Antes un cazador y ahora nos tocaba un picador de toros. Cinco inten tos ó más hasta que atinó con el pinchazo, el señor anestesista. Cuando logré ver a mi mujer estaba blanca, tiritando, muerta de frío y de miedo. Y yo igual pero no podía mostrarlo. “Lo sacaremos por arriba” dijo. Me acerqué a mi mujer, la acaricié, la besé y me hice a un lado. Desde un costado le vi la cara al terror, al miedo, al dolor, a la muerte. Mi mujer gritaba pidiendo por favor que lo sacaran rápido, porque el señor anestesista no había hecho bien su trabajo. La cara de los sanitarios decía que algo no iba bien. Lo sacó grande y rosado, y la mascarilla de anestesia general fue lo que recibió mi mujer en vez de su hijo. “No lo he visto” dijo ella entre llantos. “Yo estoy con él”, le dije. Me lo dieron, pronto, y pronto lo puse en mi pecho desnudo, piel con piel y le susurré que: “Ya viene la mamá”. Han pasado casi dos años y toda vía nos duele lo ocurrido. Para traer al mundo a nuestro siguiente hijo tendremos la intuición como bandera y la atención como escudo.
Anónimo
Carlos
MATERNIDAD Y SALUD, CIENCIA, CONCIENCIA Y EXPERIENCIA
Fuerte
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