puedan escuchar esta polifonía de voces y de acciones afinadas en un mismo registro cada vez que se acerquen al trabajo de la Fundación. Para recuperar esa historia viva de que tantos hemos construido, viajamos de la sierra a la costa. Pudimos platicar con los maestros de Ecoalebrijes en Arrazola, con las tejedoras de algodón coyuche de San Juan Colorado, con las bordadoras de flores de San Juan Chilateca. Visitamos en la Sierra Norte a las integrantes de Flor de Morera, que crían gusanos de seda y crean magníficos productos con sus hilos; a los miembros de Bii Dauu y Vida Nueva que tejen la lana teñida con tintes naturales en Teotitlán del Valle. Fuimos a los Chimalapas y a la Mixteca para conocer a los resineros que han dibujado una nueva relación de aprovechamiento sustentable con los bosques. A las plantaciones de café, amaranto, jamaica, hortalizas y cacahuates. A la laguna de Chacahua para observar ese refinado equilibrio entre el aprovechamiento y la conservación de la naturaleza que representa el ecoturismo. Conocimos a los miembros del Centro Mexicano de la Tortuga, en Mazunte, para entender cuán fundamentales son sus acciones. Pudimos platicar también con los becarios del programa Becas Comunidad, quienes nos dieron una lección sobre el compromiso que tienen hacia un futuro de prosperidad y desarrollo personal, familiar y comunitario. Conocimos a sus familias y pudimos sentirnos por un momento parte de ellas. Recorrimos los archivos de la Fundación para entender todos los retos que han enfrentado y las vías que han encontrado para superarlos. Conversamos con los directivos, pudimos acercarnos a conversar con algunos miembros del Consejo y con nuestros aliados y amigos más cercanos para recordar los momentos más significativos en la historia de la Fundación, para reflexionar sobre sus enseñanzas. Escuchamos la voz de doña Tere en los labios de todos aquellos que quedaron marcados por sus palabras y que fueron inspirados por su visión. Creo que lo más maravilloso de este proceso fue que en la suma de todas estas voces, tan únicas y relevantes, resultó muy sencillo distinguir esos ecos, esas reverberaciones compartidas. Cada uno aportando el color distintivo de su historia al entramado de un único relato de estos veinte años. Estas coincidencias revelaban ejes de trabajo bien establecidos y una misión claramente definida que dirigen todas nuestras acciones: el fortalecimiento de los grupos de base, la sistematización de programas y proyectos, así como el desarrollo de la participación comunitaria. Era esa melodía del trabajo hecho a una sola voz. Y es esta misma canción la que se transforma dulcemente en una invitación para que se sumen otros actores que buscan incidir en la realidad y generar nuevos modelos de desarrollo, para que otros adopten algunos de los procesos que la FCO ha refinado y convertido en su metodología. Esta fundación está construida con años de trabajo, por todos aquellos que nos recibieron y quisieron compartirnos sus historias, su visión. Gracias a todos ustedes por estos veinte años. Isaac Castillo Vargas Informe Anual 2017
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