Sembrando para servir—Cien voces hechas realidad

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Sembrando para servir

darle de comer a los suyos. Diana, lastimosamente, tuvo que abandonar su sueño, para poder trabajar y sostener en algo a su familia, pero nunca desapareció el anhelo. Como dice Nicolás Guillén: “Camina, caminante, sigue; camina y no te pares, sigue”. Eso fue exactamente lo que hizo, no parar. Para alcanzar su meta, Diana ahorró algo de dinero producto de su trabajo y decidió continuar estudiando; hacía lo que fuera: cuidar niños, vender comidas preparadas; mientras buscaba empleo para sostener su estudio, sus compañeros hacían una especie de fondo común para ayudarla pues ella siempre contó con esa capacidad de saberle llegar a la gente; a cambio les corregía textos, les preparaba consultas, etc. La vida puso en su camino una oportunidad inigualable y utópica en el principio, pero que decidió correr el riesgo de aceptar; se trataba de una Fundación que becaba a jóvenes universitarios de escasos recursos llamada Mahatma Gandhi. Diana comenzó un arduo proceso de selección, en el que competían más de 30 aspirantes a la beca; en el proceso comprendió que más que una Fundación que proveía dinero era una nueva oportunidad para poder realizar su sueño. Resultó que la nueva oportunidad se materializó, pues, como dicen, la suerte favorece a la mente preparada. La Fundación la hizo una de las 20 beneficiarias no solo en la parte económica, sino de un sinnúmero de cosas que le aportan y la ayudan a crecer cada día como persona; después de esto Diana siente que su vida comienza a darle los frutos de su trabajo; la Fundación hizo de su existencia algo más real y lleno de esperanza.

Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Mahatma Gandhi 148


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