decían revolucionarios, pero algunos ni siquiera sabían a qué grupo seguían, ni qué causa perseguían.”

aserradero. En él se fabricaban, sobre todo, gualdras. Se le llama así a una pieza de madera especial para minas. Se colocan dentro de los túneles en construcción, para sostener la abertura en la mina y no permitir que el cerro se desgaje. Cada dos o tres metros se colocaban las gualdras: dos verticales y una horizontal arriba, en el techo del túnel. Yo realmente no trabajaba en el aserradero, sólo iba a jugar y a acompañar a mi papá. En medio de la relativa paz que se vivía en ese claro de bosque, entre los aserraderos y el incipiente negocio de embotellar refrescos caseros iniciado por Don Federico, la Revolución dejó su impronta en las vidas de los Ruiz: En el año 13 ó 14, nos fuimos a Cinciro, una de las haciendas rentadas, ubicada detrás de Erongarícuaro, para explotar el bosque haciendo carbón, que era uno de los negocios de mi tío Fructuoso. El carbón se enviaba a México, porque en ese tiempo el único combustible que se usaba en la capital era el carbón. Se usaba en calderas, en hornillas en las casas, para cocinar. Todos los días mandábamos uno o dos furgones de ferrocarril cargados de carbón a la ciudad de México, para que se vendiera en las carbonerías; además se mandaban cargas a otros lugares. Como por esos años la Revolución afectaba la vida de las haciendas, en Cinciro teníamos una bodega con una puerta secreta. Cuando oíamos que llegaban los rebeldes, metíamos a mis hermanas por aquella puerta a un compartimiento donde ellas se refugiaban mientras pasaban los revolucionarios y los ladrones que se decían revolucionarios. Cerca de Cinciro fue donde nos encontramos a Inés Chávez García, un cacique regional que era a la vez capitán de guerrilla. Íbamos mi padre y yo de la hacienda a la estación de ferrocarril en Escobillas; eran las seis de la mañana, y en el camino vimos a aquel hombre con los suyos, que se enfrentaron a nosotros, pidiéndonos dinero. Íbamos a caballo, mi papá montándolo y yo en ancas, cobijado con su gabán porque hacía mucho frío. Mi padre le contestó que no traía qué darle, por estar fuera de su casa, y le comprobó lo que decía. Inés Chávez le preguntó qué traía en ancas; mi padre contestó que a su pequeño hijo, levantando el gabán para mostrarle que decía la verdad. Así que el líder aquél nos dejó ir, ellos se fueron por su lado y nosotros por el nuestro. Pero esa noche, Chávez y sus hombres llegaron a la estación e incendiaron el edificio, más algunos furgones de ferrocarril. Aquella visión fue espantosa. Veíamos las llamas y la destrucción, y no podíamos hacer nada. Nosotros logramos escaparnos y dejamos abandonado nuestro caballo con las cosas que llevábamos. Para huir de los bandoleros, nos fuimos a pie, 22


sobre la vía; toda la noche caminamos hasta llegar a la mañana siguiente a Erongarícuaro, donde vivíamos, que está a treinta kilómetros de la estación. Ya Inés Chávez había llegado al pueblo, con sus hombres, gastando sus caballos y echando balazos a diestra y siniestra; le había exigido a las autoridades que le llevaran a los principales del pueblo, y a ellos les pidió dinero y provisiones. Como no se los dieron, los fusilaron y cuando nosotros llegamos, con la luz del día, aquellos hombres ya estaban muertos, colgados de los árboles en la plaza principal. Cuando estábamos viviendo en Erongarícuaro, una vez me subí a la azotea para desde ahí observar el tiroteo que había en la calle, entre distintas facciones de revolucionarios. Mi madrastra Lolita me buscaba por todas partes, sin encontrarme, hasta que por fin me halló, y me puso una regañada terrible. En ese tiempo, había muchas gavillas de facinerosos que se decían revolucionarios, pero algunos ni siquiera sabían a qué grupo seguían, ni qué causa perseguían. Aprovechaban la Revolución para sus propios fines. Sin embargo, en Pátzcuaro, como en los otros pueblos de Michoacán donde vivimos, incluso aquí en Querétaro, en las casas no se hablaba mucho de política. Vivíamos relativamente en paz. La Revolución se libró sobre todo hacia el norte, no tanto al sur del país. En los estados de Oaxaca, Veracruz, Guerrero, la gente vivía su vida de siempre; especialmente los indígenas, que se mantuvieron al margen de la lucha. Con ese motivo, mi padre decidió que nos viniéramos a vivir a Querétaro en 1917. En aquel año se celebró el Congreso Constituyente y se promulgó la Constitución. Yo estudiaba tercero de primaria, en el Colegio Anaya, situado frente a la Congregación. Todavía tengo las boletas de calificaciones; entonces uno podía obtener las siguientes notas: mala, buena, mejor y suprema. Sólo obtuve calificaciones supremas.

Venustiano Carranza en Querétaro, 1916 Boleta de calificaciones, 1917

Entre las carpetas donde se encuentran archivados los documentos más importantes de la vida de Don Roberto, es un placer encontrarse con esas boletas semanarias, mediante las cuales el responsable del Colegio Anaya reportaba los progresos de sus alumnos. Están escritas con tinta china y los caracteres elegantes e inconfundibles de la caligrafía de antaño. Sus fechas: todas las semanas académicas de 1917. Se refieren a la “conducta observada por el 23


niño Roberto Ruiz.” La firma del director es perfectamente clara: Manuel C. Anaya, estilizada como la firma de Don Federico, su padre. Junto a ellas se encuentra el certificado de tercer año de primaria, con fecha de diciembre de 1917. De aquellos tiempos sobresalen dos hechos: Desde mi salón en el segundo piso, pude ver con mis compañeros la boda de la hija de Venustiano Carranza, con uno de los oficiales de su padre. Vimos cómo salió la novia con su vestido precioso, de la casa de la familia Ysita, en la calle 16 de Septiembre esquina con Pasteur. La alfombra comenzaba en esa casa y subía por la escalinata de la iglesia. Don Venustiano la llevó del brazo hasta el altar, por un momento olvidado de su cargo de Presidente para fungir como el padre de la novia. Al terminar el Congreso Constituyente de 1917, una vez promulgada la nueva Constitución Política, lo que ocurrió el 5 de febrero, Venustiano Carranza restableció los Poderes de la Unión en la Ciudad de México. El 1º de mayo rindió protesta como presidente de México bajo los estatutos de la naciente Carta Magna. Sin embargo, la familia Carranza siguió frecuentando Querétaro, ciudad a la que cobró un afecto especial, en la que vivían varias de sus amistades y en la que se celebró la boda de su hija, la señorita Virginia Carranza Salinas, con el general Cándido Aguilar, en el templo de la Congregación de Clérigos de Nuestra Señora de Guadalupe. El novio era Secretario de Relaciones Exteriores de la República. Para la suntuosa ceremonia, se trajeron arreglos florales de la ciudad de México, de donde se trasladaron también numerosos invitados. El filósofo queretano Antonio Pérez Alcocer declaró en entrevista publicada en la revista Ventana: “Don Venustiano vivió en una casa de balcones bajos que hay saliendo del banco que está en la esquina del Jardín Obregón; en la calle de Juárez, cerca de la Compañía de Luz. Yo asistí a la boda de su hija Virginia, fuimos todos los muchachos del colegio. Lola Alcocer, mi prima, se casó con Ernesto Perusquía, que era uno de los que venían con Carranza. Lola se casó un poco después de la hija de Carranza, pues ya era gobernador constitucional Ernesto Perusquía.” Esos fueron los tiempos de la infancia de Roberto Ruiz Obregón, el que salvó la vida varias veces, el sobreviviente de mil batallas: En el colegio estudiábamos sólo varones. Una mañana iba yo a la escuela, y caminando por la calle de Juárez, escuché de repente una balacera, y me refugié en el quicio de un zaguán, frente a la casa de la Compañía de Luz. Era un enfrentamiento entre facciones, pues aunque ya había pasado el Congreso Constituyente, seguía la lucha armada. Por fin pasaron los revolucio24


narios, volvió la calma y pude salir de mi escondite. Por suerte nadie salió herido en esa ocasión, y yo pude continuar mi camino. Luego de su local en Pasteur, la escuela se cambió a Hidalgo, en la segunda cuadra partiendo de Juárez, entre Allende y Guerrero. Era una casa grande, con un gran patio. También recuerdo la inundación que sufrió la ciudad por esa época. Yo vivía en Filomeno Mata, en la casa número 12. El río se desbordó, y esa calle, que entonces se llamaba Calle del Deleite, se inundó, llegó el agua como a un metro de altura. Nosotros nos subimos a la azotea para verla: la inundación comenzó en la Ribera del Río y llegaba hasta el Jardín Obregón. Las casas sufrieron muchas pérdidas: alfombras, muebles y otras cosas. La inundación duró de las ocho de la mañana a las doce del día. Luego de ese año en Querétaro, mi padre decidió volver a los aserraderos en Michoacán, y por esa causa vivimos en varias partes del estado: Pátzcuaro, Angangueo, Erongarícuaro y Zacapu. Mi papá tenía un jefe, el señor Cano, quien era el capitalista y vivía en México. Mi padre se hacía cargo de los negocios; tenía muchas habilidades, especialmente de escritorio. La primera vez que llegó a los aserraderos, debió de haber tenido poco más de veinte años. Estando en Zacapu, en 1912, compró mi papá la primera máquina embotelladora que yo vi en mi vida. Tenía un libro, como una enciclopedia, de donde sacamos las fórmulas para hacer los refrescos. Antes de irme a la escuela, me dedicaba a vender los refrescos; a medio día, cuando salía de la escuela, tenía que lavar las botellas, pues era mi obligación. Eso lo hice en Pátzcuaro, en Zacapu y aquí, en Querétaro, antes de 1919. En un acto de reflexión, Don Roberto recapituló sobre ese tiempo, y su conclusión final va relacionada con los valores de nuestra patria; a pesar de la inestabilidad y la violencia, afirmaba, los mexicanos teníamos orgullo por nuestra nación, y fuera de algunos grupos bien definidos, los pueblos estaban habitados por familias decentes: La familia mexicana se mantuvo unida, a pesar de la Revolución. Me tocó vivir el movimiento armado desde 1910 hasta 1930, fueron veinte años de lucha, porque aunque en 1917 se promulgó aquí la Constitución, siguieron en conflicto diferentes facciones rebeldes. En 1923 y en 1927 tuvimos asonadas militares; la del 27, en Torreón, fue especialmente difícil. Sin embargo, los jóvenes de entonces teníamos energías y creíamos en México. 25


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Juventud

E

n el umbral del siglo XXI, nos hemos acostumbrado a saber las noticias de todo el mundo tan pronto suceden: el planeta se nos ha vuelto cercano, pues hemos presenciado desde nuestro hogar hechos maravillosos, como la llegada a la Luna, o terribles, como las últimas guerras, en transmisiones en vivo. No era así en la década de los veinte, cuando México seguía sufriendo los embates de la Revolución, y en grandes zonas del país se ignoraba lo que ocurría en el resto. En ese contexto, Roberto Ruiz Obregón vivió la adolescencia y la primera juventud. El trabajo y el esfuerzo constante para ganarse la vida fueron su marca. Su inquietud le llevó a trabajar precisamente en el área de las comunicaciones, en el medio que entonces era la vía más rápida para transportarse: el tren. El país se dividía para los trabajadores ferrocarrileros en redes, y una gran responsabilidad recaía sobre los trasmisores de mensajes, es decir, los telegrafistas del ferrocarril: En 1918 regresamos de Querétaro a Zacapu, una población más tranquila y segura. Ahí entré yo a la escuela, donde estuve un año, y luego volvimos a Pátzcuaro. Nos trajeron de un lado para otro. En Pátzcuaro fue donde comencé a estudiar telegrafía, en la estación de ferrocarril. Mi cargo se llamaba de “Chícharo”, es decir, aprendiz de telegrafista. En 1919 solicité un examen, y me fue aplicado por un excelente telegrafista de apellido Vega, quien me envió varios mensajes en clave Morse, que yo contestaba desde un cuarto que estaba al lado. Eran telegramas cotidianos de trabajo, por ejemplo: “Máquina 54 sale extra, de Empalme Escobedo a San Miguel

Roberto Ruiz Obregón en su escritorio Estación de Ferrocarril de Querétaro en los años 30 27


de Allende”, o: “Tren número veinte, sale de Laredo a las ocho horas”. Estaba yo tan nervioso, que me sudaban las manos en el momento de realizar el examen, y debía concentrarme para no temblar y poder trasmitir bien el mensaje. Salí aprobado, así que me enviaron como ayudante de jefe de estación a Zacapu, en 1919. Ahí había una estación pequeña donde trabajaban tres personas: el jefe de estación, su ayudante y un cargador. Los telegrafistas también podíamos comunicarnos, de estación a estación, y esporádicamente enviar mensajes personales. Sabíamos el orden de las estaciones que formaban una red, por ejemplo, la de Empalme Escobedo a México pasaba por Mariscala, La Griega, Querétaro, Bernal, Dañú, Naucalpan, y México. Las redes en que yo trabajé fueron: Acámbaro-Uruapan, Irapuato-Guadalajara, Empalme Escobedo-San Luis y San Luis-Saltillo; si uno lo solicitaba, enlazaban su mensaje de una red a otra. La oportunidad de vivir solo le ofreció el reto de probarse a sí mismo, de tener vivencias que irían forjando su carácter. Con toda honestidad y el deseo de trasmitir su experiencia a los jóvenes, compartió estos momentos decisivos de su vida: Fue entonces cuando me separé de mi familia, la primera vez que viví solo. Tenía quince años. En ese tiempo tuve muchas experiencias; la mayor parte eran positivas pero también algunas negativas, por ejemplo, un día sábado, me invitaron unos amigos del pueblo a tomar una copa. Primero tomamos tequila, luego tequila con cerveza; por la tarde había toros y nos fuimos a la plaza, una plaza provisional. Entonces fue tal mi grado de euforia que no supe ya de mí, sino hasta el día siguiente. Los amigos me llevaron a mi casa; yo estaba hospedado con una familia, amistades de mi papá. Al día siguiente desperté en tal mal estado, me dio tal pena que me salí por la ventana y no volví a verlos en tres días. Esa fue la única vez que me he fumado un cigarro, que he tomado de más, y que hasta puro fumé. Nunca más lo he hecho en toda mi vida. Me refugié en la estación, allá me mandaban la comida, y hasta el tercer día fui resultando en la casa, muy humilde, a pedirles perdón a los señores. Me recibieron con mucho cariño, pero me preguntaron, toda la familia: ¿por qué hiciste eso? Excusas no faltaron, pero yo sabía que no tenía disculpa. A mis compañeros de parranda, que debieron haber pasado por las mismas, los volví a ver, pero no les conté lo que me había pasado. Tampoco volví a reunirme con ellos. 28


Era un muchacho ansioso por vivir, por aprender cosas nuevas, que llevaba consigo sus libros de aventuras y tenía mucho trabajo. Muchos años después, al recordar aquellos tiempos, Don Roberto añoraba los telegramas que envió a los suyos. Siempre conservó el telegrama que le puso en Zacapu a su papá, en 1919, el día de su santo; Don Federico estaba en Pátzcuaro. El joven Roberto llegó a ser un telegrafista muy ágil, que transcribía los mensajes con gran eficiencia. Sin embargo, no escribía textos propios. Con un dejo de nostalgia, me dijo: “me hubiera gustado mucho escribir, como tú, para contar tantas cosas tan interesantes.” Los tiempos del telégrafo del ferrocarril llegaban nítidos a su memoria: Estuve asignado en Zacapu de 1919 hasta 1925, aunque desde 1923 estuve saliendo a diferentes partes, como a Orendáin, en mi calidad de telegrafista; fui también cajero. En aquel entonces, el Surpacífico llegaba con los nacionales a Orendáin, no a Guadalajara. Era un punto de empalme, y ahí estaba yo. Trabajaba de tiempo completo, comiendo en la cuadrilla. En aquel tiempo me tocó en suerte inaugurar la estación de Tariácuri, que era la que seguía de Zacapu hacia Pénjamo. Fui entonces jefe de estación. A pesar de vivir tiempos difíciles, todavía con brotes de violencia, afortunadamente nunca nos cortaron los cables del telégrafo del ferrocarril. Sufrí un accidente entre Celaya y Empalme Escobedo: dos trenes chocaron de frente. También recuerdo, en 1925 ó 26, un descarrilamiento que me tocó atender, en Empalme Escobedo, una estación que está entre Querétaro y San Miguel de Allende. Al entrar al túnel, descarriló el tren y se fue al precipicio. Un compañero de trabajo y yo, que viajábamos en un carro-caja, cuyas puertas se abrían a los lados, nos aventuramos a lanzarnos al vacío cuando sentimos el descarrilamiento. Eso nos salvó: de haber seguido en el tren, el choque nos habría cortado las piernas. Era un tren con vagones de carga y también de pasajeros. Como empleado, me tocó levantar los restos del express, revisar las averías y comunicarlo a la superintendencia. En esos tiempos, no había carreteras de ningún tipo en el país: sólo caminos de terracería. Las vías de ferrocarril, sin embargo, sí cubrían la república. Era el medio de comunicación más rápido y seguro, para el traslado de carga y pasajeros. Entre los papeles importantes de su vida, hay una constancia de trabajo firmada por Adelaido L. Martínez, Conductor de la División Querétaro de Ferrocarriles Nacionales de México, en la que se establece que: “por los años de 1921 a 1923, conocí al señor Roberto Ruiz Obregón, quien estaba desempeñando el puesto de empleado particular del Agente en Zacapu, Mich., pues a esa oficina ocu29


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rríamos para la documentación correspondiente, así como para que se sellaran los carros, cosa que hacía el citado señor Ruiz.” Todos estos documentos van marcando la historia de trabajo de un hombre que parecía incansable, y que antes de cumplir veinte años ya tenía en sus manos responsabilidades serias. Existen otras constancias que amplían esas declaraciones, aclarando que el primer jefe que tuvo Don Roberto se llamó Primitivo Trillo, que fue Jefe de Estación en Zacapu. Para fines de establecer su antigüedad respecto del escalafón, el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana solicitó a la empresa, mediante diversos oficios, que se definiera como su fecha de inicio de trabajo el 9 de abril de 1921. Siete décadas después, Don Roberto podía recordar claramente la clave Morse, y con el lápiz contra el escritorio, iba reproduciendo los sonidos de rayas y puntos que conforman las letras del alfabeto, una por una. Los mensajes que pasaban por sus manos estaban relacionados con el diario movimiento de los ferrocarriles, y eran a veces de vital importancia: La clave Morse de telégrafo se diferenciaba de la internacional por cinco o seis letras; yo firmaba RM; así, cada estación tenía su clave: Zacapu era ZU, Panindícuaro era PN. Yo era uno de los más ágiles telegrafistas; descifraba y escribía los mensajes con mucha rapidez. En 1919 comencé a ser telegrafista en el Ferrocarril. En esos años, 1919 y 1920, en Zacapu recibí telegramas directamente de la Presidencia de la República, dirigidos al jefe de operaciones de la zona, relacionados con los movimientos armados que había en esa región del país. Recibí también un telegrama de la Presidencia donde se le indicaba al jefe de la Zona Militar que se hiciera el reparto de la hacienda de Cantabria, una de las primeras grandes extensiones que se repartieron a raíz de la Ley Agraria. El joven Roberto Ruiz usó el mismo medio que le ofreció un empleo y un espacio de desarrollo personal, el telégrafo de los Ferrocarriles, para comunicarse con su padre en ocasión de su cumpleaños. Con una sola frase, sintetizaba todos sus sentimientos. Dice el telegrama, que salió de Empalme Escobedo vía Acámbaro y fue recibido en Pátzcuaro el 3 de febrero de 1926: “¿Qué puede desear un hijo para su buen padre? Recuerdos cariñosos. Roberto.” Entre los documentos de esa época, seleccionamos tres que son representativos de su trabajo en el ferrocarril: 31


9 de mayo de 1923 Por medio de la presente expido nombramiento a su favor con carácter definitivo, como taquígrafo de primera en la superintendencia de la División Laguna, en Torreón, con sueldo mensual de $287.00 pesos. Para que se sirvan enviar a esta oficina sin demora las noticias de separación y nombramiento respectivas, capacitándome a hacer la anotación correspondiente en mis registros, doy copia de la presente a los superintendentes de La Laguna y Occidente. Oficio firmado en 1937. Por medio de la presente hago constar que encontrándome como jefe de estación en la oficina de Panindícuaro, Michoacán, a mediados del año de 1923, y teniendo la temporada del aguacate, solicité del extinto compañero señor Primitivo Trillo me facilitara a su ayudante particular, señor Roberto Ruiz Obregón, para que me auxiliara en mis labores, ya que el suscrito venía gestionando desde principios del año de 1921 desde Corralejo, Guanajuato, también con el extinto compañero J. Jesús Santiago y Pérez, quien estuvo en Zacapu, Michoacán, con el mismo carácter de jefe de estación, me facilitara a su ayudante, señor Roberto Ruiz Obregón, ya que en aquella época los agentes éramos los únicos que seleccionábamos a nuestros ayudantes, debiendo hacer hincapié en que el señor Ruiz Obregón estaba anuente en trabajar conmigo en las temporadas del melón, en Corralejo, y del aguacate, en Panindícuaro, por la sencilla razón de que le prometía más sueldo, pero siempre que los agentes con quienes trabajaba dieran su anuencia, lo que no logré debido a que siempre Zacapu tenía bastante express a su servicio y eran indispensables cuando tomé posesión de oficinas que requerían ayudante permanente, ya que el señor Roberto Ruiz Obregón trabajaba oficialmente, por lo que ya desistí de mi intento. Extiendo la presente a solicitud del tantas veces citado señor Roberto Ruiz Obregón, para que haga los usos que estime necesarios. Ricardo Navarro Castañón Jefe de estación. Sírvase usted notificar a su empleado de transbordo, señor Roberto Ruiz Obregón, que la superioridad, con motivo de su actitud al ocurrir el corto circuito de nuestra oficialía de ex– press, en ésa, el 23 de abril último, ha tenido a bien disponer lo siguiente: que por sus esfuerzos por dominar el peligro de incendio provocado por un corto circuito en el local destinado a nuestro servicio de express en Empalme Escobedo, se anotan veinte 32


marcas de mérito en la hoja de servicios del señor Roberto Ruiz Obregón, empleado de transbordo. Nuestro superintendente general, por mi conducto, felicita al empleado susodicho por su actitud valerosa, liberando a la estación de Empalme Escobedo de un verdadero siniestro y expresa su pena por haberse lesionado de la vista con la substancia de los extinguidores que le cayó encima, a cuya felicitación y pena sinceramente me adhiero. Superintendente.

Roberto Ruiz Obregón, a la izquierda, en la oficina de Ferrocarriles

Esta participación suya para evitar el incendio le trajo una mención honorífica y el gran reconocimiento de sus compañeros y jefes. Al hablar sobre este último acontecimiento, le comenté a Don Roberto que fue un acto heroico de su parte el haber tenido el impulso de apagar el fuego provocado por el corto circuito; pero él lo consideraba como algo normal, parte del riesgo que vivieron él y sus compañeros durante esa época, trabajando constantemente en peligro: El daño en los ojos me afectó; anduve unos días sin poder ver, y después ya pude recobrar la vista. Las circunstancias me llevaron a atender ese siniestro.

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Además, trabajar en el ferrocarril me trajo muchos beneficios: en 1938 recibí un pase de abordar, que me permitía viajar por toda la república sin costo alguno. También en ese año, 1938, ya radicando en la ciudad de Querétaro, Don Roberto recibió a sus tíos solteros, Concha, Cruz y José Obregón, hermanos de su mamá, de quienes asumió la responsabilidad de cuidar hasta su muerte. A ellos les instaló una tienda en la esquina de Primavera e Invierno, para que vivieran del producto de su trabajo y se hicieran de amistades en Querétaro.

Pase de Ferrocarriles de Roberto Ruiz Obregón Estación de Ferrocarril de Querétaro 34


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1930-1940

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on la firma del Pbro. Marciano Tinajero y Estrada, que llegaría a ser Obispo de Querétaro, una boleta de la Parroquia de Santa Ana consigna que el 14 de febrero de 1915 fue bautizada una niña a quien se le puso como nombre María del Consuelo Cándida Valentina, nacida el 2 de febrero de 1915 en la Calzada de Betlemitas, hija legítima del señor Luis Rubio y la señora Ignacia Andrade. Sus padrinos fueron el señor José Chávez y su esposa Josefa. Esa niña creció en un hogar lleno de música, respeto y trabajo. Convivía con sus hermanos en una ciudad que veía pasar las carretas tiradas por caballos cargadas de productos del campo; las casas de la ciudad todavía tenían características de fincas campestres: dos y tres patios, corrales con animales domésticos, frescos pozos en cuyo fondo se agitaba el agua y se reflejaba el cielo. Querétaro custodiaba celosamente sus tesoros de arte religioso, crecía en población y patrimonio, mantenía firmes sus tradiciones y era, como hoy, hogar acogedor de miles de familias formadas por hombres y mujeres de buena fe.

Doña Consuelo Rubio, su compañera de toda la vida Cuando ella estudiaba piano formalmente para convertirse en concertista y vivía en el número 66 de Madero, se encontraba un día practicando sus lecciones en una habitación con ventana a la calle, que entonces era un espacio silencioso y amable, por donde pasó el joven Roberto Ruiz, empleado del Ferrocarril y pequeño empresario en sus tiempos libres. Él iba hacia la casa de su hermana Carmen, y al llegar le preguntó quién sería la persona que tocaba

Los esposos Ruiz Rubio 37


el piano en la casa de Madero. Ella contestó: “Seguramente es Chelito Rubio Andrade”, a lo que él comentó: “Si así como toca el piano, es ella como persona, debe ser una mujer maravillosa”. Constante y decidido como siempre fue, aplicó esas virtudes a su cortejo amoroso, y pronto se encontró a sí mismo charlando con su novia tras la reja de una ventana que daba a la calle, como lo hacían entonces todos los enamorados, que se valían de un complejo sistema de señales para indicarse el lugar y la hora de sus encuentros, citas marcadas por el respeto a las costumbres, la perpetuación de la tradición y la promesa de que el conocimiento más profundo, la intimidad y el amor pleno estaban reservados sólo a las parejas casadas. La señorita Consuelo Rubio era una muchacha llena de vida, que cultivaba todas las virtudes de las chicas de su tiempo, en una ciudad pequeña como era Querétaro entonces. Además de dedicarse a la preparación íntegra para el matrimonio que se esperaba de ella, aprendiendo a cocinar y realizar una serie de labores relacionadas con el hogar, dividía su tiempo libre entre la música y el deporte, en el que llegó a ser una destacada campeona estatal de tenis. Cuando soltera, se preparó intensivamente para ofrecer un concierto de piano en el Teatro de la República. Una vez casada, Doña Chelito dejó poco a poco su práctica; el instrumento se reservaba a momentos familiares, y en contadas ocasiones volvió a tocar en público. El matrimonio civil se realizó el 8 de enero de 1937, en la casa de la familia Rubio, “ante mí, José H. Servién, Juez del Estado Civil de esta Capital”. Los testigos del novio fueron los señores Luis Nieto y Anastacio Soto, y por ella firmaron Dionisio Andrade y Fernando Pacheco. El acta dice, de manera perentoria: “...bajo protesta de decir verdad, me dirigí a los contrayentes en los términos siguientes: Señor Roberto Ruiz Obregón, ¿es la voluntad de usted unirse en legítimo matrimonio con la señorita Consuelo Rubio Andrade que presente está, entregándose por esposo y recibiéndola como mujer? y habiendo contestado por la afirmativa, acto continuo pregunté a la pretensa: Señorita Consuelo Rubio Andrade, ¿es la voluntad de usted unirse en legítimo matrimonio con el señor Roberto Ruiz Obregón, que presente está, entregándose por esposa y recibiéndolo como su marido? Y habiendo dicho que sí, dije en alta e inteligible voz: Yo, el Juez, declaro en nombre de la Ley y de la sociedad, que quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la Ley otorga y las obligaciones que impone a los casados”. La boda religiosa tuvo lugar en la iglesia de Santa Clara, el 9 de enero de 1937. Ante los imponentes retablos barrocos de oro de hoja que dejaran como testimonio de su vida intramuros las religiosas clarisas franciscanas, la joven pareja integrada por Roberto y 38


Consuelo había de comenzar una vida familiar marcada por el amor, la responsabilidad y el trabajo. La luna de miel tuvo lugar en Dallas, Texas, donde residían los señores Alfonso Ruiz y Bertha Espinosa, quienes eran tíos de Don Roberto y siempre le brindaron su cariño y hospitalidad. Para llegar a los Estados Unidos, se fueron en el tren “El Águila Azteca” hasta Laredo, Texas. Sus hijas recuerdan que, cuando Doña Chelito viajaba con ellas, Don Roberto le daba una cantidad determinada para sus gastos personales, para que pudiera comprar ropa y accesorios. A su regreso, ella por lo regular le regresaba el dinero a su marido, porque no adquiría nada para sí. Sin duda, comentan, él llegó a ser el gran hombre que fue, gracias a que la tuvo a ella como su compañera, como su mujer y esposa.

Doña Consuelo Rubio el día de su boda

Acta de matrimonio de Roberto Ruiz Obregón y Consuelo Rubio Andrade 39


Foto de boda de Don Roberto y Doña Consuelo

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Sólo cuando se goza de un matrimonio bien avenido, dicen los señores Ruiz Rubio, un gran emprendedor como Don Roberto puede crecer en todos sentidos, llegar a su cumbre personal. Otra característica de Doña Chelito fue que, cuando sus hijos fueron pequeños, no se iba a dormir sin antes rezar con ellos y dejarlos a todos dormidos; entonces disfrutaba la paz de la noche, cerraba todas las puertas, recosía la ropa que tenía pendiente de zurcir, resolvía todas sus tareas inconclusas. Una vez que la casa entraba en el silencio, ella caminaba mientras pedía a Dios por sus hijos y su familia, pasando por los diferentes cuartos, esperando a su esposo que a veces llegaba tarde de trabajar o de participar en reuniones de las múltiples asociaciones y organismos civiles que ayudó a fundar. Los hijos varones recuerdan que su madre les enseñó a valerse por sí mismos en todos sentidos, “incluso nos enseñó labores domésticas, que tuviéramos todo ordenadamente, que boleáramos nuestros zapatos”. También con su ejemplo, que fue una gran enseñanza por sí mismo, les mostró cómo hacer que una pareja se prodigara amor, cuidados y fidelidad: “El trato que mi papá le daba fue


Ora Padr ción Dios e Nuestr de la o t … e S Sant noch a Ma alve Mar ría M ía… e adre Grac d e Di Grac ias Dios os… i m a s í o Espí nos, p o r r pero guíalos itu San todo lo q por t , c u buen o a mis ue me h ídalo cuid a a ellos a todo , cuida camino hijos y n béis dad a s , o du ieto t h a l t az vece mbién os fam odos los t los buen s consér rante to s). . Gra iliar rab da va es os cias Dios de las ajadore . Su neg los buen la vida. Bend p s o e m cio h os y s ío (3 rsona de to que ito seas a a d s a v q s e nos u c las e zlo prós es). e me ilum acom oh Espí m B endi a r to se compañ presas, plo d íname, t paña, d itu Sant a a ra ad o s Di igno n os m y a de ti nsfórma or de vi , promes í . d a m o (3 a d e Espí e y ren , ven a mo Jesús. E ueva dirig ritu Pará sp ra todo mi s r en mi íritu del él, a e todas m clito act e l Pad ú Pa r , par pobre re C is accion a en mí a qu cora dre e l e e y e s sea u zón, stial e Espí y a t y por ti a nciénde n tem ritu i Esp miem me e de A dora í n r m r b é itu D el fu a mi en n ros de or que e i d vino go uest ulce . ra vi la Iglesi seas par Jesú de tu a a, un d a syp m a m y Espí íc seam n or ti or, r y en os d uevo pe omo par haz itu San ócile n a q t s a t tecostés todos y Igles ue junt o conso us in os ed lado ia Sa spira y sintam cada un r, pr ifiqu nta. o cion o oteg e m es. s tu pre de los eat Espí os el senc o r cuer d guía itu San ia po m os los p tifica nos a ístic store Cris p d o o o r r s d , to Je c e Cr d sús. amino santifica isto e tu Igl llano y e form esia y s t Hon y qu e pueb emo or y e po lo qu s la Glor r e ti re cam ia a p Amé i t r n i oduz a Espí n. cam , danos ritu os la tu de D ios. imag luz y Doña Consuelo Rubio y sus en d e hijos Roberto, Federico, Consuelo, Guadalupe y Susana 41


Los esposos Ruiz Rubio en la década de los 70

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ejemplar para nosotros, porque jamás le dijo a ella una palabra dura, ni la reconvino para nada.” De la cocina de Doña Chelito salían los platillos típicos de la tradición mexicana: sopa de fideo, albóndigas, tortas de sesos, de coliflor, bisteces molidos, calabacitas rellenas de queso, tortas de camarón con nopales, tamales de muertos para la celebración del 2 de noviembre, además de la comida propia de la Cuaresma, la Navidad y las fiestas familiares más nuestras. Cuando sus hijos estaban lejos, dedicados a estudiar, ella les preparaba galletas, emparedados de chabacano, lunitas de almendra, empanadas de vigilia y otras delicias que les hacía llegar hasta la ciudad donde se encontraran. Una de sus mayores aportaciones al matrimonio que formó con Don Roberto fue en el terreno de la fe. Recuerda su hija Chelo “Mi mamá siempre se preocupó de que él creciera mucho espiritualmente; que su desarrollo no fuera sólo como empresario y persona útil a los demás. Ella, como mujer piadosa, le trasmitió siempre la seguridad de vivir con la conciencia limpia, con la tranquili-


dad del deber cumplido y la cercanía con Dios. Por esta razón, no descuidó nunca su presencia en la iglesia. Asistía a misa cada día, siempre caminando desde su casa. Ni siquiera en sus últimos años, cuando vivía a varias cuadras del Centro Histórico, aceptó ir a sus oficios religiosos en auto”. En su afán de cuidar por su esposo y sus hijos, recuerdan ellos, cuando se enfermó ya al final de su vida, decía: “No sabes lo que me duele no atender personalmente a tu papá, como a él le gusta”. Don Roberto, por su parte, le daba su lugar como su mujer y señora de su casa, dejando en sus manos muchas decisiones sobre la educación y formación de los hijos. Fueron su ejemplo, sus valores y principios, su dedicación y fuerza, pilares básicos en la formación de los hermanos Ruiz Rubio.

Cambia su residencia a Querétaro Don Roberto seguía trabajando en Ferrocarriles Nacionales y logró su cambio a Querétaro, dejando atrás una época de residencias temporales en muchas ciudades y pueblos donde había estaciones de tren. Había sido telegrafista en varios lugares de la División Pacífico, así como en la de Guadalajara. Posteriormente ocupó el puesto de jefe de estación en Mariscala, La Griega y Cazadero, del estado de Querétaro; así como en Villachuato y Panindícuaro del estado de Michoacán. Durante cinco años estuvo en la estación de Empalme Escobedo, Gto., ocupando la jefatura del Servicio de Express, hasta que logró su cambio a Querétaro, como taquimecanógrafo en la Superintendencia de Express en Querétaro. En un correograma fechado el 16 de octubre de 1937, el señor M. Valdez Orozco, Superintendente General del Departamento de Express de Ferrocarriles Nacionales de México, comunica formalmente un nombramiento a favor de Don Roberto, con carácter definitivo, como Taquígrafo de Primera en la Superintendencia de la División Laguna en Torreón, con un sueldo mensual de $287.00. Es muy probable que Don Roberto haya buscado la oportunidad de conservar su puesto en Querétaro para no tener que trasladarse a la norteña ciudad, ya que para entonces había crecido la pequeña empresa familiar creada por él, su padre y su hermana Sarita, dedicada a la producción de refrescos y llamada La Victoria, a la que habría de dedicar sus mayores afanes profesionales. El hecho de que se quedó en Querétaro se comprueba con el documento expedido en noviembre de 1937 que el Lic. Abraham Quevedo Rivera, Comisionado General de Ajustes, le envía al Lic. F. Barba, Jefe del Departamento de Personal de Ferrocarriles Nacionales, donde se menciona que el señor Ruiz es “Taquígrafo en la Superintendencia de Express en Querétaro”. 43


1937: Prueba Coca-Cola por vez primera En 1937, en un viaje a la ciudad de México acompañado de su padre, Don Roberto probó por vez primera un refresco de color oscuro, llamado Coca-Cola, que sólo se distribuía en las ciudades de Tampico, Guadalajara y el Distrito Federal. El joven industrial lo saboreó, lo disfrutó intensamente y con gran visión empresarial se propuso embotellarlo en su propio negocio. Así que solicitó autorización a la sede internacional de la compañía en 1938, para producir el refresco en Querétaro. El permiso para embotellarlo le fue negado, por la falta de maquinaria y equipo necesarios y adecuados, pero le permitieron distribuirlo en el estado. Con enorme tesón y audacia, decidió comprar la maquinaria e instalar todo lo que fuera menester para fabricar el delicioso refresco, pero en México esto era imposible. Tuvo que viajar a los Estados Unidos, país que se encontraba entonces enfrascado de lleno en la Segunda Guerra Mundial, y por diversas circunstancias no 44


pudo comprar un equipo nuevo. Así que compró uno usado, que una vez trasladado a Querétaro pudo reconstruir y poner en operación, por lo que en 1945 por fin logró que le fuera otorgada la autorización para embotellar Coca-Cola. Eran los tiempos de Hitler, Mussolini y Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas que dirigió las invasiones del Norte de África, Italia y el desembarco de Normandía, que habría de conducir a la victoria final. En México, el Presidente Ávila Camacho, quien declaró la guerra a las potencias del Eje en 1942, envió al Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana a la guerra en el Pacífico. Y mediante un convenio con los Estados Unidos, más de 14 mil mexicanos fueron enrolados en el ejército de aquel país. Finalmente llegó la paz, luego de seis años de luchas armadas; México comenzaría un periodo de prosperidad, pues la industria mexicana pudo proveer tanto al mercado doméstico como internacional de muchos productos que otras naciones, dominadas por la guerra, no pudieron manufacturar. Don Roberto seguramente brindó con sus propios refrescos la llegada de la paz, y con nuevos bríos emprendió su empresa más importante: la construcción de su primera planta y la dedicación de tiempo completo a la embotelladora, dejando para sus ratos libres la fundación de organismos civiles que serían un pilar en el desarrollo comunitario. Al matrimonio Ruiz Rubio, ya establecido en la calle de Deleite, muy cerca del Río y donde prácticamente vivían en la pequeña planta embotelladora, poco a poco fueron llegando los hijos: el primero fue un varón, que murió de bebé. Luego siguió otro niño a quien se le dio el nombre de Roberto, y más tarde llegó Federico; les siguieron cuatro mujercitas: Consuelo, Guadalupe, Susana y Martha. Es la suya una familia católica. Don Roberto manifestó su fervor de muchas formas, y de joven asistió a la peregrinación a la Villa de Guadalupe. Entre sus recuerdos más preciados, se conserva una Contraseña de Camino fechada en 1940, cuando caminó, como uno más de los devotos de la Virgen, desde Querétaro hasta el Tepeyac, en julio de ese año, cuando se celebraba la quincuagésima edición de esa caminata de fe.

