de la vacuna contra el Papiloma Humano, (VPH), murió tras ingerir un pesticida que sus padres, campesinos de la región, usaban para proteger los cultivos de ñame y plátano. Esta historia de resurrección y muerte ocurrió en la vereda Caracolí, donde la niña, angustiada por los desmayos, las convulsiones, la parálisis y los cambios que experimentaba, decidió poner fin a su vida en un arrebato de esquizofrenia, de explosión en el sistema nervioso y la felicidad, la alegría con la que su familia la recordaba, viajó con ella a la tumba luego de sufrir varios paros cardiorrespiratorios tras una inútil reanimación.
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El caos se apoderó de la ciudad y varias de las niñas, cuyos casos eran más críticos, tuvieron que ser remitidas a Bogotá, la capital de Colombia. Una metrópoli sobrepoblada donde el panorama es lúgubre y evidentemente amplía el espectro del debate sobre los efectos secundarios del Gardasil. (Vacuna VPH). Pues allí, en aquella urbe de 9 millones de habitantes, también se han registrado varios casos, incluída la historia de Astrid Carolina Méndez Pinilla, víctima mortal. Ella, quien soñaba ser chef profesional y patinaba en sus ratos libres, fue vacunada en el 2013 y tiempo después, quedó cuadrapléjica
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