Revista pensando el carnaval

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CARACTERIZACIÓN DEL CARNAVAL DE PESCAÍTO COMO ESPACIO DE CONSTRUCCIÓN Y REAFIRMACIÓN DE LA IDENTIDAD CULTURAL SAMARIA

Por: Willington Narváez Abril Estudiante de Grado de Antropología de la Universidad del Magdalena Desde hace algunos años en el barrio Pescaito, el barrio más popular de la ciudad de Santa Marta, ha surgido una gran preocupación por parte de sus habitantes y por algunos intelectuales locales, en torno a generar diversos discursos que propendan por la recuperación de la identidad colectiva del ser pescaitero, los cuales tienen que ver con la recuperación de algunas costumbres de antaño que caracterizaron al barrio, convirtiéndolo en uno de los más reconocidos de la ciudad, y uno de los más representativos del Caribe colombiano. En este sentido, se han generado discusiones en torno al barrio y su memoria, teniendo en cuenta aspectos relevantes como la idea de recuperar su carnaval que antaño, entre las décadas 50, 60 y 70 del siglo pasado, se llevaban a cabo con gran entusiasmo y participación social. En consecuencia, han surgido una serie de organizaciones y fundaciones compuestas por habitantes del sector y por algunos otros que actualmente no habitan en el barrio pero que su origen es de Pescaito, con el propósito de organizar actividades que promuevan el esparcimiento y las festividades propias de las celebraciones del carnaval, el cual los pescaiteros reclaman, jun-

to a las fiestas de la Virgen del Carmen, como una de las actividades más representativas del barrio. De estas organizaciones, una de ellas, la Fundación Carnaval de Pescaíto – Funcarpes, justifica su proyecto asegurando que este evento, “como producto de un proceso de recepción y racionalización de inquietudes de los habitantes de este barrio samario sobre la necesidad de organizar estas celebraciones como acción de recuperación de la tradición carnavalera pescaitera, ha venido desarrollando, anualmente, desde el año 2007, un importante conjunto de actividades culturales apuntándose a la conservación, fortalecimiento y divulgación de sentimientos, cosmovisiones y formas de expresión que se consideran identificativos, en términos patrimoniales, del perfil cultural pescaitero y samario en general”. El Carnaval de Pescaíto es considerado como una de las manifestaciones culturales de mayor relevancia en la vida actual de Santa Marta, toda vez que este evento, anualmente, convoca diferentes expresiones que denotan la diversidad cultural samaria y dan cuenta de los procesos de construcción social de esta ciudad y, sobretodo, permite la reafirmación de la identidad caribeña del hombre samario.


Cualquier intento de caracterizar estas celebraciones obliga al análisis y la conceptualización de los diversos productos culturales – las danzas, las comparsas, la música, los disfraces, las parodias, las máscaras – que se dan cita en este espacio cultural que sí bien tiene ocurrencia en el barrio Pescaíto, puede asegurarse que en él se congregan las expresiones de toda la ciudad, constituyéndose en una actividad articuladora de las diversas identidades que configuran la cultura samaria y en visibilizadora de las transformaciones culturales que con el paso del tiempo se dan en ella. El análisis del carnaval del barrio Pescaito se encuentra enmarcado en lo que hoy se conoce como Antropología Urbana, es decir, la invitación a la práctica del quehacer antropológico fuera de los rincones apartados social y geográficamente. Desde las perspectivas mostradas en la obra de Mark Auge, los no lugares, espacios del anonimato, donde se plantea la existencia de esos lugares que construimos con el paso del tiempo, que son muestra de una realidad que se asoma dentro de un grupo de sociedades, que se construyen como producto de las distintas relaciones. Pero de igual manera, teniendo en cuenta que el barrio Pescaito se encuentra inmerso en la ciudad y que a su vez cuenta con un área geopolíticamente construida, puesto que es bien difícil establecer las fronteras donde comienza y termina Pescaito, y por ende donde viven los pescaiteros como tal. Por tales razones se hace necesario el análisis teórico sobre los factores que redundaron inicialmente en la configuración del barrio como tal y sobre la carga histórica de él dentro de la ciudad, para posteriormente entrar a describir los aspectos