Carteles Coca-Cola y fotos de Expo 1935 45



1941-1950

M

ientras el mundo esperaba ansioso el final del conflicto armado que había involucrado a varios países, divididos en dos grandes frentes, en la pequeña ciudad de Querétaro, Don Roberto Ruiz Obregón, en la plenitud de su vida, se preparaba para iniciar la gran aventura empresarial que le proporcionaría muchos retos e innumerables satisfacciones.

1945: Nace Embotelladora La Victoria Aunque ya llevaba varios años de trabajo en el campo de las bebidas embotelladas, con el fin de obtener la franquicia autorizada por The Coca-Cola Export Corporation, Don Roberto fundó Embotelladora La Victoria, S. de R.L., empresa constituida legalmente el 1 de mayo de 1945 por medio de la escritura pública Nº 481, pasada ante la fe del Notario Público Número 3 de la ciudad de Querétaro, Lic. Ramón Guerrero. Su dirección era el número 12 de la calle del Deleite, que en la planta primigenia hacía el honor a su nombre, al producir refrescos que deleitaban a chicos y grandes. Sobre estos primeros años, la edición especial de la revista La Chispa, producida por el grupo empresarial de Don Roberto Ruiz Obregón y dedicada en 1995 a conmemorar los primeros cincuenta años de la producción de Coca-Cola en Querétaro, dice: “El inicio fue en verdad difícil, y el reto muy grande, introducir al mercado un producto nuevo, desconocido en Querétaro y con un sabor diferente a cualquier otro producto existente en el mercado, fue necesario recurrir a imaginativas estrategias de mercadeo, así como degustaciones en los intermedios de los cines y las escuelas”.

Frente al “Jardín de los Platitos” estuvo localizada la primera planta de Embotelladora La Victoria 47


El 23 de noviembre de 1945 se firma un Contrato de Embotelladores, entre The Coca-Cola Export Sales Company, “corporación constituida y existente de conformidad con las leyes del estado de Delaware, Estados Unidos de América y Embotelladora La Victoria, S. de R.L., una Sociedad de Responsabilidad Limitada, con domicilio en Filomeno Mata Núm. 12, Querétaro, Querétaro, México, constituida y existente de conformidad con las leyes de México, según contrato colectivo celebrado entre Roberto Ruiz Obregón y Sara Ruiz Obregón, siendo éstos los únicos socios”. Este sería el acuerdo más importante que Don Roberto signaría en su vida, el que le habría de marcar un camino lleno de retos y satisfacciones. Su intuición lo guiaba; en esa época el refresco que se estaba comprometiendo a producir no tenía una marca conocida en el mundo entero, como hoy. Se requirió del arrojo y el entusiasmo de hombres como el señor Ruiz para hacer que la gente lo aceptara, comprara y convirtiera en lo que es hoy: el producto más popular entre toda clase de personas, desde los niños rurales hasta los sabios ancianos de las comunidades más alejadas. En efecto, comenta Don Fernando Estrada, los consumidores tuvieron que aprender a degustar la Coca-Cola, a tomarla fría y acostumbrarse a su sabor, tan diferente de sus bebidas habituales. En este contrato se delimita claramente el territorio en el que se podía realizar su venta y distribución, que era el que sigue: “En el estado de Querétaro, la ciudad de Querétaro y territorio circunvecino, comprendido por una línea trazada desde Santa Rosa hacia el sureste, pasando por fuera de los límites septentrionales de La Griega y Fuentezuelas, hasta Estación Bernal; de ahí, virando al suroeste y pasando por Guadalupe, por fuera del límite meridional de San Miguel Dethí, hasta Amealco; de ahí, hacia el noroeste, virando y pasando por Huimilpan y Carranza hasta El Pueblito; de ahí, virando hacia el norte, hasta Santa Rosa, el punto de partida. Todas las ciudades, pueblos y puntos mencionados en este deslinde quedan comprendidos en el Territorio”.

Contrato de Embotelladores, 1945 48

En las cláusulas del contrato se aclara que el embotellador pacta lo que Don Roberto cumplió a cabalidad: efectuar inversiones en fábrica, camiones y demás equipo de forma satisfactoria tanto para la compañía como para la corporación y ser suficiente para atender, suplir y satisfacer plenamente cada pedido de la bebida dentro del territorio. También, como es natural, Coca-Cola establece una serie de requisitos relativos al uso de sus fórmulas, estándares de calidad y manejo de sus marcas. Las botellas de esta época se vendían al público a 15 centavos cada una. En el contrato se estipu-


La introducci贸n de la Coca-Cola en Quer茅taro requiri贸 esfuerzo y tes贸n 49


la también que en los puntos de venta deberán mantenerse en refrigeración, y define otros aspectos parecidos. Más de cincuenta años han pasado desde la realización de este documento, medio siglo en que tanto Don Roberto como la empresa Coca-Cola cumplieron con creces con un compromiso que ha generado empleos y por tanto bienestar para la población. El crecimiento de las empresas ha sido producto de arduo trabajo y gran esfuerzo, que en los primeros años era dirigido por Don Roberto, quien personalmente realizaba muchas tareas físicas. Recuerda Roberto su hijo: “Mi papá solicitó al administrador del Cine Goya, el único en aquellos tiempos, que nos permitiera distribuir de vez en cuando el refresco durante el intermedio. Era necesario que hubiera un descanso para que los proyectores se enfriaran, y durante ese lapso nosotros entrábamos con un equipo de muestreadoras que repartían la Coca-Cola, y antes de que terminara el receso teníamos que recoger los envases vacíos, rápidamente, porque la función continuaría de inmediato. La manera de hacer que la gente gustara del sabor de la bebida era distribuirla gratuitamente en escuelas, centros de trabajo, verbenas populares, fiestas y ferias, y mi padre trabajaba físicamente, junto con sus trabajadores, para lograr que la Coca-Cola y los refrescos estuvieran siempre al alcance de la gente”.

Marzo de 1946: X Aniversario de la FTEQ Otro aspecto importante de su vida laboral por esos años, fue que Don Roberto participó activamente en la creación de la Federación de Trabajadores del Estado de Querétaro, junto con Juan B. Treviño, David Tavera Buendía y Jesús Peña Martínez. La FTEQ, en marzo de 1946, con motivo de la celebración de su X Aniversario, realizó una Asamblea Solemne a la que estuvo invitado Don Roberto, “teniendo en consideración que usted tomó parte muy activa en la constitución de esta Central Local, circunstancia que no podemos olvidar”. Firman el oficio el Secretario General, J. Trinidad Lozada; y el Secretario del Exterior, Alfonso Copado. Sus lemas: Por la Justicia Social, Democracia y Revolución, acompañan las rúbricas, fecha y lugar de expedición. Ya el documento indica que su sede se encontraba en Pasteur Sur 44 de esta ciudad, donde ha permanecido a la fecha, y que a la Federación pertenecían una larga serie de sindicatos adheridos, entre los que se cuentan los formados por trabajadores de industrias hoy desaparecidas, como el Sindicato de Obreros y Obreras de la Compañía Jabonera “Lourdes” y los relativos a oficios que si bien persisten ya no tienen la presencia de antaño, como el caso del Sindicato de Picapedreros. A la Federación Local, “adherida a la Federación Nacional del Ramo Textil y Otras Industrias”, pertenecían sindicatos de Querétaro, Villa Corregidora y San Juan del Río. De manera curiosa, están adheri-

Flotilla de camiones, años 50

50


Flotilla de carritos de mano en el Jardín de los Platitos, años 40

Ignacio Ibarra Hernández, Gerente de Ventas, en los 50 51


das a este organismo agrupaciones campesinas, que luego seguramente se separaron para formar federaciones dedicadas a los trabajadores agrícolas; tal es el caso de los sindicatos de campesinos de Jurica y de El Salitre. Existen también varias constancias de que Don Roberto participó en la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos, S.C.L. y en el propio Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, en los que obtuvo enseñanzas que habrían de servirle de mucho cuando se convirtió en patrón: cientos de empleados de sus industrias, y muchos otros que han dejado de serlo, no dejan de reconocer la capacidad que tuvo de entender la necesidad del trabajador de llevar no sólo el pan a la mesa, sino de proporcionar a su familia elementos fundamentales para la calidad de vida: salud, vivienda, seguridad. Ser justo, pagar salarios competitivos, buscar la capacitación y actualización de sus empleados, propiciar el desarrollo integral de las personas, fueron algunas de las constantes de Don Roberto como dirigente empresarial. Los repartos de utilidades, prestaciones y apoyos que ofreció a quienes trabajaron con él están basados en la ley y en la experiencia que como trabajador vivió este hombre que aprovechó cada minuto para exprimir de la vida sus mejores jugos, sus enseñanzas y generosidad. En las décadas de los treinta y los cuarenta Querétaro vivía en calma, sufriendo la depresión económica propiciada por el gobierno de Saturnino Osornio, cuya política agrarista y popular ahuyentó los capitales de las familias que habían tenido en sus manos el centro de producción más importante que hubo en México hasta el Porfiriato: la hacienda. En esos años, Don Roberto trabajaba febrilmente, durante el día en el Ferrocarril, y por las noches en su propia empresa, al lado de su amada hermana Sarita; todo el tiempo libre que tuvo, lo dedicó a fundar las bases de lo que serían después sus prósperas industrias. De aquel tiempo, habla Fernando Estrada Sicilia, quien trabajó con él desde 1944: “Cuando comencé a trabajar con él, la empresa ya se llamaba Embotelladora La Victoria, y se encontraba en Filomeno Mata, que entonces llevaba el nombre de Calle del Deleite, era el número 12. El nombre La Victoria fue una especie de homenaje a un gran amigo suyo, ya que se tomó de la tienda de Don Anastasio Soto, a quien Don Roberto llamaba con afecto Don Tacho; ellos tuvieron muy buena amistad cuando Don Roberto trabajó en Empalme Escobedo. Además, eran compadres, pues Don Tacho llevó a bautizar al primogénito de Don Roberto, llamado con su mismo nombre. El refresco, en aquellos tiempos, se etiquetaba a mano, tenía una etiqueta propia, en una botellita tipo cervecero. Don Roberto en aquel año todavía era empleado del Ferrocarril, aunque estaba ya ausente, con permiso. Su her-

Las primeras tiendas 52


mana Sarita se encargaba de toda la parte de calidad del producto: hacer los jarabes a mano, ponerles los saborizantes, azúcar y agua en cazos de cobre; estos saborizantes se vendían en tiendas especializadas de la ciudad de México. Don Roberto ya distribuía Coca-Cola, que se producía en Celaya, en Pachuca o en el Distrito Federal.”

En el Cerro de las Campanas

El 30 de junio de 1947, cuando ya se había consolidado su pequeña empresa, Don Roberto renunció al Ferrocarril, lo que significó el final de un empeño que duró veintiséis años oficialmente, porque se determinó su ingreso formal a la empresa el 9 de abril de 1921, aunque sabemos que ya llevaba años de trabajo para entonces. En un documento firmado por el Superintendente del Express, un señor S. Ramírez, se establece que había trabajado desde el 5 de mayo de 1944, como Taquígrafo de Primera, y que se había separado del centro laboral solicitando un permiso sin goce de sueldo, que fue renovando hasta que llegó el momento de su renuncia definitiva. En todos estos años, había prestado su servicio en distintos puestos en las estaciones de Querétaro, Guadalajara, Irapuato, Uruapan, Escobedo, León, Zacapu, Tariácuri, Chintepec y Mariscala. Se aclara en el certificado que Roberto Ruiz Obregón tuvo un “comportamiento disciplinado, ajustado a estricta honradez”. 53


Como ciudadano mexicano, no dejó nunca de votar y tener una relación estrecha con cada uno de los gobiernos locales, gozando de la amistad de sus dirigentes. Varias credenciales de elector, expedidas a partir de las década de los cuarenta, confirman esta activa participación en las votaciones, pues votó desde que estuvo en posibilidad de hacerlo. En sus industrias recibió siempre a los candidatos de uno y otro partido, y con los funcionarios en turno vio siempre la manera de contribuir al desarrollo de su ciudad y su estado, dando de sí mucho más allá de lo que la patria pide a los ciudadanos que la conforman.

24 de junio de 1946: Fundación de Canacintra, Delegación Querétaro En el libro El águila se viste de oro, editado en ocasión del 50 Aniversario de la fundación de la Delegación Querétaro de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, se reconoce ampliamente la participación de Don Roberto en la creación de este organismo, que apoya el desarrollo de las empresas productivas, que han sido el gran pilar de la economía del estado en las últimas décadas. Hoy en día, año 2002, esta asociación es presidida, por segunda ocasión, por el C.P. Roberto Ruiz Rubio. Don Roberto fue elegido como su presidente en tres ocasiones claves de su historia, siendo el único industrial queretano que ha tenido ese privilegio. Como antecedente de la fundación de esta delegación, se asienta en ese documento que: “el Gobernador Agapito Pozo expide la Ley Número 33 de Protección a la Industria y Nuevas Construcciones y decreta la creación de la primera zona industrial del estado en los terrenos de la ex Hacienda La Era, facilitando con ello el asentamiento de nuevas empresas. Con todo lo anterior como contexto, a las 19 horas del 24 de junio de 1946, veinte industriales queretanos se reúnen en las oficinas de la Agencia Central de Economía Nacional en el Estado, ubicadas en el Palacio Federal (hoy Museo de Arte de Querétaro) a fin de constituir la Delegación Local de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación”.

4 de marzo de 1947: Fundación del Club de Leones Como bien recuerda Don Juan Espino en su testimonio que se encuentra publicado en la segunda parte de este libro, y según la entrevista con Eleazar Gallegos, presidente del Club de Leones en Querétaro en 1994, que apareció en el Diario de Querétaro el 1º de mayo de ese año, Don Roberto fue uno de los iniciadores de dicha organización en nuestra entidad: “El 4 de marzo de 1947, se reunió un grupo de hom54


bres queretanos en el número 34 de la avenida Madero de esta ciudad. En esa reunión se tomó el acuerdo de constituir el Club de Leones de Querétaro y no tardó en llegar la carta constitutiva fechada el 2 de abril de ese año. Los socios fundadores reconocidos por la Asociación Internacional fueron, citados en orden alfabético: Carlos Aguilar Celis, Tomás García Caballero, José Gómez Álvarez, Rubén Martí, Antonio Piñuela León, Fernando Pacheco, Clemente Proal Suzán, Alberto Ralph, José Rivera, Roberto Ruiz Obregón, Benigno Silva Hinojosa, José Luis Sosa García y Francisco Sosa García.” Una de las primeras metas del naciente Club fue instalar un dispensario médico antituberculoso, con la finalidad de abatir esta enfermedad que diezmaba la población. La demanda de atención fue tran grande que con la ayuda del Gobierno del Estado se agrandó el dispensario para trabajar con ese fin. Ésta fue una experiencia particularmente valiosa para Don Roberto, que en pleno vigor se encontraba por una parte construyendo la planta de la Ribera del Río, por otra veía crecer su familia con la llegada de sus hijos, y tenía fuerzas para apoyar iniciativas de fundación de otras instituciones sociales, como el H. Cuerpo de Bomberos, que se inició por las mismas fechas.

Frente a la Casa de la Corregidora

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Octubre 1947: Fundación del H. Cuerpo de Bomberos El teniente de Bomberos Eduardo Rabell Urbiola, escribió para la hermosa publicación El Heraldo de Navidad una narración sobre el nacimiento de esta honorable institución de la que copiamos el primer párrafo: “En octubre de 1947, visitó Querétaro el Lic. Miguel Alemán, con motivo de la reinauguración del Palacio de Gobierno, tras la remodelación iniciada en 1944. Llegó el tren azul, el Tren Presidencial que lo traía, y acto seguido abordó la plataforma de un camión, rodeado de bellísimas flores queretanas, tanto humanas como del reino vegetal, así como de muchas banderas mexicanas, pues no debemos olvidar que recientemente había concluido la Segunda Guerra Mundial. Por la noche, la sociedad queretana festejó su presencia, así como la boda de la Srita. Concepción Pozo Araujo con el Sr. Alfonso Ramírez Paulín.” El dato referente a esta boda nos ubica en el tiempo: la novia en cuestión era hija del Gobernador Agapito Pozo Balbás, el presidente de la República fungiría como su testigo en la ceremonia civil; hoy en día, la señora Conchita Pozo viuda de Ramírez es una feliz bisabuela, radicada en el corazón de la ciudad: la acogedora y elegante Plaza de Armas. El baile del que habla Rabell se celebraba en Madero 70. Los asistentes, elegantísimos todos (damas de vestido largo, caballeros de etiqueta) estaban festejando con el presidente y la prensa nacional cuando se escuchó la alarma: había un incendio en el Gran Hotel, propiedad de la familia Roiz. Continúa narrando el autor de la crónica:

Inauguración de bomba contra incendios

“A esto el Lic. Alemán, tal vez con la ingenuidad de quien no conoce el lugar en que se encuentra, inquirió: ‘¿Ya le avisaron a los bomberos?’, a lo que se respondió: ‘Señor, aquí no tenemos bomberos’. Todos los ahí congregados se aprestaron a dar el auxilio necesario a fin de controlar el incendio que a momentos cobraba mayor fuerza. El incendio fue combatido con lo 56


que se tuvo a mano, inclusive a cubetadas de agua que lanzaban los otrora apuestos caballeros que a eso acudieron: a sofocar.” Don Pepe Roiz, compañero de muchos proyectos comunitarios y gran amigo de Don Roberto a través de toda la vida, declaró a la periodista Josefina Pérez Pardo, del Diario de Querétaro, en octubre de 1993, que el fuego comenzó “…en una bodega donde teníamos almacenada leña para las calderas. Cuando nos dijeron que se estaba incendiando salimos todos, con elegancia y todo, a apagarla; sacábamos los leños ardiendo a apagarlos en la fuente. A cubetadas logramos sofocar el incendio y la verdad ese acto de cooperación me llegó muy hondo. Estábamos muy eufóricos, así que invité a todos a tomar una copa. Casi nos acabamos el vino del Gran Hotel, y yo no sabía cómo responder a tan solidario gesto. Al día siguiente recapacité y me dije: no tenemos en Querétaro un cuerpo de bomberos, así que se me ocurrió ir con varios amigos y solicitar cooperación para comprar una bomba. Éramos principalmente Roberto Ruiz, Chucho Oviedo y yo; también participaron Manuel Pesquera, Luis Escobar, Luis Proal, César Miravé, total, que en el primer día juntamos como 8 mil pesos y al día siguiente llegamos a 17 mil; esto era mucho dinero, pero no nos alcanzaba para la bomba, así que fuimos con el gobernador, que en ese entonces era Eduardo Luque Loyola; el gobierno puso lo que faltaba para la bomba, la compramos, la inauguramos en el jardín y mojamos a mucha gente”. Esa primera bomba sigue presente en la sede central de los bomberos queretanos, en la esquina de Zaragoza y Ocampo. Don Roberto, Don Pepe y los principales autores del cuerpo de bomberos pasaron de las palabras a los hechos: se autonombraron comandantes y se entrenaron para ser capaces de apagar incendios. Recordaba el señor Roiz: “Esas experiencias fueron realmente inolvidables, pues hasta de Irapuato nos mandaban llamar, porque ya teníamos fama de ser muy buenos bomberos, aunque en un principio siempre había pleitos porque todos queríamos mandar, así que se me ocurrió una idea; como habíamos comprado una sirena, cuando ésta sonaba nos íbamos todos a la estación. Yo les dije: el primero que llegue va a ser el que mande y todos los demás lo vamos a obedecer. Nos disciplinamos y a veces mandaba Roberto, luego le tocaba a Chucho, a Manuel Pesquera, a Nacho Larracoechea o a mí.” Don Roberto, con su experiencia de trabajo y gran disciplina interior, decidió ofrecer capacitación a los incipientes bomberos, ofreciendo los patios de su empresa para que se llevaran a cabo las maniobras de aprendizaje. Don Ignacio Larracoechea, Primer Comandante de Bomberos, recordaba: “Yo conozco a Don Roberto desde hace muchos años, él fue Presidente del Patronato y uno de los bomberos más entusiastas. Prestaba las instalaciones de su empresa para capacitación y adiestramiento, logrando después de las difi57


cultades naturales que nos instaláramos en la calle de Guerrero, donde está actualmente la entrada a la Presidencia Municipal, en la que posteriormente se guardaba el Jeep y con la compra de una pipa Chevrolet modelo 1946, se hacían los servicios que demandaba nuestra pequeña ciudad”. Más adelante, recuerda Roberto Ruiz Rubio, “debió haber sido como en 1948 ó 1949, vivíamos en la planta baja de una casa de Allende, casi esquina con Pino Suárez. Frente a la iglesia de San Agustín, sobre la calle de Pino Suárez, había una maderería. Era domingo, así que los negocios estaban cerrados, y parte de la planta de Allende y Ribera del Río se encontraba todavía en construcción; entonces estalló un incendio en la maderería, afortunadamente sin pérdida de vidas humanas. Me acuerdo todavía que las flamas eran tan altas y el incendio causó un calor tal, que se sentía a muchos metros de distancia. La gente, desesperada, echaba agua desde las casas vecinas, pero el fuego no cesaba. Los vi arrojar escapularios, mientras rezaban en su angustia, y mi papá, rápidamente, trajo camiones de volteo cargados de arena de la fábrica en construcción, para poder sofocar las llamas, que sólo así fueron apagadas. Por eso, con mayor razón se dedicó con ahínco a fundar y desarrollar el H. Cuerpo de Bomberos de Querétaro”.

1948-1949: Presidente de la Canacintra Querétaro Los socios de la sede queretana de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, Delegación Querétaro, a la cual Don Roberto había contribuido con ahínco a fundar, eligieron al señor Manuel Juaristi como su presidente fundador, quien estuvo al frente del organismo de junio a diciembre de 1946. A él le sucedió el Sr. Jorge Herbert Sandoval, de diciembre de 1946 a 1948; Don Roberto Ruiz Obregón fue elegido presidente, durante los años 1948 y 1949. Como todos los proyectos de su vida, entregó con pasión horas y esfuerzos para que esta iniciativa prosperara para bien de las industrias queretanas.

1948: Una nueva planta industrial en Allende y Ribera del Río Los primeros años de trabajo arduo rindieron sus frutos. Don Roberto vio crecer la producción y distribución de Coca-Cola y sus propios refrescos de manera geométrica. En efecto, según reseña la revista La Chispa en 1995, “fue tal el éxito alcanzado por la empresa gracias a este nuevo producto, que la planta original pronto fue insuficiente, ya que se envasaban 23 botellas por minuto únicamente. Esto llevó a Don Roberto a construir una nueva planta, que 58


fue inaugurada por el Gobernador Agapito Pozo el 19 de diciembre de 1948 a las 19:00 horas. Embotelladora La Victoria, S. de R.L., ubicada en Allende y Ribera del Río, hoy Avenida Universidad, fue considerada en su tiempo como la más moderna y eficiente del país, con una capacidad de producción de 100 botellas por minuto, 50,000 cajas mensuales, y una red de distribución que abarcaba la ciudad de Querétaro, Jalpan de Serra, Santa Rosa Jáuregui, Jilotepec, Amealco, Tepeji del Río, Huichapan y San Luis de la Paz”.

Construcción de la nueva planta de Embotelladora La Victoria, en la esquina de Ribera del Río y Allende Norte

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1951-1960

C

ada empresa tiene sus momentos especiales; son situaciones que marcan, como mojoneras, ese camino difícil de transitar que lleva al éxito. En 1953, Don Roberto y su hermana Sara dirigían las operaciones de una planta industrial ubicada a la vera del río, una creciente de agua que en época de lluvias subía hasta el nivel de la calle, y era un remanso tranquilo en tiempo de secas. Los niños queretanos buscaban los lugares más apartados del río para nadar, especialmente en los parajes orientales, en el camino a Hércules. Frente a la Coca-Cola, el río tenía un cauce definido por los grandes árboles que eran refugio de miles de pájaros, que por las tardes oscurecían el cielo y llenaban con su algarabía el aire que se respiraba en la fábrica. La calle de Allende, con sus casas y monumentos virreinales, terminaba a un costado de las instalaciones de la embotelladora. La producción del refresco llenaba el ambiente de sabor dulce, y un enorme ventanal mostraba orgullosamente a los paseantes el proceso productivo. Los niños se asomaban a ver pasar los refrescos en la banda de producción, y los contemplaban como quien admira una atracción de feria.

1953: Lanzamiento de Coca-Cola grande Querétaro seguía siendo una ciudad pacífica y el mundo estaba en paz, aunque las grandes potencias se habían enredado en los vericuetos de la guerra fría. México, al margen de los conflictos bélicos, seguía adelante en su proceso de crecimiento y desarrollo. Según recuerda Don Fernando Estrada, la planta del Río originalmente producía sólo botellas de 6 1/2 onzas cada una, es decir,

La nueva planta: Embotelladora La Victoria 61


de 192 mililitros, que se repartían a través de cajas grandes de madera, de 72 botellas cada una. Esta producción se hacía con maquinaria completamente nueva, automática, que embotellaba 30 botellas de 192 mililitros por minuto. En 1953 llegó la botella de 12 onzas, es decir, 355 mililitros, que fue el gran salto hacia la diversificación de los productos. Además de Coca-Cola, se producían los refrescos Victoria, en una empresa que todavía asemejaba una gran familia: alrededor de cien personas trabajaban en ella. Gracias al tesón, la limpieza, el orden y la calidad de sus productos, se logró, según publica La Chispa, “que el liderazgo de la empresa se fuera consolidando poco a poco pero con paso firme y decidido, prueba de esto es el haber sido merecedores en 1955 al Premio Nacional al Mérito, el cual recibimos nuevamente en 1957”. Además, dice la publicación citada, “en el año de 1954 se obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Calidad, premio que obtuvimos año tras año por el resto de la década”. El público era cada vez más fiel a los productos de la embotelladora de Don Roberto, tan es así que cuando salían fuera de su ciudad y pedían su refresco favorito, sentían que el sabor era distinto y extrañaban el toque logrado por la Coca-Cola queretana.

Recibiendo el Premio Nacional al Mérito, 1955

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Desfile navideño

Anuncios en las calles de Querétaro en la década de los cincuenta. Calle Guerrero, arriba, y 16 de Septiembre, a la derecha 63


Fortaleciendo lazos de amistad La amabilidad y cortesía con que Don Roberto trataba a las personas que le rodearon, sea cual sea su condición social o económica, se extendió durante mucho tiempo a extranjeros que le visitaban. Consciente de estar contribuyendo a la imagen que se formaban de México y los mexicanos, se dio a la tarea de recibirlos y atenderlos siempre que pudo. En septiembre de 1957, los padres de Stephen Slay, quien había sido compañero de cuarto de Roberto Ruiz Rubio en el periodo escolar de High School en Dallas, Texas, escribieron a Don Roberto cartas llenas de agradecimiento por las vacaciones que su hijo pasó en Querétaro, en la casa de la familia Ruiz que en aquel momento se encontraba en Hidalgo Nº 5, en el Centro Histórico. Don Roberto guardó esas cartas con el celo con que atesoraba los documentos más importantes de su vida. Sabía que era importante abrir su hogar y brindar su amistad a personas de otras nacionalidades. Una de sus preocupaciones fue siempre proyectar a Querétaro mucho más allá de las fronteras estatales, aprender de otros pueblos las enseñanzas mejores, fortalecer la propia cultura al enriquecer la amistad con otros, y traer a su ciudad y su patria la tecnología más avanzada.

Primera etiqueta de papel de los refrescos Victoria 64


1961-1970

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on Roberto, a solicitud de sus compañeros industriales, ocupó por segunda vez la presidencia de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, en su sede queretana, en 1961, para inyectar su entusiasmo y don de gentes a esta asociación que recibió incontables beneficios de un hombre que unió voluntades para lograr que la década de los sesenta fuera testigo de un despertar industrial fabuloso, que hizo de Querétaro un polo de atracción a nivel nacional para las grandes firmas. Ocupó este cargo hasta el año 1964, dando a su periodo administrativo un gran empuje, un sólido crecimiento. El mismo Don Roberto escribió para el libro conmemorativo del 50 Aniversario de Canacintra Querétaro: “En mi segundo periodo, en 1961, y ya siendo Gobernador de Querétaro el Ing. Manuel González de Cosío, gestioné la posibilidad de que se nos donara un terreno para construir lo que serían las primeras oficinas de nuestra institución, acción que encontró eco en el gobernante, quien se comprometió a participar también en su edificación, la cual fue pagada a través de la Tesorería del Gobierno del Estado, a cargo del Ing. Álvaro Campos Herrera, quien fuera presidente de Canacintra en 1960. Esta construcción, que posteriormente se conoció con el nombre de Edificio de las Cámaras, se ubicó en el número 35 de la Carretera Panamericana (hoy Constituyentes) y en él se alojaron también las oficinas de la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño, la Cámara Nacional de Comercio de Querétaro y las asociaciones de ganaderos y agricultores, 65


entre otras. Siendo presidente de Canacintra me tocó vivir el impresionante despegue industrial de Querétaro en la década de los sesenta. La vocación agrícola y lechera de la entidad, en seis años se transformó, trayendo consigo una bonanza económica nunca antes vista”.

1962: Presidencia de la Asociación Mexicana de Embotelladores de Coca-Cola, A.C. En 1962, Don Roberto tuvo en sus manos la tarea de reunir las voluntades y el empeño de todos los embotelladores de CocaCola en el país, tarea que cumplió con éxito y que, al final del año, en la Asamblea Nacional organizada por él, fue reconocida por todos sus homólogos. De ellos recibió reconocimiento verbal y por escrito. Tal es el caso del Sr. Antonio Flores, directivo de The CocaCola Export Corporation, que lo felicita porque “A nadie se le oculta que fue un año muy difícil, plagado de problemas y dificultades a cual más serios, y debes sentirte orgulloso de la forma tan ejemplar en que supiste sortearlos”. Por otra parte, Herman H. Fleishman, presidente del Consejo de Embotelladoras de CocaCola en Tampico, Torreón, San Luis Potosí, Aguascalientes, Tuxpan, Mante, Durango y Poza Rica, lo felicita en los siguientes términos: “La Asamblea, según dicho por todos, no pudo haber sido mejor, pues fue sumamente interesante y bien llevada. Tu informe, perfectamente ordenado, que cubrió los puntos salientes de la administración y dejó bien impresionados a todos los que lo oyeron”. Su don de gentes, la manera tan amable con la que trató siempre a sus amigos y conocidos, hizo que muchas personas, dentro y fuera de Coca-Cola, reconocieran las gentilezas de Don Roberto a lo largo de los años. Infinidad de cartas archivadas entre sus documentos personales así lo demuestran, y él las mantuvo cerca de su corazón, pues son los testimonios y tesoros de su vida.

Noviembre de 1962: la planta más limpia del mundo El norteamericano Jack Sherwood, vicepresidente de The Coca-Cola Export Corporation en México, escribió un testimonio en noviembre de 1962 que habría de sentar la pauta para tantos en el futuro que dan un reconocimiento a la labor industrial de Don 66


Roberto, que excede en mucho el territorio donde se expenden sus productos. En este documento, el señor Sherwood declara su “satisfacción tan grande de haber tenido la oportunidad de estar asociado con un embotellador que: 1) Tiene la planta más limpia del mundo. 2) Ha mantenido al imitador de rodillas a través de los años. 3) Ha cooperado siempre con todos los programas progresivos de mercadeo. 4) Fungió como presidente de la Asociación Mexicana de Embotelladores de Coca-Cola durante el año pasado, uno de los más difíciles en nuestra historia”. Con su firma, que dice familiar y simplemente Jack, el señor Sherwood hace patente la amistad y admiración que suscitó siempre Don Roberto entre sus compañeros embotelladores, los directivos de Coca-Cola a nivel internacional y otros industriales. El edificio de la planta citada por Sherwood, ubicada en Allende y Universidad, límite del casco urbano de entonces, se mantiene en pie dignamente y aloja hoy a la juventud estudiosa del Liceo Consuelo Rubio de Ruiz, dirigido por su hija Martha; sigue siendo un espacio limpio y amable, un lugar donde se realiza otra de las pasiones de Don Roberto: educar a las nuevas generaciones.

Enero de 1964: El secreto de su éxito John R. Talley, presidente de The Coca-Cola Export Corporation, situada en la mítica Avenida Madison de Manhattan, Nueva York, escribió a Don Roberto sus impresiones luego de haber visitado su planta embotelladora, y dice: “I described what I tought was responsible for the great success of your business.” Y anexa un documento en español que declara en uno de sus párrafos: “Don Roberto Ruiz Obregón, y su empresa en Querétaro, México, representa uno de los más bellos ejemplos que yo haya visto jamás de la filosofía de Elbert Hubbard sobre la iniciativa. Sin duda alguna llena todos los requisitos de la verdadera definición de ‘iniciativa’, es decir, ‘hace la cosa justa sin mandamiento alguno’ ”. En esta impresión sobre el trabajo de Don Roberto coincidían sin duda sus colegas y los di-

La planta más limpia del mundo

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Bendición de la nueva maquinaria en 1964, por Mons. Alfonso Toriz Cobián, Obispo de Querétaro

rectivos de Coca-Cola a nivel internacional. Su primera planta, a pesar de estar enclavada en una pequeña ciudad de provincia del centro de México, llamaba la atención de mexicanos y extranjeros por su eficiencia, limpieza y espíritu de trabajo. Por eso sentó las bases para un grupo industrial de primer nivel que se consolidaría en las décadas siguientes. Fundamental para ese crecimiento sería la participación de la nueva generación, que desde el comienzo tuvo lugar. El 1 de julio de 1964, el señor Flavio Cortés, subdirector de Mercadotecnia de The Coca-Cola Export Corporation en México, escribió una carta a Don Roberto comentando “el gusto y satisfacción que nos ha causado tener a tus hijos, Roberto y Federico, entre el grupo de jóvenes a quienes estamos impartiendo el Curso de Orientación que es de tu conocimiento”. Luego hace mención del “manifiesto interés que están poniendo en todos los tópicos relacionados con nuestro negocio (...) En cuanto a sus personas y conducta, ¿qué puedo decirte, mi estimado Roberto? Saltan a la vista, sin hipérbole, las muchas buenas cualidades humanas que los caracterizan y de lo cual tú como tu estimada esposa deben sentirse justificadamente orgullosos. Así pues y como amigo, como padre de familia que también soy, como miembro de nuestra gran familia Coca-Cola y como director del Curso de Orientación, recibe mis sinceras felicitaciones por tener como hijos a tan excelentes muchachos.”

Julio de 1964: Un nuevo equipo, la Meyer Dumore 72 Gracias a la excelencia de sus productos, Don Roberto pudo adquirir nueva maquinaria y dar un nuevo salto cualitativo y cuan68


titativo. En la placa conmemorativa dice: “The Coca-Cola Export Corporation a Don Roberto Ruiz Obregón, gerente general de Embotelladora la Victoria, S.A. con motivo de la instalación de su equipo para embotellar Meyer Dumore 72 con capacidad de 500 botellas por minuto, y como reconocimiento a su ejemplar entusiasmo e incansable esfuerzo de mejoramiento y progreso general en favor de Coca-Cola. Querétaro, Qro., julio de 1964.” En cuanto a su participación en el desarrollo comunitario de Querétaro, la inquietud de Don Roberto lo llevó siempre a ser un apoyo para los gobiernos estatales, como lo reconoce el Gobernador Manuel González de Cosío, en documento firmado el 9 de noviembre de 1964, donde le hablaba del “agradecimiento tanto del Gobierno del Estado como el mío en lo personal, por la valiosa, sincera y entusiasta colaboración que te serviste prestarnos en la organización y realce de los actos con los cuales se rindió homenaje de gratitud al señor Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos, durante su visita a esta ciudad el día 6 del mes en curso”.

Mayo de 1965: Un incentivo de un millón de pesos La amistad que Don Roberto supo fomentar en los directivos de Coca-Cola rindió siempre frutos que se unieron a la capacidad y visión del industrial; así, el gerente general de The Coca-Cola Export Co., H. T. Circuit, le hace saber que a partir del 3 de junio “entrará en vigor el Programa de Precios Incentivos –o bonificación en el concentrado– para Embotelladora La Victoria, S.A., hasta que se acumule un total de $1’000,000 (Un millón de pesos) como contribución de The Coca-Cola Export Corporation para tu Meyer 72. (...) Tengo muchísimas ganas de ir a Querétaro, charlar contigo, saludar a tu familia, escuchar a tu señora esposa tocar el piano y ver la Meyer 72.” De este modo se estimuló el crecimiento de las empresas de Don Roberto: el entusiasmo y entrega que él ponía en su trabajo se compensaban con la respuesta por parte de la compañía internacional, que no dejó de reconocer sus esfuerzos y contribuir a la adquisición de maquinaria cada vez más moderna y sofisticada.

1966: Presidente de la Delegación Querétaro de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación Nuevamente, por tercera ocasión ya, los socios de Canacintra Querétaro, que constataron la energía, firmeza y liderazgo que Don Roberto imprimió a su organismo, lo eligieron para ser el sucesor de Don Luis Escobar Santelices, y así el señor Ruiz Obregón dirigió 69


una vez más esta delegación en Querétaro, hasta el año de 1968, en muchos sentidos el gran parteaguas de la historia contemporánea del país.

Abril de 1966: Reconocimiento de Mr. Farley, de The Coca-Cola Export Co. En una visita que hizo el señor James A. Farley, Chairman of the Board de The Coca-Cola Export Corporation, el 18 de abril a Embotelladora La Victoria, declaró: “Tengo gran satisfacción de estar aquí y visitar la planta del señor Roberto Ruiz Obregón, que tiene la reputación de manejar y operar una de las mejores plantas de Coca-Cola de cualquier parte del mundo (...) él ha desarrollado este negocio que es la envidia de todos los que conocen sus actividades. Todos los que han tenido contacto con él a través de la organización de Coca-Cola tienen gran aprecio por su esfuerzo y una estimación muy especial en todos aspectos, y es un ciudadano ejemplar de su país, igualmente es una gran persona para hacer negocios con él (...) Yo estoy perfectamente enterado de la forma en que él cuida a sus empleados, y no creo que exista ninguna planta en el mundo en que su dueño pare las actividades y les dé un determinado número de días en los cuales los lleva de vacaciones como premio por los servicios prestados en el año. El récord de eficiencia de su planta es magnífico, y considero posible que sea la mejor planta a nivel mundial.”

José González Pérez a la izquierda, como operador de la llenadora, en Embotelladora La Victoria 70


Apoyo permanente a las escuelas de Querétaro

Más adelante, el señor Farley comenta que gracias a Don Roberto tuvo la oportunidad de visitar al Gobernador González de Cosío y de “ver el gran desarrollo de todas las industrias; un gran desarrollo no sólo para esta negociación sino también para la región, y creo que es el principio de un desarrollo más intenso en las plantas que se instalarán como un progreso en esta ciudad”. Este feliz vaticinio se hizo realidad por el esfuerzo de muchas compañías mexicanas y multinacionales, y sin duda gracias a la visión de los industriales queretanos, dirigidos por Don Roberto Ruiz.

