Más allá de la política de Carlos Castillo Peraza

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Carlos Castillo Peraza

más fieles y animosos asistentes a “la pelota” es también uno de los mejores filósofos y sicólogos yucatecos –sin duda el más ecuánime–: Víctor Castillo Vales. Todavía se recuerda como asiduos, enterados y perspicaces aficionados a dos sacerdotes católicos: Mons. Ramiro Canto Solís, quien fuera el vicario de la arquidiócesis, y el P. Roberto Caamal, músico de polendas, organista consumado, director de la Schola Cantorum del seminario de San Ildefonso, así como del siempre aplaudido y secular Coro Brahms. 4) El mester de yucatanía La lengua maya, me enseñó alguna vez en voz baja Fernando Marrufo –poeta y pintor, editor, músico, juglar, forjador, traductor de Shakespeare y sobre todo ciudadano–, ha demostrado no sólo una resistencia tan terca como descomunal a la desaparición, sino una capacidad de invasión cultural sin precedentes que enriquece y distingue al castellano que se habla en Yucatán. Ahí está en cada frase, hasta en el último recoveco de la conversación meridana. La afirmación validísima en los años cincuenta, todavía es certera, no obstante el paso del tiempo y la influencia homogenizante y empobrecedora de los medios electrónicos de información llamados “nacionales”, que imponen vocablos, tonos, acentos y usos más bien emparentados con el inglés y con el francés. Cierto que la potencia de “la maya” merma. Pero mis hijos, que han vivido mucho más tiempo en la ciudad de México que en la de Mérida, todavía le llaman ombligo tuch y el sobaco shik. Puede intentarse cuanta explicación se quiera para el hecho de la persistencia de ese idioma en la vida yucatanense, así como para el paulatino debilitamiento de su presencia. Ya lo harán los especialistas nacionales y extranjeros, aficionados o profesionales, con beca o a sueldo, y engendrarán libros, bibliotecas enteras. En esta materia, como en la Historia al decir de García Márquez, más vale hablar de lo vivido y recordado antes de que lleguen los diplomados y los antropólogos a inventarnos pasados. Mis abuelos, o a quienes tuve por tales, muy buenos ambos para la ortografía y la sintaxis castellanas y uno excelente en inglés, hablaban con sus colaboradores en maya. Por el lado materno, se trataba de un profesor normalista inspirado de vasconcelismo, cuyas actividades preferidas fueron la cordelería y la apicultura. Por el paterno, el viejo ejerció la ingeniería civil, no obstante haber estudiado para

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