Fisiología del gusto

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Estuvo toda la mañana muy inquieto y confuso; iba, venía, se levantaba, se sentaba sin motivo y sin saber lo que hacerse. A la una, pensando que se tranquilizaría, se acostó. Padecía, estaba verdaderamente enfermo; pero eran inútiles las súplicas de los que le rodeaban para que bebiese; pretendía que hasta la tarde iría tirando. Deseaba ganar la apuesta y a tal deseo uníase sin duda algo de orgullo militar que resistía sucumbir al dolor. Así se sostuvo hasta las siete; pero encontrándose muy malo a las siete y media fue acometido por la muerte y expiró sin poder probar la copa de vino que le presentaron. Aquella misma tarde supe todos los pormenores referidos, habiéndomelos contado el señor Schneider, honrado pífano de la compañía de guardias suizos, cuya casa yo habitaba en Versalles.

CAUSAS DE LA SED 50. Circunstancias diversas, unidas o separadas, pueden contribuir a aumentar la sed. Vamos a indicar algunas que no dejan de haber tenido influencia en nuestras costumbres. El calor aumenta la sed y de aquí viene la inclinación constante del hombre de fijar sus habitaciones a orillas de los ríos. Los ejercicios corporales aumentan la sed. Así, los propietarios que dan trabajo a jornaleros nunca cesan de suministrar bebidas para que se fortifiquen; de donde proviene el adagio de que el vino que se les da es siempre el que mejor se vende. El baile aumenta la sed y por eso en las reuniones donde se baila hay siempre colección de bebidas fortificantes y refrescantes. La declamación aumenta la sed; y por eso todo el que declama aprende a beber con gracia el vaso de agua que siempre se coloca junto a la cátedra al lado del pañuelo blanco.1 Los placeres sexuales aumentan la sed; es precisamente éste el motivo por el que nunca faltan arroyuelos que serpenteen, corran y murmuren, ni sombra fresca en las descripciones poéticas de Chipre, Amathonte, Gnido y otros sitios habitados por Venus. El canto aumenta la sed, de donde proviene la reputación universal de que gozan los músicos como incansables bebedores. Siendo yo mismo músico, protesto contra tal preocupación que actualmente ni aun siquiera tiene gracia y que carece de verdad. Los artistas que en nuestros salones discurren, beben con tanta discreción como sagacidad; pero lo que de una parte han perdido de otra lo ganan; y si ya no son borrachos, están convertidos en gastrónomos bajados del cielo, de tal modo que se asegura que en el Círculo de la Armonía trascendental las fiestas del día de Santa Cecilia duran algunas veces más de veinticuatro horas.

1. El canónigo Délestra, predicador muy agradable, nunca omitía tragar una nuez de dulce, en los intervalos de tiempo que dejaba a sus oyentes, entre cada punto de su di scurso, para que tosi eran, escupi eran y se sonaran.

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