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Paul Gutierrez, pág 108

Paul Gutierrez

Musico y Periodista-comunicador social, colombiano radicado en Toronto. Musico: Guitarra de jazz del Toronto Royal Conservatory, recipiente de tres grands una en Factor y dos en Ontario Arts Council de los cuales tiene en su haber la produccion de dos albumes.

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CIVILIZACION Y BARBARIE EN LA COLOMBIA DE HOY

En su devenir histórico, los pueblos están permanentemente enfrentados a la disyuntiva de Civilización o Barbarie, que el romanticismo solía mostrarnos como dos mundos opuestos e irreconciliables. Esta dicotomía fue utilizada a lo largo del siglo XIX hasta mediados del siglo XX en diferentes contextos y con muy dudosos fines, bien fuera para imponer las economías liberales y sus imaginarios de progreso sobre la naturaleza considerada madre de todas las barbaries, o para justificar invasiones y guerras de exterminio contra otros pueblos dentro y fuera de sus fronteras. Pueblos que la mayoría de las veces superaban a los invasores en tradición, cultura, espiritualidad y antigüedad como fue el caso de la India, una de las grandes civilizaciones de la humanidad, brutalizada por el colonialismo ingles. Consciente de la relatividad de estos conceptos, quiero insistir en ellos, aclarando que por barbarie significo las realidades que nos imponen los proyectos de muerte y sus mecanismos de insensibilización, degradación, desvalorización y destrucción de la vida en su amplitud. Y, por Civilización, la construcción social y política desde y por fuera del estado, de redes e instituciones sociales, económicas, políticas, científicas, artísticas, jurídicas, comunitarias, etc., que garantizan, protegen y enaltecen la vida cargándola de sentido. A raiz del levantamiento popular y el paro nacional, la brutal respuesta del estado colombiano para aplastar la protesta social, ha dejado en evidencia el poco valor que la vida tiene en nuestra sociedad y la velocidad conque el país se ha ido hundiendo en la barbarie de un proyecto de muerte, financiado tanto por capitales legales, nacionales y extranjeros, como por los ilegales que hoy en día cooptan el estado y hacen presencia en las distintas esferas sociales y políticas. La actual tragedia colombiana es el resultado de dos fenómenos económicos que afloraron en los años setentas: el neoliberalismo y el narcotràfico, los cuales lejos de confrontarse se complementaron, pues ambos, desde la legalidad el uno y la ilegalidad el otro, comparten la misma lógica del capital. Con el Neo-liberalismo, la sociedad salarial y sus redes de protección laboral, sucumbió ante las nuevas formas de acumulación del capitalismo financiero. Toda visión de colectivización fue reemplazada por un proceso de re-individualizacion acorde con la idea que nos vendieron del emprendimiento individual, la libertad para autogerenciarnos y la obligación de asumir la responsabilidad total por nosotros mismos. La clase trabajadora fue perdiendo de esta manera muchos de sus espacios políticos y ha tenido que ver impotente la disolución gradual de sus conquistas históricas. Esta sociedad que se generó, abocada a la falta creciente de empleo, con la mayoría de su fuerza laboral sobreviviendo en empleos precarios, flexibilizados y tercerizados, o arrojados de lleno al rebusque, y con una juventud sin acceso a la educación y sin mayores perspectivas de futuro, ofrecía el ethos perfecto para la consolidación y expansión de las mafias del narcotrafico, que no dudaron en reclutar a los jóvenes de las barriadas para su proyecto de muerte. La mafia y sus negocios concomitantes, por el enorme flujo de capital que manejan se convirtieron en “un Segundo Estado, con sus leyes, fuerzas de seguridad y organización propia”(1), cuyo accionar al interior de la sociedad se expresa en la creación de “un escenario bélico caracterizado por la informalidad, un tipo de guerras no convencionalizadas, en las que las facciones en conflicto por la apropiación territorial de espacios barriales y personas, en general jóvenes reclutas que se agregan a sus fuerzas, no usan uniformes ni insignias y expresan su poder jurisdiccional con una ejemplaridad cruel”(1) En esta historia reciente de Colombia, las violencias han corrido por cuenta del para-Estado mafioso y el mismo Estado Colombiano actuando como para-Estado, a través de lo que Rita Segato denomina su “Esfera Para-Estatal”, que esta siempre activa porque su naturaleza es inherente al Estado, pero que en el caso de nuestro país, se ha desbordado volviéndose inmanejable. Es un hecho que la legalidad del estado colombiano y su propia legitimidad han sido confiscadas no solo por sus nexos con el para-estado sino también por su propia esfera para-Estatal. El 28 de abril, Colombia entera y especialmente la ciudad de Cali, vivió un estallido popular sin precedentes. La gran mayoría del pueblo salió a las calles a expresar su inconformidad, llamando la atención el amplio espectro social de los manifestantes. Ciudadanos pertenecientes a sectores acomodados, tradicionalmente con pocas razones para protestar, esta vez se