La Argentina no era una fiesta

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La clase obrera y el Centenario / Selección de fuentes chiquilines diareros para increpar duramente á los “carneros” su falta, irritaba á éstos más que el rojo á los toros… Próximamente á las 5 de la tarde, uno de esos chiquilines diareros, subía á un tranvía, cargado de ejemplares de nuestro diario. El guarda—número 330 del Anglo Argentino—quiso impedirle su venta y el “canillita”, haciendo un gracioso mohín, le gritó con fresca voz pregonera: “¡Carnero, carnero!” ... lo que le valió ser cruelmente estropeado por aquél. Interrogados después varios guardas y [ilegible] resultó ser efectivamente que era un carnero el guarda de la Anglo Argentina. Tomen nota los demás canillitas diareros… EL PARO El paro ha sido general ayer, si se exceptúan algunos pocos tranvías que circularon durante el día. (...) De acuerdo con la F.O.R.A. se había resuelto que los guardas y motormans tomaran ayer como de costumbre su servicio y que solo acudieran al mitín los que estuvieran francos, pero en algunas estaciones se amotinaron y no quisieron sacar coches, pararon todos absolutamente. Esta mañana, un considerable número de carreros del Once se negó a atar hasta conocer la resolución de la F.O.R.A. respecto á si se hacía huelga ó no. EL NÚMERO DE MANIFESTANTES Para el día ingrato que fue ayer, el número de manifestantes alcanzado en el mitín de la F.O.R.A. no puede ser más satisfactorio y halagador. Este puede fijarse alrededor de ocho á diez mil.

Circa mayo 1910 Reflexión acerca del temor reinante en el gobierno y entre los dirigentes de la F.O.R.A. ante la huelga del Centenario (Hechos y comentarios) El miedo Si en La Protesta había recelo, un recelo que no impedía llevar adelante la campaña en sus columnas con tesón, en las esferas del gobierno había miedo. Se parlamentaba con los miembros del Consejo Federal de la F.O.R.A. directa é indirectamente. Se ofrecía llegar á un arreglo y se regateaban las bases de éste como la mercadería que despacha en las tiendas de los turcos. Y en realidad se quería ganar tiempo y concluir probablemente con un engaño, cuando ya fuese imposible realizar la huelga, cuando iniciado el período de las fiestas no hubiese como ir á un paro, ni que paralizar. La principal base de arreglo era la de no hacer declaración alguna de huelga, la de no amenazar con el paro general, la de dejar al gobierno que obrase de modo que pareciese lo hacía por impulso propio y no obedeciendo á la presión callejera. Y del arreglo se descartaba la derogación de la ley de residencia, para lo cual se argüía que no había tiempo hábil, por no corresponder al gobierno sino al Congreso la derogación y estar éste muy atareado con otros asuntos. Empero se prometía reformarla después. Los miembros del Consejo Federal parecían predispuestos á transigir con el propósito del gobierno, aunque tal vez sospecharan que podían ser engañados. Ello es, que no hacían manifestación alguna que diese á conocer su pensamiento. Los sindicalistas por su parte se apercibieron de la actitud silenciosa y un tanto equívoca de los hombres que estaban al frente de la Federación, y dieron un golpe de efecto declarando la huelga general para el 18 de mayo, si para ese día el gobierno nacional no derogaba la ley de residencia, decretaba la libertad de los presos por cuestiones sociales y daba amplia amnistía á los prófugos y desertores del Ejército. Esa declaración de huelga general comprometía muy poco á los elementos de la Unión General de Trabajadores, que eran muy poca cosa para un paro de ese género; pero el efecto moral que causó entre los 80


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