Un gran compromiso con la educación Viendo la necesidad educativa del estado de Querétaro, Don Roberto se dedicó profundamente a la búsqueda de soluciones. Su mente prodigiosa le permitió salir adelante, pero toda su vida tuvo que enfrentar la enorme ilusión incumplida de estudiar. Sus estudios formales terminaron en tercer año de primaria, aunque más tarde haya estudiado taquigrafía y mecanografía para emplearse en el Ferrocarril. Así que en los años sesenta construyó cuatro escuelas primarias en distintas comunidades, como Santa Catarina, donde anteriormente estudiaban los niños bajo la sombra de un mezquite, o en el barrio del Tepetate, cuya escuela hacía que los alumnos fueran a clases entre cantinas y billares. Don Roberto Ruiz construyó estas escuelas y las dejó en manos de la Secretaría de Educación para su manejo. También sostuvo, como un apoyo a las campañas de alfabetización de Gobierno Federal, doce centros en diver71


Apoyo a la construcción de escuelas en los años sesenta

sas localidades para que los adultos aprendieran a leer. Este compromiso, demostrado con hechos, que comenzó en los años 60, ha durado cuatro décadas; a la fecha, el Grupo Fomento Queretano sostiene tres escuelas primarias y secundarias que funcionan dentro de sus empresas. Ha construido también cinco escuelas primarias más.

Mayo de 1966: La inquietud de continuar por el camino del progreso Como hombre de su tiempo, Don Roberto no quiso sustraerse a una participación activa en la política, por lo que formó parte del Partido Revolucionario Institucional, que durante décadas agrupó a las más importantes corrientes de pensamiento, y que dominó la esfera pública, dado que todos los presidentes de la República, gobernadores y senadores surgieron de ese organismo durante más de medio siglo. El 21 de mayo de 1966, cuando se acercaba el término del periodo de Manuel González Cosío, que inició la moderna industrialización del estado, el periódico Tribuna, Semanario Independiente, reproduce en la mitad superior de la primera página las siguientes declaraciones del más importante empresario queretano: “Estamos pendientes de la situación política que se avecina... queremos recordar a ustedes la responsabilidad que tiene el partido de presentar candidatos con espíritu de servicio, capacidad de entrega y preparación, pues en otra forma Querétaro regresaría al letargo en que estuvo ubicado por mucho tiempo y que ahora ha progresado en los últimos cuatro años debido a una galvanización de voluntades del sector público y del sector privado, conseguida con la confianza que nos ha inspirado el actual gobierno estatal y el hombre seleccionado por el partido para regir los destinos de la entidad, Ing. Manuel González Cosío. 72


Formamos parte de los sectores activos de producción y por lo mismo tenemos derecho a que se escuchen nuestros puntos de vista al integrarse los programas de gobierno, en ellos requerimos se tome en cuenta que el hombre de empresa, que el hombre que lucha diariamente, requiere una amplia comprensión del sector público, requiere que los funcionarios públicos le inspiren confianza y que se les estimule con incentivos legales y reales para continuar en la ardua tarea de servir a México; necesitamos que se armonicen las relaciones obrero-patronales; que el crédito sea realmente eficaz y oportuno y que nuestros problemas sean vistos como problemas de todos”. Estas declaraciones y la propia relevancia de la participación de Don Roberto en el desarrollo queretano, llevaron al Dr. Lauro Ortega, Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, a nombrarlo Asesor de Estudios Económicos del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del Estado de Querétaro.

Noviembre de 1966: “Relevante y humanitaria labor” para la Cruz Roja Con ese ímpetu que caracterizó a Don Roberto y que le dio fuerzas para apoyar muchas causas ciudadanas al mismo tiempo, cada una de ellas convertida más tarde en una institución fundamental para el desarrollo de Querétaro, Don Roberto participó con la Delegación de la Cruz Roja Mexicana, organismo que le reconoció sus esfuerzos en la celebración de su vigésimo quinto aniversario. El presidente de la Delegación, Dr. Pablo Silva; y el Secretario, Lic. Ernesto Zepeda, firmaron un diploma para testimoniar “su relevante y humanitaria labor en favor de la propia institución”, en su calidad de socio titular fundador. Es decir, que Don Roberto había venido colaborando con la Cruz Roja desde sus inicios, veinticinco años atrás.

Bienhechor del Instituto Plancarte En el mismo mes, noviembre de 1966, el Instituto Plancarte agradecía a Don Roberto el participar “como miembro activo del Patronato Pro Construcción del Nuevo Edificio y como Bienhechor Insigne de esta Institución Educativa”. Ya se definía en Don Roberto la pasión más fuerte de todas: el apoyo a la educación, a todos sus niveles. Pues a lo largo de más de cuatro décadas, apoyaría a instituciones públicas y privadas, rurales y urbanas, desde las primeras letras hasta la investigación de posgrado. 73


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1967: Una propuesta audaz para una candidatura no lograda Las declaraciones que había hecho Don Roberto a Tribuna fueron un preámbulo a la inquietud que prevaleció entre muchos empresarios queretanos, que al ver el resurgimiento económico de su entidad pensaron en realizar un acto lleno de audacia, considerando el momento histórico: propusieron la candidatura de Don Roberto para la gubernatura de Querétaro. En aquel momento, la política mexicana tenía una serie de reglas no escritas, establecidas a través de los años, que impedían que una persona que no hubiera hecho una carrera dentro del partido llegara a un puesto importante de elección popular. Sin embargo, adelantándose por décadas a este proceso, el 16 de febrero de 1967, se dirigieron al doctor Lauro Ortega, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, los siguientes ciudadanos queretanos: Alberto Cortés Palacios, comerciante; Francisco Sosa García, representante de compañías de seguros; Manuel Ochoa V., comerciante; Ignacio Gómez Santiesteban, comerciante; Juan Espino Sánchez, industrial; Pedro Zaldumbide, industrial; Pantaleón González Jaime, transportista; Guillermo Delgado Pastor, minero; Jesús Rubín C., ganadero; Álvaro Larrondo Ojeda, médico veterinario; Tomás García Caballero, comerciante; Augusto Larrondo Arcaute, agricultor; y J. Jesús Oviedo Avendaño, comerciante. Reproducimos algunos párrafos selectos de su pronunciamiento: “Los que suscribimos representamos una gran parte del sector activo de la producción en el estado de Querétaro. Con la calidad que hemos asentado y como ciudadanos del estado tenemos gran interés en el futuro del mismo, el que dependerá, en gran parte, de la persona que desempeñe la primera magistratura. (...) Cuenta el estado con industrias, electrificación, hospitales, caminos, vasos de captación, etc., de tal magnitud que, realmente, nunca se creyó posible obtener que son realidad gracias al dinamismo del actual gobernador y a la decidida ayuda que ha brindado el señor Presidente de la República. Como es natural, deseamos para nuestro estado que la obra iniciada no se interrumpa; que siga el ritmo acelerado que se ha impuesto en todos los órdenes para el mejoramiento de todas las clases sociales pues las obras ejecutadas no se han limitado a determinado sector, sino que han alcanzado principalmente a quienes mayor necesidad tenían de impulso (...) Hemos fijado nuestra atención en un queretano de limpios antecedentes; con dotes de organizador; de absoluta honradez y que comprende perfectamente que debe gobernarse para todos, pero dando especial atención a a los problemas de las clases trabajadoras, a las cuales perteneció y sigue perteneciendo,

Discurso en banquete de los Industriales en 1967, y vistas de la planta en los sesenta 75


motivo por el cual está en aptitud de captar los problemas que les afectan y darles, dentro de la ley, la mejor solución posible. Tenemos la firme convicción de que, si el Partido Revolucionario Institucional le diese su apoyo en el caso de que hablamos, tendríamos en él un elemento que, con sujeción a las normas del mismo Partido, que son las mismas de la Revolución Mexicana, cristalizadas en la Constitución de 1917, que ha sido honrada en reciente fecha en nuestra entidad, proseguiría sin interrupción la obra iniciada por el Sr. Ing. Manuel González Cosío, propugnando por la industrialización del estado, por el mejoramiento integral del campesino y por la elevación de la clase obrera. El hombre de quien hablamos es el Sr. Roberto Ruiz Obregón, cuya personalidad sometemos al estudio de los dirigentes del Partido, con la seguridad plena de que encontrarán en él un candidato viable a satisfacer al pueblo de Querétaro y que éste, en la justa electoral, le daría su apoyo para desempeñar satisfactoriamente, para todas las clases sociales, el cargo de Gobernador del Estado.” Como sabemos, esta iniciativa ciudadana para impulsar su posible candidatura no prosperó. Don Roberto tuvo que canalizar sus energías, visión a largo plazo y vocación por el compromiso social, a dos proyectos de gran aliento: su carrera como industrial y su empeño de apoyar y fortalecer instituciones educativas, camarales y de servicio a la comunidad. Ambos fueron los pilares de su vida, una vida que fue a la vez sostén del desarrollo de un pueblo entero.

1968: Una nueva planta, una nueva Victoria La fábrica de refrescos ubicada en Allende y Ribera del Río crecía en productividad y eficiencia, mientras los consumidores, es decir toda la gente, grandes y chicos, obreros y directivos, estudiantes y amas de casa, gustaban de sus productos, la Coca-Cola que a nivel mundial era un éxito de ventas, y los refrescos Victoria de sabores de frutas. Para el espíritu emprendedor de Don Roberto este crecimiento tenía que traducirse en nuevas empresas, en retos aún más fuertes. De ahí que adquirió un nuevo lote industrial, a orillas de la Carretera Panamericana, que al cabo del tiempo habría de convertirse en la Avenida Constituyentes, y comenzó a edificar la gran nave de la Embotelladora La Victoria. The Coca-Cola Export Corporation miraba con orgullo este proyecto y el señor H. T. Circuit, Vicepresidente y gerente general para México y Centroamérica, escribió a Don Roberto:

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“Adjunto te envío una fotografía que tuve el honor de tomar en tu tierra de dos entrañables amigos que se estiman mucho. La admiración mutua, la fe, y el mismo deseo de triunfar han hecho posible el comienzo de otra majestuosa planta de Coca-Cola que se ve en el fondo”.

La nueva planta sobre la Carretera Panamericana

1969: Primer lugar en el Concurso Nacional de Ventas Mientras la construcción de la nueva planta de la Avenida Constituyentes seguía adelante, la antigua fábrica de refrescos trabajaba a toda máquina, y toda su producción se vendía gracias a la eficiente red de distribución cuidadosamente planeada por el equipo comandado por Don Roberto. Era un intricado proceso que abarcaba la atención a los clientes, el muestreo del producto, su presencia en ferias y eventos estudiantiles, parroquiales y populares, la provisión de refrigeradores y muchos estímulos más que lograban que el refresco llegara al consumidor en las mejores condiciones. 77


Gracias a ello, en 1969 Embotelladora La Victoria logró el primer lugar en el Concurso Nacional de Ventas y un año después, en 1970, tuvo un reconocimiento por haber alcanzado ventas de 5 millones de cajas anuales.

15 de enero de 1970: Nace el Club de Industriales En la publicación llamada Club de Industriales de Querétaro, A.C., donde se hace una síntesis de la historia de este organismo, se designa que ese día nace formalmente, “con la intención de promover actividades sociales, culturales y de negocios. La idea surge a partir de reuniones informales que organizaba Don Roberto Ruiz Obregón, fundador del club, con directivos de algunas empresas asentadas en la zona. Al carecer de un local propio, las primeras sesiones de nuestro club debieron realizarse en las oficinas de Don Roberto y posteriormente tocó el turno a cada uno de los miembros del Consejo para sesionar en sus oficinas. El Presidente, Secretario y Tesorero utilizaban sus propios recursos para desarrollar las tareas inherentes a su encomienda”. De esta manera Don Roberto, primer presidente del Club, logró infundirle desde sus inicios la fuerza que le imprimió a todos los proyectos que surgieron de su imaginación y talento. Sus oficinas y la Granja Araceli fueron desde el comienzo el lugar de reunión para los socios, que ya eran amigos y compañeros de múltiples ocasiones en que habían emprendido juntos el camino que empezaba con un sueño y que poco a poco se convertía en una realidad.

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1971-1980

C

omo la fuerza de su empuje hizo realidad el crecimiento sostenido de su empresa, Don Roberto inició la década de los setenta construyendo una nueva planta, dotada con la mejor maquinaria del momento, localizada en la Carretera Panamericana, hoy Avenida Constituyentes Oriente Nº 40. Su diseño arquitectónico es un homenaje al acueducto queretano, uno de los símbolos de su ciudad más amados por Don Roberto, y al que haría honor años más tarde nombrando así su agua mineral: Acueducto. Esta planta producía Coca-Cola, Fanta, Sprite, Sidral Mundet y Refrescos Victoria. La nueva planta estaba dotada de la mejor maquinaria existente en el mercado, y esta nueva tecnología, de la mano con ambiciosas estrategias de mercadeo y distribución, para lograr un modelo de eficiencia que sigue vigente hoy en día. Con esta planta, la producción del incipiente grupo industrial alcanzó una producción de 1,340 botellas por minuto.

Abril de 1973: Nace un sueño: el Campus Querétaro del ITESM Según se consigna en el libro Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro 1975-2000, la idea de fundar en esta ciudad la Unidad local del ITESM –que entonces sólo tenía su sede en la ciudad de Monterrey y la Unidad Guaymas– fue promovida por don Jesús Oviedo: “después de su reunión con Don Eugenio Garza Sada, (...) se dio a la tarea de convocar a empresarios queretanos (...) Poco a poco la idea de establecer un campus en Querétaro comenzó a pros79


perar. Al nombre de Jesús Oviedo se sumaron con entusiasmo los de Roberto Ruiz Obregón, José Roiz González y Alfonso González Fernández, y muy pronto otros muchos, como el de Bernardo Quintana Arrioja y Gonzalo Río Arronte, por mencionar sólo algunos”. Don Roberto conocía bien al Tecnológico de Monterrey. Lo había seleccionado como la mejor opción para que ahí estudiaran sus hijos Roberto y Federico, conocía su nivel académico, su prestigio bien ganado, la solidez de su proyecto y la calidad moral de sus fundadores. No dudó en dedicarle sus mejores energías a la fundación de este campus que lo reconoce como su benefactor más generoso y comprometido. Lo primero que hizo fue donar parte del terreno en que se asentaría la institución. Atendiendo a un convenio establecido amistosamente con Bernardo Quintana, Don Roberto donaría una hectárea de terreno por cada dos de Don Bernardo. Así se logró un espacio de 24 hectáreas para que se edificara el campus. En noviembre de 1975, Embotelladora La Victoria donó los fondos necesarios para construir la cafetería, y meses después Don Roberto donó la biblioteca que lleva su nombre. Los años siguientes habían de testimoniar el constante apoyo que este gran hombre destinaría a la institución educativa privada con mayor prestigio académico de Querétaro, con mejor infraestructura y un sistema que la acoge en su búsqueda de la excelencia.

Inauguración de la nueva planta, el 5 de febrero de 1970, por el Gobernador del Estado, Juventino Castro Sánchez

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1977: Mejor calidad de vida para los trabajadores Con el interés de incrementar los niveles de calidad de vida de sus trabajadores y contribuir al bienestar familiar, en 1977 se creó en las instalaciones de Constituyentes una proveeduría donde el salario tendría mayor rendimiento; por otra parte, con el fin de mantener con ellos un vínculo intenso y constante, en 1978 se creó el órgano de comunicación interna La Chispa que se sigue publicando hasta la fecha. Aunque había crecido considerablemente la plantilla de trabajadores, estos esfuerzos lograban que siguieran sintiendo la unión y camaradería que durante mucho tiempo les permitió pensar que se trataba de una gran familia, con la camiseta de la empresa bien puesta, la fuerza del trabajo y los logros compartidos, la emoción de ser compañeros en una aventura empresarial exitosa y llena de retos. En 1979, Embotelladora La Victoria obtuvo por vez primera el Primer Lugar en Control de Calidad entre todos los embotelladores de México y Latinoamérica, mérito que se repitió en 1984.

Septiembre de 1978: Reconocimiento a los señores Ruiz Un grupo de empresarios de la ciudad de Querétaro homenajean a Roberto Ruiz Obregón y a su esposa Consuelo Rubio de Ruiz y los definen como “ejemplo de vocación cumplida” porque “su vida enseña que el saber no se improvisa y que sólo se llega a él tras largas y difíciles jornadas”.

19 de marzo de 1980: El H. Ayuntamiento de Amealco lo declara “Hijo Predilecto de Amealco” Amealco, pueblo enclavado en un bosque de pinos, que luce una plaza principal pintoresca y hermosa –en su momento, restaurada con la ayuda de Don Roberto– recibió alborozado y vestido de fiesta a uno de sus personajes más queridos, y le llamó “Hijo Distinguido”. En el homenaje estuvo presente el Gobernador Rafael Camacho Guzmán, quien con sus colaboradores más cercanos se unió a esta celebración nacida de la gratitud más auténtica. Camacho Guzmán entregó, a nombre de pueblo y gobierno, un pergamino donde los habitantes de Amealco resaltan las virtudes de Roberto Ruiz Obregón como hombre honesto, trabajador, patrón justo, padre responsable, digno esposo y jefe de una familia ejemplar. La dulce presencia de Doña Chelito Rubio de Ruiz hizo de este momento una especial reunión familiar. Todos sus hijos e hijas, nueras, yernos, nietos y la señorita Sara Ruiz Obregón es81


tuvieron cerca del homenajeado, celebrando la felicidad de estar juntos. Don Roberto declaró: “me siento muy honrado” y le pidió a su hijo Roberto que hablara en su nombre, que fuera portador del agradecimiento de todos sus familiares por esa distinción. El mensaje dice así: “Honra a tu padre y a tu madre: si así lo haces tendrás larga y feliz vida, ordena uno de los preceptos del decálogo, universalmente aceptado como uno de los instrumentos de convivencia mejor recibidos. Este ordenamiento no sólo es imperativo, sino también prometedor, ya que ofrece a quien lo cumpla lo mejor que puede ofrecerse: los dones de una larga, de una feliz vida. Cumplirlo trae consigo así doble satisfacción. Por eso los hijos con conciencia de la paternidad, que es sin duda una enorme responsabilidad que implica sinsabores, esfuerzos, sacrificios, lo cumplimos con agrado y con esperanza. Grande es la extensión que tiene la honra al padre: honrarlo no incluye nada más respetarlo, obedecerlo, admirarlo, amarlo, sino también verlo admirado, respetado, afamado, elevado al rango de ejemplo y distinguido como hijo predilecto de la tierra que lo vio nacer. Por esto verán qué grande, qué profunda es mi satisfacción en esta tarde venturosa para mi familia, en la que tenemos la alegría que no tiene medida de ver a nuestro padre destacado por quienes son sus compañeros en el viaje de la vida de este lugar risueño de Querétaro: Amealco, donde mi padre recibió el don de la vida el 3 de junio de 1904. Quienes formamos la familia Ruiz Rubio hemos sido formados por nuestro padre en el ejercicio de los mejores sentimientos, el más sobresaliente de los cuales es sin duda el de la gratitud. Por esa razón hoy deseo expresar una gratitud que no tiene límites, ni en su proporción ni en su duración. Nuestra gratitud es inmensa, nuestra gratitud es eterna.

Acta del Cabildo de Amealco en que se designa “Hijo Distinguido de Amealco” a Don Roberto Ruiz Obregón

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Esta ciudad de Amealco, a la que auguramos destinos muy altos, quedará permanentemente grabada en nuestro corazón y en nuestra mente, tanto porque aquí nació quien nos engendró, como porque esta ciudad ha sabido reconocer, en vida, los méritos de uno de sus hijos. La honra, señoras y señores de Amealco, es de quien la recibe, pero es aún mucho más de quien la da; hoy Amealco honra a nuestro padre, y con eso nos honra a todos los que formamos su familia, pero también se honra a sí, porque al exaltar los bienes que tiene uno de sus hijos se exalta a sí misma.” El acto estuvo presidido por el alcalde, Ángel Ugalde Sanabria, y recibió también la presencia de varios exalcaldes, además de todas las personas del pueblo que hacen posible la vida diaria en esta cabecera municipal. El nombre de Don Roberto Ruiz Obregón se asignó a partir de esta ceremonia al principal boulevard de la ciudad, símbolo de la gratitud de su pueblo con un hombre que ha sido generoso con Amealco a través de muchas décadas. Por nombrar otra de sus aportaciones a su pueblo querido, fue patrocinador de la remodelación del Panteón Municipal, donde descansan muchos de sus seres queridos, sus raíces y ascendencia.

30 de marzo de 1980: Laboratorio Paul Haydon Don Roberto Ruiz Obregón, en un acto de gran generosidad de espíritu, decidió honrar al señor Paul Haydon, quien en 1960 había donado la fórmula de los refrescos de sabores que se elaboran en Embotelladora La Victoria; así que se dio el nombre de este personaje al laboratorio de la empresa, donde se elaboran precisamente los jarabes que dan lugar a las deliciosas bebidas Victoria.

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1981-1990

G

racias al crecimiento sostenido de la planta de la ciudad de Querétaro y la excelente calidad de sus productos, veinte años después de su creación resultaba insuficiente en espacio, así que Don Roberto decidió extender su grupo empresarial hacia San Juan del Río, donde se inauguró el 5 de diciembre de 1980 Embotelladora de San Juan, S.A. de C.V., ubicada en Avenida Central sin número, en el Fraccionamiento Valle de Oro. El Gobernador Rafael Camacho Guzmán afirmó en la ceremonia inaugural: “Para que haya un desenvolvimiento sano y equilibrado en lo económico y lo social es necesario que exista un desarrollo industrial regulado y basado en el concepto del tripartidismo con una mejor fórmula de comunicación entre los tres elementos fundamentales: gobierno, trabajadores y empresa.” El mandatario queretano hizo también mención del dinamismo y empeño de “un distinguido industrial queretano, Don Roberto Ruiz Obregón”. La planta, que conllevó una inversión de 120 millones de pesos, dio trabajo, desde el comienzo, a cien trabajadores. Esta nueva planta permitió que la capacidad de producción del grupo alcanzara las 2,690 botellas por minuto; a dos años de haber iniciado operaciones, la empresa sanjuanense logró el récord de producción de 24,985 cajas diarias, producidas en dos turnos, y tan sólo cuatro años después de que inició su trabajo, alcanzó también un récord de ventas con un total de 473,608 cajas mensuales vendidas. Sin embargo, los compromisos de Grupo Fomento Queretano van más allá de los récords de venta y producción, y prueba

Una de las fotos favoritas de Don Roberto Embotelladora de San Juan 85


Visita a la Embotelladora de San Juan por Roberto Goizueta, Presidente Mundial de The Coca Cola Company, en 1985

de ello es el haber obtenido un reconocimiento al mejor índice de calidad de 1980 a 1984 ininterrumpidamente. Producción de Leche Araceli

Leche Araceli Uno de los intereses más notables de Don Roberto era contribuir a mejorar el nivel de nutrición de nuestro pueblo; por esa razón, a principios de la década de los setenta fundó una planta pasteurizadora de leche en la Ex-hacienda La Piedad, Villa del Marqués. Ese primer esfuerzo dio frutos durante un tiempo, pero sus actividades se suspendieron por diversos motivos para dar lugar a una remodelación total de la planta, con adquisición de maquinaria y equipo de la más alta tecnología, que a fines de los años ochenta permitió sacar nuevamente al mercado la leche “Araceli”.

1983: La educación rinde frutos La gran pasión de la vida de Don Roberto, la educación para todos, lo llevó a iniciar en 1980 la impartición de clases en Embotelladora La Victoria, que en 1983 ya contaba con ocho 86


personas cursando la primaria y 30 la secundaria; gracias a este esfuerzo, en 1983 el primer egresado de la secundaria abierta logró iniciar sus estudios de preparatoria en el ITESM Campus Querétaro gracias a una beca otorgada por la empresa.

1984: Se inicia el sistema de preventa Embotelladora La Victoria fue la primera planta de Coca-Cola en toda la República Mexicana en instalar el sistema de preventa con el que se iniciaron seis rutas de prueba que sirvieron como modelo para otras embotelladoras. Esta estrategia de venta, tan novedosa como eficiente, ha permitido incrementar la distribución de una manera exitosa.

1986: Preocupación por el medio ambiente Una de las contribuciones más notables de la labor industrial impulsada por Don Roberto fue su respeto por el equilibrio ecológico y su interés por la conservación del medio ambiente. Dado que el agua es una de sus materias primas más valiosas, en 1986 se instaló en Embotelladora San Juan el primer sistema de aguas residuales de la industria embotelladora de Coca-Cola en México.

14 de septiembre de 1987: Reconocimiento por la construcción de la escuela “Agustín Melgar” Nada hizo más feliz a Don Roberto que ver a los niños estudiando. Por esta razón construyó, equipó y ayudó a tantas escuelas de todos los niveles. El director general de los Servicios Coordinados de Educación, Serafín Domíguez Fernán, hizo entrega este día de una presea al industrial como agradecimiento por haber construido la Escuela Primaria Agustín Melgar. Lo mismo había hecho con la Escuela Juan Escutia y muchos otros planteles rurales y urbanos.

Roberto Ruiz Rubio frente a la placa conmemorativa de la construcción de la escuela “Agustín Melgar” 87


25 de septiembre de 1987: Reconocimiento de la iniciativa privada

Don Jesús Oviedo Avendaño hace entrega del reconocimiento

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Los industriales y empresarios queretanos, reunidos en un acto significativo, rindieron un homenaje al matrimonio formado por Don Roberto Ruiz Obregón y su esposa la Sra. Consuelo Rubio de Ruiz. En este acto, realizado en el Salón Fundadores del Club Campestre de Querétaro, se reconoció ampliamente su tenacidad para promover la creación e impulsar el desarrollo de numerosas agrupaciones empresariales y culturales del estado. Como invitado de honor asistió Mariano Palacios, Gobernador del Estado, acompañado por el presidente municipal, Manuel Cevallos Urueta. Don Jesús Oviedo Avendaño hizo entrega a Don Roberto de un pergamino que testimonia el agradecimiento de los empresarios queretanos por la importante contribución que ha hecho a los organismos empresariales y en general a la economía del estado. Antes de la ceremonia, Don Roberto, su familia y amigos, se reunieron a escuchar la misa oficiada por el Obispo de Querétaro, Alfonso Toriz Cobián, en la Catedral. Entre los organismos representados esa noche, figuran el Club de Leones de Querétaro, el Patronato “Previsión y Protección” del Cuerpo de Bomberos, la Cámara de la Industria de la Transformación, el Club de Industriales de Querétaro, Educación Superior del Centro, A.C., Unión Ganadera Regional de Querétaro, Asociación Holstein Freisain de México, Agricultores y Ganaderos Asociados de Querétaro, Unión de Productores de Leche de Querétaro, los bancos Serfín, Bancomer y Banco del Centro, de los que ha sido consejero. En esa ocasión, Jorge Gómez Eichelmann, quien habló a nombre de los empresarios queretanos, resumió el pensamiento de los


Visita del Lic. Francisco Betancourt, 1987

organizadores declarando que los señores Ruiz “son un ejemplo de vocación cumplida. Su vida enseña esencialmente que el saber no se improvisa y que sólo se llega a él tras largas y difíciles jornadas. Del Sr. Ruiz Obregón podemos afirmar que en el punto más alto de su carrera es hoy más que nunca espejo de los industriales mexicanos, pues como empresario su nombre encabeza un capítulo nuevo en el desarrollo de nuestra ciudad, ya que se situó por primera vez en la historia de Querétaro como un industrial reconocido a niveles nacionales e internacionales. Como miembro de esta comunidad merece plenamente el homenaje de sus conciudadanos, pues su vida ha sido siempre paradigma del más puro ejercicio de la caballerosidad y generosidad derivadas de su calidad humana y su larga vida entregada sin descanso a servir a su pueblo”.

Octubre de 1987: Homenaje de BANCOMER En octubre de 1987, BANCOMER rindió un homenaje a Don Roberto, quien en su calidad de consejero sirvió a esa institución desde el 12 de abril de 1965. La ceremonia fue presidida por el Sr. Mario A. Campuzano Perales, sub-director regional de la institución, quien afirmó: “Este empresario ejemplar no se ha concretado a hacer florecientes sus empresas, sino que ha buscado la unidad en todos los sentidos, principalmente de la gente que representa la fuerza del trabajo y servicio”. Ante otros consejeros, funcionarios y personas representantes de la sociedad queretana, el Sr. Campuzano añadió: “No se requiere conocer de toda la vida a una persona, para saber lo que se ha hecho en ella. Tampoco es necesario que sólo haga cosas extraordinarias, para hacerle un reconocimiento; sino que éste debe ser cuando las personas hacen todas las cosas extraordinariamente bien”. 89


A este homenaje, Don Roberto asistió acompañado de Doña Chelito y sus hijos. En su momento, hizo uso de la palabra y habló del valor de la amistad y el apoyo que a lo largo de toda su vida ha recibido de sus colaboradores y amigos. Esta fue una de las muchas ocasiones en que Don Roberto hizo patente, de manera pública y emocionada, su agradecimiento a todos aquellos que lo secundaron en proyectos de tipo comunitario, tales como la fundación del Club de Leones, el Club de Industriales y el Patronato de Bomberos Voluntarios. En la cena celebrada el 23 de octubre de 1987, los directivos de BANCOMER mostraron que la tradicional bonhomía de los banqueros se vuelve generosidad cuando agradecen, en acto que los honra, la sabiduría trasmitida por un hombre de empresa que funge como consejero de la institución. El Sr. Campuzano aclaró que las atinadas opiniones de Don Roberto “han coadyuvado al pujante desarrollo que tiene el banco año con año”. Por tal motivo, los hombres de la banca, en esta particular ocasión, convirtieron su agradecimiento en una placa que le entregaron deseándole larga vida. Y como si dicho obsequio simbólico tuviera de verdad el poder de inyectar vitalidad a la existencia, Don Roberto vivió plena y fructíferamente muchos años más. Fortalecido con el afecto de los queretanos y el reconocimiento a su labor, Don Roberto comentó finalmente que ofrecía redoblar esfuerzos para trabajar con empeño y constancia.

12 de diciembre de 1990: Muere Doña Consuelo Rubio de Ruiz La compañera de la vida de Don Roberto, la mujer virtuosa que él supo amar y respetar, su esposa Doña Consuelo Rubio de Ruiz, entregó su alma a Dios el 12 de diciembre de 1990. En medio del dolor que a su familia causó su pérdida, la fecha tan significativa para los mexicanos en que se dio su fallecimiento fue un consuelo, como su nombre, como las palabras y las obras de una mujer íntegra, pilar de una gran familia. Don Roberto supo serle fiel, en lo próspero y en lo adverso... como prometió hacerlo en su boda desde el fondo de su corazón. Ella era una persona llena de cualidades, que supo hacer de su casa un hogar, un remanso de paz para que el hombre cansado encontrara un refugio, para que el padre de familia conviviera con sus hijos y les hablara de los principios morales que guiaron su vida. Ambos habían sido una pareja inseparable, su amor sigue siendo una gran inspiración para sus descendientes. Quienes la conocieron bien a lo largo de su vida coinciden al afirmar que Doña Chelito fue siempre la misma persona, que no cambió en sentimientos, sencillez, amabilidad ni trato afable con los demás aunque las circunstancias de su vida cambiaran. Sus hijos consideran que “fue una mujer que nació para ser la compañera 90


de un hombre bueno y exitoso, que dedicó su vida a él y a formar a sus hijos. Se preocupaba, desde el amanecer, por atender a mi papá plenamente, hasta el momento en que él salía a su trabajo. Lo apoyó en todas sus decisiones, dejaba incluso lo que estuviera haciendo, sus pasatiempos más queridos, si él la necesitaba, para dedicarse por completo a él. Cuando él era todavía un trabajador de Ferrocarriles Nacionales, ella le llevaba al mediodía su comida en un portaviandas, a la hora precisa de su descanso, para que mi papá pudiera disfrutar sus alimentos calientes y preparados en casa. Cuando se iban a casar, se acostumbraba que la novia hiciera el ajuar completo de sí misma y también el del novio, y mi mamá se encontraba muy preocupada, porque quería confeccionarle la camisa y demás prendas con gran calidad y a su entero gusto”. El matrimonio Ruiz Rubio tuvo varios domicilios a lo largo de los años. La primera casa que habitaron estaba situada en la calle de Guerrero Norte, entre las calles de Morelos y Escobedo; se mudaron años después a Juárez Norte, entre Ribera del Río -hoy Universidad- y Escobedo. De ahí, a medida que crecía la familia, vivieron en otras casas, la primera de las cuales estaba situada en Guerrero, cerca del Jardín del mismo nombre. Luego pasaron a la casa donde nació Embotelladora La Victoria, en la Calle del Deleite Nº 12, que ahora lleva el nombre de Filomeno Mata. En 1948, se mudaron a la planta baja de la casa de Allende Sur 17, casi esquina con Pino Suárez; más tarde se mudaron a Hidalgo Nº 5, entre Allende y Juárez, una de las cuadras más elegantes y distinguidas del Centro Histórico. Más adelante, vivieron en la calle Hernán Cortés, Nº 2, hoy llamada Rómulo Bautista, a unos pasos de la Carretera Panamericana, hoy Avenida Constituyentes. Ahí vivían cuando los hijos comenzaron a radicar fuera con fines de estudio, y más tarde iniciaron sus propias familias, a partir de sus matrimonios respectivos.

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1991-2001

L

os años noventa fueron para Don Roberto el tiempo dorado de la cosecha. Tuvo una larga y fructífera vida, marcada por la entrega al trabajo, el amor y fidelidad a su mujer, el buen ejemplo y la palabra clara para sus hijos, la alegría de compartir los mejores momentos con los amigos, la capacidad de concebir grandes empresas, la posibilidad de llevarlas a cabo, el talento de convencer a otros de seguirlo en sus proyectos, el liderazgo empresarial, el humanismo indispensable para entender cuál es la necesidad más importante en el desarrollo social. Décadas enteras de dedicación hasta ver hechos realidad sus sueños. Por eso, lo que él llamó “el atardecer de mi vida”, los últimos años del siglo, fueron pródigos en homenajes y reconocimientos a su espléndida labor. También fue la década del crecimiento más vertiginoso de sus empresas, su consolidación como grupo industrial.

17 de julio de 1991: Ceremonia de colocación de la primera piedra del Club de Industriales Uno de los caros anhelos de Don Roberto comenzó a hacerse realidad en este año: se inició la construcción del Club de Industriales, uno de los esfuerzos más grandes de Don Roberto, quien estuvo presente en su calidad de Presidente Honorario. El invitado de honor fue el Gobernador Mariano Palacios Alcocer; el Presidente del Club, Roberto Ruiz Rubio, encabezó el acto, donde se encontraban también consejeros y socios.

Instalaciones de Servicios del Centro 93


1991: Refrescos Victoria del Centro En la vida de Don Roberto como industrial, al comenzar las últimas décadas iniciaba una nueva planta. En este año, le tocó el turno a una empresa embotelladora llamada Refrescos Victoria del Centro, S.A. de C.V., localizada en la Avenida 5 de Febrero Nº 1057 de la ciudad de Querétaro, que por sus instalaciones, maquinaria y equipo fue considerada la más moderna de América Latina. Gracias a su capacidad, se aumentó la capacidad de producción a 3,750 botellas por minuto.

Finales de 1991: “Empresario del Año de la Ciudad de Santiago de Querétaro”. La Canacintra, organismo cuyo capítulo en Querétaro fue fundado por Don Roberto, quien fungió como su primer presidente y asumió esta posición una vez más luego de algunos años, rindió un homenaje al industrial honesto y trabajador, con la presencia de honor del Gobernador queretano Enrique Burgos García.

1991-1993: Reconocimientos a la excelencia El trabajo sostenido y eficiente permitió al Grupo haber obtenido en 1991 el primer lugar de Crecimiento en Ventas a nivel nacional, y el Primer Lugar de Calidad en 1992 y 1993. Esto permitió que en 1992 naciera una nueva empresa: Industrias Plásticas Victoria, que provee de insumos al grupo, tales como envases, tapas y cajas. Por otra parte, en esta década se logró tener una red de unidades de reparto formada por 250 vehículos, y a partir de 1991 la mayor parte de ellos son los más modernos del mercado. Desde 1993 se cuenta además con seis vehículos ecológicos, respetuosos del medio ambiente, que atienden el reparto en el centro histórico de la ciudad de Querétaro. También en 1993 se inauguró el Centro de Atención al Consumidor, que brinda respuesta inmediata a cualquier problema o duda que tenga el cliente.

Refrescos Victoria del Centro

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1993: Asume la presidencia de Educación Superior del Centro, A.C. El 17 de septiembre de 1993 murió Don Jesús Oviedo Avendaño, uno de los compañeros más entrañables de Don Roberto, con quien había compartido la fundación de diversos organismos de beneficio comunitario, entre ellos ESCAC, el patronato que auspicia al Campus Querétaro del Tecnológico de Monterrey. Todavía afectado por el dolor de haber perdido a su amigo de tantos años, el 22 de octubre Don Roberto asumió la presidencia de la asociación. Se dedicó entonces a lograr una modificación de los estatutos, con el fin de “adecuarlos a los nuevos tiempos”. En la asamblea del 15 de febrero de 1994 propuso crear una comisión especial encargada de diseñar y operar una campaña financiera destinada a obtener los recursos necesarios para la construcción del Gimnasio-Auditorio y otros proyectos. Como resultado de esta iniciativa se echó a andar la campaña financiera denominada ‘Educando para el Futuro’ y se integraron las comisiones respectivas. Mientras tanto, el programa de becas del Fideicomiso Consuelo Rubio de Ruiz seguía adelante, dando apoyo a decenas de estudiantes cada semestre. Don Roberto gozaba intensamente las ceremonias de graduación, a las que asistía con ánimo feliz, sabiendo que puso su grano de arena en la construcción de un México mejor; él, que llegó al tercer año de la educación primaria, él, que hubiera querido ser ingeniero, él, que con una inteligencia extraordinaria llegó a construir un grupo industrial exitoso y fuerte, se conmovía cada vez que veía salir las nuevas generaciones de la escuela preparatoria o del nivel profesional; se emocionaba por saber que al tenderles la mano logró hacer realidad un sueño compartido por los estudiantes y sus familias.

En el ITESM, Campus Querétaro,1994

1993: Canacintra León le rinde homenaje En este año, la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, en su sede correspondiente a la ciudad de León, Guanajuato, le hizo entrega de un reconocimiento por ser uno de los industriales más destacados de la región.