fundamentales de las fiestas de carnaval y establecer, de una parte, las formas como el Carnaval de Pescaíto, siendo un fenómeno subalterno, se articula a toda la comunidad de Santa Marta, constituyéndose en insumo de construcción de la identidad cultural samaria, y, de otra parte, la importancia que tienen las manifestaciones culturales de carnaval al ser construidas desde las propias comunidades, constituyéndose en mecanismo social de reafirmación de la identidad cultural samaria. Estas fiestas del carnaval inmersas en un gran despelote, desde lo que la palabra carnaval invita al desorden, la confusión, la risa desmedida, el tumulto, el enredo, el lio, la mezcolanza, la falta de formalidad. Es decir, más cercano a los estudios realizados por Mijaíl Bajtin y expresados en su obra “La cultura popular en la edad media y el renacimiento, el contexto de François Rabeláis”, donde el autor logra establecer esos fenómenos que se generan en las celebraciones populares, y, en el caso concreto del carnaval, sin duda lo podemos evidenciar en la celebración del Carnaval de Pescaito, el cual está lejos de contar con un orden particular, preestablecido y además desvinculado prácticamente del orden que podría llegar a construirse a través de la creación de políticas públicas en torno a estas celebraciones.


En lo que se refiere a la construcción de identidad dentro del barrio, resulta importante traer a colación los conceptos de Benedict Anderson en su obra “Las Comunidades Imaginadas”, en la cual el autor realiza una descripción sobre cómo se construyeron políticamente los postulados identitarios de una nación compuesta por grandes estados, donde se logró articular vínculos identitarios que conllevaron a la construcción de nación, nacionalismo y pertenencia. Este aporte lo vemos en la gestación del proyecto del Carnaval de Pescaíto debido a la iniciativa generada de parte de la misma comunidad lo cual sin duda llama la atención, debido al poco empuje que hace parte de la idiosincrasia de los habitantes de la ciudad de Santa Marta. Dentro del marco discursivo que obedece a la región y las múltiples subregiones que la componen, precisándose que la Región Caribe colombiana es una colcha de retazos, un grupo de subregiones políticamente agrupadas en una sola, con una identidad creada por unos pocos, pero que nos afecta a todos, una región construida desde su propia multiculturalidad presente en cada una de las subregiones que la componen, que a su vez demarcan grandes diferencias, pero que, al mismo tiempo, ayudan en la elaboración de la llamada identidad de la región, lo que se convierte en un vehículo por el cual transitan en gran medida los discursos construidos desde las clases políticas dirigentes, las actividades de representación cultural como es el caso especifico del carnaval del barrio Pescaito, se convierten en una excusa interesante para abordar las diferentes problemáticas políticas discursivas que rodean la región y en específico la localidad samaria; es por ello que el estudio y análisis de esta manifestación cultural parida en las propias comunidades, se convierte en una tarea casi que obligada para el programa de Antropología de la Universidad de Magdalena, que permita visibilizar este tipo de fenómenos sociales, y que a la vez ayude en un futuro a su enriquecimiento, que viabilice la creación de verdaderas políticas públicas en torno a lo concerniente a las actividades de significación cultural de la ciudad.


El Carnaval de Pescaito, como manifestación cultural generada por las propias comunidades, suscita en el investigador una posibilidad de observación y visibilización de esta manifestación, la cual es vista como un proceso de articulación o cohesión de la comunidad y los agentes que la componen, en procura de realizar actividades que sirvan para establecer vínculos, mejorar las condiciones de vecindad y propiciar encuentros entre vecinos en torno a una excusa como lo es la fiesta del carnaval. Por estos motivos y a manera de conclusión de esta breve reflexión, creo que se hace necesario la elaboración de diferentes referentes desde los que permiten las herramientas de las ciencias sociales y en especial la antropología, en el sentido de proporcionar a la comunidad del barrio, y a la ciudad en general, documentos que contribuyan a la visibilización de esta actividad en torno a lo que conocemos como eventos de representación cultural.