sumaron a la marcha porque el debilitamiento generalizado de las condiciones y protecciones laborales los ha afectado también a ellos a pesar de encontrarse insertos en el mercado de trabajo en lugares de relativo privilegio. La gran mayoría del pueblo colombiano, incluídos los sectores arriba mencionados, siente que el debilitamiento general de las redes laborales los ha hecho deslizarse gradualmente hacia un estado de vulnerabilidad social a través de diversas vías de precarización. Sienten que una reforma tributaria, a la salud, a las pensiones, o de cualquier otra índole, emanada de un gobierno inepto y corrupto, puede echar al suelo sus años de trabajo y sus lugares de relativo privilegio en la sociedad, y para quienes no tienen nada de esto, llevarlos, como esta sucediendo, a cruzar la linea por debajo de la pobreza. Sin embargo, aunque la inconformidad sea generalizada, son los jóvenes quienes han asumido la carga mas pesada de la protesta. Organizados en la primera fila de la resistencia, estos jóvenes, en su mayoría habitantes de las comunas de estratos bajos, donde el estado hace poca o ninguna presencia, y que han vivido en una situación permanente de “desafiliación”, “disociados de las redes sociales y societales que permiten su protección de los imponderables de la vida”(2), son quienes ahora se levantan cansados de escuchar a la distancia los ruidos del banquete sin que jamas los hayan invitado a sentarse. Piden acceso a la educación, a la alimentación, a trabajos con salarios dignos, a la salud. Piden también seguridad para sus vidas y garantías para la libre expresión y la protesta social. En fin, lo básico para una vida digna en democracia, lo que todo colombiano debería tener por el solo hecho de haber nacido en Colombia. Y es contra estos jóvenes que el Estado Colombiano ha enfilado su esfera para-estatal, y en union con el para-Estado mafioso han iniciado el genocidio, esa constante de nuestra historia con la que las elites económicas y políticas han respondido siempre a cualquier intento de organización popular. El paramilitarismo urbano es la nueva variante, mancomunado con los aparatos represivos del estado. Diariamente se registran asesinatos, desapariciones, torturas, violaciones, desmembramiento de cuerpos para sembrar el terror, tal como lo han venido haciendo por años en el el campo. Contra todo, la resistencia continua. Estos jóvenes tozudos han demostrado convicción para llevar la protesta hasta las ultimas consecuencias, en su propósito de presionar al gobierno a negociar los puntos establecidos. Pero, Independientemente de que esas peticiones puntuales se logren negociar favorablemente con el gobierno, en mi opinión el paro ha sido desde ya un gran éxito, porque sus logros deben ser medidos con otros criterios. Primero, toda lucha social en estos tiempos, no importa lo concreto y puntual de sus reivindicaciones, debe enmarcarse en la pelea de fondo por el desmonte del neoliberalismo, no solo como racionalidad económica sino también como ideología. El neoliberalismo ha hecho posible la mayor concentración de riqueza en pocas manos en toda la historia de la humanidad, creando también las mayores inequidades, sin que nada de esa riqueza se haya traducido en alguna mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Por el contrario, ha hecho desaparecer poco a poco la antigua sociedad de clases reduciéndola a un sistema de representación dual: ricos y pobres, en el cual las élites neoliberales recurren al pueblo solo cuando necesitan crear el consenso, pero una vez logrado, este es totalmente excluido de la discusión y las decisiones sobre la agenda del estado. Sin embargo, mas que su aspecto económico, ha sido la ideología neoliberal la que ha producido el mayor daño en la sociedad y la democracia. En palabras de Wendy Brown, “el neoliberalismo ha demostrado que no se necesita un enemigo externo para destruir la democracia porque esta puede ser destruida desde adentro. El neoliberalismo, continua Wendy Brown, ha vaciado la democracia de contenido dejando una simple cascara normativa”. Y la manera como esta ideología opera ha sido reduciendo toda la riqueza dimensional de la vida social a solo una: la dimensión económica. La exaltación al extremo del Homo Economicus. Por lo tanto, el primer triunfo del estallido social es haber restaurado la dimensión política después de años de apatía y despolitización, resultado de la interiorización de la ideología neoliberal, gracias al trabajo constante de políticos, medios masivos, industrias del entretenimiento y las “nuevas iglesias”, fundamentalistas, literalistas, de ultraderecha, empeñadas en frenar el avance del pensamiento y la transformación de la sociedad”, a través de una sistemática infantilizacion del Yo Colectivo. Este interés renovado en la política, potenciado por el internet y sus redes sociales, las cuales hacen un trabajo de contra-informacion a los contenidos tendenciosos de los medios masivos, ha dado como resultado ese proceso de construcción de opinión y formación política que se expresa en la claridad con la cual los jóvenes exponen su realidad y sus objetivos. El segundo triunfo ha sido