1994: Nuevo edificio, nueva maquinaria Servicios del Centro, el corporativo del Grupo, inauguró sus oficinas instaladas en un moderno edificio en la calle de Epigmenio 95


González, con el fin de facilitar a los empleados y directivos corporativos una mejor comunicación, en un ambiente funcional que permite desarrollar mejor su trabajo. Por otra parte, en ese año se adquirió la maquinaria de embotellado Krones, que se instaló en Refrescos Victoria del Centro; esta máquina, con tecnología de punta, logra mil botellas por minuto. Un año después, en Embotelladora de San Juan, se inició el trabajo de una línea enlatadora con capacidad de mil latas por minuto y otra para botellas pet no retornable, de cuatrocientas botellas por minuto, que permitieron alcanzar un nuevo récord: 6 mil botellas por minuto, sumando la producción de todas las plantas. La venta al público también se diversificó, con 17 distribuidores a lo largo del estado, seis agencias y dos depósitos para venta al público. Como un apoyo a las estrategias de liderazgo comercial de la empresa, en 1993 se inició un programa de mercadeo directo y en 1994 se fundó el Club Mercadeo, con lo que se incrementó sensiblemente la presencia de la marca, directamente en el punto de venta. También en abril de 1994 se volvió a poner a la venta la leche Araceli en las ciudades de Querétaro y San Juan del Río; este producto, leche ultrapasteurizada, se vende en envase tetra brik aseptic de un litro; la planta fue remodelada y ampliada para tener las instalaciones más modernas de su tipo, con la mejor materia prima: leche de los establos que cumplen con altos niveles de calidad, entre los que se destaca la propia Granja Araceli. Cada litro, una vez procesado, puede tener una vida de almacén de tres meses sin refrigerar, ofreciendo así grandes beneficios a las amas de casa.

Industrias Plásticas Victoria

13 de mayo de 1994: Estímulo al deporte En diversas ocasiones, Don Roberto ha apoyado a los deportistas queretanos. No sólo ayuda a los trabajadores de sus empresas que dedican parte de su tiempo libre al futbol y otras disciplinas; también a los estudiantes de todos los niveles que le piden su aportación para viajes a torneos, construcción de canchas, equipamiento y otros requerimientos. En esta ocasión, Francisco Maciel, director general del INDEREQ, agradeció públicamente el haber donado los uniformes de más de 400 deportistas que representaron al estado en los eventos na96


cionales. Dos atletas, en nombre de sus compañeros, le hicieron entrega en esta ocasión de un reconocimiento como muestra de su respeto y afecto, por su apoyo desinteresado y constante.

Aportación al Museo de Arte de Querétaro En el imponente claustro de San Agustín, se ubica uno de los museos más bellos de la nación, cuya Asociación de Amigos tuvo como presidente fundador a Roberto Ruiz Rubio. Una de las colaboraciones de Don Roberto a este magnífico inmueble fue la adquisición de una malla especial para que las aves no penetren a su espacio, dado que sus desechos son dañinos para la cantería, que es considerada por sus relieves como la obra barroca agustina más importante de América.

2 de junio de 1994: Se impone su nombre a una calle en la ciudad de Querétaro, a un lado del Campus Querétaro del ITESM Don Roberto fue un gran queretano. Generoso y cordial, se entregó con pasión a multitud de proyectos de beneficio para su ciudad, a lo largo de una vida prolífica y abundante en bendiciones. Querétaro, a su vez, supo ejercer la gratitud, virtud de las ciudades más amables y bellas del mundo. Por esta razón, pueblo y gobierno del municipio de Querétaro le ofrecieron un homenaje de extraordinario valor: llamar con su nombre una calle, cercana a dos de sus más grandes afectos: el Campus Querétaro del ITESM y las oficinas de Grupo Fomento Queretano, el corporativo de sus industrias y empresas. El alcalde de la ciudad, Alfonso Ballesteros Negrete, comentó en el momento de develar la placa que marca su calle, que “Don Roberto Ruiz Obregón es un símbolo del progreso en Querétaro y un empresario nacionalista comprometido en toda su vida con el destino de la nación, particularmente en los momentos difíciles que vive el país, producto de la violencia”. Manuel Herrera Villegas, secretario del Ayuntamiento de Querétaro, dio formalmente lectura al Acuerdo de Cabildo por el cual se determinó que la calle que antes se conocía como Henry Ford, se renombrara como Roberto Ruiz Obregón. Emocionado, el homenajeado recibió el documento alusivo de manos del presidente municipal. La develación de la placa correspondió al Gobernador Enrique Burgos, que en esa especial ocasión estaba acompañado de su esposa Yolanda. Por supuesto, como siempre en los momentos trascendentales, al lado de Don Roberto estaban todos sus hijos, hijos políticos, nietos, los empleados de mayor trayectoria y sus grandes amigos. 97


El Lic. Enrique Burgos García, Gobernador de Querétaro, devela la placa de la calle Roberto Ruiz Obregón

También se encontraban representantes de organismos fundados o apoyados por Don Roberto, tales como el ITESM Campus Querétaro, el Club de Leones de Querétaro, el Club de Industriales, el H. Cuerpo de Bomberos y el Club Rotario. El presidente municipal tuvo a su cargo el discurso principal, en el que habló de los principales momentos de la vida y obra de Don Roberto: “...su vida está ligada a una marca, que expresa la filosofía de su vida.” “Por este sentimiento de raigambre e identidad hacia su lugar de origen le decimos muchas gracias. El resultado de su esfuerzo quiso usted compartirlo en forma generosa con el desarrollo de nuestra entidad, fue dejando o depositando su contribución en los ámbitos que constituyen: la educación, la acción social, el deporte, la salud y el medio ambiente y aquí quisiera expresarle que usted lo aplicó con intuición y sabiduría”. “Queretanos como usted, que saben conjugar el yo con el nosotros y lo mío con lo nuestro. Por ello, Don Roberto, reciba usted el título de queretano distinguido y la dignidad de hombre en la más amplia y universal acepción de la palabra”. Además de realizar el acto profundamente significativo en la calle que lleva su nombre, y que se programó para celebrar el cumpleaños número 94 de este gran hombre, se llevó a cabo otra ceremonia, en el Palacio Conín, presidida por el Gobernador y en la que estuvieron presentes los miembros de su gabinete, organizaciones empresariales, sociales y políticas. Hombres y mujeres queretanos se unieron a este homenaje en el que se habló de la trayectoria de Don Roberto y se agradeció la constante ayuda que prestó a lo largo de tantos años en beneficio de Querétaro.

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1995: Salón de conferencias Roberto Ruiz Obregón En uno de sus organismos más queridos, el Club de Industriales de Querétaro, recibió Don Roberto el reconocimiento de sus compañeros empresarios cuando fue nombrado en su honor uno de los primeros espacios construidos en la sede del Club, el salón de conferencias. Esta fue ocasión de recordar, una vez más, los valores que han sido el fundamento de esta asociación fundada por Don Roberto, y que son el reflejo de su propia filosofía personal: integridad moral y social de los miembros, reconocimiento y respeto a la sociedad, respeto a las leyes, amistad y solidaridad entre sus amigos, propiciar el bien común, respeto a la dignidad de la persona, respeto al núcleo familiar y excelencia en los servicios y eventos.

15 de marzo de 1995: Deja la presidencia de ESCAC Por razones de salud, Don Roberto se vio precisado a renunciar a la presidencia de ESCAC, la institución que auspicia al Campus Querétaro del Tecnológico de Monterrey. Debido a problemas de salud, su carta fue leída en asamblea por su hijo Roberto Ruiz Rubio. Como respuesta, los miembros de Educación Superior del Centro, A.C., propusieron que Don Roberto fuera nombrado Presidente Honorario Vitalicio, en reconocimiento a su extraordinaria labor desarrollada en favor del Campus Querétaro desde el inicio de la asociación. La propuesta fue aprobada por aclamación. El 24 de marzo de 1995 fue elegido Presidente el Ing. Federico Ruiz Rubio, quien continuó con la labor de su padre con renovadas energías y gran compromiso.

Biblioteca Roberto Ruiz Obregón en la UAQ 99


26 de noviembre de 1995: Desfile conmemorativo Don Roberto quiso compartir su júbilo con las familias queretanas, celebrando sus cincuenta años como embotellador de CocaCola. Medio siglo. Toda una vida. Eso es lo que festejaba, con la satisfacción dibujada en el rostro, Don Roberto Ruiz el domingo 26 de noviembre de 1995, mientras veía pasar los carros alegóricos del majestuoso desfile con que se celebraban sus primeros cincuenta años como embotellador de Coca-Cola. Como recordamos, en el año de 1937, de visita en la ciudad de México en compañía de su padre, Don Roberto probó la Coca-Cola por vez primera. Su olfato desarrollado como productor de refrescos desde 1912, su visión empresarial y la calidad del producto le hicieron anhelar convertirse en embotellador de esa bebida deliciosa y refrescante de color oscuro y sabor dulce; más adelante consiguió hacerse de la distribución local, y fue en 1945 cuando logró su meta: la empresa internacional le autorizaba a producir y envasar el refresco que habría de ser identificado como uno de los iconos más significativos del siglo. El desfile conmemorativo reunió a más de 45 mil personas, familias enteras que disfrutaban no sólo de la bebida sino del espléndido espectáculo montado para su deleite: primero que nada el emblema de la embotelladora, seguida por las banderas de todos los países donde tiene distribución. Luego pasaron los jóvenes trabajadores de Fomento Queretano, vestidos de rojo y blanco, con globos en las manos para repartir a chicos y grandes. Más adelante, con una coordinación exacta, desfilaron gimnastas, porristas, una botella gigantesca de Coca-Cola y una lata inmensa, mientras personal de la empresa recorría la calle soltando a su paso globos metálicos en blanco y rojo que daban al evento un toque especial y se perdían en el aire con destellos de colores. Payasos y bastoneras hicieron su número, y un enorme pastel con la frase “Felicidades Don Roberto” pasó frente al palco de honor para abrirse como una sorpresa y liberar una parvada de palomas blancas. Otros carros simbolizaban las empresas del Grupo, como la embotelladora de Agua Victoria y los productos Araceli, cuyo carro llevaba un camión de redilas con una vaca que daba de comer a su becerrito. En los carros alegóricos, estaba presente la vieja máquina de embotellar el refresco, que llevaba como fondo la réplica de los arcos queretanos; luego desfiló Don Juan Chávez, decano de

Don Roberto en el festejo de 50 aniversario

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los trabajadores, y el carro de la Coca-Cola del futuro, donde viajaban los hijos de los actuales trabajadores, que serán los ejecutivos del mañana. Carros eléctricos para evitar la contaminación pasearon a la par que el carrito más antiguo, de 1922. La alegría de la Estudiantina de la Universidad contagió a los asistentes, y otros grupos musicales como la Banda del Estado y el Mariachi Los Palmeros iban dejando una estela de emociones que prepararon a la gente para ver las bastoneras, mojigangas, zanqueros, grupos de danzantes y carros como el que transportaba un enorme árbol de Navidad con las figuras que internacionalmente se identifican con Coca-Cola. Hubo también una colección de carros clásicos, donde se presentaron las reinas de las instituciones educativas y sociales, para finalmente desfilar el grupo juvenil “Vaselina”, que llenó de entusiasmo a los miles de adolescentes que esperaban su presencia y se encontraban apostados a lo largo de la avenida Corregidora.

28 de noviembre de 1995: El presidente mundial de The Coca-Cola Company le entrega un reconocimiento en su 50 Aniversario como embotellador Apenas dos días después del magno desfile, Don Roberto fue homenajeado también en la sede mundial de Coca-Cola, en Atlanta, Georgia, Estados Unidos, en una ceremonia encabezada por Roberto Goizueta, presidente mundial de Coca-Cola Company, quien profesaba un especial afecto por Don Roberto. El Grupo Latinoamericano de la Compañía organizó una recepción y cena de gala en su honor para celebrar este jubileo de oro. La cita, a la que se

Roberto Goizueta, Presidente Mundial de The Coca Cola Company, entrega a Don Roberto el reconocimiento 101


convocó por medio de elegantes invitaciones, tuvo lugar a las seis treinta de la tarde, en el Centro de Recepciones de la gran corporación internacional.

14 de diciembre de 1995: El Consejo Universitario de la UAQ, en sesión solemne, le entrega un reconocimiento por “el apoyo incondicional que ha brindado a la educación” Un pergamino, símbolo ancestral de la sabiduría humana, material en el que se han conservado, a través de los siglos, leyes, decretos, estudios filosóficos y grandes tratados sobre humanismo, fue entregado a Don Roberto Ruiz Obregón el 14 de diciembre de 1995 por los miembros del Consejo Universitario de la UAQ en una digna y emotiva sesión extraordinaria. Este documento, junto con una medalla de plata, le fue dado a este gran benefactor en la Sala Fernando Díaz Ramírez en presencia del Rector de la UAQ, Alfredo Zepeda Garrido, y el exgobernador Octavio S. Mondragón, fundador de la UAQ, gran amigo de toda la vida de Don Roberto y compañero de muchos proyectos educativos y de desarrollo, como el Premio Alejandrina, iniciativa de Don Octavio que ha sido ampliamente respaldada por Don Roberto y se entrega cada año a los mejores científicos, investigadores y creadores artísticos que tiene Querétaro. En esta ocasión, el mensaje que escribió Don Roberto fue leído por su primogénito, decía que: “El desarrollo se cifra en la educación y el éxito se logra a base del conocimiento. A los egresados de la Universidad, les pido desarrollar su mejor esfuerzo, pues en tiempos de crisis sólo así encontrarán las mejores expectativas y oportunidades de realizar lo aprendido”. A los alumnos y académicos, les pidió “ser prudentes y actuar conforme a sus buenos principios, y hacer de su vida una obra de arte. El éxito está en ustedes, y en sus manos está hacerlo florecer o que se apague”. Don Roberto ha sido uno de los pilares que sostienen desde la sociedad civil al alma mater de los queretanos. Desde hace muchos años, ha sido padrino de diversas generaciones de profesionistas; su empresa patrocina ferias, bailes, congresos y toda clase de actividades académicas y sociales organizadas por los estudiantes. Hace muchos años ayudó al equipamiento de la imprenta y también del centro de cómputo.

25 de enero de 1996: Se impone su nombre a un plantel del CONALEP El jueves 25 de enero de 1996 amaneció con el frío característico del invierno queretano. La neblina baja del Cerro del Cimata102


Antonio Argüelles Díaz en la Inauguración del CONALEP Roberto Ruiz Obregón en la ciudad de Querétaro

rio, el viento cala los huesos, los niños se abrigan para enfrentar la inclemencia en el camino a la escuela. En medio de esta frialdad, un rayo de sol asoma para iluminar el Plantel Querétaro del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, en adelante denominado “CONALEP Roberto Ruiz Obregón”. En esa mañana se reunieron empresarios, líderes sociales y políticos, funcionarios públicos municipales, estatales y federales para rendir homenaje a este gran industrial, con la presencia notable del Gobernador del Estado, Enrique Burgos García, quien declaró que Don Roberto “obtuvo un reconocimiento ganado a pulso, pues es un hombre de trabajo, honesto y comprometido con la educación y con Querétaro”. Narra la nota periodística publicada por Noticias que Roberto Ruiz Rubio, visiblemente emocionado, fue quien con voz entrecortada dio lectura al mensaje de su padre. Dijo: “mi apoyo a la educación ha sido siempre desinteresado y sin esperar nada a cambio, obedeciendo a mi convicción personal de que con ello estaba ayudando en mínima parte a forjar un México mejor”. Don Roberto, acompañado también por Antonio Argüelles Díaz, director general del CONALEP, así como de sus familiares, escuchó su propio mensaje en la voz de su hijo, en el que señala que “la educación es la base fundamental en el desarrollo económico, social y político de las naciones, pues propicia el desarrollo, equilibra desajustes sociales y dignifica la vida del hombre”. “En los umbrales del siglo XXI, para actuar exitosamente en la comunidad internacional, México enfrenta una profunda transformación que le obliga a prestar una mayor atención a la educación”. “La sociedad mexicana participa en una nueva etapa del crecimiento mundial, caracterizada por un sistema de economía abier103


ta, con la integración de grandes grupos económicos, cuya actividad productiva se basa en los avances científicos y tecnológicos”. “La base para la reforma social estructural que traiga como consecuencia una sociedad mexicana preparada para incursionar en un mundo de globalización, debe ser asentada en un sistema educativo más competitivo y productivo. La educación, como proceso de transformación social, debe proporcionar los instrumentos para formar ciudadanos competitivos dentro de la economía nacional, como prerrequisito fundamental para lograr la competencia a nivel internacional”. “La formación para la competitividad debe partir de la condición básica de que no se puede hablar de un desarrollo uniforme para todas las naciones, ni para su interior. Debe tenerse presente la dinámica de cada sociedad y su legado cultural, para la conformación de estrategias de desarrollo individual y colectivo”. Con estos conceptos y otros que los complementan, Don Roberto sentaría la pauta para que las instituciones educativas de Querétaro se preparen para enfrentar los retos que trae consigo el cambio de siglo, la llegada de un momento intensamente marcado por la cibernética, las grandes preocupaciones humanas sobre la ecología, la conformación de las sociedades que se avecinan, la alta tecnología y la globalización. En esa ocasión, el director del plantel, Manuel Redondo, habló del surgimiento en 1980 de este centro de estudios, con dos carreras y 196 alumnos, para llegar a 1996 con más de mil estudiantes y un abanico formativo que satisface ampliamente las expectativas de la región. El secretario de Educación, Arturo Proal de la Isla, comentó que éste fue un digno reconocimiento en vida a quien “con su ejemplo arrastra”.

29 de enero de 1996: Se devela un busto suyo en la “Rotonda de los Benefactores” de la UAQ. Creación del Fideicomiso Fomento Universidad Con una aportación inicial de dos millones de pesos, Don Roberto Ruiz Obregón promovió la creación del Fideicomiso Fomento Universidad, con el fin de apoyar las tareas sustantivas de la máxima casa de estudios queretana. En esa ocasión, el Rector, Alfredo Zepeda Garrido, pronunció un discurso en el que equiparó la labor y legado de Don Roberto con los de otros grandes benefactores de la educación a lo largo de la historia de Querétaro. De ese texto entresacamos los siguientes párrafos: “Generar oportunidades para Querétaro, que ha mostrado el talento y la productividad de los queretanos y que a la vez ha puesto ejemplo de compromiso para su estado y con su nación, es lo que ha hecho Don Roberto Ruiz Obregón. 104


La Universidad reconoce en él a un benefactor que no solamente ha apoyado la educación en nuestra entidad, sino también diversas instituciones de beneficencia, algunas del área de la salud. Ella reconoce, en similitud con otros personajes de nuestra historia, esas virtudes y esos valores que permitieron que un día el doctor Diego de Barrientos de Rivera acogiese como propia la expectativa de crear un colegio que se vino a llamar Colegio de San Ignacio de Loyola, un colegio jesuita, que en ese año de 1625 contó con el donativo de los primeros 30 mil pesos, que hicieron posible su realización. Es ese edificio que hoy se encuentra en la calle 16 de Septiembre, en el centro de nuestra ciudad, ese edificio que antes albergara al colegio jesuita y luego a toda nuestra universidad. Hoy sigue siendo un abrigo para el conocimiento, para la enseñanza, para la investigación, a través de las actividades académicas que ahí se llevan a cabo.” Más adelante, el Rector Zepeda hizo alusión a las virtudes de los benefactores queretanos: “Diego de Barrientos y su esposa son ilustres personajes de nuestra historia porque fueron no sólo personas capaces de generar riqueza, sino que tuvieron la nobleza y visión de poder heredar a nuestra sociedad, que por cientos de años ha aprovechado ese beneficio. Ellos nos heredaron uno de los mejores patrimonios: la inversión en la educación. Una visión tan profunda es digna de reconocimiento en personajes como el doctor De Barrientos y su esposa, que también tuvo a bien otorgar como legado sus joyas más preciadas de familia y sus haciendas, para manutención del colegio. Luego de este gesto tan notable, no extraña algún personaje con cualidades afines, como las de Don Roberto Ruiz, que hoy recibimos aquí”. Alfredo Zepeda aclaró, en las siguientes frases, que Don Diego de Barrientos fue rector de la Real y Pontificia Universidad de México, y lo señala como quien sentara el paradigma que más tarde siguieran hombres como Juan Caballero y Osio, de la época virreinal, hasta Bernardo Quintana, visionario constructor cuya obra se centra a la mitad del siglo XX. Asimismo, menciona a otro gran amigo de Don Roberto: Don Gonzalo Río Arronte, y concluyó diciendo: “A Don Roberto Ruiz Obregón y a su familia les hacemos extensivo este reconocimiento. Sin duda han de tener los valores que Don Roberto les ha inculcado: garantía y certeza de que en Querétaro habrá más generaciones que guarden para la propia comunidad y para la posteridad la herencia mayor de saber dar. Vaya nuestro reconocimiento a Don Roberto y a toda su familia. Muchas felicidades y nuestra gratitud eterna”.

Busto de Don Roberto en la UAQ

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A este discurso dio respuesta la Lic. Guadalupe Ruiz Rubio, en su carácter de egresada de la Universidad Autónoma de Querétaro.

29 de enero de 1997: ESCAC le entrega un reconocimiento por su “labor y apoyo” En la mañana del 29 de enero, en el Campus Querétaro y contando con la presencia del Rector del Sistema, Dr. Rafael Rangel Sostmann, fue reinaugurada la Biblioteca Roberto Ruiz Obregón, que acababa de ser ampliada físicamente y enriquecida con miles de títulos. Entre estos libros se encontraba el fondo bibliográfico “Porfirio Martínez Peñaloza” de casi diez mil volúmenes, especializado en humanidades y literatura, donado por Don Roberto. El Rector Rangel dejó constancia de que “estos dos empresarios queretanos hicieron posible replicar aquí la excelencia académica del Tecnológico de Monterrey. Creyeron firmemente en la respuesta de la iniciativa privada y el apoyo gubernamental. Su visión para la formación de los jóvenes en su momento cubrió expectativas que hoy están satisfechas”. Por la noche, en la Sala Roberto Ruiz Obregón del Club de Industriales, en solemne ceremonia, los miembros del organismo que auspicia las labores del ITESM Campus Querétaro rindieron un homenaje a los fundadores del mismo, Don Jesús Oviedo Avendaño† y Don Roberto Ruiz Obregón. El Gobernador Enrique Burgos, invitado especial a este acto, declaró que ambos benefactores “hombres de su tiempo, supieron imaginar un desarrollo armónico para nuestra entidad, que requiere de hombres visionarios y comprometidos con el engrandecimiento de la sociedad en que viven. Durante mucho tiempo se convirtieron en promotores de la educación y la cultura, que siempre comprendieron como una cuestión integral, que permite a los pueblos del mundo avanzar rumbo a un desarrollo cada vez mejor”. El Presidente de ESCAC, Federico Ruiz Rubio, en su intervención se refirió a la necesidad de elevar la calidad de la educación con la participación de todos los sectores de la sociedad para contribuir al desarrollo que reclama Querétaro. Recalcó que el gobierno no es el único responsable de la educación, por ello conminó a los representantes de la industria “a contribuir activamente con el desarrollo de la educación, porque ésa es una forma de hacer algo por nuestra tierra. No hay que olvidar que la educación propicia el desarrollo social y hace más productivos a los hombres, porque les da herramientas y posibilidades de actuar ante un mundo cada vez más complejo. Es importante que las instituciones educativas que quieran alcanzar máximos niveles de calidad, revisen a fondo sus programas y contenidos académicos para adecuarlos a la realidad que requiere el país, pues en estos últimos 106


años la masificación ha propiciado la baja calidad de los sistemas educativos”.

27 de junio de 1997: Se impone su nombre a una escuela primaria de Colón, Qro. “La vida de Don Roberto es una alegoría cuyos comentarios son sus propias obras. Enhorabuena que haya mexicanos de esa dimensión, de esos estamos urgidos, hombres que tengan fe en su patria” dijo el Gobernador Enrique Burgos en una emotiva ceremonia donde se encontraban presentes las autoridades del municipio, además de funcionarios estatales, federales y profesores, padres de familia y estudiantes de esta escuela.

Placa inaugural de la Escuela Primaria Roberto Ruiz Obregón

Agosto de 1997: Se devela una estatua en su honor Amealco, la tierra natal de Don Roberto, ofreció uno más de los homenajes en honor de su hijo predilecto, y en esta ocasión se entregó una escultura que lo muestra de cuerpo entero, como dando la bienvenida al visitante, siendo un ejemplo de lo que el amealcense puede llegar con tesón y entrega.

Homenaje en Amealco: 25 de agosto de 1997

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5 de septiembre de 1997: Premio Eugenio Garza Sada Como un homenaje al gran industrial regiomontano Eugenio Garza Sada, fundador del Tecnológico de Monterrey, este organismo de educación superior, el más importante en América Latina, creó un premio con su nombre para honrar a personas cuya labor haya transformado su entorno para beneficio de su patria. El galardón tiene una resonancia nacional, y cada año se inscriben a varios candidatos propuestos por instituciones de amplio reconocimiento. Se trata de hombres de trayectoria intachable, probada vocación de servicio y gran sentido humanista; sus candidaturas proceden de todos los rincones de la nación. En la convocatoria del premio, el ITESM invitó a “las instituciones de investigación, agrupaciones profesionales, asociaciones civiles, organismos intermedios, empresas, instituciones educativas y entidades gubernamentales del país o extranjeras a presentar candidatos”. El objetivo del premio, especifica, “es destacar las acciones realizadas en México por personas e instituciones mexicanas o extranjeras que coadyuven al bienestar de la comunidad a través del desarrollo, mejoramiento y promoción de la capacidad productiva de nuestros recursos físicos y humanos”. El ITESM crea el premio para perpetuar la memoria de Don Eugenio, “inspirado en los valores que de manera preponderante guiaron el actuar de este preclaro mexicano. Su entrega al trabajo, al esfuerzo creador y su afán por la promoción y el desarrollo económico y social de México, dejaron huella que sirve de ejemplo a las nuevas generaciones”. El 5 de septiembre de 1997, esta distinción se otorgó a Don Roberto Ruiz Obregón. En el número 27 de la revista integratec, órgano oficial del Sistema ITESM, se publica una semblanza de Don Roberto bajo el título “Reflejo de una profunda conciencia social”, y en el subtítulo se le reconoce como “fundador del ITESM, Campus Querétaro” y se describe que este premio es otorgado “tras 50 años de fomentar la educación y la economía de su estado”. El ganador del premio sintetizó para esta publicación los conceptos que avalan su interés en este rubro: “La educación es un proceso que abarca la totalidad de la vida, de sus momentos, y debe abarcar la totalidad de las personas y las sociedades. Esto nos obliga a pasar de una visión educativa excluyente, centrada fundamentalmente en la escuela, a la búsqueda de nuevos caminos educativos en donde no dejemos a nadie sin las herramientas necesarias para hacerse dueño de su propio futuro”. El artículo habla del espíritu de intenso humanismo y profunda conciencia social del empresario queretano más importante del siglo, y ofrece una breve semblanza biográfica, donde destaca la serie de apoyos que ha brindado a cientos de estudiantes a través del sistema de becas fundado por él hace más de treinta años, 108


canalizado en gran parte al Fideicomiso Consuelo Rubio de Ruiz, que apoya a alumnos que deseen estudiar en el ITESM, Campus Querétaro. Al otorgársele la medalla “Eugenio Garza Sada”, se le reconoce también la fundación de la biblioteca del Campus Querétaro, que lleva su nombre, y que en años recientes recibió de Don Roberto la donación de la colección “Porfirio Martínez Peñaloza”, con 9,460 volúmenes. En 1998, fecha de la publicación de este número de integratec, Don Roberto sostenía la operación de tres primarias, tres secundarias, dos centros de alfabetización, además de un programa de becas a estudiantes de escasos recursos; además, a él se debió la fundación del Centro de Educación Especial para niños con habilidades diferentes. El Comité Directivo de este premio estuvo compuesto por los señores Eugenio Garza Lagüera, Alberto Galván Rodríguez, Alfonso Garza Garza, Eva Garza Gonda de Fernández, Consuelo Garza Lagüera de Garza, Gabriel Garza Rangel, Gilberto de J. Lozano González, Noel Orozco López, Ramón de la Peña Manrique, Rafael Rangel Sostmann, Othón Ruiz Montemayor, Carlos Salazar Lomelín y Eliseo Vázquez Orozco. Don Roberto agradeció cordialmente este premio y en significativa ceremonia declaró: “En el atardecer de mi vida, hoy cumplo una de mis máximas ilusiones: poner mis pies en estas queridas instalaciones educativas y, en un acto público, hacer un sencillo reconocimiento a uno de los grandes hombres que ha dado nuestro país, Don Eugenio Garza Sada”. Con respecto al valor de la sabiduría, virtud que acompaña las vidas largas y fértiles, Don Roberto declaró en esa ocasión: “El saber no se improvisa; sólo se llega a él tras largas y difíciles jornadas”.

23 de enero de 1998: Se impone su nombre a la Biblioteca Central de la UAQ Como un reconocimiento y acto de gratitud por el magnífico apoyo ofrecido por Don Roberto Ruiz Obregón a la Universidad Autónoma de Querétaro, el viernes 23 de enero de 1998 se impuso su nombre a la Biblioteca Central de la máxima casa de estudios. En esa feliz ocasión, el Gobernador del Estado, Ignacio Loyola Vera, declaró que “Don Roberto Ruiz Obregón es un mexicano ejemplar, que siempre ha invertido en Querétaro y ha demostrado ser una persona comprometida con este estado y con México”. En el acto protocolario se encontraban presentes los miembros más prominentes de la comunidad universitaria, presidida por el Ing. Alfredo Zepeda Garrido, rector de la UAQ, además de funcionarios de los tres niveles de gobierno y un grupo representativo de la sociedad civil. 109


Acompañado de sus hijos, Don Roberto asistió a la develación de la placa que designa el nombre de la biblioteca más importante de la universidad de los queretanos, y escuchó las palabras del Gobernador Ignacio Loyola que dijo: “Los verdaderos hombres están en los libros, pero también están en la vida cotidiana, en el esfuerzo constante y en el trabajo, aquí en Querétaro”, haciendo alusión a la constancia, fuerza y entrega que el homenajeado ha mostrado a través de las décadas para beneficio de su ciudad y su estado. El Ing. Ignacio Loyola Vera, Gobernador del Estado, atestigua el develado de la placa

14 de agosto de 1998: Homenaje en el Conalep En emotiva ceremonia, el Conalep (Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica), develó un busto en honor de Don Roberto, uno de sus benefactores más cercanos, uno de los pilares de su desarrollo. En esa ocasión, el Lic. Omar Saavedra Boddy, representante regional Guanajuato-Querétaro de dicha institución, leyó una semblanza biográfica de Don Roberto en la que hizo énfasis en sus aportaciones a la educación. Finaliza el texto del Lic. Saavedra diciendo: “A Conalep lo menciono al último y como capítulo aparte, por la trascendencia del apoyo recibido. Con ese espíritu altruista que siempre le ha caracterizado y por amor a la educación, el 25 de enero de 1996 Conalep Querétaro, con orgullo, respeto y el compromiso que este acto contrae, tuvo a bien designar a este centro educativo el nombre de Don Roberto Ruiz Obregón. Ese mismo año, no obstante el impulso incondicional, constituye un fideicomiso bancario con una aportación inicial de dos millones de pesos, que tiene como finalidad que los rendimientos que genere este fideicomiso anual y sistemáticamente, se utilicen para realizar obras o actividades en beneficio del plantel, como las que el día de hoy vamos a inaugurar”. “Esto es tan sólo una sencilla síntesis de la gran obra de Don Roberto. Mencionarla en su totalidad sería digno de varias horas, varios días... Don Roberto, con mucho cariño le brindamos este mensaje, como reconocimiento a su gran labor humanitaria en beneficio de la niñez y juventud queretanas”.

Fin de siglo: Un grupo empresarial diversificado y sólido En 1994, el grupo empresarial fundado por Don Roberto incluía en su nómina a 2,377 empleados. En abril de 1995, según 110


datos de la Secretaría de Desarrollo Económico del Gobierno del Estado, Embotelladora La Victoria, S.A. de C.V., Embotelladora San Juan, S.A. de C.V. y Refrescos Victoria del Centro, S.A. de C.V., se encontraban dentro de las cien mejores empresas del estado por empleos generados, y como grupo industrial era uno de los veinte más importantes. Al final de su vida, Don Roberto fungía como Presidente Honorario Vitalicio de las distintas empresas que de Grupo Fomento Queretano: Embotelladora La Victoria, S.A. de C.V.; Embotelladora de San Juan, S.A. de C.V.; Refrescos Victoria del Centro, S.A. de C.V.; Concentrados Victoria, S.A. de C.V., que produce el concentrado para la elaboración del Refresco Victoria; Fomento Queretano, S.A. de C.V., que es la empresa propietaria de los inmuebles del grupo; Servicios del Centro, S.A. de C.V., que presta asesoría y servicios a las demás empresas del grupo; Ingeniería de Precisión Aplicada, S.A.de C.V., que repara, reconstruye y da mantenimiento a la maquinaria y equipo de las diferentes plantas; Agua Purificada Victoria, S.A. de C.V., que comercializa el agua purificada; Productos Araceli, S.A. de C.V., que produce y comercializa la leche Araceli; Industrias Plásticas Victoria, manufacturera del garrafón de policarbonato (de plástico) de veinte litros para el agua

Don Roberto en su oficina, año 2000

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purificada, además de la caja plástica para el refresco, la botella pet para el litro y medio y 355 mililitros de agua purificada, y el tapón de plástico para los garrafones de agua purificada. Era también accionista de Promotora Industrial Azucarera, S.A. de C.V. y de otras empresas; además de la cadena de tiendas Super Q. Una serie de estímulos logran el crecimiento laboral y humano de quienes forman parte de este grupo. Entre ellos se cuentan los premios por antigüedad y asistencia, el reconocimiento Victoria, los programas de capacitación y las convivencias deportivas, para lograr mejores vínculos personales y sociales entre compañeros. Todo ello se refleja, sin duda alguna, en la calidad y el servicio que prestan las empresas fundadas por un gran hombre, que a lo largo de una vida fructífera y llena de retos, logró que su filosofía trascienda y permee la vida de quienes le rodearon, que afortunadamente somos miles. Su entrega y dedicación como padre de familia ha rendido también excelentes frutos: sus hijos continúan su labor tanto empresarial como filantrópica. Roberto Ruiz Rubio es presidente de la Canacintra local; Federico Ruiz Rubio lo es del Grupo Fomento Queretano. Consuelo Ruiz Rubio es vicepresidenta del Consejo de Administración del Grupo Fomento Queretano, además de ser la presidenta de la Fundación Roberto Ruiz Obregón. Guadalupe Ruiz Rubio es presidenta del Patronato de la Universidad Autónoma de Querétaro, un cargo honorario de gran relevancia en nuestro estado; Susana Ruiz Rubio es ejecutiva del grupo empresarial y lo representa a nivel internacional, y Martha Ruiz Rubio dirige el Liceo Consuelo Rubio de Ruiz, una institución educativa de alto prestigio académico que brinda enseñanza desde preescolar hasta nivel universitario. El C. Presidente de México, Vicente Fox Quesada, conoció y estimó profundamente a Don Roberto desde hace muchos años, quien confió siempre en que nuestro país continúe creciendo en todos los órdenes, para beneficio de las nuevas generaciones. Haciendo un análisis del México de su juventud frente al que comienza el siglo veintiuno, declaró Don Roberto: “El país era más mexicano entonces, no tenía tanta influencia del extranjero como tenemos hoy. Aunque, de acuerdo con Federico Reyes Heroles, nuestro nacionalismo era indígena por tradición; los aztecas y otros grupos mexicanos habían formado una gran nación y eso nos llenaba de orgullo. Eso era para nosotros México; por eso éramos nacionalistas. Pero no teníamos un sentimiento auténtico por nuestro país, nuestra raza; sólo por el pasado prehispánico. Esta actitud es un error, pues el presente que vivimos es lo que vale. Indudablemente que también son importantes los valores históricos, pero sólo como tradición. Lo que hagamos ahora es importante. Las últimas tres décadas han sido 112


muy difíciles. Ahora tenemos que trabajar más, por el bien de la patria, y los frutos de este trabajo serán para nuestros hijos”.

3 de junio, 2000: Fundación Roberto Ruiz Obregón El Consejo de Administración del Grupo Fomento Queretano, con el objetivo de reforzar y brindar continuidad a la labor que ha venido desarrollando en el ámbito filantrópico, decidió constituir una Asociación Civil, de carácter no lucrativo y en favor de la comunidad del Estado de Querétaro, bajo la presidencia de la Sra. Consuelo Ruiz Rubio. Luego de tantas décadas de trabajo de Don Roberto Ruiz Obregón en este renglón; de fundar, apoyar, construir y consolidar a varias organizaciones de carácter no lucrativo, dedicadas a impulsar la educación en todos sus órdenes, así como el crecimiento de diversos sectores económicos y sociales, era justo nombrar esta Fundación con el nombre del líder empresarial que ha sido el filántropo queretano más importante de las últimas décadas. La fundación se presentó ante la comunidad queretana el 3 de junio, cumpleaños de Don Roberto, para celebrar con él un aniversario más de vida, de una existencia volcada en los demás, para beneficio de toda la comunidad. Los miembros del Consejo de Administración contestan a la pregunta: ¿Por qué ayudar? La respuesta es múltiple: como empresa ratificamos nuestro compromiso con la comunidad. Una comunidad socialmente responsable debe ser correspondida con empresas igualmente comprometidas. La Fundación Roberto Ruiz Obregón A.C., considera que, al brindar oportunidades, ofrece la promesa de una mejor vida. En el ámbito educativo, los colegios y las universidades son laboratorios en donde se forja el destino de una sociedad y la Fundación se instituye como un recurso a favor de sus tareas. La Fundación Roberto Ruiz Obregón A.C., al apoyar a instituciones que trabajan en favor de nuestra comunidad, da la posibilidad de constituirse como un puente, facilitando con ello, el avance para el logro de sus metas. En esa presentación se definieron también la visión, la misión y el lema, que aquí transcribimos: Visión Ser una de las fundaciones más importantes a nivel local, nacional e incluso internacional, y cuyos beneficios impacten socialmente a favor de la comunidad. No es atender una petición, no es resolver un caso particular; nuestra meta es conformar alianzas inter-institucionales que propicien mayores y mejores beneficios hacia nuestra comunidad. 113


Presentación de la Fundación Roberto Ruiz Obregón, A.C. 1- Susana Ruiz Rubio 2- Martha Ruiz Rubio 3- Consuelo Ruiz Rubio 4- Don Roberto Ruiz Obregón 5- Ignacio Loyola Vera Gobernador Const. del Estado 6- Mary Carmen Arana de Loyola 7- Federico Ruiz Rubio 8- Roberto Ruiz Rubio 9- Fernando Estrada Sicilia 10- Gustavo Ruiz Ruiz

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22- Jesús Tamayo Medina 23- Wilebaldo Gordillo Caballero 24- Alfredo Moreno Hernández 25- Luis Baltazar González 26- Daniel Lira Bolaños 27- Juan Carlos Aguilera García 28- Fernando Corbella Herrera 29- Víctor Vivanco Vargas 30- Gonzalo Martínez García 31- Oscar Rayas Rodríguez 32- Carlos Perera del Palacio

11- J. Manuel Sánchez Ruiz 12- Gabriela Ruiz Ruiz 13- Ma. Guadalupe Moreno Ruiz 14- Anya Ruiz Castro 15- Roberto Ruiz Hernández 16- Tania Ruiz Castro 17- Katia Ruiz Hernández 18- Federico Ruiz Lomelí 19- Pedro Zaldumbide Ruiz 20- Susana Zaldumbide Ruiz 21- Arturo Juárez Escalera

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Misión Promover, fomentar y apoyar económicamente todo género de actividades relacionadas con la educación, la asistencia social, el desarrollo comunitario y el cultural, a través de organizaciones o instituciones registradas como donatarias autorizadas ante la Ley del Impuesto Sobre la Renta, localizadas y reconocidas en el estado de Querétaro, en respuesta a la responsabilidad social del Grupo Fomento Queretano. Lema Comprometidos con nuestra comunidad.

