esta cuestión es de aplicación demasiado delicada. Desde luego, el Masón tiene unos deberes precisos hacia él mismo, pero tiene otros y de más imperiosos hacia los demás. Debe saber manejar la Paleta con discernimiento y esto no es una tarea fácil. Debe ser « condescendiente » sin llegar por tanto hasta la debilidad que excusa indistintamente todas las faltas. EL TESTAMENTO.
Ragon, en su Ritual del Aprendiz Masón, no habla del Testamento; él enumera solamente las tres preguntas. Plantagenet considera que la redacción de las respuestas a las tres preguntas constituye el Testamento; Wirth dice lo mismo en el Libro del Aprendiz. Y sin embargo las fórmulas propuestas a los « profanos » solicitan el « Testamento » después de las tres preguntas. ¿ Se trata pues de una innovación moderna ? Nosotros no lo pensamos. El futuro Iniciado va a morir a la vida profana; parece pues totalmente natural de pedirle « hacer su Testamento ». Sin ambargo, debería precisarse que se trata de un Testamento filosófico que demasiado a menudo los profanos están propensos a redactar un testamento puramente « civil ». « Testar » (del latin testari) es propiamente « testimoniar ». El profano debe pues testimoniar por escrito sus intenciones filosóficas. El contrata así una especie de obligación de antemano. Convendría, por otra parte, pedir al profano copiar, al mismo tiempo, la fórmula de su juramento. Es este juramento escrito el que debería más tarde ser quemado 1. 2. LOS METALES
Al salir de la Cámara de Reflexión, el « profano » está « despojado de sus metales »; es decir que le es requerido entregar al Hermano sirviente todo lo que posee sobre él, como monedas metálicas o de papel, como joyas u objetos metálicos. Gédalge, en una explicación simplista y sin ambición dice 2: « Es para liberar al Recipiendario que se le despoja de sus 1. Ver, cap. II, 7, « el Juramento ». 2. Manual del Primer grado, p. 22-23. 32