La viga en el ojo. Escritos a tiempo. BSAU enero - abril 2015

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La viga en el ojo Escritos a tiempo Por Fredy Massad (Selección de fragmentos a cargo de Alicia Guerrero Yeste)

Adolf Hitler y el arquitecto Alfred Speer en 1937

La viga en el ojo. Escritos a tiempo es una selección de textos escritos entre 2008 y 2015, que publica Ediciones Asimétricas (www.edicionesasimetricas.com). El libro contiene cuarenta artículos, que presentan reflexiones en torno a protagonistas y fenómenos que han estado definiendo las dinámicas arquitectónicas de la última década. El contenido del libro se estructura en seis secciones: «Iconos y estrellas», «Crónicas de la arquitectura del espectáculo», «Celebraciones y triunfalismos», «Jugando con el poder y la ética», «Ni nostalgia ni farsa». El propósito del volumen es poner de manifiesto cómo la pleitesía al star-system y la idolatría al ícono ha dañado al pensamiento de la arquitectura, vaciándolo y anulando la necesidad de criterios con los que sustentar reflexiones y debates, un estado que la actual recesión ha agravado aún más profundamente.

PRÓLOGO Los escritos de este libro surgen del pesimismo que me despierta el optimismo pueril de este tiempo, ese acobardamiento ante las incertidumbres que lleva a aferrarse a cualquier espejismo de salvación. Desde una mirada personal. Con la voluntad de señalar lo que parece ir mal sin ninguna intención moralista, sino de poner el ojo ahí donde considero que las cosas claramente no funcionan o parecen ser falacias. Las opiniones que aquí presento prefieren equivocarse a adherirse ciegamente a nada o a la nada. Quieren afirmar que una actitud crítica sirve para desestabilizar, romper inercias, destruir mitos, poner patas arriba cualquier supuesto, para así poder permitir una discusión franca, libre en lo posible de ataduras y prebendas, y a la vez constructiva.

EN TORNO Y MÁS ALLÁ DEL ÍCONO [Artículo publicado originalmente en Studio, núm.3, Otoño 2012. Milán.] El análisis sobre el ascenso y eclosión de la arquitectura icónica está indisolublemente ligado al desarrollo y consolidación de las doctrinas neoliberales a escala global; pero debe también ser entendido como el punto más alto del proceso de colapso que la arquitectura ha estado atravesando, en una búsqueda de identidad y trascendencia relativa tanto a su concepción disciplinar como a su proyección intelectual y creativa hacia la sociedad. Este proceso de búsqueda no sólo se adscribe a las décadas más recientes sino que puede detectarse en temas que ya concernían al arquitecto y a la arquitectura del periodo moderno.


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El concepto «fetichismo» ayuda a enfatizar la dimensión alcanzada por la arquitectura disuelta en la ideología del neoliberalismo y convertida, en virtud de ésta, en un nuevo bien de consumo para las élites; envuelta en una falsa aura de prestigio, sofisticación y vanguardia, que insiste en explicar el edificio fetiche como expresión de progreso dentro de la construcción de una nueva civilización local y global. Resistirse a semejante tentación de alcanzar fama y poder fue demasiado difícil para muchos arquitectos cuyo prestigio intelectual y creativo y posición como referentes había sido incuestionable durante mucho tiempo. El compromiso más o menos honesto con el desarrollo de una reflexión seria y crítica dentro de la disciplina trocó paulatinamente en la patética mercantilización de un presunto discurso elevado, cuya astuta ambigüedad ha permitido adaptarlo (fingiendo su total rigor y coherencia) a cualesquiera que fuesen los específicos intereses del cliente de turno; legitimando hasta la sublimación intelectual, la integridad ideológica, esos argumentos y, consecuentemente, persuadir a la sociedad sobre la innegable necesidad de erigir este u otro proyecto faraónico firmado por tal o cual arquitecto estrella. Esto generó un vicioso círculo de retroalimentación: en el punto álgido de la hegemonía

de la arquitectura icónica era preciso cuestionarse hasta qué punto el ascenso del arquitecto también como figura icónica propiamente dicha dentro de los esquemas de la cultura de la celebridad en el hipercapitalismo siguió engordando la creciente demanda de arquitectura icónica. (DE)GENERACIÓN DIGITAL [Publicado originalmente en el suplemento cultural de ABC, núm. 814, Septiembre 2007. Madrid.] Se tiende a comprender el tiempo de la sociedad de la información como el de la banalización de las ideas. La pátina de lo tecnológico y la aceleración de los procesos de comunicación han promovido la equiparación de la generación de pensamiento a la producción de información. Así, se vive en una especie de permanente estado de reality show, en el que lo más importante son las estrategias para situarse en primera línea, aunque se carezca de valía que justifique el protagonismo. El fenómeno es pandémico, y, en el campo de la arquitectura, comprobamos cómo se transmiten sin pudor ideas que se aceptan sin discutir, cómo falsos gurús lanzan espectacularmente sus consignas y cómo desorientados ejércitos mediáticos difunden y magnifican esos postulados irreflexivamente. Apuntaba Peter Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica que, para