¿Quiénes pueden recibir los beneficios? Los miembros de la directiva de la Fundación han determinado que los candidatos y posibles beneficiarios de recibir su apoyo económico y de servicio, deberán ser instituciones comprometidas con nuestro objeto social, legalmente constituidas y que operan bajo una administración eficiente y en apego a la Ley del Impuesto Sobre la Renta. Los temas de apoyo en orden de prioridad son: Educación, Asistencia Social, Desarrollo Comunitario y Cultural.

¿Cuál es la filosofía empresarial que sustenta a la Fundación? Grupo Fomento Queretano, desde sus inicios, se ha caracterizado no sólo por sus resultados financieros, por la relación que mantiene con su personal, por la calidad de sus productos o por su presencia en el mercado, distinguiéndolo como un líder en su área de competencia. Indiscutiblemente, su labor filantrópica ha marcado un derrotero en la vida social de nuestro Estado. Por tal motivo, los compromisos y acciones a ejecutar, quedan establecidas en su Misión 2000: “Ofrecer a nuestros clientes y consumidores productos y servicios de calidad que superen sus expectativas, generando bienestar a nuestra gente y a la sociedad”.

Marzo 2001: Reconocimiento “Mira por los demás” El Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), la Unión Social de Empresarios de México (USEM), Desarrollo Empresarial Mexicano (Desem), la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y La Revista Expansión lanzaron la convocatoria para el premio a las Mejores Prácticas de Responsabilidad Social

Presentación de la Fundación Roberto Ruiz Obregón, A.C. 115


El Ing. Federico Ruiz Rubio recibe el reconocimiento “Mira por los demás”

Ing. Juan Carlos Aguilera García, Ing. Federico Ruiz Rubio y Sra. Consuelo Ruiz Rubio

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Empresarial 2000; certamen a escala mundial que constituye el primer reconocimiento a las prácticas empresariales. El 22 de marzo de 2001, el Grupo Fomento Queretano fue reconocido como Empresa Socialmente Responsable, con la distinción: “Mira por los demás”, por las prácticas de compromiso social presentadas a través de la Fundación Roberto Ruiz Obregón, A.C. durante el año 2000. Como representantes de la empresa, recibieron dicho reconocimiento Federico Ruiz Rubio, Presidente del Grupo Fomento Queretano, Consuelo Ruiz Rubio y Juan Carlos Aguilera, Presidenta y Director de la Fundación Roberto Ruiz Obregón, A.C. La ceremonia de entrega de reconocimientos se llevó a cabo en el Club de Industriales de la Ciudad de México, al que asistieron los representantes de empresas nacionales e internacionales. Esta iniciativa surgió debido a que hay organizaciones líderes en el mundo que ejercen prácticas de responsabilidad social en diferentes ámbitos, atendiendo temas que van desde la producción de bienes y servicios de calidad, hasta la vinculación directa con los problemas de la comunidad, el cuidado del medio ambiente, el cumplimiento de las obligaciones legales y fiscales o la calidad de vida en la empresa. Este reconocimiento fue obtenido por la vinculación de la empresa con la comunidad, por su participación e inversión en beneficio del desarrollo de procesos sociales o comunitarios. Así, a tan sólo unos meses de haber sido creada, la Fundación Roberto Ruiz Obregón conquistó una de sus metas más ambiciosas: avanzar en su proceso de consolidación para llegar a ser una de las más importantes fundaciones a nivel local, nacional e internacional. Además, este premio augura una vida larga, feliz y consolidada a este organismo.


14 de diciembre de 2001: Muere Don Roberto Ruiz Obregón Luego de haber sufrido complicaciones físicas que le llevaron a ser internado en un hospital de la ciudad de México, el viernes 14 de diciembre de 2001 falleció Don Roberto, acompañado de sus hijos, hijos políticos, nietos y bisnietos. Mientras tanto, en Querétaro, cientos de personas que se interesaban todos los días por la evolución de su estado de salud, recibieron la noticia con gran consternación, conscientes de la magnitud de la pérdida de un gran hombre, pilar de la industria queretana y gran benefactor social. El sábado 15, de manera espontánea, en una manifestación constante y emotiva, personas de todos los estratos sociales y económicos se trasladaron a la empresa Embotelladora La Victoria, ubicada en la Avenida Constituyentes, para presentar sus condolencias a la familia y sus últimos respetos al promotor del Querétaro contemporáneo. Niños ataviados con el uniforme de las escuelas que llevan su nombre, estudiantes becados gracias a los fideicomisos fundados por él, miembros de los consejos de las instituciones de asistencia privada y organismos sin fines de lucro que han sido beneficiados por la Fundación Roberto Ruiz Obregón, gente sencilla y humilde, todos estuvieron a su lado, haciendo guardia junto al féretro, llevando coronas de flores o pequeños ramos que depositaban a sus pies. Todo el día y toda la noche las instalaciones de su querida empresa recibieron a los queretanos. Estuvieron a su lado lo mismo grandes empresarios, banqueros y profesionistas, que investigadores y profesores universitarios, alumnos de todos los niveles, los empleados, directivos y operarios que trabajan en las compañías del Grupo Fomento Queretano, y sus múltiples, cientos de amistades cultivadas a lo largo de casi un siglo de vida sana y feliz. Cabe resaltar la presencia de todos los exgobernadores del estado, que acordaron hacer una guardia de honor a los lados del ataúd. En la historia de Querétaro, nunca hubo antes un funeral más concurrido. Cada ciudad, cada nación, requieren de personajes de mente clara y corazón abierto que guíen sus pasos, orienten a sus instituciones, estimulen la creación de fuentes de empleo, den vida a los grandes proyectos y espíritu a su identidad colectiva. Esto fue lo que hizo Don Roberto por Querétaro. Siempre se hizo acompañar por amigos que se solidarizaron con sus inquietudes y pusieron manos a la obra para constituir los organismos civiles que fundaron; hubo quienes le tendieron la mano en momentos difíciles: médicos, abogados, banqueros, proveedores, y en todos los casos recibieron de Don Roberto agradecimiento, amis117


tad, afecto y todas las pruebas que los hombres bien nacidos saben dar a quienes les ayudan. Por todas estas razones, los periódicos locales y nacionales publicaron una serie de planas que contenían las esquelas que trasmitieron, en palabras, el dolor de los suyos y el gran reconocimiento de las instituciones y empresas estatales. Las estaciones de radio por su parte hicieron algo inusitado: produjeron mensajes llenos de consuelo y afecto para despedir al gran hombre, al industrial. El domingo 16, a las once de la mañana, en medio de gran solemnidad, se celebró la misa de cuerpo presente, en el Auditorio del ITESM Campus Querétaro, que fue su última obra de gran envergadura donada a ese amado centro de educación superior. Alrededor de dos mil personas se congregaron para asistir al acto eucarístico presidido por el Obispo Mario de Gasperín, que fue acompañado por una docena de sacerdotes para la liturgia de duelo. Los señores Roberto y Federico Ruiz Rubio leyeron los textos correspondientes al Antiguo y Nuevo Testamentos. Toda la familia de Don Roberto estuvo presente, como también lo hizo al día siguiente, en que se depositaron sus cenizas y las de su querida esposa Consuelo en la cripta familiar de la Catedral queretana. Un triduo de misas complementó la serie de ceremonias religiosas que ofrecieron a quienes tanto lo amaron la confianza de saber que su alma se encuentra ahora en las manos de Dios.

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Con el privilegio y compromiso de ser sus hijos


De izquierda a derecha, sentados: Don Roberto, Susana, Do単a Consuelo, Federico, Guadalupe y Roberto; de pie, Consuelo y Martha Ruiz Rubio. Octubre 1965


Ninguna tarea era humilde

Roberto Ruiz Rubio

Uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mi vida al lado de mi padre data de 1955, cuando yo estudiaba High School en Dallas, y mi papá pasó un tiempo allá, para descansar y convalecer de un problema físico. Nos dedicábamos por las tardes a caminar juntos, a distraernos. A él le gustaba ir al centro de Dallas, que era muy agradable. En aquella época todavía no había grandes centros comerciales. Fue en esas semanas que me enseñó a tirar al blanco, con arco y flecha. De mi padre aprendí todo lo que sé. Me enseñó desde niño a bastarme a mí mismo, a ser autosuficiente y colaborar en todo; ninguna tarea era humilde: desde darle grasa a los zapatos hasta agarrar la escoba o trapear, nos fue enseñando a trabajar. Cuando yo estudiaba primaria, mi papá pasaba mucho tiempo en su empresa, así que me fui haciendo solo, sin tener una presencia suya como los papás de mis compañeros. Así, solo, aprendí a andar en bicicleta, a patinar, a nadar desde las primeras lecciones hasta que obtuve el título de salvavidas. En vacaciones trabajaba en la planta: en las bodegas como ayudante, como estibador, con mis diablitos transportaba las cajas. Al terminar la jornada, tomaba mi bicicleta y me iba a dar la vuelta. Recuerdo con mucha emoción los viajes a Acapulco con la familia. Eran los años cincuenta y nos hospedábamos en el hotel “Caleta”. Una noche, tocaba la orquesta en el restaurante, yo hablé con un músico y luego me acerqué a mi papá a pedirle cinco pesos para que el baterista me dejara tocar la batería. Me los dio con gusto y toqué con el grupo; yo tenía ritmo, porque tocaba el tambor en la banda de guerra del Instituto Queretano. Mi padre era muy duro con nosotros, nos exigía muchísimo. Gracias a esa energía que él tenía, me formó en la infancia, y a los doce años me mandó a estudiar fuera, a Texas, luego al Tecnológico de Monterrey. Recuerdo que fue a mi graduación en Monterrey, y después de la ceremonia fuimos a comer con los maestros. Su estilo de educarnos no consentía halagos. Si no nos reprendía, significaba que habíamos hecho bien las cosas y su silencio era de por sí un elogio. Era muy estricto: siendo yo muy joven, una vez trabajando en la planta estaba haciendo un inventario de almacén que debía estar listo a las cuatro de la tarde. No salían las cuentas, y estuvimos revisando todo de nuevo, bajo su mirada exigente, hasta las nueve de la noche en que por fin resolvimos el problema; él no quería las cosas a medias. Todo lo quería exacto. Eso me forjó el carácter. Mi madre fue su compañera muy querida, y de ella aprendí a amar la vida, la música y la alegría.

El camino está trazado: tendremos que seguirlo

Federico Ruiz Rubio

En mis recuerdos más lejanos, los de mi primera infancia, aparece mi papá como una figura de autoridad muy estricta. Ejercía su función de jefe de familia sin darnos mucha posibilidad de decisión; a veces lo encontrábamos de buen humor, contento, dispuesto a estar con nosotros, pero otras estaba realmente

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preocupado por asuntos de trabajo. Cuando yo nací, en 1943, él ya era distribuidor de Coca-Cola y trabajaba intensamente. Vivíamos en una casa que compartía una sección con la planta. La mitad eran habitaciones, cocina y comedor; la otra parte era la planta, así que crecí con el proceso productivo, me rodearon las botellas de refresco desde mi niñez. Años después, en los fines de semana íbamos a la embotelladora de Allende con él, y nos dábamos cuenta de su incesante actividad. Nos encargaba con un trabajador de toda su confianza, llamado Ascensión Servín, que nos permitía jugar entre los sacos de azúcar de la bodega, y uno de nuestros juegos ahí era adivinar las letras que traían impresas las telas de los sacos, que llegaban de diversos ingenios; nos paseaba en el carro que usaba para transportar la carga, en el montacargas y en el elevador industrial. Esas eran nuestras distracciones en la vieja fábrica. Cuando estaba entrando en la adolescencia, una tarde me pidió mi padre que lo acompañara a la Armería del Llano, que estaba situada en Juárez; nosotros vivíamos muy cerca, en Hidalgo 5. Ahí vimos diferentes rifles automáticos, calibre 22, hicimos pruebas hasta que encontré uno que me acomodara. En el rancho, con ese rifle, me enseñó mi padre a tirar al blanco. Fue un momento muy especial que compartimos juntos. Era muy pequeño para trabajar en la línea de producción, así que en la planta me pasaba el día entero metiendo botellas en la lavadora. Cuando tenía unos doce años, alguien de confianza supervisaba mi trabajo; ayudaba a los jefes de línea a tomar temperatura y presiones de las botellas, para determinar el nivel del gas carbónico, luego les ponía un pesador de azúcar para checar que estuvieran dentro de los estándares. Más tarde aprendí a tomar los controles de la línea de producción, la temperatura de los tanques de la lavadora, el control de calidad de las botellas, a leer los manómetros y termómetros para registrar las presiones de amoniaco, de aire y de temperatura. Llenábamos una forma cada cinco minutos para llevar los registros, y de todas las áreas cada media hora. Este ejercicio constante fue de mucha importancia en mi formación. Me ayudó a definir mi orientación vocacional y gracias a ello escogí ser Ingeniero Mecánico Administrador en el Tecnológico de Monterrey. Ya tenía conocimiento de la maquinaria cuando comencé a estudiar, y desde los doce años observaba a los obreros porque entonces el trabajo en producción era tan pesado que no hubiera podido realizarlo. Terminé la carrera y a mi regreso fui jefe de personal en la planta de Allende, acompañaba a Fernando Estrada a México, a comprar refacciones y conocer a los proveedores; íbamos a las oficinas de Coca-Cola y les dábamos reportes de ingeniería y de control de calidad. Cuando la fábrica no pudo crecer más, buscamos en 1968 un terreno para construir otra, y en diciembre de 1971 se estrenó la planta de Constituyentes, entonces llamada Carretera Panamericana, que se encontraba fuera de la mancha urbana. Para diseñarla y construirla, fuimos a visitar otras plantas de compañeros embotelladores, a exhibiciones de maquinaria en Chicago y a la matriz de Atlanta o a fábricas de Texas. En todo este trayecto, asimilé la filosofía de mi padre de una manera muy fácil: no había otra opción. Así como era sumamente estricto para asuntos laborales, nos exigía rectitud en el terreno emocional y moral. Sus conceptos están relacionados entre sí, la honradez, la atención y la seriedad en el trabajo están vinculados con la honestidad y la verdad que han sido una constante en la vida de mi padre. Mi tía Sara es otro personaje fundamental para mí. Durante un año viví con ella, para acompañarla, pues mi padre sentía que estaba muy sola. Ella me

Roberto Ruiz Rubio, Don Roberto Ruiz Obregón y Federico Ruiz Rubio 122


Federico Ruiz Rubio (en segunda fila) y su mamá (Consuelo Rubio de Ruiz, en primera fila, a la derecha) participando en un evento de la empresa. Junto a la señora Ruiz, se encuentran la señora Delgado y su hijo, Ricardo Delgado. Al fondo del salón, de pie, están los señores Fernando Estrada y Héctor Macín Fernández

adoptó como a un hijo; era muy estricta y exigente, como mi papá, pero aceptaba todo lo que yo dijera, consideraba mis puntos de vista muy seriamente. Hubo momentos en que la reciedumbre de mi papá, que parecía siempre tan fuerte, se debilitaba y entonces comprendí que había que cuidar su salud. Esto ocurrió especialmente una vez que sufrió angina de pecho, y yo me puse muy triste, era todavía un niño pero me di cuenta de que a él le ocurría algo serio. Él estuvo un tiempo en Dallas, recuperándose, mientras mi tía Sara se quedó al mando del negocio. Ellos supieron trabajar juntos, con gran fuerza y empeño. De mi padre admiro especialmente su capacidad de trabajo, su integridad en los negocios, que realizó sin descuidar jamás a su familia. Es muy difícil continuar su obra, aunque el camino ya está trazado. Tendremos que seguirlo con cariño y dedicación, haciendo nuestro mejor esfuerzo. Quizá no logremos igualarlo nunca, pero haremos lo posible por tener su carisma y seguir sus pasos.

Mañana voy de pesca, ¿quién va conmigo?

Consuelo Ruiz Rubio

Mi papá ha sido siempre muy especial para mí. Él decía que sus hijas eran como los pétalos de una rosa que no se podían tocar. Por lo tanto, dejó nuestra educación como mujeres en las manos de mi mamá. Mis hermanos varones salieron de la casa muy jovencitos, a estudiar fuera; la mayor parte de la niñez y adolescencia la vivimos en familia mis hermanas y mis papás. Él intervenía en los momentos más importantes, y mientras estaba trabajando, mi mamá nos creó una imagen paterna maravillosa. Llegaba a comer a las dos de la tarde en punto. Aunque estuviéramos jugando, tocando el piano o estudiando, en cuanto oíamos el ruido de sus llaves al abrir la puerta nos embargaba la emoción. Corríamos desaforadas a alcanzarlo y abrazarlo. Yo quería darle besos en la mano y en la mejilla. Cuando crecí, me dijo: “Hijita, tienes que escoger, para mostrarme tu cariño, un beso que me puedes dar en la mano o en la mejilla, pero no ambos”. De esta manera nos enseñó a ser mesurados hasta en las manifestaciones de afecto. Una vez que se sentaba a comer, todo tenía que estar listo. Se servía la comida inmediatamente, era como un rito. Teníamos que comer todo lo que nos servían, era parte de la disciplina. Salíamos los domingos en el carro con él, a misa, a dar la vuelta. Yo trataba siempre de estar lo más cerca posible, y me colocaba en el asiento trasero, detrás

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de él. Cuando salíamos a caminar, yo iba a su lado, siempre me he sentido muy cercana a él. La vida junto a mis padres y mis hermanos la defino como un estado de muchos bienes juntos, el mayor de éstos ha sido el cariño y entrega que recibimos cada uno de nosotros y que se nos trasmitió sobre todo a través del ejemplo que sin duda es la mejor forma de aprender. A mi padre lo amo y lo admiro por la sencilla y poderosa razón de que lo conozco muy bien, es decir, él no sólo ha sido un ejemplo a seguir, sino que más allá de eso, he tenido el privilegio de pasar con él horas y días, antes como niña y ahora como alguien que lo acompaña y entiende sus necesidades, sentimientos, logros y preocupaciones. En los siguientes párrafos describo momentos que recuerdo vivamente, en los que aprendí enseñanzas de la vida a través de lo que él y mi madre me decían, pero que sobre todo hacían. Alguna vez leí un texto del libro de la Sabiduría que relaciono mucho con mi padre, porque pienso que él habría podido expresar en sus oraciones algo parecido: “Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos y en su comparación tuve en nada a la riqueza, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro. La quise más que a la salud y a la belleza y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables” (Sab., 7:7-11). Por eso podría contar tantos recuerdos lejanos y cercanos en el tiempo, por ejemplo, a las siete de la mañana todos los días, incluso sábados o domingos, mi papá abría las ventanas y nos decía: “Niñas, ya es de día, a levantarse”; tenía una enorme energía y debíamos obedecer, comenzar el día desde temprano. Cuando era pequeña, no valoraba la armonía y el afecto que había entre mis padres, lo consideraba algo natural en las familias. A medida que pasó el tiempo, me di cuenta de lo maravilloso que es el hecho de que, durante los diecinueve años que viví con ellos, jamás les oí un grito o una discusión. Ni tampoco en los años que siguieron hasta la muerte de mi mamá. Ahora que han pasado los años, sé qué clase de padres tuve y cómo me trasmitieron su manera de vivir la vida. Mi madre fue una esposa ejemplar, siempre muy amorosa con él, aunque de acuerdo con la educación de antes, no se acostumbraban expresiones de cariño en público. A mi papá le encantaba pescar. Nos llevaba de vacaciones a Acapulco y nos invitaba por las noches: “Mañana voy de pesca, ¿quién va conmigo?” Yo era la primera en acceder, quería ir con él, aunque me quemara con el sol; íbamos de

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las siete de la mañana a las tres de la tarde en busca del pez vela, del dorado y otras especies, él tenía siempre mucha suerte. Una vez, al salir rumbo a Acapulco del hotel en la ciudad de México, sacamos las cañas de pescar y las dejamos en la calle, recostadas contra la pared del edificio, mientras metíamos las maletas al coche, y al partir se nos olvidaron ahí. Recuerdo que a mi papá le dolió esa pérdida, porque las cañas costaban mucho. Cuando crecí, les pedí a mis papás que me permitieran ir a un internado, porque tenía muchos deseos de madurar, bastarme a mí misma. Me fui al terminar la secundaria, con las madres teresianas, a la ciudad de México. Mis papás me llevaron y la primera noche que pasé en la escuela se quedaron en un hotel, y al día siguiente pidieron a la madre superiora que me permitiera salir a comer con ellos. La madre dijo: “Aquí hay un reglamento, que dice que sólo pueden salir las alumnas una vez al mes”, así que mis papás y yo tuvimos que acatar las reglas, y no salimos juntos. La experiencia del internado fue una oportunidad maravillosa para crecer, la volvería a vivir con gusto. Al final, pude decir que contribuí con mi educación cumpliendo con todo lo que me pidieron. Al regreso a Querétaro, tuve una época muy feliz, y en ella tuve mi noviazgo con mi marido, que era ya un médico especialista cuando nos conocimos. Yo tenía dieciocho años; mi padre estuvo completamente de acuerdo con mi matrimonio y siempre ha estado a nuestro lado. Es un gran regalo de Dios haber nacido de los padres que Él nos dio. En todo momento de mi vida, he sabido que la bondad de Nuestro Señor es más grande que lo que nos merecemos. Siempre le dije a mi mamá que Dios nos había dado tantas cosas bellas, y que lo único que puedo recordar de mi infancia y mi vida junto a ellos es amor y felicidad. Después de casada, aprendí a valorar la vida tal como es: con sus dolores y alegrías. Los primeros años fueron los más difíciles, y las enseñanzas que me brindaron me han permitido ser ahora una mujer realizada y completa, me dieron las bases para vivir lo que ahora vivo. El hecho de ser madre me hizo más mujer, además de poder valorar los desvelos, los sacrificios y el amor de mis padres, que ahora veo reflejado en nuestros hijos, que son parte fundamental de nuestra familia y a quienes deseo extender el legado maravilloso que me otorgaron mis padres, que consiste en una sólida formación moral, además de principios y valores congruentes. Mis padres siempre estuvieron con mi marido, mis hijos y conmigo, tanto en los momentos de dolor como en los de felicidad. Valoro mucho la entrega de mis papás, porque a medida que mis hermanos y yo fuimos formando nuestras familias, su consejo y apoyo fortaleció nuestros matrimonios y ahora bendice a los hijos. Mis hijos están muy identificados con mi papá, porque toda la vida estuvimos muy juntos. Hoy en día, mis nietos gozan mucho los momentos que pasan con él, y así los eslabones de esta cadena familiar se vuelven más fuertes. Toda la vida he visto a mi padre como un gran ejemplo a seguir. Con su testimonio ha cubierto todas mis metas, anhelos y ambiciones. Lo veo como una persona íntegra, que supo manejar su vida con gran seguridad. Como hombre, como esposo, como padre, como empresario, nunca dudó sobre lo que debía hacer. Nos trasmitió esa seguridad a sus hijos: que se puede uno fijar metas y luego cumplirlas en plenitud. Hemos ido caminando junto a él, nuestros logros también van de su mano, con la esperanza de llegar a alcanzar la plenitud como lo ha hecho él, aunque de antemano sé que no llegaremos a donde él ha llegado. Tenemos su tenacidad como ejemplo, su amor y su inteligencia. Él, como ser humano, es más grande que las obras que ha logrado, aunque éstas sean realidades muy palpables. Su anhelo es que sus hijos continúen su misión y su esfuerzo, y gracias a que Dios ha sido muy generoso, nos ha permitido estar cerca de él para cumplir ese anhelo. Mis hermanos varones siempre han trabajado en sus industrias, y ahora las mujeres nos incorporamos a este proyecto productivo. Con su herencia de responsabilidad, desarrollo moral, intelectual y familiar, sabremos superar estos retos, esta gran oportunidad que tenemos en las manos.

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Ma. Guadalupe Ruiz Rubio

Un doble privilegio: ser trabajadora e hija a la vez La vida de cada uno de nosotros es un tejido en que se combinan circunstancias generadas por uno mismo, y otras que se presentan ante las cuales debemos tomar decisiones para afrontarlas de la mejor manera posible. En el caso de mi vida personal, yo he asumido que lo más valioso que tengo es la familia, iniciando en la que nací y me desarrollé, así como la que he formado con mi esposo y mis hijas; en este sentido, expresar algunos conceptos y vivencias respecto a mi padre, es volver a mi origen en donde se dio un conjunto de relaciones profundas y permanentes que habitan en lo más íntimo de mi persona y que a mi vez transmito a mi propia familia creando raíces emotivas, históricas y de pertenencia para continuar el proceso de la vida que inicia antes que nosotros y nos rebasa en el legado de nuestros hijos. Como todas las familias que tienen el privilegio de desarrollarse en un ambiente sano y con estabilidad emocional, la que formaron mis padres dio por resultado una combinación equilibrada de sus personalidades, ya que por una parte mi padre siempre ha sido un hombre exigente, responsable y disciplinado en todas las facetas de su vida además de cercano a cada uno de nosotros, y por otra parte mi madre, que siempre fue una mujer que tuvo una gran capacidad para expresarnos su cariño y comprensión, logrando ser una verdadera confidente y gran compañera de nosotros y de mi padre; por lo tanto, éstas y otras cualidades combinadas, formaron la educación que recibimos tanto mis hermanos como yo y de la cual estoy muy orgullosa y agradecida. Precisamente por ese apego a los valores que representa la familia, siempre he permanecido cerca de mi padre; sin duda él ha sido un ejemplo a seguir desde los pequeños detalles que durante nuestra etapa de formación nos inculcó, por mencionar sólo uno, recuerdo sus enseñanzas prácticas para formar en nosotros el hábito del ahorro acostumbrándonos a meter en la alcancía el “domingo” que él nos daba, con un afán de prevenir más que de atesorar. Mi padre ha sido una persona incluyente, ya que desde niños participábamos en numerosos eventos en la planta como anfitrionas para el personal, como también en las obras de beneficio comunitario que tanto mi madre como él siempre realizaron; de esa manera, conforme crecí, me fui incorporando a actividades formales de trabajo en Embotelladora La Victoria. En un principio trabajé en el laboratorio, más adelante en la bodega de producto, promociones, personal, etcétera, al mismo tiempo que cursaba mi carrera profesional; esa etapa fue fundamental para mi vida, ya que conocí ese espíritu de lucha y de energía que en cientos de ejemplos podría citar al haber estado cerca de mi padre, apreciando cómo lograba combinar la exigencia con la cercanía a la gente que le rodeaba, proyectando un liderazgo innegable y eficiente. Prácticamente fueron más de veinte años que colaboré en Embotelladora La Victoria, haciendo míos, junto con muchos más, los propósitos de tener una planta impecable en cuanto a la limpieza, ordenada, eficiente y que generara la integración del personal creando un sano ambiente de trabajo que facilitara su desarrollo y el de la empresa, ya que de esta manera yo transmitía, en la medida de mis posibilidades, los deseos de mi padre. Al escribir estas líneas me llegan muchos recuerdos de esa época de mi vida, intensa en trabajo y emociones, las cuales me permitieron convivir con mi

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padre desde una peculiar perspectiva al ser trabajadora e hija a la vez, lo cual siempre consideré como un doble privilegio, ya que aprendí de la disciplina, orden y de la sana convivencia, así como también ser receptora y generadora de amor filial y de la admiración que siento por él al ser un ejemplo de rectitud moral, esfuerzo, amor por su familia y responsabilidad social. Ahora el reto de seguir sus pasos es inmenso, ya que no solamente tendremos que continuar con su labor empresarial, sino con su labor filantrópica, en beneficio de las instituciones más valiosas como es la Universidad Autónoma de Querétaro, de gran significado para mí, por haber egresado de ella. Mi familia, y en especial mi padre, me han enseñado posibilidades y limitaciones que yo misma tengo, de esa manera aprovecho unas y supero otras para encontrar satisfacciones en la familia, trabajo, compañeros y amigos, en una palabra, en la vida misma, que es lo que más le agradezco a Dios y a lo cual debo sumar el ejemplo de grandeza que recibí de quienes me dieron la vida y con quienes estaré eterna y felizmente comprometida.

Susana Ruiz Rubio

El ejemplo, enseñanza infalible Hablar de mi padre, Don Roberto Ruiz Obregón, es hablar de una vida tanto de lucha como de trabajo en que ambas se llegan a fundir en una sola realidad: valor para enfrentar la vida. Es por eso que, al presentar mi experiencia como su hija, más que buscar anécdotas y recuerdos de momentos significativos, me parece que lo importante es expresar lo que he aprendido de él, ya que en el fondo estamos hablando de una persona que ha conducido su vida hacia la trascendencia, movido por la inquietud de crear y el anhelo infinito de dejar frutos en este mundo. Mi padre ha sido un maestro de gran sabiduría para cada uno de nosotros, el cual utilizó un método de enseñanza infalible: el ejemplo. El transcurso del día a día de su vida ha estado lleno de grandes momentos que sin necesidad de demasiadas palabras y consejos nos ha enseñado a través de acciones y ejemplos claros y contundentes, demostrando que su vida es el mejor espejo de sus valores, de ahí que en lo primero que pienso al referirme a mi padre, es en la fuerza y congruencia con las que ha vivido. Sin duda, en una existencia tan completa podría encontrar muchas enseñanzas valiosas, la que más significado tiene para mí es el amor y compromiso por su familia, por mi madre, por sus hermanas, y por cada uno de nosotros sus hijos; en este sentido sería muy numeroso describir la cantidad de hechos que comprueban que para él, lo realmente importante, por lo cual luchó, trabajó y logró el éxito, fue finalmente para darnos una plataforma desde la cual pudiéramos desarrollarnos. Mi padre respetó la intimidad familiar y la importancia del hogar, así como también la trascendencia del trabajo y la relevancia que éste tiene en la vida de las personas, de ahí que siempre encontró en el trabajo un verdadero camino que lo forjó para ser un hombre justo, recio, exigente y humano. El respeto para dar a cada cosa su lugar y su valor, lo llevó por una parte, a crear su familia, y por otra, a generar vínculos de unidad y lealtad para con las personas que durante su vida trabajaron hombro a hombro con él, y por supuesto con la comunidad en general; su espíritu filantrópico y solidario, refleja el gran corazón y sensibilidad que

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tanto él como mi madre siempre tuvieron frente a su prójimo; en este sentido la enseñanza para mí ha consistido en que todas las personas valemos y merecemos oportunidades, y que nuestra vida está precisamente rodeada de personas que, al igual que nosotros, necesitan de la ayuda, compromiso, compañía, solidaridad y amistad. Reconocer la importancia del agradecimiento es otra dimensión relevante en su persona, sobre todo agradecidos con Dios que nos regala la vida; en este sentido, el ejemplo de mis padres en el ámbito de la fe es un elemento básico para mi vida y del cual les estoy profundamente agradecida. No se puede dudar que mi padre ha llevado una vida sana, equilibrada, sin vicios y con alto sentido de responsabilidad; este ejemplo lo refleja y transmite como enseñanza para nosotros que nos comunica que una vida saludable, sin excesos, sin engaños, acompañada con entusiasmo y respeto, da como resultado contar con una enorme estatura y rectitud moral que sólo puede surgir de una fortaleza en valores. Mi padre encarna valores de manera poco común, ya que además de haber destacado como empresario, esposo, padre de familia, hermano, amigo y hombre lleno de humanismo, encuentro en él una fuente de fortaleza e inspiración que no me permite desfallecer en momentos difíciles, de ahí que, como lo expresé al inicio de este texto, lo que me ha ayudado a salir adelante frente a circunstancias complejas es el valor que él ha tenido para enfrentar la vida a un ritmo que parece ser incansable. No hay duda que las palabras limitan el sentimiento, pero al mismo tiempo son una manera tangible de expresar el compromiso de compartir con mis hijos Susy y Pedro Ignacio aquello que mi padre me ha enseñado a través de su admirable ejemplo que para mí es tan cercano como íntimo.

Martha Ruiz Rubio

Ejemplo de unión, mística de trabajo y filantropía Hacer una retrospectiva de mi vida, al lado de las dos personas más importantes y a las que he amado tanto, como son mis padres, es remontarme al pasado sin olvidar el presente. Recordando día a día lo que yo soy gracias a estas figuras ejemplares para mí, que me han dejado grandes enseñanzas y una formación sólida. Seguir contando, gracias a Dios, hoy día con la presencia de mi padre es un gran privilegio. Hombre emprendedor, fuerte, decidido, tenaz y muy perseverante en sus metas. Recuerdo la fuerza de su carácter para enfrentar la vida y para educarnos a mí y a mis hermanos. Hablar de mi padre es recordar esa imagen mental de él como la primera persona que me enseñó nociones de contabilidad y a elaborar mi primer cheque, cuando yo iniciaba mi responsabilidad profesional en el Jardín de Niños que me construyó ex profeso, ese momento personal que viví fue tan importante en mi vida que lo recuerdo con mucho cariño. Me siento muy orgullosa y agradecida con Dios de los padres que me dio. Mi madre, quien fue mi mejor amiga, a quien admiré siempre por ser un ser humano sensible, gentil y lleno de amor por su familia y a quien tanto extraño. Mi padre, por ser ejemplo de unión, con esa gran mística de trabajo y su filantropía que lo ha llevado a tener el cariño y reconocimiento social de quienes lo han tratado y conocido. Por todo esto, gracias a Dios.

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Testimonios (de algunos de los que lo trataron mรกs de cerca )

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Don Roberto es un testimonio de lo que el esfuerzo y la dedicación pueden lograr a lo largo de una vida

José Arana Morán

Tengo la fortuna de contar con la amistad de Don Roberto desde hace más de cincuenta años. A lo largo de este tiempo he podido ser testigo privilegiado de su vida en tres diferentes esferas: como hombre de negocios, como ciudadano comprometido con el desarrollo comunitario y en el aspecto familiar. Todos sabemos que Don Roberto comenzó su vida en un medio raquítico, y más tarde, como trabajador del Ferrocarril, adquirió disciplina y dio ejemplo de trabajo, y aunque gozaba de uno de los mejores empleos de aquella época, siguió su inquietud de fundar su propio negocio, en el rubro de la producción de refrescos. Con enorme visión, aceptó la distribución de Coca-Cola cuando otros la rechazaron. Por mucho tiempo tuvo dos trabajos, y cuando pensó que ya podría prescindir del trabajo en Ferrocarriles, se empeñó en sacar adelante su proyecto empresarial. A lo largo de su vida, ha tenido un sistema de trabajo que lo define a sí mismo: exigente, enérgico, pero al mismo tiempo tiene otra cara, cuando se trata de estar con amigos o familiares. Al principio, durante muchos años, acostumbraba llevar de paseo a sus empleados y obreros, a Acapulco y otros lugares. Él departía con su gente, por lo que se mantuvo en todos sentidos cerca de ellos. Cuando comenzaron en Querétaro los movimientos sindicales más fuertes, que exigían un mejor trato para los trabajadores, a Don Roberto no le fue difícil lograrlo porque ya les daba muchas prestaciones que en otras partes apenas estaban considerando. Eso ocurrió alrededor de 1963-1964; como siempre, resolvió esos enfrentamientos con inteligencia y constancia, aunque hay que aclarar que le afectó y cambió sus relaciones con sus trabajadores, porque él estaba acostumbrado a tratar a las personas de su empresa como a su familia, y cuando los líderes sindicales que venían de México influyeron en su personal, el trato entre ellos y Don Roberto tuvo que transformarse. En aquellos años, yo estaba en la política. Fui Secretario de Gobierno de 1961 a 1967, y diputado federal de 1967 a 1970. Enfrenté muchos problemas, entre ellos ataques personales, lo que ocurre mucho en este medio, y Don Roberto se mantuvo a mi lado, asesorándome, recomendándome serenidad y paciencia. Fue un consejero valiosísimo, que sabía que esos momentos pasarían y así me lo decía. Tuve el gran honor de contar con su apoyo. Él es un ejemplo de lo que un hombre puede lograr cuando pone su inteligencia en un objetivo legítimo. Con esta meta en su mente, pudo crear centros de trabajo, ayudar a los centros de educación en Querétaro y otros aspectos de la vida comunitaria. Compartiendo lo que tenía, también se involucró en obras de asistencia social. Formó una familia modelo; puso su mayor esfuerzo para que sus hijos se prepararan y ahora ellos están dedicados a las empresas que fundó su padre. Con su esposa, que era una santa, les dio los principios morales que debe tener una familia respetable, y los resultados están a la vista. Esos mismos principios los aplicaba a su trabajo, y siente que si Dios le permite tener éxito, es su obligación compartirlo con los demás. Don Roberto es un testimonio de lo que el esfuerzo y la dedicación pueden lograr a lo largo de una vida. Él comenzó sin más capital que su trabajo y el de su hermana, y logró consolidar un grupo industrial. Hemos hecho viajes juntos, acompañados de nuestras esposas, en los que he aprendido mucho de él. Me decía que para merecer un descanso en la vida había que cumplir primero con el deber, que la energía en el trabajo tenía que compensarse con un momento de alegría en compañía de los suyos. Nos han

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pasado muchas cosas interesantes: por ejemplo, ya para abordar un avión, de repente se desaparecía, y nos dejaba muy preocupados porque pensábamos que íbamos a perder el vuelo. Entonces llegaba con flores para las señoras, lo que las halagaba mucho, y no había ya manera de reprenderlo por su tardanza. Disfruta enormemente la buena cocina; estando de vacaciones en Houston, nos comentó que deseaba conocer los restaurantes afamados de Nueva Orleans, por lo que hicimos un viaje inesperado, sólo para ir a comer allá. Sabía muchas cosas del mundo, investigaba antes de partir, como una ocasión, en Milán, que al revisar el recorrido propuesto por el guía, nos dijo que quería conocer un panteón que no estaba programado. Así que fuimos a donde él dijo, y nos pasamos horas en un bellísimo cementerio cuyos monumentos eran esculturas que representaban a los difuntos como eran en vida; en cada mausoleo había fotografías de quienes estaban ahí, con su epitafio o semblanza biográfica. Así son los viajes en su compañía. Nos frecuentamos todo lo que es posible. Nuestras familias se estiman mucho, somos compadres, y cuando él programa un juego de dominó entre amigos, me llama para ser su pareja. Ahora está contento porque está cosechando lo que largamente sembró, en tantos años de trabajo. Sigue dando buenas ideas a sus negocios, revisa siempre los estados financieros, no deja que su energía desfallezca, en el límite de sus posibilidades físicas. Está orgulloso de su pueblo, Amealco, no lo olvida. También disfruta lo que ha hecho por los organismos sociales, y ve la vida con gran satisfacción. Sería importante que los muchachos de hoy siguieran su ejemplo, tomaran su estafeta y enfrentaran los riesgos; que su vida sirva como una referencia de que, por más difíciles que se presenten las circunstancias, se deben superar. Lo imposible, dice él, es lo que no se intentó hacer.

