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l Un día de albedrío en la casa de la musas. Marianny Bolívar

Un día de albedrío en la casa de las musas Experiencias con privados de libertad en la GAN

Por Marianny Bolívar

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En 2015, privados de libertad de distintos penales de Venezuela se convirtieron en los protagonistas de diferentes actividades, ejecutadas en los espacios de la Galería de Arte Nacional, GAN. El programa abarcó una muestra expositiva, conformada por obras realizadas por los internos, con las que se homenajeó la memoria del fallecido presidente Hugo Chávez. También, contempló visitas guiadas por las exposiciones y una serie de talleres de expresión creativa, organizados por el Departamento de Educación e impartidos por talleristas de un nivel excepcional. Eventos como los mencionados, ya se habían desarrollado en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez, MEDI, con un éxito rotundo.

Una labor en equipo

Para el momento de la exposición en la GAN, me encontraba al frente del Departamento de Educación, de manera que el programa de atención a los privados de libertad lo organizamos, totalmente, con el apoyo del equipo, conformado en ese momento por Luis Chacín, José Perero, Juan Martínez, Fernando Aranguren y Yoneida Molina. Y así, asumimos el compromiso de aportar lo mejor de nosotros para acoger a un grupo con características muy particulares.

Los museos son espacios en los que recibíamos, casi a diario, personas de cualquier edad, procedencia, condición social, tendencia religiosa o sexual, pero, era la primera vez que nos enfrentábamos a un grupo de personas privadas de libertad. Desconocidos para nosotros, nunca supimos de qué se les acusaba. Tampoco nos importó. Ignorar esa información nos mantuvo un poco más desprejuiciados. Cabe decir, que los presos son personas marcadas socialmente y sobrevivientes de unas condiciones carcelarias que rebajan su dignidad a condiciones infrahumanas.

Las cárceles venezolanas son verdaderos infiernos, llamados en ocasiones depósitos de seres humanos. Allí, en esos

Collage con detalle del autorretrato de Antonio Herrera Toro de la Colección FMN-Galería de Arte Nacional de Francisco Arteaga

espacios dantescos, la teoría de Darwin se aplica a diario. Solo sobrevive el más apto. Cada día vivo es una proeza para ellos. Los internos se cuidan entre unos a otros, conforman hermandades, custodian sus espacios, desarrollan su propia jerga, se establecen códigos y principios, que nada tienen que ver con los tribunales, abogados o leyes judiciales que se proclaman rejas afuera.

Pero, si sobrevivir es un acto heroico, el hecho de que los privados de libertad experimenten una sensibilidad artística, expresándose a través de una pintura, acuarela o tiza es un verdadero milagro, que valida al arte como un territorio único y neutral en el que todos cabemos. Eso fue lo que sucedió en la GAN en 2015. Fui testigo y protagonista.

Concierto único

El día de la inauguración de la muestra fue ofrecido un concierto a cargo de mujeres privadas de libertad del INOF, ubicado en Los Teques. Fue un momento conmovedor y reflexivo para quienes tuvimos la oportunidad de estar allí.

Las internas, en su mayoría jóvenes hermosas, peinadas, maquilladas y acicaladas para la ocasión, no eran diferentes a las que estábamos sentadas del otro lado. Escuchamos los acordes de los instrumentos que cada una ejecutaba de manera más que aceptable. Bajos, violines, trombones,

Privados de libertad, como parte de la labor de los museos nacionales, participan en una visita guiada.Fotografía: Prensa FMN.

trompetas y otros tantos que se me escapan. Fueron manipulados con la delicadeza y la destreza de quien está familiarizado con la música.

Escuchamos Alma llanera, el Himno Nacional y Moliendo café de Hugo Blanco. Y, tras aplaudir, el repertorio ofrecido quedó en mí la reflexión de que algo estamos haciendo muy mal como Estado, nación y educadores cuando unas mujeres, con tanto talento, en lugar de tocar en una sala de conciertos, están recluidas y en ese encierro ejecutan su música, tras los barrotes que las separan de la calle.

