Hulka: Caos en la Balsa

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Francesc Marí

HULKA Caos en la Balsa

MOCKTALES #101


Hulka: Caos en la Balsa es un fanfiction basado en el Universo Marvel, publicado en MOCKTALES #101 entre el 11 de marzo y el 20 de mayo de 2019.

mocktales101.wordpress.com


I

La voz resonaba como si procediera de lo más profundo de una cueva, sin embargo, solo estaba a unos pocos metros de él. Al principio Carl no lo tuvo claro, pero el trato que le estaba ofreciendo aquel hombre que ocultaba su rostro en las sombras de su pequeño apartamento de alquiler en Chinatown. —¿Me estás diciendo que si me dejo atrapar, me vas a hacer subir la cantidad de ceros que hay en mi cuenta corriente? —preguntó desconfiado. —Así es, señor Creel —repitió el hombre sin mostrar ni un titubeo. —Y que, además, una vez esté en la cárcel, me vas a sacar de ella, ¿no? La silueta de aquel hombre a contraluz movió la cabeza afirmativamente, Carl no le veía el rostro, pero por el tono de voz y sus gestos sabía que sonreía por debajo de la nariz, satisfecho con lo receptivo que se mostraba el Hombre Absorbente. —Así de sencillo. —Así de sencillo —repitió el hombre. 3


Carl Creel se rascó su mentón mal afeitado de boxeador. Cosas más raras le habían ofrecido, pero jamás que se dejara capturar para después liberarle… y que le pagasen a cambio de ello. —De acuerdo, no tengo nada que perder —dijo finalmente Carl encogiéndose de hombros, sabiendo que a la mínima que alguien lo viera por la calle mostrando sus poderes, cualquier superhéroe aparecería queriendo lucirse. —Excelente, señor Creel —respondió el hombre—, solo una última cosa antes de cerrar nuestro acuerdo. Carl alzó una ceja con suspicacia, «ya me extrañaba que no hubiera un pero», pensó. —Tú dirás. —Haga cuanto más ruido mejor. El Hombre Absorbente soltó una carcajada con su voz grave. —Eso está hecho. Carl esperó una respuesta, un sutil movimiento de aquella figura que había permanecido en las sombras desde que había aparecido casi por arte de magia en su apartamento, pero no pasó nada. Se alzó de su asiento y encendió las luces del comedor… no había nadie más en la sala. —¿Pero…? Antes de que su pequeña mente pudiera elucubrar que todo aquello había sido una broma o una imaginación fruto de los numerosos golpes que había recibido en la cabeza a lo largo de su carrera, su teléfono móvil emitió un pitido. Miró la pantalla y pudo comprobar que era un aviso de su banco, notificándole que cien de los grandes le habían sido transferidos a su cuenta.

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Sin dejar de observar aquella cifra tan redonda y perfecta, el Hombre Absorbente mostró una grotesca sonrisa y anunció: —Prepárate, Nueva York, Carl Creel ha vuelto. *** Un estridente pitido estorbó el sueño de Jennifer, haciendo que gruñera entre las sábanas. «No puede ser el despertador… es demasiado temprano», pensó la chica mientras daba vueltas bajo la funda nórdica que estaba a la temperatura perfecta para seguir durmiendo. Alzó una ceja y puso todas sus fuerzas en abrir el párpado correspondiente para mirar hacia mesilla de noche en el que descansaba su despertador que, para su sorpresa, no emitía sonido alguno. —Oh, no —se lamentó pensando en la siguiente posibilidad: el móvil. Jennifer alargó un brazo de color esmeralda y alcanzó el aparato, para después examinar su pantalla. En la pantalla podía leer un mensaje breve pero muy claro: «alarma en Times Square». A pesar de ser abogada y trabajar para el fiscal del distrito, Jennifer Walters tenía otras cosas con las lidiar en su día a día… No todo es bueno cuando se es la prima de Hulk. El móvil volvió a emitir su horrible sonido para advertirle que la estaban llamando desde diferentes comisarías para avisarla de que la necesitaban en el centro de la ciudad. Una de las desventajas de no poder recuperar su aspecto humano, era que su identidad «secreta» no lo era tanto,

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y cualquiera podía contactar con ella para que les sacara las castañas del fuego… y las repartiera después. —¡Ya va, ya va! —protestó levantándose de la cama con su pelo verde oscuro completamente revuelto, sus ojos esmeralda llenos de legañas y su gran cuerpo de amazona cubierto por un pijama de Snoopy. *** Eran las once de la mañana cuando un hombre encapuchado se plantó en mitad de Times Square y posó sus manos en el suelo de hormigón de la calle. Nueva York estaba repleta de locos que, por ejemplo, se podían arrodillar en mitad de la calle, pero aquel hombre era diferente. Pocos segundos después de que sus manos entraran en contacto con el suelo, cambiaron el tono para casi camuflarse con el gris del hormigón. Inmediatamente después, cuando algunos curiosos ya estaban observando y grabando con sus móviles el suceso, el individuo estalló en carcajadas, se levantó y, mirando a su alrededor, exclamó: —¡El Hombre Absorbente ha regresado! Algunos de los que lo rodeaban en seguida se alarmaron, no los más jóvenes que apenas habían oído hablar de las catástrofes que había causado Carl Creel años atrás, ahora que todo el mundo estaba repleto de mutantes y seres humanos con superpoderes, que en cualquier momento podían dejar en jaque a toda una ciudad… como había sucedido unos meses atrás con el ataque de Hulk que había acabado con los Vengadores. Sin que nadie pudiera reaccionar, Creel se deshizo de la sudadera que le cubría la parte superior de su cuerpo y dejó al descubierto su torso, ahora 6


de un color grisáceo, como el del suelo del que había absorbido sus propiedades. —Veo que algunos no se han olvidado de mí —ladró observando a los pocos valientes que seguían atentamente sus movimientos—. Por lo que ha llegado a la hora de hacer lo que mejor se me da… ¡Destruir cosas! Con los últimos ecos de estas palabras en su boca, Carl arrancó a correr contra los locales de la concurrida plaza, sin tener en cuenta la presencia de los peatones. Algunos pudieron hacerse a un lado, pero otros fueron arrollados por Creel, que los golpeó como si de una bola de demolición se tratara. Del mismo modo, de un salto atravesó el escaparate de una joyería, el interior de la cual arrasó como un tornado para no llevarse nada. Estaba cometiendo un acto de destrucción puro y duro. Pero apenas hubo salido de la joyería, atravesó la cristalera de un restaurante, haciendo que los clientes y los empleados de su interior salieran de él gritando de terror. La gente de su alrededor, al ver que aquel hombre no pretendía detenerse en ningún momento, empezó a alejarse de la concurrida plaza, generando un caos que sería difícil de controlar por los pocos agentes de policía que estaban presentes. —¡Mantengan la calma, por favor! —exclamó uno de los policías. —No se dejen llevar por el miedo —advirtió otro. Sin embargo, era imposible hacer caso a aquellas inútiles voces que quedaban ensordecidas bajo los estrépitos provocados por la destrucción que estaba llevando a cabo Carl Creel.

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—¡Debemos pedir refuerzos! —gritó uno de los policías que se resguardaban tras sus coches patrullas, ahora convertidos en los objetivos del Hombre Absorbente. —¡Nadie podrá detenerme! —dijo Creel corriendo hacia ellos con la mirada puesta en el coche más cercano, que golpeó con todas sus fuerzas. Nadie respondió, aquella afirmación era innegable, y más cuando los agentes de la ley estaban arrinconados por el villano. Pero, de repente, entre los gritos de pavor se empezaron a escuchar silbidos, aplausos y exclamaciones de alegría. —¿Estás seguro de eso, Creel? —preguntó una voz de mujer procedente desde el norte. Al principio Carl creyó que alguna mujer temeraria estaba dispuesta a plantarle cara, sin embargo, la que apareció ante él abriéndose paso entre la gente de la calle no fue otra que Jennifer Walters, la amazona esmeralda, también conocida como Hulka. Pero en lugar de asustarse, el Hombre Absorbente sonrió divertido. —Por fin algo de acción —anunció con sorna—, empezaba a aburrirme de jugar yo solo. Uno de los principales defectos del villano, entre los muchos que tenía, era que no era paciente, por lo que apenas hubo visto a Hulka que se abalanzó sobre ella. Por el camino tocó con intencionalidad la tapa de una cloaca y su cuerpo se convirtió en metal. Jennifer se preparó para recibir los golpes que Creel le lanzaría en cuestión de segundos. En cuanto llegó el primer puñetazo, Hulka se hizo a un lado, y con el segundo sucedió lo mismo. Jennifer solo lo esquivaba, no pretendía golpearlo… de momento. 8