Con Don Ricardo Rangel Andrade, Presidente Municipal, y el Lic. José Arana Morán

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¡El hombre vale por lo que es, no por lo que tiene!

Vidal Arias Reyes

Mi nombre es Vidal Arias Reyes, soy originario de un pequeño pueblo llamado Ceja de Bravo, Huimilpan, Qro. Mi familia está compuesta por mi esposa, mis siete hijos, quince nietos y un servidor, actualmente sólo vivimos juntos mi esposa y yo, ya que todos mis hijos están casados. Ingresé al Grupo Fomento Queretano el 15 de octubre de 1964 y después de dos meses de angustia por no saber si permanecería en la empresa, obtuve finalmente la planta que hasta hoy conservo, ocupando el puesto de Supervisor de Vigilancia. Recuerdo con cariño el día en que Don Roberto me dijo: ¡te me vas a estudiar la primaria!, dándome un horario de 4:30 a.m. para salir a las 12:00 p.m., horario en el que permanecí durante 3 años, los que tardé en cursar la primaria, al terminarla, fui a ver a Don Roberto para darle las gracias y mostrarle mi certificado. Recuerdo que me dijo: ¿verdad que sí se puede? y me dijo una frase que nunca olvidaré: ¡Recuerda esto que te voy a decir: El hombre excelente es el se exige mucho a sí mismo y no está contento consigo mismo, siempre tiende a superarse. El hombre vulgar es aquel a quien no le interesa superarse y está encantado consigo mismo, esa clase de hombres no sirven para nada! Recuerdo que me dijo también: “¡El hombre vale por lo que es no por lo que tiene!” Estas frases nunca se me olvidarán. Para terminar, doy gracias a Dios por haberme permitido conocer a Don Roberto Ruiz Obregón y a toda su familia, por quienes siento una gran estimación y respeto. Agradezco también de todo corazón a todos los gerentes que han pasado por esta gran empresa, a todas las personas del Grupo Fomento Queretano, a mis compañeros de trabajo, los que están actualmente y los que ya no están, a todos ellos muchas gracias. Que Dios los bendiga a todos.

Un caballero en todo contexto

Carlos Artolózaga

Si alguien me pidiera mis primeras impresiones de Don Roberto, diría que es un empresario de los de emprender. Muchos de los sustantivos que designan nuestro quehacer son sustantivos verbales; el sustantivo empresario viene del verbo emprender, y Don Roberto es un empresario de los de emprender a plenitud. Don Roberto es un hombre que ha agregado valor a todo aquello en lo que ha intervenido y el mandamiento fundamental de la vida de los hombres responsables es agregar valor a la vida. Nada que desagregue valor a la vida honra al hombre, todo lo que agregue valor a la vida lo honra. Don Roberto es un empresario con orgullo de pueblo, con sentido de raza, con identidad nacionalista, con compromiso hacia su comunidad. La otra idea que se me viene a la cabeza cuando pienso en Don Roberto, es que es un caballero de los “de a pie y de a caballo”. Don Roberto es un caballero en todo contexto. Un hombre íntegro, limpio, afable, generoso, un hombre que no sólo da en el terreno material, sino un hombre que se ha dado, un hombre que practica la virtud de darse.

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Otra cualidad reconocida de Don Roberto por quienes le conocemos, es que toda su vida ha practicado la virtud de la modestia, que es síntoma de la verdadera grandeza. Esa es la anchura espiritual de Don Roberto Ruiz Obregón: jamás soberbio, jamás altivo, jamás desdeñoso, siempre afable y generoso con los demás. Don Roberto es, como dijo alguna vez un político mexicano, un ejemplo vivo de la generación del esfuerzo, no de la generación del privilegio. Don Roberto es hechura de sí mismo y ha sido arquitecto de su propio destino y de los destinos de muchas personas; sin negar que los resultados en los negocios los aporta el equipo humano y no exclusivamente la cabeza, si esta cabeza careciera de autoridad moral, no iría muy lejos en la dirección de un equipo humano. Una de las grandezas de Don Roberto es su aptitud moral, que sumada a esta condición de ser un hombre de la generación del esfuerzo, le hace dos veces admirable. Recuerdo a Don Roberto desde hace treinta años, cuando yo trabajaba para la División América Latina de la Compañía Coca-Cola y junto con otros ejecutivos de Coca-Cola Company o de Coca-Cola Internacional, promovimos la instrumentación de seminarios de capacitación y de mejoría de aptitudes para gerentes de ventas. Resultó una propuesta muy novedosa en el negocio de CocaCola en México, y el primer embotellador que entusiastamente se ofreció como sede para seminarios, fue Don Roberto Ruiz Obregón, quien fue un anfitrión generosísimo y hospitalario. Volví a convivir con él intensamente cuando en 1989 decidimos varios grupos de embotelladores de Coca-Cola incursionar en la agroindustria azucarera y comprarle al Gobierno de la República un paquete de tres ingenios que formaban parte de la industria paraestatal. Don Roberto ya tenía 85 años y lo recuerdo incansable, visitando fábrica tras fábrica, recorriendo la geografía nacional azucarera, subiendo hasta los cuartos pisos de los ingenios por escalerillas, inspeccionando áreas, recorriendo campos cañeros, reuniéndose con los ejecutivos de los ingenios. Lo recuerdo entusiasta, junto con el doctor Grossman y otros accionistas que formaron el grupo Promotora Industrial Azucarera, gestionando ante el gobierno la compra de estos tres ingenios. Don Roberto y Don Burton, amigos de toda la vida, embotelladores ambos, exitosos ambos, le atinaron. Con esa gran capacidad intuitiva de los capitanes de empresa de la calidad de Don Roberto Ruiz Obregón y de Don Burton Grossman, con esa sensibilidad, con esa intuición hacia los negocios, los señores compraron los mejores ingenios azucareros de este país. Hoy en día y desde hace nueve años, tienen los ingenios más eficientes de México, con los mayores índices de productividad, los más rentables, los que producen el azúcar de más alta calidad, a tal punto que estos ingenios, ya no tienen comparación con los otros 58 ingenios mexicanos, ni siquiera con los ingenios de los Estados Unidos. Los ingenios Tres Valles y Adolfo López Mateos, el primero en Tres Valles, Veracruz y el segundo en Tuxtepec, Oaxaca, están al nivel de eficiencia de los mejores del mundo, es decir, con Sudáfrica, con Australia, con Brasil. ¿Qué más decir de Don Roberto? Que sobre todas las cosas lo admiro como hombre, le admiro como patriota, como cabeza de familia y como jefe tribal, como santón de la gran familia de los colaboradores de sus empresas. De su estatura moral ampliamente acreditada dará tanto o mejor testimonio que yo la sociedad de Querétaro. Desde luego, estoy hablando de un hombre entrañable, de un hombre al que verdaderamente quiero y admiro. Recuerdo, de manera especial, algunas ocasiones. Recuerdo el inmenso placer de encontrarme con Don Roberto en la boda de una de sus nietas y nuestra conversación, durante más de treinta minutos tomados de la mano, jamás la olvidaré. Recuerdo que cuando compramos los ingenios azucareros se cerraba la hora para presentar nuestra oferta en la Financiera Nacional Azucarera, el banco estaba entregando el cheque menos de una hora antes del cierre para recibir las ofertas y Don Roberto Ruiz convenció a un policía de tránsito de la ciudad de México que nos abriera paso, como vanguardia, por la Avenida de los Insurgentes y llegamos, como los beisbolistas a home, barriéndonos en el último instante para entregar nuestra oferta.

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Recuerdo también entrañablemente que todos los años que fui director general de la holding Promotora Industrial Azucarera, tanto cuando Don Roberto fue Presidente del Consejo de Administración como cuando ya no lo era, mis propuestas al Consejo y mis decisiones como director general siempre estuvieron avaladas por Don Roberto, sin titubeos; estaba convencido de que lo que yo propusiera o hacía era lo correcto, siempre tuve su respaldo, jamás tuve un cuestionamiento suyo, y me refiero a un negocio verdaderamente complicado y conflictivo que es la agroindustria de la caña de azúcar, un negocio politizado, con un impacto social enorme. De los dos ingenios azucareros que decidió conservar el grupo de accionistas en que participa la familia Ruiz Rubio, dependen cerca de siete mil cortadores de caña, alrededor de seis mil cañeros, unos mil transportistas, más de mil obreros, unos quinientos empleados… Si tomamos en cuenta que el promedio de la familia mexicana es de 5.5 miembros, y en la zona rural es más que eso, entonces estamos hablando que, de estos dos ingenios azucareros dependen directamente, alrededor de cien mil personas. Industria difícil, porque el campesino tiene capacidad de respuesta violenta y particularmente el de las zonas tropicales del país, que es donde se da la caña de azúcar. Industria conflictiva, con un poderosísimo sindicato que obstaculizó nuestro acceso al negocio del azúcar. Recuerdo a Don Roberto siempre valiente, siempre de frente, vertical y respaldando las determinaciones que yo tomaba como director general, igual se tratara de gestiones a nivel de la Presidencia de la República, que con secretarios de Estado o al recurrir a los medios de comunicación en denuncia de las arbitrariedades que en alguna época sufrimos. Reconozco a un Don Roberto versátil, polifacético, multidisciplinario, comprometido en innumerables frentes, quehaceres y disciplinas. Otro de los elementos que abonan la grandeza de Don Roberto es su aptitud intuitiva para dirigir proyectos y empresas, es capitán de empresas intuitivo y esto posiciona un valor en el que siempre he creído y que hoy empieza a ponerse de moda entre las grandes empresas europeas: la función generalista de los grandes consorcios empresariales descansa más en la aptitud de hombres con habilidad para dirigir a otros hombres que en la aptitud de especialistas en tal o cual materia. El capitán de empresas y de visión clarísima que es Don Roberto, seguramente conoce menos de cada una de las especialidades de sus negocios que cada uno de los especialistas, pero es el hombre más apto para dirigir a ese grupo humano que compromete su esfuerzo en las empresas de Don Roberto y en tantos proyectos de la comunidad.

1992

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Cuando se celebró el cumpleaños 95 de Don Roberto, siendo un hombre al que quiero y admiro tanto, mi mujer sugirió que le escribiera un poema, el cual hice con todo mi cariño, y un día antes del cumpleaños, casualmente me llamó un amigo mío tenor, un compositor ranchero potosino y lo desafié a que le pusiera música al poema Que dicha, Don Roberto, ser su amigo. Luego lo invité a ir a Querétaro a cantar la canción en la comida, y la verdad es que, modestia aparte, resultó una hermosa canción, que le regalé con mucho gusto.

o, t r e Rob n o a, D . h c i d o.. é g i u tigo Q m a r tes ita, e s u , s a hoy cred ios, bol se a e palpit migo. ser D n u r a e

mi el á l bu en q o de frutos, mpeño e que es l a g e r Re ue, en omb o de de q mandat de un h por andeza , ino cam restado o, l la gr e s p d e a c a nod le h . o ve cinc cenario erzo de destino y a u y su t s f e n s e , e Nov da año co a su umbo a r de c dar mar ibió su cho r r c po e ins u pe s sia n d e e tancia o su an u don q d ons soro utri el te dando c ue ha n . s e o r, , en q recho n ric vivi Cuá ula el de bien r su de o acumombría itud, p n h e l e p d ador er a mbr es; e s de s l rte e ndad r. mpa y de bo ades o amo c y a d a r n h e h yv e pa osec pre Su c parto d irtudes n siem e v en r on sus corazó u así s ue en s na, q r tidia dida; o po c n a a, luch no te o de ecer ma értil vidna. l p m f r a e ej su uf e of A su nstant toria de amistad o s i i c su a h aje m o... n mpi mig a ga, la li e home u lóza 9. rs e o d t s r n , i o r A 99 bert rlos io de 1 o a R C n jun , Do 3 de icha d é Qu

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Es igual una persona importante, que una de origen humilde Trabajo en las empresas de Don Roberto desde hace 32 ó 34 años, no recuerdo bien. Cuando entré a trabajar en el departamento de personal, tenía contacto con Don Roberto porque él era quien resolvía todo, si se necesitaba alguna persona en el departamento o en la empresa, él daba su visto bueno para que esa persona entrara, era muy atinado al escoger. Siempre ha sido una persona muy estricta, a mí en lo personal me enseñó a trabajar, me corregía, le decíamos detector de errores, porque cualquier cosita que a uno se le pasara él inmediatamente la detectaba, por eso siempre poníamos nuestros cinco sentidos en lo que estábamos haciendo; a mí me tocaba llevar lo del Seguro Social, y él me firmaba a veces hasta 400 ó 450 formas. Él muchas veces no iba a alguna parte porque estaba firmando, eso me llamaba a mí mucho la atención, porque veía las prioridades de la empresa. Trabajé primero en Allende y Ribera del Río. Yo entré directamente al departamento de personal, él me enseñó cómo hacer los expedientes, porque no había un archivo correcto, entonces él me enseñó a archivar, todo era a su modo y todo perfecto siempre, porque así encontrabas el documento inmediatamente y no te faltaba nada. En ocasiones se daba unas vueltas a la oficina donde yo estaba. A veces una aseadora o un obrero estaba haciendo su trabajo mal, y Don Roberto, sin ninguna presunción, cogía la escoba para enseñarles a barrer a las muchachas, decía: “Así no se hace, se hace así”, a un trabajador: “No, no cojas esa caja así, y trata de bajarla porque es peligroso esto”. Siempre ha sido una persona muy sencilla en su modo de tratar a la gente, para él es igual una persona importante que una persona de clase humilde. Tenía una facilidad para dictar tremenda, todo le salía tan rápido de su mente, que a veces a mí no me alcanzaba el tiempo de escribir lo que él me decía y le tenía que decir: “Permítame, señor”, de la agilidad que tiene en su mente, es una persona superdotada, es un privilegio para él y para uno que lo conoce de toda la vida. Entré a trabajar cuando salí de la escuela, pero trato directo con él aproximadamente desde hace unos ocho años, y en esos años me he dado cuenta que es una persona muy honrada, justa y muy sensible, con una inquietud grande de ayudar a las personas, sobre todo en darles educación, en darles formación. Una cosa que me llamó la atención fue que hace unos dos años, vino un señor que tenía un problema con una hija que estaba enanita y que solamente con una medicina, unas inyecciones que costaban carísimas, la niña podría crecer antes de que entrara en su ciclo de desarrollo. Esta persona estaba muy angustiada porque si no le daban ese tratamiento, en ese

Luz Ma. Atristain Salinas

Bendición de maquinaria, 1964. Rosita Figueroa, Tere Perusquía, Silvia Martínez, Beatriz Sánchez Ibarra, y “Maruchi” en el extremo derecho 137


momento, la niña se iba a quedar así. Entonces él se preocupó tanto, como si se tratara de un familiar, es lo que me llama mucho la atención, los quiere y los siente interiormente como si fueran parte de su vida, parte de su familia. Este señor se sintió muy agradecido porque Don Roberto lo ayudó, para que saliera adelante con su problema, aunque al principio era una persona completamente desconocida para él. Me ha tocado vivir la satisfacción que siente él, al haber otorgado de corazón y económicamente ayuda a las personas, al Tecnológico de Monterrey, al crear los fideicomisos para escuelas, para que los muchachos tengan una carrera. Una satisfacción para él muy grande es una medalla que instauró para el mejor estudiante a nivel nacional del CONALEP, que se llama Roberto Ruiz Obregón. Todas esas cosas a él lo satisfacen mucho, yo siento que lo llenan, y se ve la facilidad con que se desprende de las cosas para hacer felices a otras personas. Ahora, Don Roberto prácticamente se dedica más bien a sus cosas personales, pero está siempre preguntando, investigando, revisando documentos, revisando estados financieros, detectando cualquier error. Se comunica a través de una computadora, porque le dio la enfermedad de Parkinson, él en cuanto se dio cuenta de los primeros síntomas empezó a ver a médicos y por eso se ha superado, lamentablemente la enfermedad le atacó precisamente en el habla, pero su cerebro está cien por ciento lúcido. No es de las personas que repiten muchas veces las cosas por su edad, él siempre está al pendiente hasta que sale el problema adelante, entonces ya se siente tranquilo de que ya lo resolvió a satisfacción suya. Toda la gente trata de darle mucho cariño, yo también, por la estimación que le tengo de tantos años de conocerlo, de ver quién fue y es todavía, porque para mí es una persona que merece mucha atención, mucho respeto y mucha paciencia, porque hay que ayudarlo, si él a mí me ayudó en todo, por qué no hacerlo hoy, si le debo todo. Le gusta mucho y lo haría muy feliz, que hubiera una persona que fuera a tocar el piano, porque su esposa tocaba el piano. Le gusta mucho la música clásica, la música mexicana. Le gustan los documentales de la televisión y ver revistas, los animales, las plantas, las flores, todo lo natural le agrada. Siente satisfacción en ver cómo crece un árbol, me enseña por ejemplo en su casa que ya salió una flor en un árbol que plantó. Goza mucho sus viajes, le gusta compartirlos con su familia y con sus amigos más allegados y más queridos, es muy desprendido en ese sentido. Don Roberto está tan bien y tiene tantas ganas de trabajar, que quiere demostrar que puede todavía hacerlo y lo logra, aunque su estado físico y a veces su estado emocional no se lo permiten, y ahí es donde tengo que ayudarlo.

Juan Chávez Hernández

Yo entré a una escuela de él a trabajar, porque yo lo tomo como una escuela Conocí a Don Roberto en Allende, cuando llegué a trabajar con él, en el año 55, por lo cual yo me siento orgulloso, y muy contento he estado trabajando. En cuanto al profesionalismo, puedo decir que la labor que ha realizado Don Roberto, como siempre lo hemos tenido en la mente, en primer lugar es de calidad, buen servicio en la embotelladora, limpieza absoluta, por lo cual crecimos tanto. Yo me siento parte del equipo, porque tengo 45 años trabajando aquí. Su relación con nosotros, que siempre hemos sido sus trabajadores, fue una cosa bonita, pero a la vez el señor era muy estricto, lo cual yo le agradezco de todo corazón porque si no hubiera sido una persona estricta con nosotros no fuéramos lo que somos ahorita, yo le doy gracias a él y a Dios que como quien dice yo entré a una escuela de él a trabajar, porque yo lo tomo como una escuela. Yo ya sabía trabajar la herrería y ahora soy soldador de eléctrica, pero con sus conocimientos de él salí adelante en muchos trabajos.

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Siempre he estado trabajando en el taller del área de herrería, es mantenimiento en general, se le puede nombrar, se arreglan camiones, en lo tocante a la soldadura, no mecánicamente, a veces se hace un trabajo de camión, otras de una maquinaria o se hacen trabajos de reparación. Todos los que colaboramos con Don Roberto hemos sido unos buenos trabajadores, por tal motivo me siento yo orgulloso de pertenecer a esta empresa. El interés de Don Roberto es que uno haga un buen trabajo, bien hecho, hay que hacer las cosas bien hechas y duraderas, así es como nosotros trabajamos aquí, yo tengo la obligación de enseñar a las personas que van llegando, a ser buenos trabajadores, como yo lo fui y lo sigo siendo, de nunca faltar y no hacer mal el trabajo. Cuando Don Roberto estaba bien físicamente, él siempre andaba en las áreas viendo que trabajáramos y que estuvieran las cosas bien hechas. Es el motivo por el cual pienso y digo que crecimos, por la tenacidad de Don Roberto con su negocio, es de él y que nosotros pusimos un granito de arena para que creciera, y sigue creciendo. En cuanto a su familia, los muchachos de Don Roberto, sus hijos, yo estoy hablando de los hombres, estaban estudiando en Estados Unidos o en Monterrey, tomando en cuenta su carrera, vinieron a ver su fábrica y le tomaron cariño y hasta la fecha están muy contentos aquí con nosotros. Cuando estaban estudiando, venían ellos a hacer sus prácticas. Además de enseñar y de aprender los hijos de Don Roberto, a veces vienen chamacos de escuela a visitar la empresa, la planta, para que vean la elaboración del producto Coca-Cola, es una cosa de calidad al 200 por ciento. Vienen también personas de otras plantas y algunas que certifican que, por ejemplo, mi taller esté limpio, que se esté trabajando. Siempre he estado yo junto a Don Roberto, inclusive haciéndole trabajos en su casa, lo que él me ordena hacer de herrería. Yo en mi trabajo siempre he sido una persona seria, lo cual yo pongo mis cinco sentidos en lo que estoy haciendo. Hice trabajos, cuando se puso esta fábrica aquí en Constituyentes, Don Roberto me mandó para acá. Don Roberto siempre nos ha enseñado y ha procurado que uno sea honesto en su trabajo, que uno venga a trabajar, no hacerse tonto, porque eso a él no le gustaba. Don Roberto ha sido una persona muy fina conmigo, el cual me estima, yo creo que me estima demasiado. Dios me dio licencia de estar con Don Roberto, él me supo guiar yo también me supe llevar por él, de lo cual me siento orgulloso de ser quien soy.

Sin él, nuestra vida habría sido bastante distinta, de menos calidad, calor y cordura

Ramón H. Eberstadt

En resumen: la vida mía y de mi familia en Querétaro ha sido tan placentera, en gran parte, por la amistad que siento y sentimos por Don Roberto y su familia. Sin él y ellos, habría sido bastante distinta, de menos calidad, calor y cordura. 1966 fue el año en que nos tocó llegar a residir en Querétaro, y Don Roberto era ya personaje conocido; él dedicaba generosamente su tiempo a darle la bienvenida a los fuereños recién llegados, para que empezáramos a incorporarnos a la vida en esta ciudad, y a conocernos entre nosotros. Tenía él funcionando ya un organismo no formal, llamado “Grupo Económico” entre una serie de empresarios, que colaboraban con instituciones sociales para la ayuda de los más necesitados, con una organización propia para que los apoyos llegaran a donde debían e hicieran el bien que de ellos se esperaba. Así, este grupo nos ahorraba el trabajo de analizar, investigar, jerarquizar, juzgar y posiblemente equivocarnos en la asignación de recursos a las instituciones, además de que la ayuda ofrecida por varias organizaciones empresariales en con-

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junto era mayor que la de una sola compañía. A través del tiempo, nosotros, los “nuevos”, nos fuimos relacionando por medio de Don Roberto y algunos otros empresarios o directivos ya establecidos, y fue evolucionando en nosotros la idea de formar un club social, lo que a la postre se convirtió en el CLIQUE (Club de Industriales de Querétaro), que hace unos meses cumplió treinta años de su fundación oficial. Pero antes ya habían transcurrido varios años con Don Roberto al frente. Precisamente durante esa época sucedió un hecho curioso. Convinimos en que queríamos organizar un baile elegante, y que la vestimenta requerida fuese formal, es decir, para las damas vestido largo, y para los caballeros smoking. Yo me imaginé que podría ser algo problemático para algunos y que protestarían por la necesidad de comprarle vestido largo a las señoras, pero no hubo problema por ahí; en cambio, había mucha resistencia por parte de los hombres para aceptar ponerse el smoking. Como resultado, hubo que diferir el primer baile formal todo un año. Como mencioné antes, el “Grupo Económico” empezó a caminar rápidamente, pero los eventos sociales que fueron la base del Club no se quedaron atrás. Fueron desarrollándose los criterios para los niveles de cuotas de membresías con base en el número de personal de las diferentes organizaciones o de sus ventas (pero no con base en el capital, ya fuera social o contable). Muy agradables costumbres fueron desarrollándose. Durante cierta época, eran tantos los nuevos socios que se afiliaban al Club que se llevaban a cabo reuniones mensuales, tipo té o coctel, para presentaciones. También había anillos de oro con el escudo, que usaban todos los socios. Don Roberto era muy entusiasta para organizar fiestas; muchas de ellas se llevaban a cabo en su Granja Araceli; algunas se han ido transformando en tradicionales para el Club, como el Día de las Madres y la Noche Mexicana, que se realiza alrededor de las Fiestas Patrias. No todas las relaciones o conversaciones que tuvimos Don Roberto y yo tenían que ver con asuntos del Club o del “Grupo Económico”. Muchas fueron de tipo personal, de carácter íntimo: solía platicarme sus recuerdos de cuando desempeñó su trabajo en los Ferrocarriles Nacionales, en diferentes localidades del Bajío, donde tuvo varias responsabilidades (en Mariscala, Gto., llegó a ser Jefe de Estación). También recuerdo con muchísimo afecto que cuando falleció mi mamá en la Ciudad de México, al poco tiempo de residir nosotros en Querétaro, la única persona de mis nuevos amigos queretanos que me acompañó en aquellos acontecimientos fue precisamente Don Roberto. Varias fueron las Navidades que pasó nuestra familia en la casa de Don Roberto, con los suyos. Y al dejar volar la memoria para traer a la mente los años que han pasado, recuerdo que su hijo Federico, recién egresado del Tecnológico de Monterrey, me visitó en compañía de su padre para explorar la posibilidad de trabajar con la organización en que yo laboraba, y así adquirir práctica en la industria. Cuántos años de amistad, cuántas veces no tuvimos pláticas sobre temas amplios, como las vivencias políticas del pasado, el presente y el posible futuro.

Juan Espino

El que me hable de usted, tendrá que pagar una multa en la tesorería Desde 1950, Don Roberto reunió a los empresarios para diferentes actividades, aunque el Club de Industriales no existía. Él tenía la inquietud de ofrecer una respuesta adecuada a las instituciones de beneficencia que solicitaban ayuda a las diferentes fábricas. En los años sesenta, las principales eran Kellogg, La Concordia, Hércules, Carnation, Singer, Tremec, la misma Embotelladora La Victoria y otras. En algunos casos, las personas que representaban a las instituciones, al solicitarnos ayuda nos comentaban que los demás industriales ya habían hecho determinadas aportaciones, lo que no siempre era verdad. Así que Don Roberto quiso formar una asociación donde cada industrial aportara una

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cuota determinada para ayudar en grupo, además de recibir a los empresarios recién llegados, propiciar la convivencia y la amistad entre todos. Se formaron dos fondos iniciales: en el primero, se apoyó al grupo social para dar la ayuda a las instituciones, y que se realizaran cenas, bailes, conferencias y otras actividades. El segundo fondo era para la creación formal del Club. Con veinticinco empresas iniciales se conformó este organismo, se hicieron estatutos, se solicitó el permiso a la Secretaría de Relaciones Exteriores y el 15 de enero de 1970 se fundó el Club de Industriales de Querétaro. No teníamos oficinas, pero las de Don Roberto fungían como tales, incluso designó a una persona, la señorita Tere Perusquía, para que nos apoyara con la administración del organismo. Siempre ha sido un anfitrión espléndido, así que deseaba que todos los eventos estuvieran muy bien organizados. Si el Club de Industriales no tenía suficiente dinero para una actividad, él ponía la diferencia de su bolsa. El baile anual, cada noviembre, era de etiqueta rigurosa. Con la cena se ofrecía sólo champán, whisky y coñac. La comida era de primera, venían excelentes orquestas a amenizar el evento, y se determinaba una cuota que incluía la propina, para que nadie pagara más, sino que todos se dedicaran a divertirse. Don Roberto instituyó que el servicio fuera de primera: los meseros bien vestidos, con uniformes y guantes blancos. Les exigía una magnífica presentación y se les capacitaba para que trabajaran con mucha educación; eso contribuyó a elevar la calidad de los servicios de gastronomía en Querétaro. Como Pepe Roiz, uno de los socios, era restaurantero, en El Jacal, que era de su propiedad, hicimos los primeros bailes. Todos convivíamos con muchísima confianza, y él había pedido que nos tuteáramos todos: “El que me hable de usted, tendrá que pagar una multa en la tesorería”, decía, pero no nos atrevíamos a hablarle con la familiaridad que él exigía porque le teníamos un enorme respeto. Don Roberto y Doña Chelo fueron nuestros compadres, ellos bautizaron a mi hija Patricia, la más pequeña, y aunque en diversas ocasiones nos invitaron a mi esposa y a mí a viajar con ellos, no lo hicimos por razón de mi trabajo, pues yo era el tesorero de Kellogg de México. Él invitaba a muchos amigos suyos de viaje, como a Pepe Arana, Guillermo Delgado Pastor, Tomás García Camacho y otros. Cuando se casó Roberto su hijo en Monterrey, fuimos todos sus amigos con los gastos pagados, en un autobús, repleto, que salió de Querétaro. La señora Chelo era una persona amabilísima. Fue siempre muy modesta, jamás era altiva, nunca la vi enojada; tenía un carácter sencillo. Nunca aceptó tener automóvil, caminaba por el centro, y en los últimos años de su vida seguía yendo a misa, a San José de Gracia, al mediodía, a pie desde su casa ubicada en la calle de Colón. La Granja Araceli tenía un gran comedor y en él se reunía todo el grupo de industriales. Se celebraban las asambleas, las reuniones con señoras, luego comíamos juntos. Por las tardes se organizaban torneos de tiro al blanco. La señora reunía a sus amigas para invitarlas a comer, las recogía en sus casas y las llevaba a la granja, donde disfrutaban todo el día. Cuando íbamos a reuniones con los gobernadores, Don Roberto siempre procuraba que las relaciones con ellos fueran buenas. No le interesó nunca la política como un proyecto personal, aunque hubo ocasiones en que sus amigos y conocidos lo estimularon a buscar un puesto de elección popular. Las condiciones de aquel tiempo no eran las más adecuadas, porque había que hacer carrera política durante muchos años para tener la posibilidad de una candidatura; no se daba el caso de que un industrial pudiera contender por un puesto de elección popular. Sin embargo, muchos estamos convencidos de que él habría podido ser un gran gobernador de nuestro estado. La Granja Araceli sirvió como sede de nuestras reuniones y en ella se celebró la asamblea en la que hablamos de la construcción del Club de Industriales, que hicimos en el terreno donado por el Gobernador Palacios en el Centro Sur, donde tenemos hoy en día nuestra sede. Se emitieron sesenta certificados de aportación, con un valor nominal de veinticinco mil dólares cada uno, y Don Roberto participó comprando para sus diversas empresas.

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Él personalmente supervisaba el trabajo de la construcción, acompañando a los directivos del Club, entre ellos Roberto Ruiz Rubio, su hijo. Don Roberto fue desde el comienzo un magnífico promotor del Club, y al comienzo compró cuatro acciones; ahora hay siete empresas suyas en el Club.

Club de Leones

Don Roberto Ruiz Obregón y la señora Consuelo Rubio de Ruiz en compañía de la señorita Cristina Castro Ballesteros (Reina del Club de Leones), 1960

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Hace cincuenta y tres años, un representante de Lions International vino a Querétaro a promover la fundación de una filial, habló con varios hombres que se habían distinguido por su interés hacia el desarrollo de la comunidad, y se fundó el Club en nuestra ciudad; de ellos están todavía con nosotros José Antonio Piñuela, que era agente de los Bonos del Ahorro Nacional; los hermanos José Luis y Francisco Sosa García, que tenían el restaurante de La Marquesa; Benigno Silva, que era gerente del Banco Mercantil del Bajío; Tomás García Caballero, que era apoderado de Ford Automotriz. Don Roberto tomó parte activa en la fundación del Club, se interesó por su filosofía e hizo suyos sus programas de ayuda social; contribuyó a formar el grupo de Querétaro y se reunieron ciento ochenta socios, entre ellos el gobernador y el presidente municipal. Los proyectos eran crear un club de servicio para el desarrollo de la comunidad, fundar escuelas y ayudar en programas de salud pública. A Don Roberto, que siempre le ha apasionado el tema de la educación, le interesó fundamentalmente este aspecto del compromiso leonino, por lo que puso especial énfasis en un programa que hacía que los Leones financiaran la construcción de una escuela pública, que luego la Secretaría de Educación equipaba y hacía funcionar. Al comienzo, había sesiones de trabajo en el Casino de Querétaro en Madero, y luego nos cambiamos a una casa propiedad del doctor Uehara, que se encuentra muy cerca de Los Arcos, en la calle 20 de Noviembre; era una finca grande y ahí estuvimos durante diez años. Cuando se acabó el contrato, el propietario quiso incrementar la renta al doble, así que el licenciado Eduardo Luque Loyola, que había sido gobernador, nos ofreció un terreno que tenía cerca del Retablo, incluso propuso que algunos socios compraran lotes para que construyeran sus propias casas cerca de la sede del club, lo que no se logró. Pero sí le compramos un viejo casco de hacienda, eso fue en 1965, siendo yo presidente del Club. Fui con Pepe Juárez, muy amigo de Don Eduardo, a hacer el trato. Reconstruimos la finca y cuando llegó al poder Juventino Castro, junto con Doña Carmelita su mujer participó activamente en nuestros proyectos y su gobierno nos cedió el terreno del Cerro de las Campanas donde está ahora la Casa-Club. A partir de entonces se intensificó la obra social, se instaló un dispensario que al principio funcionaba ciertos días y ahora es permanente; a la gente sin recursos se les regala la consulta, la medicina y si se puede hasta despensas. A últimas fechas también se tiene la clínica oftalmológica. Don Roberto Ruiz siempre ha ayudado al Club de Leones con aportaciones; al comienzo, para hacer el salón, que fue construido por Eduardo Ruiz Posada. Para financiarlo se emitieron unos bonos con valor de mil pesos de entonces, que era mucho dinero; Don Roberto compró varios y, sobre todo, contagió de su entusiasmo a los demás. Es un promotor muy bien intencionado, para apoyar a todas las obras que sean en beneficio de la comunidad. Hace que los demás trabajen, tiene mucho dinamismo, hay muy pocas personas como él. No motiva con palabras, sino con su ejemplo y su persona. Con su conducta, convence fácilmente. Donde él interviene, todo


tiene éxito, pues todo lo maneja con honradez. Con sus propias cosas es generoso, pero tiene mucho cuidado con lo que no es suyo. Siempre ha dado aportaciones con mucho gusto, pero también es meticuloso, tiende a formar comisiones, para delegar la responsabilidad a los demás y hacer que todos trabajen. No espera nunca remuneración por su trabajo, ni beneficio personal. Yo conviví con él en el Club de Leones, al que me invitó a pertenecer; fue mi padrino. También, por supuesto, en el Club de Industriales, donde he trabajado por mucho tiempo. Da mucho gusto estar a su lado, tanto de Roberto Ruiz Obregón como de Roberto Ruiz Rubio; con ellos participé en muchos proyectos por varios años; al Club de Industriales, que es uno de sus proyectos, viene siempre muy feliz, cuando se inauguró lloró de gusto porque es su sueño realizado.

Lo recuerdo, como si lo estuviera viendo, ponerse una caja al hombro, de madera, de veinticuatro botellas, e irse caminando desde su planta hasta el centro

Fernando Estrada Sicilia

Mis padres murieron siendo yo muy chico; mi madre murió cuando yo tenía seis años, y mi padre cuando tenía doce. Por esa razón, no pude estudiar. En 1944, ya era conscripto sin tener todavía la edad reglamentaria, y mi hermano Manuel, que me lleva trece años, me preguntó si quería trabajar y me llevó con Don Roberto, que era su compañero de trabajo. Cuando comencé a trabajar con él, la empresa ya se llamaba Embotelladora La Victoria, y se encontraba en Filomeno Mata, que entonces llevaba el nombre de Calle del Deleite, en el número 12. La Victoria era el nombre de la tienda de Don Anastasio Soto, a quien Don Roberto llamaba con afecto Don Tacho; ellos tuvieron muy buena amistad cuando Don Roberto trabajó en Empalme Escobedo. El refresco, en aquellos tiempos, se etiquetaba a mano, tenía una etiqueta propia, en una botellita tipo cervecero. Don Roberto en aquel año todavía era empleado del Ferrocarril, aunque estaba ya ausente, con permiso. Les daban entonces permisos de seis meses, sin goce de sueldo, en los que no perdía su plaza ni su antigüedad, y él los solicitó hasta que vio consolidada su empresa, que había emprendido junto con su papá y su hermana Sarita. Ella se encargaba de toda la parte de calidad del producto: hacer los jarabes a mano, ponerles los saborizantes, azúcar y agua en cazos de cobre; estos saborizantes se vendían en tiendas especializadas de la ciudad de México. Don Roberto ya distribuía Coca-Cola, que se producía en Celaya, en Pachuca o en el Distrito Federal. En aquellos días los caminos eran muy malos, así que dependía de las condiciones de los caminos que Don Roberto se fuera hacia Celaya o hacia Pachuca, o hacia la ciudad de México; él manejaba su propio camión, para traer el producto a Querétaro. Había ocasiones en que emprendía su viaje hacia una ciudad, y a medio camino tenía que regresarse por la dificultad de transitarlo, así que tenía que iniciar de nuevo hacia otro destino. Las oficinas de Coca-Cola en México se ubicaban en las calles de Durango, en el centro de la ciudad de México. Era una filial de Coca-Cola Company, al frente de la cual estaba el señor Sherwood, que vivió doce años en México y nunca aprendió español; lo conocí cuando llegué a acompañar a Don Roberto. A él le ofrecieron la concesión de embotellar el producto en Querétaro, como también lo hicieron con otras personas: a un señor llamado Manuel Díaz, que tenía una fabriquita de refrescos; creo recordar que también lo ofrecieron a Don Jorge Herbert y al señor Ignacio Ruiz, que no lo aceptaron. Cuando se lo ofrecieron a Don Roberto, él accedió de inmediato a pesar de que no toda la gente gustaba del refresco, pues decían que sabía a medicina, y es que lo probaban tibio, no frío; recordemos que en aquel tiempo no había muchos refrigeradores.