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poder entender las estructuras de la conciencia de la modernidad, se hace precisa «una teoría del bluff, del show de la seducción y el engaño». Aun careciendo de esa potencial teoría, esos tres términos designan con total precisión la esencia de una actitud prepotente que se arroga el atributo de estar construyendo las visiones de la arquitectura de la era de la tecnología digital. COLGADOS EN EL PRESENTE [Publicado originalmente en EXIT Express, núm.57, Marzo 2011. Madrid.] A comienzos de los 90 se vislumbró una ruptura conceptual, la posibili-


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dad de cambios de paradigmas: la tecnología digital rompería con el lenguaje conocido hasta el momento ante la posibilidad de imaginar con la computadora como herramienta, que ejercía como revulsivo de la creatividad del pensamiento y la estética arquitectónica. En ese momento se concebía la revolución digital como la muerte del modelo generado por el Movimiento Moderno. Esta promesa se fue diluyendo ante el oportunista uso de esta herramienta, que terminó derivando en un puro formalismo y en la disociación cada vez más honda entre la imagen generada digital-

mente y la posibilidad de materialización de ésta, y la consistencia como producto social y cultural de esas visiones arquitectónicas para su tiempo. Pero si esa última década del siglo XX estuvo determinada por la creencia en que se estaba produciendo un cisma que terminó siendo falsa pero que por lo menos fue capaz de instigar esa sensación, hoy vivimos en un eterno bucle de presentidad que no es más que una forma tuneada del pasado, como un revival demasiado cercano del momento de aquellas jóvenes estrellas de los años 90, que creían revolucionarios unos argumentos 4.

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y redefiniciones del perfil del arquitecto que hoy aparecen radicalmente caducos. La pregunta es cómo salir de este tránsito sin mostrar una cierta nostalgia por la modernidad que ya ha quedado atrás y que este post-postmodernismo, que sigue actuando como contrafuerte, para sujetar las ruinas de un sistema agotado se empeña en mantener mediante esa ficción de falsa vanguardia. MANIFIESTOS DE LA INACCIÓN [Publicado originalmente en Exit express, núm. 54, Octubre 2010. Madrid.] Legitimar balbuceos efectistas bajo esa otra etiqueta lamentablemente manida y desvirtuada que es la de laboratorio no hace más que insistir en la deriva sin rumbo que afecta al arquitecto y a la arquitectura, haciendo de él un títere más preocupado en hacer de su trabajo la estetización de un simulacro: el establecimiento de modos de acción y representación discursiva para planteamientos conceptuales que parecen aspirar más a ser consumidos que a suscitar una auténtica reflexión sobre aquellos factores y temas que dicen abordar. Vestir de ideologizada a la cultura del espectáculo, con una mezcla de componentes, que en su justa proporción, genera un coctel seductor y a la vez hueco, cuyo mensaje es

el no-mensaje. Engaño deliberado para ofrecer un producto a una sociedad que quiere devorar simulacros intelectuales presentados bajo un atractivo envoltorio visual o un auto-engaño realizado por miembros de una generación absolutamente desorientada, estas acciones están situando al desarrollo y a la investigación arquitectónica a otro punto muerto, donde se valora más el volumen de interés seductor y mediático de una pura fanfarria que continúa sirviendo con total docilidad a los intereses de la sociedad de consumo, haciendo de su trabajo un mero producto fashionable para compañías, instituciones, medios… mientras cree estar planteando alternativas de calado intelectual y político con respecto a los dictados y dinámicas de esa sociedad. Las propuestas tienden a partir del análisis de una suma de causas examinadas bajo el prisma de teorías y opiniones asumidas como rutas hacia un desarrollo de avance y cambio pero que, al llegar a su conclusión, tras seguir con atención la trama de desarrollo, se evaporan hacia una nada. Encontramos en ellos ideas y exposiciones de pensamiento que, en otro momento, hubieran avergonzado por elementales pero que, ahora, paradójicamente, generan fascinación o la desesperación de que un no hallarles un significado equivalga al malestar de no poder comprender la supuesta compleji-