—No te alejes de mí, preciosa —gruñó Creel un poco hastiado por no poder golpear a su rival. Jennifer sonrió mostrando sus dientes perfectos. Una de las ventajas de haberse convertido Hulka —que incluso paliaban el hecho de ser de color verde y de lo complicado que era encontrar ropa de su talla— era que su cuerpo, si bien también había ganado fuerza y tamaño, había mejorado en todos los sentidos, de pies a cabeza, por lo que era llamada la amazona esmeralda. —No voy a morderte —añadió Carl relamiéndose los labios—, a no ser que tú quieras. El Hombre Absorbente soltó una carcajada que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Hulka. Por muchos superpoderes que pudiera tener, un tío así siempre daba repelús. Por un segundo, en la mente de Jennifer, se mostró la posibilidad de abandonar el lugar y dejar que el Hombre Absorbente fuera problema de otro, como Spider-Man o el Doctor Extraño. Pero en seguida recapacitó, que imagen tendría como superheroína y como representante de la ley de Nueva York si se retiraba ante una amenaza como aquella. —Como te atrevas a tocarme, te vas a arrepentir, Creel —dijo Jennifer sabiendo que aquello solo provocaría aún más al Hombre Absorbente, por lo que sería más fácil que cometiera un error. Creel mostró sus dientes torcidos y amarillentos, que resaltaban por encima del color negro metálico de su cuerpo, y volvió al ataque, lanzando un golpe tras otro contra Hulka, que solo se movía para esquivarlo con agilidad y precisión, algo de lo que carecía su rival. Sin embargo, un

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puñetazo de Creel fue lo suficientemente rápido y certero para golpearle en mitad del pecho que tenía cubierto por las mallas blancas y púrpuras. El contacto físico no la tumbó, ni tan siquiera la movió de sitió, pero sí que la mantuvo en su sitio, mirando hacia donde todavía estaba el puño metálico de Creel. Sin que el villano tuviera tiempo de reaccionar, Hulka agarró el brazo de su contrincante y, de un tirón, lo acercó hacia ella, pero justo antes de que el cuerpo de Carl Creel cayera sobre ella, Jennifer lanzó un potente cabezazo que hizo resonar el cráneo vacío del Hombre Absorbente. En un primer momento pareció que no había sucedido nada, sin embargo, pocos minutos después del impacto, el cuerpo de Creel empezó a tambalearse y a titubear, hasta que cayó de bruces al suelo. —Te he advertido, pedazo de alcornoque —le reprendió Hulka mientras inmovilizaba al villano para impedir que volviera a las andadas antes de que las autoridades pertinentes se hicieran cargo de él. *** En una oscura pero lujosa habitación de hotel un televisor encendido era el único punto de luz de la sala. En su pantalla se mostraban las imágenes captadas por las cámaras de la cadena, así como por los móviles de los periodistas aficionados —que hoy en día son muchos—, en las que se podía ver como Hulka se había convertido en la heroína del día al detener el alocado ataque de Carl Creel. Cualquiera hubiera dicho que la habitación estaba vacía, sin embargo, a unos pocos metros del televisor, sentado en una cómoda y mullida butaca, 10


se perfilaba la silueta de un hombre, un hombre que parecía querer permanecer en el anonimato incluso cuando estaba solo. A cada palabra pronunciada por los presentadores de las noticias, el hombre no podía ampliar su sonrisa, que brillaba con la luz fría que proyectaba la pantalla. —Excelente —se dijo en voz alta—, Creel ha cumplido con lo acordado ahora es el momento de pasar a la siguiente fase del plan. Y con esas palabras, soltó una maquiavélica carcajada, descubriendo que el pobre ataque del Hombre Absorbente solo había sido el principio de todo.

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II

Habiendo cambiado su malla blanca y púrpura del uniforme de superheroína por algo más elegante, Jennifer Walters recorría los pasillos del juzgado luciendo un perfecto traje chaqueta hecho a medida —imposible encontrar uno de confección—, camino al despacho de su jefe, el fiscal del distrito, responsable de, entre otros, el juicio de Carl Creel por los destrozos provocados en Times Square. Jennifer sabía de sobras que aquello era absurdo, era un caso tonto donde los hubiera. Para empezar, a excepción de unos cuantos escaparates rotos y unas cuantas heridas a unos pocos peatones, Creel no se enfrentaba a un cargo grave. Sin embargo, al tratarse de un caso en el que estaba involucrado un delincuente con poderes, la fiscalía había querido llevarlo a juicio para demostrar que la ciudad de Nueva York no estaba dispuesta a permitir que «aquel tipo de gente» se hiciera con el control de las calles. Y, para acabar de rematar el asunto, habían querido que ella, como representante de la ley se hiciera cargo de la acusación.

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«Menudo espectáculo», pensó para sus adentros mientras golpeaba la puerta del despacho de su jefe. —Adelante —dijo una voz rasposa desde el interior. Jennifer cruzó el umbral de la puerta bajando la cabeza y entró en el despacho. —Por fin has llegado —le dijo su jefe—. Supongo que no tenemos demasiado de lo que hablar, ¿no? Jennifer lo observó un poco desconcertada, y como si le hubiera leído la mente, Sterns añadió: —Ambos sabemos, y no somos los únicos, que Creel cometió los delitos de los que se le acusa y, además, se ha declarado culpables de ellos… Es como si quisiera ser encarcelado. —¿Pero…? —Nada, nada, Walters —Sterns la interrumpió con el movimiento de su mano, y dijo—: Ve directa a la yugular, acaba con él y haz que tengamos un tipo con superpoderes menos en la calle. Jennifer alzó una ceja con suspicacia. Conocía de sobras a su jefe como para saber que, llegados a ese punto, no tenía nada que añadir, ya que todo lo que dijera caería en saco roto. Así que, sin más, recogió lo poco que había sacado de su maletín y salió del despacho de su jefe para encaminarse a la sala del juzgado, en la que formaría parte del juicio más rápido y absurdo que la ciudad de Nueva York jamás hubiera visto. ***

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El juez volvió a entrar en la sala después de su deliberación, y todos los presentes se alzaron a la vez. Mientras lo hacía, Jennifer se frotó el ceño un tanto sorprendida por lo que acababa de suceder. Aunque ya suponía que todo aquello sería un paripé con la vista puesta en la publicidad, lo que no esperaba fue la actitud del abogado defensor. Un hombre de perfil corriente, sin nada destacable que mencionar, solo descriptible con el adjetivo de anodino, había dedicado todos sus esfuerzos a acusar a su cliente, dejando a Jennifer sin nada que hacer. Y no se trataba de un currante novato de oficio, no, era un abogado privado —al que Jennifer no conocía— pero cuyo conocimiento de las leyes le habían valido para culpar a su cliente absolutamente de todo. Si hubiera tenido más tiempo para su «defensa» seguro que lo hubiera conseguido acusar del asesinato de JFK o, incluso, del Abraham Lincoln. —Después de tener en cuenta lo que se ha dicho en esta sala y de las pruebas presentadas —empezó a decir el juez en tono solemne—, el señor Creel será declarado culpable de los delitos de los que se le acusa. Para la sorpresa de Jennifer, Creel miró a su abogado y ambos sonrieron, como si hubieran logrado un gran éxito. «¿El mundo se ha vuelto loco?», se preguntó Jennifer. —Por ese motivo será condenado a pagar una multa de… —Con la venia, señoría —dijo el abogado de la defensa interrumpiendo al juez, que lo miró con cara de pocos amigos—. Mi cliente no es capaz de pagar las deudas que le debe a la ciudad. El juez lo observó durante un instante, como si con ello quisiera valorar la verdad en aquellas palabras, pero finalmente, seguramente

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cansado por formar parte de aquel circo en el que se había convertido su sala, dijo: —En ese caso, lo condeno a ingresar en prisión durante un período de dos meses y un día. «Menuda estupidez», pensó Jennifer, mientras se quedaba atónita al ver como delincuente y abogado se estrechaban la mano, alegres por el resultado del juicio. —Caso cerrado —anunció el juez con un martillazo. Jennifer no tenía muy claro lo que sentía. Por un lado, tenía un mal sabor de boca por haber participado en aquel juicio, aunque lo hubiera ganado «teóricamente»; pero, por el otro, a pesar de su pobre papel en todo el caso, un criminal había ido a parar a la prisión… aunque fuera solo por un breve espacio de tiempo. Dudaba que Creel pudiera reinsertarse en la sociedad, era un delincuente confeso y uno de los villanos más previsibles de la ciudad, sin embargo, no tenerlo por las calles un tiempo haría bien, y más ahora que los superhéroes estaban en sus horas más bajas. Con todo ello en mente, Jennifer abandonó la sala con la mente puesta en regresar a su apartamento, y no se percató de que el abogado de la defensa se había acercado al estrado para hablar con el juez. —Teniendo en cuenta los antecedentes de mi cliente, ¿podría recomendar su ingreso en la Balsa? El juez, que consideraba aquello poco ortodoxo, volvió a sentarse en su asiento y examinó con detalle a su interlocutor. —Parece que está muy interesado en meter en la cárcel a su cliente, letrado —insinuó el juez con una sonrisa.