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En su oficina en Allende y Ribera del Río, 1949

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Sin embargo, el sabor de la Coca-Cola se ha mantenido el mismo desde sus comienzos. Hubo, sí, un cambio cuando Roberto Goizueta, cubano, fue presidente de la compañía y a mediados de la década de los ochenta lanzó la New Coke, que se contrapuso con la clásica, y se creó tal polémica a nivel internacional, en los medios de comunicación y entre la gente, que sirvió para darle mayor difusión al refresco y su sabor, y elevó las ventas. Recuerdo que en alguna ocasión acompañé a Don Roberto a Atlanta, y fuimos atendidos por Roberto Goizueta en su calidad de director técnico de la compañía, porque el presidente era todavía el señor Paul Austin. A su muerte fue cuando ascendió Goizueta. Nos ofrecieron tres cenas, y a Don Roberto lo entrevistaron para el periódico The Atlanta Journal respecto de un producto que Coca-Cola quería ofrecer a los niños: una bebida con alto valor nutricional, que aquí se llamó Sansón. En Querétaro, México, se dio el tercer intento, porque ya se había hecho en Surinam, Filipinas o Brasil, no recuerdo bien; se trataba de hacer un refresco con el suero de la leche, para que tuviera muchas proteínas. En México el proyecto no prosperó por razones fiscales: Hacienda le definió un impuesto semejante al de los refrescos comerciales, sin serlo. Cuando yo llegué a la embotelladora, para elaborar los refrescos Victoria ya había una máquina que llenaba el producto en forma semiautomática, y sus tapas eran corcholatas, es decir, coronas de lámina con corcho. Vinieron funcionarios de Coca-Cola de México a supervisar la planta, ubicada en la casa donde vivía la señorita Sarita Ruiz. La familia de Don Roberto vivía prácticamente enfrente, al otro lado del Jardín de los Platitos, en la calle de Invierno. La casa donde estaba el negocio tenía una sala que había sido habilitada para la producción, ahí había una máquina para lavar las botellas, accionada por dos muchachas, una de las cuales todavía vive, se llama Martina Balderas y duró muchísimos años trabajando para la empresa. En otra máquina se llenaba el refresco y luego ellas pegaban la etiqueta de papel, que tenía forma de rombo, con engrudo. Las botellas, tipo cervecero de un cuarto, eran producidas en Vidriera Monterrey, enviadas por tren; Don Roberto conoció a Don Guadalupe Martínez, un gran directivo de la empresa regiomontana, y ambos llegaron a cultivar una gran amistad, a través de muchos años. Don Roberto tiene esa característica: es un hombre que inspira confianza, y cuando era joven los dirigentes de las industrias le apoyaron mucho, por lo mismo. Entre ellos sobresale el señor Cayo Zapata, un español que producía la corona con la que se tapaban las botellas, además de objetos publicitarios como charolas. Comenzó ese señor en México produciendo grasa de zapatos, luego hizo muchos otros productos, y le tendió la mano a Don Roberto, surtiéndolo de tapas que no tenía que pagar de inmediato, sino cuando tuviera la posibilidad de hacerlo. Don Roberto tardó casi un año en pagarles la primera vez, y mientras tanto ahorró sus recursos para lograr montar su primera planta. Muchos le fiaron, como se decía anteriormente, y gracias a ellos la empresa logró crecer. Al comienzo, los refrescos se distribuían en carritos accionados manualmente, que los operarios llenaban con diez cajas de refresco y llevaban a las tiendas, y regresaban con las cajas vacías. Cubrían toda la ciudad, lo que ahora se conoce como Centro Histórico de Querétaro. Luego Don Roberto comenzó a tener contacto con distribuidores de fuera, algunos de los cuales todavía viven, como Don Pepe Velázquez, de Coroneo, que ahora es ganadero de reses bravas. Sus hijos siguen siendo distribuidores de Coca-Cola y Refrescos Victoria. Él fue


presidente municipal de su ciudad. El señor José Aguilera, de Jerécuaro, fue uno de nuestros distribuidores fuertes. Ellos manejaban ya cajas grandes de madera, de 72 botellas de 8 onzas cada una, es decir, de 192 mililitros. Don Roberto era tan fuerte y trabajador, que yo lo recuerdo, como si lo estuviera viendo, ponerse una caja al hombro, de madera, de veinticuatro botellas, e irse caminando desde su planta en Filomeno Mata, junto al río, hasta las oficinas de la Secretaría de Hacienda, que entonces estaban en el Palacio Federal, lo que es ahora el Museo de Arte. Ahí tenía un entrego, es decir, le pedían los refrescos y él los llevaba personalmente si no tenía a las personas disponibles para enviarlos. Ese era su espíritu para dar a conocer el producto. En realidad, no era ésa su responsabilidad, pero esa ha sido la característica de Don Roberto toda su vida: supo hacer de todo. Si veía a una muchacha barriendo, y no le gustaba cómo lo hacía, le pedía la escoba, y le mostraba cómo hacerlo. Todavía estando en la planta de Filomeno Mata, compró su primer camión, con el que empezó a hacer sus entregos, cuando inició su tarea como embotellador de Coca-Cola. Lo manejó por muchos años su pariente Arturo Real Ruiz, de Amealco, que todavía vive. Cuando yo llegué a trabajar con él, no tenía a nadie más que le ayudara con la contabilidad o la administración de la empresa: él lo hacía todo personalmente, se encargaba de las ventas, la producción, la distribución y las demás tareas importantes. Yo comencé a ayudar en producción, porque sólo había dos o tres personas, a nivel obrero. Después, pudo instalar las primeras máquinas automáticas que Coca-Cola exigió que comprara, con las que pudo producir cerca de treinta botellas por minuto; también adquirió unos tanques de acero inoxidable con hélice que sustituyeron a los viejos peroles de cobre donde se preparaban los jarabes, y una lavadora industrial. En los tanques se mezclaba el agua con azúcar que Don Roberto compraba en los Almacenes Nacionales de Depósito, manejados por Don Guillermo Delgado, amigo de Don Roberto. El agua recibía un tratamiento de purificación supervisado por Coca-Cola; todas las características técnicas del equipo fueron definidas por Coca-Cola de México, entonces dirigida técnicamente por Steve Phinder, un hombre muy querido de Don Roberto, quien lo ayudó a que fuera aceptado por la empresa internacional como embotellador. La vida era tranquila en Querétaro. Se vivía el final de la Segunda Guerra Mundial pero apenas nos dábamos cuenta. Llevábamos una existencia al margen de los acontecimientos globales. En 1946 me quedé al frente del negocio porque él se dedicó a la construcción de su planta a la orilla del río. Se edificó en lo que era un alfalfar, un predio rural que se puso a la venta y Don Roberto lo obtuvo para fines industriales. En Estados Unidos, le dieron crédito para comprar las máquinas con su solo nombre, su palabra. Esta magnífica reputación crediticia se derivó de consultas o investigaciones que hicieron sus proveedores en Estados Unidos mediante CocaCola Company. Su firma era suficiente para que le vendieran maquinaria a pagar a cinco años, para iniciar la planta del Río. Don Roberto siempre buscó la manera de conseguir créditos con plazos más grandes que su capacidad de pago. Pedía un préstamo a cinco años y a los dos años ya estaba liquidado. Él deseaba la seguridad de tener tiempo suficiente para pagar, pero en muy poco tiempo ya había hecho todos los pagos. Esto desde el punto de vista financiero es muy importante, Don Roberto cumplía sus obligaciones con mucha víspera, con lo que se hizo de un nombre muy respetado entre sus proveedores, que a la fecha le dan todo el crédito necesario, porque se sigue comprando maquinaria de las mismas marcas, aunque ahora se buscan los mejores proveedores no sólo de Estados Unidos sino de varios países del mundo. Don Roberto es leal con sus amigos y entre ellos se cuentan muchos de sus proveedores, porque le ofrecieron su ayuda desde el comienzo, y él no se olvida de una deuda de honor. Había dos en particular a quienes él se mantenía fiel: el Tapón Corona y los autos Ford. La fábrica Corona estaba en aquel momento en la calzada San Juan de Aragón de la ciudad de México, con el nombre de Zapata Hermanos, S.A., y luego cambió a Tapón Corona, S.A. Los hermanos Zapata separaron sus negocios, algunos siguieron en la rama de la litografía, otros si-

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Momentos como este, en 1960, vivieron muchos Don Roberto y Don Fernando Estrada Sicilia

guieron el negocio de las tapas de los refrescos. Siguen siendo muy amigos de Don Roberto los descendientes de los señores Zapata. En el caso de Ford, Don Roberto era muy amigo del distribuidor inicial para Querétaro, don Chema Hernández; a quienes trabajamos con él nos costó esfuerzos, a través de los años, que aceptara que buscáramos en el mercado otras marcas, por calidad o por precio. Finalmente accedió, pues sintió que, en justicia, había pagado a través de tantos años de fidelidad con esas marcas el apoyo obtenido por sus fundadores al comienzo de sus empresas. En cuanto a los camiones, Don Roberto buscaba que las unidades que ya no estuvieran en condiciones óptimas para la distribución, fueran ofrecidas a los choferes para que éstos las trabajaran independientemente, o las compraran cuando llegara su jubilación, y así contaran con un capital de trabajo. Cuando Don Roberto se liberó de los compromisos económicos adquiridos por la construcción de la planta del Río, se dedicó a construir tres escuelas primarias rurales, una para la comunidad de Santa Catarina, otra llamada Juan Escutia, aquí en la ciudad de Querétaro, y la que operó en la Granja Araceli. El CAPFCE se responsabilizó del trabajo, con recursos aportados por Don Roberto. La maquinaria que se adquirió para la planta de Allende y Av. Ribera del Río, hoy Universidad, era completamente nueva, automática, embotellaba 30 botellas de 192 mililitros por minuto, que fue el principal producto hasta 1954, en que llegó la botella de 12 onzas, es decir, 355 mililitros. También ahí se embotellaban los refrescos Victoria. Alrededor de cien personas trabajaban en esa planta, entre oficinistas, choferes, distribuidoras, ventas y producción. Don Roberto estimulaba a su personal mediante viajes a Acapulco. Íbamos en cinco autobuses de cuarenta personas cada uno, así que ya éramos más de doscientos trabajadores. Los viajes iniciaron en los años cincuenta, como un premio a los concursos de ventas, y luego se extendieron a todos los departamentos de la compañía. Como empresario, Don Roberto es un autodidacta cabal. Sin tener estudios, fue capaz de dirigir su empresa y entender lo que pasaba en todas las áreas: producción, ventas, mercadotecnia, administración, personal... a mí me pedía al comienzo de la compañía que me pasara de un departamento a otro, según lo requería el crecimiento de la fábrica, y yo conseguía libros sobre la nueva área, para tener un conocimiento un poco más formal de la contabilidad, o la ingeniería industrial. Él siempre nos estimuló para capacitarnos, para saber más. Tiene

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mucha intuición natural, se deja llevar por su inteligencia más que por las teorías. Es un hombre de características excepcionales: me reprendía si gastaba un centavo de más, pero no me criticaba si invertía cien mil pesos en algo bien hecho. Si él iba caminando en la planta y veía una botella tirada, se desviaba diez metros, recogía la botella y la depositaba donde debía estar. Él nos enseñaba desde a cargar cajas, que fue lo primero que yo hice en la planta de Filomeno Mata, pues eran unas cajas ligeramente hexagonales y había que ponerlas de una manera correcta. Desde eso, hasta montar una planta completa, que fue lo que hicimos en San Juan del Río, todo eso me lo enseñó, mediante sus consejos, sus silencios, su estímulo tan peculiar. Antes que nada pensaba en las necesidades de sus trabajadores; en cincuenta y dos años, nunca le solicité un aumento de sueldo, pues lo que me daba me parecía justo. Sin embargo, cuando comenzamos a negociar contratos colectivos de trabajo, yo negociaba con él los aumentos que querían los trabajadores a través de los sindicatos, y a veces no aprobaba dichos aumentos, porque decía: “No es cuestión sólo de dárselos, lo que temo es que el día de mañana quizá no se los pueda pagar”. Ésa era su tónica: no escatimar el dinero, sino tener lo suficiente para cumplir los compromisos. Con el tiempo este esquema se fue haciendo más flexible y la experiencia nos enseñó que sí podríamos sostener los aumentos solicitados. Como la educación siempre ha sido su pasión, desde los años setenta comenzó a pagar los honorarios de maestros de educación para adultos. Ellos cobraban en Embotelladora La Victoria, pero daban sus clases en las escuelas primarias por las noches, a quienes quisieran aprender a leer y ampliar sus conocimientos. Sin embargo, todo esto no está consignado en ningún artículo periodístico o libro en particular, porque Don Roberto siempre se cuidó de hacer el bien de manera discreta, con mucha prudencia. La ayuda que daba a la gente necesitada, o a organismos de beneficencia, era de una manera muy velada, sin hacerlo evidente, siguiendo el mandato bíblico: que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Trabajaba de acuerdo con las necesidades de la empresa; llegaba antes que nadie, puntual a las ocho de la mañana, pero no tenía horario para salir. Yo siento que el único error suyo, si así se puede clasificar esta manera de ser, es que pensaba que toda la gente era como él. Esperaba de los demás lo mismo que él hacía, que tuvieran la misma responsabilidad, la misma entrega hacia el trabajo. Tenía una salud de roble, pero el cansancio de tanto esfuerzo físico y la consecuencia de las preocupaciones le afectaron tanto que en una ocasión, a mediados de los años cincuenta, me encargó el negocio y se fue varias semanas a Dallas, Texas, a descansar.

No sé qué tiene Amealco que todos los de allá han sido empresarios

Manuel Estrada Sicilia

Trabajé con Don Roberto en la superintendencia de Express, cuando era Don Pancho Ciorano el jefe de la superintendencia, en el año de 28, ahí Don Roberto era taquígrafo de primera, yo entré a trabajar ahí en la cuestión del archivo. Don Roberto siempre fue muy capaz en la cuestión de la mecanografía, era mecanógrafo de primera. Sin duda, hizo la fortuna que tiene a base de honradez y de trabajo, porque él siempre fue muy capaz. Cuando nos separamos, en el año de 42, él se fue allá a trabajar con su papá, en una maquinita de refrescos que tenía pedales, ahí en su casa. Del 42 que nos salimos de los ferrocarriles para acá, él se quedó en sus negocios. Dios le dio a él un don especial y él lo supo aprovechar, por eso tiene la fortuna que tiene ahora.

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Siempre fue como ahora, nunca se le ha subido el haber tenido la fortuna que tiene, siempre ha sido muy buen amigo, yo lo aprecio mucho, toda la vida hemos estado en relación con él, a mí muchas veces me invita a su casa. Siempre ha sido muy gente, muy sencillo. Nos hemos frecuentado hasta la fecha. Yo conocí mucho a la familia de Don Roberto, Doña Chelo, siempre fue muy buena señora, era muy sencilla, muy humilde, muy gente. Yo a Don Roberto le insistí mucho, yo tenía un hermano Fernando que no tenía trabajo, yo me quedé solo a sostener a la familia y Fernando era el más chico y le dije: “Don Roberto ayúdame con este muchacho, yo ya no sé qué hacer, no encuentra trabajo y anda de vago nada más” y me dijo Don Roberto: “Mándamelo para acá a ver qué hago yo con él” y desde entonces Fernando mi hermano se fue a trabajar con él, a la fecha ya Fernando está jubilado, después de 50 años de trabajar con él. Cuando entramos a Ferrocarriles, no conocía a nadie de su familia, sabía que era de Amealco, eso sí, le decía yo: “No sé qué tiene Amealco que todos los de Amealco han sido empresarios, Juventino Castro, estos muchachos González” y Don Roberto, pues el don que Dios le dio supo aprovecharlo muy bien y siempre ha sido muy honrado. Yo entré a Ferrocarriles en 1928, Don Roberto ya trabajaba ahí. Entrábamos a trabajar a las 7:00 de la mañana y salíamos a las 3:00 de la tarde, había mucha tranquilidad. Todos nos conocíamos, de los viejos de Querétaro ya quedamos muy pocos, el último que se fue era Rangelito, que le decíamos, él no era trabajador, era un amigo que teníamos, que siempre andábamos visitándonos. Era amigo mío y de Don Roberto.

1978 Con el Presidente José López Portillo

1991 Inauguración de Refrescos Victoria del Centro, con el Lic. Mariano Palacios Alcocer, Gobernador Constitucional de Querétaro

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Se salía de su oficina, se quitaba su saco y trabajaba como cualquier obrero

Héctor Macín Fernández

Yo llegué a Querétaro en el año de 1952, trabajé en el Ferrocarril, y en una ocasión vi a Don Roberto ahí, por pura coincidencia, sin pensar que algún día iba yo a necesitar de este señor tan agradable, porque en lo personal yo tengo recuerdos muy bonitos. Me casé en Querétaro y pensé radicar aquí, salí a buscar un empleo en Coca-Cola y el señor me hizo favor de aceptarme. Sus acciones tan bellas, por ser una persona tan honorable, humana y sencilla con nosotros, me hizo pues continuar hasta la fecha. Todos en mi familia lo queremos mucho, porque en una ocasión dos de mis hijos sufrieron un accidente en la Alameda, prendieron una botella con pólvora y estaban graves, estaba yo laborando cuando me avisaron, fui a las oficinas, pedí permiso para salir, él personalmente me dijo que por qué tanta prisa, se me rodaron las lágrimas y el señor me dijo: “Vamos”. Fuimos al lugar donde estaban mis hijos y él dijo: “Que atiendan a estos jóvenes, yo cubro los gastos que sean necesarios pero que se realice esto inmediatamente”, gracias a él se atendieron mis hijos, están sanos. En lo personal es una persona muy bella con todos nosotros los trabajadores, porque sus acciones cotidianas con el trabajo, las realiza en una forma muy humana, sincera y sencilla con nosotros, todos lo estimamos. Cuando yo entré aquí era ayudante de ventas, salía en un camión a repartir, posteriormente me dieron el cargo de chofer y salía yo a las rancherías a entregar el producto. En ese tiempo se vendía muy poquito, pero el negocio fue superándose gracias a la supervisión directa de Don Roberto, porque él indicaba: “Esto lo quiero así, esto se necesita en esta forma”. Yo considero que el señor Don Roberto Ruiz Obregón es privilegiado por Dios porque él físicamente cooperaba con nosotros a hacer reparaciones mecánicas, se salía de su oficina, se quitaba su saco y trabajaba como cualquier obrero para los arreglos mecánicos. Sin duda, el éxito de esta empresa se debe a Don Roberto y a su familia que han intervenido directamente en todas las necesidades y obligaciones, han sido personas que a través de la comunicación nos han indicado siempre lo bueno, lo excelente: producto limpio, todo bien detallado, ser honestos, dedicar el tiempo necesario para que todo salga como hasta ahora hemos tenido oportunidad de realizarlo. En una ocasión, cuando el ingeniero Federico tenía catorce años, lo tuve yo cooperando conmigo de ayudante. Don Roberto unos días antes me hizo este comentario: “Hector Macín, mi hijo Federico va a trabajar con usted, así que vamos a hacerlo normal”. La actividad de trabajo, las necesidades de cooperar, me obligaban a caminar por muchas áreas de la empresa, y pues este joven una vez, estando cansado, se sentó y me dijo: “Ya me cansé, Héctor Macín”. “Pues yo lo siento mucho pero vamos a seguir trabajando porque el ejercicio es en beneficio tuyo”. Se

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sintió tan molesto que me dijo: “Sí voy a seguir trabajando, pero cuando yo me reciba de ingeniero tú te vas para la calle”. Posteriormente él fue, hasta la fecha, persona muy activa, dirigente de muchas áreas, y yo le he hecho el comentario: “Fede, tú comentaste algún día que me ibas a correr, estoy esperando ese día”. El señor Don Roberto siempre observaba detalladamente el trabajo mecánico, administrativo y una ocasión, aquí en la planta de Constituyentes laboraba con nosotros el señor Arturo Real, muy trabajador, era el jefe de taller, pero como a veces había cansancio por las exigencias de rutina, se metió abajo de un camión, se amarró con un pañuelo uno de sus brazos y se quedó dormido, el señor Don Roberto llegó y lo buscó: “¿Dónde está Arturo?” “Está allá abajo trabajando, señor”. Se dio cuenta que esta persona estaba dormida y empezó a llamarle: “Arturo, salte de ahí ahorita, es conveniente platicar contigo”. Arturo Real se sintió muy apenado y salió a atender al señor. El señor Don Roberto le dijo: “Ponte a hacer otro trabajito para que no te canses”, después los muchachos que los rodeaban y un servidor nos reímos. En otra ocasión, dos trabajadores llegaron borrachos, bueno mareados, por decirlo así, a la planta, era un lunes. Estos dos jóvenes querían aprender a manejar y se subieron a un Jeep, empezaron a dar vueltas en la planta, los dos; el gerente de la planta llegó con ellos para hacerles ver que era un error entrar a manejar un vehículo y más en esas condiciones. Se les retiró de la planta para que se fueran a su casa, por órdenes de Don Roberto y lo bueno es que el señor Don Roberto no los castigó, les llamó la atención y les dijo que eso no debería ser, que fueran gentes más centradas, que había peligro pues de accidentarse y de accidentar a alguien. En la calle de Allende había una frutería. Al día siguiente llegaron a trabajar estas dos personas normalmente, y Don Roberto les encargó un vitrolero de cuatro litros con agua de frutas. Las enseñanzas suyas siempre han sido a través de la motivación, con un buen trato, en una forma muy amigable, muy amable y esto nos ha motivado para que todos nosotros nos sintamos satisfechos, contentos con el trabajo que tenemos. Sabemos que la superación del humano debe ser con honradez y dedicación. Una vez le hablé directamente: “Señor, uno de mis hijos necesita trabajar, para que vaya cubriendo las necesidades de su escuela, ¿puede realizarlo?” “Sí, Hector”. Estuvo con nosotros dos meses, había necesidad de limpiar cristales, de barrer, de hacer algunas cositas de acuerdo con las necesidades, y lo mandó uno de los supervisores a barrer la calle de Allende que da con Ribera del Río y cada vez que pasaba alguna persona se escondía con su escoba. Don Roberto lo vio por los cristales que daban para la calle, salió y le dijo: “¿Tienes pena de barrer? Las personas deben aceptar las indicaciones que se les dan cuando entran a un lugar a trabajar, no es deshonroso, presta la escoba” y se puso el señor a barrer desde la esquina Ribera del Río y parte de Allende. Mi hijo estaba muy apenado y posteriormente renunció, no quiso continuar, le dio pena el regaño y mejor se retiró. Toda la familia Macín estima mucho a Don Roberto y de los dos muchachos que se accidentaron, les he pedido que lo admiren pero que no lo molesten para nada, porque él es una persona muy ocupada, entonces para mí es penoso ir con él y decirle: “Señor, muchas gracias por todo lo que ha hecho”, soy enemigo de esas cosas, el agradecimiento se guarda en la mente y en el corazón. Toda la vida ha existido una forma de demostrar que hay interés y cariño: con el negocio. Cuando se realizaban concursos de ventas, yo intervine en muchas ocasiones y para poder aumentar la venta del producto llegaba a las casas, porque en ese tiempo yo entregaba producto a las casas particulares. Cuando salía comentaba: “Si tiene usted bicicletas o licuadoras se las acepto a cambio de producto” y en esa forma yo aumentaba mis ventas, pero alguien le comentó a Don Roberto y me llamó a su oficina y me hizo este comentario: “Héctor Macín Fernández, esta empresa no debe tener relación con su negocio”, porque en ese tiempo ya tenía yo cuatro o cinco jóvenes que me ayudaban a hacer reparaciones de licuadoras, bicicletas, refrigeradores, y además dijo: “Yo no quiero que me traiga en el camión bicicletas y licuadoras, concrétese a su trabajo”. “Está bien, señor”, y no volví yo a hacer mis negocios.

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Lo mejor que me ha sucedido en la vida, el trabajar en esta empresa

Luz María Martínez Real

Tengo trabajando aquí en la empresa 42 años, los cumplo el día 3 de diciembre, la verdad es que para mí ha sido lo mejor que me ha sucedido en la vida, el trabajar en esta empresa. Yo entré a trabajar en 1958, el 3 de diciembre, porque había una campaña de un viaje a Disneylandia pintando y organizando los muñequitos de Disneylandia, entre a trabajar ahí y ya después él me dio oportunidad de seguir trabajando en la empresa. Don Roberto es mi tío, era primo de mi mamá, muy cercano, he convivido con él toda mi vida, es una persona a la que quiero muchísimo, tanto a él como a sus hijos que son mis primos y pues él me enseñó a trabajar en realidad, mi mamá quedó viuda y él nos ayudó bastante, inclusive la casa en que vivo se la regaló a mi mamá. Una relación muy bonita que he llevado con él porque me enseñó a trabajar y por lo cual vivo agradecida. Él siempre estuvo muy cerca de nosotros, de mi familia, de mis hermanos, de mi mamá, porque como quedamos huérfanos muy chicos, yo tenía cinco años de edad, pues él ha sido mi segundo padre. No puedo decir nada de él que no sea positivo, él me enseñó a ser responsable, a trabajar, y es lo mejor que me ha sucedido en la vida. Cuando trabaja uno con Don Roberto, todo el tiempo es de aprendizaje. Por ejemplo, una de las veces que a mí me tocó contestar el teléfono, me preguntó por el señor Adame, que era el contador, y le dije: ”No está”, y él me contestó

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muy sabiamente: “No te estoy preguntando si está o no está, quiero hablar con el señor Adame”, y esa fue una enseñanza para mí, porque yo debo resolver el problema. Y cosas así, detalles que me han enseñado mucho tanto en mi trabajo, como en mi vida personal. Todo mundo conoce a Don Roberto, o cuando menos ha oído hablar de él, por la importancia que tienen sus empresas, y como hombre, porque además ha hecho muchas cosas, beneficia a muchas personas, sobre todo a tanta gente que le da trabajo con sus empresas, no solamente del municipio, sino de rancherías también se vienen a trabajar aquí, eso yo lo considero muy positivo. Cuando estábamos en la planta de Allende cada año se fijaba una meta de cajas vendidas, y nos regalaban un viaje a Acapulco de tres días y no crea que distinguía, él convivía con todo mundo, inclusive se iba en el autobús, con mi tía Chelo. Fue creciendo el personal y ya no se volvió a hacer, ahora cada mes se da un premio de puntualidad y de asistencia, les pagan una cantidad cada mes si no faltan y si son puntuales al presentarse a su trabajo. Él nunca se dejó llevar por la belleza de la persona, sino más bien por su calidad moral. Y antes, cuando yo trabajaba en Allende, él estaba en todo, él seleccionaba su personal, pero era cuando éramos puros queretanos, eran hijas, hermanas, amigas, de familias conocidas de Querétaro. Angelita Jiménez, Hildelisa y yo somos las más antiguas trabajando en la empresa. En cuanto a sus hijos, era de suponerse que ellos siguieran la misma empresa; el contador Roberto y el ingeniero Federico entraron a trabajar desde a bajar cajas de los camiones y revisar cajas y de la máquina poner los refrescos a las cajas, a saber qué cosa era llenar una caja, llenar una botella, pues yo creo que eso hacía que se interesaran. Las mujeres también estuvieron muy cerca de él. En la empresa se acostumbraba realizar algunas celebraciones, por ejemplo, las cenas de fin de año que también eran para todo el personal y ahí nos entregaban nuestros aguinaldos, antes no se acostumbraba lo del fondo de ahorro. A veces las hacían en salones o en la planta de Allende. A pesar de los años que ha estado fuera de su pueblo, él quiere muchísimo a Amealco, inclusive le dieron un reconocimiento como Amealcense Predilecto. Como desde el 90 ó 91, sus hijos se involucraron más en las empresas. Él viene pero de visita, a él le gusta mucho visitar La Victoria, visita las otras plantas pero él dice que como comenzó con La Victoria es la que más quiere. Mi tía Chelo, una persona maravillosa también, a pesar de la posición que tenía siempre tuvo una humildad y una bondad que le transpiraba por todos los poros. A ella como a Don Roberto, convivir es lo que más les gustaba, convivir con todos es, cómo podría llamarlo, su prioridad. Cuando las empresas comenzaron él tenía directamente contacto con todos, inclusive sabía el nombre de todos, y eso a todo mundo nos agrada, que el dueño sepa cómo nos llamamos y qué hacemos, es muy estimulante. Ahora cuando Don Roberto viene, todos nos avisamos y a mí personalmente me da muchísimo gusto saludarlo y le doy gracias a Dios porque me permitió llegar a donde he llegado y estar en esta empresa. No terminaríamos de platicar ni de Don Roberto, ni de la empresa, más que yo siempre he vivido aquí y he convivido con él y con sus hijos, principalmente con el contador Roberto, porque es de mi edad.

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Quien lo conoce aprende de él su nobleza y dedicación

Salvador Mondragón Guerra

Don Roberto es un hombre trabajador, con una vida noble y generosa, que ha ayudado a quien ha podido. Sólo tengo palabras de elogio para él. Yo soy de Querétaro, y desde muy joven conozco a don Roberto. No puedo precisar cómo ni dónde lo conocí, pero como Querétaro era un lugar muy pequeño, todas las familias nos conocíamos. Antes Querétaro era sólo lo que es ahora el centro, terminaba en la Alameda. A Roberto lo visitaba cuando tenía su fabrica cerca del Río. Desde siempre las familias nos frecuentábamos y continuamos con una estrecha amistad, de hecho el menor de mis hijos, Jorge, está casado con Gaby, nieta de Roberto. Quien conoce a don Roberto Ruiz Obregón aprende de él su nobleza y dedicación, ya que contribuye a cada momento a alguna causa noble. Roberto es un hombre sencillo, con un profundo espíritu de servicio y sobre todo un gran amigo. En la vida un amigo es como el pan y el vino, una bendición, en las dificultades de la vida es el consuelo más grande que podemos encontrar. Él ha dejado una huella en la sociedad, porque reúne todos estos atributos, además de que ha logrado todo lo que tiene con esfuerzo, dedicación y mucho trabajo. Por todas tus cualidades y logros te felicito Roberto.

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Hildelisa Pérez García

Nunca esperé que el dueño de la empresa fuera a contratarme a la casa, y menos en domingo y por la mañana

ca. 1990

Yo me inicié en la empresa el 3 de junio de 1973, en una forma muy curiosa; yo soy química farmacéutica bióloga, egresada de la Universidad Autónoma de Querétaro. Mi antiguo jefe le habló al señor Roberto Ruiz Rubio de mí, su papá se interesó y fue él, Don Roberto, personalmente a contratarme a las 8:00 de la mañana de un domingo a mi casa, y yo no sabía por qué había ido. Nada más me dijo: “Sé que usted es química”. En ese entonces yo no tenía trabajo, y me dijo: “Pues vengo a que trabaje conmigo en mi empresa”. Yo sabía quién era él, pues es una persona muy conocida aquí en Querétaro. Yo me quedé muy admirada porque nunca esperé que el dueño de la empresa fuera a contratarme a la casa, y menos en domingo y por la mañana. Yo le dije que tenía compromisos, y me contestó: “Pues le doy mañana para que cancele todo y pasado mañana se presenta, a las ocho de la mañana. La espero en Constituyentes 40 Oriente”. Desde ese momento yo vi la energía del señor, una energía cargada de sabiduría porque sabía a lo que iba y por qué iba, y a partir de ese momento yo me presenté, jamás hubo un diálogo con él de cuánto me va a pagar, nunca hablamos de eso, hablamos de trabajo desde el primer momento. Yo sabía que era una buena empresa, una empresa de las mejor pagadas en Querétaro y pues no dudé en aceptarlo. Para mí eso fue un impacto muy grande, porque vi a un hombre de mucha energía, de mucha presencia, de mucho conocimiento; desde ese momento yo empecé a sentir al señor como un ejemplo a seguir, por sus conocimientos y todo lo que conllevan. Al principio, se me iba dando una inducción, la cual fue muy corta, porque el señor me dijo: “Empiece a trabajar”. Me llamó un día a su oficina y me dijo: “¿Cómo se siente?”, y le dije: “Mal”. “¿Cómo que mal?” Yo desde el princi-

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pio fui franca con él, le dije: “Pues me tienen sentada leyendo puros manuales”, ya me los sabía de arriba para abajo, pero no era lo mismo entrar a campo, porque una cosa es la teoría y otra el trabajo. A pesar de su energía es una persona que da mucha confianza, yo hablo con él no como con el jefe que nos dice: “Venga acá porque la voy a regañar”. No, él no regaña, él llama la atención, pero nos induce a hacer las cosas bien y nos dice por qué estamos mal. Entonces yo hablé con él y le dije que yo no me sentía segura, y me dijo entonces: “Pues yo sí voy a confiar en usted”, y a partir de ese momento me hice responsable del trabajo. En ese momento se fue la persona que me podía sacar de apuros, el señor Estrada era la cabeza del área de producción y del área administrativa y se fue a un curso; el ingeniero Federico se andaba casando, total que yo me vi sola. El ingeniero Federico se fue de viaje de bodas, él era el gerente técnico del área. En ausencia de ellos, yo me quedé solita con Don Roberto, entonces ahí sí, me acerqué a él porque yo sabía que “Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Nuestra relación fue muy buena, muy fuerte, él vio que hacía las cosas con seguridad, que era limpia en mi forma de trabajar, que era lo que ellos más buscaban, porque aquí el trabajo empieza con la disciplina de la higiene y ya después viene la exactitud y todo lo demás. Duré 26 años y meses ahí en el área de Aseguramiento de Calidad. Yo me hacía cargo también de la bodega y de producción, en las ausencias del ingeniero Federico. A mí lo que me encargaban yo lo hacía, porque desde un principio le enseñan a uno que la empresa es honesta, es una empresa con respaldo, que nos va a dar seguridad tanto en nuestra profesión como en nuestra persona. Nos daban tanto apoyo, que a mí no me daba miedo ni vergüenza decir: “Señor, no sé, dígame esto por favor”, a él siempre le ha gustado que uno sea franco y sincero. Siempre nos ha dado mucho respeto a nuestra persona y a nuestro valor en el puesto que tenemos. Por ejemplo, si él estaba en sesión con el sindicato, casi siempre que hay sesión con el sindicato no se interrumpe ni nada, pero si yo tenía un problema, jamás me detuve, iba y el señor siempre me decía: “Pásele, Hildelisa, ¿qué se le ofrece?” y siempre me resolvía las cosas, pues para él todo es importante. Yo a veces lo comparo con un pulpo, que en lugar de tentáculos tuviera cerebros, porque puede estar en varias actividades, sin descuidar ninguna. Don Roberto dejó de venir en el momento en que se hicieron las oficinas corporativas, ellos salieron de la empresa y ya tuvieron sus oficinas en otro lado, entonces venían pero no de manera cotidiana. Ya no era como antes, que lo veíamos en la mañana y en la tarde, nosotros llegábamos a las 8:00 corriendo, y él ya estaba aquí. Nos íbamos y él se quedaba. En este momento todos sus hijos están involucrados pero en aquel tiempo nada más estaban el doctor Roberto, el ingeniero Federico y la licenciada Lupita, porque ella estaba en el área de personal, cuando yo entré pusieron un gerente en el puesto de ella y luego ella se quedó como gerente de mantenimiento del edificio. Lupita por mucho tiempo trabajó también en el área de laboratorio, entonces para mí era otro apoyo, porque como ella había estado con la señorita Sara, sabía el movimiento. Mi puesto abarcaba dos: yo tenía aseguramiento de calidad, y por el otro lado, tenía la empresa de Concentrados Victoria S.A de C.V. Lupita había estado en esta área y yo tenía con ella mucho apoyo en el aspecto de los concentrados. Don Roberto siempre nos enseñó a hacer las cosas bien y a la primera, porque así es él, no le gustan los errores, porque hay tanta tecnología, tanto equipo, tanta maquinaria a nuestro alcance. Simplemente, cuando salía al mercado la mejor máquina, luego la compraba; salía el mejor equipo de laboratorio, de inmediato lo compraba; éramos siempre pioneros en cuanto a tecnología, entonces con eso nos obligábamos moralmente a poner lo mejor de nosotros, nuestro mayor esfuerzo. A mí me tocó tener contacto con personas que venían de muchos países a entrenarse aquí, Don Roberto permitía que se les diera entrenamiento, inclusive venían personas de Coca-Cola de México, con puestos muy elevados. Era como una escuela. Don Roberto siempre abrió sus puertas para que las personas de otras empresas que estaban más bajas en tecnología que nosotros vinieran a aprender.

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Él es una persona que siempre va un paso más allá, su capacidad mental es tan amplia que él ve el panorama y ve los pros y los contras antes que nadie, precisamente por eso tiene mucha astucia para los trabajos y para los objetivos que se propone, momentáneamente los realiza con su mente y ya ve el futuro, ya lo ve resuelto, tiene mucha habilidad mental. Siempre tiene la visión del futuro completa, es muy visionario. Esta es una empresa de una moral intachable, donde uno se refugia y haga de cuenta que está uno protegido por una reja, como que es un mundo aparte. Yo he trabajado en otras empresas y he visto la diferencia muy grande de ésta con las otras, aquí yo siempre me he sentido como que trabajamos en familia, Don Roberto nunca me provocó que yo dijera: “Tengo miedo de ir a verlo”, al contrario, es como un padre amoroso, uno se acercaba a él con la confianza de que sabía que tenía la solución en la mano. Hicimos aquí en Querétaro una bebida que se llamaba Sansón, esa bebida se hacía con suero de leche desproteinada, en esa bebida yo participé mucho directamente con Coca-Cola de México, entonces en reconocimiento a eso, puesto que no me podían dar nada económico porque no es válido, simplemente yo estaba cumpliendo con mi deber, pero veían que a veces nos quedábamos aquí hasta muy noche, en la madrugada, entonces me reconocieron el esfuerzo que yo puse extra; a Don Roberto se le hizo un homenaje en Atlanta y me invitaron de Coca-Cola de México, yo viajé con los señores, en aquel entonces con la señora doña Chelito, el contador Roberto con su esposa, el ingeniero Federico con su esposa, don Fernando Estrada con su esposa, la licenciada Lupita Ruiz y yo, nos fuimos de viaje a Atlanta a ser testigos del homenaje a Don Roberto. El reconocimiento a Don Roberto lo hizo el Presidente mundial de CocaCola, fueron invitados los dueños o los representantes de las firmas a nivel mundial. Las mesas estaban adornadas con banderas de todas las naciones y nos sentaron a nueve personas por mesa.

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Cuando llegamos a Atlanta, fue un recibimiento impresionante, al llegar al aeropuerto me dice Don Roberto: “¿Quién vendrá, Hildelisa? Mire nada más cuánta gente y cuántos periodistas. A lo mejor viene un buen jugador, o alguien importante está en el aeropuerto, un artista o algo”. El recibimiento era para él, había periodistas, camarógrafos por todos lados y estaban unas limosinas afuera del aeropuerto esperándonos para que las abordáramos y llevarnos a nuestro hotel, pero él en todo mundo pensó, menos en que a él le estaban haciendo ese recibimiento. Mucha gente venía a visitarlo de Estados Unidos, seguido teníamos convivencias en la Granja Araceli, Don Roberto hacía comidas y siempre tuve el honor de ser invitada y compartí con ellos muchas tertulias, yo me sentía de la familia, todavía presumo que me siento de la familia, porque no soy familiar de los Ruiz Obregón, sino de la familia Coca-Cola de la cual él es nuestro padre. En la planta de Constituyentes, que es la más antigua, hay gente de muchos años, hay personas con 31 años de trabajo, de 50, 45, algunos se han retirado ya por salud o porque conviene a sus intereses personales. Hay mucha gente de 10 años, de 15, de 20, de 25 y de 35. Uno se siente a gusto aquí y estamos aquí unas 13 ó 14 horas diarias, pero yo no las siento pesadas porque hago una cosa que me gusta y estoy en un ambiente tan bonito. A mí me operaron en el 87 y Don Roberto estuvo al pendiente de mí, fue a visitarme a mi cama de sanatorio, con su esposa, me llevaron flores, fue el ingeniero Federico, me fue a visitar la familia, imagínese esos detalles tan grandes. Cuando murió mi padre también me acompañaron al funeral, estuvieron ahí conmigo y digo, no soy nadie aquí y sin embargo, me dan mi valor de ser humano, me dan mi valor de persona, de profesionista y eso es lo bonito. En Navidad, todos nos dábamos regalos, y pensábamos: “...y si me toca Don Roberto”, pero el regalo más sencillo era el que más le agradaba. El es muy amigo de los taquitos, y cuando era santo de la señora Chelito en el patio interior poníamos mesas y cada quien traía un guiso. Unas convivencias de familia. Nosotros actuábamos, cantábamos, improvisábamos obras de teatro y él convivía con nosotros muy contento y la señora nos acompañaba. Hacíamos concursos de calaveras y él siempre presente, premiándonos, convivía con nosotros en todos nuestros eventos. Todavía hay fiestas aquí y reuniones, después de estar todo el día metidos en la fábrica; nos ponemos la camiseta y la sudamos y se nos impregna y se nos adhiere. Y uno se hace fiel, hasta en el modo de pensar. El ingeniero Federico y el contador Roberto venían a hacer prácticas aquí, cada vez que venían de vacaciones, ahora lo veo en los nietos, que trabajan su horario corrido. Yo creo que desde niños les inculcan la disciplina, el amor al trabajo y a la responsabilidad. A sus nietos Don Roberto los ponía a nivel obrero: a limpiar paredes, techos, ellos tenían que entrarle: “Que sepan cómo mandar limpiar una pared, que sepan cómo mandar limpiar un vidrio”, era lo que decía Don Roberto: “Si ustedes no lo hacen, nunca van a saber mandar”. Una persona que ha trabajado aquí, cuando se sale y va a pedir otro trabajo, dice que estuvo en la Coca-Cola, tiene las puertas abiertas inmediatamente, es un sello de garantía de que va a ser un buen empleado.

