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Hugo Oquendo Torres, pág 106
from FIPGRA 2021. IV Festival Internacional de Poesía Patria Grande Latinoamérica y el Caribe
by FIPGRA
Hugo Oquendo Torres
Hugo Oquendo-Torres, Chigorodó, 1982. Teólogo y profesor universitario del Programa de Español y Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Ha hecho estudios de teología con la Universidad Bíblica Latinoamericana de San José de Costa Rica. De poesía ha publicado los libros: Catarsis de la memoria y otros silencios (Medellín, 2011), Poesía del cuerpo desnudo (Metanoia, 2014). Y de cuento ha publicado Lo secreto (Klepsidra, 2018). Algunos de sus poemas aparecen en las antologías: Si después de la guerra hay un día (Escarabajo, 2020); y en la antología Morir en un país que amabas (Escarabajo, 2021). También ha escrito una serie de ensayos de teología y literatura, entre ellos: En la cama con mi madre: pensar y sentir la teología desde la piel (Revista Perseitas, 2014); Tengo el sexo marcado: erótica de la resistencia (Escuela Superior de Teología, 2016) y Soy un dios y, sin embargo, ¿qué trato he recibido de los dioses? Rasgos del héroe trágico en el Prometeo de Esquilo (Polilla. Revista literaria, 2016).
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HA MUERTO
Se te ha enseñado la imagen de Dios con el pedernal en la mano, pero no has conocido el rostro del dios vaciado de Dios. Se te ha privado sentir la tierra en los pies, en la incertidumbre atesorar la riqueza, desandar las arenas cansadas del día, para que no te descubras extranjero en los caminos del país del viento, donde los caballos son el polvo rezagado. Ahora que regresas la mirada la selva se torna en dominio, en milagros extintos las aves y el número en religión. ¡El hombre ha muerto! Su vacío, el grito.
LUCIERNAGAS
El hombre de la tierra y la mujer de la tierra miran al cielo, al respirar la noche no se preguntan por el infinito ni por la inmortalidad del alma. Ambos, Si bien del tiempo lo ignoran todo, las luciérnagas les resultan eternas, apenas de las estrellas les basta el titilar».
DEL SILENCIO QUE NOS NACE
Tras el ocaso humano se escuchará la lluvia. Los truenos cantarán al silencio que no tendrá nombre, cuando ausente sea la palabra. Cuando con el dulce golpe el agua bendiga otra vez la tierra. Su vacío, el grito.
TIERRA ADENTRO: ROSTRO
Antes de cerrar su libro, el banquero Marcos Angulo Sarmiento, recita para sí el último verso: —apenas de las estrellas les basta el titilar —se sienta en el sillón para descansar de la velada, toma el vaso de Jack Daniel´s que hay sobre la mesa. Respira hondo y bebe, su boca la enciende el ardor eterno del arce. Reposa la cabeza al sumergirse en el vientre del sueño. Y de nuevo, tierradentro, recorrió los Días de fuego. Su ópera inédita. Saludó la llama al evocar Las edades del hombre. Tan pleno de sí, erecto, recordó la cifra del nuevo convenio. En la humedad del delirio imaginó a Ofelia, la secretaria temerosa de perder el empleo fue sometida bajo asalto. Tirada en el escritorio, le abrió las piernas blancas para descubrirle la vulva. Al procurar poseerla, la vagina mostró los dientes rabiosos y lo mordió.
TIERRA ADENTRO: CORAZON
El dolor despierta a Marcos. Al tocarse el pene sonrió y volvió a dormir, ahora el nuevo escenario de la inmensa llanura lo asombra. Con el revólver de su padre le apunta en la sien a la viuda, Hécuba suplicó por el cuerpo de su hijo. La onda del disparo lo trasladó al Museo Nacional, frente a él la pintura La mulata cartagenera. Remordido por el arrobo de los labios negros, evocó la carrera de artes. Al salir de la sala se encontró en la arena de una playa nocturna. Las olas ciegas no lo distraen del milagro. La llamarada del ojo que mira, lo envuelve. Marcos al abrir los ojos mira sus manos. Allí la derrota. Sobre la mesa, la lámpara alumbra su pistola. La toma, pone el cañón en la boca y dispara. Contra la persiana quedaron impregnados los escrúpulos.