Fisiología del gusto

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desdeñosa, satisfacción de uno mismo, misantropía, sensualismo, etc. Realmente, hay muchos que pueden poseer tales cualidades sin que éstas vayan marcadas en su rostro; pero cuando la fisionomía tiene sello determinado, raramente engaña. Obran las pasiones sobre los músculos y muy frecuentemente pueden leerse en la cara sentimientos diversos que agiten al hombre callado. Esta tensión, si se convierte en costumbre, aunque débil, termina dejando trazas sensibles y así, imprime la fisionomía cierto carácter permanente y distinguible.

PREDESTINACIÓN SENSUAL 62. Los predestinados para la gastronomía, por lo general, tienen estatura mediana, cara redonda o cuadrada, ojos brillantes, frente pequeña, nariz corta, labios carnudos y barba redonda. Las mujeres son regordetas, más bien bonitas que hermosas y con alguna predisposición para adquirir obesidad. Las que principalmente son golosas, tienen facciones más finas, aspecto delicado, son más lindas y se distinguen sobre todo por sus chistes picantes. Con esas señales se encontrarán personas amabilísimas entre los convidados, que aceptan todo cuanto se les ofrece, que comen despacio y que saborean con reflexión. No se apresuran para retirarse del sitio donde han recibido distinguida hospitalidad; allí se quedan por la noche, porque conocen los juegos y pasatiempos que son accesorios frecuentes de una reunión gastronómica. A la inversa, los que carecen de aptitud para los placeres del gusto, tienen cara, nariz y ojos largos, y aunque de estaturas diversas, siempre parecen prolongados sus cuerpos. Tienen el pelo negro y aplastado, y siempre son flacos y enjutos. A éstos debemos la invención de los pantalones. Las mujeres que por naturaleza están afligidas con igual desgracia, son angulosas, se fastidian en la mesa y sólo viven del tresillo y de maledicencia. La teoría fisiológica precedente supongo que no habrá muchos que la combatan, porque cada cual puede verificar la exactitud que encierra en cuantas personas le rodeen; sin embargo, para apoyar la misma, voy a exponer algunos hechos. Cierto día estaba presente en una gran comida y tenía enfrente a una persona muy bonita, con rostro enteramente sensual. Me incliné hacia mi vecino, diciéndole en voz baja que era imposible con facciones semejantes que aquella señorita no fuese muy gastrónoma. «¡Qué locura! -respondió-, apenas tiene quince años y su edad no es la de la gastronomía... Y si no, observemos.» Los preliminares no resultaron a mi favor: tuve miedo de haberme comprometido, porque durante los primeros platos que se sirvieron, la joven demostró ser discreta hasta causar asombro y temí que el caso actual fuese una excepción, porque de éstas hay en todas las reglas. 109


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