DEL MAGDALENA SE FUE EL CARNAVAL PARA BARRANQUILLA Por: Raúl Ospino Rangel Historiador e Investigador Social El carnaval y los eventos de carácter festivo-religiosos, desde el siglo XVI, se daban en los pueblos ribereños del Magdalena, Ciénaga y Santa Marta. El historiador samario José C. Alarcón, en su libro “Compendio de Historia del Departamento del Magdalena, de 1525 hasta 1895”, sobre la fundación de Ciénaga manifiesta: “García de Lerma comisionó al obispo Fray Tomás Ortiz para ir a catequizar a los indios de un pueblo inmediato a la Ciénaga, y el religioso siguió a cumplir su comisión, custodiado por un piquete de tropa. La ocasión no fue propicia para la prédica por haber coincidido el primer día de ella con el de una especie de feria que celebraban en dicho poblado todos los indios de los lugares cercanos”. Era el carnaval. El 7 de noviembre del año 2003, es declarado el Carnaval de Barranquilla, patrimonio inmaterial de la humanidad. Son los miembros de la Unesco, en las investigaciones para tal fin, quienes se dan cuenta que en 1580, ya se realizaba carnaval en la ciudad de Santa Marta, en unos informes de Indias encontrados en la ciudad de Sevilla, España. Con razón se describe en un libro publicado en el año 1742, de la autoría del Alférez Real Don José Nicolás De La Rosa, titulado “La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta”, que: “En 1678 llega a

la ciudad el obispo Sr. Dr. D. Diego de Baños y Sotomayor y en 1681 es Gobernador y Capitán General el Maestre de Campo D. Pedro Gerónimo Royo de Arce, conociendo el primero de la devoción del segundo y de todo el vecindario de Santa Marta a esta soberana imagen de la Concepción, y que el jubileo de las cuarenta y ocho horas, concedió para las Carnestolendas, con el Santísimo Sacramento patente, casi se perdía su fruto, deseoso de que se lograse generalmente por sus feligreses este tesoro, lo transfirió a los tres primeros días de la festividad de esta Señora, y así en los días 8, 9 y 10 de Diciembre”. El nacimiento del carnaval de Barranquilla es producto de esa cultura musical originaria del Magdalena, que emigró buscando mayor vitrina en la “Puerta de Oro de Colombia”. Escritos del historiador de Barranquilla, Alfredo De La Espriella, y del sacerdote e historiador cienaguero Pedro María Revollo Castillo (1868-1960), coinciden en que un primitivo carnaval desarrollado en el siglo XVIII, en el antiguo pueblo San Juan del Córdoba Magdalena, más tarde se fue para Barranquilla.


En ese evento folclórico las cumbiamberas organizaban enormes fogatas alrededor de las que bailaban agarrados de la mano los hombres y las mujeres, vigilados por los sacerdotes. Las mujeres con sus enormes polleras de olán almidonado y el pelo recogido en moños. Los hombres lucían camisas con pecheras rizadas. Época en la cual todos los que estaban en la calle tenían que disfrazarse, y los que no, eran amarrados a un palo altísimo, llamado Varasanta o palo de Santa María. El carnaval de Barranquilla se ha celebrado de manera oficial desde 1876, pero el registro más antiguo del origen del carnaval de Barranquilla se encuentra en un testimonio de 1829 del viajero norteamericano Van Rensselaer: “El Carnaval en este lugar, donde tantos dependen de la labor cotidiana, ha sido prudentemente reducida a tres días durante los cuales no es del caso trabajar porque todo es alegría y travesura [...]. Observé que los numerosos disfraces que pasaban en grupos se golpeaban unos a otros con palos y que la ropa vuela en pedazos [...]. En el transcurso de la mañana, un disfrazado me lanzó un huevo que me golpeó pleno en el pecho sobre mi inmaculado lino blanco y se rompió pero, para mi satisfacción, encontré que sólo contenía agua pura, la yema y la clara se la habían extraído precisamente con ese propósito”. Obviamente, antes de esto ya se realizaba carnaval en Santa Marta y Ciénaga. Veamos cuatro, solo cuatro de los muchos hechos que testimonian el aporte del Magdalena al carnaval de Barranquilla: 1) No solo fue Estercita Forero la que en el año 1974 introdujo en el carnaval de Barranquilla la Guacherna, sino también José Rafael Hernández, quien fue de los primeros en llevar a esa ciudad el bullanguero espectáculo nocturno, ya que la bailó desde niño en Riofrío,

