Anarquismo básico La explotación, el poder —dicen—, no se lleva a cabo sólo sobre las personas, sino también sobre los animales, y por ello un anarquista consciente ha de ser vegano. Eso significa no comer ningún tipo de producto que tenga trazas animales en la medida de lo posible. Ni carne, ni pescado, ni leche, ni huevos, ni miel, ni nada que provenga de un animal. Es una postura ética muy controvertida y que genera fuertes discusiones a veces. Por ejemplo: los veganos toman suplementos farmacéuticos de vitamina B12, de la que carecen los alimentos vegetales. Cosa que no haría nunca un primitivista, que afirma que cazar y comerse un conejo no es más que relacionarse con el ecosistema, mientras que tomar un medicamento es apoyar al Sistema Tecno-Industrial. Cielos. La polémica podría durar días. En general todos los anarquistas cuestionan el modo de producción de alimentos animales por la crueldad que encierra, la contaminación que produce, los beneficios que da a unos tunantes, y la porquería que llega a la mesa. La posición vegana es la más extrema en este aspecto. Sus actividades según los casos: siguen la dieta, atacan granjas, liberan animales y difunden sus ideas mediante actos culturales. Otras opciones dietéticas son la del vegetariano que toma leche y/o huevos, la del que lo come todo crudo, la del que respeta a las plantas y solo come frutos…, y cuantas modalidades ha dado lugar la fértil imaginación humana.
El anarquismo sin adjetivos Hay otro tipo de anarquista: el que no toma partido por una modalidad, y se declara anarquista a secas. Esta opción afirma que todos los tipos de anarquismo son compatibles, y que lo que habría que hacer es colaborar unos con otros en donde se pueda, reconociéndonos como buenos compañeros, y no poniéndonos obstáculos en las actividades de cada cual. Los anarquistas sin adjetivos aparecieron en el siglo XIX, un poco hartos de las polémicas entre individualistas, comunistas, colectivistas y mutualistas. Decían que no se sabía cuál sería el mejor método de llegada a la anarquía, y que no querían imponer ninguno a priori. Podían tener más o menos simpatía por opciones concretas, pero lo verdaderamente urgente era ir a lo práctico, a establecer procedimientos que permitieran llegar a la revolución cuanto antes. Proponían entrar en los sindicatos, en los centros
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sociales, en los grupos progresistas, en las cooperativas, en cualquier pelea que surgiese, como táctica para difundir las ideas. Ello les permitía darse a conocer, mostrar su amistad al pueblo, y salir del reino de las ideas donde personas con grandes pensamientos debatían conceptos totalmente ajenos a la masa obrera. Los anarquistas debían definir bien sus ideas y defenderlas a muerte, cierto. Pero…, ¿debían permanecer impasibles ante el insulto al obrero, la explotación del menor, la violación de mujeres por sus jefes, la difusión de supersticiones entre la población, mientras los poderosos se organizaban para la guerra y para monopolizar violencia, ciencia, conocimiento…? No, respondían. Hay que estar con la gente, hay que mostrar el camino, porque esa gente que no es anarquista, es la que compra la prensa, cotiza por nuestros presos, acude a nuestras conferencias…, y hará la Revolución Social. En la actualidad, hay anarquistas sin adjetivos. Son los que sin ningún tipo de complejos se llaman a sí mismos anarquistas, sin entrar en críticas a compañeros por ser esto, lo otro o lo de más allá. Se fijan —sobre todo—, en si el compañero lucha, si es audaz y solidario, si arriesga y razona y mantiene altos los principios e ideas en su conducta cotidiana.
El anarquismo cristiano Pues sí, también hay un anarquismo cristiano. Es el de creyentes que hacen una lectura de los evangelios y del mensaje de Jesucristo, radicalmente no violenta, antiautoritaria y desapegada, propugnando una Anarquía en la que todos los humanos sean hermanos. Separan lo que es el mensaje de Cristo (lo que ellos interpretan de ese mensaje), de las doctrinas de las diversas Iglesias cristianas. Poseen un Dios personal, que no intentan que deba ser el de otras personas (no realizan proselitismo religioso, no imponen a sus hijos la religión por nacimiento…), y llevan adelante su particular creencia sobrenatural discretamente, colaborando en proyectos no violentos de transformación social.
Los anarquistas que no saben que lo son Hay un tipo de anarquista que es muy peculiar, y yo los he visto así: puede que algún día te persiga la policía. Corriendo y corriendo te pierden de vista
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