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—Nada más lejos de la realidad, sin embargo, soy consciente de la necesidad de que el señor Creel se rehabilite, y dudo que en Rikers lo consiga. El juez se frotó la barbilla mientras la valoraba los pros y los contras de aquella extraña proposición. No quería cometer un error, y que su nombre se viera vinculado a un incidente provocado por Creel… por lo que en seguida comprobó que la mejor opción era meter a aquel villano en una prisión acorde con sus poderes. —De acuerdo, letrado. El señor Creel ingresará en la Balsa, pero después no quiero que me venga llorando con que su cliente está cumpliendo una pena que no le corresponde por los delitos cometidos, ¿estamos? El abogado asintió con firmeza, había conseguido lo que deseaba… lo que la organización deseaba. *** Tras abandonar el juzgado en un furgón blindado de máxima seguridad, Creel y su abogado fueron trasladados a la Balsa, donde el delincuente se convertiría en un preso más en la gran colección que había en aquella prisión. A parte de él y de otros villanos con superpoderes que no eran más que simples delincuentes con muchos esteroides, entre las rejas de aquella peculiar prisión también se encontraban hombres como Donald Gill, más conocido como Ventisca; Anton Vanko y Alexander Nevsky, las amenazas rojas que Iron Man había encerrado en su regreso como superhéroe… Sin olvidar al Barón Von Strucker, encarcelado por ser la chispa que había creado el incendio que había acabado con los Vengadores. 17


Si hubieran estado juntos, hubiera sido un caldo de cultivo perfecto para que surgieran mil y una conspiraciones; pero para suerte de los ciudadanos de Nueva York, las celdas estaban aisladas las unas de las otras, y los presos no tenían contacto entre ellos. Solo se podían ver si sus celdas quedaban unas frente a otras… como estaba a punto de suceder con Carl Creel y el Barón. —Tengan sumo cuidado con las palmas de las manos de mi cliente, puede adquirir las propiedades de cualquier material a través de ellas —dijo el abogado con fingida preocupación. Uno de los guardias que los estaban custodiando, lo miró con desagrado. —Sabemos quién es su cliente, y le puedo asegurar de que estará a buen recaudo… nadie puede salir de la Balsa. —Por supuesto, por supuesto —respondió el abogado con una equívoca sonrisa en sus labios. Sin más rodeos, Creel fue desprendido de todas sus propiedades y fue vestido con el uniforme reglamentario de la prisión, y, tras despedirse de su abogado, fue conducido al que sería su hogar durante los próximos dos meses y un día: un pequeño habitáculo de cuatro metros cuadrados del que la única apertura era la ventilación —rigurosamente vigilada— y una trampilla en la puerta para facilitar la comida a su inquilino. —Bienvenido a casa, Hombre Absorbente —anunció uno de los guardias a la vez que empujaba a Creel al interior de la celda y cerraba su puerta. Carl miró a su alrededor, en aquel lugar solo había un catre, un retrete, una mesa y una silla. Sin embargo, Creel no pareció importarle las pocas 18


comodidades de las que dispondría, sino que en su lugar fijó su atención en el pequeño ventanuco que había en la puerta. Medio metro de alto por medio metro de ancho de cristal blindado a través del que los guardias podían controlar que los presos seguían en su lugar. Pero que, en esa ocasión, le serviría a él para saludar a su nuevo vecino. *** El abogado había regresado a la sala de visitas de la Balsa, solo accesible con la autorización de SHIELD, acompañado por los guardias que se habían hecho cargo del ingreso en prisión de su cliente. —Carl Creel ya está en su alojamiento —bromeó uno de ellos. —Dudo que vuelvan a verse hasta que salga de aquí… si es que lo hace —dijo otro. El abogado sonrió y, por primera vez desde que había hecho acto de presencia en la sala del juzgado, sus ojos brillaron con cierta personalidad. —Por supuesto que lo hará, chicos —afirmó mientras se desprendía de la máscara que le cubría el rostro, dejando que los guardias vieran el rostro del hombre que acababan de encerrar abalanzándose sobre ellos. —No es posible que… Pero las palabras del guardia fueron interrumpidas cuando Creel adquirió las propiedades del chaleco de Kevlar, haciéndose inmune a los disparos de sus armas a la vez que los empezaba a sacudir a uno tras otro para abrirse paso hacia las galerías de la prisión. *** 19


Creel alzó una mano y la sacudió en el aire para llamar la atención de Strucker, que lo observaba con desprecio desde su celda. Mediante señas, Carl le indicó que abriera un poco la abertura para la comida, quería hablar con él. Al principio, Strucker se negó a seguir los deseos de aquel criminal de poca monta, si lo comparaban con él, un hombre capaz de desatar el caos y destruir a los Vengadores. Pero, al final, comprendió que no tenía nada que perder, incluso tendría la oportunidad de meterse con aquel villano de medio pelo. Se agachó y abrió la pequeña compuerta que servía para hacer pasar la comida tres veces al día. —Encantado de volver a hablar contigo, Wolfgang. Lo que desconcertó a Strucker no fueron las confianzas de Creel o el hecho de que se dirigiera a él por su nombre de pila, sino el acento marcadamente alemán que tenía la voz de Creel… una voz que no le resultaba para nada extraña. —Lo mismo digo, Helmut. —A pesar de la sorpresa, Strucker era un hombre listo, por lo que en seguida reconoció la voz de su viejo socio de HYDRA: el Barón Zemo.

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III

Los guardias de la Balsa no suponían un reto para el Hombre Absorbente. Gracias a su cuerpo de Kevlar se había abierto paso a través de las innumerables puertas de seguridad resguardadas por los primeros guardias, sin embargo, en cuanto llegó al acceso del primer nivel de celdas de la prisión… las cosas se pusieron aún más interesantes. Para evitar las fugas de los presos más peligrosos, se había construido la Balsa con el metal más resistente de la Tierra, el adamantium. Con lo que no contaban sus diseñadores fue que Carl Creel tendría acceso al esqueleto metálico de la prisión. Por lo que si los guardias no habían podido hacer nada cuando el Hombre Absorbente era de Kevlar, ahora que era de Adamantium, aún lo tendrían más complicado. Con su cuerpo reforzado por las propiedades del metal, Creel se abrió paso a través de las salas de seguridad. Aunque en ningún momento había comprendido el «supuesto» cambio de planes del hombre que lo había contratado cuando se había presentado como su abogado, en cuanto le insinuó que podría liberar a otros villanos para sembrar el caos en la ciudad, 21


no lo dudó ni por un instante. Aquel misterioso hombre ya le había pagado todo lo que le había prometido y le había añadido un par de ceros más a la cifra previamente acordada para, como él mismo había dicho, estuviera suficientemente motivado para llevar a cabo el plan. De una patada Creel reventó la sala de seguridad desde donde se controlaban las puertas de las celdas —que se hallaba exactamente en el lugar en el que su «jefe» le había dicho—, y en la que solo había tres guardias sentados en sendas sillas de escritorio frente a un sinfín de botones y palancas. —Ya estáis abriendo las puertas de todas las celdas —ordenó con un gruñido mientras hacía rechinar sus dientes de adamantium. —Lo… Lo siento… Pe-pero no podemos hacerlo sin cumplimentar el protocolo de seguridad correspondiente… —dijo uno de ellos entre titubeos. —¿Crees que estoy para controles de seguridad? —preguntó Creel sin poderse creer la resistencia de ese trío de técnicos sin un solo músculo en el cuerpo. —Pero… Antes de que pudiera completar su queja, el único guardia que había hablado salió volando por la puerta al ser lanzado por Creel mientras emitía un alarido de terror. —¿Alguno de vosotros quiere seguir a su compañero? No hizo falta que Creel insistiera más, los dos guardias que permanecían en la sala empezaron a activar palancas y a pulsar botones, y en un instante, a través de las cámaras de seguridad, pudo ver como las celdas se abrían una tras otra.

