rebeldes parte 2

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tu madre, pero se comporta exactamente igual que tu padre, y Darry es una copia de tu padre, pero no anda de buen humor y venga a reírse, tal como él hacía. Se comporta como tu madre. Y tú no actúas como ninguno de ellos. -Lo sé. Bueno -dije mientras lo pensaba más detenidamente-, tú tampoco eres como ningún otro de la pandilla. Es decir, a Two-Bit, o a Steve o a Darry no podría hablarles del amanecer y de las nubes y de todas esas cosas. Cuando estoy con ellos ni siquiera se me pasa por la cabeza ese poema. Quiero decir, pura y simplemente, queellos no entienden. Sólo tú y Sodapop. y puede que Cherry Valence. Johnny se encogió de hombros. -Sí -dijo con un suspiro-. Mucho me temo que somos distintos. -Venga -dije, a la par que exhalaba un perfecto aro de humo-, quizás ellos lo sean. El quinto día estaba ya tan harto de chucherías que casi me mareaba cada vez que las veía. Todas las chocolatinas nos las habíamos comido los dos primeros días. Me moría de ganas por probar una Pepsi. Soy lo que se podría considerar un adicto a la Pepsi. Me la bebo como un fanático, y pasar cinco días sin probarla me estaba matando. Johnny prometió traer alguna si nos quedásemos sin provisiones y hubiera que ir a por más, pero eso de poco servía en aquel momento. Fumaba mucho más de lo habitual-imagino que porque era algo con lo que entretenerse-, a pesar de que Johnny me advirtió que me pondría enfermo si fumaba tanto. Teníamos mucho cuidado con los cigarros; si aquella iglesia se prendiese fuego no habría modo de detenerlo. En el quinto día había leído hasta el cerco que Sherman pone a Atlanta en Lo que el viento se llevó, le debía ciento cincuenta pavos a Johnny por las partidas de póquer, fumaba dos paquetes diarios de Camel y, tal como Johnny había predicho, me puse enfermo. No comí nada en todo el día, y fumar con el estómago vacío no es algo que haga sentirse precisamente como la seda. Me acurruqué en una esquina para dormir y quitarme todo aquel humo. Estaba a punto de quedarme dormido cuando oí, como desde muy lejos, un silbido bajo y prolongado que subió de repente a una nota más alta. Estaba demasiado somnoliento para prestar atención, aunque Johnny no tenía ninguna razón para silbar así. Estaba sentado en los escalones de atrás y procuraba leer Lo que el viento se llevó. Casi había decidido ya que todo el mundo exterior era parte de un sueño y que lo único real eran los bocatas de chucherías y la guerra civil y la vieja iglesia y la neblina sobre el valle. Me daba la impresión de haber vivido siempre en la iglesia, o quizá de haber vivido durante la guerra civil y de haber sido trasplantado de algún modo. Esto te da una idea de la salvaje imaginación que tengo. Un pie me cosquilleó en las costillas. -jUau! -dijo una voz ruda, pero familiar-, pareces otro con ese pelo. Me di la vuelta y me senté, frotándome el sueño de los ojos y bostezando. De repente parpadeé. -jEh, Dally! -¡Eh, Ponyboy! -me sonrió-. ¿O debería decir Bella Durmiente?


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