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dad de esas acciones y, con ello, a auto-acusarse de haber quedado intelectualmente desfasado −razón por la que muchos se fuerzan a creer en eso, para evitar devenir un patético conservador−. De igual manera, su presencia y acción sirve también, en cierto modo, a los intereses de la generación precedente, que se complace en ver situados en tierra de nadie a estos nuevos arquitectos, librándose de su posible competencia en el terreno constructivo, haciendo de ellos una generación dulcemente maniatada. Con ingenuidad o irresponsabilidad consciente se viste de crítica afilada a la pura complacencia y a una frivolidad que, en un principio parece inofensiva y entusiasta, pero que queda transformada en una especie de narcótico entretenimiento; y que hace del arquitecto un agente absolutamente inútil para inducir efectivamente los cambios políticos e ideológicos que conducirían hacia una mejora objetiva de las condiciones sociales −por cuanto no es infrecuente poder interpretar algunas de esas acciones como discursos y planteamientos que, planteando soluciones o subversiones, únicamente parecen contribuir a la fijación de las problemáticas que teóricamente denuncian, convirtiéndose así, esencial y preocupantemente, en manifiestos (narcisistas) de la inacción−.


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DE ESTA MANERA NO [Artículo publicado originalmente en el blog La viga en el ojo, 24 de septiembre 2013.]

EN ESTADO CRÍTICO [Artículo publicado originalmente en el blog La viga en el ojo, 15 abril 2013.]

La crisis, el crack, la recesión eternizada que nos está destrozando ha hecho parar hasta cierto punto –como ya he referido en otras ocasiones− esa locura desenfrenada, ese desarrollo del absurdo en que la sociedad se estuvo embarcando. Lo único que ha hecho caer la venda de los ojos a muchos arquitectos ha sido la debacle de la economía y el fracaso de una forma de construir el mundo –entretanto, otros seguirán obstinados en perpetuar el modelo, en éxodo hacia otras tierras fértiles; y otros, esperarán agazapados a que aquellos buenos tiempos retornen, negándose a cualquier catarsis o amago de autocrítica−.

La crítica debe adaptarse al sentido de los tiempos y deberá seguir haciéndolo para ser una herramienta de reflexión y construcción teórica, sin caer en terrenos melancólicos que nos lleven a aferrarnos a modelos caducos, que no ofrecerían respuestas ni preguntas a las circunstancias presentes. Pero tampoco a la frivolización intencionada de otros que, más allá de su estupidez, intentan destruir la crítica para, de esta manera, y en pos de una falsa democratización digital, construir un modelo autoritario que fluctúe según los intereses del mercado. Es cierto que muchos críticos u opinadores han estado actuando durante mucho tiempo más como representantes de estrellas o agencias de marketing, como descubridores de nuevos talentos o como patrocinadores o valedores de muchos despropósitos. Y que la red se ha transformado muchas veces en amplificador de los antiguos charlatanes y vendedores de baratijas que hoy intentan confundir pensamiento con (auto)promoción pero se delatan fácilmente por la falta de contenido.

La crisis ha logrado poner en evidencia la necesidad de cambio de rumbo, trocar la absurdidad del modelo de arquitectura que se vendía desde los medios. Pero sin embargo no ha logrado propiciar un tiempo o ánimo de reflexión para que los menguados medios que la crisis dejaba a la arquitectura potenciaran el uso de la imaginación creativa y alentaran un estado constructivo de rabia que llevara a luchar y a romper con el sistema precedente generando una conversión tajante y un foro constante de discusión y proposición de ideas.

Recuperar un sentido de la crítica y su necesidad se vuelve fundamental ante tanto lampedusianismo, 11.

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ante tantas piruetas ideológicas. Es necesario estar alerta. Los nuevos cauces brindados por la tecnología nos ofrecen herramientas de gran valor pero siendo conscientes de la responsabilidad . Más allá de todo esto, tratar de pensar críticamente se ha vuelto fundamental. Una crítica que rompa con compromisos y prebendas, que desmenuce cada asunto, cada tema, y que sea capaz de desmitificar a los personajes y enfrentarlos CRITICOFOBIA [Artículo publicado originalmente en el blog La viga en el ojo, 28 noviembre 2013.] A mi entender, la posición crítica en este momento debe ser una que desafíe y rompa las banalidades preciosistas de lo asumido y acatado como intelectual/académico (aunque hoy haya una fina línea entre lo comprendido como académico y lo farandulesco y los intereses de lobbies, productos muy diferentes al verdadero trabajo riguroso de pensamiento). En primer lugar porque es preciso poner en evidencia la falta de capacidad de ese posicionamiento para poder manejar todos los componentes que intervienen en la composición del escenario arquitectónico presente – muchos de los cuales no pueden explicarse desde teorías y manierismos academicistas, sino desde los parámetros que rigen otros ámbitos que definen la 12.