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—Buen trabajo, chicos —dijo Creel, pero en lugar de felicitar a los dos guardias, los cogió por el cuello del uniforme y los estampó contra la pared del fondo de la sala—. La próxima vez espero que no tardéis tanto en cumplir las órdenes que se os dan. Y con una escandalosa carcajada, Carl Creel abandonó la sala de seguridad para encaminarse al interior de las galerías de la prisión. En ellas había viejos amigos y socios con los que quería reunirse antes de arrasar con la ciudad. *** Agotada por aquel extraño día de trabajo, Jennifer por fin regresó a su casa. Al abrir la puerta su pequeño gato atigrado la recibió con un maullido. —Ahora te doy de comer, Botones —le dijo mientras le rascaba su pequeña cabeza. Dejó el maletín en la mesa del comedor y se fue a la cocina para servirle la comida a su pequeña mascota, uno de los pocos seres que no se sorprendían al verla tan grande y verde. —Aquí tienes. Y ahora, déjame que me de un baño y después nos reencontramos en el salón. Sin prisa, se dirigió a su dormitorio, donde se deshizo de los zapatos de tacón y del traje a medida, y se envolvió con un mullido albornoz que hacía las veces de bata de estar por casa. Al sentirse relajada y sin presiones, Jennifer lanzó un resoplido de agotamiento mientras se sentaba a los pies de su cama. Cansada, bajó la mirada para encontrarse con uno de sus grandes enemigos: su traje de superheroína. 23


Cogió la malla blanca y púrpura y, con desprecio, la arrojó a una esquina de su dormitorio. «Hay días en los que desearía ser alguien normal», pensó mirándose las manos de color verde que había heredado de su primo. «Por suerte yo no pierdo el control como Bruce», se consoló pensando en su primo, que permanecía en animación suspendida por deseo propio tras el caos que había desatado su otro yo, Hulk. Sin ganas de seguir pensando, se dejó caer en la cama con la única intención de relajar su cuerpo, pero antes de que su espalda pudiera sentir la comodidad del colchón, su móvil emitió el temido pitido de advertencia que siempre prefería no oír. —No puede ser verdad —protestó Jennifer mirando al techo. En un primer momento dudó en sí debía prestar atención al teléfono. «Por una vez tampoco pasaría nada, ¿no?», se dijo. Pero en seguida, su consciencia actuó y la obligó a levantarse e ir a por el aparato. Con temor observó la pantalla, en la que, como siempre, un breve pero claro mensaje le indicaba a lo que tendría que enfrentarse: «una fuga masiva en la Balsa». —¡Oh, no! —exclamó levantándose y yendo a buscar su uniforme de faena. Con una rapidez jamás vista se lo puso y, saliendo por la puerta, dirigió la atención al pobre Botones que la observaba un tanto desconcertado. —Volveré tarde, no me esperes despierto. ***

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En cuanto las puertas se abrieron, el Barón Wolfgang Von Strucker miró al otro lado del pasillo de celdas. Frente a él, en una celda igual que la suya, estaba un hombre grande, con cara de pocos amigos y cuya cabeza lisa resplandecía con la luz del techo. En un rápido movimiento, el supuesto Carl Creel se llevó la mano a la nuca y de un tirón se deshizo de la máscara y del traje con el que se había hecho pasar por el Hombre Absorbente, y en su lugar dejó ver el rostro de un viejo conocido: Helmut Zemo. —¿A qué debo agradecer esta visita? —preguntó Strucker. Zemo se acercó a él y puso una mano en su hombro. —Ha llegado la hora de terminar lo que empezaste hace unos meses. —Ya acabé con los Vengadores —protestó Strucker un poco molesto. —Lo sé, lo sé, querido amigo —dijo Zemo para tranquilizarlo—, pero ahora nuestro objetivo es aún mayor… acabaremos con todos los superhéroes. Strucker lo miró atónito, algo que no acostumbraba a pasarle, y sonrió. —Eso quiere decir que… —Exactamente, Wolfgang, exactamente, su regreso está mucho más cerca de lo que creíamos —lo interrumpió Zemo—, y todo gracias a Stark. Strucker soltó una carcajada de triunfo. —Pero primero —continuó hablando Zemo—, debemos salir de aquí. Como si con aquello ambos regresaran al presente y se olvidaran, por un momento, de sus esperados sueños de futuro, pudieron comprobar como la Balsa, en su día una prisión modelo para los criminales más peligrosos de la Tierra, se había convertido en su patio de recreo y, por encima de todos ellos, un hombre brillaba con luz propia —literalmente, ya que su cuerpo de adamantium refulgía en las oscuras galerías de la prisión—, Carl Creel. 25


El Hombre Absorbente se había convertido en el héroe de los villanos, los había liberado y en ese preciso momento les estaba prometiendo la gloria eterna. —¡Amigos, socios y villanos en general! Hemos sido encerrados durante años en prisiones como esta porque un grupo de gente nos ha catalogado como los malos de la película… y eso no es justo —vociferó con todas sus fuerzas—. Por ese motivo, ahora yo, el Hombre Absorbente, os devuelvo vuestra libertad, que jamás se hubiera tenido que arrebatar, y a cambio solo os pido una cosa… Todos los delincuentes de la Balsa permanecieron en silencio, a la espera de que era lo que Creel pediría. —¡Hagamos que los «héroes» se arrepientan de habernos metido aquí! Ante aquellas palabras, todos los presos de la Balsa estallaron en vítores de todo tipo, antes de desatar su furia contra cualquiera que se interpusiera en su camino, fuera un guardia demasiado temerario o una pared que impedía su avance. Strucker miró a Zemo de reojo un poco decepcionado. —No me digas que ahora te has asociado con esta chusma. Zemo rió. —Nada más lejos, amigo mío —respondió calmando los ánimos de Strucker. —Sabes que ellos no son dignos de su compañía, ni tan siquiera de su presencia —insistió el otro preocupado. —Lo sé, lo sé, Wolfgang. Pero son una magnífica distracción para que nosotros podamos salir de este agujero y preparar nuestro siguiente paso.

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Strucker sonrió recuperando la fuerza que lo había convertido en uno de los mayores villanos de nuestro tiempo. Ahora que Zemo lo había sacado de la cárcel y le había dado un motivo para seguir luchando, ambos formarían una alianza con la que conseguirían lo que tanto habían anhelado ellos, sus padres y su gran líder: el absoluto dominio de la Tierra. —¡Hail HYDRA! —gritó Strucker sin miedo a ser reprendido por nadie. —¡Hail HYDRA! —repitió Zemo igual de motivado que su nuevo socio. En el pasado se habían enfrentado para convertirse en el favorito de su líder, sin embargo, con el paso del tiempo, ambos habían comprendido que lo que realmente era la causa, no sus egos, nos sus logros personales… solo el triunfo de HYDRA por encima de todo y de todos. *** Tras una trepidante carrera por los tejados de la ciudad, Hulka se hallaba en las orillas del Hudson, observando en la lejanía el infierno que se había desatado en la Balsa. Las llamas ascendían hacia el cielo como si aquel fuego estuviera avivado por hierros candentes. Por lo que podía oír por la radio de los agentes de policía que tenía a su alrededor, todas las celdas se habían abierto permitiendo que los villanos que había en ellas pudieran retomar sus fechorías… ahora concentradas hacia los guardias que los habían vigilado hasta entonces.

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Jennifer, preocupada por el reto que se le venía encima, se llevó al mano a la nuca y se la frotó con fuerza, con miedo a lo que tendría que enfrentarse. —No voy a poder hacer esto sola. No se dirigía a nadie en concreto, y ningún agente de policía pareció escucharle, pero el ruido de unas sutiles pisadas a su lado le llamaron la atención. —No va a hacerlo sola. Junto a ella había la figura de un hombre encapuchado con un traje rojo de pies a cabeza… una cabeza coronada por dos pequeños cuernos. —¡¿Daredevil?! Pero… Antes de que el diablo rojo pudiera añadir nada más, un alarido muy agudo para la voz que lo estaba emitiendo, llegó a sus oídos y los obligó a girarse, para ver cómo, desde entre las sombras, Luke Cage aparecía siendo llevado por los aires por Spider-Man. Cuando el héroe de alquiler puso los pies en el suelo, miró a su compañero arácnido y dijo: —Recuérdame que la próxima vez coja el metro, Spidey. —Eso está hecho —respondió el hombre araña guiñándole uno de los ojos de su traje. Hulka observó a los tres recién llegados, no esperaba que en aquella ocasión contara con la ayuda de más superhéroes, sobre todo después de lo que había supuesto el caos provocado por su primo. —¿Qué hacéis aquí? —fue todo lo que se atrevió a preguntar. —¿No es evidente? —dijo Spider-Man—. Hemos venidos a recuperar la Balsa. 28


—Pero todo esto lo he provocado yo y… —No digas sandeces, Jennifer —la cortó Daredevil—, hiciste tu trabajo, no es culpa tuya que la justicia ordinaria de esta ciudad viera en el Hombre Absorbente la posibilidad de hacer campaña contra los villanos de esta ciudad. —Además, esto amenaza a la ciudad… nuestra ciudad —añadió Cage. Hulka observó a sus nuevos compañeros y, empezando a correr sabiendo que los demás la seguirían, se dirigió hacia el Hudson. —En ese caso, no sé a qué esperamos a cruzar este maldito río.

