Revista 34

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Gianni Rodari El escritor que hizo de la palabra su acción.

Rodari fue un célebre escritor italiano nacido en Omegna. De padres panaderos, fue criado por una nodriza y con 9 años enviado a vivir con su tía. Permaneció hasta los 14 años en un seminario, obteniendo más tarde una beca para seguir estudiando, aunque siempre quiso ser músico. Se ganó la vida dando clases particulares y cuando Italia entró activamente en la II Guerra Mundial, Rodari fue rechazado por el ejército debido a su mala salud. Continuó con su carrera de maestro hasta que, a través de su vinculación con el Partido Comunista Italiano, comenzó a vivir del periodismo. A través de este ejercicio de un periodismo comprometido, Rodari llegó a la literatura. Al principio firmó con el seudónimo de Francesco Aricocchi, con el cual publicó una recopilación de leyendas populares, "Leyendas de nuestra tierra", y dos cuentos de corte fantástico, "El beso" y "La señorita Bibiana". Desde entonces publicó más de una veintena de libros en los que combina magistralmente el humor, la imaginación y la desbordante fantasía con una visión crítica, no exenta de ironía, del mundo actual. En 1970 recibió el premio Andersen. En su obra hay que descubrir todo el potencial liberador y verdaderamente revolucionario de su propuesta. Así, nos acercaremos al hombre vital y comprometido, al político, periodista, pedagogo y escritor que hizo de la palabra su acción.. Entre sus libros destacan El libro de las retahílas, Las aventuras de Cipollino, Jip en el televisor, Cuentos por teléfono, Cuentos escritos a máquina, Cuentos para jugar, La góndola fantasma, Gelsomino en el país de los mentirosos, Las aventuras de Tonino el invisible, Los enanos de Mantua, Ejercicios de fantasía, Los traspiés de Alicia Paf y Gramática de la fantasía. Este último, Gramática de la Fantasía, no es un manual de escritura, no es un conjunto de recetas que enseñará al lector escribir por arte de magia, no lo son. Es más bien un conjunto de relatos, de vivencias y situaciones reales e imaginadas que ayudan a prevalecer el arte de la creatividad, esa capacidad humana que nos permite inventar historias, crear situaciones e innovar finales de tantas otras historias, una virtud inacabable de posibilidades a la hora de sentarnos a escribir. Lo que busca el autor es sentar la importancia de la imaginación para el aprendizaje, aprender a crear historias a partir del uso de las palabras. Palabras que deben cobrar el mayor significado posible dentro de su contexto, y salirse del mismo mientras la posibilidad de crear lo permita. La intención es propiciar la imaginación como parte del proceso de aprendizaje y hacerlo coincidir con la aventura de jugar, porque finalmente, todo el proceso se centra en el juego, uno para niños que manifiesten su creatividad contando nuevas historias, unas creadas a partir de relatos ya existentes o sencillamente de experiencias o vivencias que sean el motor inicial de una posible gran aventura para contar... Una de las técnicas descritas en el libro es "el Tarjetario", en la cual a través del uso aleatorio de distintas tarjetas con nombres (en nuestro caso, una Baraja Ortográfica) se va creando una historia con o sin sentido, lo importante es crear e inventar. Veamos algunos ejemplos:

En una época pasada, cuando era monje, cuidaba vacas y ovejas que pastaban en el campo; hasta que probaron un pasto tóxico que les convirtió en jilgueros. Con su revoloteo, fui detrás de ellas para conseguir cazarlas. Tanto me gustó que, cambié de oficio, ahora soy explorador. Voy viajando por el mundo y encuentro demasiada gente tendida en sus hamacas, con un corazón helado, como nieve de invierno. Me sentí herido por ello, al ver que no eran valientes para luchar por un mundo mejor. Sin embargo, en una de mis excursiones encontré a una mujer con traje de buzo a punto de montar en una nave que la llevaría lejos, a la Luna. Ella me explicó que era astronauta y aquella máquina gigante, un cohete; todo ello servía para buscar vida en otros planetas. Pero, cuando la vi partir hacia el cielo, intenté cortar su estela con unas tijeras, pues no se pueden coger las estrellas, antes debemos tender la mano y nuestro corazón a los compañeros de viaje… Al tiempo que pensaba, comenzaba a sentir hambre. Así, me acerqué a un huerto próximo donde divisé entre las hojas de frondosos árboles a un burro que se abanicaba con el rabo. A él le conté el motivo de mi tristeza y me dio el antídoto para la humanidad dormida: para ellos, sólo es necesario que alguien cercano les abra los ojos con una palabra, con un gesto, con un abrazo; para que finalmente despierten y cabalguen por el mundo como caballos salvajes disfrutando de su libertad. Raquel Sánchez López- Aula P.T.


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