Manual psicomagia

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se colgará del cuello un cartel en el que renuncia a su nombre (por ejemplo, si se llama Juan González, en el cartel pondrá «YO NO SOY JUAN GONZÁLEZ»). Así disfrazado, saldrá a la calle y hasta las seis de la tarde paseará, observándose a sí mismo, por el mayor número de lugares que acostumbra visitar, ya sea un bar o café, un restaurante, una librería, una calle con comercios, un cine, la casa de unos familiares o amigos, etc. A las seis de la tarde se encerrará solo en su casa, colocará la máscara de su rostro y el cartel negando su nombre en un sitio destacado, se desvestirá, cerrará las ventanas y las cortinas, desconectará los teléfonos, desenchufará la televisión y su ordenador y se quedará ahí sin hacer nada, sin escuchar música ni leer, completamente incomunicado del exterior. Tampoco se dedicará a limpiar cosas, reparar objetos ni cambiar los muebles de sitio. Se prohibirá hablar en voz alta consigo mismo, manteniendo un estricto silencio. Comerá muy poco y sólo cosas crudas, nada calentado, cocinado o azucarado. No beberá café, té, refrescos ni licores. No fumará ni se drogará. De esta manera, sin ninguna actividad, se verá obligado a verse a sí mismo. Se acostará para dormir a medianoche y, con la ayuda de un despertador, se levantará a las cuatro de la madrugada, tomando como desayuno una infusión y una fruta. Esta fundamental experiencia (enfrentarse a solas con su limitado Yo personal), deberá cesar el lunes a las seis de la tarde. Al día siguiente por la mañana, vestido con ropa nueva, saldrá a la calle y hasta las seis de la tarde paseará, observándose a sí mismo, por los lugares que visitó cuando portaba el cartel y la máscara de su propia cara. Al llegar a su casa quemará el cartel y la máscara y juntará las cenizas en un sobre, que llevará en el bolsillo interior de su chaqueta, en el lado izquierdo, cada vez que tenga una reunión importante. Para continuar venciendo la identificación con su Yo personal, el consultante decidirá, una vez por semana preferentemente (si es hombre, el martes; si es mujer, el viernes), no pronunciar la palabra Yo. Llevará en su bolsillo una pluma estilográfica con tinta roja, y cada vez que diga Yo trazará en su rostro una línea roja. Si el consultante es una persona importante, para vencer el peligro de tomarse demasiado en serio, una vez cada tres meses debe disfrazarse de payaso, sentarse en una plaza pública y obsequiar con un sapo o una rana de plástico a todos los pequeños que se le acerquen, diciéndoles que esa rana es una princesa encantada (si quien la recibe es un niño) o que ese sapo es un príncipe encantado (si es una niña).

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