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IV

Como el resto de las puertas de la Balsa, el acceso principal estaba completamente abierto, y un pequeño número de guardias custodiaban a sus compañeros heridos, siendo los pocos que habían logrado salir de su interior tras el ataque sorpresa del Hombre Absorbente. Aquellos hombres estaban completamente desorganizados. Apenas eran una docena, de los cuales solo cuatro parecían que se conservaban enteros, y el resto tenían todo el aspecto de estar malheridos. —Deberíamos dar la alarma —dijo uno de ellos preocupado. —¿Crees que nadie se habrá dado cuenta de que está pasando algo aquí? —le preguntó otro señalando las llamas que se alzaban por encima de las paredes del nivel superior de la prisión. El primero fue a protestar, alegando que era su deber avisar de aquello, fuera evidente desde la ciudad o no, sin embargo, sus palabras se atoraron en su garganta cuando cuatro siluetas se hicieron visibles desde la oscuridad del agua que los rodeaba… Eran Hulka, Luke Cage, Daredevil y SpiderMan. 31


—Creo que no será necesario que den la alerta, caballeros —dijo Daredevil acercándose a ellos, y mirando a los heridos, añadió—: Sin embargo, creo que sería mejor que guardasen a sus compañeros heridos. —Y estén atentos por si sacamos alguno más de ahí dentro — puntualizó Spider-Man con un guiño de su máscara. Al ver a los superhéroes, los guardias los observaron casi como si fuera ángeles recién descendidos del cielo. —Los asaltantes se han hecho fuertes en los niveles siete y ocho — explicó uno de los guardias. —Nosotros nos hacemos cargo —dijo Hulka mirando a los hombres a los que sacaba una buena cabeza y media de altura—, pero estén listos para lo que sea que pueda pasar. Sin añadir nada más, y sabiendo que los guardias aceptarían sin discutir la intervención de unos superhéroes con poderes como ellos, los cuatro se adentraron a través de las puertas que habían reventado desde el interior. Una vez dentro, empezaron a descender los diferentes niveles para llegar hasta el lugar en el que el Hombre Absorbente y sus nuevos amigos estaban haciendo de las suyas. —No creéis que es extraño que todavía no hayan empezado a subir con la intención de fugarse —dijo Cage mientras bajaban por las escaleras de emergencia. —Puede que se estén organizando, ¿no? —respondió Spider-Man. —¿Organizarse? Sus egos no son compatibles —contestó Hulka. —Quién sabe, puede que hayan cambiado.

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—Hace demasiado tiempo que los conocemos, y sabemos que son personas de costumbre. Spider-Man sonrió bajo su máscara ante las palabras de Hulka, sin embargo, los cuatro superhéroes siguieron sin tener muy claro el motivo por el cual los villanos seguían en los niveles de las celdas, cuando ya hacía mucho rato que habían abierto una brecha de seguridad suficiente como para que decenas de ellos se fugaran. El descenso fue rápido, no tenían mucho tiempo que perder, y, a medida que fueron adentrándose en los niveles inferiores de la Balsa, todos ellos por debajo del nivel del mar, el griterío de decenas de voces se hizo patente en los pasillos y las escaleras por las que pasaban Hulka y sus socios. —Alto —susurró Daredevil haciendo que sus compañeros se detuvieran tras él—, estamos cerca. Siguiendo las indicaciones del diablo de Hell’s Kitchen, se aproximaron al acceso del nivel siete de la Balsa. Era una puerta de grandes dimensiones de metal —con total seguridad de adamantium— con un gran siete pintado en su frontal; sin embargo, a pesar de su aparente consistencia, colgaba de los goznes como si alguien la hubiera hecho explotar. Los héroes cruzaron su umbral con sumo cuidado, hasta llegar a una barandilla, desde la que se podía contemplar, no solo las celdas del nivel siete, sino también las del nivel ocho… todas ellas con las puertas abiertas y vacías. En el espacio común en el que confluían los pasillos de las celdas, pudieron ver un gran número de personas concentradas. No eran personas cualesquiera, eran los villanos más temidos de la sociedad —entre los que estaban Ventisca, Shocker, el Doctor Octopus, el Duende Verde, Lagarto, o

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el Hombre Púrpura—, que los héroes se habían encargado de detener y meter ahí dentro para la seguridad de la población civil. —¿Alguna idea? —preguntó Cage mirando a los rivales a los que tendrían que enfrentarse. —Son muchos más que nosotros —apuntó Daredevil. —¿Divide y vencerás? —propuso Spidey. —¿Pretendes que nos enfrentemos a este pequeño ejército de villanos por separado? —preguntó Hulka atónita. —¿Por qué no? Lo hemos hecho en otras ocasiones… Además tú sola puedes con la mitad de ellos. Hulka se encogió de hombros con una sonrisa pícara, sabía que era cierto, pero no quería vanagloriarse de su poder… no le gustaba hacerlo. —Oye, Spidey, veo que la mayoría son gente se va a alegrar mucho de verte por aquí —los interrumpió Cage. —¿Qué quieres? Me encanta meter a los malos en la cárcel —bromeó el hombre araña, y sin cambiar el tono de voz, preguntó—: Entonces, ¿cada uno por su lado y nos encontramos en medio? Los otros tres se miraron, a la espera de que alguno de ellos pusiera alguna excusa, pero eso no sucedió, así que, sin más, los cuatro superhéroes salieron de su escondite y, cada uno a su manera, se preparó para atacar por sorpresa a los villanos allí congregados. *** Carl Creel se sentía en la cima del mundo. Sobre unas mesas mal apiladas, cual tribuna presidencial, el Hombre Absorbente clamaba a los 34


cuatro vientos que sus iguales en fechorías se unieran a él, y parecía que los demás estuvieran dispuestos a ellos… Con lo que no contaba el villano de, en ese momento, adamantium era que una amazona verde estaba a punto de abalanzarse sobre él. —Ahora, queridos amigos —decía con todas sus fuerzas Creel—, accederemos al almacén de esta infame prisión y recuperaremos vuestros equipos para poder desatar el caos sobre la ciudad de Nueva… ¡Aaah! El Hombre Absorbente, a pesar de ser del metal más fuerte de la Tierra, no pudo evitar sentir el impacto del cuerpo de Hulka cuando está lo placó desde la espalda. De un solo golpe, Jennifer lo derribó sin esfuerzo, y lo tumbó al suelo golpeándolo con ambos puños; por muy fuerte que fuera el cuerpo de Creel, los huesos de Hulka no eran rival para el adamantium. —¡Es Hulka! —exclamó Donald Gill al ver a la amazona esmeralda— . ¡Los héroes han llegado! Ese grito se convirtió en el pistoletazo de salida para que una batalla empezara en el interior de la Balsa. Un instante después de la aparición de Hulka, Spider-Man y Daredevil saltaron desde el nivel superior, y Luke Cage apareció cruzando las puertas de acceso del nivel ocho, justo en el preciso instante en el que Juggernaut se lanzaba sobre Jennifer Walters, para liberar al Hombre Absorbente. —Alto ahí, vaquero —gritó el héroe de alquiler—, deja que Hulka termine con lo que ha empezado. Sin dejar que Juggernaut pudiera acercarse a la amazona esmeralda, Luke Cage le lanzó un directo de derechas al mentón, haciendo que el gigante se tambaleara sobre sus pies.

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—No sabes lo que acabas de hacer —gruñó Cain Marko devolviéndole el golpe. Ajenos a la pelea que se había desatado entre los cuatro colosos, Spider-Man se había lanzado en picado sobre sus viejos rivales: Otto Octavius y Norman Osborn. A pesar de no tener el equipo necesario para poder enfrentarse como en los viejos tiempos con Spidey, Octopus y el Duende Verde no dudaron ni un instante en enfrentarse a él. —Vamos a ver de qué estáis hechos sin vuestros aparatos —les dijo el arácnido. Sus dos rivales gruñeron e hicieron rechinar sus dientes antes de tirarse sobre su enemigo que, de un ágil salto, esquivo su ataque y los enredó con sus telarañas. —¡Maldita sea, Spider-Man! —ladró Osborn forcejeando con lo que le mantenía atado junto a su antiguo socio. —Algún día acabaré contigo, trepamuros —escupió Octavius. —Pero eso no va a ser hoy, queridísimos amigos —respondió con una sonrisa Peter Parke tras la máscara que lo mantenía en el anonimato. —¡No estoy tan seguro de ello! —intervino la voz del Doctor Connors, del que solo quedaba un reflejo del que un día fue mentor de Peter, y ahora no era más que un engendro mitad hombre mitad lagarto. Antes de que Spider-Man pudiera darse cuenta, la cola de su viejo amigo lo golpeó de lleno en el abdomen y lo lanzó contra una pared en la que rebotó sonoramente. —Por suerte soy más resistente de lo que parezco —dijo Spider-Man con un resoplido rehaciéndose del golpe.