sacar la política de la exclusividad de la Esfera Publica del Estado y llevarla a otros territorios de la vida y la experiencia social y humana. Porque si bien es cierto que los jóvenes se han constituido en un legitimo sujeto político apto para participar en procesos electorales y lograr transformaciones desde los espacios democráticos de representación política, el largo trabajo de los y las jóvenes líderes sociales se ha centrado en la construcción de territorio. Por esta razón, la organización comunitaria ha sido la clave en el trabajo de resistencia. Detrás de las primeras lineas han estado las madres, los adultos mayores, los pequeños empresarios y comerciantes. Toda una red vecinal que apoya, protege, aporta recursos y legitima el accionar de los jóvenes. Se trata de una forma inédita de organización. Una especie de revancha histórica, pues buena parte de la gente que habita estas comunas pobres son campesinos desplazados, que ahora le aportan al movimiento sus formas tradicionales de organización para la defensa del territorio, trasladando sus experiencias rurales de resistencia al contexto urbano. De allí las ollas comunitarias, la solidaridad, el pensamiento colectivo y la búsqueda urgente y creativa de formas de seguridad y soberanía alimentaria que implican, por ejemplo, ya no la simple distribución de alimentos sino su producción misma con la creciente implementación de la agricultura urbana. Dinámicas locales que a su vez se entretejen y hermanan con otras tradiciones y formas de concebir la organización social y la política, dejando como resultado un tejido social cada vez mas fuerte, donde las comunidades indigenas y afro-descendientes comparten con el levantamiento popular, no solo sus ricos universos simbólicos, sino sus herramientas de acción política como la Minga. El tercer gran triunfo ha sido dejar atrás la verticalidad de los partidos políticos, organizaciones y sindicatos, y reemplazarla por una horizontalidad refrescante donde la representatividad en la acción política cede para dar paso a una autentica participación. Ha sido todo un ejercicio politico donde los sujetos, sin perder su autonomía, han reivindicado su capacidad de cooperar, de forma voluntaria y en igualdad de condiciones con otros sujetos, para oponerse a la opresión y buscar alternativas concretas al actual modelo de producción. Tal vez por esta razón, muchos representantes de la izquierda tradicional, ganosos de convertirse en voceros del movimiento y direccionarlo, han debido declinar sus aspiraciones y sentarse a un lado a estudiar estas nuevas dinámicas que los ha desbordado totalmente. Hay necesidad de inversión social, es obvio, y hay necesidad de presencia empresarial para subsanar el enorme problema de desempleo. Pero no de empresas buscando mano de obra barata, ni mucho menos de políticos administrando el dinero de los proyectos y las obras. Las soluciones apuntarían mas a la construcción de economías alternativas, populares, basadas en la reciprocidad y la ayuda mutua. Una economía de pequeñas entidades, donde la producción este administrada por cooperativas, artesanos, trabajadores con distintos niveles de cualificación, profesionales de la misma comunidad o afines a ella, comercios de proximidad, etc., buscando un desarrollo a escala local. “La organización comunitaria”, dice Rita Segato, “ofrece una alternativa de sobrevivencia para la gente que, al tener esa opción, no aceptara la muerte como proyecto de vida. Es importante que no exista esperanza alternativa para la expansión del capital mafioso que sustenta el Para-Estado, con su correlato de guerra y muerte como forma de vida. Solo cuando no existe opción la gente se deja entrampar por esa escena. Es por eso que la organización criminal destina mucha municion a extinguir el conjunto de oportunidades basadas en la solidaridad y la organización comunitaria”. Hoy en día la clase política colombiana y sus oscuros patrocinadores, se encuentra acorralada por el cerco moral que la juventud consciente y la sociedad en general le han tendido. Para los ciudadanos del común, se ha vuelto intolerable la cada vez mas descarada relación de este gobierno corrupto con la mafia y su para-estado. Ellos gobiernan todavía, pero es un hecho que cada vez les será mas difícil lograr el consenso. Para terminar, quiero volver al titulo de este articulo y señalar que son estas elites decadentes quienes encarnan la barbarie ofreciéndole a la sociedad el crimen de estado como única respuesta a la solución de la crisis y abrazando como propio el proyecto de muerte del crimen organizado. Mientras que los jóvenes que piden educación, cultura, dignidad y la revisión de los paradigmas sobre los que se ha levantado esta sociedad, y a quienes los medios masivos señalan como vándalos, son justamente los que conforman el elemento civilizador en la Colombia de hoy. (1) SEGATO Rita, La nueva elocuencia del poder. Una conversación con Rita Segato. Por el Instituto de Investigación y Experimentación Política (2) CASTEL Robert, La Metamorfosis de la Cuestion Social (3) BROWN Wendy, El pueblo sin Atributos

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