única de móviles degradantes, y esto es porque el Mandil es blanco, inmaculado y puro. Conservándolo así, cada uno puede, sobre su plano, realizar esta perfección a la cual aspira todo iniciado. » « Esta idea se encuentra en potencia, dice el además, en la leyenda persa que nos cuenta las luchas que sostuvieron, contra el tirano Zohac, los obreros constructores guiados por el herrero Kaweh, del cual el mandil de piel fué el estandarte que les condujo a la victoria 1. » En Wirth se encuentran las mismas ideas que las de Ragon y de Plantagenet; pero él añade: « El pensador ve el símbolo del cuerpo físico, de la envoltura material, cuyo espíritu debe revestirse para tomar parte en la obra de la Construcción Universal 2: » François Ménard piensa que el Mandil de piel que ciñe el Masón toma un sentido simbólico, como el alba o la estola del sacerdote. « ¿ Para qué puede servir, dice él 3, el Mandil si no a proteger, a cubrir, a separar de influencias nocivas ?. El Mandil Masónico cubre simplemente la parte inferior del cuerpo y sobre todo el bajo vientre. El gesto que aísla así los órganos corporales donde la tradición reconoce el lugar de la afectividad, de las pasiones (plexo solar y genital) significa que sólo la parte superior del cuerpo, aquella que es el lugar de las facultades razonables y espirituales, debe participer en el trabajo. » « El hecho que el Mandil esté hecho de piel, continúa él, nos parece tan sintomática; además que él recuerda el gran mandil de cuero de ciertos obreros, él se alía por su naturaleza con los centros que él tapa, el dominio de la animalidad; además la piel ha sido siempre considerada como un protector, un aislante, tanto como un vector de ciertas influencias. Se trata, en efecto, de colocar estos centros sutiles al abrigo, no quizás para suprimirlos del individuo, sino para derivar su eficiencia hacia otros dominios.
Exotéricamente el Mandil simboliza el trabajo constante al cual el Masón debe librarse; pero es evidente que no hace falta quedarse en este solo significado. 1. Id. 2. El Libro del Aprendiz, p. 126. 3, El Simbolismo, 1938, p. 152-163; artículo reproducido en La Chaîne d'Union, e 1945, año 6 , p. 88-90.
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