Magdalena, su tierra natal. La misma Estercita Forero aseguró en una entrevista que este desenfreno bullanguero llegó a Barranquilla procedente de los pueblos del Magdalena, a

comienzos del siglo XX, y que lo de guacherna podría ser derivación de guache, que significa desorden. Desde el siglo XIX, la Guacherna es una danza originaria de los pueblos del Departamento del Magdalena, que evoca los desórdenes nocturnos producto del ron, el tambor y las ganas de gozar después de las cosechas y antes de las fiestas patronales, por eso en Riofrío, Magdalena, se realiza el Festival de la Guacherna y la Cumbiamba. 2) El furor, los desfiles, danzas, comparsas, música, piquerias, cantores, reinas, disfraces, letanías, casetas, alegría del pueblo, etc., elementos que conforman el carnaval, tuvieron sus inicios en las vivencias de los habitantes de los pueblos ribereños, especialmente de Guamal, Magdalena, población carnavalera desde el siglo XIX. Eran actividades socioculturales que escenificaban la vida del pueblo y que terminaban el miércoles de ceniza cuando todos asistían a una misa donde el sacerdote les colocaba la ceniza en la frente, dándose por terminada una semana de derroche y colorido e iniciando la cuaresma, la cual terminaba en Semana Santa.


3) El Paloteo tiene sus orígenes en los bailes militares de Grecia, danza traída por los misioneros y éstos se la enseñaron a los indios, quienes las ejecutaban en sus celebraciones o rituales. En territorio colombiano, los antecedentes del Paloteo se ubican en el corregimiento de Gaira. En el año 1916, los samarios Luis Miguel Rivas, Vicente Angulo, Santos Narváez y José Redondo, fundaron una danza guerrera masculina que llamaron “Paloteo de Gaira”, con el propósito de homenajear la valentía de los patriotas que alrededor de Hispanoamérica lograron la independencia del yugo español. Esta danza llegó al carnaval de Barranquilla en 1917. 4) No es gratuito que se realice en el carnaval de Barranquilla el evento denominado La Noche del Río, puesto que bien es sabido la importancia de esta región en el desarrollo de los Bailes Cantao’s (Pajarito, Chandé, Tambora, Zambapalo, Chalupa, Mapalé, Gaita, Bullerengue, Cumbia) y en los disfraces que animan la fiesta del Rey Momo; definitivamente, el Carnaval de Barranquilla, como referente cultural, está ligado al Río Magdalena. En conclusión, el Carnaval de Barranquilla se nutre folclóricamente de los pueblos del Magdalena: De Sitionuevo, con los bailes de Los Negros; de Ciénaga hasta Plato, con los bailes del Caimán; de Santa Marta, con el Paloteo, la Guacherna, la Tambora y los Capuchones; de El Banco, Guamal, San Sebastián, San Zenón y Pinto, con las Pilanderas y Cumbiambas; de El Piñón, con los Monos y Capuchones; de Ciénaga, con el Bullerengue; de Salamina y Cerro San Antonio, con el Son del Pajarito. Pero, surge entonces la pregunta: ¿Por qué el carnaval del Magdalena se fue para Barranquilla? Todas las investigaciones tienden a concluir que las primeras manifestaciones

carnavaleras en Colombia se desarrollaron en Santa Marta, ciudad en donde se organizaron los primeros actos y eventos de carácter festivo-religioso, significando esto que el carnaval nace de la fusión de las antiguas fiestas paganas y la tradición católica. El carnaval como fiesta festivo-religiosa empieza en Santa Marta en los siglos XVI y XVII, expandiéndose hacía Ciénaga y los pueblos ribereños del Departamento del Magdalena. En el libro La Floresta, que se puede considerar “La Biblia” escrita del periodo de la antigua Provincia de Santa Marta, se reseña que antes de 1681 ya existía carnaval en la ciudad samaria. Carnaval de origen europeo, traído al nuevo continente por los españoles y portugueses. Este carnaval que luego se expande por las riberas del Río Magdalena, poco a poco se fue para Barranquilla, convirtiendo a esta ciudad en centro del carnaval del Caribe colombiano, por varios motivos, entre los cuales pueden destacarse la ubicación estratégica de esta ciudad que permite un acceso fácil a los ribereños y es eje del comercio y polo de desarrollo desde el siglo XIX, cuando Barranquilla estaba en constante formación y crecimiento; y el aumento, en la segunda mitad del Siglo XIX, que tuvo Barranquilla en todos los sectores de su economía explotando las condiciones geográficas que la empezaban a situar como ciudad principal en la región Caribe.

