La flor y el tiempo

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—¿A poco? —dijo Flor irónicamente. —Claro. No te preocupes por los demás. Concertemos. Hagamos un convenio en que salgamos ganando los dos. Serás mi empleada, y yo te daré para que no te falte el sustento. —No voy a pedirte permiso para absorber mi alimento de la tierra. —Si eres mi dependienta, tendrás más categoría. Podrás darte algunos lujos... —Mejor deja comer a mi amigo —propuso Flor conciliatoria. En eso apareció el Gato Montés. Rata pegó un brinco, y atarantada por el espanto emprendió la huida. Chocó contra un árbol y se cayó. El gato la atrapó. Agarrándola del lomo, la estrujó y la arrojó al suelo. La rata se levantó despavorida, y escapó.


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