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Luis Rubio Andrade

Antonio Mendoza, sentado en la salpicadera del camión, 1950

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Tiene una conciencia grande de que no es propietario de lo que tiene, sino un administrador Mi hermana Chelo era un encanto de mujer. Ella estudió con las monjas del Verbo Encarnado, en la calle Balvanera, atrás de donde nosotros vivíamos; luego terminó sus estudios en el Instituto Plancarte. Nuestros padres fueron Luis Rubio Contreras e Ignacia Andrade García. Mi padre trabajaba en la Farmacia Loyola, que estaba en la calle de Hidalgo, a media cuadra del Teatro de la República; luego trabajó con Luis Balandra en la Farmacia Balandra. Mi madre era costurera y de esa manera contribuía a la economía familiar. Fuimos cuatro hermanos: Lolita, que murió a los seis años, luego Chelo, que nació el 2 de febrero de 1915, luego yo que nací en el 17, y once años después nació Concha, que todavía vive, gracias a Dios. Cuando Chelo tenía nueve años y yo siete, mi madre nos inscribió en la Academia de Música J. Guadalupe Velázquez, lo que hoy es el Conservatorio, que estaba en Próspero C. Vega, atrás de la parroquia de Santiago. Teníamos una tía, Beatriz Andrade, que nos regaló un piano que todavía tengo. Chelo siguió estudiando por muchos años, ya estaba casada cuando concluyó su carrera de concertista, con una gran ejecución en el Teatro de la República. Sin embargo, no quiso distraerse del cuidado de su familia, y dejó de tocar el piano; sólo lo hacía en momentos muy especiales. Yo le pedía que me tocara el Claro de Luna, de Beethoven, lo que hacía con mucha sensibilidad. De hecho, se dice que Roberto iba caminando por la calle cuando escuchó tras la ventana abierta lo que ella tocaba, y se enamoró primero de su música, luego averiguó quién tocaba el piano, y así la conoció. Chelo era una gran deportista. A mi papá le gustaba mucho el deporte. Había entonces en Querétaro un centro deportivo, el Club Querétaro, sobre lo


que hoy es Constituyentes, frente a la Alameda, y ahí ella fue campeona de tenis. Yo practicaba frontón con mi papá en la cancha de la calle de Colón. También fue una gran devota de la Virgen María, particularmente de la advocación del Rayo, gracias a que mi mamá nos inculcó siempre esa devoción. En el año 1932, siendo yo estudiante del Colegio Civil, era gobernador Saturnino Osornio, con quien hubo una serie de confrontaciones que le llevaron a cerrar el Colegio, que representaba para muchos de nosotros la única oportunidad de estudiar una carrera universitaria. Cuando fuimos a verlo para que no cerrara el Colegio, Osornio, que era un hombre sin instrucción formal, nos dijo: “Si yo, que no tuve estudios, llegué a gobernador, ustedes que han estudiado podrán llegar a la Presidencia de la República”. Así que me vi sin posibilidades de continuar estudiando, y con mi amigo Luis Balandra entré a la Farmacia Balandra, siguiendo la tradición familiar, ya que mi padre también fue farmacéutico. En ese tiempo supe que mi hermana Chelo tenía relaciones de noviazgo con Roberto, que fue siempre muy cortés y respetuoso conmigo. Se veían, como muchas parejas, en el balcón de nuestra casa que daba a la calle. Ella lo esperaba desde dentro de una habitación, él paseaba por la acera hasta que ella abría, a una hora acordada, y charlaban a través de la reja de la ventana. Cuando yo llegaba a la casa, apenas él me veía se iba de inmediato, se retiraba para que yo abriera la puerta. Luego regresaba a seguir platicando con Chelo. Él trabajaba en el Ferrocarril, aquí en Querétaro, tenía el puesto de chofer repartidor. Como él y yo no habíamos sido formalmente presentados, no nos dirigíamos la palabra. Pero Roberto conoció mi situación a través de

Roberto Ruiz Rubio, Monseñor Alfonso Toriz Cobián, Obispo de Querétaro, Don Roberto y Doña Chelo 1964

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mi hermana, y un día ella me dijo: “Oye, dice Roberto que puede hacer que te den un puesto en el Ferrocarril, como familiar suyo”. Esa posición era de las mejores, yo consentí aunque no cruzamos palabra él y yo. Así que en 1936 me separé de la farmacia y entré al Ferrocarril. Yo quería muchísimo a Chelo, siempre fuimos muy unidos, así que yo tenía una especie de celo hacia ellos, lo que me impidió asistir a su boda. La oficina del Express, del Ferrocarril, estaba en la esquina de Allende y Madero, en la segunda planta. Desde ahí vi cómo llegaron los novios a la iglesia de Santa Clara, y mi padre entregó a la novia, toda la familia asistió menos yo. Ya casados él y mi hermana, Roberto habló con Manuel Estrada Sicilia, que era documentador en el Ferrocarril, y con gran astucia logró que me dieran un interinato de tres meses, luego trabajé de extra, con tan gran fortuna que en un año ya tenía puesto de planta. Obtuve el trabajo y me enviaron a San Lázaro, en México, por tres o cuatro meses, hasta que Roberto habló con un compañero, documentador de valores, que aceptó hacer un cambio conmigo, y así logré venir de regreso a Querétaro. Cuando se casó, Chelo se llevó su piano, que era vertical, a su casa. Pero un día Roberto, allá en los años cincuenta, me dijo que le vendían un piano de media cola, un piano precioso, que costaba treinta mil pesos. Era un regalo, yo lo vi y le aconsejé que lo comprara. Se lo regaló a Chelo. Sin embargo, cuando estábamos juntos, en reuniones familiares, ella se negaba a tocar porque le gustaba escucharme a mí, y porque era una gran anfitriona, una cocinera estupenda que se entregaba a su familia e invitados. Preparaba riquísimos platillos de la cocina mexicana, recuerdo especialmente unos huesitos dulces de cerdo, que le encantaban a Roberto. Roberto y yo éramos grandes amigos, pero no pudimos nunca tutearnos. Incluso en un viaje a Pátzcuaro sus hermanas Sarita y Carmelita intervinieron para que lo hiciéramos, pero no lo lograron. Hasta la fecha, toda la vida nos hablamos de usted con enorme aprecio. Él es para mí un segundo padre. Después de ser chofer repartidor, fue taquigrafista, luego trabajó en oficinas, en la superintendencia, hasta que llegó el momento en que se separó del Ferrocarril para dedicarse a la embotelladora. Entonces me dijo: “Yo necesito una persona de confianza, que me ayude”. Yo no quería irme de Ferrocarriles, estaba muy a gusto, además de que tenía un trío, el Trío Querétaro, porque siempre me dediqué a la música. Tenía también otras inquietudes: fui presidente de la Pía Unión de Peregrinos al Tepeyac, y para cumplir con mis compromisos sólo hablaba con el superintendente, Don Simón, para que me otorgara los permisos. Por todas estas razones no quería separarme de mi trabajo. Roberto seguía insistiendo, así que yo le puse como condición que me dejara trabajar en la música, pues tenía programas en la radio, inclusive en la W, a lo que aceptó. Para entonces yo ya tenía novia formal, y cuando mi esposa y yo nos casamos en 1942, tuve que decidir entre irnos a la ciudad de México, donde me esperaba un contrato con la XEW, o quedarnos en Querétaro y trabajar en la embotelladora, que fue lo que hicimos. Cuando Roberto era presidente de los Leones, Chelo organizaba cenas en el Casino de Querétaro, en la calle de Madero, y siempre contrataba al trío que yo dirigía para amenizarlas. Desde entonces, le pedí su apoyo para la Peregrinación, y todo me lo daba con gusto; me dijo: “Usted avíseme, pues todo lo que sea para la Iglesia, yo no tengo inconveniente para otorgarlo”. Esto ha ocurrido hasta la fecha. Todavía él ve por muchas personas, y me manda un cheque cada mes para el apoyo a varias comunidades religiosas, como las madres capuchinas, las carmelitas y las misioneras que tienen su convento en Madero. La razón por la que ofrece su apoyo a todas las personas necesitadas que le es posible, es porque tiene una conciencia grande de que no es propietario de todo lo que tiene, sino un administrador de esa fortuna. Él sabe que Dios lo ha puesto en esa situación para ayudar a los demás.

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Yo trabajé con él veintisiete años; fue mi padrino de matrimonio. Mi esposa y yo tuvimos catorce hijos; a medida que crecía la familia, él quería que yo tuviera una casa grande; una tía me vendió una casa a cambio de la que yo tenía, más pequeña, y él me ayudó a pagar la diferencia. Siendo empleado de la embotelladora, siempre tuvo muchas atenciones para mí. Por ejemplo, cuando era gobernador Juventino Castro, tuvo la oportunidad de conseguir placas de taxi, y me ofreció un juego junto con el coche. Desafortunadamente me tocó un chofer irresponsable, que en tres años se acabó el automóvil. Todavía conservo esas placas. Una de las responsabilidades que yo tenía era atender a los estudiantes que iban con sus familias a solicitarle apoyo para una beca; él me llamaba y me pedía que fuera a la casa del solicitante, que investigara la situación de esa familia como ahora hacen los trabajadores sociales, y yo le elaboraba un reporte. Con base en esa información él otorgaba becas a los muchachos. Cuando cumplí veintisiete años de trabajo, le pedí mi jubilación pero él se preocupó enormemente, pues conocía mi situación; me dijo “¿Qué va a hacer usted?” y como siempre, me ayudó todo lo que pudo. Debo aclarar que así como es generoso, sabe ser muy estricto. Una vez se enteró de que yo tenía un convenio para tocar en un restaurante todas las noches, y me hizo cancelarlo. Me lo exigió porque podría darse la posibilidad de que algo urgente surgiera en la embotelladora, y mi trabajo, que era variado porque conocía todos los aspectos del proceso y podía suplir a cualquier persona de cualquier departamento, implicaba ir en ocasiones de emergencia y suplir a los demás. Así ocurrió en una peregrinación. Había mucho trabajo en la planta, así que no pude asistir, con gran dolor de mi corazón. Pero le pedí permiso para ir a México a recoger a mis hijos en la Villa el domingo, que ellos sí pudieron ir. Ese día, él dio la orden de que arreglaran su carro particular, y me mandó con Arturo Real, cuyos hijos también habían asistido a la peregrinación, a recogerlos. Así es, esos detalles tiene con los demás.

1963 En presencia del Sr. Manuel González Cosío, Gobernador del Estado, y su hija Carmelita, en la inauguración del Hospicio Josefa Vergara

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Siempre ha tratado de ayudarme en todo, hasta la fecha, me envía un cheque para Navidad, y su jubilación personal, lo que le toca recibir del Seguro Social como trabajador jubilado, me lo da para que lo reparta entre mis hijos. Mi mujer y yo pertenecemos a la Tercera Orden de Santo Domingo, y cada 3 de noviembre, Día de San Martín de Porres, ella da una comida a trescientas personas menesterosas en el Claustro de Santo Domingo, ubicado en la esquina de Guerrero y Pino Suárez. Siempre nos ha ayudado para organizarla. Chelo y Roberto fueron una gran pareja, se amaron mucho, y yo debo reconocer en Roberto que, pese a que fue un hombre de su tiempo y entonces la infidelidad del hombre se veía como algo natural, él siempre fue fiel a mi hermana. Yo ese gesto se lo agradezco con toda mi alma, no tengo con qué pagárselo.

Lucero Santana

Dios lo escogió para privilegiarlo con muchas cosas: su larga vida, una salud maravillosa y un espíritu de lucha a toda prueba Se habla mucho de los hombres que le han quitado algo a nuestro México y se habla poco de los hombres que le han dado mucho. Hoy en especial quiero hacer una reflexión sobre un hombre de los que nacen pocos. El es Don Roberto Ruiz Obregón, una persona a quien Dios escogió para privilegiarlo con muchas cosas: su larga vida, una salud maravillosa y un espíritu de lucha a toda prueba. Con estos privilegios inició su vida a principios de siglo. Él conoció el dolor desde muy pequeño porque perdió a su madre desde los primeros años de vida, supo lo que era tener necesidad económica y ha trabajado incansablemente desde entonces. Es un hombre que ha compartido con su familia y su pueblo generosamente lo que ha logrado tener. Es un hombre que da donativos a muchas instituciones desde siempre, yo soy testigo fiel porque hace 25 años que inicié la primera Escuela de Educación Especial él me ayudó desde el primer día, junto con su esposa Chelito y su hija Lupita. Me consta su nobleza, me consta su sencillez y sobre todo me consta que hay muy poca gente como él, que pone su fortuna a trabajar sin importarle los riesgos y prueba de ello es que con sus industrias da trabajo y pan a muchas familias.

Don Roberto con la Sra. Trini de González de Cosío y Sarita Ruiz Obregón, 1964 162


Nos daban a todos los que trabajábamos para probar, para ver si estaba buena la preparación

Ascensión Servín Moya

Yo trabajé 42 años con Don Roberto y tengo como diez diplomas de antigüedad. Comencé mi labor lavando botellas con cepillo, había una maquinita chiquita y le dábamos vuelta metiendo la botella que lavábamos con un estropajo con jabón, lo echábamos en una pilita que teníamos ahí, para enjuagar la botella, luego la pasábamos a otra pilita para que se lavara ya con agua con carbonato, al agua se le echaba carbonato para que se limpiara bien, entonces de ahí se sacaba, se ponían en cajas, las botellas empinadas, para que se escurrieran bien, de ahí se llevaban a una mesa, que todavía tengo, ahí las poníamos y con un embudo le echábamos el jarabe que preparaba la señorita Sara, el jarabe se echaba con una medida chiquita, botella por botella. Como entonces no se vendía muy bien, cuando terminábamos de embotellar, salíamos a ofrecer el refresco, nos compraban dos o tres refrescos. Había refrescos chiquitos como cuartitos. Se hacían de muchos refrescos para ver qué refresco pegaba y nos daban a todos los que trabajábamos para probar, para ver si estaba buena la preparación, a ver qué le faltaba, y nosotros les decíamos. Había como unos diez sabores que se hacían para ver cuál pegaba, y fueron quedando toronja, limón, sidra, naranja, ya después que se vendía más se embotellaba de ese refresco en botella grande, y así se iba subiendo la venta. En Querétaro había como siete fábricas de refresco, además del refresco Victoria. Luego nos llamaban de alguna tienda o de cantinas: “tráiganos una caja de refrescos”. Corríamos con nuestra caja en el hombro, ya después se compraron carritos de mano y salíamos a ofrecer a los estanquillos, íbamos dejando de tres o cuatro botellitas. No pagaban cuando se les dejaba, pasábamos a cobrar en la tarde. Don Roberto hizo mucho la lucha, así fueron subiendo las ventas. Trabajé en Los Platitos y en Allende, ahí ya subió la Coca-Cola, ya pusieron maquinaria más grande, ya fue comprando camiones, porque ya se iba vendiendo más. Después ya todos compraban refresco Victoria y Coca-Cola. Yo empecé barriendo, después a lavar los carros y ya después pasé a producción, a laboratorio, a tratamiento de agua, fue el área donde más me gustó y yo les dije: “Déjenme aquí, me gusta mucho”, duré muchos años ahí, el agua es de primera. La señorita Sara era para mí como una hermana mayor, nos quería mucho, nos ayudaba. En su casa, hacíamos de todo: lavar el piso, regar las macetas, limpiar paredes, candiles, hacer cualquier cosa. También a la casa de Don Roberto iba a hacerle limpieza. Trabajaba en la empresa horas fijas, me venía a comer y luego me iba ya sea a casa de Don Roberto o de su hermana a hacer la limpieza. Doña Sara nos ayudaba mucho, nos daba vales para sacar ropa de una tienda de ropa, muchas cosas que nos daba. Yo conocí a Don Roberto de novio de su esposa. Sus hijos: Roberto, Federico, Chelo, Lupita, Susana, Martha, yo los conocí a todos. Los dos hijos, ya cuando fueron creciendo, iban a jugar conmigo. Como teníamos el azúcar en unas bodegas, iba yo con mi carrito a sacarla y luego ellos se subían arriba, encima de los costales y ahí voy empujando todo, y llegábamos hasta donde se apilaba el azúcar, para hacer los jarabes. Luego me los llevaba a las fiestas, cuando había fiesta en San Sebastián, me decía Don Roberto: “Llévate a estos niños a dar la vuelta, y me iba yo con mis dos muchachillos”.

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Jesús Servín Reséndiz

Estaba muy al pendiente de toda el área, desde administración, ventas, producción, en todo estaba él atento siempre Había un concurso nacional y siempre teníamos el primer lugar, yo trabajé en la empresa casi 39 años, fue cuando Don Roberto nos premiaba llevándonos de viaje, como cuatro o cinco veces lo sacamos. Ir a los viajes nunca le llamó la atención a mi padre, él prefería quedarse con su hermana de Don Roberto, la señorita Sara, se quedaba él porque después de su trabajo iba a su casa a hacerle labores, y al él le gustaba más estar ahí, dando un servicio, que irse a pasear. Yo entré a la planta de Allende, ya cuando se estuvo fabricando la Coca-Cola, empezó a aumentar el volumen de venta, porque él tiene mucha vigilancia en su producto, es muy cuidadoso, desde Allende empezó a aumentar la venta, entonces fue cuando él nos estimulaba con viajes y con premios, por ejemplo relojes y todo eso. Don Roberto estaba mucho al pendiente de toda el área, desde administración, ventas, producción, total, en todo estaba él atento siempre, él quería la mejor calidad de su producto, era muy estricto, pero dio resultado todo eso. Ahorita todavía esta mi hermano Chon Servín, en 5 de Febrero; trabajamos tres hermanos ahí. Íbamos los domingos a ayudar a mi papá que iba a hacer limpieza de los tanques del laboratorio, los desinfectábamos, me llevaba a mí, yo todavía no trabajaba ahí, posteriormente le dijeron que me fuera a trabajar, yo todavía estaba chico. Toda la familia estamos muy contentos de haber trabajado con personas como la señorita Sara y Don Roberto, yo personalmente estuve ayudándole también en el laboratorio, donde se sentía un ambiente que daba gusto trabajar, era donde yo tenía más contacto con la señorita Sara porque era donde iba a preparar su concentrado para los jarabes, entonces a veces me pedía que le ayudara. Don Roberto es una persona que le echó muchas ganas, muchas ganas, por eso está donde está, porque él supo sembrar para ahora cosechar.

Operando una caldera, en los años 50 164


Con el afecto de sus nietos 165



Roberto F. Ruiz Hernández Don Roberto Ruiz Obregón: Desde hace algunos años, hemos compartido muchas cosas juntos. En los que he aprendido a valorar tu esfuerzo y dedicación para cada acción que realizas, pues siempre queda impreso ese sello especial que le das a las cosas. Tu manera incansable y llena de entusiasmo para lograr el éxito en tu vida, pero sobre todo tu gran amor por la vida y todo lo que te rodea. Por tu preocupación por el desarrollo no sólo de los negocios, sino del crecimiento que va de la mano con todos los que colaboran en ellos, por el bienestar y alegría de tu familia, así como el de tus amigos. De esta manera, estoy siguiendo tu ejemplo y consejos para lograr alcanzar el éxito, el amor a la vida y a nuestros semejantes que hasta hoy nos sigues enseñando. Gracias... sobre todo por ser mi amigo.

Katia Ruiz Hernández Existen tres personas importantes en mi vida: Dios, mi padre y mi abuelo. Hoy deseo dedicar estas líneas a mi abuelo: Por el gran amor que me ha brindado y por todo lo que él significa para mí, por ese deseo constante de superación. Por su buen humor y optimismo. Por su caballerosidad en todos sus actos. Por su cultura e ideas creadoras. Por su firmeza, lealtad y amor, que en todo momento he recibido. Abuelo: Admiro tu inteligencia sin ostentación alguna. Admiro tu conversación con la gente de tu pueblo, sin distingos de clases, y tu respeto a todas las personas que trabajan. Te admiro porque has llegado hasta donde has querido, por tu lucha constante ¡sin duda alguna eres mi héroe! Abuelo, deseo dedicarte estas palabras y agradecer todo el amor y apoyo que siempre me has brindado: Gracias por enseñarme que en mi vida siempre debe haber responsabilidad y seriedad, que nunca debo decir “No sé”, porque debo estar en constante preparación… Gracias. Gracias por enseñarme que ante los problemas debo tener entereza y esperanza. ¡Gracias por enseñarme que la verdadera riqueza la llevo en mi corazón! Gracias por enseñarme a respetar a mis semejantes por el solo hecho de serlo. Gracias, por tu sonrisa cálida, por mis viajes, porque fuiste tú quien me alentó a ser una profesionista joven y entregarme mi título profesional. Gracias, por tus consejos de que siempre debo ser una persona productiva y que nunca deje de sonreír en la adversidad. Gracias, por aportar tu talento a mi país. Siempre serás motivo de ejemplo en mi vida y mi alegría de vivir... ¡Te amo! Tu nieta, Katia

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Anya Ruiz Castro Abuelito, no tengo muchas palabras para poder expresarte mi agradecimiento por todo el amor y el apoyo que siempre he recibido de tu parte. Tú nos has enseñado con el ejemplo de tu vida, cuáles son las cosas por las que vale la pena vivir y luchar, teniendo siempre presente el amor y el respeto por nosotros mismos, por nuestra familia y por todas las personas que nos rodean. Ahora que falta muy poco para ser nuevamente mamá, sólo puedo decirte que en mi vida y en mi familia, siempre serás un ejemplo a seguir.

Tania Ruiz Castro Cuando me preguntaron alguna anécdota o historia que quisiera compartir en esta publicación de vivencias con mi abuelito, cierro mis ojos para mirar el tiempo, y los recuerdos perduran en la viveza de mi realidad. Uno en especial fue cuando fuimos a la feria de Querétaro hace quince años, aproximadamente; le pedí que me acompañara a los juegos mecánicos, y le pregunté: ¿a cuál te gustaría que nos subiéramos? Eligió subirse a las tazas giratorias, mi abuelita y mi tía no querían, lo regañaron y a él no le importó, es algo maravilloso e inolvidable descubrir que él aún conserva su alma de niño a pesar del tiempo. En estos recuerdos están presentes los desayunos cada domingo en la casa de mis abuelitos, donde se servían las riquísimas arepas de Amealco, las chorreadas de las monjitas o el chocolate de molinillo que preparaba mi abuelita con tanto cariño para todos. Con su voluntad inquebrantable, mi abuelito continúa teniendo en su ro-

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pero una variedad estupenda de dulces (palomitas, chocolates), y lo único que nos hacía terminar rápido los desayunos para recibir nuestro premio: unos suculentos caramelos. Cuánta riqueza humana en ese gran hombre Roberto Ruiz Obregón: el admirable empresario, el buen padre, “mi abuelito”, el que me ha dado el mejor regalo del mundo, “mi padre”. Gracias, abuelito, has sido un sólido pilar para la familia; en especial para mí, con tu ejemplo de bondad, de dar sin pedir nada a cambio, siempre dando lo mejor de ti. Es por eso que recuerdo lo que un día te dije: “Te quiero por ser quien eres”. Hoy te lo confirmo: “Eres un gran abuelo”.

Marcos Ruiz Castro Después de haber convivido varios años contigo, abuelito, puedo decir que he aprendido y crecido mucho gracias a ti. Pues la firmeza de tu moral, tu corazón enorme y el gran consuelo que siempre has dado a tus semejantes son virtudes que se aprenden al paso del tiempo y puedo decir que tú has sido un magnífico maestro en este aspecto. Hoy por hoy sé que tu espíritu florece dentro de mí, uniendo el pasado con el futuro. Todo esto me hace sentir muy orgulloso de ser nieto tuyo y también de ser un eslabón más de esta fuerte cadena de hombres trabajadores que forman a nuestra familia. Pero en especial hablo de tus mocedades, de sentir el sudor en tu frente, apresurando un diablito con botellas de refresco que tú mismo llenaste. Hablo frente a ti y abiertamente como un abuelo que me ha enseñado la cultura del trabajo. Sin embargo, la última lección que me has dado, abuelito, es que la sangre se hereda y que la virtud se gana. Lo virtuoso de tus sentimientos es que valen por sí solos, lo que la sangre no vale.

Federico Ruiz Lomelí Me he dado cuenta que tengo un compromiso por realizar. Este compromiso lo he adquirido a través de mi familia y muy especialmente a través del ejemplo de mi abuelito. Yo sé que la vida no es fácil, y que… Es difícil salir adelante sin el apoyo, educación y cariño de una madre. Es difícil no poder estudiar por llevar recursos económicos a casa. Es difícil emprender un pequeño negocio y ahora ser uno de los empresarios más distinguidos. Es difícil tener esa visión empresarial y lograr las metas que uno se propone. Es difícil tener ese corazón que desea ayudar a gente necesitada, a instituciones y a la sociedad en general para su desarrollo y crecimiento futuro. Es difícil lograr lo que ha hecho a base de honradez, disciplina, ética y esfuerzo. Es difícil tener 96 años y decir: “tengo tantas cosas por hacer, pero mi cuerpo ya no me lo permite”. Es difícil lograr lo que mi abuelito ha hecho, y sobre todo, que continúe en búsqueda de su autorrealización. Por estos motivos, en las situaciones que pasen en mi vida, yo siempre me preguntaré: ¿Qué hubiera hecho mi abuelito en esta situación? Y siempre trataré de seguir su camino para poder cosechar y dar fruto de lo máximo que esté a mi alcance. Gracias, abuelito, por lo que me has enseñado y ahora es tiempo de aplicar lo que he aprendido de ti y lo que puedo hacer con mi vida.

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Norma Ruiz Lomelí Abuelito: Conforme uno crece va aprendiendo muchas cosas. Aprendes a valorar cosas en tu vida, a saber compartir, a dar sin esperar recibir, a ser una persona honesta con todos y contigo misma, ayudar a la gente que más lo necesita, en fin, son tantas las cosas que uno ve en sus mayores y que trata de imitar. Yo sólo espero poder parecerme un poco a ti, ya que veo en ti muchas cualidades que te hacen ser el mejor abuelo del mundo. Por eso y todo lo demás te admiro y te quiero. Te quiere tu nieta, Norma

Gabriela Ruiz Ruiz Querido abuelito: La oportunidad de tener un abuelito como tú ha sido un regalo maravilloso que me brindó la vida y también un compromiso muy grande, ante ti, porque a lo largo de mi existencia tú has sido un constante ejemplo a seguir. La honestidad, el trabajo incansable, la lealtad, la generosidad, la tenacidad, la inteligencia, la sencillez y la humildad son cualidades que son difíciles de conjuntar en una persona y tú las tienes todas. Siempre he sentido una gran admiración por ti, ya que a pesar de que dedicabas mucho tiempo a tu trabajo y con mucho éxito, siempre le diste el lugar más importante a tu esposa y compañera, mi abuelita Chelo, así como a tu familia. Como padre no pudiste ser mejor, les has brindado lo mejor de ti a tus hijos, eres un ejemplo como esposo, como hermano y como amigo. Tu presencia y la de mi abuelita en vida han sido fundamentales, ya que me enseñaron el valor que representa la familia, por la que ustedes lucharon incansablemente para que estuviera siempre unida y en armonía. Has sido un hombre visionario y muy emprendedor y gracias a esto has logrado a lo largo de tu vida profesional dejar huella imborrable en el estado que

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te vio nacer, en la compañía que construiste, en la sociedad en que conviviste, y en especial con tu familia, empleados y amigos. Tu trayectoria es digna de admiración por propios y extraños, eres un ejemplo de lo que se puede lograr, no importando lo arduo del trabajo o las horas que se tengan que invertir, lo importante para ti era alcanzar la meta propuesta para de inmediato trazar otra. El espíritu de ayuda hacia el prójimo denota tu sencillez y calidad humana ya que nunca has olvidado tus raíces, apoyando incansablemente a la educación y en especial a tu pueblo natal: Amealco. No quiero dejar de mencionar la maravillosa experiencia que ha sido el haber tenido la oportunidad de convivir contigo estos últimos años; no sólo yo, ahora Jorgito, Jorge y yo quienes hemos estado muy cerca de ti en todo momento compartiendo la vida cotidiana, a la hora de la comida o acompañándote a dar un paseo, ir a misa o simplemente teniendo una plática en las tardes los fines de semana, también compartimos con agrado los maravillosos viajes, todos estos momentos inolvidables, que siempre recordaremos con cariño. Con todo mi amor y admiración, Gabriela

Gustavo Ruiz Ruiz Mi abuelo siempre ha significado la figura ideal a seguir, ya que no solamente representa un gran hombre por sus alcances dentro de su vida, tanto personal como empresarial. En lo personal, admiro su gran humildad y calidad humana, ya que siempre se preocupa por aquellas personas que no tienen los medios para gozar de una vida digna, y siempre dispuesto a ayudar sin querer recibir algo a cambio. Ha demostrado ser un magnífico esposo y padre ideal, ya que siempre adoró y respetó a su esposa, así como a toda su familia, siendo un padre responsable y cariñoso. En el ámbito empresarial demostró ser un visionario y emprendedor, lo cual lo llevó al éxito.

Ma. Guadalupe Moreno Ruiz Guapo: A través del tiempo me has enseñado muchísimas cosas, como el saber compartir, el ser agradecida, el ser honesta, el ser recta, y si las sigo enumerando nunca acabaría (aunque no estoy segura de haber aprendido completamente todas). Siempre con ese carácter tan fuerte, pero con una gran sensibilidad de fondo, que recuerdo que al principio me asustaba tanto. El temor a tu carácter se fue acabando poco a poco al mismo tiempo en que nos convertimos más en amigos. Siempre atento a mis calificaciones, con esa sonrisa que se asomaba de repente a tu cara cuando llegaba con alguna buena calificación, aunque sin dármelo a notar demasiado, pues el ser buena no era suficiente. Recuerdo las tardes contigo llenas de narraciones sobre las memorias que te llegaban de repente al mencionar las palabras: telégrafo, ferrocarril, bombero, embotellador, escuela, mamá, etc. Cada una de ellas traía recuerdos llenos de sentimientos gratos y tristes. Otras tardes llenas de paseos, risas, lecturas y hasta oraciones para que San Antonio me trajera un buen hombre a mi vida. En fin, siento que es imposible expresar en una carta todo lo que mi corazón siente al saber que te escribo; sólo puedo terminar diciéndote que para mí no sólo eres el gran hombre que tengo la suerte de tener por abuelito, sino que para mí eres mi cómplice, confidente y mejor amigo. Te quiero muchísimo, no lo olvides, Lupita

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Gabriela Moreno Ruiz Es difícil escribir algo sobre mi abuelito, pues ha sido siempre un hombre tan trabajador, emprendedor, noble y sencillo, que las palabras no alcanzarían para decir lo que pienso y siento por él. En cada acción que realiza está impresa una enseñanza, que comparte tal vez de manera indirecta con todos, de forma más cercana con nosotros, su familia, pero también con quienes lo rodean. Cualquier persona que esté cerca de él, en el trabajo, en la casa, en las diferentes instituciones, aprende algo de mi abuelo, ya sea su bondad, el respeto a los demás, y también su alegría y el entusiasmo con el que hace todas las cosas. A pesar de ser una persona mayor sigue compartiendo con nosotros, enseñándonos y asegura que también aprendiendo y descubriendo nuevos retos. Su labor de ayuda a los demás es parte fundamental de su existencia, ya que sé que desde hace muchos años se preocupa por apoyar en educación y otros aspectos, a quien le solicita ayuda, y ha hecho en Querétaro y en Amealco muchas obras para beneficio no propio, sino de la sociedad en general, por lo que ha recibido reconocimientos, pero a él sólo le importa hacer algo positivo por los demás, ya que con su esfuerzo ha logrado tantas cosas. Gracias abuelito, por tus enseñanzas, la paciencia que tienes con tus nietos y por darme esta familia tan valiosa y que tanto quiero. Trataré siempre de seguir tu ejemplo y de ver no sólo por mí sino tratar también de hacer algo por los demás.

Susana Zaldumbide Ruiz Cada uno de nosotros, que formamos parte de tu familia, ha tenido la oportunidad de convivir contigo de diferentes maneras; en lo personal tengo un vivo recuerdo de aquella etapa en la que pudimos estar cerca uno del otro, de manera tan especial que marca en mi vida momentos muy significativos, en que

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pude conocerte ya no sólo como mi abuelo ni nada más como emprendedor ejemplar, sino como una persona cercana y cariñosa. Pienso que la obra personal, profesional y social que tú has construido no la podemos repetir, ya que cada quien es dueño de su propio destino y responsable de la manera como asume los retos y compromisos que le presentan la vida y sus circunstancias; sin embargo, estoy convencida de que tu ejemplo de lucha, trabajo, responsabilidad y compromiso social son los valores que yo asumo como propios para llevarlos en mi vida, no solamente para seguir tus pasos, sino sobre todo, para construir mi autorrealización con la fortaleza con que tú continúas desarrollando tu existencia entre nosotros. Gracias por tu ejemplo y gracias por ser parte de mi historia personal.

Pedro Zaldumbide Ruiz En el transcurso de mi vida ha sido sumamente gratificante haber tenido la fortuna de convivir directamente con Don Roberto: gracias a eso pude conocerlo y apreciar su personalidad, que ha sido el factor de éxito de lo que él ha logrado a lo largo de su vida. Para mí, él es el hombre más importante en Querétaro por sus éxitos como empresario, padre de familia y principalmente por sus logros como ciudadano responsable preocupado por su comunidad. Su visión, perseverancia, trabajo, aunados a su sencillez, son para mí los valores que mejor lo describen y el ejemplo que quiero seguir para construir mi propio desarrollo. Abuelito, gracias por tu cariño y el valioso ejemplo que nos brindas, ten por seguro que no te fallaré.

José Manuel Sánchez Ruiz Roberto Ruiz Obregón, un ejemplo a seguir Agradezco la oportunidad de compartir estas líneas que quedarán plasmadas en un libro que testificará la vida y obra de un gran hombre que es mi abuelo. Un hombre cuya imagen y figura tienen tanta significación para todos los que conformamos su familia. Una imagen de educación, lucha, rectitud, coraje, entrega, sacrificio, con un corazón muy grande y una gran dedicación a su familia y trabajo. Tengo tan presente, cuando realizamos un viaje a Europa, mi abuelito, los señores Arana, algunos familiares y yo, que a la entrada de un museo en Italia había una escalera con ochenta peldaños; pensamos todos que no sería conveniente subir a mi abuelito, mostrándonos reacios cuando él estaba decidido a subir. Entonces se levantó de la silla de ruedas, subiendo él solo, a sus noventa y cuatro años, escalón por escalón. Para mí esto fue muy impresionante, dejándome el ejemplo de que no existe ningún obstáculo que uno no pueda vencer y superar. En otra ocasión, en este mismo viaje, en la Isla de los Pescadores teníamos que abordar una lancha que nos trasladaría a este lugar, la cual, como pudo, mi abuelito subió; después de lograrlo, se dirigió a todos invitándonos a seguirlo, y en especial a su gran amigo, el licenciado Arana, retándolo para que él lo hiciera también. En esos momentos, al verlo con tantas ganas de vivir y de compartir con su familia sus vivencias, me hizo sentir muy orgulloso de él. Admiro muchísimo la gran lucidez, guía, lucha y entrega por vivir que tiene a sus noventa y seis años de edad.

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Un día le pregunté: “Si fueras veinte años más joven, abuelito ¿qué harías?” a lo cual él contestó: “Haría lo doble o triple de lo que hice en mi vida”. Para mí, él es una persona ejemplar y admirable; de un enorme respeto, por ser hombre estricto, con una gran visión y madurez. Puedo asegurar que los que estamos cerca, principalmente su familia, orgullosamente seguimos aprendiendo de él. Con cariño para ti, abuelito.

Mauricio Sánchez Ruiz Siempre he pensado que los homenajes son para las personas que se han distinguido por su grandeza, calidad humana, respeto, profesionalismo y ejemplo, y lo más importante, que se den en vida. Me siento muy orgulloso de que mi abuelito sea el centro que inspire, que motive a la realización de estas acciones. Considero que como familia somos muy afortunados de contar con él, la mayor enseñanza que me ha dejado es la de la superación. En sus tiempos, no había muchas oportunidades de escuela, sin embargo, me sorprende enormemente todo lo que sabe. El estar a su lado me ha permitido formarme en el concepto de ver la vida positivamente, esforzarme, estudiar y trabajar siempre; saber que, pase lo que pase, tendré que dar el cien por ciento en todo. A mi abuelito lo describiría como un compendio de sabiduría, de tenacidad, alegría, ternura y una fuerte personalidad, que lo han acompañado a lo largo de su vida, pero lo mejor de todo esto, es que nos sigue regalando su experiencia de la vida, sus vivencias, enmarcadas en una anécdota o en testimonios propios. Mi abuelo es una gran persona: humano, buen padre, buen hijo y buen abuelo. Recuerdo que en una ocasión, cuando todos íbamos a salir, mi abuelito preguntó si ya podíamos irnos, y se le dijo que no, porque mis primas aún no estaban listas. Después de un momento, vimos su silla vacía y lo comenzamos a buscar, abrimos la cochera y lo encontramos con las llaves, tratando de subirse a la camioneta él solo. Esto se podría traducir como desesperación o decisión suya. Esto a mí me define la gran personalidad y fuerza que él representa a sus noventa y seis años de edad. Abuelito, te doy las gracias por los momentos que he pasado a tu lado. Con mi cariño, respeto y admiración.

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Con el cariño también de sus bisnietos: Roberto Ruiz Munguía Luis Fernando Ruiz Munguía Lirio Ruiz Munguía Augusto Larrondo Ruiz Juan Carlos Larrondo Ruiz Anya Borbolla Ruiz Enrique Borbolla Ruiz Alexa Borbolla Ruiz Jorge Mondragón Ruiz Regina Mondragón Ruiz Mariel Ruiz González Manuel Sánchez Oyarzum José Ignacio Terán Zaldumbide Valentina Bauer Moreno 175


Este libro se terminó de imprimir en mayo de 2002, en Gráficas Monte Albán, Fracc. Agroindustrial la Cruz, Querétaro, Qro. El tiraje fue de 1000 ejemplares. La edición estuvo a cargo de Comunicación del Centro, S.A. de C.V.




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