Friedrich Nietzsche: Asi hablaba Zaratustra

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ASI HABLABA ZARATUSTRA

¿Recuerdas, recuerdas, corazón ardiente, la sed que entonces has pasado? ¡Que de todas las verdades, sea yo expatriado! ¡Locp tan sólo, poeta solamente!

LA

CIENCIA

A sí cantaba el encantador; y todos los que se ha­ llaban reunidos fueron cogidos como pájaros en la red de la voluptuosidad astuta y melancólica, tíni­ camente no se dejó coger el escrupuloso del espí­ ritu; arrebató bruscamente el arpa de manos del encantador y exclamó: —¡Aire! ¡Haced que entre aire puro! ¡Haced que entre Zaratustra! ¡Tú envenenas y haces pesado el aire de esta cueva, viejo y maligno encantador! ¡Hombre falso y refinado! ¡Tu seducción conduce a deseos y a desiertos desconocidos! ¡Desdichados nos­ otros si las personas como tú hablan de la verdad, y les hacen caso! ¡Desgraciados de todos los espíritus libres que no están advertidos contra semejantes encantadores! Esto será hecho de su libertad: tú en­ señas el retorno a las prisiones y tú allí retornas... ¡Viejo demonio melancólico: tu queja encierra una súplica; te pareces a aquellos cuyo elogio-de la cas­ tidad invita secretamente a voluptuosidades! Así hablaba el escrupuloso; pero el viejo encan­ tador miraba en torno suyo gozándose de su vic­ toria, lo que le hacía resarcirse del despecho que le causaba el escrupuloso. —Cállate—dijo con una voz modesta—, las buenas canciones quieren tener buenos ecos; después de las buenas canciones hay eme callarse mucho tiempo. Y así hacen todos estos hombres superiores. Mas tú, probablemente, no has comprendido gran cosa de mi poema. En ti no hay nada más que un espíritu encantador. —Al distinguirme de ti me alabas—resnondió el escrupuloso—, ¡éstp me. parece muy bien! Pero, ¡qué veo!, todavía estáis sentados ahí con miradas de 305


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