Frente a Herrera Toro, todos somos iguales

La jornada de atención a los privados de libertad comenzó, aproximadamente, a las once de la mañana. La GAN se cerró al público y los internos llegaron esposados y custodiados por guardias, que portaban armas largas y alzadas, permanentemente. Eran conducidos a la sala de talleres donde comieron, para luego iniciar el programa del día. Iniciamos con una visita guiada por la exposición de Antonio Herrera Toro y, una vez en sala, todos éramos iguales. Los guardias bajaron las armas. Los internos, ya con sus manos libres de esposas o cadenas se sentaron alrededor de la obra escogida, como cualquier grupo de escolares visitantes. No quise ceder ni una sola de las visitas, hacía lo que más me gusta: hablar con un público frente a una obra de arte. Fue un momento mágico.

Siempre he dicho que la conversación próxima a una pieza es un ejercicio de democracia por excelencia, pues todo lo que se dice es válido. Los visitantes no desaprovecharon su oportunidad y ejercieron su derecho a manifestar lo que creían. Fueron observadores, críticos, atentos y participativos. Por primera vez en un día hicieron algo libremente, de espaldas a sus custodios, sin ataduras y sin tener que bajar la mirada para hablar, como acostumbran. El análisis hizo aflorar cualquier sentimiento y diversos pensamientos.

Recuerdo a uno de ellos que, frente al autorretrato de un artista, dijo que veía rabia, furia y violencia. Quizá, la obra actuó como un espejo en ese momento ¿Acaso no es una de las funciones del arte? Todos, en general, mostraron asombro ante la perfección, la variedad

y los colores. Realizaron preguntas acertadas sobre las técnicas, procedimientos y datos vinculados al quehacer artístico. Es decir, despojados de los custodios, las condenas y cadenas siempre estuvimos frente a estudiantes, inquietos por conocer el arte venezolano. Los custodios, por su parte, permanecieron atentos a lo que se decía. Fueron unos oyentes respetuosos y así, como dice el Evangelio que frente a Dios todos somos iguales, eso fue lo que ocurrió cuando estuvimos frente a Herrera Toro.

Para ser libre solo hay que pintar

La última parte de la jornada en la GAN estuvo destinada a la creación. El profesor José Antonio Gerdel fue el encargado de ofrecer a los aprendices técnicas, tips y algunos principios básicos para el dibujo y la pintura. El resultado fue digno de mostrarse en otra exposición. Predominaron los paisajes y los espacios abiertos. Montañas, marinas, calles, barrios y horizontes infinitos fueron algunos de los temas planteados. Nadie pintó barrotes, encierro, oscuridad o escenas sórdidas. No, se plasmaron solo anhelos.

Recuerdo un paisaje andino en el que había una casita, casi de cuento. Estaba rodeada de árboles y pintada en colores pasteles. Más que creaciones sin sentido, proyectaron lo que se encontraba en lo más profundo de sus corazones: deseos de libertad y esperanza. Una vez más, en el reino de las artes, se materializaba lo más sublime del ser humano.

Para finalizar, volvieron las esposas y cadenas. Los custodios retornaron a su función de arrear. Los privados de libertad nos agradecieron con una sonrisa afable y se marcharon a su infierno. Así terminó un día de libre albedrío en la casa de las musas.

La ganancia fue mía

Durante la clausura de la exposición escribí algo a los presos. Agradecí de corazón la oportunidad de poder crecer como profesional y ser humano a través de la experiencia de trabajo con ellos. Y he aquí una confesión: cuando me encomendaron la tarea de atenderlos, me resistí. Me dijeron que debía ceder la sala de talleres para colocar sus obras. Me negué, tras argumentar que ese era el espacio dedicado a los niños. Que nada debía perturbar aquel recinto. Yo estaba equivocada. Actué con los prejuicios que todos tenemos sobre ellos. Verlos trabajar, percibir el tormento en sus ojos y, después, la gratitud por el trato que le dimos, me hizo comprender el error. Por eso, en los momentos de la despedida, agradecí lo aprendido. La ganancia fue mía.

Marianny Bolívar

Profesora de castellano, literatura y latín. Egresada del Instituto Pedagógico de Caracas, IPC. Ha trabajado como educadora en el Museo de Bellas Artes, MBA, y la Galería de Arte Nacional de Caracas, GAN. Actualmente, se desempeña como profesora de arte y patrimonio en el Colegio San Ignacio de Loyola.

Correo electrónico: marianny.bolivar@colegiosi.org