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—A por él, Connors —gritó Osborn desde su prisión de telaraña, pero un instante después un pegote del mismo material le tapó la boca, del mismo modo que lo hizo con Octavius. —Y a ti, Otto, por si acaso —apuntó Spidey mientras se acababa de levantar para volver a dirigirse al Lagarto y añadir—: Y ahora te toca a ti, lagartija. Pero justo cuando emprendía la carrera para golpear a su rival, Daredevil se cruzó en su camino enredado entre las extremidades de Adrian Toomes, que pasó en vuelo rasante por el suelo de la cárcel. —¡Se han hecho con el almacén! —gritó el diablo rojo—. ¡Debemos acabar con ellos antes de que consigan todos sus equipos! Sin miedo a caerse de aquel peculiar transporte aéreo, Daredevil empezó a golpear con fiereza el rostro del Buitre que, a pesar de ello, se negaba a descender y ahora se alzaba directamente hacia el techo de la prisión. —Puede que me duele, diablillo —dijo con su voz rasgada—, pero a ti te va a doler aún más. Ante aquella amenaza, Daredevil saltó ágilmente sobre él lomo de Toomes y pasó su bastón bajo su cuello, como si lo estuviera domando cual caballo. —Eso ya lo veremos, Adrian —respondió Matt Murdock mientras golepaba con fuerza los motores del equipo del Buitre con sus pies, provocando que estos empezaran a echar chispas y a perder potencia. —¡Nooo! —protestó el villano alado viendo cómo, poco a poco, perdía altura.

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En apenas unos segundos, Toomes se posó en el suelo bajo el peso de todo su equipo, y Daredevil pudo reducir al Buitre antes de que este pudiera reaccionar… pero de repente, mientras estaba atareado atando a Toomes, una voz empezó a susurrarle al oído: —Suelta al Buitre, Daredevil, y enfrentante, por ejemplo, a Luke Cage que ahora parece que está venciendo a Juggernaut. Lentamente, como si estuviera hipnotizado por aquella voz, Matt Murdock giró sobre sus talones y miró directamente al hombre que le hablaba, cuya piel era de color púrpura… Sin embargo, el hombre sin miedo lanzó un potente puñetazo al rostro de del Hompre Púrpura y le hizo perder la consciencia. —Ahora no tengo tiempo para tus tonterías, Killgrave —espetó Daredevil buscando al siguiente rival al que enfrentarse. A pesar de que Luke Cage le había sacado de encima a Juggernaut, Hulka en seguida se vio rodeada por otros rivales que le pusieron las cosas difíciles como para poder contener al Hombre Absorbente. El siguiente en aparecer había sido Donald Gill, también conocido como Ventisca, que había empezado a lanzarle chorros helados sobre ella. Aunque tenía un metabolismo muy avanzando, a Jennifer se le hacía cada vez más difícil mantener a Creel contra las cuerdas, por lo que fue inevitable que el villano de adamantium se soltara de su agarre y desapareciera entre el caos que se había desatado en el interior de la Balsa. —Ahora eres toda mía, Hulka —exclamó Ventisca abalanzándose sobre ella. Sin embargo, cuando estuvo al alcance de sus piernas, Hulka le propinó una fuerte patada giratoria en la cabeza, que hizo que Donald Gill 38


girara como un molinillo de viento hasta caer como un muñeco de trapo al suelo. —Ya te gustaría, imbécil —contestó la amazona esmeralda mientras se frotaba los brazos para quitarse el frío de encima y buscaba con todas sus fuerzas el rastro del Hombre Absorbente. No tardó en encontrarlo subiendo por las escaleras que llevaban al nivel superior de celdas y, por lo tanto, hacia la salida. Todo había empezado con Creel y no permitiría que aquel delincuente se escurriera de sus manos. Sin pensárselo dos veces, Hulka corrió tras él, pero, justo cuando se disponía a subir por la escalera de salida, otro villano se cruzó en su camino. —No tan rápido, encanto —dijo Herman Schultz mostrando sus poderosos guantes—. Primero tú y yo tenemos una cuenta pendiente que saldar. Hulka puso los ojos en blanco al verlo. Uno de los numerosos defectos de Shocker era que, además de molesto, siempre resultaba inoportuno. —De acuerdo, Herman, veamos que tienes que ofrecerme en esta ocasión.

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V

Con un rápido gesto de sus brazos, Shocker activó sus guantes y lanzó un impulso de ondas sobre Hulka que, inevitablemente, se doblegó ante aquella fuerza invisible que le impedía avanzar. —Veo que ya no eres tan atrevida, guisantito —dijo con sorna Herman absorto en el poder que le otorgaban sus guanteletes sónicos. Hulka apretaba los dientes por el dolor y por el esfuerzo que estaba realizando con todos los músculos de su cuerpo para poder salir del radio de acción de los aparatos de Shocker. Además, de reojo vio como Carl Creel se alejaba de ella cada vez más, haciendo imposible su captura. —¿No vas a hacer nada, Jenny? —le preguntó Herman entre carcajadas al ver que tenía a la poderosa Hulka bajo su control. La ira corroía por dentro a la amazona esmeralda… y eso era bueno, ya que cuanta más ira concentraba en su interior, más fuerza tenían sus músculos. Instantes después de que Shocker bloqueara sus movimientos, Hulka empezó a articular sus músculos para avanzar. Lentamente empezó a

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mover primero las piernas y después los brazos en dirección a Herman Schultz. Atónito por que Hulka pudiera seguir avanzando, Shocker aumentó la potencia de sus guantes y de su ataque, pero aún así eso solo frenó temporalmente el lento avance de Hulka, ya que esta en seguida tensó sus músculos que se marcaron bajo su uniforme blanco y púrpura, y prosiguió su avance. —No… No… ¡No! —exclamó Herman al ver como Jennifer estaba más cerca de él, extendiendo los brazos para atraparlo. Shocker no tenía muchas opciones, si detenía su ataque Hulka lo aplastaría sin remedio; mientras que si lo mantenía corría el riesgo de sus guantes estallaran por la sobrecarga… y Hulka lo aplastara después. A medida que Hulka fue acercándose a él, Shocker fue retrocediendo poco a poco, hasta que su espalda topo con la pared de la prisión. Al verlo acorralado, Hulka sonrió y se encogió de hombros, como advirtiendo que el destino de Herman era inevitable. —Mierda —dijo lamentándose por lo bajo Shocker un segundo antes de que las poderosas manos de Hulka le arrebataran los guantes y lo golpearan hasta que lo dejó sin sentido. —Maldita mosca cojonera —protestó Hulka estrujando los guantes de Shocker y convirtiéndolos en un amasijo de metal. Enfurecida miró hacia el lugar en el que había visto por última vez al Hombre Absorbente, pero este ya no estaba allí. Antes de arrancar a correr se giró para ver como lo llevaban sus compañeros. —¡Voy a por Creel! —exclamó.

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Daredevil y Spider-Man no dijeron nada, estaban demasiado ocupados, sin embargo, Luke Cage golpeó con todas sus fuerzas el rostro de Juggernaut para dejarlo inconsciente, y respondió: —Tranquila, aquí lo tenemos todo controlado. El héroe de alquiler vio como Jennifer corría escaleras arribar tras la pista del hombre que había desatado todo ese caos, mientras soltaba resoplidos intentando recuperar las fuerzas después del intenso combate contra Juggernaut. —Al fin he acabado contigo, coño —protestó Cage levantándose de encima del gigante. Pero su alegría duró poco, ya que dos sombras se alzaron frente a él, lo que significaba que detrás de él había dos villanos dispuestos a enfrentarse a él. Dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo, Luke se giró para ver que a su espalda estaban Sandman e Hydro-Man sonriendo. —Ahora vosotros, no, que tengo otras cosas que hacer —se lamentó. En cuanto lo hubo dicho, un puño de arena y otro de agua impactaron en su pecho, lanzándolo a varios metros de distancia, contra una de las paredes de adamantium que se quedó abollada bajo el peso de Cage. —No sabía que pudiera hacer esto —dijo Luke viendo la abolladura en la pared, y mirando hacia sus dos nuevos rivales, añadió—: Ahora os toca a vosotros, pringados. Pero antes de que pudiera acercarse a ellos, lo que parecía un enorme escupitaje verde fosforescente impactó a pocos metros de su pared. —¡Cuidado donde lanzas tu veneno, Gargan! —protestó Cage pero el villano no le prestó atención, estaba concentrado en atrapar al rápido