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cultura contemporánea-. Comprender que hoy no son imprescindibles teorías revestidas por la autoridad del intelectualismo (y mucho menos ésas que esencialmente son pedantes juegos retóricos) las que proporcionen el acercamiento real al estado de la arquitectura sino una actitud que, sin rehuir la seriedad y el rigor, esté permanentemente atenta a leer e interpretar, diagnosticar, reflexionar y autocorregirse para mantenerse lo más activo y abierto posible. Y que en un buen sentido de controversia -no desde gratuidad ni amarillismos- provoque, estimule, anime a cuestionar, replantear, encontrar los propios puntos de vista. La necesidad de una actitud de resistencia combativa hacia la aceptación por inercia de lo sancionado como establecido, de una confrontación (bien entendida) equivale a admitir y proclamar la existencia de un engaño. Hemos atravesado un cuarto de siglo durante el cual el ejercicio de la crítica –tal y como tradicionalmente había venido siendo comprendido y practicado− se convirtió en la construcción de ficciones intelectuales que no servían como juego o estímulo para el pensamiento, sino que, por lo que parece, eran más bien una conveniente herramienta. La arquitectura manejada desde la soberbia, los lobbies de poder, ha mostrado con estas actitudes hacia la idea de la reflexión y la crítica su verdadera cara, que tiene más que ver con el fracaso que con el éxito. Personajes a los que les fue permitido erigirse en dueños de la verdad y ahora siguen reafirmados, impositivamente, en esa postura respecto a sus propios discursos y producción arquitectónica −que sin la posibilidad de crítica quedaron encallados en reiteraciones, giros estilísticos y la pérdida de conexión total con el espíritu del tiempo. En sus manos, el supuesto elevado conocimiento se transforma en un baluarte y un ariete −que evita y repele de entrada las dudas que pondrían en conflicto mucho de lo construido sobre procesos pseudo-

intelectuales que alejaban la arquitectura de la realidad−. Están demostrando no haber aprendido de sus errores, haberse retirado a refugios donde aún se creen hegemónicos y a salvo. El haberse considerado dueños de la verdad, anulando así la validez o posible valor alternativo de otras posturas, o prestando oídos únicamente a voces complacientes ha hecho mella en el ambiente de la reflexión sobre la arquitectura, dejándola convertida en monólogos vacíos para oyentes obsecuentes. Construir un territorio crítico, en el que no interfieran pedanterías ni obsecuencias. Una crítica que parta de un constante y exigente auto-examen a nuestro propio pensamiento e ideas, que anule la necesidad de seguir manteniendo y creando personajes y ejes de poder a fuerza de mitificaciones, respetos y veneraciones impuestas. Una acción reflexiva crítica y combativa que accione los pensamientos, alejándonos del conformismo y la docilidad. Abrir diálogos entre contrarios que, en sus tensiones y antagonismos, puedan resultar fructíferos.

Imágenes: 1. Jep Giambardella observa el hundimiento del Costa Concordia en el filme La Grande Bellezza de Paolo Sorrentino (2013). 2. Jóvenes estudiantes de arquitectura actúan como pedestales humanos en la exposición Spain, mon Amour en 2013. 3. Trabajadores de la construcción en Dubai descansan sobre cartones. 4. Bob Dylan, imagen del videoclip Subterranean Homesick Blues, 1965. 5. Guadalupe Acedo, protagonista del documental Koolhaas Houselife de Ila Beka y Louise Lemoine, 2008. 6. Andrés Jaque Architects, instalación Ikea Disobedients, 2012. 7. MVRDV, The Cloud, 2011. 8. Frank Gehry, 23 de octubre de 2014 en una rueda de prensa en Oviedo (España). 9. Jacques Herzog, Ai Wei Wei y Pierre de Meuron. Imagen promocional del documental Bird’s Nest, 2009. 10. Lady Gaga en el videoclip Telephone, 2010. 11. León de Oro al proyecto Torre David en la Bienal de Arquitectura de Venecia, 2012. 12. Norman Foster en una imagen del documental How much does your building weigh, Mr. Foster?, 2010.

La viga en el ojo Escritos a tiempo Fredy Massad Ediciones Asimétricas Formato: 14 x 22 cm. Páginas: 212 ISBN: 978-84-943487-3-0 Encuadernación: RÚSTICA


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