Noche de Guacherna en Rìo Frìo, Zona Bananera, Magdalena


LA TAMBORA SAMARIA UNA SÍNTESIS CULTURAL DE LO QUE HEMOS SIDO Y SEGUIMOS SIENDO Por: Lourdes Viana Docente IED Madre Laura Cada región en el mundo tiene una identidad que se define, entre muchas otras cosas, a través de su folclor, entendido como el conjunto de tradiciones y costumbres, música, bailes, leyendas, historia oral, chistes, supersticiones, creencias, artesanías, arte y todo aquello producto de las subculturas o grupos sociales que conviven en el pueblo, es decir, el folclor, también denominado como folklore o folclore, es la expresión de la cultura de un pueblo determinado y que por tanto lo distingue de otros. Las tamboras, conjuntos de tambores tradicionales, expresiones folclóricas, desde mediados del siglo XIX han sido animadoras de carnavales, fiestas religiosas y cívicas en Santa Marta y poblados aledaños, abordando la interpretación de piezas del folclor musical local, y del repertorio popular comercial con un ritmo característico derivado de esas músicas tradicionales pero producto del contexto urbano samario. Entre muchos ritmos y estilos musicales que se conocen en el Caribe, la tambora samaria por su característico toque “pitán pitán”, se diferencia de otros como el chalupiao, ritmo propio de las zonas ribereñas del Magdalena y de mucho desarrollo en ciudades como Barranquilla, por ser más alegre, más rápido, más armonioso, más elegante, más entusiasta. Los instrumentos básicos de la tambora samaria son el macho, la hembra, el bombo y el guache o wasá, y se acompaña con el clarinete

y el saxofón, que imprimen mayor fuerza interpretativa a los aires de la tambora, a diferencia de la tambora de golpe “chalupiao” que se compone de un tambor, el bombo, el guache y se acompaña con la gaita o la flauta de millo (Escobar. A, 2016). Es importante conocer los rasgos o elementos distintivos de la tambora samaria, la que sólo se escucha en una determinada época del año, para ser más precisos en carnaval, cuando podemos escuchar a plenitud y en cada rincón de la ciudad el famoso “pitán pitán”, si queremos legar a las futuras generaciones el disfrute de esta popular musicalidad, puesto que solo la preservación de un ritmo autóctono de la ciudad puede garantizar que el legado trascienda de generación en generación evitando la pérdida de nuestra identidad, procurando que los orígenes, la organología y la estructura de la tambora samaria permanezcan intactos.


Es de vital importancia que los samarios logren identificar los rasgos distintivos que caracterizan a la tambora samaria y como éstas se diferencian de otros ritmos musicales. Esto nos conduce a preguntamos: ¿Cuáles son los elementos o rasgos distintivos que hacen parte de la tambora samaria o “Pitán Pitán”?, ¿Cuáles son los orígenes y estructuras que lo hacen tan diferente de los demás ritmos en el Caribe? Dentro del amplio panorama de la música del Caribe colombiano, la tambora samaria constituye una expresión con un trayecto bastante atípico que no puede ser entendido solo a partir de las tendencias generales musicales de esta región del país. La ciudad de Santa Marta, puerto de unos 600.000 habitantes, en el último siglo ha recibido inmigrantes de otras regiones de fuera de la costa Atlántica como lo son Norte de Santander, Santander, Antioquia, entre otras. El centro de la ciudad y barrios como Pescaito y Mamatoco, son los espacios en los que se centra la versión de ciudad en que se desenvuelve la tambora samaria. La música de la tambora en Santa Marta es un fenómeno por el cual han pasado de forma peculiar los cambios de la música costeña. Santa Marta fue hasta mediados del siglo XX escenario central de las actividades carnavalescas de la región circundante; desde que sus habitantes tienen memoria y hasta mediados del siglo XX, el viernes anterior al carnaval, la gente y las tamboras de los barrios y de poblaciones vecinas concurrían tocando hacia la población de Mamatoco, hoy un barrio de la ciudad, a la fiesta de San Agatón y regresaban al otro día a festejar el carnaval en Santa Marta. Edgar Rey Sinning, sociólogo samario, cita un reporte de cómo ya en el siglo XIX los celebrantes regresaban a Santa Marta y allí se armaban por doquier “mú-