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Daredevil que no hacía más que saltar de un lugar a otro evitando que el villano le diera con su aguijón metálico. —¡Aaargh! ¡Estate quieto, Daredevil! —exclamó Escorpión. —Eso es lo que tú querrías —se burló Daredevil. En lugar de responder, Gargan volvió a lanzarle su aguijón con tanta contundencia que se quedó clavado en el suelo. —¡Maldita sea! ¡Suéltate trasto inútil! —gruñó Gargan. —Ahora me toca a mí —dijo Daredevil deteniendo su carrera. Sin temor a nada, el diablo rojo se encaró con su rival y con una fuerza jamás vista en un hombre cualquiera —y es que Matt Murdock no era un hombre cualquiera— lanzó su bastón directamente al rostro del Escorpión, que cayó de espaldas sin poder sacar el aguijón del suelo, lo que provocó que quedara en una posición más bien extraña. Daredevil recogió su bastó y se lanzó de nuevo al ataque, golpeando directamente al lugar en el que la cola mecánica del Escorpión se unía al cuerpo del villano. —¡No te atrevas a hacerlo! —vociferó Gargan, pero Matt hizo oídos sordos a sus palabras y no cesó hasta que el aguijón del Escorpión no fue más que un pedazo de metal inútil; pero en lugar de cebarse con su enemigo, Daredevil se hizo atrás y se preparó para defenderse. —Ahora, enfréntate a mí de hombre a hombre en un combate justo. Al oírlo Gargan alzó una ceja extrañado, nunca hubiera imaginado que alguien le diera aquella oportunidad que no dudaría en aprovechar… aunque no fuera de forma justa. Como el villano que era, Gargan sacó dos cuchillos verdes que brillaban con luz propia de la parte trasera de su traje. 44


—Está bien, Daredevil —respondió el Escorpión—, pero piensa que, si una de estas hojas te toca la piel, será igual que si te hubiera golpeado con mi aguijón. Daredevil sonrió, no respondió ni le lanzó una pulla a su rival, ya que pensaba disfrutar de ese combate, aunque fuera más breve de lo que Gargan podía imaginarse… sobre todo porque, de repente, el Lagarto apareció en escena dando vueltas sobre sí mismo mientras Spider-Man tiraba de su cola con una telaraña. De un solo golpe Connors se llevó por delante a Gargan que quedó tirado en el suelo a unos metros de ellos. —Gracias, Spidey —dijo Daredevil guardando su bastón—. ¿Has visto a Hulka? Spider-Man, que en ese preciso momento ya había conseguido inmovilizar los brazos del Lagarto, lo estaba domando como un caballo salvaje, negó con la cabeza. —¡Ha subido a por Creel! —exclamó Luke desde el otro lado de la sala mientras esquivaba los golpes de Sandman e Hydro-Man, y añadió—: Pero a mí tampoco me iría mal una ayudita. Daredevil, después de ver los problemas que estaba teniendo Cage, miró a Spider-Man. —Ve con Hulka, yo le hecho una telaraña a Luke… Casi he acabado con este —dijo el héroe arácnido mientras cegaba al Lagarto cubriendo su rostro de réptil con pegotes de telaraña. Viendo que sus dos compañeros lo tenían lo suficientemente controlado, Daredevil echó a correr hacia las escaleras subiéndolas de tres en tres, para poder dar soporte a Hulka que iba a enfrentarse a un Hombre Absorbente de adamantium. 45


Como si solo le faltara un sombrero de cowboy, Spider-Man enredó las piernas del Lagarto, haciendo que este cayese, para después poder atarlo como si fuera una simple vaquilla. —Y ahora, no te muevas de aquí, Connors —dijo Spider-Man lanzando una telaraña sobre el cuerpo del Lagarto que lo dejó pegado al suelo. De un par de saltos el amigo y vecino Spidey se situó al lado de su compañero de Harlem, y le ayudó a frenar un poco los ataques de Sandman e Hydro-Man. —Veo que estás hecho polvo —le dijo a su compañero cuando estuvo a su lado. Al oírlo, Cage no lo comprendió, pero en seguida vio que era una broma de Spider-Man. —Y que tu defensa hace aguas —añadió Peter desde detrás de su máscara. —¿Crees que es el mejor momento para hacer bromas? —le preguntó Cage con mala uva. Spider-Man se encogió de hombros: —Lo siento, pero hacer chistes con estos dos es muy fácil. —Ojalá vencerlos también lo fuera… —Y lo es —respondió con firmeza Spider-Man. Luke Cage lo miró de reojo perplejo, llevaba rato esquivando los golpes del hombre de arena y del hombre de agua, y pocas veces había podido utilizar su fuerza sobrehumana para noquearlos. —¿Qué le pasa a un castillo de arena cuando lo atrapa una ola? —le preguntó Spider-Man con voz pícara. 46


—Brillante —dijo el héroe de alquiler. —No, habitual —respondió Spidey tocándose la nariz como Robert Redford en El golpe, que se había enfrentado a esos rivales en innumerables ocasiones, y los había metido entre rejas otras tantas, y dirigiéndose a Hydro-Man, añadió—: ¡Eh, Morris! ¡A ver si me atrapas! De un salto Spider-Man se alejó del lugar siendo perseguido de cerca por Hydro-Man que le lanzaba potentes y fuertes chorros de aguas, sin ser capaz de alcanzarlo. —Nos hemos quedado solos, arenita —le dijo Luke Cage a Sandman cuando vieron como los otros dos se alejaban de ellos. —Mejor, más para mí —respondió Marko mientras hacía crecer su puño derecho que en seguida lanzó contra la cabeza de Luke Cage. Por suerte el héroe de alquiler consiguió detener el puño a escasos centímetros de su cabeza con sus fuertes brazos. —¡No tardes Spidey! ¡No sé cuánto más podré aguantar aquí! —¡Estoy llegando! —anunció el arácnido. —Pero ¿qué…? Sin embargo, las palabras de Flint Marko quedaron en el aire cuando Spider-Man pasó sobre su cabeza y le guiñó un ojo, ya que una milésima de segundo después vio como el cuerpo líquido de Morris Bench caía sobre él, derritiéndolo. —Eres un estúpido, Hydro —protestó Marko mientras su cuerpo perdía consistencia. —Eso tú, imbécil, por no saber controlar tu perímetro mientras luchas —contestó Bench mientras que su cuerpo se convertía en una masa más espesa que el agua e incontrolable para su propietario. 47


En ese momento, ambos villanos hubieran querido golpearse entre ellos, pero hasta que no lograran separar sus cuerpos mutados, no podrían hacer nada más que yacer en el suelo como la arena y el agua que eran. —¡Dos menos¡ —exclamó Spider-Man desde el aire. —Pues sí que era fácil, Spidey —afirmó el héroe de alquiler. —Además, querido Luke, son muy tontos —dijo Spider-Man cuando se situó al lado de Cage, mientras ambos observaban el amasijo que eran ahora los dos villanos. Los dos héroes alzaron la vista hacia el lugar por el que había desaparecido Hulka y Daredevil persiguiendo al Hombre Absorbente, pero fue Luke Cage el que habló: —Espero que a ellos les sea igual de fácil con Creel.

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VI

Hulka corría desorientada por los pasillos de la Balsa. No era la primera que la visitaba la prisión, pero sí la primera que lo hacía en su papel de superheroína persiguiendo a un villano que, sí lograba salir de la isla, trasladaría el caos a Nueva York. «Un Carl Creel de adamantium corriendo por la Quinta Avenida no es lo mejor para la ciudad», se dijo apresurándose y bombeando los poderosos músculos de sus piernas para recortar distancias con el villano. Los pasillos de la prisión se habían convertido en el lugar más inhóspito que jamás hubiera visto. No es que antes fueran un jardín del Edén, pero era un lugar de trabajo como cualquier otro. Por ellos se paseaban los guardias y otros empleados de la prisión; en el interior de las celdas los presos, por muy especiales que fueran sus poderes, hacían una vida más o menos normal —seguramente planeando su primer golpe después de que salieran de allí—; y, en general, la Balsa era un lugar tranquilo, en el que solo se notaban cambios cuando llegaba un nuevo huésped. Sin embargo, ahora, las celdas estaban vacías, en algunos rincones las tuberías de agua 49


habían reventado, y en otras las de gas, provocando pequeños incendios aquí y allá… Aún así, Hulka siguió adelante, sabiendo que lo mejor que podía hacer era ocuparse de la amenaza que suponía Carl Creel. Al principio, Jennifer creyó que estaba persiguiendo un fantasma. Desde que había visto al Hombre Absorbente esfumarse por la puerta abandonando los niveles siete y ocho de la Balsa, no había vuelto a tener ni rastro de él. Se guiaba por su instinto, suponiendo siempre que Creel estaría corriendo hacia el exterior, en busca de la libertad y con la intención de propagar el caos. Sin embargo, tras subir dos niveles y acercarse cada vez más al nivel del mar, Hulka pudo identificar el golpe de unos pies metálicos —sin duda de adamantium— que golpeaban con fuerza sobre el suelo de materiales poliméricos. —¡Detente, Creel! —gritó Jennifer. —Eso nunca, Hulka, jamás lograrás atraparme —respondió el eco de la voz del Hombre Absorbente. Hulka no insistió, dudaba que Creel hiciera caso, pero en ningún momento había gritado para que se detuviera, sino para saber dónde se encontraba… y había funcionado. Después de una carrera por los pasillos guiándose por los golpes de los pies de Creel y de los gritos que propinaba para burlarse de la superheroína —sin darse cuenta de que le revelaba dónde se encontraba—, Hulka vio la silueta del Hombre Absorbente girar por una esquina. Pocos minutos después, entró en una pequeña sala de espera — seguramente dedicada a las visitas de los administrativos de la Balsa— completamente blanca y cuyas pocas piezas de mobiliario estaban hechas de