sica de viento, las filarmónicas, los acordeones, las gaitas, las cumbiambas, y de media noche en adelante los pilones”. De estos formatos de medio siglo después, solo parecían subsistir las cumbiambas con tambores en las calles junto al nuevo formato de las orquestas locales o de las ciudades de la región. La tambora samaria, al menos desde el siglo XIX, es un conjunto musical, como se dijo antes, de tambor alegre, tambor llamador, tambora y guache. A partir de la década de los ochenta del siglo XX, algunos grupos de tambora incluyen instrumentos de viento, bajo eléctrico, y otros le agregan en ocasiones instrumentos de banda sabanera como bombo militar, redoblante y cobres. El ritmo local es llamado guacherna pero más que un repertorio de piezas específicas, este ritmo se expresa en la adaptación de las piezas conocidas de la música costeña y de la música caribeña comercial. Hasta mediados del siglo XX, estas tamboras tocaban en cumbiambas o palos de cumbia en los vecindarios en épocas de carnaval, fiestas patronales o de fin de año, principalmente, dentro de una dinámica zonal de la que hacían parte tamboras de los poblados de Taganga, Bonda, Gaira y Mamatoco, hoy parte del área urbana y que fueron en La Colonia asentamientos indígenas. La música que tocaban consistía principalmente en cumbias y guachernas. El fenómeno de la tambora es también producto de la segregación especial y festiva de la ciudad. Desde hace algunas décadas, inicialmente en los barrios Pescaito, Los Troncos y el Cundí, los percusionistas en el tambor alegre implementaron una ejecución más vívida a este ritmo, al cual se refieren con la onomatopeya “Pitán Pitán”, el cual es diferente de los aires homónimos llamados fandango en Córdoba y Sucre, y guacherna y tambora en el rio Magdalena.


Colonial”, entre otros, configurando así un ambiente de instrumentaciones folclóricas y urbanas comerciales que las tamboras samarias con su maleabilidad van recogiendo y sintetizando. Las tamboras se plegaron al repertorio favorecido por el público, y así la gente, lejos de permanecer como espectadores pasivos, al apropiarse del espacio urbano, posibilitó el desarrollo de esta peculiar expresión musical como referencia del colectivo citadino. La ubicación barrial de las tamboras, la emuMúsicos veteranos y jóvelación entre ellas, la intensidad bailable duran- nes coinciden sobre las características únicas te el carnaval y las festividades populares, la del golpe de guacherna samario del tambor aleconfluencia en ellas de las músicas de siempre gre frente a la percusión de otras partes de la y las nuevas, resultan de altas valoraciones y región caribeña, lo cual ha configurado a este cercanía emocional de los colectivos vecinales elemento rítmico como marcador identitario y de la población samaria con sus tamboras. musical de la ciudad. Este “Pitán Pitán” opera Las identificaciones musicales se dan no solo como una metonimia que contiene no solo el en términos de sujetos individuales o colecti- patrón percutivo sino la totalidad del fenómeno vos sino con estilos de vida y paisajes cultura- socio-musical que integra la dinámica festiva, les. Los músicos de las tamboras se mantenían barrial, carnavalesca, y sus configuraciones actualizados sobre las músicas “tropicales” na- corporales, afectivas y narrativas. Las tambocionales e internacionales. Para los samarios, ras barriales se mantuvieron como marcadores como en otras ciudades costeñas, la música no del repertorio expresivo y de la sociabilidad vesolamente se oye y se baila, sino que se estu- cinal en las calendas festivas. A finales de 1960, dia en sus detalles y en aspectos de la vida de para navidad, era corriente que los niños pidielos músicos. El estar informado musicalmente ran instrumentos de tambora de juguete que se es parte del ser festivo, siendo ésta una de las vendían en el comercio del centro de la ciudad. atribuciones de los costeños más valoradas y En conclusión, la tambora samaria, el “pitán piuno de los factores determinantes en la configu- tán”, es una condensación de las construccioración de la tambora. nes, imposiciones, hibridaciones, resistencias, A mediados del siglo XX, en carnavales, mien- mercantilizaciones y migraciones por las que ha tras las tamboras eran protagonistas en los es- atravesado la música del Caribe colombiano, y pacios callejeros, la Orquesta Santa Marta y más allá de esto, es para los samarios, una de algunas de otras ciudades como la Sonora del sus más importantes manifestaciones folclóriCaribe de Barranquilla, la Orquesta Colonial de cas y una síntesis cultural de lo que hemos sido Cartagena y la Ipe Mejía de Riohacha, tocaban y seguimos siendo y que, por tanto, merece se para las clases medias en salones y teatros del preservada. centro de la ciudad como “La Casa Blanca”, “El


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