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plástico. Pero, lo que realmente le gustó encontrar, fue a Carl Creel que había cesado su carrera y ahora la miraba fijamente. —No vas a dejarme huir, ¿cierto? —preguntó el villano. —Jamás —respondió Hulka guiñándole un ojo. —En ese caso, solo puedo hacer una cosa… —Creel la miró frunciendo el ceño a la vez que hacía una pausa dramática, y añadió—: ¡Aplastarte! El Hombre Absorbente se abalanzó sobre Hulka con la intención de cumplir con su palabra, pero Hulka fue más rápida y, en un ágil movimiento, saltó y lo esquivó, dejando que Creel impactara contra una pared. —¿Solo sabes hacer eso? —se burló la amazona esmeralda. Creel se despegó de la pared y con un gruñido volvió a arremeter contra ella, pero en esta ocasión, en lugar de solo esquivarlo, Hulka lo cogió por uno de sus puños y lo dirigió hacia el lugar en el que una docena de sillas de plástico esperaban que alguien las usara. Con estrepito, Creel aterrizó sobre ellas partiéndolas en muchos trozos, y enfureciéndose aún más por no ser capaz de alcanzar a golpear a su rival. —Ya vale de juegos, chica —protestó el villano levantándose—. ¿Es que no te atreves a golpearme? Hulka sonrió y le devolvió la pulla: —Ya te dije que no me gusta que me toques… pero eso no quiere decir que no pueda hacerlo yo. Y sin ofrecerle tiempo para que se terminara de levantar, Hulka dirigió un derechazo perfecto a la mandíbula de adamantium de Creel, que trastabilló y volvió a caer entre los pedazos de sillas de plástico.

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El villano soltó un gruñido de dolor, pero no tuvo ocasión de devolverle el golpe, ya que Hulka no tardó ni un instante en sacudirle con fuerza de nueva, haciendo que mordiera el suelo por tercera vez. —Y ahora vamos a hacer que seas de un material más… maleable. Jennifer cogió los pedazos de las sillas con una mano mientras que con la otra le abría la boca a Creel, que vio inevitable que la amazona le introdujera los pedazos entre sus dientes. El Hombre Absorbente intentó decir algo parecido a: «¡Eso no!», sin embargo, solo se escuchó un ladrido incomprensible y un chasquido de plástico en el interior de su boca. Segundos después, al no poder controlar la absorción de las propiedades del plástico que tenía en su interior, el cuerpo de Creel fue tornándose lentamente blanco y, por lo tanto, también de plástico. Aprovechando la ocasión que ella misma había propiciado, Hulka lanzó varios golpes a la cabeza de Creel, que en seguida perdió fuerza en sus músculos y dejó de resistirse. El peligro había pasado. Cuando Daredevil llegó a la sala de espera, pocos segundos después de la pelea entre Hulka y el Hombre Absorbente, descubrió a la heroína sentada sobre el pecho blanco de Creel que parecía estar… llorando. —Veo que no te hace falta mi ayuda —dijo el diablo rojo con una sonrisa al verla. Ella se encogió de hombros y se levantó de su sitio. —Tal vez puedas ayudarme a atarlo. Un momento después, gracias a una cuerda especialmente diseñada para atar a los villanos que pudieran aprovechar las cualidades de los

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materiales, como Creel, el Hombre Absorbente había dejado de ser una amenaza. —Ha llegado el momento de averiguar que es lo que sabe —anunció Hulka, y mirando a Creel, añadió—: Confiesa, ¿qué pretendías con todo este alboroto? Carl negó con la cabeza, no sería una presa tan fácil, pero un golpe del puño de color verde de Hulka le hizo cambiar de idea. —Vale, vale… —dijo frenando a la amazona—. Solo tenía que causar el caos en la prisión y, si hubiera podido, en la ciudad. —¿Por qué? —preguntó Daredevil. —Me han pagado una buena suma para ello. Los dos superhéroes se miraron entre ellos. —¿Quién te ha pagado? —Ni la más remota idea —respondió Creel encogiéndose de hombros y sin dejar de sonreír. —No te creo, imbécil —lo azuzó Hulka. —Cree lo que quieras, preciosa, pero por mucho que me pegues no voy a poder decirte lo que no sé. Hulka se proponía a liberar las tensiones cebándose con Creel, pero Daredevil la detuvo. —Déjalo, no vamos a sacar nada más de él —dijo el diablo—, más vale que aseguremos la Balsa antes de proseguir con tu investigación. ***

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Unas cuantas horas después del ataque del Hombre Absorbente y de haberse desatado el caos en la Balsa, la prisión volvía a ser el sitio seguro tal y como había sido diseñado. Un destacamento de SHIELD se había hecho cargo de poner orden al lugar mientras los guardias se recuperaban del ataque, los presos volvían a estar en sus celdas, y los sistemas de seguridad volvían a estar en marcha… —Todo está en orden —dijo un agente de SHIELD acercándose a los superhéroes que habían detenido el ataque—. Solo hay un problema. —¿Cuál? —preguntó Hulka preocupada. —Faltan dos presos. —Bueno, ¿quiénes son los afortunados de haber alcanzado la libertad? —preguntó Spider-Man. El agente miró al arácnido y después a sus tres compañeros. —Wolfgang Von Strucker es uno de ellos —respondió al fin. —¿Y el otro? —Quiso saber Daredevil. —Todavía no lo sabemos. Se trata de la persona que se hizo pasar por Creel para infiltrarse en la prisión. Ahora que el auténtico hombre absorbente está en su celda, quién fuera que la ocupara antes ha desaparecido —explicó el agente. —Menuda mierda —protestó Luke Cage desanimado. —No pasa nada, Luke —dijo Hulka a su lado—, podemos probar si las cámaras de seguridad captaron algo. El agente de SHIELD condujo a los superhéroes a la sala en las que algunos técnicos de la misma organización ya estaban revisando las grabaciones.

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—Por lo que hemos podido comprobar, Creel y su socio no desactivaron las cámaras, su plan consistía en hacerse notar tanto como pudieran —dijo el que parecía el jefe de los técnicos. —¿Podemos ver la celda en la que se encerró al supuesto Carl Creel? —preguntó Hulka. El hombre no respondió, pulsó algunos botones en los teclados que tenía frente a él, y en las pantallas en las que se proyectaban las imágenes aparecieron las imágenes del preciso instante en el que las celdas se abrían y el falso Creel salía de la suya. —Ahí está —señaló el técnico. En la celda de enfrente apareció Strucker, y ambos hombres se saludaban, como si se conocieran. —Nunca hubiera dicho que Creel tuviera amigos en las altas esferas —comentó Spider-Man. —Recuerda que no es Creel —apuntó Daredevil. Un segundo después, el falso Hombre Absorbente se deshizo de la máscara y del traje con los que se había hecho pasar por Creel y bajo ellos apareció el rostro de un viejo conocido de todos ellos… —¡Oh, no! —exclamó Spider-Man. —Es el Barón Zemo. Atónitos, los superhéroes vieron en el vídeo como dos de los grandes villanos de HYDRA se había reunido y habían desaparecido juntos del radar de la justicia. —¿Qué pretenderán hacer juntos? —preguntó Spider-Man. —Nada bueno —respondió Luke Cage.

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—Tenemos que hacer algo —afirmó Daredevil articulando en voz alta lo que todos ellos pensaban. —Tenemos que avisar a los demás —añadió Hulka sin especificar a quién se refería, pero sin que hubiera necesidad de ello… solo unos héroes podían enfrentarse a aquella amenaza.

Hulka volverá…

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Colección MOCKTALES #101 Marvel Iron Man: Bajo Cero Vengadores: Desunidos Iron Man: Amanecer Rojo Iron Man: Sin Control Iron Man: La hora del dragón Iron Man: Contra las cuerdas Wonder Man: Renacido – Próximamente Hulka: Caos en la Balsa Doctor Extraño: La dama sin rostro – Próximamente Vengadores: La venganza de Cráneo Rojo – Próximamente

One-shot Star Wars: El camino de la Fuerza Star Trek: Stingray Star Wars: Le llamaban Jar Jar Binks – Próximamente Star Wars: El bueno, el wookie y el malo – Próximamente DC: El retorno del caballero oscuro – Próximamente



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